Porcentajes

Encontrado este texto incrustado en una imagen en una red social, lo leo y resuelvo que es bastante acertado, aunque colocarlo en facebook no sea quizá la manera menos perversa de combatir lo que se denuncia.

No obstante, como todo en estas redes de incomunicación, ha desatado un pequeño debate que, ni mucho menos, estoy dispuesto a continuar. Tan sólo unos apuntes:

XXXXXXXX Dice:
Que estupidez más grande… EEUU cuenta con 769.000km2 de bosques naturales un 0,008% de toda su extensión y Rusia cuenta con 1.178.000km2 de bosques un 0,007% de su extensión.

YYYYYYYY Responde:
Creo que no has entendido lo que quiere decir. No habla de los bosques, sino más bien de la relación del capitalismo con la Ecología: nula relación, pues el capitalismo lo que busca es el beneficio económico, ningún otro.

Quería sumarme a lo dicho por YYYYYYYY, pero veo el ridículo de entablar batallas como esta en esos medios, así que me precipito a centrarme en otras cosas:

Si EEUU cuenta con 769.000 km2 bosques naturales de un total territorial de 9.147.593 km2, se trata de una fracción del 0,08406583, lo que aproximadamente equivale a un 8%, que es mil veces superior a los 0,008% que XXXXXXXX había dicho.

Si Rusia cuenta con 1.178.000 km2 bosques naturales de un total territorial de 17.125.191 km2, se trata de una fracción del 0,068787554, lo que aproximadamente equivale a un 7%, que es mil veces superior a los 0,007% que XXXXXXXX había dicho.

Es decir, que XXXXXXXX ha cometido dos errores de tres órdenes de magnitud en la medida: algo así como afirmar que yo mido más de mil quinientos metros de altura o «peso» más de 70 toneladas. Con alguien que comete estos errores, la compresión sobre lo que ese texto simplón incrustado en una imagen quieren decir, no es algo que se pueda dar por supuesta.

Pero ¿qué importa?

Nadie da importancia a las matemáticas. Al fin y al cabo, se trata de emitir opiniones basadas en vísceras, no en razonamientos. Cada día me parece más evidente. Y quizá no sea un problema. Siempre que nos reunamos con aquellas personas cuyas vísceras emitan los mismos gruñidos.

He perdido la utopía

He perdido la esperanza
la utopía
mientras buscaba una hoja arrancada
de ese libro de Tomás Moro
con el que agradecer la compra
de libros de Palabras Rotas.

He perdido la fe
en el ser humano
como vertebrador de cambios sociales
capaz de tender a convivencias
cuya ética sea la fraternidad
la igualdad
o la libertad
(sin que sea la poética).

He perdido la ingenuidad
necesaria para creer
que antes de que muera
se habrá alcanzado consenso
en torno a temas como el sinsentido de la monarquía
o la igualdad de derechos de todos los seres humanos
o la posibilidad de entendimiento
sin necesidad de intervención estatal
opresora y represora.

He perdido la inocencia
o quizá sólo la edad de la inocencia
válgame la cita inevitable
o quizá sólo la edad
y en esta fase de mi vida
no queda energía para utopías
para esperanzas
para fe
ni para esperar a ver moverse las montañas
ni para ingenuidades
ni para imaginar
un estado diferente
un modelo de vida diferente
una sociedad diferente.

Aunque siga quedando
voluntad
para luchar a la contra
aunque no llegaré a la cascada
para crear sociedades al margen de la sociedad
para alimentar sueños
sin fin
sin otro fin que el fin
el fin
final.

La infanta se va de España, como su abuelo.

No puedo entender que este letrerito haya causado una polémica que termine con la destitución de las personas que lo han elaborado, más o menos accidentalmente (o no).

¿Acaso hay algo de incierto en el hecho de que Leonor (la infanta, es decir, la persona que por el derecho que le otorga su sangre, su ADN azul, va a tener una paga vitalicia y la posible responsabilidad y honor de representar al estado que no la ha votado, al menos individualmente), esa Leonor hija de rey, nieta de rey, va a irse de España como hizo su abuelo?

Independientemente del motivo (que a continuación comento), se va de España por una serie de años en los que las arcas del estado (vía asignación real) van a financiar su estancia en un privado colegio de Gales.

Es decir, que la educación pública no es suficientemente digna para una persona de su abolengo (que no realengo).

También su abuelo, alias «el emérito», está viviendo fuera de España, parece ser que con otros motivos menos dignos aún, más propios de verdaderos canallas o de sinvergüenzas que huyen de la justicia (también pública) española para ponerse a buen recaudo, aunque nos quieran vender otra motivación.

Si no hubiera (por otro lado) motivo alguno de vergüenza con respecto a la residencia elegida (y financiada también por el erario público) por parte de Juan Carlos de Borbón, seguramente no se habría desatado la estúpida polémica en torno al rótulo en televisión. Pero hay que asegurarse que del rey no se hable, ni siquiera mal, aunque lo merezca.

Y diremos que eso es respeto institucional porque la constitución española protege (blinda) la monarquía de «injurias», pero voy a buscar la definición de injuria a ver si realmente este texto contiene alguna:

injuria. Del lat. iniuria. 1. f. Agravio, ultraje de obra o de palabra. 2. f. Hecho o dicho contra razón y justicia. 3. f. Daño o incomodidad que causa algo. 4. f. Der. Delito o falta consistente en la imputación a alguien de un hecho o cualidad en menoscabo de su fama o estimación.

Claro, no se puede ni tan siquiera incomodar… ¡vaya! Sí que hay razones lingüísticas para justificar el despido de los trabajadores que han redactado ese veraz rótulo que asegura, sencillamente, que LEONOR SE VA DE ESPAÑA, COMO SU ABUELO.

Y además de esto, RTVE (mi televisión, pues la financio con los impuestos) se disculpa, SE DISCULPA, ante esta «irresponsabilidad», depurando responsabilidades… o lo que es lo mismo, despidiendo trabajadores, porque según la misma cadena en un comunicado emitido urgentemente, la más importante institución es la corona, por encima, incluso, de la propia constitución.

Comunicado urgente RTVE

La Administradora Provisional única de RTVE, Rosa María Mateo, lamenta profundamente el grave error que se ha producido esta mañana durante la emisión del programa La Hora de La 1 y ha adoptado medidas inmediatas para que los responsables de esta equivocación sean relevados de sus puestos.

Durante la emisión de una información relativa a los próximos estudios de la Princesa Leonor en Gales, se ha sobreimpreso un rótulo con la leyenda: «Leonor se va de España, como su abuelo«. Una grave irresponsabilidad que no puede empañar el compromiso inquebrantable de RTVE con la defensa de los valores constitucionales y de las instituciones del Estado y sobre todas ellas, la Corona.

Así que para un bloque político, las derechas, la Corona ha de ser salvaguardada aún a costa de censuras (véase el feo caso Pablo Hasél, por el que medio mundo nos está llamando poco democráticos), aún a costa de derechos laborales, aún a costa de inferencias políticas en un medio bastante más conservador de lo que lo suelen tachar.

Dentro del otro bloque, las izquierdas, desunión, como es habitual. Pero porque en realidad no existen.

Como de costumbre, tengo que encontrar afinidades en los partidos nacionalistas aunque en muchas otras cosas no concuerde con sus propuestas o sus metodologías.

Y mientras, nadie cuestiona que lo más vergonzoso es que para tener una formación de alto nivel, una persona haya de escoger un colegio privado y un colegio fuera de este país.

Y mientras, nadie cuestiona que lo más vergonzoso es que una persona por un motivo tan peregrino como su cuestionable ADN tenga privilegios o posiciones ventajosas de por vida sobre los súbditos del país.

Y mientras, nadie cuestiona que lo más vergonzoso es que uno de esos individuos privilegiados viva en un país de dudosa moralidad escapando de las causas abiertas que deberían tenerlo encerrado en, este, su país.

(Obviamente, por nadie entiendo una minoría tan insignificante como para saber que esta situación no cambiará en toda mi vida).

¿Puede el deporte no ser machista?

Nota aclaratoria: Este escrito no es en absoluto un lamento por pérdida de privilegios (creo)

Hace unos días se daban los pasos necesarios para la aprobación de la conocida como Ley Trans, que pretende eliminar las discriminaciones por razones de género en colectivos o sobre personas cuya identidad sexual no sea cis, amén de aquellas otras personas que tengan identidades no binarias o, incluso, fluidas.

Está claro que hay cavernas donde ni siquiera es menester dialogarlo porque a duras penas entenderán que una persona pueda ser diferente a «como dios manda«, aunque por supuesto ese dios sea barbudo… por la gracia de dios.

Pero fuera de esas cavernas, el tema está siendo abiertamente conflictivo, entre otras cosas, incluso, por parte de colectivos feministas que habían puesto a la mujer (mujer cis) como sujeto de la reivindicación igualitaria (o identitaria).

No menos cierto que parte del mismo conflicto tiene que ver con los intereses relacionados con la explotación económica de los vientres gestantes (vientres de alquiler) y su desregulación que tienen en mente colectivos (cis y trans) que no pueden concebir un nacimiento genético (por llamarlo así) sin ayuda externa (que se está deseando externalizar hasta formar empresas de trabajo temporal para tener bebés por encargo).

Además, es el caldo de cultivo óptimo para desagrupar colectivos combativos e incómodos para el sistema, como el ahora mismo fracturado LGTBIQ+ y aplicar el célebre «divide y vencerás» juliano.

Hay muchas razones para ser precavido en opinar sobre temas como este, que pueden acabar por enfrentar desde lo más irracional posible: la identidad. No se es algo por razonamiento, ni por ideología, sino por IDENTIDAD.

Y ahí radica parte del problema que se viene viendo venir desde hace tiempo: las nuevas generaciones de colectivos (no sólo minorías sexuales, sino también racializadas (aborrezco esta palabra, aunque comprendo la necesidad urgente de ese colectivo aludido de esta manera)) no luchan en el reconocimiento de derechos igualitarios, sino identitarios. Poder afirmar su identidad públicamente sin que ello conlleve un perjuicio ni merma alguna de derechos.

Me parece crucial que así sea, faltaría más. De hecho, cuando pienso en que la lucha está en esta fase, siento cierta satisfacción al creer que se ha avanzado en luchas sociales hasta el punto de poder reclamar ese derecho (en absoluto baladí).

Otras veces siento que se ha perdido el sentido de la lucha, al menos como yo la entendía (hombre cis heterosexual, blanco y de clase media, europeo occidental). Para mí la lucha estaba (y creo que sigue estándolo) en desear los mismos derechos humanos:

Considerando que la Declaración Universal de Derechos Humanos proclama que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y que toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esa Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.

Por motivos de urgencia (por ejemplo el indecentemente alto índice de feminicidios) se ha ido situando la lucha en la defensa emergente de las vidas de personas maltratadas (mujeres cis en la inmensa mayoría de los casos) hasta buscar leyes que las amparen por su identidad.

Por los mismos motivos de urgencia (maltrato generalizado de la transexualidad) ahora también se busca la protección de esos colectivos (que son personas, no sólo abstracciones) que buscan leyes que los amparen por su identidad. Identidad que, incluso, se contempla que pueda ser «elegida».

Y estos dos últimos párrafos generan conflictos tan «sencillos» como el que surge al reservar espacios reservados para mujeres (cis) y era algo a lo que estábamos acostumbrados en múltiples contextos: cárceles, iglesias, mezquitas, vestuarios, gimnasios, piscinas, deportes… por no hablar de personas que dicen: «los hombres que se sienten juntos» o «las mujeres juntas» o cosas por el estilo que siempre han sido algo deplorado por mí.

Con respecto al deporte, hoy he leído un artículo que decía que «la ley trans propuesta choca con las normas del deporte» y se argumentaba en función del grado de testoterona que hay en sangre o similar para ver si se pueden aplicar unas nuevas reglas que excluyan o permitan competir a determinadas personas en una determinada prueba so pretexto de que en caso de competirse sin esas pruebas hormonales las competiciones las ganarían previsiblemente mujeres trans (u otras personas que se identifique como mujer).

Es casi imposible que esa ley salga adelante tal y como está escrita y no deja de ser un borrador sobre el que están trabajando para conseguir homologar derechos para todas las personas, pero en parte están haciéndonos ver que la mayoría de nuestras actividades estaban inmersas en un constructo cultural (heteropatriarcado) impuesto a lo largo de milenios y cuya revisión es mucho más compleja de lo previsto.

En mi caso, siempre he considerado el deporte de competición (prácticamente sin excepción) una sublimación de una violencia intraespecífica, una creación cultural para evitar que «los hombres» se peguen (luchen) sin reglas que les sometan a un entorno protegido. En realidad, iría aún más lejos y diría que toda competición tiene en su esencia una guerra en la que individuos humanos pueden competir por sus alimentos, el agua, el espacio, la luz, la posibilidad de aparearse o cualquier otro recurso que puedan necesitar para sobrevivir y reproducirse. Así hasta llegar a pensar que la violencia de género está mucho más profundamente incrustada en nuestra sociedad de lo que se suela suponer, como que el propio sistema capitalista no es ni más ni menos que una emanación de ese constructo socio-cultural.

A mí me diagnosticaron epilepsia siendo un niño, y me dijeron que debía evitar toda competición. Quizá eso fue lo que me apartó de los deportes, pero el caso es que también me apartó del sentido de competición necesario para desear vencer, para desear tener éxito. (No sé si esa recomendación fue algo tendenciosamente eugenésico, pero ahora que lo pienso algo de ello hay).

Obviamente, no tengo soluciones que aportar a un problema de una complejidad que sobrepasa con creces mis conocimientos de todas las situaciones posibles para todas las identidades posibles. Así que este texto es una tontería con la que expresar mis propias dudas a fecha de hoy, que seguramente serán distintas dentro de una década pues, aunque a veces no lo parezca, la sociedad y sus construcciones culturales asociadas mutan más rápido de lo que creemos y, en ocasiones, más lento de lo que deseamos.

Aborrecedor@XEOAs del lenguaje inclusivo

Y digo yo que quien haya decidido realizar este «meme», o lo que es lo mismo, esta memez, se habrá percatado de que da la razón a quien defiende que el lenguaje inclusivo es una imposición difícil cuando no imposible de imponer a la lengua, por más que aparentemente «La lengua» esté ignorando a esas personas puristas (que, obviamente, se visualiza en forma de hombre, todo esto, por supuesto, aparente y superficialmente, como corresponde a memez semejante).

¿No hay aborrecedoras del lenguaje inclusivo? Yo doy fe de que conozco alguna, aunque haya más hombres que mujeres aborreciendo ese uso.

¿Cómo debiera haberse conformado la frase para hacer uso del lenguaje incluso en el «meme»?

¿Puristas de la lengua y aborrecedores y aborrecedoras y aborrecedor@s del lenguaje inclusivo?

(Chiste publicado en el grupo «Queer: Jodiendo al género binario«)

Sigo pensando que es una batalla que no se podrá ganar, aunque quizá sirva para visibilizar algunos otros problemas de género no gramatical.

Solsort.jpg

Como no sabía cómo era un mirlo, en mi exceso de urbanidad, me encontré en la necesidad de recurrir a esta imagen encontrada en la wikipedia, compartida con filosofía «Creative Commons», por parte de una fotógrafa danesa.

En el libro que realicé a raíz de un periodo de confinamiento en el que recibimos (yo y otras 50 personas) un diario por entregas que nos dedicaba con dedicación Javier Jiménez y que titulé «Meditaciones de un mirlo», usé esa imagen para la cubierta o portada del mismo, así que me apresuré a buscar la manera de citar la autoría de la fotografía o darle el reconocimiento que merecía.

Cuando hube terminado el libro, le escribí un email con el uso que se había dado a su trabajo así como entregándole un par de fotografías del mío y un PDF con el libro completo, donde aparecía citada su colaboración involuntaria.

Hello Malene,

(Sorry for my English, in advance)

I’m a writter (poet), who teaches creative writting in the Cultural Asociation «Clave 53» since 2002.

Also I have started a career as editor and I chosed your picture to be the cover page of a diary that one of my students was writting during the lockdown.

I’d like to give you the cover-page as a small feedback and, as well, some pictures where you can see (free to use) your picture «at work».

Thanks a lot again for the image and I hope I have atributed your contribution as it has to be done. (You can find it at the 6th page of the book, which I also atach with this email)

Regards,
Giusseppe

No es importante su respuesta, pero me habría gustado no tener esa sensación de lágrima en la lluvia…

The crown

¿Qué hace un republicano convencido como yo viendo un producto como The Crown?

Es una producción cuidada con todo detalle, con un exquisito mimo por la verosimilitud hasta resultar tan creíble que puede ser tildada de falso documental. Pero es falso. Y no, no es documental, aunque documente algún episodio histórico en más de una ocasión.

Pero eso sólo no es suficiente para conseguir engancharme a una serie de la que llevo ya vistas 4 temporadas, principalmente porque a Carmen le gusta mucho ese ritmo lento que lleva y esa ambientación tan maravillosamente recreada.

A mí sencillamente me harta ver a una panda de chupópteros gorrones aprovechados lamentándose de sus vidas como si no pudiesen dejarlas y dedicarse a otras muchas cosas.

No he conseguido empatizar con ningún personaje desde el comienzo de la emisión. Tampoco ahora con la acalorada disputa sobre si Lady Di es más o menos «campechana», como si no tuviese suficiente con nuestro emérito patrio.

Ayer, viendo el episodio 8 de la 4 temporada, tuve un pensamiento extraño:

La primera ministra Thatcher, ejemplarmente interpretado por Gillian Anderson, discutía sobre las sanciones (o no sanciones) que habían de ponerse a Sudáfrica por el fatídico régimen del Apartheid, al que la reina parece que sí quería ponerle fin.

Carmen me preguntó que yo qué opinaba… y no supe qué contestar.

Por muy en contra que pueda estar del racismo clasista de M. Thatcher, no dudo nunca en estar en contra de la monarquía, constitucional o no, así que habría tenido que estar en ese presunto duelo del lado de Margaret. Pero eso era ir contra mis principios… ¿o no?

Más allá de saber que es ficción y no necesito que me lo aclaren (parece ser que hubo presiones para que así lo hiciese Netflix), a veces da en plantear algunas cuestiones que son interesantes.

Por lo demás, es un producto vacuo y bonito. Un lindo blanqueo de unos personajes que, en el mejor de los casos, me encantaría que abdicaran inmediatamente para dejar de quejarse por sus privilegios… y lo cansado que es todo todito.

¡Ay, y yo acordándome de Cromwell!

Cuando algo ya ni te extraña ni te parece perverso

Es lamentable que este tipo de prácticas a quienes estamos en sectores de servicios culturales, ya sea poesía, arte, tango… nos resulte completamente habitual:

Si cambiamos influencers por ayuntamientos, varios museos, certámenes culturales varios, incluso restaurantes; y cambiamos los lugares a los que pedirlo por poetas, artistas, bailarines… nos resulte de lo más normal, incluso en ocasiones se nos pide participar con cuotas (para formar parte de un libro, para llevar a cabo una acción que toca autofinanciarse…).

Y nadie se escandaliza.

Por supuesto, incluso el mismo sector se hace esto a sí mismo, y unas personas que se dedican a gestionar eventos culturales te ofrecen participar (ya sabes que va a ser sin dinero de por medio) y lo hacen con toda la buena intención del mundo.

Es lo más habitual porque lo que haces lo haces porque te gusta. Esta es la excusa para justificar un menosprecio absoluto por el trabajo en ese sector. Así que no es de extrañar que ahora (época de coronavirus/COVID o lo que sea) este sector esté al borde del colapso. En realidad ya estaba al borde de un precipicio que no parecía querer ver, pero ahí estaba. Ahora estamos cayendo en picado y según y quiénes, tendremos o no la suerte de caer en el agua o sobre una roca.

Si compraste un paracaídas porque sabías que iba a pasar… te llaman previsor.

Hace tiempo que escribí varios textos al respecto de ¿De qué vive un artista? o ¿de qué vive un poeta?, así como realicé una encuesta a diversas personas del ámbito cultural (véase que la misma es de hace ya tiempo, 2012) al respecto de cómo debía financiarse una performance.

No sólo no ha cambiado nada, sino que ha empeorado en el mejor de los casos. Y sin embargo seguimos. Ganas dan de tirar la toalla y yo he de reconocer que me he cansado de hacer cosas gratis y sólo las hago si me apetece mucho por amor… no tanto al arte, que lo tengo siempre, como a quienes organizan el evento en cuestión o a las personas vinculadas al proyecto.

Sí: Es preciso el amor al arte, pero no es preciso el amor a su divulgación, a su compartición con una sociedad que no valora el trabajo que requiere. Así que se puede amar uno o una a sí mismo o misma y autorregalarse (o regalar a otras personas amadas) el fruto de ese amor al arte.

Error de tres órdenes de magnitud

Ya ni es noticia que un periódico cometa un error como este, de tres órdenes de magnitud: de 10 elevado a 3, de mil sobre uno… da igual. Todo da igual con tal de hacerlo rápido. Rápido, rápido, furiosamente rápido… a mil millones de kilómetros por hora, a 2 metros por segundo, a cien billones de trillones de años luz… qué más da. Ya nada importa, un viernes por la noche, mientras EEUU decide su futuro y con ello el de la Tierra, así, en general, sin importar si alguien ha cometido un error como ese.

247.000 millones de dólares, frente a los modestos 383 millones de dólares de su contrincante, no parece diferencia baladí…

Da igual.
Y a mí…

IDA de OLLA

Que no nos engañen: lo que está pasando en el Madrid de Ayuso no es un desastre impredecible; es que están aprovechando un desastre para erosionar aún más los servicios públicos y conquistar espacios para las privatizaciones sanitaria y educativa. Un shock para «invitar» a los madrileños y madrileñas a que llevemos nuestros hijos a la escuela privada y nos hagamos seguros médicos con la Quirón.

Germán Cano

No me gusta que se menosprecie a políticos sean del signo que sea, porque, además de parecerme una pérdida de tiempo y una falta de respeto, se pierde el verdadero foco del problema: ¿Qué modelo de estado/sociedad queremos?

Nunca me he engañado al respecto de la competencia/incompetencia | bondad/maldad de la dirigente de la Comunidad de Madrid. No veo ahí el problema.

Si embargo, gran parte (la mayoría de los votos) de la gente de la comunidad defiende un modelo neoliberal (aunque luego no les importa intervenir en lo que consideran adecuado para salvar empresas privadas mal gestionadas con dinero público, sin criticar por ello la gestión privada) y conservador (aunque se vistan de un progresismo tecnológico) carente de escrúpulos ni moral que no sea la pautada por el rendimiento económico a corto plazo.

Que esos votos sean apoyados en partidos homófobos, machistas y racistas no es casualidad. Es compartición de ideario. Pensar de otra manera es ingenuo, igual que algo de ideario (poco, pero algo) comparten PSOE con lo que sea que tenga en la fracturada izquierda (MÁS-MADRID/Más-País/Menos-País/Ganemos/PCE/IU/UnidasDesunidasPodemos…)

Donde sí veo un problema es en que no seamos capaces quienes deseamos un modelo de sociedad/estado de resultar atractivos para una población sin insultarla, sin decir que no saben lo que quieren, que son ignorantes, incapaces de elegir la mejor opción política/económica. Porque con esto lo que veo es que no creemos en la capacidad de la democracia para alcanzar una mejora social.

Donde sí veo un problema es en que el modelo que se propone desde una «alternativa» socialdemócrata (ya no desde un comunismo algo trasnochado en sus discursos) no resulte atractivo, no sea capaz de convencer de sus bondades sociales y también económicas, aunque sea a largo plazo.

¿Por qué? ¿Por qué no hay autocrítica en los políticos de izquierda? No sobre sus objetivos, que pueden tener más o menos claros y que han de modificar a medida que las circunstancias lo requieran para satisfacer las exigencias de los poderes fácticos del estado en el sistema capitalista en el que estamos inmersos. Pero sí requerirían ser capaces de atraer a un electorado que sigue creyéndose que lo privado es mejor, que los funcionarios viven muy bien, que la gestión pública siempre es corrupta, que los políticos nos engañan…

No. IDA no nos engaña. (Como mucho disimula sus intenciones). Quiere una comunidad en la que toda gestión, toda iniciativa, sea privada, aunque con la debida sumisión de todo lo público si es necesario (Por cierto, ¿para cuando privatizar los bienes de la iglesia católica?). Lo sabemos. Sabemos qué modelo quieren: véase EEUU. ¿Creemos que sería mejor? Yo no, pero conozco mucha gente que sí lo cree. ¿Cómo puedo convencerles? A mí me cansa ya la discusión política. Estoy agotado. Tiro la toalla. Me avergüenza reconocerlo, pero así es.

A partir de ya, pongo un cubo para reciclar y tiro la basura, aumento el consumo, aumento la basura que tiro, pero muy organizado, tiro lo «orgánico» donde hay que tirarlo y ya está. Ya no lucho contra el sistema en este campo. ¡Que vengan nuevas generaciones a luchar por un futuro que puede que no me pille! Vergüenza. Sí. Vergüenza. Pero ni por esa impotencia que siento voy a dedicarme a insultar ni a banalizar el debate.

Esto no es una broma