Rabiosa Actualidad

Intento no convertir este diario en algo que vaya a la zaga de la rabiosa actualidad, la que nos digieren los medios de comunicación de masas más o menos unidireccionales. Incluso no dejarme arrastrar por las miles de voces que se alzan en torno a mí en redes sociales más o menos informatizadas.

Pero hoy no me es posible.

Lo de la financiación irregular / ilegal del partido que actualmente gobierna este país me está superando. He vuelto a leer la prensa (un par de veces, nada más, pero aun así) y no salgo de mi asombro.

Quiero una dimisión inmediata de la cúpula gobernante, los responsables de velar por la integridad ética del país, pero me voy resignando a una especie de espera de acciones por su parte… como si no pudiese cambiarlo mediante acciones por mi parte.

Y es que esto empieza a requerir violencia. Pero, como dice mi amiga Susana, igual es que a los hombres no se nos ocurren otras maneras de resolver conflictos.

Pero, dimisiones o no dimisiones… hay algo que no deja de inquietarme:

Se vota, se elige, se desea, de acuerdo a la doble negación: no quiero que maten elefantes, no deseo que no sean éticos… y, en ningún momento, parece que se vote con arreglo a una propuesta positiva deseable.

Zapatero no cayó porque su «modelo de estado» (si es que se puede decir que tenía alguno) no convenciese, sino porque las cosas iban mal económicamente. Nos tocan el bolsillo y se desea cambiar de gobernante. Pero entonces no se trata de gobernantes, sino de simples gestores, como el de una comunidad de vecinos que se contrata para que lleve a cabo una tarea más o menos administrativa.

Y eso me hace pensar que si, alguna vez, cae el gobierno de Rajoy y del PP en general, será, no por su propuesta neoliberal, sino por un escándalo de estas magnitudes, por una irregularidad y no por una propuesta que, a mí, me parece nefasta para la sociedad venidera.

Ahora toca exigir que sean éticos, que sean legales, pero lo grave es que se sigue deseando su modelo de estado, neoliberal, orientado a valores éticos puramente asociados al éxito económico, donde cuánto más tienes más vales, un modelo centralista, inmovilista, conservador (de tradicionalismos totalitarios excluyentes), racista, clasista, que va a generar un desequilibrio social decimonónico, llevándonos a los mismos enfrentamientos por los que ya pasamos hace décadas, insolidario, de jungla, de sálvese quien pueda, donde se cierran fronteras para protegernos de los necesitados, donde se cierran fronteras y se prohíbe salir de casa a nadie después de las diez, totalitario y pseudo-dictatorial que alterna entre permitir y no permitir llevar la chaqueta de un determinado color.

A mí me escandaliza lo de los sobres, lo de la financiación ilegal, porque, desde luego, no me queda duda, estos representantes no pueden representarnos, salvo que tengamos en común con ellos la voluntad de engañar y estafar al resto de los conciudadanos, de los que, por otro lado, viven. Pero me escandaliza aún más que se les haya votado sabiendo el modelo de estado que proponían. Y esto no lo ocultaban.

Hay quien dice que mintieron en sus propuestas electorales. Que ahora subieron impuestos que no iban a subir o recortaron en lugares que no iban a recortar… pero todos o casi todos, sabíamos o deberíamos saber, que proponían un modelo, como comentaba antes, centralista, neoliberal, desmontando (desordenadamente, cuando menos) todos los servicios públicos para privatizarlos y generar una sociedad donde quien no tiene dinero vivirá desesperado, sin servicios sanitarios dignos, sin educación que les ayude a progresar, sin acceso a bienes básicos, sobre los que se asentaba un modelo de estado que ya ha dejado de existir, en el que primaba la voluntad de colaboración, la voluntad de fabricar un proyecto compartido, en el que, alguna vez, alguien pensó en el vecino de al lado.

Y de nuestro monarca… el cazaelefantes… ¿qué decir?

Pues básicamente lo mismo: no comprendo que se caiga en desgracia solo por el hecho de que sea un cazador desafortunadamente sorprendido en una de sus fechorías. Comprendería que la monarquía se aboliese tan solo (o ni más ni menos que) por ser contraria a la idea de igualitarismo que creía asumida desde la revolución francesa, allá por finales del XVIII.

¿Acaso alguien aún no ve que en un país laico no hay ninguna razón para justificar la preeminencia de una dinastía por encima de otros ciudadanos? La única justificación de una monarquía, la razón que justificaba la tal preeminencia era la del «origen divino» o, al menos, la de la investidura divinamente delegada por el representante de dios en la Tierra.

Hoy podría seguir y seguir, indignándome por esta actualidad insolente que tenemos, pero voy a girar mis ojos al Tocario y avanzar un poco en positivo. Aunque el enfado hace que resulte, incluso, doloroso.

Como resumen, incluiría (de incluso, no de recluso), la breve reflexión que he volcado en mi muro de facebook.

Ahora comprendo algunas cosas:

Educación para la ciudadanía -> Eliminada
Religión para confesiones (en privado) -> Fomentada

hummm…

Filosofía (Amor por el conocimiento) -> Reducida
(no, mejor no saber…)

Gays, musulmanes (fundamentalistas) y el velo

3 BurkasLa razón que aduce el islamismo (fundamentalista (para mí es fundamentalista cualquiera que diferencia entre derechos del hombre y la mujer)) para la existencia del velo, para su uso prescriptivo, es la de que el pelo y la piel de la mujer induce al pecado de lujuria.

No digo que no me sienta más tentado en primavera y en verano de dejarme llevar por pensamientos impuros (bueno, en realidad, puros de lujuria, que no reconozco como un pecado, pero eso dejémoslo de lado por el momento)

Lo que no acabo de comprender es por qué no se prescribe para todo el mundo. Al fin y al cabo, la lujuria también la ejercitan los gays que se sienten atraídos por pieles y cabellos masculinos.

Supongo que esta es una de esas razones por las que en las culturas de influencia islamista los gays son un problema tan profundo: afectarían a los derechos que ahora mismo solo tienen los hombres y se verían mermados por el mantenimiento de una moral puritana y estrecha.

Aún es más, en el caso del burka, esa exageración negra, tendrían que reconocer su falta de imaginación, pues un cuerpo cubierto no sería suficientemente inocente para alguien con capacidad para crear imágenes sugerentes bajo un manto, o, como diría Baudelaire, al otro lado de una ventana cerrada.

Las ventanas.

Pequeños poemas en prosa
Charles Baudelaire

El que mira desde fuera por una ventana abierta no ve nunca tantas cosas como el que mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más deslumbrante, que una ventana iluminada por la luz de un candil. Lo que puede verse al sol es siempre menos interesante que lo que sucede tras un cristal. En ese agujero negro o luminoso vive la vida, sueña la vida, alienta la vida.

Más allá de las oleadas de tejados veo a una mujer madura, arrugada ya, pobre, inclinada siempre sobre algo y sin salir nunca. Con su rostro, su vestido, su gesto, su casi nada, he rehecho la historia de esa mujer o, más bien, su leyenda, y algunas veces me la cuento a mí mismo llorando.

Si hubiese sido un pobre viejo, habría rehecho la suya con la misma facilidad. Y me acuesto, orgulloso de haber vivido y sufrido en otros distintos de mí.

Puede que me digáis: «¿Estás seguro de que esa leyenda es la cierta?». ¿Que importa lo que pueda ser la realidad que se encuentra fuera de mí, si me ha ayudado a vivir, a sentir que soy y lo que soy?

Tras (o bajo) un burka, yo imagino hombres, mujeres, niños, perro gato pez o flor… ¡Ay! ¿no estarán, con su medida, dejando que la imaginación llegue incluso a la pederastía, a la zoofilia?

En resumen:

hombre + hombre, con poca ropa: no imaginan posible tentación lujuriosa.
hombre + hombre, bajo un burka: no imaginan posible relación homosexual.
mujer burkada + mujer burkada: no imaginan posible relación homosexual.
hombre + mujer burkada: no imaginan un posible incesto.
hombre + burka conteniendo una forma antromórfica: no imaginan zoofilia camuflada.

Problema de poca imaginación. Está claro que son muy naïf.

El gimnasio produce monstruos

Hoy un tipo
de la sala de abajo
que nunca visito
me miraba
de cuando en cuando
con mala cara.

Era
lo que podríamos llamar
un tipo malencarado
y he observado
que en la sala de abajo
abundan
hasta decir
en demasía.

(De hecho
la sala de abajo con los aparatitos para muscularse
está repleta de hombres
mientras que la de arriba
con unas cuantas bicicletas estáticas
y unas cuantas cintas estáticas
y otras cuantas estupideces estáticas
está repleta de mujeres
y algún afeminado como yo)

Por un segundo
sentí
que quería medirse conmigo
en fuerza
o algo parecido
y yo pensé
inmediatamente
que nunca le pegaría
pudiendo matarle
con instrumentos.

Quienes se musculan hasta estar tan fuertes que pueden matarte
con los brazos
se olvidan
creo
de que puedo matarles con herramientas
que ha diseñado el cerebro.

Se puede esto considerar apología de las armas
y
en parte
lo es:

Me parece más inteligente fabricar un ingenio
que aprovecha el principio de conservación del momento lineal
entre otras cosas
para causar daños directos
y laterales
mucho más efectivos
que el mejor puñetazo.

No concibo luchar si no es con la intención de ganar
y
para ganar
en una pelea
no entiendo que tenga que haber límites
deportivos
porque la violencia
es inviolable
o no es violencia.

El malencaramiento del muchacho
y de otros como él
no quiero atribuirlo al efecto del gimnasio
sino al efecto de una vida mal encaminada
que les ha conducido al gimnasio
y no
pienso
que todo aquel que esté en un gimnasio
acabe teniendo una vida mal encaminada
ni haya llegado al mismo por tener una vida mal encaminada.

Con un poco de lógica se entiende
que el título de este texto
no es veraz
y que no produce monstruos
salvo los que ya vienen como tal
a ejercitar
sus maneras.

Pero era solo una mirada
una mala cara
y seguramente
soy demasiado sensible
para valorar
si el tipo en cuestión
me encaraba mal
o si simplemente era así de feo
y no podía evitar
mirar mal.

Prejuicios
abandonadme
idos a otros cerebros
que quieran daros cobijo!

He de recordar
que voy sin gafas
y soy miope.

La crisis del pensamiento racional

Que el pensamiento racional está en crisis no lo pone nadie en duda, creo que es de dominio público y seguro que hay estudios enjundiosos sobre el tema. Saber el porqué de esta crisis es difícil, aunque se apuntan históricamente algunos hechos.

Me gustaba pensar que Hegel (1770-1831) tuvo la osadía de afirmar que después de él no era posible hacer filosofía, y en parte era cierto, en el sentido como se había entendido hasta ese momento.

Y, tomando de la wikipedia algunas de las reflexiones que indujo, podemos ver la trascendencia que tuvo en otras áreas como la científica o la artística, amén de la lógica y con ello la matemática y la metafísica.

todo lo que es real es también racional y que todo lo que es racional es real

Tremenda afirmación que conlleva una fortaleza asociada al ser humano, ser racional por antonomasia, la verdadera gobernanza del mundo. Habrá que esperar a la fenomenología de Husserl para encontrarse afirmaciones tan poderosas, pero esta es, sin duda, una afirmación tremenda que no deja otra opción que la introspección más platónica para llegar al conocimiento. Y el pensamiento deductivo vive así su momento de gloria. Su cima, su cúspide. En cierto modo, sí que es cierto que más allá de esta afirmación, quedaba poco que hacer, salvo razonar, para conocer la realidad.

Es una aproximación que, en ocasiones, en ciencia, podría ser comparada con la más teórica de todas, aunque no descarta la racionalidad si se implementa un método de experimentación también racional. Y así el método científico tiene, desde Descartes, a su más firme adalid.

Sobre la filosofía de la historia que deduce de esta afirmación, me reservo mi opinión, pero la influencia directa en Marx-Engels es de tal magnitud, metodológicamente hablando, y con ello uno de los más lúcidos análisis de la historia de la humanidad que se haya dado, así como el nacimiento de las antropologías sociales y otros análisis que se hicieron posible gracias a esa afirmación, que no es pensable imaginar la sociedad actual, la economía actual, sin recordar con una sonrisa a este pensador oscuro.

El principio del tercero excluido, algo o es A o no es A, es la proposición que quiere rechazar la contradicción y al hacerlo incurre precisamente en contradicción: A debe ser +A ó -A, con lo cual ya queda introducido el tercer término, A que no es ni + ni – y por lo mismo es +A y -A. Una cosa es ella misma y no es ella, porque en realidad toda cosa cambia y se transforma ella misma en otra cosa.

En lógica, va a ser explosivamente revolucionario con esta famosa teoría del tercer excluido que armonizaba, por vez primera, a Heráclito y Parménides, superando sus inmovilistas teorías de esto es así, pues no, es asá… y va este y dice… pues no, se construye una nueva cada vez, a partir de «contrarios».

Aparenta ser algo que entroncase con el pensamiento tao (yin/yang), pero está absolutamente dentro del pensamiento occidental. Esto quiere decir, entre otras cosas, que ambos pensamientos no son tan divergente como quieren hacer creer algunos aduladores vacuos de todo orientalismo como si el pensamiento occidental, el pensamiento racional no tuviese herramientas para llegar a lugares donde otros han llegado.

Sin profundizar tampoco (no da para tanto una entrada de un blog que debo terminar en menos de dos horas), cabe apuntar que todo pensamiento que se precie de serlo es racional, aunque no todas las lógicas tienen los mismos axiomas. Hegel no cuestionó la existencia de un Dios, único y, a pesar de su pretendido panteísmo, parcialmente antromórfico, heredero de un substrato judeo-cristiano. Ya vendrá Marx a poner otro término en lid y sacar de la palestra lógica a Dios.

El método del conocimiento no es una forma meramente exterior, sino que es alma y concepto del contenido.

Como decía unos párrafos más arriba, fue el adalid por excelencia del método, tanto de pensamiento como el científico. Haciendo del pensamiento la forma para llegar a todo conocimiento objetivo. A partir de la metodología compartida, y esta es la maravilla del método científico, se puede convertir una serie de experimentos subjetivos en un conocimiento objetivo. Si ese método es ignorado, o no puede usarse, no puede realizarse una extrapolación a conocimiento objetivo a partir de experiencias individuales subjetivas.

En este error incurren los que usan de la ciencia solo algunas partes, aisladas, interesándose por un bonito título sin preocuparse por el hecho de que la metodología es a la ciencia lo que las letras al discurso.

Lo bello artístico es superior a lo bello natural porque en el primero está presente el espíritu, la libertad, que es lo único verdadero.

Pero si en ciencia o en lógica fue crucial, no lo fue menos en arte, donde una afirmación como esta va a hacer saltar por encima todo el clasicismo.

Y es que no olvidemos las fechas en las que se hace semejante proposición: principios del SXIX.

Surge el romanticismo, lo que muchos opinan que es el comienzo de la contemporaneidad, aunque bien habría que esperar, desde mi punto de vista a la maduración de este sentimiento hasta mediados de siglo, cuando Baudelaire exalte la búsqueda de esa belleza artística hasta el punto de hacerla su único objetivo y generar la estética que habría de gobernar el nacimiento de todos los ismos desde el simbolismo hasta la mitad del siglo XX, por lo menos. La intención, la voluntad del artista, va a ser, a partir de él (o de ellos) lo que pueda caracterizar a una obra como artística.

Aún quedaba más de medio siglo para que lo «demuestre» con un experimento el gran Marcel Duchamp con su orinal, llamado fuente. Y había pasado un siglo desde Hegel.

Pero la revolución más evidente, más directa, se produce en la eclosión de filósofos que bien podríamos agrupar como post-hegelianos en el sentido, la mayor parte de las veces, de suponer, como quizá él habría soñado, su antítesis o, mejor aún, sus antítesis. Como en el caso de Baudelaire, surgirán varias décadas después de su muerte, como si su pensamiento hubiese necesitado un tiempo de reposo, como si fuese el guano sobre la semilla, que iba a dar lugar a un nuevo mundo.

Y en parte, ese nuevo mundo, huiría de lo racional, intentaría escapar de esa cárcel tan bien diseñada que había realizado el arquitecto mental más prolijo que hubiera existido.

Buscaría vías tan diversas como los pensadores que las concibieron, de Schopenhauer a Nietzsche, pasando por Kiérkegaard o Compte, entre otros, innumerables, que jalonan el siglo XIX con, ya no soluciones, sino quizá, nuevos planteamientos del problema: el conocimiento de la realidad.

Y en ciencia, se van a seguir los cánones racionalistas hasta bien entrado el siglo XX, pero apareció la Cuántica y puso algunas cosas patas arriba: entre otras cosas, apuntaba, por primera vez, la importancia inolvidable del observador y la afectación que ocurría sobre un experimiento al ser observado, poniéndose en cuestión la propia esencia de la metodología.

Así como imponía, según los modelos existentes (los actualmente existentes), limitaciones al conocimiento de la realidad. El principio de incertidumbre viene a ser la patada más dolorosa que le hayan podido dar en los cojones mentales al esquema presuntamente omnipotente hegeliano.

La ciencia se reconocía, por primera vez en su historia, incapaz de conocer en detalle la realidad. O planteaba temas como la dualidad onda-corpúsculo que tendrían mucho que ver con la semántica. ¿Y si encontrásemos nuevas palabras? ¿Podríamos, quizá entonces, describir mejor la realidad y, de ese modo, aprehenderla, conocerla?

Pero no se puso en cuestión su metodología, que seguía siendo su verdadero fundamento. Si se pone en cuestión, quizá la ciencia deba dejar de llamarse ciencia. Y surgen las pseudociencias, más o menos bienintencionadas, que vienen a querer explicar lo inexplicable, desde las almas, sin Dios mediante, a presuntas apariciones, por no hablar de otras cuestiones que quedan completamente al margen de cualquier posible experimento tachable de científico. Solo se verifica en tanto exista fe. O sea, renuncia explícita a convertir una experiencia individual en una objetiva.

Teniendo en cuenta que también en ética se ha llevado a cabo una revolución que privilegia lo individual, y no estoy hablando del individualismo sino más bien de un cierto relativismo moral, fruto, en parte, de la globalización que ha conducido al reconocimiento de que algunas de las afirmaciones de Hegel eran claramente erróneas, como aquella de la superioridad moral centroeuropea (diga Merkel lo que diga) y cristiana, que no puede ser muy defendida después del holocausto nazi, y también a la influencia de pensadores que han radicalizado la innecesaria existencia de Dios como garante de la moralidad, nos encontramos tan perdidos que buscamos verdades que nos sirvan de brújula en un mundo cada vez más complejo y menos comprensible.

Así, nace el New Age y sus fáciles, populistas, soluciones a problemas que, cada vez, parecen más difíciles de plantear.

Y entre las muchas «herramientas» que deciden manejar, en una pretendida seriedad que les otorga una interpretación de la ciencia, está la Cuántica. Quizá por desconocida, es utilizada con prodigalidad hasta el ridículo. Se hacen afirmaciones que la relacionan con estados mentales, con sanaciones… vaya… es la panacea.

Menos mal que hay quien es capaz de hacernos comprender que es un error, como en esta ocasión mi gran amigo Xabi, doctor en Química Cuántica de la Facultad de Ciencias de Donosti. Espero que haya quien sea capaz de leer lo suficiente como para descubrirlo. Porque se trata de esto, hay que dedicar tiempo a conocer las herramientas: la mente se cultiva leyendo, pero no cualquier cosa, igual que no se trabaja la tierra con cualquier apero. ¿Qué leer? Hummm… ¿Quién decide esta cuestión?

Método, método, método.

LAS MALAS PERSONAS

de Susana Espeleta, el jueves, 13 de diciembre de 2012 a las 12:55.


La mayoría de nosotros considera que las “malas personas” existen, pero raramente pensamos que formen parte de nuestro círculo más cercano. ¡Nosotros mismos desde luego no lo somos!, ¡y quizá no lo sea prácticamente nadie!…, todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras, nuestros malos momentos y nuestros pecados. Así el concepto de “mala persona” cae en desuso, al fin y al cabo comprender al prójimo y ser capaz de relativizar poniéndose en el lugar del otro es un valor humano, y los psicólogos mismos nos encargamos de procurar su desarrollo. Entonces, ¿ya no existe “el mal”?

A mi modo de ver si prescindimos del concepto del mal la vida humana se desvirtúa y perdemos nuestra dignidad. Porque si no existe “hacer el mal” deja de existir “hacer el bien”, si no hay “malas personas” tampoco puede haber “buenas personas”, y si no existen los “villanos” nos quedamos de pronto sin “héroes”. Ahora que tanta falta nos hacen. Y me pregunto: ¿cómo se puede motivar a las personas a tener un comportamiento moral y arriesgado si no es para salvarnos del mal? Yo creo que “el mal” es sinónimo de destrucción y que está siempre a punto de suceder, ya que es una perpetua opción de comportamiento. La facilidad con la que se origina nos obliga a todos a hacer un esfuerzo constante de atención, reflexión y escucha.

Me gusta pensar que entre otras cosas mi trabajo está al servicio de “la lucha contra el mal”. En mi profesión “el mal” es la mayor parte de las veces fruto de la inconsciencia. La verdad es que no trato a personas que disfruten conscientemente del sufrimiento ajeno. En psicología esto recibe el nombre de perversión, son pacientes que padecen una psicopatía que les impide sentir compasión, empatía o amor. Nuestro mayor problema no son los psicópatas ni los sádicos, es cierto que desgraciadamente entre nuestros líderes hay una mayor proporción de la deseable de este tipo de personalidades, pero son muy pocos los que padecen este gravísimo trastorno. Erich Fromm (1900-1980) en su obra “El corazón del hombre: su potencia para el bien y para el mal” nos dice: “El hombre ordinario con poder extraordinario es el principal peligro para la humanidad y no el malvado o el sádico”. En este libro Fromm analiza los orígenes de la violencia y la destrucción en el ser humano, lo cual considera es la mayor amenaza para la supervivencia de nuestra especie. Así mismo nos habla de la pasividad que caracteriza al ser humano contemporáneo, y cómo tiene su origen en la identificación de este con los valores del mercado. Para Fromm nos hemos convertido en consumidores eternos e insatisfechos, devoradores de un mundo y una humanidad cada vez más agotada. El individuo orientado a la producción y el consumo que somos se siente único y libre, no sujeto a ninguna moral o líder visible, sin embargo está más dirigido y es menos libre que nunca, ya que sus deseos son subliminalmente programados y su inteligencia está atenazada por informaciones cada vez más vacías y mentirosas. Fromm considera que nuestro mayor peligro es convertirnos en “robots”, de esta manera el sistema quedaría en primera instancia protegido de una posible rebelión, pero como robots no seríamos capaces de mantenernos cuerdos, el sinsentido de nuestras vidas nos volvería cada vez más destructivos. Vemos pues que el tedio de una vida sin objetivos, autómata y “normal” es fuente de “maldad”, ya que genera una desesperación que es germen de crueldad y violencia.

Qué difícil resulta ahora entender los problemas de nuestro mundo, la mayor parte de las veces nos sentimos desorientados e impotentes, sin saber cómo juzgar las situaciones o qué posición tomar. A mi modo de ver la falta de pensamiento crítico genera la mayor parte de las “maldades”, y como decía, la inconsciencia es nuestro mayor peligro. Debemos hacernos responsables de nuestras inconsciencias, no basta con no tener mala voluntad, hay que tener la voluntad de tenerla buena y emprender iniciativas concretas que busquen el bien común, no solo el propio. Fromm en su obra “¿Tener o Ser?” nos dice: “Vivir correctamente ya no es una demanda ética o religiosa. Por primera vez en la historia, la supervivencia física de la especie humana depende de un cambio radical del corazón humano”. En otro momento asevera: “La avaricia y la paz se excluyen mutuamente”. Es muy fácil ser avaricioso inconscientemente, por ello siempre debemos preguntarnos si hacemos un uso responsable de nuestro poder, y tener en cuenta que cuanto mayor es este, mayor es nuestra responsabilidad. El “fuerte” debe cuidar del “débil”, el “sano” del “enfermo”, el “sabio” del “ignorante”, el “rico” del “pobre”.

Los ricos y los poderosos no solo deben pagar más impuestos, sino que deben ser doblemente cuidadosos con sus acciones y decisiones, pues afectan al destino de la mayoría. Pongamos un ejemplo que se me presentó recientemente, un empresario lamentaba tener que declarar en quiebra su empresa y no poder pagar a sus trabajadores, alguien dijo: “no es una mala persona”, sin embargo no pensaba responder con su patrimonio y sí emplear el dinero que hiciera falta en abogados que pudieran librarle de pagar alguna de sus numerosas facturas pendientes. Por descontado que su “patrimonio personal” era el producto de los beneficios que esa empresa ahora “quebrada” le había estado proporcionando durante los últimos años. ¿No es una “mala persona”?, quizá deberíamos preguntárselo a los trabajadores a los que debe varios sueldos y a sus familias. Otro ejemplo, una persona sumamente adinerada hereda entre otras muchas propiedades un gran piso en el centro de Madrid y decide dividirlo en “viviendas” que no llegan a los 50 metros y con menos ventanas de las deseables para sacar un mayor beneficio con su alquiler, y no son baratas, por supuesto. Esta persona no solo no necesita el dinero sino que vive en una casa de casi 500 metros también en el centro. ¿Es una “mala persona”? Pues es una persona muy agradable, sensible, educada, leída y hasta psicoanalizada… Qué miedo, porque lo que ha hecho lo ha hecho sin pensar, porque los que más pueden no piensan en nosotros, porque estamos solos, y debemos unirnos y ayudarnos más que nunca.


Con su expreso permiso, lo publico en mi diario. Le dije que me parecía una de las reflexiones más correctamente elaboradas que he leído en años. Y no miento. Ojalá se pensase mejor. Hace tanta falta…

Lo publicó en una nota en FaceBook. Poca gente usa eso de las notas de FB. Supongo que no está pensado para leer, sino para ver imágenes que pretendan valer lo mismo que mil palabras. Pero no, estas mil palabras de Susana son más que mil imágenes, en realidad, más que un millar de miles, así que, si los textos fuesen como este, si los pensamientos tuviesen esta profundidad, le daríamos sopas con ondas a las presuntuosas imágenes.

¿Cuánta gente lo leerá? ¿Importa?

Son otras preguntas…

Más Platón y menos Prozac

Ayer comencé a leer con interés un libro que había recomendado una alumna del taller de poesía. Es una alumna dulce, tierna, más poética de lo que ella misma cree y que está a punto de dar un salto cualitativo hacia una nueva forma de entender la vida. Ella lo ve, lo siente, lo está paladeando, pero aún está perdida. Un poco como todos lo estamos, pero un poco más. Quizá porque ha vivido más.

Recomendó este libro de un tal Lou Marinoff cuyo título contiene toda la sabiduría del mismo: la psicología es mala y la filosofía es buena. Es así, simple, simplista, reducido a un slogan vacío y sin más profundidad que la aparente.

Puedo estar de acuerdo en algunos de los análisis que hace sobre las falacias de las psico-pseudo-ciencias que han terapeutizado el mundo. Por supuesto que estoy de acuerdo con la observación que se hace hacia el tercer capítulo sobre que la sociedad está perdida, sintiendo un vacío permanente de valores que antes satisfacía la religión o, después, algunos ismos políticos que desencadenaron guerras de crueldad no vista anteriormente… ni, sobre todo, su tremendo grado de eficacia destructiva.

El subtítulo (Filosofía para la vida cotidiana) ya debía de haberme hecho sospechar que iba a tratarse de un libro sin la profundidad que es requerida en cualquier amante de la sabiduría, pretendiendo comparar la filosofía con el «saber» cotidiano que podríamos denominar sentido común.

Pero si eso no era suficiente, ya estuve a punto de cerrarlo y no continuar con el epígrafe que atraviesa la siguiente página:

Para quienes supieron que la filosofía
era buena para algo, pero nunca supieron
decir exactamente para qué.

Esto estaba excluyéndome de ser un lector potencial del libro, pues yo no sé si la filosofía es buena, pero quizá me planteaba si tenía que serlo, antes de seguir. Por ende, en más de una ocasión, he defendido que la bondad no reside en la utilidad, en si sirve o no para algo. Por último y no por ello menos importante: en caso de saberlo o sospecharlo, cómo suponer que no sé decirlo. ¡Ay, mi querido Gorgias!

En resumen: el libro no es para mí.

Y sigo.

Durante el primer capítulo el libro se centra en sí mismo tanto como puede hacerlo, de manera casi obsesiva, inculcándonos la idea, por repetición, de que ese libro tiene respuestas, tiene todas las respuestas a todas las preguntas que hasta ahora podamos habernos hecho. Ese libro es lo que necesitaba y no lo sabía, porque claro, yo no podía saberlo: no soy filósofo, aunque, por otro lado, afirman, todos somos filósofos. No sabe a qué atenerse y continúa insultando a la posible inteligencia o formación del lector, asumiendo que no sabe de historia de filosofía, del método científico, de sociología, ni de otras muchas cosas.

La filosofía está volviendo a la luz del día, donde las personas «corrientes» (sic) pueden entenderla y aplicarla.

Y esta es la siguiente cuestión que me hizo huir del libro al cabo de un par de horas, su intento de convertir una disciplina o una vocación de amor por la sabiduría en una herramienta a modo de prozac, para resolver problemillas cotidianos. ¿No sería más interesante ser capaz de visualizar problemas que aún no hemos imaginado?

El capítulo segundo arremete contra las terapias que, con la falsa creencia de ser científicas, tienden a dar respuesta a las distintas situaciones por las que atraviesa un humano, y ataca, con simpleza y energía, los eslóganes facilones de la New Age, además del consumo masivo e irreflexivo de antidepresores químicos, como el mencionado en el título, sobre todo, mediante el apunte al mercado que esconde y que, posiblemente, tiene motivos sobrados para intencionadamente incitarnos a ese consumo.

No puedo sino estar de acuerdo con este capítulo perogrullero, pero es lo que es: verdad verdadera, de esa que no dice más que lo que dicta el, llamémosle, sentido común.

Y desde entonces, se comienza a dejar de denominar filósofo para llamarse consejero filosófico, asesor mental, o similares apelativos que, por supuesto, le enaltecen y le convierten en un mesías con una, como afirma en el libro, misión por cumplir.

No sé cómo aún leí un poco más, aunque ya era evidente que no tenía ningún interés profundizar… porque no habría nada profundo, sino una sarta de simplezas aderezadas de lugares comunes, para hacernos creer que lo que decía el libro ya lo habíamos pensado nosotros, que somos tan, pero tan, listos, como ese filósofo que nos estaba ayudando a ver la luz al final del túnel de nuestra vida ignorante y presuntamente inconsciente.

Las varias referencias a filósofos como William James ya me tendrían que haber acabado por hartar, un señor que tiene como filosofía que lo bueno es bueno en tanto que es útil. Jo, qué bien… qué fácil… ¿Cómo no lo había pensado antes?

No quise ni siquiera pensar en lo absurdo de la contradicción que establecía que, ante la gravedad de que el mundo estuviese siendo terapeutizado, no propusiese otra alternativa sino otra terapia. De hecho, el capítulo segundo se titula «Terapias, terapias por todas partes, y ni pensar en pensar«. Pero pensar para curarse… ¡es una terapia! Me acordaba tanto de mis terapias

Las técnicas de marketing puestas al servicio de una nueva terapia, esta vez a través de la lectura de un libro que va a ser «la solución», la gran solución a nuestros problemas, resulta tan ridículo que impulsa a tirar el libro por la ventana.

Pero no es el único libro: hay tantos libros de autoayuda, que no son solo de autoayuda, sino en muchos casos publicidad directa de gurús más o menos bienintencionados que saben, ellos saben, sí, lo que nunca seremos capaces de comprender los seres humanos corrientes.

Intenté, de verdad, seguir leyendo. Sentí que se lo debía a mi alumna que, con todo su cariño, quiso compartir este libro con nosotros. Por ello le estoy agradecido, no obstante, pues lo importante no era el libro, sino su cariño, su intención de hacernos vivir mejor.

Pero el tercer capítulo ya era demasiado para pasar al cuarto. Se titula «El proceso PEACE: cinco pasos para enfrentarse a los problemas con filosofía» y lleva epígrafes oportunos de Epicuro y Wittgenstein, por supuesto, completamente fuera de contexto, situados como plidoritas, como pastillas de sabiduría válidas para todo momento.

PEACE, por supuesto, es un acrónimo que contiene, en cinco palabras, en solo cinco palabras, la clave para todo, la llave maestra del universo. Él lo ha descubierto. Claro. Aquí vuelvo al mesianismo que apunté párrafos arriba, y no fabrica un acrónimo cualquiera, no, sino PEACE. ¡Qué bonito! ¿Cómo no lo habíamos visto?

Ni me voy a molestar en poner las palabras que corresponden a esa sigla. No merece la pena. En realidad, casi cualquier combinación de cinco palabras podría servir, porque en realidad se reinterpretan como lo que le da la real gana al psudo-filósofo autor de este tomo infumable.

Ah, no, pero aquí va otra de las maravillas de este, me atrevo a decirlo, estafador: el libro es fácil de leer. Claro, no va a ser un ensayo aburrido, tedioso, que requiera poner mucha atención para procesar, que requiera de mí el llevar a cabo una investigación paralela para contrastar o completar la información presentada, no. Se trata de un libro que, siendo voluminoso, pueda ser leído y «comprendido» por una persona «corriente», como recuerda innumerables veces, para que no lo olvidemos mientras seguimos leyéndolo.

Tentado por seguir destrozándolo, comencé el cuarto capítulo, repaso en 30 páginas de toda la historia de la filosofía occidental y que viene a titularse «Lo que olvidó de las clases de filosofía del colegio y que ahora puede serle útil«. Donde, de nuevo, asume varias cosas en una sola frase, así, como si nada, a saber: que lo olvidamos, que lo estudiamos, que ahora y no antes, que pueda serme útil y que desee que lo sea. Vuelvo a un resumen expuesto: El libro no es para mí.

No me molesto en continuar. Sigue una descripción de casuística en la que desgrana las ventajas de esa terapia de filosofía aplicada sobre una serie de «pacientes» que le consultaron para resolver sus vidas y cómo, gracias a él, pudieron hacerlo.

No sigo empleando mi tiempo en criticar algo tan absolutamente fácil de desmontar.

Aún así, volveré a agradecer a mi alumna que me tendiera su mano, que me prestara este libro, que intentara hacerme partícipe de su utilidad, de su bondad: La intención, la intención y solo la intención.

Quiero desahuciar a mis vecinos

Sin ser exagerado, pero sí, soy la rama dura de esta comunidad de vecinos en la que parece que no ocurre nunca nada grave.

Hace un año fui nombrado presidente, de manera rotativa, me tocó serlo, y nos informaron entonces de que había algunos impagos en el inmueble porque algunos vecinos no pagaban las cuotas de comunidad correspondiente. Yo fui el único que dije que me parecía adecuado proceder con un juicio. Sé que suena muy duro, pero me parece terrible que se exijan responsabilidades a políticos, a banqueros, a empresas… y no empecemos por pedírselas a nuestros vecinos.

Si alguien adquiere un piso en propiedad, lo que no es en ninguna medida obligatorio sino voluntario, adquiere con él una responsabilidad, en realidad, un conjunto de derechos y obligaciones. Tiene el derecho a alquilarlo, por ejemplo, a venderlo, etc… pero también las obligaciones de hacer frente a algunos pagos como son los correspondientes impuestos (que podemos considerar excesivos, por supuesto, pero sin olvidar que contribuyen al mantenimiento de una estructura urbana, de unos recursos sociales como son la limpieza de las calles, la recogida de basuras, el alumbrado, etc).

Y es grave cuando alguien desea obtener solo los derechos sin las obligaciones.

Hace algunos meses hubo una reunión extraordinaria porque no se había ido a juicio y estábamos al borde de la quiebra como comunidad (lo que no dice mucho de nuestro administrador, a quien despediría inmediatamente, por ello entre otras cosas), debido a impagos sucesivos ya de tres de los diez propietarios del inmueble. El 30% de morosidad…

A pesar de la situación, el resto de mis vecinos seguía sin desear emprender acciones legales contra los que no están pagando y haciéndonos sufrir una lamentable irregularidad a los que sí pagamos.

En esa reunión, se propuso (el administrador destituible) que pagásemos un poco más para poder hacer frente a pagos como el de la recogida de basuras del portal y sacada del cubo cada día.

Ahí hice acopio de cabreo y aproveché mi curso para decir no y me planté en añadir que no subiría ni un céntimo mi contribución a nada de la comunidad de vecinos mientras existiese algún impago pendiente, antes bien, si se proponía algún tipo de aumento por vía democrática, ejercería mi derecho a negarme a pagar, pasando a engrosar la lista de morosos.

Tan solo se logró cancelar algún servicio, como este de recogida de basuras, para poder salir del atolladero en el que estábamos. No conseguí que se enjuiciara a nadie ni se iniciaran los más mínimos procesos de reclamación por vía jurídica.

La secretaria del administrador me informó de algunos de los problemas personales que estaba teniendo ella para localizar a los propietarios morosos, de algunos de los problemas personales que estaban teniendo algunos de los propietarios morosos, de algunos de los problemas personales que estaban teniendo algunos inquilinos de algunos de los propietarios morosos y yo, por mi parte, no le informé de los múltiples problemas personales que tenían muchos de los propietarios no morosos para hacer frente a los pagos correspondientes a sus responsabilidades.

No entienden que no se trata de nada personal. Se trata de algo, afortunadamente, regulado por normas que evitan que tengamos que llegar a convertir esto en algo personal. Si fuese personal, hace tiempo que habría empezado a «insultar» o tratar mal a algún vecino… No. No es personal. Son «negocios».

Quiero incluir una cláusula o norma adicional en las que rigen la comunidad para que ese enjuiciamiento, ese procesamiento legal se inicie automáticamente. No quiero que tengamos que ser consultados sobre algo que, directamente, no debería pasar.

Entiendo algún problema puntual, pero no una acumulación de más de 12 impagos sucesivos, adeudando la friolera, en total, de más de 3000 euros entre ellos. ¿No es posible tener un umbral (y me acuerdo del efecto fotoeléctrico al decir esto) a partir del cual se inicien acciones, se ponga en movimiento algo?

En esa reunión última asistió Carmen representando nuestra posición y defendiéndola muy bien, el administrador sugirió seguir esperando a ver si había resoluciones del conflicto sin llegar a lo jurídico. Carmen, como habíamos hablado, defendió lo contrario y el resto de vecinos, todos ellos tan buenos, casi naife, sonreían y asentían a ambas cosas… como buenos sumisos humanos.

Parece ser que uno de los morosos ha acordado una forma de pago, parece ser que otra ha prometido que va a pagar en breve, a un tercero no sabemos si aún es pronto… Y seguimos sin garantías de cumplimientos por su parte. Ni formas de exigirlas.

En paralelo, queríamos que el administrador incluyese la posibilidad de mantenernos informados a cuantos vecinos lo deseásemos, ahora que hay internet, que todo esto de comunicar parece más sencillo, mediante un email mensual, por ejemplo… y parece ser que contestó que eso era demasiado trabajo, que cómo iba a hacerlo si tenía unos 3000 clientes… ¿y si todos le pedían lo mismo?

Yo pensé, cuando me lo contó Carmen, que si tenía de verdad 3000 clientes, ¿cómo era que no se podía permitir el lujo de contratar a alguien que se encargara de esa gestión? Otra nueva razón para buscar otro equipo administrador de fincas. Pero en este país somos tan inmovilistas… Costará mucho convencer a otros vecinos de que debemos exigir más a quienes realizan para nosotros un servicio remunerado en un sistema en el que debería regir el libremercado nos encontramos atados por nuestra propia incapacidad. Por poner un ejemplo, Telefónica-Movistar sigue siendo en operador principal por falta de voluntad de los particulares para elegir uno diferente. Por no hablar de Windows o Internet Explorer frente a Linux. Hay alternativas, y algunas pasan por el hecho de tomar decisiones, y otras, incluso, por complicarnos algo la existencia, pero nos pueden hacer más libres.

Así que, como para pensar en alternativas en la gobernanza política.

En resumidas cuentas: soy el único que parece exigir que, si es preciso, desahucien a mis vecinos morosos. Si no pueden pagar un gasto comunitario, que se pongan en la piel de quienes pagamos a duras penas ese gasto común, esa aportación social, incluso, y me consta, desde situaciones duras como pareja con ambos miembros en el paro. ¿Qué necesitan estos últimos para, ya no revolucionarse, pero al menos para luchar exigiendo un cumplimiento de obligaciones igualitario?

Seguimos sin recogidas de basuras, seguimos con poco dinero en el fondo común de la, redundantemente llamada, comunidad y el administrador, neoliberal, claro, nos propuso bajar la recaudación… y mis vecinos, con la única objeción de Carmen en representación nuestra, aprobaron encantados esa reducción de contribución.

El cortoplacismo se manifiesta tan frecuentemente que es pasmoso darse cuenta de que lo que se produce a pequeña escala se reproduce a escala nacional e internacional. ¿No son conscientes de que no tendríamos dinero para hacer frente a una pequeña derrama que, en breve, acaecerá?

Me pasma.

Y yo afirmo y reafirmo: no subiré ni un céntimo (y si se baja, no subiré de nuevo) mi contribución, pase lo que pase, hasta que no haya ni un moroso en mi edificio. Quizá el problema estará cuando tengamos un problema de habitabilidad y nos demos cuenta de que, quienes no están llevando a cabo los pagos, curiosamente, no tienen estas viviendas como primera y única vivienda, que son especuladores en pequeña escala, que son propietarios que alquilan sus pisos, o dueños de una empresa que puede declararse en quiebra sin afectar al propietario del inmueble…

Confiemos en que no pase nada… confiemos en nuestra responsabilidad individual para salvarnos el culo, pasemos olímpicamente del hecho de poder beneficiarnos de formar una pequeña «comuna» o comunidad bajo la que guarecernos de posibles contingencias.

Y luego…

ufff… ¡no lo había pensado!

Nueva forma de afrontar manifestaciones

¿Qué tal si en las próximas manifestaciones, los manifestantes se parapetan tras este tipo de protecciones anti-anti-disturbios?

Es una idea la de sustituir las manidas cabeceras de las manifestaciones, esos textos que solo puede leer la prensa obsoleta, esa que está al otro lado de donde hay que estar, esas telas largas de un metro de anchura que sirven para identificar la cabeza de una serpiente que, quizá, ha llegado el momento de pensar en ser múltiple, como imagen, me viene a la cabeza, y nunca mejor dicho, la de Medusa.

¿Qué tal si cada cabeza de serpiente, de la cabeza de múltiples reptiles, llevase en su frente uno de esos protectores, una de esas barricadas móviles?


Qué hacer con la basura

basuras
Hay huelga de barrenderos.

Sí, es algo obvio, incluso para quienes no leen la prensa. Se habla poco de ello en redes sociales, poco para lo que de verdad afecta.

Y es obvio porque lo tenemos delante de nuestras narices. Bajo nuestras ventanas. Ahí están, las basuras, recordándonos que somos una civilización despilfarradora hasta la extenuación.

Tiramos tantos desperdicios que se diría que no somos capaces de aprovechar ni la mitad de lo que adquirimos. Lo sabemos, pero pocas veces queda tan de manifiesto como cuando, después de una huelga de menos de 2 días (quizá ya durará más) las basuras de la ciudad se convierten en una seria amenaza para la salubridad urbana.

Con la revolución del paso del neolítico al establecimiento de las ciudades, se llevó a cabo un proceso de especialización, del que todavía estamos en los inicios, al paso que vamos. Se comienzan a apreciar los problemas derivados del extremismo de la especialización y esto es acuciante en las ciudades, donde el grado de formación específica nos convierte en unos analfabetos funcionales en la mayoría de las áreas que consideramos que no nos corresponden.

Hoy leía un artículo de wikipedia sobre la separación de las artes liberales en quadrivium y trivium y lo hacía de esta forma:

Trivium significa en latín «tres vías o caminos»; agrupaba las disciplinas relacionadas con la elocuencia, según la máxima Gram. loquitur, Dia. vera docet, Rhet. verba colorat («la gramática ayuda a hablar, la dialéctica ayuda a buscar la verdad, la retórica colorea las palabras). Así comprendían la gramática (lingua -«la lengua»-), dialéctica (ratio -«la razón»-) y retórica (tropus «las figuras»).

Quadrivium significa «cuatro caminos»; agrupaba las disciplinas relacionadas con las matemáticas, según la máxima Ar. numerat, Geo. ponderat, As. colit astra, Mus. canit. («la aritmética numera, la geometría pondera, la astronomía cultiva los astros, la música canta»); Arquitas (428 a. C. – 347 a. C.) sostuvo que la matemática estaba constituida por tales disciplinas también. Se estudiaba así la aritmética (numerus -«los números»-), geometría (angulus -«los ángulos»-), astronomía (astra -«los astros»-) y música (tonus «los cantos»).

Pero hay una separación previa y quizá más importante, que es la que se da entre Artes Liberales y Artes Vulgares, también llamadas serviles.

Desde hace un tiempo se nos ha inculcado la cultura del trabajo servil, en la que hemos ido adquiriendo como valor positivo el conseguir una habilidad en el manejo de una de estas artes serviles, importando cada vez menos las artes liberales.

Es posible que en estos tiempos la diferencia entre las artes no esté tan clara y que hayan aparecido otras que no sabría dónde clasificar, pero lo que es evidente es que sigue habiendo un interés notable en que no perdamos de vista la necesidad del trabajo para conseguir el pan.

Y sin embargo es una falacia. No deberíamos aspirar a trabajar servilmente, a trabajar en artes más o menos funcionales, puesto que la revolución industrial y su hijita la revolución tecnológica se están encargando de demostrarnos que somos más que sustituibles por máquinas que realicen trabajos mecánicos. Y no habría que verlo como un problema, sino como una posibilidad de verdadera liberación, una forma de alcanzar una vida mejor, un ser humano centrado en la poesía, en las matemáticas puras, en la retórica por el placer de la conversación, en la búsqueda de la felicidad y no en la búsqueda de una subsistencia que nos han conseguido convencer para que creamos que es el fin último de la existencia.

Se me ha escapado un impersonal: Lo siento. No tengo claro quienes son los que han conseguido convencernos, está claro que hablamos de «los ricos y poderosos» o la iglesia o los políticos o los bancos… vaya, simplezas, pero no sé realmente quienes son ellos.

Con la especialización, que comencé mencionando al principio de esta entrada ambiciosa y dispersa, hemos ido fabricando una cultura de esclavos, de siervos cuyo mayor objetivo es hacer bien su trabajo. Sí, dicho así suena verdaderamente patético.

Y en lugares como las ciudades, donde esa especialización se ha convertido en la base de la sociedad, permitiendo que unos ensucien para que otros limpien, que unos se encarguen de la gestión de residuos, pero solo de un tipo de residuos, mientras otros se encargan de la publicación de periódicos, otros de la comercialización del pan, otros de la gestión de los recursos de la ciudad asignados a medio ambiente, etc… en esos lugares, la fractura de una de esas tareas, la interrupción de una sola de esas pequeñas tareas, colapsa el funcionamiento normal, equilibrado (en un claro equilibrio inestable) del urbanismo y la convivencia asociada.

Todo se viene abajo si un solo ladrillo, más o menos fundamental, se rompe. Y se planta cara a esa inestabilidad subyacente a este falso status-quo en el que pensamos, ingenuos, que españa va bien. (Más allá de la crisis)

Y es que hemos ido trenzando una interdependencia, llamémosle matricial, que nos hace fundamentales los unos a los otros, pero sin darnos cuenta, casi como si no fuese importante lo que hacen los demás, como si todo trabajo que no fuese el propio fuese motivo de desprecio. Es lamentable. Al menos, yo lo lamento.

Pero, volviendo al tema (caso de que este blog y esta entrada en concreto tenga alguno), lo pone tan de manifiesto una pequeña huelga de barrenderos que es pasmoso, es indudable: el mundo puede colapsar tal como lo conocemos si esas reglas se rompen, si esas dependencias se cambian. Las huelgas sectoriales son muy eficaces, pero tenemos que superar el rechazo que genera en la opinión pública esa molestia que supone que el trabajo de otro, habitualmente menospreciado, sea interrumpido.

Por largar otro posible camino para este artículo, me gustaría saber o tener fotografías de barrios «pudientes» donde seguramente las basuras pueden estar siendo retiradas por empleados privados para que no se noten las molestias derivadas de la huelga. No sé por qué estoy convencido de que no habrá tanta basura en las calles de La Moraleja.

Y es en esto donde el modelo neoliberal se pone tan en evidencia, en ese injusto reparto de privilegios, que justifica a muchos a considerar beneficioso para ellos el apostar por esas propuestas de descomposición, privatización, mercadeo, de todo lo que está siendo gestionado por las administraciones públicas (sanidad, limpieza de zonas comunes, educación, infraestructuras de transporte, de telecomunicaciones…).

Es viendo la basura bajo la ventana cuando uno puede darse cuenta de lo que nos espera si seguimos por este camino.

¿Tendremos dinero para poder pagar nuestras propias necesidades? ¿Deberemos dejar de considerar necesidad a cosas como la salubridad ambiental, la higiene, la salud física, la educación básica, la defensa de nuestros derechos¿

Demasiadas reflexiones yuxtapuestas en un solo día. Me temo que no es muy pragmático, pero siempre he sido poco útil, poco servil… ¿o no?

Hablar o gritar

Hablar o gritarQuizá no se trata de gritar en la calle ni de hablar en el bar, aunque esto segundo me encante.

Quizá debemos ser capaces de hablar con contundencia, no solo con vehemencia, como en mi familia es habitual, sino con una contundencia, con una radicalidad que deje claro nuestros noes.

Cuando no queramos algo, debemos decir no. Pero no creo que sea cuestión de gritar acá o allá, por más catártico que resulte, sino que se trata de decirlo con una claridad meridiana, con una nitidez insoslayable, decir rotundos noes en los lugares y momentos en los que nos surgen dilemas que no lo sean, aquellos en los que estamos seguros de nuestra posición o aquellos en los que estamos seguros de la inadecuación de una de las opciones.

De todos cuantos dicen que gritarán, cuántos están dispuestos a decir no cuando no quieren algo, les cueste lo que les cueste. No a un trabajo en el que son explotados. No a una comida junto a un machista. No a estar sentado en la misma mesa que un dictador (aunque sea a pequeña escala). No a asistir a la boda de una amiga que se case por la iglesia si no se cree en ello. No a mentir, ni desvirtuar la verdad, para obtener un beneficio propio, ya sea en impuestos, en ventas, en compras…

Curso para decir no.

Esto no es una broma