Así es la pantalla principal de mi móvil

Una primera pantalla de un móvil dice bastante de su poseedor, algo como si es ordenado (yo lo soy en exceso) o si es desordenado, qué aplicaciones son sus más usadas, a qué le da importancia… y a qué no se la da.

Obviamente yo no tengo instalado Facebook en el móvil, aunque se me cuela en forma de Instagram y, además, por Whatsapp que no está en un botón directo, sino que he de entrar en la carpeta de comunicaciones para poder usarlo.

El calendar es algo que uso más que casi ninguna otra aplicación y wikipedia mi pasatiempo preferido. Uso una herramienta algo desconocida para gestionar ordenadores remotamente que me permite manejarlos como si fuese un mando a distancia (eso significa remotamente).

La fotografía que uso de fondo de pantalla es una que realicé por fortuna en un murete de una estación del FEVE mientras recorríamos (Carmen y yo) Asturias y Lugo hace ya casi tres años. Tuve problemas en el pie y casi no pude disfrutar ni un segundo de aquel viaje, y sin embargo guardo bellos recuerdos, como el momento en el que me acerqué con mi teléfono (entonces un BQ de menos calidad que el actual) y realicé esta fotografía azarosamente buena que también tengo de fondo de mi pantalla de ordenador de trabajo. Quizá para recordarme que la vida puede ser lenta y placentera, que no hay tanta prisa como nos quieren (¿quiénes?) hacer creer y que apreciar los pequeños detalles del entorno puede ser la más placentera de las actividades.

Caja de luz para La Romántica

Después de mucho darle vueltas al regalo de reyes para Carmen, me decanté por hacerle una caja de luz para su Milonga Romántica, aunque no me puse manos a la obra hasta que encontré una manera de hacerlo que me resultase bonita y no una cutrez de cartón, como inicialmente iba a hacerle, ni una muy trillada cajita con letras para que se lo haga ella misma, que parece que están de moda.

Pensé inicialmente en un marco ribba de los de Ikea para darle un fondo con un contrachapado y unas luces led que iluminasen una lámina translúcida. Tenía que hacerle un poco de «manualidades», pero parecía sencillo, aunque resultaría muy pesado para su transporte.

Curioseando diferentes soluciones, me encontré con esta solución sencilla (algo más cara), muy ligera y bastante elegante: comprar uno de esos dispositivos lumínicos que usa la gente de diseño gráfico para copiar plantillas a mano e incluso usando un lápiz conectado a un PC traspasar ese diseño a digital de una manera muy curiosa.

La plancha de luz tenía dimensión de DinA3. La compré por Amazon y la tuve disponible en menos de 2 días.

Ahora tenía que diseñar e imprimir el cartel.

En el diseño, a partir de material que ya tenía para otras ocasiones en que le había hecho ese trabajito, tardé muy poco. Apenas un par de horas.

Pero imprimir el cartel, que parecía ser la parte más sencilla, se había convertido en la más difícil. Entre otras cosas porque el led blanco de la plancha lumínica era «demasiado blanco», así que pregunté en diversas imprentas para imprimir sobre papel vegetal y en varias de ellas tuve el mismo resultado negativo. Imprimir sobre papel vegetal estropea los rodillos de las fotocopiadoras o impresoras. En una imprenta (la de mi propia calle) me dijeron que habían tenido incluso altercados pues el papel vegetal una vez pasa por la imprenta es «muy agresivo» y corta. Así que no lo querían usar.

Una de mis imprentas preferidas, la de la calle San Bernardo, (por teléfono) me dio una solución que podía usar si no conseguía imprimir sobre vegetal: imprimir sobre transparente y adherirlo a un papel vegetal. El resultado podía ser más o menos el mismo, así que así lo hice en otra imprenta, comprando 2 papeles vegetales A3 y, a su vez, imprimiendo otro par de láminas sobre papel transparente A3. (Hice dos de cada porque suponía que mi torpeza podría estropear alguna de ellas).

De camino al estudio, donde tenía la plancha lumínica, pasé por la imprenta familiar ServiPrint, lugar donde, dicho sea de paso, comencé a pensar que dar clases particulares podía ser más interesante para generar ingresos en mi día a día que seguir trabajando en trabajos como teleoperador o profesor para ancianos en Centros DIA de la Comunidad de Madrid.

Allí Teo me confirmó que sí, que podía imprimir en papel vegetal, así que le pedí un par (por la misma razón esgrimida un par de párrafos por encima) y llegué al estudio con todas las impresiones.

Adherirlas a la lámina retroalimentada parecía sencillo aunque creo que es lo que ha quedado peor, con algo de celofán para fijar dos carteles A3 (sobre vegetal) conjuntamente sobre el material delicado, soporte de leds. Pero pegarla con cualquier pegamento que pudiera arrugar el pijotero papel vegetal estaba descartado.

Fijar 2 carteles sobrepuestos proporcionaba un aspecto como de «negrita» reforzado al cartel y atenuaba más aún la luz blanca demasiado blanca.

El resultado fue de gran agrado para Carmen, así que me quedé satisfecho, pero aún pienso en esa lámpara posible realizada con un marco con mucho fondo… y quizá uno de estos días me haga con ello para otro proyecto.

7 sellos

Tener unos sellos con los que puedo escribir todo lo que desee es una auténtica maravilla, una joya de regalito que me hizo mi alumna de talleres de Poesía, Andrea Vidal Escabí, con ocasión del juego navideño de «poeta invisible».

Otro regalo menos objetual fue la frase que Andrea le atribuye a su madre y que es otra auténtica maravilla:

Lejos de mí tan repugnante acción

que parece que le decía tras cada vez que se mordía las uñas, pero que también puede usarse tras ser acusado de cualquier cosa, sea la que sea. Es una expresión preciosa.

Ahora necesito sellos con los dígitos (ya me he hecho con un sello para fechar), así como un sello para las tildes que recorté de un sello que me habían regalado los compis de Estudio Mamífero.

720 maneras de escribir tu nombre

Gracias a la propuesta de «Amig@ invisible» a la que estuvimos jugando en el taller de Poesía y Escritura Creativa del grupo de los miércoles, me tocó hacerle un regalo a ISABEL y me planteé la curiosa propuesta de hacerle un pequeño obsequio sin adquirir absolutamente nada que no tuviese ya en mi poder.

Así que busqué un código que pudiese hacer permutaciones de palabras (sin repetición). Lo adapté a mis necesidades, aunque usar la palabra necesidad para esto no deja de tener algo de gracia, y generé un documento de las permutaciones que se pueden realizar con las 6 letras de la palabra ISABEL. A continuación, procedía hacer una desordenación aleatoria de las mismas con un comando linux bien sencillo:

sort -R isabel.txt > isabel_desordenada.txt

Lo más laborioso, pero también lo más bello, ha sido realizar la maquetación y posterior impresión de unos libretos con las 720 maneras de escribir su nombre, elegir la letra de la portada, en concreto, me ha llevado casi una mañana.

Las cartulinas que tenía disponibles para realizar la cubierta eran escasas y de un gramaje algo que pusieron en apuros (hasta casi estropear) a mi impresora Canon PIXMA 3650. Por supuesto, algunas de las tipografías elegidas para ser delicadas, como una Josefin Sans Light, apenas se ha impreso correctamente en varios de los ejemplares editados (no voy a realizar tiradas largas). Cada ejemplar de los así creados tendrán un precio de 6€ que era el máximo destinado al regalo del juego navideño.

Ahora me he encontrado con una fuente casi inagotable de generar publicaciones que me fascina: la utilización de la matemática y la informática para escribir textos poéticos delicados y dedicados, explorando la naturaleza corpórea del resultado en impresiones caseras sobre las que tengo un control exhaustivo y que me permiten, además, reutilizar materiales que casi tenía a punto de tirar (eso nunca, y lo sabes).

Traducción indeseada

A veces una red social hace cosas tan divertidas como traducir un poema que no era necesario traducir, y es que las palabras poéticas son como son: irreducibles, irreductibles, irredentas casi.

Mi querido amigo Ernesto, poeta visual, no sabía o no era consciente de que estaba escribiendo en portugués, de acuerdo a la ignorancia de la inteligencia artificial de Fafebook.

Papel para la poesía

Encontramos un papel, como puede ser el mantel de un restaurante tras una presentación de un libro de poesía, y sacamos un bolígrafo (o varios bolígrafos). Se reparte tinta disponible. Se escribe, casi sin pensar, sabiendo que se va a tirar a la basura. Son pequeñas tonterías que alguna vez retratamos, como si fuesen algo rescatable de la basura. Y recordamos lo divertido que fue escribir en un papel no pensado para ese fin, en un papel que tenía visos de ser un mantel, pretensiones de no servir nada más que para mancharse… y así fue: lo manchamos de poesía improvisada entre cervezas improvisadas…

La superficie

¿Qué hay bajo la superficie?

¿Qué hay sobre la superficie?

¿Qué es una superficie?

Me llama la atención la idea de que la superficie de una cosa (a falta de una expresión más detallada de aquello a lo que me refiero como acotado por superficies) esté formada por los mismos elementos básicos (protones, neutrones, electrones… sin entrar en sus componentes quark/muones, etc) que lo que hay sobre la superficie o lo que hay bajo la superficie.

¿Acaso podríamos decir que, a nivel micro-atómico no tiene sentido hablar de superficie?

Claro, se trata de un comportamiento, como la temperatura, que sólo adquiere sentido cuando son muchas (MUCHAS) las partículas involucradas, del orden del número de Avogadro o similar. Con menos de, pongamos, 1000 partículas aisladas, no hay superficie ni temperatura.

Y sin embargo, de cuando en cuando alguien realiza estadísticas con muestras mucho menores para determinar qué partido va a ser votado… y luego pasa lo que pasa, claro. Así que llamar ciencias políticas o ciencias económicas a ambas cosas… es cuando menos cuestionable.

Me gusta fijarme en la superficie de las cosas pensando que soy parte de un todo que no está dividido más que para que nos hagamos una composición de lugar más simple, el simplismo es inherente a la necesidad e aprehender el mundo, para poder hablar, para ser el lenguaje que somos, que nombra, que separa con cada apelativo, el dentro del fuera.

Vemos y creemos que ver es ser…

Y nos olvidamos de la percepción, de la mente, de la mezcla que hacemos en nuestras mentes (que tampoco tienen otra frontera que la que decidamos adjudicarles) para manejar conceptos asociados a objetos. Somos seres concretos y el principio de incertidumbre nos marea.

Acotamos lo acotable y, si no podemos, nos vemos sumidos en cierta angustia casi diría que existencial por no poder apresar nuestra realidad, nuestro entorno. Y es entonces cuando me acuerdo de aquella frase de un filósofo presocrático «El sol es plano como una hoja» y me doy cuenta de lo necesitados que estábamos de metáforas… de tropos, y recuerdo la pasión que siento por la poesía como herramienta para explicar el universo.

Un universo
verso
completamente inapresable
bajo ninguna superficie.

Esto no es una broma