Francisco I

El otro día comenté en una red social
que Francisco I
es mi padre.

Con ello estaba jugando a afirmar
que el único que reconozco
con la autoridad
suficiente
para tener el título real
es a Francisco
Domínguez Núñez
es decir
mi padre.

Gran cantidad de gente
se apresuró a suponer
que me refería al recientemente
elegido por dios
como papa de la iglesia católica apostólica
y romana
pero nada más lejos de la realidad.

Nadie supuso que cuando pienso en
Francisco I
el primero en el que pienso
es el franco rey francés
que le plantó cara a un tal Carlos
quinto o primero
según se mire.

Pero
si tuviese que elegir a uno
como el número uno
de los franciscos
que conozco
y re
conozco
como rey del reino en el que habito
sería
mi padre.

Hay que ver qué cantidad de comentarios
suscitó una entrada semejante
y los pocos que genera
una entrada larga y de descripción detallada
de algún problema sin solución
o el enunciado
del principio de máxima multiplicidad de Hund
por poner un ejemplo.

¿Por qué?

jo nooo

es que
no me gusta
quiero de eso
no
de eso no
es que
jo
yo
eso no me gusta
ni eso
vale
venga
ponme un poco de eso

y a mí
y a mí
y a mí
pero esperar
no hay para todos
jooo
pues yo quiero
y lo otro no me gusta
ni a mí
ni a mí
pues a mí me sienta mal
y a mí me da alergia
jooo
pues vaya
ya
venga
¿te pongo esto?
no
yo quería eso
y esto no me gusta
no quiero
venga…
que no
que no quiero
que no es bueno
pero venga
es lo que pude traer
pero a mí esa marca no me gusta
pero bueno
que no
que no me gusta
venga que da igual
a mí no me da igual
ni a mí
ni a mí
pónselo a aquel
¿tú no quieres un poquito?
no
de esto no
quiero de eso
como yo
y yo
y yo

he traído esto de postre
pues vaya
¿no había otra cosa?
estaba en oferta
y era de aquí al lado
es que a mí lo que me gusta es lo de todos los años
en esa tienda que sabes
pero es muy cara
ya
pero no me gusta otra cosa
pruébalo
que no
que no quiero
ni yo
ni yo tampoco
pues vale
esto es lo que hay

pues vaya
jo
qué mierda
oye
no hables así
es que…
¿no tienes hambre?

pero eso no me gusta
yo quiero el de siempre
y yo
y no entiendo porque no se puede
pues porque no
es que es muy caro
ya
pero para eso no como
pues bueno
no tendrás mucha hambre
bueno

pero no quiero eso
no quiero
no me gusta
joooo
ni a mí
ni a mí

venga
vamos a hablar un poco de la crisis
para distraernos
vale
es que yo entonces
me aburro
y yo
y yo
pues nada
dejemos pasar el tiempo
o de que quieres hablar
de mí
y yo de mí
y yo
¿y de otros?
no
no
no
mejor de mí
sí pero después de hablar de mí
y de mí
que no
que no se puede hacer así
pues vaya
jooo
qué mierda
que te he dicho que no digas mierda
pero es que es una mierda
te voy a castigar
pues hala
castígame
esto es un rollo
y me aburro
y yo
y yo






un ratito de silencio
en ciertos casos
no viene mal
porque ya está todo
dicho.

Ayer Mateo me enterneció

Mateo es un alumno al que doy clases desde hace años y a quien cada día tengo más cariño. Es una pena, me encariño con los alumnos sabiendo que si hago bien el trabajo, dejarán de ser mis alumnos. Pero es más penoso no encariñarse, así que opto por lo primero sin pensarlo dos veces. Y además, si se trata de gente a quien querría tener entre mis mejores amigos desde su más tierna infancia, mejor aún.

Ayer, después de decirme la semana pasada que lo iba a hacer, me presentó el trabajo que estaba preparando para su clase de audiovisuales: iba a hacer una presentación de la historia del cine en blanco y negro. Podía elegir cualquier tema: fútbol, la playstation, el skate… y ¡eligió el cine! ¡Y juro que yo no le influí en lo más mínimo!

Le puse de tareas encargarse de ver las siguientes películas para documentarse durante el fin de semana:

Llegada de un Tren a la Ciudad, de los hermanos Lumiere, 1895.

[youtube_sc url=http://youtu.be/tz_l8JDYXmc]

La primera película de ficción: Viaje a la Luna, de Georges Mélies, 1902.

[youtube_sc url=http://youtu.be/dxB2x9QzXb0]

El surrealista y sorprendente Perro Andalúz, de Buñuel, 1929.

[youtube_sc url=http://youtu.be/DREePfBA_ik]

Nosferatu, por el expresionismo, de Murnau, 1922.

[youtube_sc url=http://youtu.be/rcyzubFvBsA]

La lista no era exhaustiva, pero sí bastante representativa de un comienzo que quedaría truncado por la irrupción de la prosa prosaica… Quizá fui algo tendencioso, pero es inevitable en todo educador, así que es mejor asumirlo.

Y, después de vistas todas, lo que hizo como un buen amigo que es, casi diría, le pedí que viese también y para ayudarse a preparar el enfoque de lo que quería presentar, las películas más actuales sobre el tema:

Y también las vio.

Pero lo que realmente me enterneció, más allá de su presentación, que hizo en tres minutos delante de un cuadro del salón de su padre, con muchas ganas por mi parte de grabarle, fue lo que sucedió cuando seguimos estudiando estadística.

Leyendo sobre un tabla de pesos de bebés al nacer, le pregunté por la clase modal y me respondió que qué era eso y que si él había estado en la clase modal, es decir, la más «normal», aunque no es lo mismo, pero sin entrar en detalles de medidas de dispersión, me dijo: ¡No! ¡Yo no quiero ser normal!

Le habría abrazado en ese preciso instante. ¡Lo juro! Y no juro en vano.

Solo le respondí que no, que no se preocupase, que él era cualquier cosa, pero que nunca era ni sería normal… y que se lo tomase como un verdadero cumplido.

¡Cuánta empatía pude sentir!

Y pensar que mi sobrino y tantos otros, quieren ser normales como máxima aspiración de sus vidas… ¡ay!

Si como máxima es la media, esa función es casi constante… casi como la curva de un encefalograma plano… hummm… casi como si oliese a muerte.

¡Viva Mateo y los padres que le han parido/educado!

Es todo lo que puedo decir.

Mi vida es parcialmente sedentaria

Recuerdo que mi padre
venía de trabajar
en una oficina
bastante tarde
por la noche
y yo ya estaba acostado
cuando vivíamos en Mesón de Paredes.
Alguna vez
llegaba antes
y salíamos a pasear
y creo recordar la calle Argumosa,
un paseo por la Ronda de Atocha
y tomar un aperitivo que solía consistir
en un trinaranjus de naranja o de limón
con una aceituna dentro pinchada en un palillo
en un bar que se llamaba Aquilino o
El Aquilino.
Mi padre se tomaba una caña y mi madre un bitter kas.

Esos días eran especiales.
Caminábamos de la mano
con mi madre y mi padre en el centro,
yo de la mano de mi padre
y mi hermana de la de mi madre
ocupando la acera
por la que no recuerdo que hubiese
mucha gente.

Cuando empezamos a vivir en Colmenar Viejo
a donde fuimos para respirar el aire puro
salíamos a pasear hasta el cuartel de la guardia civil
pero no había ningún sitio en el que meterse
a tomar un trinaranjus
(salvo alguna vez en el bar juanito que era un primo lejano de mi padre).
Cuando arreciaba el frío
la noche cerrada y las calles
desérticas
no invitaban
a pasear
y nos quedábamos en nuestra casita.
Fui creciendo
hasta que no quise,
como buen adolescente,
hacer lo que ellos querían hacer
y no quería salir
sino quedarme en mi habitación
encerrado,
con la persiana permanentemente cerrada,
leyendo y escribiendo
escribiendo, jugando y leyendo
leyendo
y leyendo
hasta que mis padres se preocuparon
porque no era proclive a relacionarme
con nadie de mi edad
ni de ninguna otra edad
si no jugaban ajedrez o podían hablar
de mecánica cuántica
o del origen del ser
y fui,
entonces,
álgidamente sedentario.

El tiempo que pasé en Colmenar
lo viví huyendo de Colmenar
(sin que me disgustase)
primero de manera interior
y,
después,
ya abiertamente
cuando conocí la universidad
que me abrió al universo
y al verso
y había gente que sabía jugar ajedrez
mucho mejor que yo
y hablaban de mecánica cuántica
mucho más que yo
y del origen del ser
y del no ser
y aprendí a jugar al mus
y a besar
y a abrazar
e,
incluso,
a emborracharme
como si fuese un adolescente trasnochado.

Pero me eché una novia
llamada Marta
que vivía en Alcobendas
con una familia asentada y sedentaria
que pasaba mucho tiempo en su casa
y no salíamos de su casa
muchos sábados
ni para tomar un trinaranjus
y acabábamos
metidos en un coche
en un polígono industrial
en el asiento de atrás
conociéndonos
y dándonos cuenta
de que no éramos el uno
para el otro.

Salvo las excursiones
o acampadas
que hacíamos a lugares maravillosos
como las montañas cántabras y astures,
pirenaicas, penibéticas y algunos
lagos naturales
apenas sí caminábamos
pues íbamos a todas partes
en coche
cuando íbamos a alguna parte.

Y comencé a vivir en Madrid
en pleno centro de Madrid
cerca de un millar de cines
que han ido cerrando
para reconvertirse
en franquicias de tiendas de ropa
de moda.

Hice cursos de Teatro y descubrí una gente
maravillosa
como montañas
lagos
lunas
soles
y otros fenómenos de la naturaleza
que me enseñaron
a abrazarles
desde el fondo de mi alma
a quererles
como si fuesen mi familia
porque me enseñaron
a quererme
desde el fondo de mi alma
a aceptarme
como parte de mi familia
y salíamos
a beber
y comer
(en Lavapiés, cerca de donde había nacido)
buscando El Aquilino
y recordaba que cerca de este bar
había uno de esos postes tricolor
en espiral de azul, blanco y rojo
que indicaba que había una peluquería
masculina a la que me habían llevado alguna vez
y también recuerdo que sostenía la hipótesis de que
eso de cortarse el pelo debía de doler.

Salía y salía y lo intentaba compatibilizar
con una vida estable
sedentaria
de oficina
en entornos serios y profesionales
donde todo el mundo
estaba sentado todo el tiempo:
llegaban en coche (autobús, en el mejor de los casos)
pasaban el tiempo sentados en sus respectivos puestos de trabajo
excepto si se reunían, que era con frecuencia,
para sentarse alrededor de una mesa grande
y fumar puros
hasta la hora de irse a casa
en coche, naturalmente
agotados
para ver la televisión
o conectarse a internet
desde un sillón o sofá que yo, intencionadamente, no tenía.

Salía y salía y veía que aquello no era compatible
con lo otro.
Debía elegir.
Y elegí:
Mi vida, ahora,
es parcialmente sedentaria
pues paso varias horas entre un lugar y otro
caminando
en medio de una gran ciudad
respirando aire impuro
aún no privatizado
para ir a dar mis clases particulares
por las que gano más bien poco dinero
teniendo en cuenta el tiempo que empleo en desplazarme
caminando
de una a otra
y yendo a los cines que cada vez están más lejos
caminando
para llegar a los lugares y sentarme.

Con el paso del tiempo
y el encuentro de un amor increíble
y una pasión que motiva toda acción
como es escribir
y leer
en una habitación sin persianas
y en cafeterías
preocupándome por llegar a fin de mes
y por alguna que otra molestia física
(digamos que propia de la edad)
he dejado de buscar El Aquilino
y ha dejado
de darme miedo
vivir la vida de mis padres.

Pastel de carne

Ayer hice la comida siguiendo una receta que hacía mi madre (aunque no sé si era exactamente así) y que me acabó de explicar mi hermana (aunque ella tampoco la hace así).

Es muy fácil, eficaz, rica y nutritiva. Quizá algo escasa de fibra, pero se compensa con un primer plato que puede ser unas verduras a la plancha o, como hoy, una sopa de verduras. Ah, no, la sopa de hoy será una sopa de caldo de cocido que Carmen hizo la semana pasada y congelé parte del caldo para usarlo… hoy!

Ingredientes (para cuatro personas, diría):

Una cebolla muy grande o una cebolla y media si sin medianas. Esto último es lo que yo usé.
Tres tomates. Para esta receta me gustan los de pera, maduros, bastante maduros, casi al borde de ponerse malos… pero yo usé, sin embargo, tomates de rama y poco maduros, de esos que parecen un poco artificiales.
Un diente de ajo.
Un chorreón de aceite de oliva. (No sabría decir exactamente cuantos centilitros, pero, por aventurar, diré unos 30 centilitros (teniendo en cuenta que la precisión en los ajos y en las cebollas y los tomates tampoco es lo más característico de esta descripción de ingredientes, no creo que sea muy criticable que se empleen términos como chorreón o pizca)).
Unas pizcas de sal.
Una cucharadita de azúcar.
Un toquecito de pimienta negra en polvo.
500 gramos de carne de ternera picada (podría ser también carne picada mezcla de ternera y cerdo que es un poquito más barata).
150 gramos de queso rallado emmental o, como usé ayer, mozzarella.
Para el puré de patatas
Un paquete de puré de patatas de esos instantáneos deshidratados, que hay que preparar como digan las instrucciones correspondientes (con agua y leche, sal y mantequilla).

Preparación:

En una sartén grande y profunda o una cazuela de barro (idealmente) se sofríe el ajo partido en trozos pequeñitos con la cebolla también muy picada que se añade cuando el ajo ya está empezando a dorarse. Cuando la cebolla comienza a quedarse transparente se agrega la carne picada y se remueve bien para que se mezcle con la cebollita y se vaya rehogando.

Mientras tanto, vamos picando también en taquitos, más o menos de igual tamaño, con la complejidad que ello implica, los tomates. Los añadimos al sofrito de la carne cuando esta adquiera un color que indique que está hecha, so pena que tras el añadido de los tomates con su consiguiente aporte de jugos se detenga el proceso de cocinado de la misma que pasará a ser cocida y no sofrita.

Es en este momento cuando yo añado la sal, la pimienta y una cucharada de azúcar para endulzar el tomate que tiende a dar acidez de estómago en caso contrario. Tapamos (o tapo o tapas…) la cazuela o sartén y dejas que se reduzcan los tomates hasta que forme una salsa homogénea aproximadamente. Suele llevar unos 10 minutos. Podemos aumentar la cantidad de calor proporcionada para acelerar el proceso, pero no demasiado y no sin atender para evitar que se pegue al fondo (especialmente si estamos usando la cazuela de barro).

Mientras tanto (para aprovechar el tiempo y supuesto que podamos trabajar en paralelo o multitarea) preparamos el puré de patata que, en mi caso, consistió en meter en el microondas un recipiente de vidrio especial pirex con una mezcla de 500ml de agua, 250ml de leche entera, una cucharadita de sal y el puré preparado deshidratado durante 4 minutos a potencia 900W. Después, saco el puré ya preparado y le agrego una cucharada sopera de margarina (debería ser mantequilla, dicen, pero es más cara) para conseguir que esté un poco más suave.

Mientras tanto (es lo que tienen los procesos en paralelo cronológicamente hablando) se habrá terminado de hacer el relleno que se pone en la base de un recipiente apto para el grill (por eso era ideal la cazuela de barro de no mucha profundidad, por ejemplo 8 centímetros de anchura y 27 de diámetro es estupendo, pero depende del horno de cada cual). Sobre el relleno, bien extendido, se echa el puré y se distribuye formando una capa superior que es recubierta por el queso rayado.

Se mete el pastel tricápico en el grill hasta que el queso va dorándose. Se sirve caliente. Marina estupendamente con un vino tinto joven, como un Ribera de Duero o, incluso, un Somontano.

Disfruta y difunde.

Algunas fotos de un paseo por el campo

Hace unas semanas, creo que eran fechas navideñas, el padre de mi amada Carmen me paseó por el campo. Tenía que apartarlo un rato de la cocina, para que no se pusiera nervioso (ni yo) y le dije que si le apetecía darse un paseo en coche con el recientemente adquirido vehículo de mi hermanita.

Me llevó a pasear por una zona interesante, alejada de las tablas de Daimiel, tan famosas como aburridas. Me encantó el recorrido. Fue muy muy bonito. Además, el día ayudaba, teniendo en cuenta que suele llover poco en esa zona, se agradeció el buen tiempo, el sol, que dejaba una sensación de irrealidad tan solo aniquilada por algún que otro comentario que no voy a mencionar.

Aquí las fotos:

Hoy he soñado una película

No me gusta mucho soñar. Me parece cansado. Cuando lo que quieres es descansar, resulta que te toca ir de acá para allá por algún motivo desconocido. Interpretar los sueños me parece divertido, pero solo eso, me resulta un tanto cómico creer que se puede asegurar sin temor a equivocarse que soñar con un cañón tiene algo que ver con el sexo fálico.

No me gusta soñar y puede que se deba a que, de niño, tenía innumerables pesadillas. Quizá porque vivía en un ambiente que me inquietaba. Quizá era el preludio de lo que viene siendo mi vida: una inquietud permanente. Mi vida consciente, claro está. La vida inconsciente, de la que no digo mía, porque el sentido de la propiedad me parece algo tremendamente consciente, me resulta ignota hasta la saciedad. Es solo un batiburro de imágenes inconexas que, si perviven en la consciencia, pueden ser interpretadas arbitrariamente.

Tenía frecuentemente pesadillas en las que yo era un humano que se enfrentaba a vampiros que me convertirían en uno de ellos. No me preocupaba la muerte, ni la vida eterna, sino dejar de ser independiente de una masa que era esencialmente diferente a mí y, con ello, yo diferente de ellos. Entre la consciencia y la inconsciencia, estaba mi miedo a creer (firmemente) que mis padres, mi familia toda, mi entorno, eran unos extraterrestres que se habían apoderado de mi cuerpo y lo estaban manipulando para que la percepción fuese alterada, para que pudiese verles como deseaban ser vistos, para que me viese a mí mismo con una visión que pretendía ser tranquilizadora o narcótica.

Con el tiempo, la explicación me fue pareciendo demasiado compleja, ya que tantos extraterrestres en la tierra era un poco absurdo que estuviesen poniendo su atención en mí, así que la adapté a la más plausible que venía a sugerir que yo era el extraterrestre en un mundo que había delegado el cuidado de la tapadera de mi descubrimiento a mi familia y entorno, aquellos que me medicaban para hacerme creer que era parte de ellos. Pero no lo era. Lo grave es que en ocasiones sigo pensando de la misma manera.

Cuando vi Matrix (ya me había pasado en otras ocasiones) recuerdo mirar a los lados para ver si los que estaban viéndola junto a mí sabían lo evidente o no. Sentía que era un mensaje que debía de descifrar, pero me parecía que podía ser tramposo… yo no lo había hecho: eran ellos.

Así que pasé gran parte de mi adolescencia intentando dormir sin soñar, incluso, no dormir. Siempre dije que no podía probar las anfetaminas ni semejantes inhibidores del sueño porque su efecto habría sido totalmente deseado por mí haciéndome un adicto inmediato.

Ahora sueño poco, aunque llevo una época un tanto agotadora, en la que sueño inquietantes sueños que no intento recordar al despertar, así que se van alejando de mi memoria a medida que me levanto, me ducho, me pongo en marcha.

Hoy sé que he soñado con dos parejas musulmanas de un pueblo muy pequeño en el desierto montañoso, necesitaban, para casarse, un pequeño lugar donde poder cohabitar, cada una por separado, pero los únicos habitáculos que quedaban disponibles eran dos pequeñas chozas que habían sido usados como prostíbulos a la entrada del poblado.

Uno de los hombres de las parejas, se animaba a reformar el más cercano y se deshacía de los enseres que habían formado parte de la habitación de la prostitución, llevando muebles que la transformasen en una morada más o menos decente, pero sabiendo que no iba a ser suficiente para los fundamentalistas.

El segundo (creo que en el sueño era mi alter ego), olvidando las advertencias de su padre, le preparaba clandestinamente, para darle una sorpresa, a su pareja la habitación más alejada del poblado, para tener un lugar donde pasar la noche de bodas. Casi no tenía enseres propios y los de aquella casa no le parecían tan inútiles como para tirarlos, así que los dejaba estar.

Después, supongo, ambas parejas estaban cohabitando en sus sendas chozas mientras una turba de hombres agresivos y mujeres con burka se dirigieron al poblado con la intención de eliminar cualquier atisbo de inmoralidad como la que se atribuía al hecho de estar ocupando lupanares como lugar de vivienda de parejas que pretendían ser parte integrante de la sociedad.

No les iba a bastar con expulsarlas de la sociedad, sino que debían conformarlas a ella, debían hacer que estas parejas aborrecieran hacer lo que estaban haciendo, desearan que sus mujeres respectivas llevasen vestuarios represores con la excusa de la moralidad, de la tentación, mientras que ese segundo hombre de la celda alejada no hacía más que sentir que no podría vivir sin la sensualidad de su mujer, sin la libertad de una mirada infantil que no hallaba en la piel al demonio sino una obra perfecta y divina, sí, divina.

Mientras tanto, esa manifestación integrista era observada por unas periodistas parapetadas en lo alto de un edificio de adobe y unos policías al fondo de un patio dejaban hacer a los vándalos moralistas. (Este simplismo de los sueños es poco maduro, pero lo cuento como lo he soñado). Los policías reían y hacían bromas, armados, con cascos, eran antidisturbios que iban a impedir que aquellos exaltados acabasen con la vida de las dos parejas.

Menos mal que las ganas de hacer pis me han despertado. ¡Ah, no! ha sido el despertador, que ha sonado obediente a las 08:30. Pero he podido orinar y volver a la cama, calentita, al lado de mi amada Carmen que genera una radiación infrarroja de alta frecuencia, capaz de dormir plácidamente a una culebra.

Ayer nos acostamos tarde y me he permitido una hora más de sueño, antes de empezar una semana que tiene pinta de que va a ser cansada. Casi tan cansada como un sueño.

Oro líquido

Tengo que reconocer que el color de la foto no hace justicia a este pedacito de oro líquido que había esta mañana en la cafetería en la que he disfrutado de un maravilloso desayuno con mi muy querida amiga Aída (que sé que leerá estas palabras, así que nunca la criticaré en este diario… ;-)))).

El aceite es algo que a veces olvidamos, no dándonos cuenta de que es tan bello como una mesa de disección en la que se encontraran por accidente una máquina de escribir y un paraguas. Color oro, en este caso transparente, deja pasar la luz, como corresponde a la definición de transparencia, pero los ojos se quedan dentro, mirando un universo dorado en el que sería placentero sumergirse.

Es raro, el aceite seguro que es menos denso que la densidad media del cuerpo humano, pero no imagino hundirme, sino flotar en un plato gigante de aceite, en una sartén a punto de hervir, conmigo dentro, dejándome la piel quemada con la suavidad que queda en las manos impregnadas de este oleoginoso productito.

Flotar en el oro líquido del que estamos, en esta nación, tan orgullosos. ¡Qué ricos desayunos acompañados con un chorreón de aceitito sobre una tostada impregnada de ajo, con tomate preferiblemente pelado, con sal e incluso con pimienta. O como lo toma mi madre, aceite y azúcar que me recuerda una merienda muy habitual de mi infancia: el una media barra de pan a la que mi madre le extraía la miga, dejando un pozo acotado por el pico de la barra, lleno de aceite, azúcar y vuelto a cubrir con la miga. Bocadillo de pan con pan pero dulce y sabroso.

Tengo hambre. Hambre voraz capaz de destripar a un rey de bastos y comérmelo por las patas.
Hambre de vida, y la vida, para mí, siempre tendrá algo que ver con el aceite de oliva virgen.

ay…. qué cosas!

Han terminado las fiestas

Estas fiestas navideñas que, como su propio nombre indica, son tan religiosas como tradicionales y tradicionalistas. Las aborrezco por ello aunque no parece que nadie me comprenda. Sé que soy radical pero no me arrepiento de ello. Sé que no es comprendido que me niegue a ser partícipe de estas fiestas por motivos de coherencia o conciencia. Sé que eso no es lo que debe regir la convivencia. Sé que sería más social obviar esas connotaciones y olvidarlas, dotando a estos días de un renovado valor lúdico-festivo independiente de su connotación religiosa, pero no me es posible hacerlo.

También se vincula al hecho de que son tradicionalmente indisolubles a la familia, en su concepción más inflexible, más sanguínea, más arcaica. No me importa pasar un rato con mi familia o con la de carmen, con estos parientes de sangre no elegidos, pero me disgusta que haya de hacerse tan protocolariamente, tan obligatoriamente que acaba por resultar asfixiante.

Pero no importa. Hoy ya no importa. Ayer sí. Ayer todavía coleaban los agotamientos derivados de intentar llevarse bien con quien no se comparte más que un porcentaje elevado de alelos en nuestros genes. Desde luego, qué difícil es asumir que se es poco más que carne y que la materia no entiende de afinidad, salvo la electrónica, más allá de la cual cualquier construcción es artificial por más que se intente vestir de natural.

Ya tenía ganas de volver a escribir en este diario abandonado a su suerte desde hace casi medio mes, desde que el 22 de diciembre publiqué una última entrada sobre la elección de nuestro gobernante… ay, qué dolor.

Tenía ganas pero también quería descansar, reposar, soltar amarras, dejarme llevar por la inacción durante un tiempo, no quería hablar, en caliente, de las conversaciones apasionadas que se tienen con las llamadas familias, con esos seres a los que hay que ver en estas fechas como si se tratasen de seres que demandan una atención dedicada, una deuda de sangre, un pacto diabólico que nos mantenga unidos.

¡Qué alegría cuando el encuentro se produce sin ninguna otra razón que la de desear verse! ¡Ninguna otra razón!

Pero hoy quiero comenzar el diario del 2012 pensando en otra cosa.

Me tengo que organizar mejor que el 2011.

El tiempo es algo difícil de gestionar para un autónomo. Soy autónomo. O algo parecido. Trabajo sin cobrar para mí mismo, trabajo en algo no remunerado la mayor parte de mi tiempo y debo ser capaz de dedicarle un tiempo organizado, segmentado razonablemente, para que pueda hacer todo aquello que me propongo hacer (propongo/propuesta/proyecto) como es el mantenimiento diario de este diario, la investigación en poéticas que no conozco, la colecta organizada de las lenguas del mundo, la instalación y divulgación de software libre y abierto…

Amén de las cosas (alguna hay) remuneradas que me permiten comer, beber, pagar impuestos, y todas esas cosas que son maravillosas, como dice la vieja canción. Están mis talleres de poesía, a los que debo dedicar un tiempo semanal estimado en unas 10 horas (preparación: 3 horas, comunicación: 2 horas, impartición: 5 horas) sin tener en cuenta los tiempos previos a la preparación, el trabajo de captación de alumnos y algunos extras. Están mis clases particulares, que este año se van a ver incrementadas con 2 horas de un nuevo estudiante de 4º de la ESO; y que ascienden a un total de 11 horas (2h – Marta, 2h – Mateo, 2h – Carlos, 5h – Desplazamientos y preparación).

Puedo considerarme un trabajador a media jornada, pero una media jornada distribuida a lo largo de toda la jornada así que acabo no sabiendo bien cuándo estoy trabajando y cuándo no. Eso sí, ya querría yo cobrar lo que se supone que se ha de cobrar por un trabajo de media jornada… pero trabajo en lo que me gusta y eso se paga… aunque todavía no entienda por qué se ha de pagar por ello.

Cómo se puede ver, tengo bien cuantificado lo que dedico de tiempo al trabajo remunerado, pero no así el trabajo no remunerado. Esto es algo que debe cambiar para que pueda dedicarle también una cantidad de tiempo bien definida. Esto es de gran ayuda para saber que tengo que respetar mis horarios, horarios absolutamente arbitrarios, como todos, pero que estructuran mi quehacer, mi jornada, mi día a día, hasta el punto de no hacerme sentir perdido en un mar de tiempo lleno de actividad que, después, no sé cuál ha sido con claridad.

Además he de meter en mi agenda algo de tiempo periódico para mis cuidados personales, incluyendo una rehabilitación de mi manguito rotador que debe realizarse, para que sea eficaz, diariamente y preferiblemente a la misma hora, como pretendo hacer con la hechura de este blog (huyo de este término como de la peste), para que no pase un día sin hacerlo. Son una serie de ejercicios que, se supone, irán mejorando mi movilidad, pero es algo tan lento que no me motiva. Tengo poca paciencia para cosas como esta, que no me gusta en su detalle, de la que solo deseo el resultado. Si me platease este mismo acercamiento a tareas como esta de elaborar un diario, jamás lo comenzaría, o el del POFLM.

Voy a retrasar la elaboración diaria de estas entradas, para ver si acomodo mejor mi horario. Hasta ahora, intentaba realizarlas a las 10:30-11:30, pero veo que va siendo inviable, así que lo retrasaré media hora, me levantaré media hora antes (08:30), incluiré mis ejercicios en ese ínterin tras el desayuno con mi amada Carmen, a eso de las (09:30-10:30) y, tras leer los emails para ver si hay algo urgente, acercarme a este cuaderno y escribir mis tonterías entre las 11:00 y las 12:00. Buena hora para dar por terminado este trabajo y pasar a otros. Voy a reconfigurar mi calendario de google, preciosa aplicación que le agradezco a esta empresa californiana.

Y como no me gusta que los «voy a» se eternicen, dejo este diario cerrado por hoy.
Hasta mañana a las 11:00.

Ayer fue la inmaculada concepción

O sea, festivo en este país, «»»laico«»».

El pasado martes 6, día de la Constitución, me encontré teniendo una curiosa conversación con mi sobrina Jimena que me dijo que el jueves era fiesta porque era la inmaculada concepción. Le dije que qué era eso y me contestó, con una seguridad pasmosa, que era que la virgen había concebido sin el pecado original. Y se quedó tan feliz, ella.

No quise ahondar en preguntas que podrían poner en un aprieto su confianza, ni quise saber cuánto sabía de lo que significaba concebir, por si acaso yo acababa en un aprieto.

Está en un periodo curioso porque está a punto de hacer la comunión. Junto con su hermano César, ambos, hijos de una pareja no casada por la iglesia. Pero esta iglesia católica cada día son más permisivos, cosa que no acabo de entender porque acaban por dejar de lado el significado de lo que supone realizar la comunión o el bautismo que deben hacer (no estaban bautizados hasta ahora) para poder comulgar.

Hace un par de meses nos pidieron a Carmen y a mí que fuésemos los padrinos de uno de ellos, aún por determinar, al que, según la definición que da la iglesia católica de bautismo, tendríamos que educar en la fe católica.

Padrinos

Cuando los infantes son solemnemente bautizados, las personas asisten a la ceremonia a hacer la profesión de fe a nombre del niño. Esta práctica viene de la antigüedad y es atestiguada por Tertuliano, San Basilio, San Agustín y otros. Dichas personas son designadas sponsores, offerentes, susceptores, fidejussores, y patrini. El término en español es padrino y madrina. Éstos, a falta de los padres, están obligados a instruir en lo referente a la fe y la moralidad. Es suficiente un padrino y no se permite más de dos. En el caso de que sean dos, uno debe ser hombre y el otro mujer. El fin de estas restricciones es el hecho de que el padrino contrae una relación espiritual con el niño y sus padres, lo que sería un impedimento de matrimonio. Los padrinos mismos deben ser personas bautizadas que tengan uso de razón y deben haber sido designados como padrinos por el sacerdote o los padres. Durante el bautismo deben tocar físicamente al niño ya sea personalmente o por algún otro medio. Lo que es más, se requiere que tengan realmente la intención de asumir las obligaciones como padrinos. Es deseable que hayan sido confirmados, pero esto no es absolutamente necesario. A ciertas personas se les prohíbe actuar como padrinos. Ellos son: miembros de órdenes religiosas, personas de matrimonios distintos, o los padres de los que van a ser bautizados, y en general aquellos objetables por razón de infidelidad, herejía, excomunión o que son miembros de sociedades secretas condenadas, o pecadores públicos (Sabetti, no. 663). Los padrinos también son empleados en el bautismo solemne de adultos. Nunca son necesarios en el bautismo privado.

Fuente: Enciclopedia Católica OnLine

Claro que, yo soy un feliz hereje, seguramente un pecador público y no reconozco la validez de mi bautismo, así que tuve que decantarme por un sonoro no.

No pude decir que sí, pero tampoco acabo de entender cómo sus padres pueden decir que sí, cómo la iglesia les permite bautizarles sin estar casados por la iglesia, sin, reconocidamente, creer en dios ni en los mandamientos de la católica. La verdad es que todo esto me resulta tan extraño que me pregunté porqué ocurría y acabé dándome cuenta de que el problema no era religioso, sino social.

Vivir en una sociedad pequeña a veces puede resultar opresivo, pero también hay que responsabilizarse de la coherencia de las decisiones propias, cosa que yo no puedo evitar hacer, aunque en ocasiones no lo haría para comportarme más amigablemente, encajar mejor con un entorno que tiende a homogeneizar y rechazar la diferencia.

Pero digo no, un sonoro no, cuando no quiero que algo sea como no creo que deba ser. Soy tan simple.

Sé que vivir en un pueblo como Daimiel y mantener esa coherencia implica ciertas recriminaciones sociales, cierto problema en la educación de los hijos que acabarán por sentirse excluidos en muchos entornos, pero creo que la exclusión es algo contra lo que hay que luchar no acatándola sino padeciéndola.

No sé qué habría hecho yo en una situación en la que se encuentran mis cuñados, supongo que no habría llegado a ella, puesto que jamás habría aceptado que educasen en religión a mis hijos, pero puede que, incluso así, ellos hubiesen envidiado a sus amigos (que puede que lo fuesen menos) que tenían formidables fastos ceremoniales, subvencionados por todos los españoles, por cierto, mientras que a ellos tendría que haberles compensado laicamente en una ceremonia artificiosa y falsa… aunque no más ni menos que la religiosa de rigor.

Pero ellos encontraron que nadie llevaba a sus hijos pequeños a otra cosa que no fuese religión (por supuesto católica) en el colegio, así que los suyos habrían sido los primeros en salirse del sistema (salvo un par de niños musulmanes, con los que mejor, parece ser, no relacionarse). Pero alguien tiene que ser el primero, alguien ha de dar un paso valiente, decir no, sonoros noes, cuando hacen falta.

Y para mí, la educación de un hijo (que no tengo, así que muchos me atacarán personalmente por aquí, obviando la argumentación) es dependiente de la coherencia con la que se viva, la vida debe ser ejemplar, el ejemplo ha de ser la base de la educación.

Y lo más importante que pueda haber es la educación de nuestra descendencia. Sin eso, no hay esperanza de futuro, salvo una continuidad improgresiva de un pasado rancio, anquilosado, tradicional(ista) y, por supuesto, excluyente, autoritario, dictatorial, que nunca hemos, realmente, superado.

Esto no es una broma