La Sexta Hora

Es el título de un libro de Helena Fernández-Cavada. Me la presentó una amiga para ver si podía ayudarla con la presentación, en Madrid, de su libro. Un libro artista de dibujo, aunque ha terminado por revelarse un poema, más que un libro de imágenes… claro que, puede ser que un libro de poemas también sea un libro de imágenes… pero esa es otra cuestión, incluso podría pensar en si los signos no son también imágenes. ¿Me estará influyendo mi propio monográfico de iniciación a la Poesía China?
Helena es una artista mexicana a quien apenas conozco y, sin embargo, me ofrecí a ayudarla. ¿Por qué?
El sábado 12 de febrero tengo la presentación de la primera novela de mi querido Chema Vega. Participo también como presentador. Le escribí el prólogo. ¿Por qué?
Bueno, en el caso de Chema, habitual alumno y exalumno de mis talleres de escritura, podría contestar que quizá me beneficia su crecimiento, que me nutre, que me retroalimenta, por decirlo así.
También estoy metido en la puesta en pie de la obra El Aumento, de George Perec, con varios de mis alumnos de un monográfico que organicé sobre OuLIPO. ¿Por qué?
No sé, la verdad es que no tengo ni idea de porqué es tan fácil que me apunte a cosas que no suelen ser remuneradas y que, en ocasiones, tan sólo me aportan un mínimo de prestigio. Podría vincularme con espacios o iniciativas como las que hace La Piscifactoría que coordinan eventos de gran envergadura en FNAC y sitios parecidos, podría dedicarme más focalmente a prepararme un material vendible, hacer que mis cursos fuesen competitivos, atractivos para el gran público, o buscar un público para ellos. Debería, quizá, olvidarme de tantas causas y generosos actos. Debería pensar más en mí.
Pero siento que pienso en mí cuando accedo a escribir el prólogo de Chema, cuando accedo a presentar la obra de Helena, cuando me lanzo a coordinar o dirigir el texto de Perec. Siento que crezco cuando hago esto. Y siento que es un crecimiento sincero, quizá pequeño, crecimiento pequeñín, casi imperceptible, pero seguro, desenfocado, disperso, pero crecimiento. Algo, por dentro, me dice que lo que hago mola. Sí, después de tantas palabras, es así de simple el tema: lo que hago, mola.
He disfrutado con el libro que me ha regalado Helena. Ha sido un gran placer y me siento honrado de haber sido elegido. Ah! Ahora no soy yo el que hace favores: me ha hecho el favor de permitirme ayudarla.
Disfruté ayer el ensayo de las lecturas de Perec. A veces me impaciento, a veces me pongo nervioso porque siento que no se lo toman en serio, como yo… y me olvido que no hay porqué tomárselo “en serio”. Se trata de disfrutar, de dejarse llevar, de hacer que el mundo sea un lugar mejor, sintiendo que el mundo es un buen lugar.
Sí, vivo algo disperso, pero se corresponde con mi forma de aprehender el mundo. Vivo disperso como el mundo. Vivo disperso porque sin dispersión, me resultaría aburrido vivir. Vivo disperso porque me interesan demasiadas cosas y otras que aún no conozco. Vivo disperso porque forma parte de mí, de mi mente, de mi idiosincrasia, de mi carácter. Vivo disperso y, al mismo tiempo, siento que ahí, justo ahí, decidí hace muchos años poner mi foco. Quizá, poco a poco, lo estoy consiguiendo.

También la lluvia

Hace un par de año, trabajando de crítico de cine, tuve la suerte de poder entrevistar personalmente a Iciar Bollaín. Me encantó poder hacerlo porque es una persona a quien admiro como creadora de un cine más que digno. Fue con motivo de Mataharis, de la que tuve que hacer la crítica, además. Película que puse por las nubes. Entonces me pagaban por escribir estos textos de opinión… pero los tiempos cambian.
El viernes por la noche, acompañado de Carmen y de mis amigos María y Jens, disfruté viendo su última película: También la lluvia. Es una producción intachable, de cuidado acabado y guión impresionante de su compañero sentimental Paul Laverty, un habitual del cine de Ken Loach. Interpretaciones formidables, espectacular Tosar, que convierte en oro todo lo que toca, pero, sin dudar, lo mejor de la película es su contenido ético.
Ambiguo, complejo, alejadísimo de simplezas maniqueas, la película plantea cuatro planos de conflictos éticos irresueltos.
Sin desvelar mucho del contenido del film, diré que el argumento es el de unos cineastas que ruedan una película en Bolivia sobre el descubrimiento de América y la explotación de los indígenas por Cristobal Colón, mientras se ven envueltos en la revolución de la llamada Guerra del Agua en el año 2000. Tiene fama de ser la primera revolución del SXXI. Una pequeña revolución, puede, pero significante.
Lo interesante es que, como dije, plantea cuatro, por lo menos, planos diferentes en los que existen diversos conflictos éticos: el primero de ellos, el evidente de la conquista, la explotación imperialista de unas tierras y de unas gentes a quienes a duras penas se les concedía el estatuto de personas. Pero también abre el debate, al menos es necesario abrirlo y mantenerlo abierto, del relativismo moral asociado al paso del tiempo.
En segundo lugar, los actuales indígenas explotados aún de la actual Bolivia que ven como se privatiza su bien más preciado: el agua. (En Madrid está a punto de pasar). Los malparados dueños del poder económico que tratan a las gentes de Bolivia poco más o menos como Colón, pero ahora ya no existe la excusa del relativismo moral asociado al paso del tiempo. Son de ahora y lo que están haciendo es inadmisible. Y el pueblo, capaz a pesar de su aparente falta de formación de organizarse políticamente para reclamar sus derechos mediante, incluso, la violencia: ¿Existirían otros mecanismos menos agresivos para no dejarse avasallar?
Pero aún hay más, con esta maravilla del cine dentro del cine como regalo, los directores y actores de la película que se está realizando, para denunciar la explotación y los abusos, caen en esos mismos abusos, pagando sueldos misérrimos a los extras que hacen de caribes, así como ignorando sus sensibilidades e, incluso, evitando mirar al conflicto actual que están teniendo, para y por el arte. ¿El arte puede ignorar el lugar en el que se encuentra? ¿Seguirá existiendo la película, como afirma el personaje-director, encarnado por Gael García Bernal, cuando el conflicto revolucionario haya sido olvidado?
Quizá esto es lo que se preguntó o respondió Iciar Bollaín que recupera el testigo de este personaje-director para dirigir una película en Bolivia sobre una película en Bolivia sobre la conquista de América.
Me pregunto (es inevitable hacerlo, supongo) si el trato que hizo de los indígenas fue más benévolo. He leído entrevistas de revistas especializadas y parece que sí, que, al menos (y lo creo dada su sensibilidad) más respetuoso con las personas que participan en la película.
Yo salí del cine sintiendo que no hago nada.
Salí con la sensación de saber que hay muchos conflictos y que la película los muestra con maestría. Pero también con la sensación de que cualquier actitud es justificable en un mundo tan complejo e interconectado. Siento que mi acción se limita a un ámbito tan pequeño que si no supiera de esta conexión sentiría un absoluto sentimiento de culpa, no ya de responsabilidad, que también.
Pude ver esta película gracias a que existe un desequilibrio internacional que permite que tenga más dinero del que necesito y ese “sobrante” lo uso en lujos intelectuales que otros intelectuales ruedan para que podamos sentirnos mejor con nuestra participación en la conciencia social mundial… vaya; que no tiro piedras contra nada ni nadie, que dejo que otros sigan siendo explotados, que dejo que el mundo siga yendo tan bien como nos va, tan mal como les va, que no hago nada más que pensar, hablar, quizá, incluso, hacer pensar y hacer hablar… pero de esta denuncia verbal casi no salgo. Intento vivir con integridad en mi entorno: no aprovecharme ni explotar a quienes tengo cerca en una confianza en esa interconexión de la que hablaba casi como si se tratase de la famosa mariposa del efecto en cuestión.
Pero sigo sintiendo impotencia, sigo sintiendo cierta falta de… No quiero decir compromiso, pero puede que sea esa la palabra. No sé, algo no hago bien… ¿y tú, cómo te sientes?

Esto no es una broma