Traducción indeseada

A veces una red social hace cosas tan divertidas como traducir un poema que no era necesario traducir, y es que las palabras poéticas son como son: irreducibles, irreductibles, irredentas casi.

Mi querido amigo Ernesto, poeta visual, no sabía o no era consciente de que estaba escribiendo en portugués, de acuerdo a la ignorancia de la inteligencia artificial de Fafebook.

Papel para la poesía

Encontramos un papel, como puede ser el mantel de un restaurante tras una presentación de un libro de poesía, y sacamos un bolígrafo (o varios bolígrafos). Se reparte tinta disponible. Se escribe, casi sin pensar, sabiendo que se va a tirar a la basura. Son pequeñas tonterías que alguna vez retratamos, como si fuesen algo rescatable de la basura. Y recordamos lo divertido que fue escribir en un papel no pensado para ese fin, en un papel que tenía visos de ser un mantel, pretensiones de no servir nada más que para mancharse… y así fue: lo manchamos de poesía improvisada entre cervezas improvisadas…

La superficie

¿Qué hay bajo la superficie?

¿Qué hay sobre la superficie?

¿Qué es una superficie?

Me llama la atención la idea de que la superficie de una cosa (a falta de una expresión más detallada de aquello a lo que me refiero como acotado por superficies) esté formada por los mismos elementos básicos (protones, neutrones, electrones… sin entrar en sus componentes quark/muones, etc) que lo que hay sobre la superficie o lo que hay bajo la superficie.

¿Acaso podríamos decir que, a nivel micro-atómico no tiene sentido hablar de superficie?

Claro, se trata de un comportamiento, como la temperatura, que sólo adquiere sentido cuando son muchas (MUCHAS) las partículas involucradas, del orden del número de Avogadro o similar. Con menos de, pongamos, 1000 partículas aisladas, no hay superficie ni temperatura.

Y sin embargo, de cuando en cuando alguien realiza estadísticas con muestras mucho menores para determinar qué partido va a ser votado… y luego pasa lo que pasa, claro. Así que llamar ciencias políticas o ciencias económicas a ambas cosas… es cuando menos cuestionable.

Me gusta fijarme en la superficie de las cosas pensando que soy parte de un todo que no está dividido más que para que nos hagamos una composición de lugar más simple, el simplismo es inherente a la necesidad e aprehender el mundo, para poder hablar, para ser el lenguaje que somos, que nombra, que separa con cada apelativo, el dentro del fuera.

Vemos y creemos que ver es ser…

Y nos olvidamos de la percepción, de la mente, de la mezcla que hacemos en nuestras mentes (que tampoco tienen otra frontera que la que decidamos adjudicarles) para manejar conceptos asociados a objetos. Somos seres concretos y el principio de incertidumbre nos marea.

Acotamos lo acotable y, si no podemos, nos vemos sumidos en cierta angustia casi diría que existencial por no poder apresar nuestra realidad, nuestro entorno. Y es entonces cuando me acuerdo de aquella frase de un filósofo presocrático «El sol es plano como una hoja» y me doy cuenta de lo necesitados que estábamos de metáforas… de tropos, y recuerdo la pasión que siento por la poesía como herramienta para explicar el universo.

Un universo
verso
completamente inapresable
bajo ninguna superficie.

Soy el mal, soy el capital

Tengo unos vasos de plástico que me han regalado, fruto de una adquisición de Carmen que llevaba una milonga junto a su amiga y compañera Inma Garrido. Ellas no llegaron a gastarlos y los iban a tirar, después de clausurada su milonga.

Yo le dije que no lo hicieran y que me los podía quedar yo, para mis encuentros de Té y Poesía o para los talleres, pero me resulta difícil usarlos por la imagen que dan de mí.

Hace un par de años, un asistente a los talleres me comentó que podía adquirir, en lugar de vasos de plástico y cucharillas de plástico que les regalaba antes de cada clase para tomarse un té, unos vasos de papel y cucharillas de palo de bambú… que eran más ecológicos. No lo puse en duda (bueno, sí lo puse en duda, pero él tenía razón), así que a partir de entonces estoy suscrito a un pedido a través de Amazón (lo que ya de por sí no es muy ecológico) por el que me traen 400 vasitos de papel/cartón que aseguran que es reciclado. Eso sí, vienen envueltos en paquetes de plástico conteniendo 50 vasos cada uno. Plástico que procuro reutilizar para tirar el té fresco y que no se pudra en la bolsa grande y no tener que cambiarla cada poco tiempo.

Los palitos de bambú casi no se utilizan porque he reducido casi a la completa extición el uso de azúcar o edulcorantes, en general, lo que los hace superfluos salvo para quien los solicita explícitamente.

Así que ahora doy una imagen de ecologista concienciado (aunque antes lo fuese y no diese esa imagen), de modo que poner sobre la mesa los casi 40 vasos de plástico que heredé de la milonga es casi sacrílego y, sin contexto, puede resultar un detrimento de mi imagen de ecologista concienciado.

Por momentos, he llegado a pensar en tirarlos sin usar, para no perjudicar mi imagen de ecologista concienciado, o en usarlos para algo privado, de modo que no normalice su uso como algo poco nocivo para el planeta, pero hay cierta componente hipócrita en esa acción o esas acciones que perjudicarían la imagen que yo tengo de mí mismo, aunque no la de ecologista concienciado que puede que tengan de mí.

El problema de los vasitos de papel/cartón reciclado es que la mayoría de las personas que los utilizan consideran que ya pueden tirarse, sin más, a la basura y yo me resisto a no darles un uso adicional o varios usos antes de desprenderme de ellos, lo que genera un espacio desaliñado, lleno de papeles sucios y vasos usados, que voy poco a poco reutilizando para tirar el té fresco que uso (para ahorrar sobrecitos, cartón, cuerdas, plástico), para fabricar cubitos de basura… pero no doy abasto para librarme de tanta basura convirtiéndome en una especie de industria del reciclaje que poco tiene que ver con un taller de poesía o un estudio de artista… así que mi imagen de ecologista concienciado está afectando a mi imagen de coordinador de talleres de poesía.

¡Ay, las imágenes! ¡Qué poco dan cuenta de lo que realmente cuenta!

A veces hay pequeños regalos

A veces la vida te da pequeños (casi insignificantes) regalitos, como esta actualización que ha tenido lugar «sola«, es decir, posiblemente llevada a cabo por los responsables del lugar en el que tengo alojada la web y este mismo diario (justhost.com), así que puedo disponer de un tiempo de aprendizaje que tenía que invertir en aprender a hacerlo, así como el dedicado a realizar la actualización del PHP 5.6 a esta reluciente versión de PHP 7.3 que espero que me deje tranquilo unos cuantos años.

¡Qué pequeña alegría un día cualquiera!

Chinche

Este fin de semana estuve en Valencia en un piso alquilado por AirBnB que parecía limpio, agradable y funcional, muy bien situado y económico sin ser el más barato de los posibles, lo que era más suficiente.

Había elegido un lugar a menos de 8 minutos andando, para no perder ni tiempo ni dinero en transportes, aunque el precio ascendiese unos 6€ sobre la media de alojamientos similares un poco más alejados.

Desde la estación del AVE de Joaquín Sorolla de Valencia, intenté ir en Cabify (haciendo un primer uso de una app que no había usado previamente) pero no lo logré porque la conductora se negó a recogerme en el punto de recogida, algo apartado de la estación, en una marquesina de transporte público, por si finalmente iba hacia el centro en autobús. En principio creo que no me facturarán porque cancelé el viaje, pero parece que sí me ha llegado una notificación de cobro… así que ya veré si procedo a reclamarlo.

En la parada de autobuses conocí a una chica simpática, de origen asiático, pero procedente de Australia, en concreto de Sydney, y pensamos en ir juntos hacia el centro, compartiendo taxi, que no pudo ser, así que acabamos charlando en el bus e intercambiado tarjetas de contacto.

Llegué a la habitación, doble, espaciosa, silenciosa, bien climatizada a eso de las 11:45. Apenas me detuve pues era sólo para pasar la noche. Recogí las llaves, dejé el equipaje, pasé al baño (orín) y me fui hacia la exposición que iba a ver.

Era sólo una noche, la del viernes al sábado, para acudir a la Feria del Libro de Artista y Editores Independientes SINDOKMA, que tenía lugar en el centro cultural La Nau en la zona céntrica de Valencia capital.

Y entonces llegó la noche.

Volví a la habitación tras una agradable velada y una cena estupenda con mi amigo Iván Araujo y me tumbé tranquilamente a ver una serie en el teléfono móvil para ir, poco a poco, adormeciéndome…

Aproximadamente a eso de las 01:00 apagué la luz y comencé a intentar dormir.

Un rato después (no mucho más de media hora) algo me picaba, pero poco.

Cada vez tenía mayores picores en el dedo índice de la mano derecha y acabé por encender la luz de nuevo y ver que parecía que se estaba hinchando.

Pensé que sería un mosquito, así que me atrincheré en el edredón y bajo las mangas de mi propia camiseta…

No podía dormir por el picor, así que decidí ver otro rato las series para ver si acababa por tener tanto sueño que no me importase recibir alguna picadura…

Pero seguí recibiendo mordeduras de bichitos y ya comencé a sospechar que iba a ser una noche difícil.

No había prisa, no pasaba nada. Hasta las 09:00 no era preciso que me levantase, y con dormir 6 horas era suficiente…

Otro picor agudo en el cuello. Otro más en la espalda.

Ya me puse a investigar la cama, a revisarla a la luz de la linterna del teléfono móvil…

Y a eso de las 04:00 encontré bajo el foco un bichito que correteaba por el colchón dando pequeños saltitos…

No me detuve a fotografiarlo sino que lo aplasté con la mano derecha y, después, para asegurarme, con ambas manos como si fuese un aplauso. (La foto que incluyo no es mía sino de un artículo de «cómo eliminar chinches en Valencia«)

Pensé que se habría terminado el safari y tras relajarme un poco volví a apagar luces e intentar dormir.

Nuevos picores en los pies, en las piernas… parece ser que no, que no se había terminado el problema. Eran ya cerca de las 06:00. Recordaba ese diminuto agresor entre mis manos e imaginaba hordas de familiares vengándose bajo el edredón, sobre la almohada sudada.

No había forma de dormir. Algunos otros clientes del airbnb se despertaban ya, entraban al baño, que estaba pared con pared con mi habitación….

Ya casi preveía que no habría ni un minuto de sueño. Pero seguí intentándolo. Apagaba la luz, resurgían picores, encendía, sacudía el edredón, buscaba con la linterna sobre el colchón, bajo las almohadas…

Me quité la ropa, le di la vuelta, la agité para ver si algo caía… me la volví a poner del revés, intenté dormir… eran las 07:00.

Ya poco había que hacer salvo esperar a las 09:00… seguía picándome todo el cuerpo, el cuero cabelludo… la agitación intenté paliarla con respiraciones largas y profundas, intenté pensar en cualquier cosa que alejase de mi mente las imágenes de miríadas de insectos atacándome, alimentándose de mí.

Acabaron por dar las 09:00… fui al baño, me duché, volví a la cama, reposé un rato, me vestí, salí a desayunar y procuré olvidar una noche inolvidable.

Ayer, pasados 2 días, les comenté por mensaje privado a los dueños del AirBnB la experiencia sin intención de reclamarles nada, sino tan solo para informarles del suceso y que entendiesen que no podía hacer «imparcialmente» la encuesta de satisfacción que esa app te propone insistentemente sobre tu estancia en el lugar.

Mantuvimos esta pequeña conversación:

YO: Hola Rafa y Jorge, ya de vuelta en Madrid quería deciros que tuve un enorme problema con vuestra habitación. ¡Había chinches! No lo voy a escribir en la evaluación que me pide hacer Airbnb porque creo que es posible que lo podáis resolver sin una opinión tan mala. Es posible que no lo supieseis porque por lo demás el estado de la habitación era bueno, limpio, etc. Pero no pude dormir ni un minuto. No se trata de que quiera hacéis una reclamación, sino un aviso por si nadie os lo había dicho. Un saludo sin mal sabor…

ELLOS: no lo entiendo como que chinches. eso no puede ser hacemos los cambios de sabanas y mantas con cada cambio. y nos aseguramos de que todo este limpio, la verdad que hemos comprobado la habitación y no hemos encontrado nada. Donde viste las chinches para tener mas información.

YO: Las vi en la cama. Llegué a cazar una y matarla, pero seguí teniendo «picaduras» toda la noche. Os lo aseguro. Os lo digo por vosotros. Un saludo.

ELLOS: Es raro es que cambiamos funda del colchón justo el dia de antes de tu llegada ademas del cambio de sabanas mantas etc. Hare una inspección de todo por si acaso; no me apetece tener problemas con ello tampoco. Una vez mas Gracias y disculpa!! Lo comprobaremos todo bien Gracias por decirnos lo y disculpa las molestias.

YO: No pasa nada. Una mala noche pero no es tan grave.

ELLOS: Vaya. Lo sentimos muchísimo. Y nos extraña mucho porque somos muy pulcros con la limpieza. Vamos a tirar el colchón por si estan dentro. Quizás algún huésped los dejo con anterioridad. La verdad es que jamas en mi vida me ha picado uno en Valencia. Ni en ningún sitio. Me parece algo del tercer mundo. Estoy flipando. Y muchas por tomarlo así de bien.

YO: A mí también me extrañó. En general estaba todo limpio, así que me resultaba extrañó. Inicialmente supuse que se trataba de algún mosquito que hubiese entrado por la ventana, pero a eso de las 4 con la linterna del móvil, pude cazar una saltando por la cama. Era un bichito de unos 5mm beige que saltaba por el colchón. La aplasté en mi mano y no se me ocurrió hacerle fotos. Me fotografié el dedo que estaba hinchado por la mordedura. Miré por internet hasta saber qué era ese bicho. Sergi teniendo picaduras en otras partes del cuerpo el resto de la noche. Fue un pequeño infierno. Pero también suponía que os iba a extrañar. Sin cosas que pasan. No le demos mayor importancia.

Tras estos mensajes, tuvieron la deferencia, no solicitada, de devolverme el pago de la habitación. Me parece un detalle que les agradezco y por lo que no pienso criticarles en la revisión de la app.

Fue una noche horrible para un fin de semana, en otro orden de cosas, maravilloso, así que es algo olvidable y de poca importancia, aunque no me han quedado muchas ganas de repetir viajes…

Esto no es una broma