Más Platón y menos Prozac

Ayer comencé a leer con interés un libro que había recomendado una alumna del taller de poesía. Es una alumna dulce, tierna, más poética de lo que ella misma cree y que está a punto de dar un salto cualitativo hacia una nueva forma de entender la vida. Ella lo ve, lo siente, lo está paladeando, pero aún está perdida. Un poco como todos lo estamos, pero un poco más. Quizá porque ha vivido más.

Recomendó este libro de un tal Lou Marinoff cuyo título contiene toda la sabiduría del mismo: la psicología es mala y la filosofía es buena. Es así, simple, simplista, reducido a un slogan vacío y sin más profundidad que la aparente.

Puedo estar de acuerdo en algunos de los análisis que hace sobre las falacias de las psico-pseudo-ciencias que han terapeutizado el mundo. Por supuesto que estoy de acuerdo con la observación que se hace hacia el tercer capítulo sobre que la sociedad está perdida, sintiendo un vacío permanente de valores que antes satisfacía la religión o, después, algunos ismos políticos que desencadenaron guerras de crueldad no vista anteriormente… ni, sobre todo, su tremendo grado de eficacia destructiva.

El subtítulo (Filosofía para la vida cotidiana) ya debía de haberme hecho sospechar que iba a tratarse de un libro sin la profundidad que es requerida en cualquier amante de la sabiduría, pretendiendo comparar la filosofía con el «saber» cotidiano que podríamos denominar sentido común.

Pero si eso no era suficiente, ya estuve a punto de cerrarlo y no continuar con el epígrafe que atraviesa la siguiente página:

Para quienes supieron que la filosofía
era buena para algo, pero nunca supieron
decir exactamente para qué.

Esto estaba excluyéndome de ser un lector potencial del libro, pues yo no sé si la filosofía es buena, pero quizá me planteaba si tenía que serlo, antes de seguir. Por ende, en más de una ocasión, he defendido que la bondad no reside en la utilidad, en si sirve o no para algo. Por último y no por ello menos importante: en caso de saberlo o sospecharlo, cómo suponer que no sé decirlo. ¡Ay, mi querido Gorgias!

En resumen: el libro no es para mí.

Y sigo.

Durante el primer capítulo el libro se centra en sí mismo tanto como puede hacerlo, de manera casi obsesiva, inculcándonos la idea, por repetición, de que ese libro tiene respuestas, tiene todas las respuestas a todas las preguntas que hasta ahora podamos habernos hecho. Ese libro es lo que necesitaba y no lo sabía, porque claro, yo no podía saberlo: no soy filósofo, aunque, por otro lado, afirman, todos somos filósofos. No sabe a qué atenerse y continúa insultando a la posible inteligencia o formación del lector, asumiendo que no sabe de historia de filosofía, del método científico, de sociología, ni de otras muchas cosas.

La filosofía está volviendo a la luz del día, donde las personas «corrientes» (sic) pueden entenderla y aplicarla.

Y esta es la siguiente cuestión que me hizo huir del libro al cabo de un par de horas, su intento de convertir una disciplina o una vocación de amor por la sabiduría en una herramienta a modo de prozac, para resolver problemillas cotidianos. ¿No sería más interesante ser capaz de visualizar problemas que aún no hemos imaginado?

El capítulo segundo arremete contra las terapias que, con la falsa creencia de ser científicas, tienden a dar respuesta a las distintas situaciones por las que atraviesa un humano, y ataca, con simpleza y energía, los eslóganes facilones de la New Age, además del consumo masivo e irreflexivo de antidepresores químicos, como el mencionado en el título, sobre todo, mediante el apunte al mercado que esconde y que, posiblemente, tiene motivos sobrados para intencionadamente incitarnos a ese consumo.

No puedo sino estar de acuerdo con este capítulo perogrullero, pero es lo que es: verdad verdadera, de esa que no dice más que lo que dicta el, llamémosle, sentido común.

Y desde entonces, se comienza a dejar de denominar filósofo para llamarse consejero filosófico, asesor mental, o similares apelativos que, por supuesto, le enaltecen y le convierten en un mesías con una, como afirma en el libro, misión por cumplir.

No sé cómo aún leí un poco más, aunque ya era evidente que no tenía ningún interés profundizar… porque no habría nada profundo, sino una sarta de simplezas aderezadas de lugares comunes, para hacernos creer que lo que decía el libro ya lo habíamos pensado nosotros, que somos tan, pero tan, listos, como ese filósofo que nos estaba ayudando a ver la luz al final del túnel de nuestra vida ignorante y presuntamente inconsciente.

Las varias referencias a filósofos como William James ya me tendrían que haber acabado por hartar, un señor que tiene como filosofía que lo bueno es bueno en tanto que es útil. Jo, qué bien… qué fácil… ¿Cómo no lo había pensado antes?

No quise ni siquiera pensar en lo absurdo de la contradicción que establecía que, ante la gravedad de que el mundo estuviese siendo terapeutizado, no propusiese otra alternativa sino otra terapia. De hecho, el capítulo segundo se titula «Terapias, terapias por todas partes, y ni pensar en pensar«. Pero pensar para curarse… ¡es una terapia! Me acordaba tanto de mis terapias

Las técnicas de marketing puestas al servicio de una nueva terapia, esta vez a través de la lectura de un libro que va a ser «la solución», la gran solución a nuestros problemas, resulta tan ridículo que impulsa a tirar el libro por la ventana.

Pero no es el único libro: hay tantos libros de autoayuda, que no son solo de autoayuda, sino en muchos casos publicidad directa de gurús más o menos bienintencionados que saben, ellos saben, sí, lo que nunca seremos capaces de comprender los seres humanos corrientes.

Intenté, de verdad, seguir leyendo. Sentí que se lo debía a mi alumna que, con todo su cariño, quiso compartir este libro con nosotros. Por ello le estoy agradecido, no obstante, pues lo importante no era el libro, sino su cariño, su intención de hacernos vivir mejor.

Pero el tercer capítulo ya era demasiado para pasar al cuarto. Se titula «El proceso PEACE: cinco pasos para enfrentarse a los problemas con filosofía» y lleva epígrafes oportunos de Epicuro y Wittgenstein, por supuesto, completamente fuera de contexto, situados como plidoritas, como pastillas de sabiduría válidas para todo momento.

PEACE, por supuesto, es un acrónimo que contiene, en cinco palabras, en solo cinco palabras, la clave para todo, la llave maestra del universo. Él lo ha descubierto. Claro. Aquí vuelvo al mesianismo que apunté párrafos arriba, y no fabrica un acrónimo cualquiera, no, sino PEACE. ¡Qué bonito! ¿Cómo no lo habíamos visto?

Ni me voy a molestar en poner las palabras que corresponden a esa sigla. No merece la pena. En realidad, casi cualquier combinación de cinco palabras podría servir, porque en realidad se reinterpretan como lo que le da la real gana al psudo-filósofo autor de este tomo infumable.

Ah, no, pero aquí va otra de las maravillas de este, me atrevo a decirlo, estafador: el libro es fácil de leer. Claro, no va a ser un ensayo aburrido, tedioso, que requiera poner mucha atención para procesar, que requiera de mí el llevar a cabo una investigación paralela para contrastar o completar la información presentada, no. Se trata de un libro que, siendo voluminoso, pueda ser leído y «comprendido» por una persona «corriente», como recuerda innumerables veces, para que no lo olvidemos mientras seguimos leyéndolo.

Tentado por seguir destrozándolo, comencé el cuarto capítulo, repaso en 30 páginas de toda la historia de la filosofía occidental y que viene a titularse «Lo que olvidó de las clases de filosofía del colegio y que ahora puede serle útil«. Donde, de nuevo, asume varias cosas en una sola frase, así, como si nada, a saber: que lo olvidamos, que lo estudiamos, que ahora y no antes, que pueda serme útil y que desee que lo sea. Vuelvo a un resumen expuesto: El libro no es para mí.

No me molesto en continuar. Sigue una descripción de casuística en la que desgrana las ventajas de esa terapia de filosofía aplicada sobre una serie de «pacientes» que le consultaron para resolver sus vidas y cómo, gracias a él, pudieron hacerlo.

No sigo empleando mi tiempo en criticar algo tan absolutamente fácil de desmontar.

Aún así, volveré a agradecer a mi alumna que me tendiera su mano, que me prestara este libro, que intentara hacerme partícipe de su utilidad, de su bondad: La intención, la intención y solo la intención.

Quiero desahuciar a mis vecinos

Sin ser exagerado, pero sí, soy la rama dura de esta comunidad de vecinos en la que parece que no ocurre nunca nada grave.

Hace un año fui nombrado presidente, de manera rotativa, me tocó serlo, y nos informaron entonces de que había algunos impagos en el inmueble porque algunos vecinos no pagaban las cuotas de comunidad correspondiente. Yo fui el único que dije que me parecía adecuado proceder con un juicio. Sé que suena muy duro, pero me parece terrible que se exijan responsabilidades a políticos, a banqueros, a empresas… y no empecemos por pedírselas a nuestros vecinos.

Si alguien adquiere un piso en propiedad, lo que no es en ninguna medida obligatorio sino voluntario, adquiere con él una responsabilidad, en realidad, un conjunto de derechos y obligaciones. Tiene el derecho a alquilarlo, por ejemplo, a venderlo, etc… pero también las obligaciones de hacer frente a algunos pagos como son los correspondientes impuestos (que podemos considerar excesivos, por supuesto, pero sin olvidar que contribuyen al mantenimiento de una estructura urbana, de unos recursos sociales como son la limpieza de las calles, la recogida de basuras, el alumbrado, etc).

Y es grave cuando alguien desea obtener solo los derechos sin las obligaciones.

Hace algunos meses hubo una reunión extraordinaria porque no se había ido a juicio y estábamos al borde de la quiebra como comunidad (lo que no dice mucho de nuestro administrador, a quien despediría inmediatamente, por ello entre otras cosas), debido a impagos sucesivos ya de tres de los diez propietarios del inmueble. El 30% de morosidad…

A pesar de la situación, el resto de mis vecinos seguía sin desear emprender acciones legales contra los que no están pagando y haciéndonos sufrir una lamentable irregularidad a los que sí pagamos.

En esa reunión, se propuso (el administrador destituible) que pagásemos un poco más para poder hacer frente a pagos como el de la recogida de basuras del portal y sacada del cubo cada día.

Ahí hice acopio de cabreo y aproveché mi curso para decir no y me planté en añadir que no subiría ni un céntimo mi contribución a nada de la comunidad de vecinos mientras existiese algún impago pendiente, antes bien, si se proponía algún tipo de aumento por vía democrática, ejercería mi derecho a negarme a pagar, pasando a engrosar la lista de morosos.

Tan solo se logró cancelar algún servicio, como este de recogida de basuras, para poder salir del atolladero en el que estábamos. No conseguí que se enjuiciara a nadie ni se iniciaran los más mínimos procesos de reclamación por vía jurídica.

La secretaria del administrador me informó de algunos de los problemas personales que estaba teniendo ella para localizar a los propietarios morosos, de algunos de los problemas personales que estaban teniendo algunos de los propietarios morosos, de algunos de los problemas personales que estaban teniendo algunos inquilinos de algunos de los propietarios morosos y yo, por mi parte, no le informé de los múltiples problemas personales que tenían muchos de los propietarios no morosos para hacer frente a los pagos correspondientes a sus responsabilidades.

No entienden que no se trata de nada personal. Se trata de algo, afortunadamente, regulado por normas que evitan que tengamos que llegar a convertir esto en algo personal. Si fuese personal, hace tiempo que habría empezado a «insultar» o tratar mal a algún vecino… No. No es personal. Son «negocios».

Quiero incluir una cláusula o norma adicional en las que rigen la comunidad para que ese enjuiciamiento, ese procesamiento legal se inicie automáticamente. No quiero que tengamos que ser consultados sobre algo que, directamente, no debería pasar.

Entiendo algún problema puntual, pero no una acumulación de más de 12 impagos sucesivos, adeudando la friolera, en total, de más de 3000 euros entre ellos. ¿No es posible tener un umbral (y me acuerdo del efecto fotoeléctrico al decir esto) a partir del cual se inicien acciones, se ponga en movimiento algo?

En esa reunión última asistió Carmen representando nuestra posición y defendiéndola muy bien, el administrador sugirió seguir esperando a ver si había resoluciones del conflicto sin llegar a lo jurídico. Carmen, como habíamos hablado, defendió lo contrario y el resto de vecinos, todos ellos tan buenos, casi naife, sonreían y asentían a ambas cosas… como buenos sumisos humanos.

Parece ser que uno de los morosos ha acordado una forma de pago, parece ser que otra ha prometido que va a pagar en breve, a un tercero no sabemos si aún es pronto… Y seguimos sin garantías de cumplimientos por su parte. Ni formas de exigirlas.

En paralelo, queríamos que el administrador incluyese la posibilidad de mantenernos informados a cuantos vecinos lo deseásemos, ahora que hay internet, que todo esto de comunicar parece más sencillo, mediante un email mensual, por ejemplo… y parece ser que contestó que eso era demasiado trabajo, que cómo iba a hacerlo si tenía unos 3000 clientes… ¿y si todos le pedían lo mismo?

Yo pensé, cuando me lo contó Carmen, que si tenía de verdad 3000 clientes, ¿cómo era que no se podía permitir el lujo de contratar a alguien que se encargara de esa gestión? Otra nueva razón para buscar otro equipo administrador de fincas. Pero en este país somos tan inmovilistas… Costará mucho convencer a otros vecinos de que debemos exigir más a quienes realizan para nosotros un servicio remunerado en un sistema en el que debería regir el libremercado nos encontramos atados por nuestra propia incapacidad. Por poner un ejemplo, Telefónica-Movistar sigue siendo en operador principal por falta de voluntad de los particulares para elegir uno diferente. Por no hablar de Windows o Internet Explorer frente a Linux. Hay alternativas, y algunas pasan por el hecho de tomar decisiones, y otras, incluso, por complicarnos algo la existencia, pero nos pueden hacer más libres.

Así que, como para pensar en alternativas en la gobernanza política.

En resumidas cuentas: soy el único que parece exigir que, si es preciso, desahucien a mis vecinos morosos. Si no pueden pagar un gasto comunitario, que se pongan en la piel de quienes pagamos a duras penas ese gasto común, esa aportación social, incluso, y me consta, desde situaciones duras como pareja con ambos miembros en el paro. ¿Qué necesitan estos últimos para, ya no revolucionarse, pero al menos para luchar exigiendo un cumplimiento de obligaciones igualitario?

Seguimos sin recogidas de basuras, seguimos con poco dinero en el fondo común de la, redundantemente llamada, comunidad y el administrador, neoliberal, claro, nos propuso bajar la recaudación… y mis vecinos, con la única objeción de Carmen en representación nuestra, aprobaron encantados esa reducción de contribución.

El cortoplacismo se manifiesta tan frecuentemente que es pasmoso darse cuenta de que lo que se produce a pequeña escala se reproduce a escala nacional e internacional. ¿No son conscientes de que no tendríamos dinero para hacer frente a una pequeña derrama que, en breve, acaecerá?

Me pasma.

Y yo afirmo y reafirmo: no subiré ni un céntimo (y si se baja, no subiré de nuevo) mi contribución, pase lo que pase, hasta que no haya ni un moroso en mi edificio. Quizá el problema estará cuando tengamos un problema de habitabilidad y nos demos cuenta de que, quienes no están llevando a cabo los pagos, curiosamente, no tienen estas viviendas como primera y única vivienda, que son especuladores en pequeña escala, que son propietarios que alquilan sus pisos, o dueños de una empresa que puede declararse en quiebra sin afectar al propietario del inmueble…

Confiemos en que no pase nada… confiemos en nuestra responsabilidad individual para salvarnos el culo, pasemos olímpicamente del hecho de poder beneficiarnos de formar una pequeña «comuna» o comunidad bajo la que guarecernos de posibles contingencias.

Y luego…

ufff… ¡no lo había pensado!

Nueva forma de afrontar manifestaciones

¿Qué tal si en las próximas manifestaciones, los manifestantes se parapetan tras este tipo de protecciones anti-anti-disturbios?

Es una idea la de sustituir las manidas cabeceras de las manifestaciones, esos textos que solo puede leer la prensa obsoleta, esa que está al otro lado de donde hay que estar, esas telas largas de un metro de anchura que sirven para identificar la cabeza de una serpiente que, quizá, ha llegado el momento de pensar en ser múltiple, como imagen, me viene a la cabeza, y nunca mejor dicho, la de Medusa.

¿Qué tal si cada cabeza de serpiente, de la cabeza de múltiples reptiles, llevase en su frente uno de esos protectores, una de esas barricadas móviles?


Qué hacer con la basura

basuras
Hay huelga de barrenderos.

Sí, es algo obvio, incluso para quienes no leen la prensa. Se habla poco de ello en redes sociales, poco para lo que de verdad afecta.

Y es obvio porque lo tenemos delante de nuestras narices. Bajo nuestras ventanas. Ahí están, las basuras, recordándonos que somos una civilización despilfarradora hasta la extenuación.

Tiramos tantos desperdicios que se diría que no somos capaces de aprovechar ni la mitad de lo que adquirimos. Lo sabemos, pero pocas veces queda tan de manifiesto como cuando, después de una huelga de menos de 2 días (quizá ya durará más) las basuras de la ciudad se convierten en una seria amenaza para la salubridad urbana.

Con la revolución del paso del neolítico al establecimiento de las ciudades, se llevó a cabo un proceso de especialización, del que todavía estamos en los inicios, al paso que vamos. Se comienzan a apreciar los problemas derivados del extremismo de la especialización y esto es acuciante en las ciudades, donde el grado de formación específica nos convierte en unos analfabetos funcionales en la mayoría de las áreas que consideramos que no nos corresponden.

Hoy leía un artículo de wikipedia sobre la separación de las artes liberales en quadrivium y trivium y lo hacía de esta forma:

Trivium significa en latín «tres vías o caminos»; agrupaba las disciplinas relacionadas con la elocuencia, según la máxima Gram. loquitur, Dia. vera docet, Rhet. verba colorat («la gramática ayuda a hablar, la dialéctica ayuda a buscar la verdad, la retórica colorea las palabras). Así comprendían la gramática (lingua -«la lengua»-), dialéctica (ratio -«la razón»-) y retórica (tropus «las figuras»).

Quadrivium significa «cuatro caminos»; agrupaba las disciplinas relacionadas con las matemáticas, según la máxima Ar. numerat, Geo. ponderat, As. colit astra, Mus. canit. («la aritmética numera, la geometría pondera, la astronomía cultiva los astros, la música canta»); Arquitas (428 a. C. – 347 a. C.) sostuvo que la matemática estaba constituida por tales disciplinas también. Se estudiaba así la aritmética (numerus -«los números»-), geometría (angulus -«los ángulos»-), astronomía (astra -«los astros»-) y música (tonus «los cantos»).

Pero hay una separación previa y quizá más importante, que es la que se da entre Artes Liberales y Artes Vulgares, también llamadas serviles.

Desde hace un tiempo se nos ha inculcado la cultura del trabajo servil, en la que hemos ido adquiriendo como valor positivo el conseguir una habilidad en el manejo de una de estas artes serviles, importando cada vez menos las artes liberales.

Es posible que en estos tiempos la diferencia entre las artes no esté tan clara y que hayan aparecido otras que no sabría dónde clasificar, pero lo que es evidente es que sigue habiendo un interés notable en que no perdamos de vista la necesidad del trabajo para conseguir el pan.

Y sin embargo es una falacia. No deberíamos aspirar a trabajar servilmente, a trabajar en artes más o menos funcionales, puesto que la revolución industrial y su hijita la revolución tecnológica se están encargando de demostrarnos que somos más que sustituibles por máquinas que realicen trabajos mecánicos. Y no habría que verlo como un problema, sino como una posibilidad de verdadera liberación, una forma de alcanzar una vida mejor, un ser humano centrado en la poesía, en las matemáticas puras, en la retórica por el placer de la conversación, en la búsqueda de la felicidad y no en la búsqueda de una subsistencia que nos han conseguido convencer para que creamos que es el fin último de la existencia.

Se me ha escapado un impersonal: Lo siento. No tengo claro quienes son los que han conseguido convencernos, está claro que hablamos de «los ricos y poderosos» o la iglesia o los políticos o los bancos… vaya, simplezas, pero no sé realmente quienes son ellos.

Con la especialización, que comencé mencionando al principio de esta entrada ambiciosa y dispersa, hemos ido fabricando una cultura de esclavos, de siervos cuyo mayor objetivo es hacer bien su trabajo. Sí, dicho así suena verdaderamente patético.

Y en lugares como las ciudades, donde esa especialización se ha convertido en la base de la sociedad, permitiendo que unos ensucien para que otros limpien, que unos se encarguen de la gestión de residuos, pero solo de un tipo de residuos, mientras otros se encargan de la publicación de periódicos, otros de la comercialización del pan, otros de la gestión de los recursos de la ciudad asignados a medio ambiente, etc… en esos lugares, la fractura de una de esas tareas, la interrupción de una sola de esas pequeñas tareas, colapsa el funcionamiento normal, equilibrado (en un claro equilibrio inestable) del urbanismo y la convivencia asociada.

Todo se viene abajo si un solo ladrillo, más o menos fundamental, se rompe. Y se planta cara a esa inestabilidad subyacente a este falso status-quo en el que pensamos, ingenuos, que españa va bien. (Más allá de la crisis)

Y es que hemos ido trenzando una interdependencia, llamémosle matricial, que nos hace fundamentales los unos a los otros, pero sin darnos cuenta, casi como si no fuese importante lo que hacen los demás, como si todo trabajo que no fuese el propio fuese motivo de desprecio. Es lamentable. Al menos, yo lo lamento.

Pero, volviendo al tema (caso de que este blog y esta entrada en concreto tenga alguno), lo pone tan de manifiesto una pequeña huelga de barrenderos que es pasmoso, es indudable: el mundo puede colapsar tal como lo conocemos si esas reglas se rompen, si esas dependencias se cambian. Las huelgas sectoriales son muy eficaces, pero tenemos que superar el rechazo que genera en la opinión pública esa molestia que supone que el trabajo de otro, habitualmente menospreciado, sea interrumpido.

Por largar otro posible camino para este artículo, me gustaría saber o tener fotografías de barrios «pudientes» donde seguramente las basuras pueden estar siendo retiradas por empleados privados para que no se noten las molestias derivadas de la huelga. No sé por qué estoy convencido de que no habrá tanta basura en las calles de La Moraleja.

Y es en esto donde el modelo neoliberal se pone tan en evidencia, en ese injusto reparto de privilegios, que justifica a muchos a considerar beneficioso para ellos el apostar por esas propuestas de descomposición, privatización, mercadeo, de todo lo que está siendo gestionado por las administraciones públicas (sanidad, limpieza de zonas comunes, educación, infraestructuras de transporte, de telecomunicaciones…).

Es viendo la basura bajo la ventana cuando uno puede darse cuenta de lo que nos espera si seguimos por este camino.

¿Tendremos dinero para poder pagar nuestras propias necesidades? ¿Deberemos dejar de considerar necesidad a cosas como la salubridad ambiental, la higiene, la salud física, la educación básica, la defensa de nuestros derechos¿

Demasiadas reflexiones yuxtapuestas en un solo día. Me temo que no es muy pragmático, pero siempre he sido poco útil, poco servil… ¿o no?

Hablar o gritar

Hablar o gritarQuizá no se trata de gritar en la calle ni de hablar en el bar, aunque esto segundo me encante.

Quizá debemos ser capaces de hablar con contundencia, no solo con vehemencia, como en mi familia es habitual, sino con una contundencia, con una radicalidad que deje claro nuestros noes.

Cuando no queramos algo, debemos decir no. Pero no creo que sea cuestión de gritar acá o allá, por más catártico que resulte, sino que se trata de decirlo con una claridad meridiana, con una nitidez insoslayable, decir rotundos noes en los lugares y momentos en los que nos surgen dilemas que no lo sean, aquellos en los que estamos seguros de nuestra posición o aquellos en los que estamos seguros de la inadecuación de una de las opciones.

De todos cuantos dicen que gritarán, cuántos están dispuestos a decir no cuando no quieren algo, les cueste lo que les cueste. No a un trabajo en el que son explotados. No a una comida junto a un machista. No a estar sentado en la misma mesa que un dictador (aunque sea a pequeña escala). No a asistir a la boda de una amiga que se case por la iglesia si no se cree en ello. No a mentir, ni desvirtuar la verdad, para obtener un beneficio propio, ya sea en impuestos, en ventas, en compras…

Curso para decir no.

Crispación

Leo la información que tengo en FaceBook y solo encuentro crispación.
De un lado
de otro lado
todos parecen estar crispados
y todas parecen estar crispadas
y yo estoy crispado
o parezco estarlo
pero no lo estoy
hasta que leo la información que tengo en el entrecruce de muros de facebook
y me crispo
porque no hay otra manera de reaccionar
(y me digo que sí, que sí hay otra manera, al menos una más)
y nos contagiamos
crispándonos
que
por muy bella que sea la palabra
genera un malestar permanente
entre la impotencia, la frustración
y la ira.

No sé cómo escapar
y no sé si quiero escapar
así que no sé
si quiero hallar la forma de hacerlo
o sumergirme en una de esas sensaciones próximas
como la ira
por poner un ejemplo
y dejarme ir
irracionalmente
hacia alguna cristalera de
por poner un ejemplo
una sucursal de un banco
y lanzar algo con la intención de romperla
o dirigirme hacia la salida de algún organismo oficial
del que salga algún político
por poner un ejemplo
y escupirle a la cara
o al café, como propone un amigo,
para que sepa que puede ocurrirle
y viva con miedo
con el miedo que yo ya vivo
para contagiarle
contagiarle
crispación.

La crispación es una plaga
que está librándose de la población europea
como en su día lo hizo la peste
bubónica
(que no borbónica)
y no se ha encontrado
aún
cura
pero
por poner un ejemplo
la ira
no parece la mejor forma de enfrentarla.

jo nooo

es que
no me gusta
quiero de eso
no
de eso no
es que
jo
yo
eso no me gusta
ni eso
vale
venga
ponme un poco de eso

y a mí
y a mí
y a mí
pero esperar
no hay para todos
jooo
pues yo quiero
y lo otro no me gusta
ni a mí
ni a mí
pues a mí me sienta mal
y a mí me da alergia
jooo
pues vaya
ya
venga
¿te pongo esto?
no
yo quería eso
y esto no me gusta
no quiero
venga…
que no
que no quiero
que no es bueno
pero venga
es lo que pude traer
pero a mí esa marca no me gusta
pero bueno
que no
que no me gusta
venga que da igual
a mí no me da igual
ni a mí
ni a mí
pónselo a aquel
¿tú no quieres un poquito?
no
de esto no
quiero de eso
como yo
y yo
y yo

he traído esto de postre
pues vaya
¿no había otra cosa?
estaba en oferta
y era de aquí al lado
es que a mí lo que me gusta es lo de todos los años
en esa tienda que sabes
pero es muy cara
ya
pero no me gusta otra cosa
pruébalo
que no
que no quiero
ni yo
ni yo tampoco
pues vale
esto es lo que hay

pues vaya
jo
qué mierda
oye
no hables así
es que…
¿no tienes hambre?

pero eso no me gusta
yo quiero el de siempre
y yo
y no entiendo porque no se puede
pues porque no
es que es muy caro
ya
pero para eso no como
pues bueno
no tendrás mucha hambre
bueno

pero no quiero eso
no quiero
no me gusta
joooo
ni a mí
ni a mí

venga
vamos a hablar un poco de la crisis
para distraernos
vale
es que yo entonces
me aburro
y yo
y yo
pues nada
dejemos pasar el tiempo
o de que quieres hablar
de mí
y yo de mí
y yo
¿y de otros?
no
no
no
mejor de mí
sí pero después de hablar de mí
y de mí
que no
que no se puede hacer así
pues vaya
jooo
qué mierda
que te he dicho que no digas mierda
pero es que es una mierda
te voy a castigar
pues hala
castígame
esto es un rollo
y me aburro
y yo
y yo






un ratito de silencio
en ciertos casos
no viene mal
porque ya está todo
dicho.

De buenos y malos

Si ayer hablaba sobre una serie inolvidable que terminamos pertinentemente de ver el fin de semana anterior a las elecciones presidenciales norteamericanas, más propiamente hablando, estadounidenses, hoy quería hablar de una pequeña morralla que veo de cuando en cuando para «desconectar» mi cerebro, para dejar que se vaya a pasear un rato a un lugar tontuno, simplón, sencillote, que me haga sentir que el mundo (sabiendo que no es así) puede ser fácil, comprensible, de buenos y malos.

Cabecera de Leverage (Las reglas del juego)
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Como se ve, es una serie de buenos y malos al más viejo estilo «El equipo A». Pero algunas cosas llaman la atención: comienza la cabecera diciendo «Los ricos y poderosos cogen todo lo que quieren…» Es un mensaje simplista, populista, que les autoriza a ser buenos robándoles. Será por eso de «Quién roba a un ladrón…», pero es que ni siquiera dicen que «los ladrones…», sino «los ricos y poderosos», de donde se deduce que esta serie implica que si hay riqueza y poder es porque hay latrocinio que lo ha generado.

Es una implicación con la que podría estar de acuerdo, pero no lo estoy. No lo estoy por la simpleza del planteamiento, y por la falta de rigor de la proposición.

Por otro lado, y no viendo que incurren en una flagrante contradicción, ellos acaban en erigirse en los malos, que son los mejores buenos, pero también en los que tienen el poder para hacerlo, de modo que, por su argumento, por su mero argumento, acabarían por tener que atacarse a sí mismos. Lo que no dejaría de ser inteligente, pero dudo mucho que el guionista de turno haya pensado en ello más de 5 minutos.

Pero hay una cosa que aún me cautiva más y es el fácil paralelismo entre esta serie que pretende ser empática con los desfavorecidos y algunas propuestas de partes del movimiento 15M. Que, lamentablemente, he de reconocer, que me parecen, con frecuencia, simplistas.

Supongo o quiero suponer que esa necesidad de simplificar es fruto de la lucha ante la impotencia que genera la complejidad del sistema o del mundo o de lo que sea que se desee modificar. Es más asumible esa lucha si el enemigo es más fácilmente identificable. Como alguna vez oí o leí «Contra Franco vivíamos mejor».

Parece que a falta de una dictadura identificable, sencilla de combatir, nos encontramos en este mundo en el que no hay malos y buenos exclusivamente, sino que el sistema en sí es tan perverso que nos hace a todos partícipes de una maldad repartida en diversos grados, donde, por tanto, la diferencia es cuantitativa y no cualitativa.

¿Significa esto que hay que responsabilizarse por los abusos de poder de algunos políticos y de varios banqueros y otros especuladores de altura? Pues en parte sí, por permitir que estén esos políticos representándonos, por permitir que gran parte de nuestro entorno permita que estén. Pero también asumir nuestra pequeña parte de responsabilidad cada vez que hacemos actos como comprar en el DIA, aunque sea porque es más barato, para poder vivir un poco al margen de la sociedad de consumo, pero acabo comprando en el DIA, una multinacional con relativos pocos escrúpulos.

Eso no es óbice para que no pidamos o exijamos responsabilidades (o hacer públicas las mismas) a los que han abusado del poder, tanto económico como político. Pero démonos cuenta de cuándo lo hacemos nosotros, todos y cada uno de nosotros. Yo lo hago. Yo participo de este sistema que me ha convertido en especulador, por esencia. ¿Cómo no serlo?

Espero que encontremos respuestas. Yo siento reconocer que no las tengo.

El Ala Oeste de la Casa Blanca

Durante varios meses, Carmen y yo hemos estado viendo las siete temporadas de esta serie norteamericana, que narra las peripecias del equipo presidencial de los EEUU, dirigidos por un ficticio líder del Partido Demócrata, interpretado por Martin Sheen (con cierto parecido hacia un parcialmente idealizado Bill Clinton).

Dicen en wikipedia, de esta serie:

El ala oeste de la Casa Blanca (título original: The West Wing) es una serie de televisión estadounidense muy popular y ampliamente aclamada por la crítica. Fue creada por Aaron Sorkin y se emitió desde 1999 al 2006. […] La serie está ambientada en el ala oeste de la Casa Blanca, donde se ubica el Despacho Oval y los despachos de los principales miembros del equipo del presidente, durante la ficticia administración demócrata de Josiah Bartlet (Martin Sheen).

Es una ficción, no hay que olvidarlo, pero en ocasiones parece un reportaje, un documental dramatizado, más incisivo que los de Michael Moore, y mucho más ameno. Es una ficción y, sin embargo, parece más un oráculo que una obra de imaginación, parece estar hecha con la intención de fabricar un voto favorable a demócratas del tipo Obama, que, como anoche, ha vuelto a ganar unas elecciones dramatizables hasta dar lugar a posibles obras de ficción.

Ha sido una serie tremendamente buena, que no comprendo porqué no se ve en los canales españoles, enseñándonos un poco sobre lo que de verdad esconde la gobernanza de un país. Los capítulos devanaban las diversas situaciones que enfrentaban los «técnicos» de gobierno, teniendo que negociar con una realidad compleja, muchas veces incómoda, que da lugar a conflictos éticos de manera permanente.

No da soluciones fáciles (a veces sí, pero es ficción!), a problemas realmente complejos, incluso puede que insolubles (¿en agua?). Es rápida, dinámica, de una velocidad tal en los diálogos, con una profundidad en las reflexiones que, en muchos casos, exige una atención muy superior a la habitual delante de lo que a veces se desprecia como caja tonta.

Esos diálogos, famosos hasta conseguir ser el sello de prestigio de Aaron Sorkin, se desarrollan a toda pastilla, durante largos travelings a través de los pasillos y los despachos de ese Ala Oeste, son, sin duda, de una calidad inigualada en ninguna otra serie de televisión y en contadísimas películas.

DebateLa última temporada, sin haber perdido fuerza desde las primeras, aunque, como toda serie (¡de ficción!) pierde algo de emoción, algo de novedad, inevitable, acompaña a unos candidatos por el proceso de elecciones, desde antes de la nominación hasta la investidura, siempre el 20 o 21 de Enero.

El candidato republicano (y todo su equipo) es tratado con respeto, con dignidad, sin caer en las fáciles descalificaciones o considerarlo un estúpido que va en contra de lo único respetable. Es interpretado magistralmente por Alan Alda (que consiguió un Premio Emmy como mejor actor de reparto de una serie dramática en 2006) que, de alguna manera, referencia remotamente a McCain, también como este era un senador presentándose frente a Obama (¡pero esto ocurrió en el 2008!). En la serie, presentándose frente al congresista Santos, un latino atractivo, de unos 45 años, con una mujer también joven y bella, resultando finalmente ganador gracias a la participación del voto latino, del voto negro (las minorías) y ganándose los votos de mujeres, de quienes sabe rodearse convenientemente durante la campaña.

Es sublime el respeto que se tiene de toda la fidelidad al protocolo, de toda la documentación y asesoría que se ve en cada gesto de los ayudantes, de los guardias de seguridad, de las secretarias… hasta el punto de tener por momentos la impresión de estar viendo una noticia en un telediario.

Hábilmente, entrelazan la ficción dramatizada de los acontecimientos políticos con una telenovela de relaciones entre personajes más o menos inverosímiles pero con los que resulta tremendamente sencillo empatizar, logrando, de esta manera, dotar a la serie de más de un nivel de lectura posible, para entretener al tiempo que, en gran parte, resultar formativa, ilustrativa, reflexiva.

Cada capítulo es una obra de arte, un pedazo de documento, una maravilla para almacenar en la memoria, pero, sin duda, el mejor fue el primero de la tercera temporada, capítulo especial que se emitió unos días después del famoso 11-S. Con un rigor maravilloso, sin caer en fáciles posicionamientos superficiales, introduce, en la ficción, lo que había ocurrido en la realidad.

Pero, sobre todo, repito, resulta sorprendente que esta serie terminara de emitirse en 2006. Aún no conocíamos a Obama, aún no sabíamos que en 2 años el sistema entraría en una crisis internacional sin precedentes, aún no sabíamos que el tipo de campañas electorales se iba a parecer tanto a la que se retrata en la séptima temporada de la serie… Fue un completo oráculo, resultaba sobrecogedor sentir que se estaba viendo el futuro.

Reportaje, ficción, documento, información, utopía política, oráculo, reflejo de una sociedad y, además, divertida, entretenida, amena, rápida, profunda, seria, rigurosa… Bufff… por favor, que la gente la vea. Es útil volver a creer en los debates, en la política, representativa o asamblearia, pero en el diálogo, en la razón, en el respeto, en la posibilidad de encarar la realidad con la complejidad que la caracteriza, asumiendo, en parte, los conflictos éticos que serán inherentes a nuestra nueva vida, el modelo de vida que tenemos que encarar, que aprender a manejar, para que no sea quienes sí lo conocen los únicos que lo manejen.

No lo voy a poner más fácil, quien quiera hacer el esfuerzo, que lo haga. Es preciso aprender a responsabilizarse de la necesidad de esforzarse. Es un primer (primerísimo) paso. Pero si no damos este…

Tremenda realidad

Pero bueno, claro que no somos iguales, pero ¿no puede haber igualdad en ese caso? ¿Cuando hablamos de igualdad a qué nos referimos?

En principio, en aquella época remota en la que la reivindicación eran tres palabras, Libertad, Igualdad y Fraternidad, Igualdad hacía referencia a la igualdad de derechos, igualdad de voto, e, incluso, tímidamente, a un horizonte de reducción de la desigualdad social o económica. Pero ¿qué queda hoy de eso?

Leyendo el texto breve sobre la historia de esas palabras en wikipedia, me encuentro con algo que ya había leído, pero que cada día me parece más terriblemente actual:

Durante la ocupación alemana de Francia durante la II Guerra Mundial, el Gobierno de Vichy lo sustituyó por la frase Travail, famille, patrie (Trabajo, familia, patria), para ilustrar el nuevo rumbo del gobierno.

Y hoy…

¿Qué rumbo escogemos para nuestro gobierno? ¿No apetece por momentos agregar la cuarta palabra que completaba aquellas tres?

Esto no es una broma