Densidad

Está claro que alguien ha descubierto la densidad. Es más, incluso han descubierto que el peso no tiene nada que ver con el reparto de la masa en un cuerpo de dimensiones variables. Empieza una nueva carrera de publicidad para vender servicios y productos adelgazantes, porque de lo que se trata es de adelgazar… no, matizo: se trata de estar guapo… no, matizo: se trata de gustar… no, matizo: se trata de creer que se gusta a los demás… no, matizo: se trata de lograr el éxito… aunque ese éxito sea engañoso, superficial, externo, infantil.

Obviamente esa doctora de ojos tan azules como los fremen de Dune, Ojos azules de Fremen de DUNE nos mira dándonos su teléfono, cuando no será ella quien nos atienda, ni al teléfono ni en persona. Al lado, un sugerente pareo nos deja imaginar ese oscuro objeto de deseo. Así que deseamos ir a esa clínica de blancos y azules, casi como una convención del partido demócrata estadounidense, casi como una inferfaz de red social. Todo muy limpio y aséptico, quirúrjicamente probado.

Yo siempre he dicho que no me peso desde que tenía catorce años. No sé si es cierto o una exageración, lo que es verdad es que me importa muy poco mi peso. Depende, entre otras cosas, de la distancia al centro de la Tierra, de la masa de la misma y de factores que poco o nada puedo controlar. Si hubiese un medidor de masa podría ser otra cosa, pero habría otros factores a tener en cuenta y sobre los que no quiero incidir como son la composición química de la materia que me compone, ese puñado de átomos que se unen en moléculas y macromoléculas llamadas células que, aglutinadas en tejidos, van conformándome hasta darme una silueta más o menes reconocible como mi cuerpo.

Me preocupa mi vida, vivir feliz, vivir siempre observando la pregunta de si hacerlo merece o no la pena. Lo demás, si peso más o menos, si, a la altura de mi barriguita, mi perfil tiene más o menos centímetros de perímetro, si mis glúteos están a una determinada altura del suelo o a otra, me importa un pito, como diría Oliverio.

Por cierto, la relación entre la masa y el volumen que ocupa esa forma, ese cuerpo, se llama densidad:

densidad. (Del lat. densitas, -atis). 1. f. Cualidad de denso. 2. f. Fís. Magnitud que expresa la relación entre la masa y el volumen de un cuerpo. Su unidad en el Sistema Internacional es el kilogramo por metro cúbico (kg/m3). 3. f. Fotogr. En una emulsión fotográfica, ennegrecimiento de la imagen, proporcional a la cantidad de luz a la que esta ha sido expuesta. 4. f. Inform. Número de bites que puede registrarse en un sistema de almacenamiento de memoria. ~ de población. 1. f. Número de individuos de la misma especie que viven por unidad de superficie. ~ óptica. 1. f. Fís. Grado de absorción de la luz por un medio transparente.

No creo que trate de esto esta publicidad, sino de la redistribución de la masa en el espacio, siguiendo un patrón más o menos acordado como armónico o bello. Y digo más o menos porque no está claro que esa belleza sea la Belleza deseable. Siempre me gustará más una sonrisa que una cadera. Sé que no me creerá casi nadie, sé que puedo volver la cabeza ante una mujer de curvas atractivas, pero sé que si no hay una sonrisa en su cara, si no hay una mirada cómplice, si no hay una persona detrás de esa figura, no me atraerá más que una figurita de Lladró.

Y, como con las figuritas de Lladró, me darán unas ganas terribles de destrozarla.

Pero, antes de que se sospeche de mi implicación en la muerte de alguna damisela más o menos sexy, añadiré que esto es solo un deseo fantasioso, no un deseo real.

¿Para cuando una clínica que ayude a estar bien con uno mismo o con una misma tal cual se es? ¿Es quizá un problema el hecho de que esto es más difícil de vender? ¿Es algo que han incorporado en su portfolio los psicólogos o terepeutas en su discurso de autoaceptación? ¿Debe haber mercado para todos los negocios? ¿Puede la publicidad utilizar cualquier medio para lograr su fin?

Creo que, en lo que concerniente a esta última pregunta, la respuesta debería ser un claro no.

Pero también creo que las personas deben aprender a responsabilizarse ante los estímulos publicitarios, protegiéndose de prácticas agresivas y manipuladoras, pero no sólo ante la publicidad, sino ante todos esos intentos de manipulación, de influencia más allá de lo razonable que nuestro entorno genera. ¿Cuál es el límite? Cada cual debe poner el suyo, pero debe enseñarse a poner esos límites. Debe abrirse un debate acerca del hecho de que cada cual puede (pero debe) regular cuánto y cómo se deja manipular, cada cual puede (y debe) ser consciente del intento de manipulación por parte de ese entorno y los medios que se poseen para mantenerse parcialmente independiente, con un criterio propio, formado dentro de una sociedad, claro, pero al mismo tiempo individual, autoconsciente, responsable y adulto.

Señoras y señores, les llamo a que piensen cuando miren, dejen de ser borregos, con esa mirada prematadero que presentan constantemente los bovinos, les conmino a responsabilizarse de sus actos, a autoanalizar sus decisiones, a saber los límites individuales que lo delimitan como persona, a conocerse, a reconocerse. No puede pasar más tiempo, el mundo entero está necesitando este cambio de actitud, en política, en sociedad y conciencia social, en relación de pareja o interpersonal varia, en mercado laboral, en economía, en cualquier actividad humana, en general y en particular para cada uno y cada una de nosotros y nosotras.

¡Basta ya! ¡Te toca ser persona!

Hay que matarlos o algo peor

La ira es muy mala consejera. Cuando se instala en las instituciones es tremenda y conduce a dictaduras más o menos salvajes. Cuando se instala en la gente, en la sociedad, se obtiene un grado de violencia en el ambiente que hace que la convivencia sea siempre agresiva.

Ayer una persona a la que admiro desde el punto de vista artístico se vanagloriaba de haber participado en una cacerolada que había terminado por impedir que los candidatos del partido popular pudieran celebrar un mitin en Lavapiés. Se alegraba del hecho de que había sido necesaria la intervención de la policía para que los desalojasen de allí, a los señores del PP, más o menos indeseables.

Lo puso en su muro de facebook como algo de lo que sentirse orgullosa y muchos incluso la felicitaron por ello, se congratularon y yo no quise (llámame cobarde) entrar en la polémica (sería el único polemizando) diciendo que no me parecía correcto ese comportamiento.

Que no simpatizo con el PP es algo que no creo que tenga que demostrar, pero que no me gusta evitar su discurso con la violencia no creo que sea algo que tenga que defender. Debería ser evidente que la violencia no fomenta el debate, el sano ejercicio de escuchar, discernir, criticar y, finalmente, elegir la opción más deseable para cada uno. Es un cierto relativismo moral, claro, pero es inherente al buen funcionamiento de la democracia.

Si no hay relativismo moral, si una de las opciones es correcta y las otras incorrectas, si una es buena de manera absoluta, la democracia es un error. Se trataría de llevar a cabo un trabajo dialéctico-lógico que dedujese cuál es la única elección correcta y terminar con el asunto.

Soy demócrata incluso para creer que puede estar equivocada la mayoría, pero ese error está en su capacidad para ser libres, para decidir, incluso aunque me parezca que se equivocan, pero arrogarme la sensación de que yo no puedo ser quien está equivocado me parece tan peligroso como que otros se equivoquen.

Libertad, libertad, sin ira hay libertad…

rezaba una canción de mi juventud de Jarcha que adoré durante décadas. Aún la escucho, ahora gracias a Spotify, de momento. Y es que es así de cierto: es preciso dejar de lado la ira para permitir el libre ejercicio de los derechos de los demás, por más que creamos que no hacen lo correcto. Sin ira será posible la libertad, pero la ira se ha ido instalando en la sociedad ayudada por los discursos patéticos de los partidos políticos actuales que saben que la ira es más vistosa que el discurso, saben que tienen que ser espectaculares y no únicamente coherentes o éticos.

Su única ambición (y puede que incluso siendo bienpensado sea de buena fe) es alcanzar el poder y para ello, en este mundo mediatizado en el que nos toca vivir, es preciso ser escandaloso, ruidoso, mucho más que los demás, hacer más y más ruido, gritar más alto… pero esto no es política (al menos no ideológica) y cuando la oposición a uno de los partidos que más hace esto lo hace también, siento que se ha entrado al trapo de la demagogia, de la violencia barata y callejera, de las verduleras, de la que hace el PP.

Ahora hay un terremoto en Lorca y todos van a fotografiarse en la zona. Y tienen la desfachatez de decir que han suspendido los actos de campaña. Pero ¿a quién pretenden mentir? Todo lo que hace un político es buscando electorado. Incluso cuando dicen que han dejado de buscar electores. Es su trabajo y entiendo que lo hagan, pero no nos insulten diciendo que no lo hacen. No nos mientan.

Ah, se me olvidaba, es preciso mentir para que salga un discurso creíble.
No se trata de conseguir un discurso cierto, sino verosimil.

Es como en cine, el maquillaje se utiliza para lograr un efecto de naturalidad que no se tendría con la naturalidad de la piel sin maquillar (error que cometen los fundamentalistas de cine europeo con frecuencia).

Resumiendo: me habría gustado que a esos mitineros del PP les hubieran, simple y sencillamente, ignorado hasta el punto de que hubiesen sabido que lo que dicen no convence, que lo que pretenden no interesa, que no serán votados. No me ha gustado que a esos mitineros demagogos se les haya tratado con la demagogia del ruido.

Ruido x Ruido = Ruido al cuadrado.

Pego la letra de la canción para que quede aquí, por si alguien en Internet… mientras se pueda, la busca y quiere tenerla.

Libertad sin ira

Dicen los viejos que en este país
hubo una guerra,
que hay dos Españas que guardan aún
el rencor de viejas deudas;

dicen los viejos que este país necesita
palo largo y mano dura
para evitar lo peor.

Pero yo sólo he visto gente
que sufre y calla, dolor y miedo,
gente que sólo desea
su pan, su hembra y la fiesta en paz.

Libertad, libertad
sin ira libertad,
guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad,
sin ira libertad,
y si no la hay sin duda la habrá.

Dicen los viejos que hacemos
lo que nos da la gana;
y no es posible que así pueda haber
gobierno que gobierne nada;

dicen los viejos que no se nos dé rienda suelta,
que todos aquí llevamos
la violencia a flor de piel.

Pero yo sólo he visto gente
muy obediente, hasta en la cama
gente que tan sólo pide
vivir su vida, sin más mentiras y en paz…

Libertad, libertad
sin ira libertad,
guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad,
sin ira libertad,
y si no la hay sin duda la habrá.

Los periódicos

Parece que estar a la última en la información aporta una sensación de pertenencia a la sociedad, al grupo, a la tribu, a la nación, a lo que sea que se quiera pertenecer. Y digo parece porque no es real, es sólo una ilusión, como la perspectiva que, paradójicamente, resta perspectiva: hace tener una mirada tan focal que nos olvidamos de la imagen de fondo, como cuando un árbol no deja (y puede hacerlo) ver el bosque.
De cuando en cuando, conviene realizar el esfuerzo de alejarse de los árboles para ver el bosque.
No leer la prensa a diario debería ser una de las reglas básicas para todo individuo que desee tener una mirada global, integradora, que no se deje o no se quiera dejar llevar por los detalles. La mirada debe estar relajada para poder tomar altura, para poder clasificar en grandes bloques la información que se posee y, de esta manera, poder plantear estrategias de exposición de la misma.
En ocasiones algún periodista hace este trabajo, parcialmente, en reportajes más o menos totalizadores sobre un tema concreto, lo cual no deja de ser una contradicción, pero muy rara vez tienen la capacidad o la oportunidad de realizar un trabajo más… diría filosófico.
No sé si lo más correcto es filosófico, pero sí me parece que tiene que ver con eso, con el amor al conocimiento como humano y abstracto, general, ¿platónico?
El caso es que va siendo necesario el desarrollo de esa capacidad de mirada global, en un mundo complejo plagado de interrelaciones en el que no hay sistemas aislados, como les gusta tanto a los físicos y químicos, sino que todos los sistemas son parte de uno solo grande y global.
No se puede, por ejemplo, pensar en el asesinato de Osama bin Laden sin pensar en la disminución de velocidad máxima autorizada en las carreteras españolas. No se puede pensar en la ilegalización de Bildu sin hablar de la transición a la democracia y la recuperación de la memoria histórica e, incluso, la influencia de la reconquista en la radicalización del cristianismo en España. No se puede hablar de los rebeldes libios sin mencionar la banca china y su hegemonía mundial.
Como decían en una serie de televisión (Life) que me gustó bastante: todo está conectado.
Lo demás, es simplificar y, aunque, como diría George Perec «siempre hay que simplificar», la verdad es que en el complejo mundo que vivimos conviene ser consciente de que la simplificación significa inevitablemente un sesgo, una reducción de la información, a veces intencionado, a veces no, pero siempre una pérdida importante de conocimiento. En resumen, se trata de un acercamiento detallado a un árbol de un enorme bosque.

Estamos muy contentos porque Osama ha muerto

Nadie dice
durante un atentado
contra un edificio en un país
musulmán
han sido asesinados el dirigente de un grupo
organizado
(por los EEUU hace décadas para combatir, presuntamente, el auge del comunismo)
y que atentó o participó en la organización de atentados
contra las torres.
He oído en televisión
que se divide la tierra entre las
naciones civilizadas
que son aquellas que se alegrarán de que Osama haya muerto (haya sido matado, sería más correcto)
y naciones no civilizadas
que son aquellas en las que no se alegrarán de que a Osama le hayan matado.
Hummm….
parece que no se puede estar en una nación
civilizada
y no desear la muerte de nadie.
Aunque quizá tampoco se pueda estar en naciones
incivilizadas
sin ser radical.
Soy radical
¿?
No tengo claro qué soy
pero sí sé que no me gusta que nadie
se alegre
por la muerte
de otro ser humano
aunque se haya intentado
que ese ser humano
no parezca un ser humano
para poder matarlo
como solución a todos los males de la humanidad
como sacrificio azteca
o como montaje cinematográfico
digno de una
producción de serie
Bruckheimer.
Algún día harán una película
que espero que protagonice
Stallone
sobre esta interevención
y será tan bueno que
durante el asalto
tendrá tiempo de enamorarse
de la bellísima (e intrascendente)
piloto de helicóptero.
Y seguramente iré a verla
por los efectos especiales.
Así que estoy muy contento
porque los USA tengan una nueva razón
para hacer películas
que me gustan.
Qué bien, qué bien!
Qué cosas…

14 de abril de 2011

BanderaParece mentira que hayan pasado 80 años desde que España tuvo una Segunda República. Parece mentira que aquella durase, en paz, menos de 6 años. Parece mentira que después de ser depuesto el gobierno elegido democráticamente, la forma de gobierno anulada, la forma jurídica del estado violada, un señor y sus seguidores se mantuviera en el poder a golpe de dictado y armas durante 40 años. Parece mentira que ese mismo señor educase a quien le iba a suceder y decidiese que ese iba a ser un rey, otro señor que, por ser quien era, podía ser el representante de esta nación. Parece mentira que no se opusieran a que esto continuase siendo así después de la muerte de aquel que había violado la constitución española democráticamente elegida. Parece mentira que la transición fuese dictada por un muerto. Parece mentira que ese muerto dejase todo atado y bien atado. Parece mentira que la Ley de Memoria Histórica (LEY 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura) haya quedado en agua de borrajas y su principal adalid esté ahora enfrentándose a un juicio formal que va a terminar con su carrera. Parece mentira que hoy, después de 80 años, no sea fácil hablar de República en España. Parece mentira que la inmensa mayoría de la población que conozco admire al rey, a ese señor poseedor de algún tipo de origen divino que justifica su preeminencia por encima de otros españoles. Parece mentira que la República se siga viendo como algo problemático y no como algo que fue una solución: el problema vino después, pero pocos parecen querer darse cuenta. Parece mentira que no haya una nueva república, una definitiva república que permita que elijamos democráticamente a nuestro principal representante a nivel nacional. Parece mentira. Pero es verdad.
No estamos capacitados para tener una república. Eso exige una responsabilidad política y social que evitase poder atacar a nuestro representante como si fuese un trapo, faltarle al respeto. Pero claro, así es como tratamos a todos. A nuestros compañeros, a nuestros jefes, a nuestros subordinados, al señor que me atiende en el autobús, al que me da una barra de pan y a la señorita que intenta ganarse la vida vendiendo o alquilando su cuerpo.
No estamos capacitados para elegir con templanza, con raciocinio, con un mínimo de visión global, de perspectiva social e ideológica. No lo estamos porque durante 40 años un señor se encargó de convencernos de que era una mala idea gobernarnos a nosotros mismos porque éramos inherentemente malvados, mezquinos, ruines, torpes, incapaces en una palabra. Y parece mentira, pero es verdad, que consiguió convencernos.
Convenció a mis padres, a los padres de mis padres, a tus padres, a la inmensa mayoría de los padres de los que ahora ni tienen un mínimo de reflexión para evitar que se repitan esos patrones.
Parece mentira, pero no, no lo es.
Seguimos gobernados por una casta política que no cree necesario dar explicaciones porque los borregos a los que gobiernan estamos dispuestos a seguir siendo gobernados de esa manera. Lo único importante es que no nos falte pa comer. Y pa gastar en bares, qué lugares. Y en otros caprichos. Pero… ¿elegir la manera en la que queremos ser gobernados? No, nunca. ¿Qué importa?
Sí, flipante, decimos: ¿Qué importa?
Y seguimos adelante votando a corruptos, permitiendo abusos descarados de poder, permitiendo que los recuros sociales que, escasos, se fueron consiguiendo, sean desmantelados para proteger a quienes tenemos más. ¿Qué importa el futuro? Yo siempre tendré mucho. Yo soy rico. Al menos estoy entre los más ricos… hasta que no lo esté. Porque no lo estaré siempre. Parece mentira, pero esto también es verdad. Y se nos caerá el pelo.
Seguimos permitiendo que un señor por tener un ADN más o menos especial sea el representante de nuestra nación. Por la gracia de Dios, claro. Una, grande y libre. Sí… mucho.
Esto es para mear y no echar gota!
Pero es verdad, verdad de la buena.
Así somos.
Quizá por esto tengo algo de esperanza depositada en la transformación que nos obligará a realizar la depresión económica en la que vamos a entrar tras la asunción de que esto no es una crisis. Quizá por eso espero que Europa renazca como un nuevo modelo político, como una aglomeración cultural, económica y social, federada y capaz de erigirse en referente político del mundo, de un mundo que se ha quedado sin referentes, de un mundo que no cree en utopías y avanza como topos bajo el sol.
No tengo muchas esperanzas en una III República, bastante improbable, pero sí algunas en la necesidad que vamos a ir teniendo de acercarnos, de unirnos, de formar parte de algo más grande que este pedazo de tierra que un señor llamado Francisco tuvo el gusto de regir durante 4 décadas malditas de nuestra historia. Historia no revisada, historia putrefacta, mal cicatrizada, que necesita una operación porque hace tiempo que se ha convertido en crónica.
Estamos enfermos de dictadura.
La monarquía incuestionada es sólo un síntoma.
Qué pena.

Antisemitismo

Leo con frecuencia (esta vez en El País) que el antisemitismo está aumentando a raíz de la crisis económica, así como que los antisemitas están más localizados a la izquierda del espectro ideológico español.
Me inquieta pensar que, detrás de esto, haya un problema político más que racial encubierto de problema racista.
Para empezar, no vendría mal hacer algunas aclaraciones al respecto: En primer lugar, semita es una denominación de un conjunto de pueblos que tienen el común, principalmente, el pertenecer a una misma familia lingüística.

Familias Lingüisticas Semitas
semitas

En segundo lugar, los hebreos están dispersos por el mundo y los Israelitas son un país. Habría que diferenciar entre el odio posible a los judíos, que, como señala el artículo, no podemos distinguir, del declarado odio o manifestaciones contrarias al estado de Israel. Pero esto también tiene palabra para designarlo sin problemas: antisionista.
Es más, incluso habría que poder distinguir entre aquellos que están en contra de la existencia de un estado confesional hebreo y aquellos que están en contra de lo que tal estado está realizando a su alrededor para mantener un estatus-quo claramente insostenible, por supuesto, con la aquiescencia o incluso el apoyo de los gobiernos occidentales interesados en perpetuar un conflicto que permita enfrentar naciones o religiones para lograr una demanda de compra de armamentos y garantías bélicas que equilibren la balanza comercial de los consumidores y los productores principales de petroleo.
Cuando se utiliza la palabra antisemita actualmente se tiende (y creo que intencionadamente) a confundir estos términos con el fin de que nadie pueda declararse antisemita por antijudío, ni siquiera por antisionista y, de este modo, reducir las manifestaciones contrarias al régimen del gobierno israelí.
Pero, si usásemos la palabra antisemita en su sentido más etimológico, cabría decir que España es uno de los países más antisemitas que hay, teniendo en cuenta que el desprecio a lo árabe es tal que no queremos reconocer, ni siquiera, nuestra herencia, semítica por partida doble, más allá de un tímido intento realizado en esa «alianza de las civilizaciones» que no atrae ni mínimamente el interés ni la empatía de una minoría de los españoles.
Así que, ¿somos antisemitas? Sí, pero no antijudíos. ¿Antisionistas? No, pero sí contrarios al gobierno israelí, al menos formalmente. Es decir, queda bien criticar (es políticamente correcto) el integrismo hebreo del estado de Israel, pero lo apoyamos completamente de manera soterrada en su política de aplastamiento del enemigo árabe.
Si no usamos las palabras con precisión, nunca podremos definirnos.
Si es preciso, deberíamos dejar de definir las palabras con imprecisión, con generalidad, por costumbre, para, quizá, ser menos manejables.

El piropo

He leído un artículo sobre el piropo y su posible obsolescencia pero centrado principalmente en el piropo como algo que le dice el hombre a la mujer y en relación a su físico.
Antes de empezar, haré una aclaración: para mí piropo es una lisonja que se realiza por parte de un hombre o una mujer a un hombre o una mujer. Por tanto, piropeador es aquel o aquella que piropea y piropeado es aquel o aquella que recibe la lisonja.
Esto implica que deberíamos analizar el porqué está aclaración es importante: desprovisto de su, habitualmente, carácter sexista, disminuye o, al menos, se focaliza el conflicto que pueda derivar de su uso.
Tengo la impresión de que hay varios factores a considerar que han sido poco tratados o nada.
Por supuesto, hay muchas ocasiones en las que el tono del piropo o lisonja no resulta agradable a quien lo recibe. Esto es bastante simple de erradicar, ante un piropo ofensivo, preguntar al piropeador si lo diría a algún familiar o si le resultaría agradable que se lo dijesen. Por otro lado, quien lo recibe, puede bien hacer uso del derecho de réplica o del, más saludable, recurso de ignorar a quien lo profiere.
Esto no quita que me parezca patético saber que muchos de estos piropos no tienen como verdadero objetivo lisonjear a quien lo recibe, sino demostrar el poder de quien lo profiere. En casos donde esta demostración de poder es para demostrar una inseguridad, una impotencia, un miedo, es en los grupos, pero los grupos tienen una dinámica que hace que no quiera tratar del piropo que procede de alguien de un grupo o de un grupo al completo puesto que, en el fondo, no buscan la simple y sencilla lisonja, sino otra cuestión.
Cuando alguien se siente insultado o insultada, hay muchas formas de actuar, pero siempre recomendaré aquellas que no impliquen violencia. El problema no es tan simple, puesto que en muchas ocasiones se trata de situaciones de diferencia de categoría entre personas que tienen algún tipo de vínculo contractual.
Por ejemplo, una persona no tiene derecho a decir cualquier salvajada que se le ocurra a su pareja, aunque, claro, también es verdad que la pareja en cuestión tiene todo el derecho del mundo, una vez infringido el contrato con el que se mantiene el respeto a romper la parte que le toque, por ejemplo, largándose con otra persona.
Esto también podría aplicarse en situaciones de entorno laboral, aunque aquí es más peliagudo, puesto que hay un desequilibrio habitual entre piropeador y piropeado. Rara vez el piropeador va a estar por debajo en el organigrama empresarial de aquella persona piropeada, obligando, de este modo, a no aceptar la simetría equitativa que, en justicia, hace o puede hacer de un piropo algo bello.
Quizá lo que más me molesta de los piropos es el hecho de fomentar la diferenciación de la validez de los distintos sexos, de modo que la mujer puede ser piropeada por su físico y rara vez por otras habilidades, salvo sorprendiéndose, y el hombre rara vez piropeado por su físico.
El artículo en cuestión apuntaba la general tendencia a considerar nefasto el insulto por sus habituales atributos y yo me planteo si el problema no es previo: es decir, los atributos son lo modificable, porque la naturaleza de estos atributos, tras los cuales hay una normalización de conductas inapropiadas es lo que es verdaderamente preocupante.
No me parece preocupante que se piropee a una mujer en la calle por parte de un hombre, si se normaliza el hecho de que un hombre sea piropeado por una mujer en la calle.
No me parece preocupante que se piropee a un empleado o una empleada, si se normaliza el hecho de que el empleado o la empleada puedan piropear a sus empleadores, aunque en este punto tengo la duda de si aún así me parece correcto, puesto que no hay simetría y se mezclan dos tipos de relaciones: la personal y la profesional.
No me parece preocupante que la base del piropo sea algo físico, superficial, si se normaliza el hecho de apreciar también de las personas otras cualidades menos obvias.
Me parece, sin embargo, preocupante, que pueda aprobarse una ley para abolir los piropos para no enfrentar estos problemas: que sigamos (hombres y mujeres) cosificando a las mujeres, que no respetemos o escuchemos a los otros, no aprendiendo nunca a convivir en sociedad sin dañarnos, que lo superficial se ataque sistemáticamente casi por una censura religiosa fundamentalista que nos dice que lo físico es malo, es carnal, es pecaminoso, y que debemos exclusivamente atender al ser humano en su faceta espiritual o, si es hombre, en su faceta intelectual; me parece preocupante que en el entorno profesional no se sea capaz de separar lo estrictamente profesional de lo personal y no establecer relaciones personales con quien no es preciso pues es interferir en una parte de su vida que no está o no debería estar puesta en términos de jerarquías laborales. Me preocupa que los hombres sientan en grupo la necesidad de afirmar su hombría comportándose como animales irracionales, orangutanes semidesarrollados que atentan contra todo lo que consideran inferior o, cuando menos, débil.
En resumen: me preocupa lo que hace que un piropo, en la mayoría de los casos, acabe por ser algo sucio; obligando a hombres y mujeres a desearse unos a otros sin poder manifestárselo más que con miradas soslayadas (léase reprimidas) en el vagón de un metro.

Herror con H es un doble error

¡Ay! Otra vez reclamando un poco de mejora de ortografía.
Qué aburrido. Pero es que me encuentro cosas como esta de que hay que reconocer los propios herrores y me hierbe la sangre. Casi me hierve. O me yerbe o me yierve o me ierve…
Debería relajarme. La ortografía no es tan importante, ni social ni económicamente.
La ortografía es sólo un síntoma (su descuido) de otros males que aquejan a la sociedad: el descuido generalizado por las formas, por la cortesía, por los convenios sociales, los contratos sociales, parafraseando a J. J. Rouseau. La falta de respeto a los espacios comunes que requieren una fuerte represión para el mantenimiento de unos mínimos aceptables de convivencia pacífica.
Sé que sólo es ortografía, pero denota una falta absoluta de interés por las palabras, por su carácter mediador, informador, poético, comunicativo en general, intensificándose su carácter insultante, agresivo, violento… que también pueden tener. Las palabras pueden serlo todo. Las palabras nos sirven para definirnos como humanos. La falta de ortografía dice bastante de nosotros como humanos.
Si descuidamos lo más básico que tenemos, el lenguaje, lo más sagrado y perfecto, ¿qué vamos a hacer con aquello que no consideremos tan importante?
Sánscrito significa cosa perfecta y no es para menos, una lengua indoeuropea que dio lugar a otras muchas y que permitió que infinidad de personas se comunicasen entre sí hablando, escribiendo, generando progreso (del bueno) y haciendo que la cultura tuviese un lugar en el que permanecer fijada. El lenguaje era soporte de cultura, como lo fue el Latín en muchas ocasiones.
Ahora parece que da igual. Las lenguas «vulgares» han caído en la peor acepción posible del significado de la palabra vulgar. Ya no «del vulgo» actual, sino «impropio de personas cultas o educadas». Es decir, la ortografía tiene algo que ver con la educación, con el respecto, con la tolerancia, con el cuidado del medio ambiente intelectual, el lugar en el que ocurre nuestro discurso y el de los otros.
Esto no implica que una lengua deba ser muerta para poder ser perfecta. Una lengua es más interesante si está viva, si acepta neologismos y transformaciones, pero una transformación no es un error o herror. Una lengua está para que la usemos y podamos hacer con ella lo que deseemos, pero cuando estamos en entornos coloquiales, es decir, de coloquio, de colectivo, debemos jugar con reglas aproximadamente comunes.
Si uno decide voluntariamente, en una obra poética por ejemplo, prescindir de las reglas ortográficas, está tomándose una licencia que, como artista, puede tomarse. También el receptor del mensaje poético en cuestión puede tomarse la licencia de no seguir leyendo. En ese contexto prima la libertad más allá de toda forma, de todo cuidado de lo público con el consiguiente cercenamiento de la libertad absoluta que tal cuidado requiere.
Por favor, no entiendas que soy un dogmático de la corrección ortográfica: todos cometemos errores o herrores, pero un poco de cuidado se agradece. Yo lo agradezco, al menos.
Por favor, si detectas fallos ortográficos en mis escritos (¡¡¡seguro que hay!!!) de este blog, no dudes en decírmelo. Lo agradeceré igualmente.

No te olvides de…

Haití
Japón
Chile
Irak
Afganistán
el 11 M
el 11 S
El hambre
La pobreza
La injusticia
El reparto desequilibrado de los medios de producción
La Guerra Civil Española y los 40 años posteriores de represión
El Holocausto
Gaza, Palestina y otros nuevos crímenes de lesa humanidad
Libia
Chad
Sudán
Somalia
El Apartheid
La prostitución no deseada: la trata de blancas
El maltrato infantil
La violencia de Género
El cambio climático y la desertización
Los desaparecidos de las dictaduras sudamericanas (con otro famoso 11 S)
El terrorismo
El paro
La crisis
La monarquía
El tsunami / los tsunamis
Los terremotos y maremotos, volcanes, cataclismos varios
La sequía y la inundación o las inundaciones
El SIDA
La homofobia
El racismo
La ley SINDE
La telebasura y el cine dogmático
El sueldo de los políticos
El caso Gürtel
El caso Filesa
El caso Rumasa y Nueva Rumasa y …
La entrada en la OTAN y las Bases Fuera
El 23 F
Las masacres de la Plaza de Tian’anmen y el Tibet
Chernobyl
Los cables de Wikileaks
El Katrina
El Prestige
El Golfo de México y BP



No te olvides de…
Sonreír

82 familias ricas

Hoy he leído en el capítulo dedicado a “La antropología de una sociedad industrial” del libro que estoy leyendo desde hace un par de semanas, que, según la revista Forbes de 1985, las 400 personas más ricas de EEUU son miembros de 82 familias, teniendo en su poder aproximadamente el 40,2% de todo el capital fijo, privado y no residencial del país.
Además, sostiene el libro que la acumulación de grandes fortunas en manos de unos privilegiados, o lo que él llama la concentración de la riqueza, va en aumento.
El libro no tenía en cuenta la aparición de los nuevos ricos como los derivados de las nuevas tecnologías (así Bill Gates, Steve Jobs, Mark Zuckerberg) pero en el fondo no importa. Tampoco importa mucho que ahora tengamos más españoles entre los famosos enumerados por el señor Steve Forbes, como por ejemplo al dueño de Zara y derivados, porque hablar de españoles es casi insultante.
Estos personajes, estas personas, están por encima de la ilusión mantenida como nación que se forjó allá por el siglo XV en occidente. Les importa poco estar entre los mortales, porque creen que su lugar es una especie de mundo paralelo en el que jugar con los demás como quien juega con marionetas.
Pero ni siquiera nosotros, los plebeyos, somos sus marionetas, no llegamos ni a ser las partículas del polvo adherido a las distintas partes de las prendas exteriores de las marionetas más pequeñas que poseen.
¿Qué puede hacer el polvo para alcanzar su autodeterminación, su libertad?
Es tan tentadora la sumisión.
Lo más gracioso, quizá, que me pasó leyendo también en un periódico lo del tal Amancio Ortega es que me ha dado penita. Una foto suya daba el aspecto de un señor gris, apagado, aburrido, triste y no creo que lo piense para consolarme. Es, sencillamente, lo que veo en su expresión. Por no hablar de la fotografía del hombre más rico, según este mismo listado, un tal Carlos Slim, con un extraño parecido a Torrente.
Bueno, estos pensamientos banales tan solo son escapes para no afrontar lo durísimo que me resulta aceptar las monstruosas desigualdades entre estas fortunas y la situación de la inmensa mayoría de la población mundial como algo justificable.
Y si después quieren convencerme de que he de entender reformas estructurales en el mercado laboral que repercutirán en mayores facilidades para los empresarios a la hora de adquirir mayores beneficios o, lo que es lo mismo, continuar y perpetuar un sistema que no ve escandaloso el aumento en la concentración de la riqueza, van a tener que esforzarse un poco más.
¿Quienes quieren?
No me gusta cuando se me cuelan, casi sin darme cuenta, impersonales terceras personas del plural. Había 82 familias en el 85 dominando el mundo, ¿Cuántas hay hoy?

Esto no es una broma