Lo Neutro (I)

Ayer terminé de leer saboreando durante largo tiempo el libro «lo neutro» de Roland Barthes.

Se puede conseguir un ejemplar eBook o en papel, aunque es más caro. Seguro que hay otros lugares donde conseguirlo, porque creo que en Casa del libro está agotado.

Sinopsis

Esta obra comprende las notas de cursos y seminarios dictados por el autor en el collège de france en el periodo 1977-1978, en el anterior volumen, cómo vivir juntos. Simulaciones novelescas de algunos espacios cotidianos presenta el trabajo realizado durante el primer ciclo (1976-1977) e incluye dos seminarios. El autor asume la intención de hablar sobre la incógnita que siempre lo había desvelado, lo neutro, o mejor, el “deseo de lo neutro”, como pliegue íntimo y como categoría mayor que desestabiliza todas las categorías y todos los sistemas; lo neutro como llave maestra, como principio crítico, peligroso y desquiciante, una promesa nunca cumplida de la novedad más radical, aquella que permite liberar al pensamiento de su costumbre y de su condena clasificatoria. Este seminario es el más sutilmente marcado por la autobiografía personal e intelectual.

Es enjundioso y, por momentos, puede hasta parecer pedante. Pero ha sido una de las lecturas más interesantes que siento haber leído en los últimos años.

De cuando en cuando, iré escribiendo pequeños textos que me parecen especialmente significativos, aunque sin el contexto apropiado pierden gran parte de su valor.

De Banchot cita: «No pido que se suprima la fatiga. Pido ser conducido a una región donde sea posible estar fatigado» – > Fatiga = reivindicación agotadora del cuerpo individual que pide el derecho a descanso social. […] Cada uno debería hacer inventario de sus fatigas. […]

El mundo actual está lleno de ellas (intervenciones, manifiestos, firmas, etc) y es por eso que resulta agotador: dificultad de flotar, de cambiar de lugar. (Sin embargo, flotar, es decir, vivir un espacio sin fijarse en un lugar = actitud del cuerpo más descansada: baño, barco…)

Mineros

[youtube_sc url=http://youtu.be/pWd35SMlVSA]

Letra de Antonio Molina

Yo no maldigo mi suerte porque minero nací
y aunque me ronde la muerte no tengo miedo a morir
no me da envidia el dinero porque de orgullo me llena
ser el mejor barrenero de toda Sierra Morena
de toda Sierra Morena.
Bajo a la mina cantando porque sé que en el altar
mi mare queda rezando por el hijo que se va
y cuando siento una pena
lanzo al viento mi cantar.

Soy minero, y templé mi corazón con pico y barrena
soy minero, y con caña, vino y ron me quito las penas
soy barrenero porque a mi nada me espanta
y solo quiero el sonido de una taranta
Compañero, dale al marro pa cantarle mientras al niño
que al compás, del marro quiero repetirle al mundo entero yo
Yo soy Minero

Compañero, dale al marro pa cantarle mientras al niño
que al compás del marro quiero repetirle al mundo entero yo
yo soy minero.

Con Modificaciones de Giusseppe Domínguez

Yo no maldigo mi suerte porque banquero nací
y aunque me ronde la muerte no tengo miedo a morir
no me da envidia el dinero porque de orgullo me llena
ser el mejor financiero de toda Sierra Morena
de toda Sierra Morena.
Bajo a mi banco cantando porque sé que en el altar
mi mare queda rezando por el hijo que se va
y cuando siento una pena
lanzo al viento mi cantar.

Soy banquero, y templé mi corazón con pico y barrena
soy banquero, y con caña, vino y ron me quito las penas
soy financiero porque a mí nada me espanta
y solo quiero el sonido de una taranta.
Compañero, dale al marro pa cantarle mientras al niño
que al compás, del marro quiero repetirle al mundo entero yo
Yo soy banquero.

Compañero, dale al marro pa cantarle mientras al niño
que al compás del marro quiero repetirle al mundo entero yo
yo soy banquero.

Y otro ejemplo dramático, esta vez con letra de Victor Manuel:
[audio:https://giusseppe.net/blog/wp-content/uploads/2012/07/11-La-planta-14.mp3|titles=Victor Manuel – En la planta 14]

En la planta catorce del pozo minero
de la tarde amarilla tres hombres no volvieron
hay sirenas, lamentos, acopasados aies
a la boca del pozo.

Dos mujeres de luto anhelando dos cuerpos
y una madre que rumia su agonía en silencio
es el tercero.

A las diez la luna clara
se refleja en las sortijas del Patrón recién llegado
con sombrero, gravedad y su aburrido gesto.
El ha sido el primero, vendrán gobernadores
alcaldes, ingenieros.
tratarán de calmar,
la presentida viuda que se muerde el pañuelo
no sabrán acercarse a la madre que les mira
con los ojos resecos.

A las doce el patrón mirara su reloj
los otros ya se fueron
y en un punto y aparte esbozará un fastidio
mientras piensa ¿pero donde están estos?

Ha llegado otro relevo de bomberos
y la una menos diez era la noche
el primero muerto
Sentados en el suelo, los mineros
se hacen cruces y reniegan de Dios
quién diría les pillara de sorpresa la tragedia repetida
a veces el más bravo se le queda
mirando fijamente al patrón
con dientes apretados
Y el patrón con sombrero,
tiene dos policías a su lado no hay cuidado

Tres horas lentas pasan
a la luz de las linternas asustadas
el cura con los ojos arrasados
al segundo le va uniendo sobre el pecho las manos
y un chaval de quince años
mientras llora impotente se abraza contra un árbol
y el chófer del patrón con su gorra de plato
se siente desplazado, es un hombre prudente,
bien domado.

El rocío ha calado hasta los huesos cuando sale el tercero
le recibe con sonrisa gris azul la madrugada
y con voces los mineros
mientras se abrazan todos y uno de ellos
el mas fiero por no irse al patrón
llora en el suelo.

Otra versión imposible:

En la planta catorce del pozo banquero
de la tarde amarilla tres hombres no volvieron
hay sirenas, lamentos, acopasados aies
a la boca del pozo.

Dos mujeres de luto anhelando dos cuerpos
y una madre que rumia su agonía en silencio
es el tercero.

A las diez la luna clara
se refleja en las sortijas del Patrón recién llegado
con sombrero, gravedad y su aburrido gesto.
El ha sido el primero, vendrán gobernadores
alcaldes, ingenieros.
tratarán de calmar,
la presentida viuda que se muerde el pañuelo
no sabrán acercarse a la madre que les mira
con los ojos resecos.

A las doce el patrón mirara su reloj
los otros ya se fueron
y en un punto y aparte esbozará un fastidio
mientras piensa ¿pero donde están estos?

Ha llegado otro relevo de bomberos
y la una menos diez era la noche
el primero muerto
Sentados en el suelo, los banqueros
se hacen cruces y reniegan de Dios
quién diría les pillara de sorpresa la tragedia repetida
a veces el más bravo se le queda
mirando fijamente al patrón
con dientes apretados
Y el patrón con sombrero,
tiene dos policías a su lado no hay cuidado

Tres horas lentas pasan
a la luz de las linternas asustadas
el cura con los ojos arrasados
al segundo le va uniendo sobre el pecho las manos
y un chaval de quince años
mientras llora impotente se abraza contra un árbol
y el chófer del patrón con su gorra de plato
se siente desplazado, es un hombre prudente,
bien domado.

El rocío ha calado hasta los huesos cuando sale el tercero
le recibe con sonrisa gris azul la madrugada
y con voces los banqueros
mientras se abrazan todos y uno de ellos
el mas fiero por no irse al patrón
llora en el suelo.

Identidad virtual

Personalizamos y nos identificamos con dispositivos, como cuando decimos que me he quedado sin batería como si mi móvil fuese todo mi yo, como si realmente tuviese o tuviésemos (pasar de plural a singular es para disminuir la omnipresencia de mi ego) una batería química que se carga y se descarga aunque no queda nada claro de qué manera se almacena esa carga (presumiblemente) energética.

Nos cargamos en vacaciones, nos descargamos en el trabajo y, alguna vez y es más grave, con algunos amigos nos descargamos…

Decimos estar sin conexión o frases como no tengo cobertura (y no de la seguridad social) como si uno de nuestros dispositivos encargados de conectarnos o cubrirnos no lo estuviese haciendo, pero ¿a qué nos conectamos?

Y entonces surge lo sorprendente: respondemos que nos conectamos a Internet o a una red de telefonía móvil y nos olvidamos de que eso es solo el medio y no el fin: ¿a qué deseamos conectarnos? ¿a otros dispositivos o a otros seres humanos?

Confundimos el medio con el fin (en temas económicos es aun más obvio y dañino) y lo peor es que acabamos olvidando el fin, nos quedamos sin objetivo y nos agobia que no funcione el medio hasta que, habida cuenta del error mencionado, nos sentimos aislados, solos, inconexos.

Pero no lo estamos: basta con mirar a los ojos a quien tienes cerca para darse cuenta de que, con la verdadera conexión, es imposible desconectarse del mundo.

Burka

Sé que se supone que es un signo cultural, una manifestación de la expresión de una religión… pero no lo soporto. No me gusta nada ver a una mujer (asumo que es tal) enfundada en uno de estos vestidos castradores, limitadores del acceso a la belleza natural de su cuerpo.

Me da igual no ser tolerante en esta cuestión. Cada día me gusta menos ver la desigualdad sexual que discrimina en tantos y tantos aspectos a la mujer frente al hombre, pero esta forma tan manifiesta de sumisión, de segregación, me parece despreciable.

No puedo aguantarlo.

El otro día, el sábado, Carmen y yo estábamos tomándonos un delicioso kebab en un bar-restaurante posiblemente turco de la plaza de Ópera cuando se acercó y entró una mujer (asumo que era tal) acompañada hasta decir custodiada por un grupo de 3 hombres que la flanqueaban bajo la negritud infinita de esa maldita prenda.

No podía dejar de mirarla. No podía dejar de sentir que se estaba cometiendo un atentado delante de mis narices y que yo no estaba haciendo nada por evitarlo. No quería seguir allí y trataba, no obstante, de intentar comprenderlo, buscar una razón para tolerarlo, para admitirlo… pero no la encuentro. No la puedo encontrar. Y ya no deseo hacerlo.

No se trata, tampoco, de decir que se vayan a su tierra… pues para mí esto no tiene mucho sentido, podría ser española, ser fan de la roja… y aun así, me daría igual, no lo soporto. No es su nacionalidad (que no sé) ni su religión, sino la sumisión que supone, la aceptación de la desigualdad como algo inherente al ser humano y su distribución en géneros, donde uno de ellos queda completamente invisible… opacado por el negro más negro que concebirse pueda.

Por más que intento divertirme imaginando que es un lugar perfecto para un transexual que no desee salir del armario, o para un hombre que desee ser ignorado, o para cualquiera que desee mantener un anonimato oscuro, por más que piense en la poca imaginación que deben tener los que aducen que, de este modo, se reduce la sugestión carnal, la seducción por los encantos naturales de la mujer… yo pienso, al contrario, en ricos encajes y otros aperos fetichistas bajo la carcasa muerta.

He llegado a concebir hasta desear diseñar un burka que no deje ver el pelo, que no deje ver la piel… pero que los 2 agujeros que tenga sean sádicos en un sentido literario de la palabra.

Pero, por más que lo intento, no dejo de ver un problema, no ya de integración, sino de violencia y sometimiento, de esclavitud, de agresión… más o menos consentida, pero agresión, discriminación, violación de derechos… No deseo soportarlo.

¿Significa esto que creo que en la sociedad occidental (cultura occidental: vinculada a la evolución del cristianismo, atravesado del laicismo ilustrado, aunque en menor medida de lo que yo desearía) no hay discriminación?

En absoluto. También hay discriminación, hay sumisiones, hay violencia de género… pero la medida es diferente y, además, se tiende a ver como una cuestión a reducir… o eso espero.

¿Es esto un problema de integración cultural?

Bufff… ¡pues no nos queda nada!

Pudor

No se puede hablar de A
porque podría enfadarse B
si sabe que le cuento C
a D.

No conviene contarle a E
lo que sabes de F
porque G
podría acabar sabiendo H
por intermediación de I.

Es mejor que no digas que J
visita un K
ante el riesgo de que su L
te diga que eres un M.

Ni se te ocurra mencionar que N
tiene a su Ñ
con un tremendo O
en el P
porque dañarías a Q
y perderías para siempre la confianza de R
que vería en ese S
un símbolo de tu T.

Es mejor que pienses en otra cosa mientras U
te detalla información sobre su V
que no has pedido y sabes que puedes acabar contando a W
sin darte cuenta de que X
no piensa lo mismo de Y
y acabar siendo para tus amistades un definitivo Z.

Hambre

El hambre en el mundo

Hoy Iñaki Gabilondo centraba su comentario del día en torno al Hambre en el Mundo. Da cifras (y letras). Es descorazonador, desgarrador, pero preclaro. Conecta esta situación con la que vivimos en la famosa crisis financiera, habla de la posibilidad de resolver este problema y de que está, por primera vez en la historia de la humanidad, a nuestro alcance.

Y sigue pareciéndome tan lúcido como cuando veía sus entrevistas políticas en CNN+. Antes de que el canal fuese sustituido por la emisión ininterrumpida del programa El gran hermano. Y no pasó nada. Entonces no pasó nada y ahora tampoco.

Me canso de los códigos del Tango y dejo de ir a las milongas; es algo que puedo hacer, porque nadie me obliga a vivir en ellas, pero ¿qué ocurre cuando me canso de vivir en un mundo con unos códigos, unas prioridades que, como dice Iñaki, parecen locura absoluta? ¿qué lugar hay para poder evadirse?

Mientras, cada día me horroriza más esta frivolidad con la que tratamos el tema manido de esta década: la crisis, una crisis que ni mucho menos es de subsistencia, sino más bien de niños pijos acostumbrados a tener de todo. Hemos luchado para conseguirlo, pero también cabría comenzar a recordar a base de qué lo mantenemos. ¿No es cierto que, en parte, este sistema necesita la desigualdad para generar incentivos? Es la bandera que se enarbola contra comunismos aparentemente trasnochados constantemente, como si fuesen el infierno de lo posible… Mientras, cada día vemos que este sistema (¿capitalista?) es un sistema diabólico, perverso, que se alimenta de nuestra sangre y nos obliga a alimentarnos de las sangres de otros, como si de una película de zombies se tratase o una de vampiros.

Siempre me dieron mucho miedo las películas de vampiros. Mi amiga Aída se ríe de mí cuando le cuento que no soy capaz de ver la película dirigida por Coppola sobre el más famoso de ellos. Pero lo que más me aterraba era que me pudiesen morder y, así, convertirme en uno de ellos, en un vampiro que necesitaría alimentarse de la sangre de los demás, convirtiéndolos a su vez en otros vampiros que se alimentasen de las sangres de otros… y así hasta ocupar el planeta completamente.

No me di cuenta de que yo ya era un vampiro, de que ya había sido mordido por otros que a su vez lo habían sido por otros… y que llevaba dentro de mí la necesidad de seguir perpetuando este sistema perverso para poder vivir, para poder pervivir.

Cuando leí Los Cantos de Maldoror, ese libro apasionante del Conde de Lautreamont, no pude evitar sentirme identificado, en lo más profundo de mi ser, con ese Maldoror vampiresco, pero con una angustia existencial y un sentimiento de soledad tan profundo como consciente de su carácter perverso irremediablemente. (Hoy día es posible que ese libro fuese censurado por la iglesia católica, pero esto y Krahe no vienen al caso en esta ocasión)

Ser antisistema dentro del sistema es tan absurdo…

Educación Pública en Huelga

Estoy harto de hablar de educación pública y de sanidad pública.

Ahí radica el problema de fondo del porqué se dejan deteriorar, se comercializa con ellas, se desprestigian, etc.

¿Cuál sería el panorama si no existiese otra que la pública?

Para mí hay algo con lo que no se debería comercializar, que no debería ser manejado por un sector oportunista como lo es por naturaleza el mercadeo capitalista. Fue un avance social ingente lograr que la educación cubriese a la totalidad de la población de un país o que la educación tuviese una cobertura también completa, salvo algunos sectores nunca considerados de extrema necesidad, como la oftalmología o el cuidado dental.

Vale, asumamos unas limitaciones… vale, aceptemos que todo lo demás se compre y se venda… casi hasta los políticos… pero la educación y la sanidad deberían ser siempre públicos y exclusivamente públicos.

Aquí está el quid de la cuestión, la base del problema: mientras exista cohabitación entre lo público y lo privado, entre el bien público y el bien personal derivado del enriquecimiento de unos pocos a costa de algo que no debería ser rentable, sino beneficioso, estas prestaciones serán, como todas las demás, puestas en el juego peligroso de la especulación derivada de la adquisición y explotación de estos servicios básicos para el funcionamiento de una sociedad pretendidamente igualitaria

Mientras fomente la división de la sociedad en dos clases sociales de pudientes y no pudientes, lo que hará será fomentar una brecha que acabará generando conflictos inevitables y catastróficos, odios intrasociales, fragmentando a la población en los dueños y los adueñados, los amos y los esclavos, patricios y plebeyos, las castas que siglos de revoluciones sociales habían conseguido ir paliando seguirán siendo irreconciliables.

Está claro que se aducirá que la igualdad no es natural, que los seres humanos nunca han logrado la igualdad plena de oportunidades, pero lo que viene siendo habitual es que nos olvidemos, para lo que nos da la real gana, de que el ser humano vive de espaldas a lo natural en todo lo demás. También en esto, y no es necesariamente malo, tan solo es una prueba de que es un animal que genera un entorno demasiado sofisticado alrededor suyo como para dejarlo al libre fluir de su naturaleza: nos vestimos, viajamos en coches, llamamos con teléfonos, como si fuese natural… pero en lo referente a lo social, defendemos volver a una naturaleza, pretendidamente cruel y de la que nos libramos en cuanto nos hace la vida más incómoda.

Es mentira: no es natural al ser humano no buscar reducir la desigualdad social dentro de sus sociedades más o menos artificiales o culturales, es algo que se elige, que se elige como sociedad, pues estas se comportan como individuos más o menos conformados por células humanas más o menos unidas entre sí y que han ido encontrando su lugar especializado en estos cuerpos complejos que requieren un enmarañado manojo de relaciones intrasociales para mantenerse en pie.

Sí, se puede elegir otro modelo; sí, se puede apostar por una sociedad dividida en castas, sí, se puede fragmentar la sociedad en pudientes y no pudientes, en amos y esclavos…

Pero esta es la voluntad de los recortes en educación, en sanidad, no es ni más ni menos que la de privilegiar a los pudientes y desprivilegiar a los no pudientes. Se miente diciendo que de una casta se podrá pasar a otra, que después habrá igualdad de oportunidades, pero eso es una auténtica falacia que se cae por su propio peso en cuanto es analizada… por quien puede, y no quiere, claro.

Hay voraces tiburones a la espera de comerse el negocio que hemos pagado y puesto en pie a lo largo de décadas de pagos de impuestos que no serán devueltos, puesto que no es gratis, la educación y la sanidad públicas no son gratuitas, cuestan mucho dinero y se mantiene de tasas que, presuntamente, se reparten de manera solidaria y equitativa, pagándose proporcionalmente a la renta de cada cual (idealmente).

Se aduce que es necesario el efectivo que ahora mismo cuesta mantener esas prestaciones, pero se olvida que es dinero que se logra mediante impuestos directos que podrían incrementarse para lograr esa mayor cobertura, reduciendo lo que tendrían que pagar las clases pudientes por mantener segregados a sus hijos en caros colegios, pero se perdería la ventaja que obtienen de la propia segregación. Es un modelo que apostaría por reducir la brecha social… pero no se quiere hacer!

¿Qué pasaría si la educación privada y la sanidad privada no existiesen?

Si estuviese prohibido especular con estas materias, movimiento social que no se acabó de dar correctamente, nadie desearía que se desprestigiaran, nadie en absoluto. Si los hijos de los políticos, de los banqueros, de los monarcas, de los curas… se sentasen en las mismas aulas que los hijos de los informáticos, de los teleoperadores, de los obreros de la construcción, de los camareros (y todas sus correspondientes formas femeninas), todos desearían que fuesen de la más alta calidad.

Y aún así no existiría igualdad plena de oportunidades: yo doy clases particulares a pudientes, claro está que esto ya hace diferencias, pero además, sus puestos de trabajo serían más accesibles por los contactos de sus ancestros, pues el nepotismo es, casi, inevitable (al menos en un sistema económico que la necesita para su funcionamiento)… pero la brecha se reduciría, se potenciaría la solidaridad, como si fuese un valor no solo de salón, no solo para desgravar en la declaración de la renta…

E igualmente en sanidad, si el más alto mandatario tuviese que seguir los trámites que todos tenemos que seguir para ser tratados en la asistencia pública, desearía que fuesen los más livianos posibles y trataría de mejorarlos y jamás en reducir su calidad ni en desprestigiarla para que fuese materia deseada por los buitres carroñeros (con todo mi respeto para los buitres) de los especuladores que, una vez dirigiendo la prestación correspondiente (sanitaria o educacional), tienen como único interés su enriquecimiento personal.

No lo olvidemos: no es una cuestión de público o privado, sino de modelo igualitarista frente a modelo segregador.

El problema del abusón

Sé que he escrito sobre este tema hace algún tiempo en el blog, pero no consigo encontrar la entrada en la que lo menciono. Hoy, hablando con mi querida amiga Susana, de quien valoro enormemente su opinión, le comentaba que tenía un tema no resuelto y que me abocaba a pensamientos que justificaban o, cuando menos, se mostraban comprensivos con la violencia y la resolución de problemas de violencia mediante el empleo de la misma.

Hablábamos de política, de cómo unos cuantos parecen estar imponiendo a los demás su dictado por la fuerza. Hablábamos de una posible élite de dirigentes del mundo en la sombra que hacen y deshacen a voluntad y de si había o no forma de evitarlo, revertirlo… Pero, de una manera simple, podía verse como lo que yo llamo «el problema del abusón»:

Una persona se cuela en una fila delante del lugar que ocupo y no está dispuesta a dialogar.

(Si estuviese dispuesta a dialogar, la cuestión sería argumental, casi incluso retórica. No entro en ese caso en esta ocasión: No está dispuesta a dialogar).

Opciones que veo como reacción a esa acción:

1.- Ponerse delante de esa persona. (Sin entrar a valorar que quizá con ello también me esté poniendo delante de otros que no habían vulnerado los derechos asumidos por mi ubicación). Sitúa el problema en:
1.1.- Vuelve a colarse (y entro en un bucle).
1.2.- No vuelve a colarse. ¿Se habría resuelto el problema?

2.- Recurrir a una autoridad que organice filas. Depositando en un tercero la capacidad para dirimir conflictos, algo en lo que se basa el contrato social, la fundación de estados de derecho y que, usado en demasía, lleva a eliminar la capacidad de los seres humanos para fomentar el diálogo (y la tolerancia) para afrontar la resolución de conflictos. En ausencia de esa autoridad reconocida por ambas partes, el problema permanece inalterado y volvemos a empezar.

3.- Dejar que lo resuelva la violencia.
3.1.- Suponer que soy más fuerte. Obligando a someterse a mis dictados. No me gusta someter.
3.2.- Suponer que no soy más fuerte. Someterse. No me gusta someterme.

(Los puntos 3.1 y 3.2, en principio, me parecen absolutamente equivalentes, simétricos, simplemente son las 2 caras de una misma moneda: resolverlo a ostias, donde gana el más fuerte físicamente… En resumen: una animalada incivilizada).

4.- Abandonar la fila y desistir de aquello que anhelaba lograr. Responsabilizando, en parte, a los organizadores de la fila de su falta de autoridad para dirimir problemas derivados de su estructura.

Aunque parezca increíble, no se me ocurren muchos más puntos. Como decía Susana, esto no es un indicativo de que no haya más soluciones, sino de que no las vemos. Estoy de acuerdo. Pero por más que las pienso, no se me ocurren y me angustia no tener una solución para un problema que parece estar bien definido.

Lanzaría un cuestionario en FaceBook a ver si alguien tiene alguna idea, pero tener que responder a todos los que responderán, así como temer que muchas de esas respuestas me puedan parecer tan desagradables como para romper alguna que otra relación, me desaniman de intentarlo.

Se lo preguntaré (enviando este texto por email) a algunos allegados…

Se cree que los elefantes sienten pena

¿Qué mejora evolutiva ha llevado a algunos animales, entro otros, los humanos, a sentir pena?

Hoy estaba viendo un documental sobre la fauna africana, en la que hablaban de la eterna historia de la supervivencia, en la que los depredadores depredan y los depredados sirven de alimento. Como humano, siento estar más cerca de los depredadores que de los depredados, pero es incorrecto, no soy ni uno ni otro. Debería ser recolector, debería ser racional consumidor de recursos. Eso es lo que nos ha permitido, para bien y/o para mal, crecer como especia hasta aniquilar tantas otras que da miedo pensarlo.

Sé que los elefantes tienen famosos cementerios, lo que indica una especie de comprensión del concepto de muerte, incluso, podríamos pensar en si existe una conciencia del ser, pero que además sientan pena por el fallecimiento de uno de su especie es algo más… ¿humano? Qué pocas palabras tenemos para expresar la ternura.

¿Por qué la pena? ¿qué avance como especie resulta de llorarle a un cadáver? ¿y la risa? Sé que Bergson escribió un aburridísimo tratado sobre la risa, que recuerdo con pavor, como una de las lecturas más áridas que haya leído nunca, pero no recuerdo haber encontrado un libro en el que se explique porqué la pena es buena para la especie. Seguro que lo hay, simplemente, aún no lo he encontrado, salvo manadas de poemas…

Hoy no quería escribir (hacer puente sanis(h)ídrico), pero no quería dejar de contar esta reflexión elefantiana en estos tiempos en los que los elefantes son noticia monárquica…

Esto no es una broma