Exposición de «El sueño americano» en Caixaforum

Hace más de un mes fuimos a ver la exposición organizada por Caixaforum titulada «El sueño americano», con un subtítulo que reza: Del pop a la actualidad.

Sin entrar a comentar nada sobre el título (¿americano o estadounidense? o ¿qué significa actualidad?), diré que el espacio me agrada, a pesar de ser el equivalente a otro que no piso desde hace años por ser propiedad y blanqueo de una entidad bancaria privada salvada con dinero público. Además, al ser clientes de La Caixa, no había que pagar la entrada.

Tampoco hubimos de pagar el transporte, dado que fuimos desde casa en Gran Vía a Atocha en un autobús urbano de la línea 001, de los que ha decidido poner el consistorio actual para seguir con la farsa de crítica al gobierno anterior y su estúpida cruzada contra la peatonalización y limitación del vehículos privados dentro de lo que se conoce como Madrid Central y que quieren redenominar como Madrid 360 para que no sea una promesa incumplida de tantas de un alcalde a quien votaron, en gran medida, para conseguir la supresión de esa medida impopular. De momento no lo cumple…

Salimos de casa a eso de las 10:30 y llegamos a desayunar a un sitio hipster (mucho) que había buscado por Internet, llamado el Patio Vertical, que hace referencia al muro verde que resulta ser una de las paredes del museo bancario. Es un lugar cálido e ideal para hacerse fotografías, pues hay que amortizar las tartas y el té… lo que antes se denominaba desayuno.

Al entrar en Caixaforum nos preguntaron si queríamos ir a ver la exposición sobre diseño y surrealismo llamada «Objetos de deseo» que no me interesa en lo más mínimo, así que les dijimos que sólo queríamos ver lo del sueño americano.

No tenía grandes expectativas, salvo ver alguna obra de artistas que pudieran gustarme, pero he de reconocer que la exposición estaba muy bien montada (se nota que hay dinero), y sin abundancia de obra saturante, sí que hacía un buen recorrido por las tendencias más conocidas del arte norteamericano desde los 60 hasta comienzos del siglo XXI, donde ya se perdía un poco en adivinar un futuro que certifique qué de todo aquello (de todo esto) tenga algún tipo de repercusión y perdurabilidad.

Obviamente, me gustó la obra de Sol LeWitt y el minimalismo, aunque habría agradecido algo escultórico suyo y no sólo pictórico, pero aún así, capturé esta fotografía:

Pero sin duda, cada vez que veo obra de Jenny Holzer me obnubilo y asiento dándome cuenta de que entiendo porqué ha hecho lo que ha hecho y cómo lo ha hecho y al mismo tiempo me entristezco pensando que nunca se me ocurre antes que a ella… Es un trabajo que me fascina y no esperaba encontrar muchas piezas suyas, pero ahí estaba:

Sencilla y contundente, con poco material objetual y mucho conceptual… sin perder una armonía estética que no conseguiré jamás en ninguna de mis ideas.

Tras un par de horas de recorrido, salimos de nuevo al Paseo de la Castellana, que a esas alturas se llama Paseo del Prado, y cruzamos al lado desde el que retomamos el 001, para gratuitamente regresar a casa.

Fue una preciosa mañana. Y la necesitábamos.

Reflexiones sobre un haiku

La otra noche escribí en una libreta que tengo junto a la cama el siguiente haiku porque sabía que olvidaría lo cuidado de su composición, querría recordar cada una de las palabras, porque todas cuentan, y no podría.

En esta noche
ladra (el) silencio roto
a contragolpes.

En esta noche no es un lugar, como viene siendo habitual exigencia de los haikus más canónicos, un lugar que haga referencia a la estación en la que estamos… y podría haber usado algo como «bajo la nieve», que con sus 5 sílabas bien medidas también sería un bonito contraste ante ese ladrido inesperado en la noche.

O quizá usar un «en nuestra cama», pero ese silencio roto parecería tener que ver con nuestra relación, así que no acertaría el sentido, de una cama que en realidad (esa noche) hacía referencia a una de las pasadas en Daimiel temiendo un desenlace fatal de la madre de Carmen.

«ladra» bien podría haberse sustituido por un «grita» o «gime», pero esa explícita referencia al grito y el silencio sería vaciada de la referencia bestial, esos perros que me horrorizaban en mi infancia mientras pasaba por delante de casas caninamente defendidas.

Ese ladrido que remite a versos del poema Todesfuge de Paul Celan, ladridos que rompían el silencio, ladridos de quien es ladrador y poco mordedor, ladridos de maltratador y ahí esa nueva referencia a los contragolpes, a esos golpes que se vuelven a dar a la contra, a la contra del silencio.

El silencio roto es un clásico, un lugar común, casi, que podría haber sido un silencio rojo o silencio sordo… que son otros lugares comunes que no aportaban la dureza de la rotura.

Pero el artículo «el» que he decidido meter entre paréntesis, es lo que más he dudado en mantener tal cual está, pues no aporta nada (tampoco silábicamente) sobre un, quizá más contundente y sintético, «ladra silencio roto», pero al mismo tiempo separa el verbo «ladrar» del objeto ladrado: «silencio roto».

Sigo dudando mantener «En esta noche» pues podría haberse escrito como «Aquesta noche», para reducir el número de palabras, pero usando una que no me convence por su artificiosa presencia trasnochada (hablando de noches).

Finalmente, seguro que hay otras formas de escribir lo mismo, pero quería dejar constancia de la reflexión que puede asociarse a una estructura prosódica tan breve como el haiku y eso sin profundizar en otras cuestiones como la inexistencia del «kigo«, un «kireji» poco definido, unas imágenes demasiado metafóricas y poco concretas, aunque he de reconocer que no suelo exigirle todo esto a ninguno de los haikus que he compuesto alguna vez.

Una forma ¿rápida? de saber si una mascarilla cumple requisitos

Me hizo gracia encontrar en este artículo un método para determinar si una mascarilla cumplía con los requisitos que debía cumplir para ser utilizada.

Mientras tanto me pregunto si no sería más fácil delegar la labor de determinar tal cuestión en un comité de personas que investiguen si son o no son válidas aquellas mascarillas comercializándose en un territorio, digamos, autónomo, ya sea federal, nacional, etc.

No creo que vaya a haber muchas personas verificando su adquisición de mascarilla (no siendo de alto riesgo o trabajando en sectores especialmente sensibles) mediante el método indicado en la gráfica, ese diagrama de flujo que tanto me gustan…

Ahí (aquí) lo dejo, por si nos toca hacerlo a lo largo de este entrante 2021 que se avecina apantallado por mascarillas que nos protejan de nuestras decisiones… y del virus, claro.

Empatizar no la reconoce mi diccionario

En la entrada de ayer, hablaba sobre empatizar y me sorprendió que mi diccionario no la reconociese, ese que usa el sistema operativo para saber qué palabras están definidas o aceptadas y cuales no. No es riguroso y no pretende serlo, pero que no incluya una palabra como esta es poco empático… y algo antipático.

Pero peor aún resulta las que sugiere como alternativas:

Así que poco más que añadir, salvo que la incluí ese mismo día para no ir por ahí sin esa palabra en mi vocabulario. 😉

D Rota

Mi pequeña contribución para la Pequeña Convocatoria de Poesía Visual, editado por la Asociación Cultural Babilonia (Francisco Pérez Belda) y La Jirafa en Llamas (Alfonso Aguado Ortuño).

En esta ocasión (ya había participado en la edición del 2018) les envié por email la pieza sencilla casi simple que había hecho durante el confinamiento, uno de esos días en que me sentía derrotado.

Es siempre de agradecer figurar en una publicación al lado de figuras de primer nivel como Antonio Gómez o Ibírico, entre otros.

No sin mi gluten

Sé que puede parecer irreverente, pero no pude por menos, después de ver la advertencia de sexo, violencia, etc, que añadir unas cuantas cosas más de las que advertir. Y me dejé tantas pendientes…

Por contra, no hay series o películas en las que se advierta de falta de rigor científico ni histórico, ni de machismo, ni de racismo… así que las advertencias las «desleo» en mi cerebro ya harto de simplezas y religiones.

Es un fotograma capturado de la serie «The Last Kingdom» que narra la vida y aventuras de los sucesos que siguieron al reinado de Alfredo de Wessex, a quien a veces se considera el primer rey de «Inglaterra», la tierra de los anglos (y sajones, claro está, y britanos…) en perpetua lucha contra las invasiones nórdicas. Es una especie de respuesta a la mucho mejor interpretada «Vikings», pero curiosamente, bastante veraz en cuanto a los personajes históricos se refiere.

La modifiqué añadiendo las advertencias culinarias mediante el uso de GIMP sobre Linux Mint.

Esto no es una broma