Encontrar una mirada o un objeto

Me gusta dejar vagabundear mi mirada por los objetos que encuentro alrededor. Cuando me sorprende uno intento recordarlo, a veces, incluso, fotografiarlo. No tanto por la necesidad de plasmar su recuerdo como por el de premiar mi acto de descubrimiento, mi mirada consciente, mi mirada de niño que descubre, otra y otra y otra vez, el mundo.
Hay pocas cosas que me gusten tanto como esto, como reencontrarme con mi niño interior, con ese que dicen que todos tenemos dentro. Hoy he pasado horas con las hijas de la prima de mi amor, que me llaman tímidamente tío, disfrutando de sus miradas a las cosas, aprendiendo de ellas, viendo cómo se puede disfrutar de un alfabeto inventado (cómo no haberlo propuesto en mi taller de poesía china!!!) o con una colección de piedrecillas que guardar en una bolsa de plástico o descubrir champán en una botella de agua de la fuente de la plaza.
Hay quien sostiene que sería un buen padre, pero no se dan cuenta de que en realidad lo que me gusta es ser buen hijo, bueno jugando con otros niños, con otras niñas, con sus descubrimientos, los más importantes, los que sólo se pueden hacer una vez en la vida… salvo que se siga siendo niño por siempre. ¿Significa que no me gusta crecer? No. Me gusta tener los años que tengo, me gusta ser capaz de ver con su mirada y también con la de sus madres y padres; y quizá algún día también con la de sus abuelos y abuelas.
Es variado y sabroso, es caleidoscópico y polifacético, es encontrarse con una realidad llena de objetos que son más que objetos, con piedras que son dinero, con arena que sirve para hacer una crema, con hormigas que se pueden comer para que la caca salga con patitas negras y caiga por una cascada de agua amarilla.
O un candado que encierra el aire, que encarcela al universo sin que este lo sepa, haciendo que la naturaleza toda sea una cárcel de la que no es posible escapar, salvo por el hueco dejado para la llave imaginaria. Un retrovisor que refleja lo que no debería, que refleja el cielo por el azar de la destrucción.

Abandonado

He visto este paraguas que se encontraba como yo, agotado, exhausto, abandonado…
Yo no estoy abandonado!!!
Pero me siento tan cansado… será que he dormido mal, que mi garganta me ha hecho toser sin parar, que la salud se resquebraja por mil sitios y empiezo a tener la maldita sensación de estar envejeciendo mal.
Hoy una de mis mejores amigas, mi querida María, marie, cumple años. Tenía muchas ganas de ir. Tenía muchas ganas de ir aunque fuese sólo a darle un abrazo. Un abrazo que le recuerde que es una de las personas más importantes de mi vida. ¡Ay! ¿quién lo iba a decir? Y no me siento con fuerzas para ir y no acabar lamentándolo mañana.
Según escribía el artículo esta mañana, me daba cuenta de lo mucho que quiero establecer un grupo de debates sobre historia, filosofía, ciencias sociales varias, humanidades, podríamos decir, y siempre que pienso en esto me acuerdo de María. Ella estaría siempre en este grupo. Es una de esas personas cuya opinión me importa y, sobre todo, su capacidad de argumentación. Adoro conversar con ella y resolver esos irresolubles problemas del mundo.
Y ahora me tengo que ir…
pero no a su cumpleaños…
vaya.

Una escoba

caminando por la calle encontré una escoba
apoyada en una farola
no sé cómo había llegado
a estar apoyada en la farola
pero me enterneció y quise fotografiarla
y no tenía mi cámara de fotos
así que no hice nada
nada de nada

y ahora recuerdo la pobre escoba
apoyada en una farola
en un poema triste apoyado en un blog
que a penas se sostiene
y me enternece
pensar en un lector
sin cámara
leyendo este poema que no es una escoba
apoyándose en una mesa que no será una cama
mientras yo olvido la razón
por la que quise escribir este poema
a una escoba
a una farola
o a mi mirada.

No soy fotógrafo

Ayer no escribí mi entrada en este blog. En parte porque estuve haciendo fotos de Tango a Carmen con su pareja actual, Robert. No creo que salieran muy bien. Es más, tengo la sensación de que les hice perder el tiempo haciéndoles creer que tengo capacidad para hacer algo como eso.
Comencé por hacerle fotos a Carmen sola, pero no sabía muy bien qué sugerirle para obtener los mejores resultados. Sí sé que le indiqué que por favor se estuviese quieta, yo me movería por el espacio alrededor de ella buscando mirar de maneras diferentes a algo que se mantenía estático.
Obtuve algunos buenos detalles, pero poco más. Tampoco tenía una buena cámara, ni una buena iluminación, ni una modelo profesional. La sala era bastante neutra, con mi querido fondo de telón negro, que tan suculentos resultados da habitualmente.
Tarde llegó Robert.
Seguí haciéndoles fotos proponiéndoles posturas, abrazos, vestuario. Pero por la tarde vi las fotos. La mayoría de ellas están mal. La inmensa mayoría. Quemadas. Queda patente mi desconocimiento de la técnica fotográfica mínima para no hacer perder a la gente el tiempo pensando que van a obtenerse resultados dignos.
Yo creía que podía, creía que iban a aprovecharse un promedio del 5% de las fotos realizadas. Salvo las de detalles, apenas son aprovechables el 1%. Quizá manipulándolas, editando los originales y reduciendo los brillos… o sea que perdiendo más tiempo mío y, quizá, algo del suyo puedo conseguir llegar al 3% de fotos dignas. Hice más de 400 fotos. Quizá puedan obtener 10 fotos útiles.
No sé porqué me meto en camisas de once varas. Frase, entre otras cosas, tan divertida!

Esto no es una broma