Un pequeño divertimento que realizamos el martes pasado en un Taller de Poesía y Escritura Creativa de Clave 53, a modo de cadáver exquisito, pero visual, para luego realizar un texto inspirado, o basado, o dedicado a esta imagen tan literal(y literaria)mente surrealista.
detalles
Soy el mal, soy el capital
Tengo unos vasos de plástico que me han regalado, fruto de una adquisición de Carmen que llevaba una milonga junto a su amiga y compañera Inma Garrido. Ellas no llegaron a gastarlos y los iban a tirar, después de clausurada su milonga.
Yo le dije que no lo hicieran y que me los podía quedar yo, para mis encuentros de Té y Poesía o para los talleres, pero me resulta difícil usarlos por la imagen que dan de mí.
Hace un par de años, un asistente a los talleres me comentó que podía adquirir, en lugar de vasos de plástico y cucharillas de plástico que les regalaba antes de cada clase para tomarse un té, unos vasos de papel y cucharillas de palo de bambú… que eran más ecológicos. No lo puse en duda (bueno, sí lo puse en duda, pero él tenía razón), así que a partir de entonces estoy suscrito a un pedido a través de Amazón (lo que ya de por sí no es muy ecológico) por el que me traen 400 vasitos de papel/cartón que aseguran que es reciclado. Eso sí, vienen envueltos en paquetes de plástico conteniendo 50 vasos cada uno. Plástico que procuro reutilizar para tirar el té fresco y que no se pudra en la bolsa grande y no tener que cambiarla cada poco tiempo.
Los palitos de bambú casi no se utilizan porque he reducido casi a la completa extición el uso de azúcar o edulcorantes, en general, lo que los hace superfluos salvo para quien los solicita explícitamente.
Así que ahora doy una imagen de ecologista concienciado (aunque antes lo fuese y no diese esa imagen), de modo que poner sobre la mesa los casi 40 vasos de plástico que heredé de la milonga es casi sacrílego y, sin contexto, puede resultar un detrimento de mi imagen de ecologista concienciado.
Por momentos, he llegado a pensar en tirarlos sin usar, para no perjudicar mi imagen de ecologista concienciado, o en usarlos para algo privado, de modo que no normalice su uso como algo poco nocivo para el planeta, pero hay cierta componente hipócrita en esa acción o esas acciones que perjudicarían la imagen que yo tengo de mí mismo, aunque no la de ecologista concienciado que puede que tengan de mí.
El problema de los vasitos de papel/cartón reciclado es que la mayoría de las personas que los utilizan consideran que ya pueden tirarse, sin más, a la basura y yo me resisto a no darles un uso adicional o varios usos antes de desprenderme de ellos, lo que genera un espacio desaliñado, lleno de papeles sucios y vasos usados, que voy poco a poco reutilizando para tirar el té fresco que uso (para ahorrar sobrecitos, cartón, cuerdas, plástico), para fabricar cubitos de basura… pero no doy abasto para librarme de tanta basura convirtiéndome en una especie de industria del reciclaje que poco tiene que ver con un taller de poesía o un estudio de artista… así que mi imagen de ecologista concienciado está afectando a mi imagen de coordinador de talleres de poesía.
¡Ay, las imágenes! ¡Qué poco dan cuenta de lo que realmente cuenta!
Tres rollos
de papel higiénico
sobre la cisterna llena
oyen el agua
en la ventana
el viento sopla fiero
baten sus alas
pero no vuelan
por mucho que lo intentan
sobre mi almohada
tres rollos blancos
vigilan tazas blancas
de porcelana.
A veces hay pequeños regalos
A veces la vida te da pequeños (casi insignificantes) regalitos, como esta actualización que ha tenido lugar «sola«, es decir, posiblemente llevada a cabo por los responsables del lugar en el que tengo alojada la web y este mismo diario (justhost.com), así que puedo disponer de un tiempo de aprendizaje que tenía que invertir en aprender a hacerlo, así como el dedicado a realizar la actualización del PHP 5.6 a esta reluciente versión de PHP 7.3 que espero que me deje tranquilo unos cuantos años.
¡Qué pequeña alegría un día cualquiera!
Chinche
Este fin de semana estuve en Valencia en un piso alquilado por AirBnB que parecía limpio, agradable y funcional, muy bien situado y económico sin ser el más barato de los posibles, lo que era más suficiente.
Había elegido un lugar a menos de 8 minutos andando, para no perder ni tiempo ni dinero en transportes, aunque el precio ascendiese unos 6€ sobre la media de alojamientos similares un poco más alejados.
Desde la estación del AVE de Joaquín Sorolla de Valencia, intenté ir en Cabify (haciendo un primer uso de una app que no había usado previamente) pero no lo logré porque la conductora se negó a recogerme en el punto de recogida, algo apartado de la estación, en una marquesina de transporte público, por si finalmente iba hacia el centro en autobús. En principio creo que no me facturarán porque cancelé el viaje, pero parece que sí me ha llegado una notificación de cobro… así que ya veré si procedo a reclamarlo.
En la parada de autobuses conocí a una chica simpática, de origen asiático, pero procedente de Australia, en concreto de Sydney, y pensamos en ir juntos hacia el centro, compartiendo taxi, que no pudo ser, así que acabamos charlando en el bus e intercambiado tarjetas de contacto.
Llegué a la habitación, doble, espaciosa, silenciosa, bien climatizada a eso de las 11:45. Apenas me detuve pues era sólo para pasar la noche. Recogí las llaves, dejé el equipaje, pasé al baño (orín) y me fui hacia la exposición que iba a ver.
Era sólo una noche, la del viernes al sábado, para acudir a la Feria del Libro de Artista y Editores Independientes SINDOKMA, que tenía lugar en el centro cultural La Nau en la zona céntrica de Valencia capital.
Y entonces llegó la noche.
Volví a la habitación tras una agradable velada y una cena estupenda con mi amigo Iván Araujo y me tumbé tranquilamente a ver una serie en el teléfono móvil para ir, poco a poco, adormeciéndome…
Aproximadamente a eso de las 01:00 apagué la luz y comencé a intentar dormir.
Un rato después (no mucho más de media hora) algo me picaba, pero poco.
Cada vez tenía mayores picores en el dedo índice de la mano derecha y acabé por encender la luz de nuevo y ver que parecía que se estaba hinchando.
Pensé que sería un mosquito, así que me atrincheré en el edredón y bajo las mangas de mi propia camiseta…
No podía dormir por el picor, así que decidí ver otro rato las series para ver si acababa por tener tanto sueño que no me importase recibir alguna picadura…
Pero seguí recibiendo mordeduras de bichitos y ya comencé a sospechar que iba a ser una noche difícil.
No había prisa, no pasaba nada. Hasta las 09:00 no era preciso que me levantase, y con dormir 6 horas era suficiente…
Otro picor agudo en el cuello. Otro más en la espalda.
Ya me puse a investigar la cama, a revisarla a la luz de la linterna del teléfono móvil…
Y a eso de las 04:00 encontré bajo el foco un bichito que correteaba por el colchón dando pequeños saltitos…
No me detuve a fotografiarlo sino que lo aplasté con la mano derecha y, después, para asegurarme, con ambas manos como si fuese un aplauso. (La foto que incluyo no es mía sino de un artículo de «cómo eliminar chinches en Valencia«)
Pensé que se habría terminado el safari y tras relajarme un poco volví a apagar luces e intentar dormir.
Nuevos picores en los pies, en las piernas… parece ser que no, que no se había terminado el problema. Eran ya cerca de las 06:00. Recordaba ese diminuto agresor entre mis manos e imaginaba hordas de familiares vengándose bajo el edredón, sobre la almohada sudada.
No había forma de dormir. Algunos otros clientes del airbnb se despertaban ya, entraban al baño, que estaba pared con pared con mi habitación….
Ya casi preveía que no habría ni un minuto de sueño. Pero seguí intentándolo. Apagaba la luz, resurgían picores, encendía, sacudía el edredón, buscaba con la linterna sobre el colchón, bajo las almohadas…
Me quité la ropa, le di la vuelta, la agité para ver si algo caía… me la volví a poner del revés, intenté dormir… eran las 07:00.
Ya poco había que hacer salvo esperar a las 09:00… seguía picándome todo el cuerpo, el cuero cabelludo… la agitación intenté paliarla con respiraciones largas y profundas, intenté pensar en cualquier cosa que alejase de mi mente las imágenes de miríadas de insectos atacándome, alimentándose de mí.
Acabaron por dar las 09:00… fui al baño, me duché, volví a la cama, reposé un rato, me vestí, salí a desayunar y procuré olvidar una noche inolvidable.
Ayer, pasados 2 días, les comenté por mensaje privado a los dueños del AirBnB la experiencia sin intención de reclamarles nada, sino tan solo para informarles del suceso y que entendiesen que no podía hacer «imparcialmente» la encuesta de satisfacción que esa app te propone insistentemente sobre tu estancia en el lugar.
Mantuvimos esta pequeña conversación:
YO: Hola Rafa y Jorge, ya de vuelta en Madrid quería deciros que tuve un enorme problema con vuestra habitación. ¡Había chinches! No lo voy a escribir en la evaluación que me pide hacer Airbnb porque creo que es posible que lo podáis resolver sin una opinión tan mala. Es posible que no lo supieseis porque por lo demás el estado de la habitación era bueno, limpio, etc. Pero no pude dormir ni un minuto. No se trata de que quiera hacéis una reclamación, sino un aviso por si nadie os lo había dicho. Un saludo sin mal sabor…
ELLOS: no lo entiendo como que chinches. eso no puede ser hacemos los cambios de sabanas y mantas con cada cambio. y nos aseguramos de que todo este limpio, la verdad que hemos comprobado la habitación y no hemos encontrado nada. Donde viste las chinches para tener mas información.
YO: Las vi en la cama. Llegué a cazar una y matarla, pero seguí teniendo «picaduras» toda la noche. Os lo aseguro. Os lo digo por vosotros. Un saludo.
ELLOS: Es raro es que cambiamos funda del colchón justo el dia de antes de tu llegada ademas del cambio de sabanas mantas etc. Hare una inspección de todo por si acaso; no me apetece tener problemas con ello tampoco. Una vez mas Gracias y disculpa!! Lo comprobaremos todo bien Gracias por decirnos lo y disculpa las molestias.
YO: No pasa nada. Una mala noche pero no es tan grave.
ELLOS: Vaya. Lo sentimos muchísimo. Y nos extraña mucho porque somos muy pulcros con la limpieza. Vamos a tirar el colchón por si estan dentro. Quizás algún huésped los dejo con anterioridad. La verdad es que jamas en mi vida me ha picado uno en Valencia. Ni en ningún sitio. Me parece algo del tercer mundo. Estoy flipando. Y muchas por tomarlo así de bien.
YO: A mí también me extrañó. En general estaba todo limpio, así que me resultaba extrañó. Inicialmente supuse que se trataba de algún mosquito que hubiese entrado por la ventana, pero a eso de las 4 con la linterna del móvil, pude cazar una saltando por la cama. Era un bichito de unos 5mm beige que saltaba por el colchón. La aplasté en mi mano y no se me ocurrió hacerle fotos. Me fotografié el dedo que estaba hinchado por la mordedura. Miré por internet hasta saber qué era ese bicho. Sergi teniendo picaduras en otras partes del cuerpo el resto de la noche. Fue un pequeño infierno. Pero también suponía que os iba a extrañar. Sin cosas que pasan. No le demos mayor importancia.
Tras estos mensajes, tuvieron la deferencia, no solicitada, de devolverme el pago de la habitación. Me parece un detalle que les agradezco y por lo que no pienso criticarles en la revisión de la app.
Fue una noche horrible para un fin de semana, en otro orden de cosas, maravilloso, así que es algo olvidable y de poca importancia, aunque no me han quedado muchas ganas de repetir viajes…
Cosificando, que es gerundio
Una amiga comparte una publicación de otra persona en su muro de facebook y me da por sospechar que el personaje que está haciendo esas publicaciones esconde un cierto tipo de machismo, sutil y bastante consentido, para mi gusto, que consiste en adornar los textos que se escriben con mujeres que no vienen a cuento ni por asomo, salvo por el hecho de que son bellas, jóvenes y lejanamente (o nada) emparentadas con las palabras que las preceden.
Pero cuando lo que te encuentras es un texto de Margaret Atwood, sí, la celebérrima, ahora, autora de «El cuento de la criada», la cosa ya se pone para incendiar la estulticia…
¿Estoy hilando fino o me parece a mí que no se ve más allá de lo que se quiere ver?
Blakout poetry
No me gustan las etiquetas o palabras en inglés para decir cosas que pueden ser dichas en castellano. No por mantener un purismo en el lenguaje que nunca persigo y no tiene sentido perseguir, pues todo idioma es híbrido, mezcla, fusión, contaminación… sino por el hecho de que usarlo contiene cierta pretensión de «altanería» o pose que me parece banal y ridícula.
En lugar de blackout poetry perfectamente podríamos decir poesía por tachado o, incluso, poesía tachada, aunque sea el negativo a lo tachado lo que resulta tras el proceso.
El pasado jueves hice un ejercicio así con las personas asistentes al taller de iniciación, un poco por descolocarles, pero sobretodo por demostrarles liberalidad en el tratamiento de los procesos creativos.
Resultó, en mi caso, este texto sencillo:
Bajo el hastío
fruto de falta de curiosidad
la inmortalidad,
rodeada de una ola adormecida
una vieja esfinge olvidada
no canta.Yo soy rico pero muy viejo,
como otras bestias,
bufón de este lecho
blasonado para todo.
Oklahoma no es un buen lugar, de Vicente Navarro Abad
Muy satisfecho con el trabajo realizado por ambas partes (la mía como editor y la Vicente Navarro Abad como poeta y diseñador gráfico de la portada) en el proceso de edición de este libro.
He elegido para la ocasión un tipo de letra curiosa, huyendo de mis amadas sans-serif radicales, como la Futura o la Verdana, para recaer en un tipo amable, suave, pero no excesivamente llena de gracia: Cabin Regular
Usé para esta ocasión la imprenta Lozprinter.com que me ha permitido obtener un libro con un acabado en la cubierta bastante espectacular, aunque algo peor el posicionamiento de las cajas en la tripa del libro.
Escribí un prólogo en el que me enternecí bastante que quiero dejar aquí:
Prólogo de Oklahoma no es un buen lugar
Giusseppe Domínguez, M-20190913
Plano general de un prólogo con un Cadillac burdeos al fondo pisando una desgastada línea discontinua amarilla
caerán en cascada sobre el acantilado
de estas páginas entre tumba y tumba,
descubrirán el dolor de un nuevo idioma
El poemario que tienes en tus manos no es propiamente un poemario, es más bien una colección de libros de poesía que se han decidido comprimir en uno solo, es una librería densa en un único volumen, un universo de versos que anda a la caza de un nuevo idioma más allá de cascadas y acantilados, de tumbas y de ojos.
Conocí a Vicente en una cena hace ya más de 15 años y, de inmediato, nos caímos bien mutuamente acaparando prácticamente toda la conversación de la velada; y es que conversación contiene versación, que es algo que a él, como a mí, le aprisionaba o apasionaba desde hacía tiempo. Un año después comenzó a asistir a los talleres de poesía que coordino desde el 2002 en la Asociación Cultural Clave 53 y nuestras charlas arreciaron, su ansia por expandir el conocimiento cabalgaba con la mía y fuimos enriqueciéndonos en la búsqueda de textos interesantes, poéticos, que nos revolviesen el alma y el intelecto, si es que ambos entes no son uno.
Ese enriquecimiento se aprecia en casi omnipresente referencia literaria, epígrafes de poetas tan alejados en el espacio y el tiempo como Edgar Allan Poe y Pedro Andreu, pasando por el romanticismo, el simbolismo, las vanguardias de principios del siglo XX, acmeísmo ruso, la generación perdida, el Jazz, la arquitectura, el diseño, la cultura pop, el cine… el cine. Sí. Vicente hace poemas que parecen guiones cinematográficos y posiblemente guiones cinematográficos que parecerán poemas. De cuando en cuando, en sus poemas encontramos acotaciones cinematográficas, como expresiones externas, técnicas, que nos situasen más allá de la emoción, sin abandonar, dicho sea de paso, la capacidad lírica de la poesía, emotiva, votiva, volitiva…
Toquetea la parodia de sí mismo, huyendo de la poesía más convencional, acariciando el postmodernismo, incluso apropiacionista, ecléctico por definición: trata de reunir, procurando conciliarlos, valores, ideas, tendencias, etc., de sistemas diversos, baraja la poesía experimental o el mero juego de estilo sin mayor pretensión (ni menor) que la exploración pura.
Este poemario escrito a lo largo de la última década estaba en las telarañas de su memoria (ROM) cuando quiso rescatarlo para trabajarlo con la intención de publicar su primer libro de poesía. Una vez decidido, nos pusimos codo con codo, pantalla mediante, a lidiar con la periodicidad que da la vida moderna hasta esculpir este libro (primero de varios, me consta) pues cada poema ha sido cincelado con mimo, tallado con fuerza, con la dureza requerida para extraer piedras preciosas de las simas de la tierra.
La poesía de Navarro-Abad corretea, juega, escudriña, busca; la poesía de Navarro-Abad es erótica, tierna, jugosa, risueña, burlesca, seria, profunda, social, socarrona, inteligente, culta, banal, cotidiana… todo ello en ocasiones simultáneamente, lo que conlleva cierta precaución a la hora de acercarse a sus textos pues más allá de la broma está la ética, más allá de la vulgaridad está la sofisticación, más allá de la anécdota está la voluntad de universalidad, ahí mismo está el conocimiento hondo de culturas lejanas, así, como quien no quiere la cosa. Es parte de su juego y su búsqueda personal, la de ser una especie de zen urbano en la vorágine del nuevo milenio en el hemisferio occidental, con fútil modestia porque es imposible mantenerla: Vicente Navarro-Abad es un erudito que no reconoce serlo… pero se le escapa por los poros, no puede evitarlo.
Oklahoma no es un buen lugar, verso del poema Fábulas de cama, llegó a ser el título perfecto de estos poemas que tienen el aroma de una road-movie, de los neumáticos quemados de un descapotable que escribe poemas con el humo en la carretera del futuro. Te recomiendo, lector o lectora, que levantes tu pulgar junto al arcén y te dejes transportar a lo desconocido. Te aseguro que el viaje será divertido, diverso y verso.
Pan Real
Mientras estábamos tomando algo en la cafetería Pan Real de Daimiel, me entretuve haciendo pequeñas modificaciones digitales (me habría gustado hacerlas con un lápiz, que no tenía conmigo encima) sobre unas servilletas anodinas que hacen referencia a ese Pan que dice ser Real… (¿de Ciudad Real?)
Sofá
Nuestro sofá
en mitad de la estancia
irradia luz.