A relaxing cup of café con leche in la Plaza Mayor

anabotellaEl discursito de Ana Botella el 7 de septiembre ante el Comité Olímpico Internacional ha generado una avalancha de mensajes más o menos divertidos haciendo leña de ese esperpento de árbol caído. Las redes sociales bullen de imágenes como esta de la izquierda, así como enlaces a noticias y vídeos donde se puede ver y oír el malísimo nivel de inglés de la alcaldesa de Madrid.

Que su nivel de inglés sea pésimo es grave, pero el contenido del mensaje, en cualquier idioma, debería haber avergonzado a más de uno, pero no parece que así sea. Es grave que su nivel de inglés sea malo, tanto como para pensar si tendría sentido que una representante de una ciudad como Madrid debería tener unos mínimos de exigencia académica o similar, tanto para su conocimiento de idiomas relevantes como otros mínimos de conocimientos técnicos, legales, conocimientos de cultura general, literatura (Sara Mago no es mujer…), artes, tecnologías varias, etc. O saber buscarse un buen equipo de asesores en quienes delegar determinadas decisiones y/o apariciones públicas explicativas.

Que su nivel de inglés sea pésimo es grave, pero que no se haya excusado ante la ciudadanía es lo verdaderamente triste, es más, puntualizando, lo verdaderamente triste es que no se exija por esta misma ciudadanía una disculpa, una explicación, una humildad de servidor público que es lo que no asumen ser nuestros políticos con nuestra complacencia.

Hay un punto que me resulta hiriente cada vez que lo leo y es el tocante al hecho de que esta señora no haya sido elegida democráticamente. Lo siento, pero no es correcto: Ana Botella concurrió a las elecciones municipales de Madrid de Mayo de 2011, como segunda de lista (cerrada) del Partido Popular. Y el Partido Popular (no el cabeza de lista) obtuvo mayoría absoluta, mal que me pese, en esas elecciones. Que unos meses después el primero de la lista fuese reubicado no es un incumplimiento electoral como muchos de los que vienen haciéndose: No hay compromiso en el mantenimiento por ninguna razón de los representantes del partido. En la democracia española (y muchas otras) se vota un partido político, lo que tiene sus ventajas (que algunas tiene, como la presunta dificultad de compra de votos derivada de la disciplina de partido) y también sus inconvenientes.

A mí siempre me ha resultado mucho más sencillo nuestro mecanismo de democracia representativa, puesto que se limita a tener que analizar líneas ideológicas (cuando las había) y programas electorales, en lugar de analizar o creer a personas físicas, con sus múltiples y variables vicisitudes, como cánceres, defunciones, destituciones, abdicaciones, etc.

Que Alberto Ruiz Gallardón dejase de ser alcalde de Madrid para dedicarse a otras labores que no están haciendo mucho bien por su imagen pseudoprogresista, tan solo tenía acarreado que le sucediese en el cargo aquella persona que estaba en la lista que el Partido Popular presentó a candidatura y que los votantes madrileños eligieron por mayoría absoluta.

Que los madrileños (y en las generales los españoles) no se responsabilicen de saber que una lista cerrada y un partido político es lo que están eligiendo es lo que más me preocupa: ¿Se puede tener una democracia representativa sin comprender su sistema de elección de representantes?

Algunas veces me he encontrado con gente que decía que Gallardón hacía que el PP no fuese tan malo… o tan retrógrado o tan conservador. Siempre he respondido con un sonoro: NO. El PP es rancio, retrógrado y conservador. Su ideología de base lo es. No va a dejar de serlo, pero eso no quiere decir que sean tan estúpidos como para no saber la maravillosa fuerza que se puede conseguir con un buen marketing. Venden la imagen de partido moderno, liberal (neo), salvapatrias, y la gente lo compra. Sí, es así, la gente lo cree.

Pero esta es la raíz del problema, esta es la pregunta que me haría:

¿Han de ponerse requisitos a los candidatos a puestos públicos representativos o han de ponerse requisitos a los votantes para que sepan elegir candidatos dignos de representar?

Si contestamos que han de ponerse requisitos a los candidatos, puede que algunos electos presidentes cayeran a la primera, como el, por otra parte buen gobernante, Evo Morales. Si contestamos que han de ponerse requisitos a los candidatos, muy posiblemente el mejor sistema posible sea una Tecnocracia, un sistema que parece que está funcionando en Italia, comparado con la elección que los votantes llevaban haciendo repetidas veces de un gobierno patético, xenófobo, machista, violento, simplón… pero televisivo.

Pero claro, es una forma de acabar con uno de los pilares de esta utopía llamada Democracia: cualquier persona (¡Cualquier persona, sin hacer pruebas de inglés, entre otras!) tiene derecho a representar a la ciudadanía. Quizá es hora de revisar este principio, pero soy más partidario de revisar también el otro principio, aún más básico: cualquier persona está capacitada para elegir a sus representantes y/o gobernantes.

Lo que me lleva a la segunda parte de la pregunta: ¿Por qué no se cuestiona si los votantes saben a quién o qué eligen cuando votan?

Recuerdo haber hojeado la candidatura de Equo durante las elecciones nacionales pasadas y, por supuesto, decantarme por votar su proyecto. Pero según lo hice, investigando para saber un poquito más quienes eran, me daba cuenta de lo imposible de que esa candidatura viese la luz en un país como este: demasiados licenciados. Es como cuando se tachaba ¡despectivamente! a Julio Anguita de «profesor», como para indicar que era demasiado aburrido. Y, aunque lo fuese, no por ello debería de haber sido desprestigiado, sino todo lo contrario. Pero no ocurre así en este país.

Que Ana Botella no sepa inglés no es un problema tan grave como el hecho de que los votantes de este país no sepan qué votan. Que el PP esté repleto de sinvergüenzas (y el PSOE, IU, PNV, CiU) y/o de incompetentes, no es ni más ni menos que el reflejo de una sociedad que tiene unos valores pésimos. Ese sí es un verdadero problema de fondo: no hay mucho que mejorar si no se desea mejorar. ¿Por qué van a hacerlo nuestros representantes?

Voy a tomarme una cup of café con leche in algún where… y a hablar de furbol, o de Nadal, o de Olimpiadas… que eso del arte es una chorrá, una ida de olla de unos caraduras… ¿y la ciencia? Va! ¿esos qué saben de la vida? ¿o del mundo? Si están siempre en un despacho, no como yo, que vivo en la calle y sé lo que es un buen coño… ¡No te jode! Y además, que ese café no me lo ponga un sudaca que me da por culo tanto puto inmigrante…

Pos eso…

Como para emigrar, pero no solo por los representantes, sino por los representados, electores de los primeros.

Taller de Conexión Quantica Espiritual Colectiva, Madrid 21 de Septiembre

Es que no sé qué hacer, si reír o si llorar.

Amén del hecho de que haya un taller con esta llamativa utilización de la palabra «Quantica» en su título, más que nada para decir que la conexión se produce de alguna manera, digamos, discreta, o será que es reactiva a un determinado y concreto haz de radiación electromagnética de una frecuencia exactamente cuantificable, amén de ello, repito, está el tema de la escritura:

Taller de Conexión Quantica Espiritual Colectiva, Madrid 21 de Septiembre

Se debería haber escrito Cuántica.

Quantica no tiene ningún sentido en español, además del tema del acento, que resulta ser un atributo ignorado pero que redunda en una conexión exagerada con un divertido diminutivo: cuantica (como en cuantica cerveza puedo beberme esta tarde soleada).

He hablado más de una vez sobre este despropósito de utilización ridícula de vocabulario científico con fines de publicidad, más que reales, en entornos esotéricos y de la New Age. No sé si merece la pena hacerlo de nuevo o remitir a la conversación sobre la crisis del pensamiento racional.

Bueno, de lo de espiritual y colectiva, sin hablar de conexión… es mejor no hablar. Este tipo de talleres, cada día más, me parecen, simple y llanamente, estafas.

Lógica, brazo armado de la razón

logicala que produce monstruos
y la que los aniquila
de un razonamiento
con una duda
con una falsación
con un violento
bofetón de raciocinio
de sentido
semánticamente
lleno

lógica. (Del lat. log?ca, y este del gr. ??????). 1. f. Ciencia que establece las leyes, modos y formas del conocimiento racional. 2. f. Tratado de esta ciencia. Escribió una lógica que fue muy comentada. ~ borrosa, o ~ difusa. 1. f. La que admite una cierta incertidumbre entre la verdad o falsedad de sus proposiciones, a semejanza del raciocinio humano. ~ formal, o ~ matemática. 1. f. La que opera utilizando un lenguaje simbólico artificial y haciendo abstracción de los contenidos. ~ natural. 1. f. Disposición natural para discurrir con acierto sin el
auxilio de la ciencia. ~ parda. 1. f. coloq. gramática parda.

brazo. (Del lat. brach?um, y este del gr. ???????). 1. m. Miembro del cuerpo, que comprende desde el hombro a la extremidad de la mano. 2. m. Parte de este miembro desde el hombro hasta el codo. 3. m. Cada una de las patas delanteras de los cuadrúpedos. 4. m. Cada uno de los dos apoyos que salen desde la mitad del respaldo del sillón hacia adelante y sirven para que descanse o afirme los brazos quien está sentado en él. 5. m. En una araña u otro aparato de iluminación, candelero que sale del cuerpo central y sirve para sostener las luces. 6. m. En la balanza, cada una de las dos mitades de la barra horizontal, de cuyos extremos cuelgan o en los cuales se apoyan los platillos. 7. m. Pértiga articulada de una grúa. 8. m. Rama de árbol. 9. m. En una cruz, mitad de cada palo, especialmente del horizontal. 10. m. Valor, esfuerzo, poder. Nada resiste a su brazo. 11. m. Parte de una colectividad encargada de una función determinada. Brazo político. 12. m. Mar. Cada una de las partes del ancla que terminan en uña. 13. m. Mec. Cada una de las distancias del punto de apoyo de la palanca a los puntos de acción de la potencia y la resistencia. 14. m. Cuba. auricular (? del aparato telefónico). 15. m. Méx. Pan suave, alargado y relleno de mermelada. 16. m. pl. Protectores, valedores. Valerse de buenos brazos. 17. m. pl. peones (? jornaleros). ~ armado. 1. m. Grupo organizado para el uso de las armas. ~ de Dios. 1. m. Poder y grandeza de Dios. ~ de gitano. 1. m. Pastel formado por una capa delgada de bizcocho, con crema o dulce de fruta por encima que se arrolla en forma de cilindro. ~ de la nobleza. 1. m. Estado o cuerpo de la nobleza, que representaban sus diputados en las Cortes. ~ del reino. 1. m. Cada una de las distintas clases que representaban al reino junto en Cortes. ~ de mar. 1. m. Canal ancho y largo del mar, que entra tierra adentro. ~ derecho. 1. m. Persona subordinada y de la máxima confianza de otra, con la que colabora eficazmente. U. m. en la fr. ser el brazo derecho. ~ de río. 1. m. Parte del río que, separándose de él, corre independientemente hasta reunirse de nuevo con el cauce principal o desembocar en el mar. ~ eclesiástico. 1. m. Estado o cuerpo de los diputados que representaban la voz del clero en las Cortes o juntas del reino. ~ real, ~ secular, o ~ seglar. 1. m. En el antiguo derecho, tribunales ordinarios de justicia. abiertos los ~s. 1. loc. adv. con los brazos abiertos. a ~. 1. loc. adv. De forma manual, sin máquinas. a ~ partido. 1. loc. adv. Con los brazos solos, sin usar de armas. 2. loc. adv. A viva fuerza, de poder a poder. andar a los ~s con alguien. 1. loc. verb. venir a las manos. arrancar alguien el ~ a algo. 1. loc. verb. Cuba. Aceptar una proposición ventajosa. 2. loc. verb. Cuba. Aprovechar la oportunidad de adquirir, lograr u obtener algo. ~ a ~. 1. loc. adv. Cuerpo a cuerpo y con iguales armas. ~ por ~. 1. loc. adv. ant. brazo a brazo. caérsele a alguien los ~s. 1. loc. verb. Méx. desalentarse. con los ~s abiertos. 1. loc. adv. Dicho especialmente de recibir, admitir o acoger: Con agrado y complacencia. con los ~s cruzados. 1. loc. adj. Ocioso, inactivo. No sabe estar con los brazos cruzados. 2. loc. adj. Impasible, sin hacer nada para evitar algo. Contemplan con los brazos cruzados el atropello de sus derechos. cruzarse alguien de ~s. 1. loc. verb. Cruzar los brazos. 2. loc. verb. Quedarse ocioso. 3. loc. verb. No hacer nada para evitar algo. dar alguien su ~ a torcer. 1. loc. verb. Rendirse, desistir de su dictamen o propósito. U. m. con neg. dar el ~ a alguien. 1. loc. verb. dar la mano (? amparar). 2. loc. verb. coloq. Ofrecérselo para que se apoye en él. dar los ~s a alguien. 1. loc. verb. coloq. Abrazarlo. dar un ~ por algo. 1. loc. verb. coloq. dar una mano por algo. de ~s cruzados. 1. loc. adj. con los brazos cruzados. del ~. 1. loc. adv. Con el brazo asido al de otra persona. echarse en ~s de alguien. 1. loc. verb. ponerse en manos de alguien. en ~s. 1. loc. adv. Sostenido sobre un brazo o sobre ambos. Lleva a su hijo en brazos. en ~s de. 1. loc. prepos. Rodeado por los brazos de alguien. Dormía en brazos de su amado. 2. loc. prepos. En relación amorosa con alguien. Encontró la felicidad en brazos de Arturo. U. t. en sent. fig. entregar al ~ secular algo. 1. loc. verb. Dicho de la autoridad eclesiástica: Confiar a la autoridad civil la ejecución de las penas impuestas por sus tribunales. 2. loc. verb. coloq. Entregarlo a alguien que lo va a liquidar. entregarse en ~s de alguien. 1. loc. verb. ponerse en manos de alguien. hecho un ~ de mar. 1. loc. adj. coloq. Dicho de una persona: Ataviada con mucho lujo y lucimiento. Viene, está hecha un brazo de mar. ponerse en ~s de alguien. 1. loc. verb. ponerse en manos de alguien. quedar a alguien el ~ sabroso. 1. loc. verb. desus. Estar contento y ufano de alguna acción propia y con deseo de reiterarla. quedar el ~ sano a alguien. 1. loc. verb. Tener caudal de reserva después de haber hecho grandes gastos. soltar los ~s. 1. loc. verb. Dejarlos caer como miembros muertos. tener ~. 1. loc. verb. coloq. Tener mucha robustez y fuerza. venir a ~s con alguien. 1. loc. verb. venir a las manos. vivir por su ~, o sus ~s. 1. locs. verbs. coloqs. vivir de sus manos. V. ama de brazos huelga de brazos caídos madrina de brazos.

armado, da. (Del part. de armar). 1. adj. Provisto de armas. 2. adj. Provisto de un instrumento o utensilio. El jardinero apareció armado con la podadera. 3. adj. Que se desarrolla con la utilización de las armas. Insurrección armada. 4. adj. Dicho del cemento o del hormigón: Reforzado con barras metálicas. 5. m. Arg., Bol. y Par. Pez de agua dulce, de hasta 70 cm de longitud, con aletas dorsal y pectorales muy robustas, cuerpo oscuro desprovisto de escamas y carne comestible. 6. m. desus. Hombre vestido como los antiguos soldados romanos, que suele acompañar los pasos de las procesiones y dar guardia a los monumentos de Semana Santa.

razón. (Del lat. rat?o, -?nis). 1. f. Facultad de discurrir. 2. f. Acto de discurrir el entendimiento. 3. f. Palabras o frases con que se expresa el discurso. 4. f. Argumento o demostración que se aduce en apoyo de algo. 5. f. motivo (? causa). 6. f. Orden y método en algo. 7. f. Justicia, rectitud en las operaciones, o derecho para ejecutarlas. 8. f. Equidad en las compras y ventas. Ponerse en la razón. 9. f. Cuenta, relación, cómputo. Cuenta y razón. A razón de tanto. 10. f. coloq. Recado, mensaje, aviso. 11. f. Mat. Cociente de dos números o, en general, de dos cantidades comparables entre sí. ~ aritmética. 1. f. Mat. Diferencia constante entre dos términos consecutivos de una progresión aritmética. ~ armónica. 1. f. Mat. La razón doble que vale -1; p. ej., (8, 12, 9, 6) = -1. ~ de cartapacio. 1. f. coloq. razón que se da estudiada y de memoria sin venir al caso. ~ de Estado. 1. f. Política y regla con que se dirige y gobierna lo perteneciente al interés y utilidad de la república. 2. f. Consideración de interés superior que se invoca en un Estado para hacer algo contrario a la ley o al derecho. 3. f. Miramiento, consideración que nos mueve a portarnos de cierto modo en la sociedad civil, por lo que podrán juzgar o pensar quienes lo sepan. ~ doble de cuatro números. 1. f. Mat. Cociente de las razones simples formadas por cada uno de los dos primeros y los otros dos; p. ej., (8, 6, 4, 3) = (8, 4, 3) / (6, 4, 3) = 6/5. ~ geométrica. 1. f. Mat. Cociente constante entre dos términos consecutivos de una progresión geométrica. ~ natural. 1. f. Potencia discursiva del hombre, desnuda de todo matiz científico que la ilustre. ~ por cociente. 1. f. Mat. razón geométrica. ~ por diferencia. 1. f. Mat. razón aritmética. ~ simple de tres números. 1. f. Mat. Cociente de las diferencias entre el primero y cada uno de los otros dos; p. ej., (6, 4, 3) = (6-4) / (6-3) = 2/3. ~ social. 1. f. Com. Nombre y firma por los cuales es conocida una compañía mercantil de forma colectiva, comanditaria o anónima. ~ trigonométrica. 1. f. Mat. Relación entre los lados de un triángulo rectángulo; como el seno, el coseno, la secante y la tangente. alcanzar de razones a alguien. 1. loc. verb. Concluirle en la disputa, dejarle sin que tenga qué responder o replicar. a ~ de. 1. loc. prepos. Indica la correspondencia de la cantidad que se expresa a cada una de las partes de que se trata. A razón de tres por cabeza. U. en las imposiciones de censos y dinero a intereses. A razón de diez por ciento. asistir la ~ a alguien. 1. loc. verb. Tenerla de su parte. atender alguien a razones. 1. loc. verb. Quedar convencido por los argumentos que se le presentan. atravesar razones. 1. loc. verb. tener palabras. cargarse alguien de ~. 1. loc. verb. Tener mucha paciencia para proceder después con más fundamento. dar alguien ~ de sí, o de su persona. 1. locs. verbs. Corresponder a lo que se le ha encargado o confiado, ejecutándolo exactamente. dar la ~ a alguien. 1. loc. verb. Concederle lo que dice, confesarle que obra racionalmente. dar ~. 1. loc. verb. noticiar. en ~ a, o en ~ de. 1. locs. prepos. Con arreglo a, en función de. Se riegan las plantas en razón de la humedad del ambiente. 2. locs. prepos. Por causa de. Había grandes medidas de seguridad en razón de la amenaza terrorista. 3. locs. prepos. En lo relativo a, por lo que toca a. Tanto en razón del fondo como de la forma. entrar alguien en ~. 1. loc. verb. Darse cuenta de lo que es razonable. envolver a alguien en razones. 1. loc. verb. Confundirle de modo que no sepa responder sobre alguna materia. estar a ~, o a razones. 1. locs. verbs. Raciocinar, discurrir o platicar sobre un punto. fuera de ~. 1. loc. adv. Sin justificación. hacer alguien la ~. 1. loc. verb. Corresponder a un brindis con otro brindis. llenarse alguien de ~. 1. loc. verb. cargarse de razón. meter a alguien en ~. 1. loc. verb. Obligarle a obrar razonablemente. no atender alguien a razones. 1. loc. verb. No quedar convencido por los argumentos que se le presentan. perder alguien la ~. 1. loc. verb. Volverse loco. 2. loc. verb. Hacer o decir algo por lo que perjudica su causa o su derecho. poner en ~. 1. loc. verb. Apaciguar a quienes contienden o altercan. 2. loc. verb. Corregir a alguien con el castigo o la aspereza. ponerse alguien a razones con otra persona. 1. loc. verb. Altercar con ella u oponérsele en lo que dice. ponerse en ~, o en la ~. 1. locs. verbs. En los ajustes y conciertos, venir a términos equitativos. privarse alguien de ~. 1. loc. verb. Tener embargado el uso y ejercicio de ella por una pasión violenta o por otro motivo, especialmente la embriaguez. reducirse alguien a la ~. 1. loc. verb. darse a buenas. ser ~ algo. 1. loc. verb. Ser justo, razonable. ¿No es razón que llore su desamparo? tener ~. 1. loc. verb. Estar en lo cierto. tomar ~, o la ~. 1. locs. verbs. Asentar una partida en cuenta o hacer constar en un registro lo que en él debe copiarse, inscribirse o anotarse.

Fanático

Texto extraído de la web dechile.net dedicada a la etimología. Tal como sospechaba, fanático es inherente a templo, es decir, que la religión cristiana lo lleva en la raíz de su funcionamiento. Y otras religiones también, claro. Si se erradicaran, se acabaría con muchos fanum-áticos. Pero no con todos.

La palabra fanático viene del latín fanaticus, un derivado de fanum. El vocablo fanum, significa santuario o templo, y desde tiempos antiguos los romanos lo relacionaban con el verbo for, fari (hablar solemne y públicamente), y con la palabra fatum, pues parece que un fanum era un lugar sagrado por consagración o designación oracular, aunque esta etimología presenta ciertas dudas. Algunos indoeuropeístas sostienen que la palabra latina fanum contiene la misma raíz indoeuropea*dhēs– vinculada a conceptos religiosos que dio lugar en griego a la palabra θεός ("theos", dios).

El vocablo fanaticus designaba primero a un servidor de un templo o fanum, especialmente a los porteros o vigilantes nocturnos que velaban con gran celo por el santuario. Poco a poco el vocablo fue designando al adepto exclusivo de un templo, santuario o divinidad, situación poco corriente en principio para los romanos.

En efecto, en el mundo clásico, especialmente el romano, lo normal era el sincretismo y libre adopción de diversos cultos. Aparte de una religión tradicional cívica que constaba de diversos dioses, y en que cualquiera podía participar del culto de uno u otro, en el mundo de la antigüedad era gesto propio de la ley universal de la hospitalidad, participar de los cultos de todo aquel extranjero cuya tierra se visitaba, o de todo aquel pueblo que se incorporaba a otro. En ese sentido, los romanos construían templos en Roma o donde fuera, a todos los dioses de los pueblos incorporados (Isis, dioses orientales, dioses celtibéricos, etc.), juntamente con los suyos. Había sin embargo algún pueblo que consideraba un insulto que otros participaran en sus cultos, o les construyeran templos en otro lugar, o que en su tierra se edificaran templos a otros cultos (caso exclusivo del judaísmo). También se desarrollaron cultos mistéricos, para cuya práctica era necesario iniciarse y los cultores no admitían libremente a quienes no estuvieran iniciados y admitidos por un rito de ingreso. Algunas personas se iniciaban en varios y participaban en ellos, o cambiaban de uno a otro. Pero en ellos se desarrolló una cierta tendencia a ser cultor exclusivo de ese culto o ese dios solamente: es eso lo que designó la palabra fanaticus.

De hecho en el Imperio Romano la religión era absolutamente libre, y el único acto obligatorio de culto para todo ciudadano romano era un rito anual de culto al Estado y al emperador, realizado en los templos llamados capitolios, consistente en hacer una genuflexión ante la estatua imperial y paralelamente pagar el impuesto anual a la hacienda pública, según el porcentaje que correspondiera a cada cual con arreglo a su riqueza (la capitación), obligación cívica que los romanos refrendaban con una sanción religiosa (en eso consistía el llamado "culto imperial"). Si uno cumplía con ese rito podía después practicar el culto que deseara, todos, varios o ninguno. Y era frecuente practicar diversos cultos, tanto privados como públicos. Lo más raro era el cultor exclusivista o fanaticus.

Después, a partir de fanum, en el S. I a.C. se desarrolla un verbo fanor, fanari, con el significado de estar poseso por un fervor divino, delirante y frenético, que genera un nuevo sentido para fanaticus (delirante, lleno de furor religioso, frenético), que seguramente pudo sufrir también un influjo del φἀνος y φαινω griego, es decir, una especie de iluminado y exaltado religioso, que es el que acaba de dar su sentido completo a nuestra palabra "fanático".

Una interesante diatriba de la serie que he visto este verano

Durante este verano he estado viendo la serie titulada Galáctica (Reimaginada). Ha sido una grata sorpresa, pues no esperaba ni que fuese una gran serie ni que fuese nefasta, tan solo un entretenimiento para huecos libres, trayectos de autobús, etc.

Pero algunas secuencias han resultado ser verdaderamente sorprendentes, con textos como este, que me recordaba tanto al celebérrimo monólogo (Lágrimas en la lluvia) de una de mis películas preferidas, Blade Runner.

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo; como lágrimas en la lluvia.., Es hora de morir.

En este guiño más o menos obvio a esa escena, el cylon (equivalente a un replicante), se marca un monólogo fantástico que quería compartir en este diario, quizá porque yo mismo lo he pensado tantas veces como para pensar si no seré uno de ellos.

[youtube_sc url=http://youtu.be/Rt526l17k2w]

El final del proyecto sobre el Tractatus

Terminado el proyecto sobre el Tractatus, con la acción que realicé en El Patio de Martín de los Heros. El resultado, por decirlo así, queda en esta página, para quien guste curiosear.

Algunas fotos que realicé intentando que coincidieran con las horas en punto. Que sirvan como complemento a esa documentación que casi nunca adquiero ni requiero.

Reformateando el Tractatus

1 Reformatear el Tractatus.
1.11 Formatear (Verbo que indica acción): Dar un formato o presentación a una tabla numérica o a un documento.
1.12 Reformatear consiste en modificar el formato previo.
1.121 Si el previo era un formato, digamos, literal, se trata de adaptarlo a un formato dinámico, interactivo y topológico.
1.21 Tractatus hace referencia a la obra Tractatus Logico-Philosophicus de Ludwig Wittgenstein.
1.211 El libro se enfrenta a los problemas centrales de la filosofía que tienen que ver con el mundo, el pensamiento y el lenguaje, y presenta una «solución» (como la denomina Wittgenstein) a estos problemas, la cual está fundada en la lógica y en la naturaleza de la representación. El mundo está representado por el pensamiento, el cual es una proposición con significado, puesto que todos (el mundo, el pensamiento y la proposición) comparten la misma forma lógica. Por lo tanto, el pensamiento y la proposición pueden ser imágenes de los hechos.
1.212 Wittgenstein es un filósofo austríaco, se cuenta entre los pensadores más influyentes del siglo XX, reconocido en especial por su contribución al movimiento conocido como filosofía analítica.

2 Reconocimiento de un formato más adecuado.
2.1 Al abrir por primera vez el Tractatus, quedé (asumo un yo) fascinado por el formato que había elegido el autor para exponer su pensamiento. Esa linealidad de libro convencional combinada con la enumeración característica de una exposición lógica.
2.11 De acuerdo a sus palabras: Los números decimales asignados a las proposiciones individuales indican la importancia lógica de las proposiciones, el énfasis dado a cada una en mi exposición. Las proposiciones n.1, n.2, n.3, etc… son comentarios a la proposición número n; las proposiciones n.m.1, n.m.2, etc… son comentarios a la proposición m; y así.
2.2 Los mapas mentales parecen un formato idóneo.
2.21 Mapas mentales son cartografías de ideas y/o reflexiones sobre un tema mediante diagramas que conectan las mismas, principalmente, de manera jerárquica.
2.211 Es posible que si Wittgenstein los hubiese conocido, habría deseado escribir su libro en este formato.
2.212 Puede migrarse el texto del Tractatus de manera simple a un diagrama jerárquico.
2.2121 Esto es justamente lo que se va a hacer.
2.21211 Debido a la limitación de no conocer el idioma alemán, se han comparado varias ediciones, hasta elegir una en papel prestada por María Ginzo, a quien se la había prestado su padre, a quien se la había prestado la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid.
2.212111 Es una edición bilingüe de Alianza Editorial de 1973, con una traducción basada en una realizada para la Revista de Occidente de 1957.
2.212112 La traducción está realizada por el ínclito Enrique Tierno Galván.
2.212113 Se va a utilizar una versión digitalizada.
2.2121131 La versión digitalizada ha sido previamente preparada para minimizar problemas técnicos durante el proceso.
2.22 Existen herramientas informáticas para realizar mapas mentales.
2.221 FreeMind es un programa de código abierto. Lo conozco de utilizarlo en otras ocasiones y con otros propósitos.
2.2211 Puede generar como salida distintos formatos, entre los que cabe destacar HTML dinámico, Java o XML.
2.2212 La navegación y su exposición se adecúan exactamente con el formato deseado para el Tractatus.
2.222 Elegir una herramienta de código abierto tiene connotaciones política que me interesan definitivamente.

3 Copiar, pegar y hablar.
3.01 Podría haber elegido un método automático para realizar la transformación de formatos, pero deseaba hacer hincapié
en el hecho de que se trata de una acción.
3.011 La acción simple de copiar y pegar.
3.0111 Copiar de un archivo de texto plano.
3.0112 Pegar en un documento, mapa mental, FreeMind.
3.1 Además del proceso de copia y pega, durante la acción, que no ha de ser rigurosa, se leerán textos escogidos.
3.11 Que no sea rigurosa significa que se permitirá la completa interacción con el público asistente mientras no obstaculice el feliz desarrollo del proyecto.
3.2 Se realizará una proyección del proceso sobre una pared.
3.3 Al finalizar el proceso de copia y pega al nuevo formato, se exportará a otros formatos adicionales.
3.31 Tras la exportación a otros formatos, interactivos y navegables, se procederá a su colocación en el lugar correspondiente de la web de http://www.giusseppe.net
3.32 Se informará a los asistentes (mediante correo electrónico) del lugar en Internet desde el que poder descargarse el Tractatus en nuevo formato o navegar por (interactuar con) algunos de los formatos que lo permitan.

4 La duración estimada es de 12 horas.
4.1 No es intencionadamente larga, es simplemente el tiempo estimado que puede tardarse en copiar y pegar línea a línea un libro de unas 90 páginas.
4.11 El proyecto puede haber terminado antes.
4.111 Si se hubiese terminado antes, se continuará en el espacio hasta el final del tiempo acordado leyendo y/o comentando textos del Tractatus.
4.112 Si no se hubiese terminado al transcurrir las 12 horas, se dejará inconcluso y se terminará y presentará vía web el resultado final para quien desee acercarse al mismo.
4.2 El tiempo estará dividido por cuestiones técnicas en tres bloques de 3,5 horas cada uno.
4.21 Entre estos bloques habrá un periodo de media hora.
4.211 Tras el tercer bloque, la media hora restante será reservada para comentarios de última hora o desmontar el equipamiento.

5 La acción se mostrará por primera y última vez en El Patio de Martín de Los Heros de Madrid
5.1 El Patio está situado en: C/Martín de los Heros, 15
5.11 El metro más cercano es Plaza de España
5.12 Un mapa de la zona puede encontrarse en: http://elpatiodemh.wix.com/patio#!contacto/con8
5.2 El día elegido es el 1 de julio de 2013
5.21 Es lunes.
5.3 Hora de comienzo: 12:00 p.m.
5.31 Se comenzará con absoluta puntualidad.
5.4 Hora de finalización: 12:00 a.m.

6 El público queda invitado a asistir en cualquier momento.
6.1 No es necesaria la asistencia de público desde el comienzo de la acción. Esta irá transcurriendo hasta su finalización, con o sin público asistente.
6.2 No es preciso, ni mínimamente, asistir al proceso completo.
6.21 Cualquier persona es invitada a entrar y salir a su antojo y en cualquier momento.
6.3 El público disfrutará de la proyección del proceso.
6.31 Pueden visualizarla o ignorarla y dedicarse a actividades más o menos voluntarias y arbitrarias.

7 Se agradece difusión de la convocatoria.
7.1 Puede interesar a colectivos o individuos relacionados con la filosofía o el arte o ambas.
7.11 También puede interesar a personas no relacionadas en absoluto con la filosofía ni el arte.

Introducción al Tractatus Logico-Philosophicus

Autor: Bertrand Russell, Mayo, 1922.

El Tractatus logico-philosophicus del profesor Wittgenstein intenta, consígalo o no, llegar a la verdad última en las materias de que trata, y merece por su intento, objeto y profundidad que se le considere un acontecimiento de suma importancia en el mundo filosófico. Partiendo de los principios del simbolismo y de las relaciones necesarias entre las palabras y las cosas en cualquier lenguaje, aplica el resultado de esta investigación a las varias ramas de la filosofía tradicional, mostrando en cada caso cómo la filosofía tradicional y las soluci ones tradicionales proceden de la ignorancia de los principios del simbolismo y del mal empleo del lenguaje.
Trata en primer lugar de la estructura lógica de las proposiciones y de la naturaleza de la inferencia lógica. De aquí pasamos sucesivamente a la teoría del conocimiento, a los principios de la física, a la ética y, finalmente, a la mística (das Mystiche).
Para comprender el libro de Wittgenstein es preciso comprender el problema con que se enfrenta. En la parte de su teoría que se refiere al simbolismo se ocupa de las condiciones que se requieren para conseguir un lenguaje lógicamente perfecto. Hay varios problemas con relación al lenguaje. En primer lugar está el problema de qué es lo que efectivamente ocurre en nuestra mente cuando empleamos el lenguaje con la intención de significar algo con él; este problema pertenece a la psicología. En segundo lugar está el problema de la relación existente entre pensamientos, palabras y proposiciones y aquello a lo que se refieren o significan; este problema pertenece a la epistemología. En tercer lugar está el problema de usar las proposiciones-de tal modo que expresen la verdad antes que la falsedad; esto pertenece a las ciencias especiales que tratan de las materias propias de las proposiciones -en cuestión. En cuarto lugar está la cuestión siguiente: ¿Qué relación debe haber entre un hecho (una proposición, por ejemplo) y otro hecho para que el primero sea capaz de ser un símbolo del segundo?
Esta última es una cuestión lógica y es precisamente la única de que Wittgenstein se ocupa. Estudia las condiciones de un simbolismo correcto, es decir, un simbolismo en el cual una proposición «signifique» algo suficientemente definido. En la práctica, el lenguaje es siempre más o menos vago, ya que lo que afirmamos no es nunca totalmente preciso. Así pues, la lógica ha de tratar de dos problemas en relación con el simbolismo: l.° Las condiciones para que se dé el sentido mejor que el sinsentido en las combinaciones de símbolos; 2.º Las condiciones para que exista unicidad de significado o referencia en los símbolos o en las combinaciones de símbolos. Un lenguaje lógicamente perfecto tiene re glas de sintaxis que evitan los sinsentidos, y tiene símbolos articulares con un significado determinado y único. Wittgenstein estudia las condiciones necesarias para un lenguaje lógicamente perfecto. No es que haya lenguaje lógicamente perfecto, o que nosotros nos creamos aquí y ahora capaces e construir un lenguaje lógicamente perfecto, sino que toda función del lenguaje consiste en tener significado y sólo cumple esta función satisfactoriamente en la medida en que se aproxima al lenguaje ideal que nosotros postulamos.
La función esencial del lenguaje es afirmar o negar los hechos. Dada la sintaxis de un lenguaje, el significado de una proposición está determinado tan pronto como se conozca el significado de las palabras que la componen. Para que una cierta proposición pueda afirmar un cierto he debe haber, cualquiera que sea el modo como el lenguaje esté construido, algo en común entre la estructura de la proposición y la estructura del hecho. Esta es tal vez la tesis más fundamental de la teoría de Wittgenstein. Aquello que-haya de común entre la proposición y el hecho, no puede, así lo afirma el autor, decirse a su vez en el lenguaje. Sólo puede ser, en la fraseología de Wittgenstein, mostrado, no dicho, pues cualquier cosa que podamos decir tendrá siempre la misma estructura.
El primer requisito de un lenguaje ideal sería tener un solo nombre para cada elemento, y nunca el mismo nombre para dos elementos distintos. Un nombre es un símbolo simple en el sentido de que no posee partes que sean a su vez símbolos. En un lenguaje lógicamente perfecto, nada que no fuera un elemento tendría un símbolo simple. El símbolo para un compuesto sería un «complejo». Al hablar de un «complejo» estamos, como veremos más adelante, pecando en contra de las reglas de la gramática filosófica, pero esto es inevitable al principio. «La mayor parte de las proposiciones y cuestiones que se han escrito sobre materia filosófica no son falsas, sino sinsentido. No podemos, pues, responder a cuestiones de esta clase de ningún modo, sino establecer su sinsentido. La mayor parte de las cuestiones y proposiciones de los filósofos proceden de que no comprendemos la lógica de nuestro lenguaje. Son del mismo tipo que la cuestión de si lo bueno es más o menos idéntico que lo bello» (4.003). Lo que en el mundo es complejo es un hecho. Los hechos que no se componen de otros hechos son lo que Wittgenstein llama Sachverhalte, mientras que a un hecho que conste de dos o más hechos se le llama Tatsache; así, por ejemplo: «Socrates es sabio» es un Sachv erhalt y también un Tatsache, mientras que «Sócrates es sabio y Platón es su discípulo» es un Tatsache, pero no un Sachverhalt.
Wittgenstein compara la expresión lingüística a la proyección en geometría. Una figura geométrica puede, ser pro yectada de varias maneras: cada una de éstas corresponde a un lenguaje diferente, pero las propiedades de proyección de la figura original permanecen inmutables, cualquiera que sea el modo de proyección que se adopte. Estas propiedades proyectivas corresponden a aquello que en la teoría de Wittgenstein tienen en común la proposición y el hecho, siempre que la proposición asevere el hecho.
En cierto nivel elemental esto desde luego es obvio. Es imposible, por ejemplo, establecer una afirmación, sobre dos hombres (admitiendo por ahora que los hombres puedan ser tratados como elementos) sin emplear dos nombres, y si se quiere aseverar una relación entre los dos hombres será necesario que la proposición en la que hacemos la aseveración establezca una relación entre los dos nombres. Si decimos «Platón ama a Sócrates», la palabra «ama», que está entre o la palabra «Platón» y la palabra «Sócrates», establece una relación entre estas dos palabras, y se debe a este hecho que nuestra proposición sea capaz de aseverar una relación entre las personas representadas por las palabras «Platón y Sócrates». «No: `El signo complejo aRb dice que a está en la relación R con b’, sino: Que a está en una cierta relación con b, dice que aRb» (3.1432).
Wittgenstein empieza su teoría del simbolismo con la siguiente afirmación (2.1):
«Nosotros nos hacemos figuras de los hechos.» Una figura, dice, es un modelo de la realidad, y a los objetos en la realidad corresponden los elementos de la figura: la figura misma es un hecho.
El hecho de que las cosas tengan una cierta relación entre sí se representa por el hecho de que en la figura sus elementos tienen también una cierta relación, unos con otros. En la figura y en lo figurado debe haber algo idéntico para que una pueda ser figura de lo otro completamente. Lo que la figura debe tener en común con la realidad para poder figurarla a su modo y manera -justa o falsamente- es su forma de figuración» (2.161, 2.17).
Hablamos de una figura lógica de la realidad; cuando queremos indicar solamente tanta semejanza cuanta es esencial a su condición de ser una figura, y esto en algún sentido, es decir, cuando no deseamos implicar nada más que la identidad de la forma lógica. La figura lógica de un hecho, dice, es un Gedanke. Una figura puede corresponder o no corresponder al hecho y por consiguiente ser verdadera o falsa, pero en ambos casos tiene en común con el hecho la forma lógica. El sentido en el cual Wittgenstein habla de figuras puede ilustrarse por la siguiente afirmación: «El disco gramófonico, el pensamiento musical, la notación musical; las ondas sonoras, están todos, unos respecto de otros, en aquella internó relación figurativa que se mantiene entre lenguaje y mundo. A todo esto es común la estructura lógica. (Como en la fábula, los dos jóvenes, sus dos caballos y sus lirios, son todos, en cierto sentido, la misma cosa)» (4.014). La posibilidad de que una proposición represente a un hecho depende del hecho de que en ella los objetos estén representados por signos. Las llamadas «constantes» lógicas no están representadas por signos, sino que ellas mismas están presentes tanto en la proposición como en el hecho. La proposición y el hecho deben manifestar la misma
«multiplicidad» lógica, que no puede ser a su vez representada, pues tiene que tener en común el hecho y la figura. Wittgenstein sostiene que todo aquello que es propiamente filosófico pertenece a lo que sólo se puede expresar, es decir: a aquello que es común al hecho y a su figura lógica. Según este criterio se concluye que nada exacto puede decirse en filosofía. Toda proposición filosófica es un error gramatical, y a lo más que podemos aspirar con la discusión filosófica es a mostrar a los demás que la discusión filosófica es un error. «La filosofía no es una de las ciencias naturales. (La palabra `filosofía’ debe significar algo que esté sobre o bajo, pero no junto a las ciencias naturales) E1 objeto de la filosofía es la aclaración lógica de pensamientos. La filosofía no es una teoría, sino una actividad. Una obra filosófica consiste especialmente en elucidaciones. El resultado de la filosofía no son `proposiciones filosóficas’ sino el esclarecimiento de las proposiciones. La filosofía debe esclarecer y delimitar con precisión los pensamientos que de otro modo serían, por así decirlo, opacos y confusos» (4.111 y 4.112). De acuerdo con este principio todas las cosas que diremos para que el lector comprenda la teoría de Wittgenstein son todas ellas cosas que la propia teoría condena como carentes de sentido. Teniendo en cuenta esto, intentaremos exponer la visión del mundo que parece que está al fondo de su sistema.
El mundo se compone de hechos: hechos que estrictamente ha blando no podemos definir, pero podemos explicar lo que queremos decir admitiendo que los hechos son los que hacen á las proposiciones verdaderas o falsas. Los hechos pueden contener partes que sean hechos o pueden no contenerlas; «Sócrates era un sabio ateniense» se compone de dos hechos:
«Sócrates era sabio» y «Sócrates era un ateniense». Un hecho que no tenga partes que sean hechos se llama por Wittgenstein Sachverhalt. Es lo mismo que aquello a lo que llama hecho atómico. Un hecho atómico, aunque no conste de partes que son hechos, sin embargo consta de partes. Si consideramos «Sócrates es sabio» como un hecho atómico veremos que contiene los constitutivos «Sócrates» y «sabio». Si se analiza un hecho atómico lo más completamente posible (posibilidad teórica, no práctica), las partes constitutivas que se obtengan al final pueden llamarse «simples» u «objetos». Wittgenstein no pretende que podamos realmente aislar el «simple» o que tengamos de él un conocimiento empírico. Es una necesidad lógica exigida por la teoría como el caso del electrón. Su fundamento para sostener que hay simples es que cada complejo presupone un hecho. Esto no supone necesariamente que la complejidad de los hechos sea finita; aunque cada hecho constase de infinidad de hechos atómicos y cada hecho atómico se compusiese de un número infinito de objetos, aun en este supuesto debería haber objetos y hechos atómicos (4.2211). La afirmación de que hay un cierto complejo se reduce a la aseveración de que sus elementos constitutivos están en una cierta relación, que es la aseveración de un hecho; así, pues, si damos un nombre al complejo, este nombre sólo tiene sentido en virtud de la verdad de una cierta proposición, especialmente la proposición que arma que los componentes del complejo están en esa relación. Así, nombrar a los complejos presupone la proposición, mientras que las proposiciones presuponen que los simples tengan un nombre. Así, pues, se pone de manifiesto que nombrar los simples es lógicamente lo primero en lógica.
El mundo está totalmente descrito si todos los hechos atómicos se conocen, unido al hecho de que éstos son todos los hechos. El mundo no se describe por el mero nombrar de todos los objetos que están en él; es necesario también conocer los hechos atómicos de los cuales esos objetos son partes constitutivas. Dada la totalidad de hechos atómicos, cada proposición verdadera, aunque compleja, puede teóricamente ser inferida. A una proposición (verdadera o falsa) que asevera un hecho atómico se le llama una proposición atómica. Todas las proposiciones atómicas son lógicamente independientes unas de otras. Ninguna proposición atómica implica otra o es compatible con otra. Así pues, todo el problema de la inferencia lógica se refiere a proposiciones que no son atómicas. Tales proposiciones pueden ser llamadas moleculares.
La teoría de Wittgenstein de las proposiciones moleculares se fundamenta sobre su teoría acerca de la construcción de las funciones de verdad.
Una función de verdad de una proposición p es una proposición que contiene a p, de modo que su verdad o falsedad depende sólo de la verdad o falsedad de p;. del mismo modo, una función de verdad de varias proposiciones p, q, r… es una proposición que contiene p, q, r…, y así su verdad o falsedad depende sólo de la verdad o de la falsedad de p, q, r… Pudiera parecer a primera vista que hay otras funciones de proposiciones además de las funciones de- verdad; así, por ejemplo, sería «A cree p», ya que de modo general A creería algunas proposiciones verdaderas y algunas falsas; a menos que sea un individuo excepcionalmente dotado, no podemos colegir que p es verdadera por el hecho de que lo crea, o que p es falsa por el hecho de que no lo crea. Otras excepciones aparentes serian, -por ejemplo, «p es una proposición muy compleja» o «p es una proposición referente a Sócrates». Wittgenstein sostiene, sin embargo, por razones que -ya expondremos, que tales excepciones son sólo apa – rentes, y que cada función de una proposición es realmente una función de verdad. De aquí se sigue que si podemos definir las funciones de verdad de modo general, podremos obtener una definición general de todas las proposiciones en los términos del grupo -primitivo de las proposiciones atómicas. De este modo procede Wittgenstein.
Ha sido demostrado por el doctor Sheffer (Trans. Am. Math. Soc., vol. XIV, pp. 481-488) que todas las funciones de verdad de un grupo dado de proposiciones pueden construirse a partir de una de estas dos funciones: «no-p o no-q» o «no-p y no-q». Wittgenstein emplea la última, presuponiendo, el conocimiento del trabajo del doctor Sheffer. Es fácil ver el modo en que se construyen otras funciones de verdad de «no-p y no-q». «No-p y no-p» es equivalente a
«no-p», con lo que obtenemos una definición de la negación en los términos de nuestra función primitiva; por lo tanto, podemos definir «p o q», puesto que es la negación de «no-p» y «no-q»; es decir, de nuestra función primitiva; por lo tanto, podemos definir «p o q», puesto que es la negación de «no-p» y «no-q»; es decir de nuestra función primitiva. El desarrollo de otras funciones de verdad de «no-p» y «p o q» se dan detalladamente al comienzo de Principia Mathematica. Con esto se logra lo que pretendemos, cuando las proposiciones que son los argumentos de nuestras funciones de verdad se dan por enumeración. Wittgenstein, sin embargo, por un análisis realmente interesante, consigue extender el proceso a las proposiciones generales, es decir, a los casos en que las proposiciones que son argumentos de nuestras funciones de verdad no están dadas por enumeración, sino que se dan como todas las que cumplen cierta condición. Por ejemplo, sea fx una función proposicional (es decir, una función cuyos valores son proposiciones), lo mismo que «x es humano» -entonces los diferentes valores fx constituyen un grupo de proposiciones. Podemos extender la idea «no-p y no-q» tanto como aplicarla a la negación simultánea de todas las proposiciones que son valores de fx. De este modo llegamos a la proposición que de ordinario representa en lógica matemática por las palabras «fx es falsa para todos los valores de x». La negación de esto sería la proposición «hay al menos una x para la cual fx es verdad» que está representada por «(Ýx).fx». Si en vez de fx hubiésemos partido de no-fx habríamos llegado a la proposición «fx es verdadera para todos los valores de x», que está representada por «(x).fx». El método de Wittgenstein para operar con las proposiciones generales [es decir «(x).fx» y «(Ýx).fx »] difiere de los métodos precedentes por el hecho de que la generalidad interviene s en la especificación del grupo de proposiciones a que se refiere, y cuando esto se lleva a cabo, la construcción de las funciones de verdad procede exactamente, como en el caso de un número finito de argumentos dados, por enumeración, p, q, r…
Sobre este punto, Wittgenstein no da en el texto una explicación suficiente de su simbolismo. El símbolo que emplea es (-p, -î, N(-î)). He aquí la explicación de este simbolismo:
-p representa todas las proposiciones atómicas.
-î representa cualquier grupo de proposiciones.
N (-î) representa la negación de todas las proposiciones que componen -î.
El símbolo completo (-p, -î, N(-î)) significa todo aquello que puede obtenerse seleccionando proposiciones atómicas, negándolas todas, seleccionando algunas del grupo de proposiciones nuevamente obtenido unidas con otras del grupo primitivo -y así indefinidamente-.Esta es, dice, la función general de verdad y también la forma general de la proposición. Lo que esto significa es algo menos complicado de lo que parece. El símbolo intenta describir un proceso con la ayuda del cual, dadas las proposiciones atómicas, todas las demás pueden construirse. El proceso depende de:
(a) La prueba-de Sheffer de que todas- las funciones de verdad pueden obtenerse de la negación simultánea, es decir, de «no-p y no-q»;
(b) La teoría de Wittgenstein de la derivación de las proposiciones generales de las conjunciones y disyunciones;
(c) La aseveración de que una proposición puede encontrarse en otra sólo como argumento de una función de verdad.
Dados estos tres fundamentos, se sigue que todas las proposiciones que no son atómicas pueden derivarse de las que lo son por un proceso uniforme, y es este proceso el que Wittgenstein indica en su símbolo.
Por este método uniforme de construcción llegamos a una asombrosa simplificación de la teoría de la inferencia, lo mismo que a una definición del tipo de proposiciones que pertenecen a la lógica. El método de operación descrito autoriza a Wittgenstein a decir que todas las proposiciones pueden construirse del modo anteriormente indicado, partiendo de las proposiciones atómicas, y de este modo queda definida la totalidad de las proposiciones. (Las aparentes excepciones mencionadas más arriba son tratadas de un modo que consideraremos más adelante.) Wittgenstein puede, pues, afirmar que proposiciones son todo lo que se sigue de la totalidad de las proposiciones atómicas (unido al hecho de que ésta es la totalidad de ellas); que una proposición es siempre una función de verdad de las proposiciones atómicas; y de que si p se sigue de q, el significado de p está contenido en el significado de q; de lo cual resulta, naturalmente, que nada puede deducirse de una proposición atómica Todas las proposiciones de la lógica, afirma, son tautologías, como, por ejemplo, «p o no p».
El hecho de que nada puede deducirse de una proposición atómica tiene aplicaciones de interés, por ejemplo, a la causalidad. En la lógica de Wittgenstein no puede haber nada semejante al nexo causal. «Que el sol vaya a surgir mañana es una hipótesis. No sabemos, realmente, si surgirá, ya que no hay necesidad alguna para que una cosa acaezca porque acaezca otra.»
Tomemos ahora otro tema -el de los nombres. En el lenguaje lógico-teorético de Wittgenstein, los nombres sólo son dados a los simples. No damos dos nombres a una sola cosa, o un nombre a dos cosas. No hay ningún medio, según el autor, para describir la totalidad de las cosas que pueden ser nombradas; en otras palabras, la totalidad de todo cuanto hay en el mundo. Para poder hacer esto tendríamos que conocer alguna propiedad que perteneciese a cada cosa por necesidad lógica. Se ha intentado alguna vez encontrar tal propiedad en la auto-identidad; pero la concepción de la identidad está sometida por Wittgenstein a un criticismo destructor, del cual no parece posible escapar. Queda rechazada la definición de la identidad por medio de la identidad de lo indiscernible, porque la identidad de lo indiscernible parece que no es un principio lógico necesario. De acuerdo con este principio, x es idéntica a y si cada propiedad de x es una propiedad de y; pero, después de todo, seria lógicamente posible para ambas cosas que tuviesen exactamente las mismas propiedades. Que esto de hecho no ocurra, es una característica accidental del mundo, no una característica lógicamente necesaria, y las características accidentales del mundo no deben naturalmente ser admitidas en la estructura de la lógica. Wittgenstein, de acuerdo con esto, suprime la identidad y adopta la convención de que diferentes letras signifiquen diferentes cosas. En la práctica se necesita la identidad, por ejemplo, entre un nombre y una descripción o entre dos descripciones. Se necesita para proposiciones tales como «Sócrates es el filósofo que bebió la cicuta» o «El primer número par es aquel que sigue inmediatamente a 1.» Es fácil en el sistema de Wittgenstein proveer respecto de tales usos de la identidad.
La exclusión de la identidad excluye un método de hablar de la totalidad de las cosas, y se encontrará que cualquier otro método que se proponga ha de resultar igualmente engañoso; así, al menos, lo afirma Wittgenstein, y yo creo que con fundamento. Esto equivale a decir que
«objeto» es un seudoconcepto. Decir que «x es un objeto» es no decir nada. Sigue esto de que no podemos hacer juicios tales como «hay más de tres objetos en el mundo» o «hay un número infinito de objetos en el mundo». Los objetos sólo pueden mencionarse en conexión con alguna propiedad definida. Podemos decir «hay más de tres objetos que son humanos», o «hay más de tres objetos que son rojos», porque en estas afirmaciones la palabra «objeto» puede sustituirse en el lenguaje de la lógica por una variable que será en el primer caso la función «x es humano»; en el segundo, la función «x es rojo». Pero cuando intentamos decir «hay más de tres objetos», esta sustitución de la variable por la palabra «objeto» se hace imposible, y la proposición, por consiguiente, carece de sentido.
Henos, pues, aquí ante un ejemplo de una tesis fundamental de Wittgenstein, que es imposible decir nada sobre el mundo como un todo, y que cualquier cosa que pueda decirse ha de ser sobre partes del mundo. Este punto de vista puede haber sido en principio sugerido por la notación, y si es así, esto dice mucho en su favor, pues una buena notación posee una penetración y una capacidad de sugerir que la hace en ocasiones parecerse a una enseñanza viva. Las irregularidades en la notación son con frecuencia el primer signo de los errores filosóficos, y una notación perfecta llegaría a ser un sustitutivo del pensamiento. Pero aun cuando haya sido la notación la que haya sugerido al principio a Wittgenstein la limitación de la lógica a las cosas del mundo, en contraposición al mundo como a un todo, no obstante, esta concepción, una vez sugerida, ha mostrado encerrar mucho más que la simple notación. Por mi parte, no pretendo saber si esta tesis es definitivamente cierta. En esta introducción, mi objeto es exponerla, no pronunciarme respecto de ella. De acuerdo con este criterio, sólo podríamos decir cosas sobre el mundo como un todo si pudiésemos salir fuera del mundo, es decir, si dejase para nosotros de ser el mundo. Pudiera ocurrir que nuestro mundo estuviese limitado por algún ser superior que lo vigilase sobre lo alto; pero para nosotros, por muy finito que pueda ser, no puede tener límites el mundo desde el momento en que no hay nada fuera de él. Wittgenstein emplea como una imagen la del campo visual. Nuestro campo visual no tiene para nosotros límites visuales, ya que no existen fuera de él, del mismo modo que en nuestro mundo lógico no hay límites lógicos, ya que nuestra lógica no conoce nada fuera de ella.
Estas consideraciones le llevan a una discusión interesante sobre el solipsismo. La lógica, dice, llena el mundo. Los límites del mundo son también sus propios límites. En lógica, por consiguiente, no podemos decir: en el mundo hay esto y lo otro, pero no lo de más allá; decir esto presupondría efectivamente excluir ciertas posibilidades, y esto no puede ser, ya que requeriría que la lógica atravesase los límites del mundo, como sí contemplase estos límites desde el otro lado. Lo que no podemos pensar, no podemos pensar; por consiguiente, tampoco podemos decir lo que no podemos pensar.
Esto, dice Wittgenstein, da la clave respecto del solipsismo. Lo que el solipsismo pretende es ciertamente correcto; pero no puede decirse, sólo puede mostrarse. Que el mundo es mi mundo se muestra en el hecho de que los límites del lenguaje (el único lenguaje que yo entiendo) indican los límites de mi mundo. El sujeto metafísico no pertenece al mundo; es un límite del mundo.
Debemos tratar ahora la cuestión de las proposiciones moleculares que no son a pri mera vista funciones de verdad de las proposiciones que contienen; por ejemplo: «A cree p».
Wittgenstein introduce este argumento en defensa de su tesis; a saber: que todas las funciones moleculares son funciones de verdad. Dice (5.54): «En la forma proposicional general la proposición entra en otra sólo como base de las operaciones de verdad» A primera vista, continua diciendo, parece como si una proposición pudiera entrar de otra manera; por ejemplo: «A cree p». De manera superficial parece como si la proposición p estuviese en una especie de relación con el objeto A. «Pero es claro que “A cree p”, “A. piensa p”, “A dice p” son de la forma “‘p’ dice p”; y aquí de la coordinación de un hecho con un objeto, coordinación de hechos por medio de la coordinación de sus objetos» (5.542 ).
Lo que Wittgenstein expone aquí lo expone de modo tan breve que no queda bastante claro para aquellas personas que desconocen las controversias a las cuales se refiere.
La teoría con la cual se muestra en desacuerdo está expuesta en mis artículos sobre la naturaleza de la verdad y de la falsedad en Philosophical Essays y Proceedings of the Arisiotelian Society,
1906-1907. El problema de que se trata es el problema de la forma lógica de la fe, es decir, cuáles el esquema que representa lo que sucede cuando un hombre cree. Naturalmente, el problema se aplica no sólo a la fe, sino también a una multitud de fenómenos mentales que se pueden llamar actitudes proposicionales: duda, consideración, deseo, etc. En todos estos casos parece natural expresar el fenómeno en la forma «A duda p», «A desea p», etcétera, lo que hace que esto aparezca como si existiese una relación entre una persona y una proposición. Este, naturalmente, no puede ser el último análisis, ya que las personas son ficciones lo mismo que las proposiciones, excepto en el sentido en que son hechos. Una proposición, considerada como un hecho en sí mismo consistente, puede ser una serie de palabras que un hombre se repite a sí mismo, o una ima gen compleja, o una serie de imágenes que pasan por su imaginación, o una serie de movimientos corporales incipientes. Puede ser una cualquiera de estas innumerables diferentes cosas. La proposición, en cuanto un hecho en sí mismo consistente, por ejemplo, la serie actual de palabras que el hombre se dice a sí mismo, no tiene importancia para la lógica. Lo que es interesante para la lógica es el elemento común a todos estos hechos, los cuales permiten, como decimos, significar el hecho que la proposición asevera. Para la psicología, nat uralmente, es más interesante, pues un símbolo no significa aquello que simboliza sólo en virtud de una relación lógica, sino también en virtud de una relación psicológica de intención, de asociación o de cualquier otro carácter. La parte psicológica del significado no concierne, sin embargo, al lógico. Lo que le concierne en este problema de la fe es el esquema lógico. Es claro que cuando una persona cree una proposición, la persona considerada como un sujeto metafísico, no debe ser tenida en cuenta en orden a explicar lo que está sucediendo. Lo que ha de explicarse es la relación existente entre la serie de palabras, que es la proposición considerada como un hecho por sí mismo existente, y el hecho «objetivo» que hace a la proposición verdadera o falsa. Todo esto se reduce en último término a la cuestión del significado de las proposiciones, y es tanto como decir que el significado de las proposiciones es la única parte no psicológica del problema implicada en el análisis de la fe. Este problema es tan sólo el de la relación entre dos hechos, a saber: la relación entre las series de palabras empleadas por el creyente y el hecho que hace que estas palabras sean verdaderas o falsas. La serie de palabras es un hecho, tanto como pueda serlo aquello que hace que sea verdadera o falsa. La relación entre estos dos hechos no es inana lizable, puesto que el significado de una proposición resulta del significado de las palabras que la constituyen. El significado de la serie de palabras que es una proposición, es una función del significado de las palabras aisladas. Según esto, la proposición como un todo no entra realmente en aquello que ya se ha explicado al explicar el significado de la proposición. Ayudaría tal vez a comprender el punto de vista que estoy tratando de exponer, decir que en los casos ya tratados la proposición está presente como un hecho y no como una proposición. Tal afirmación no debe tomarse demasiada literalmente. El punto esencial es que en el acto de creer, de desear, etc., es lógicamente fundamental la relación de una proposición considerada como hecho con el hecho que la hace verdadera o falsa, y que esta relación entre dos actos es reducible a la relación de sus componentes. Así, pues, la proposición- entra-aquí de un modo completamente -distinto al modo como entra en una función de verdad.
Hay algunos aspectos, según mi opinión, en los que la teoría de Wittgenstein necesita un mayor desarrollo técnico. Esto puede aplicarse, concretamente, a su teoría del número (6.02 ss.), la cual, tal y como está, sólo puede aplicarse a los números finitos. Ninguna lógica puede considerarse satisfactoria hasta que se haya demostrado que es capaz de poder ser aplicada a los números transfinitos. No creo que haya nada en el sistema de Wittgenstein que le impida llenar esta laguna.
Más interesante que estas cuestiones de detalle comparativo es la actitud de Wittgenstein respecto de la mística. Su actitud hacia ella nace de modo natural de su doctrina de lógica pura, según la cual, la proposición lógica es una figura (verdadera o falsa) del hecho, y tiene en común con el hecho una cierta estructura. Es esta estructura común lo que la hace capaz de ser una figura del hecho; pero la estructura no puede, a su vez, ponerse en palabras, puesto que es la estructura de las palabras, lo mismo que de los hechos a los cuales se refiere. Por consiguiente, todo cuanto quede envuelto en la idea de la expresividad del lenguaje, debe permanecer incapaz de ser expresado en el lenguaje, y es, por consiguiente, inexpresable en un sentido perfectamente preciso. Este inexpresable contiene, según Wittgenstein, el conjunto de la lógica y de la filosofía.
El verdadero método de enseñar filosofía, dice, sería limitarse a las proposiciones de las ciencias, establecidas con toda la claridad y exactitud posibles, dejando las afirmaciones filosóficas al discípulo, y haciéndole patente que cualquier cosa que se haga con ellas carece de significado. Es cierto que la misma suerte que le cupo a Sócrates podría caberle a cualquier hombre que intentase este método de enseñanza; pero no debemos atemorizarnos, pues éste es único método justo. No es precisamente esto lo que hace dar respecto de aceptar o no la posición de Wittgenstein, a pesar de los argumentos tan poderosos que ofrece como base. Lo que ocasiona tal duda es el hecho de que después de todo, Wittgenstein encuentra el modo de decir una buena cantidad de cosas sobre aquello de lo que nada se puede decir, sugiriendo así al lector escéptico la posible existencia de una salida, bien a través de la jerarquía de lengua bien de cualquier otro modo. Toda la ética, por ejemplo coloca Wittgenstein en la mística, región inexpresable. A pesar de ello, es capaz de comunicar sus opiniones éticas. Su defensa consistiría en decir que lo «místico» puede mostrarse, pero no decirse. Puede que esta defensa sea satisfactoria, pero por mi parte confieso que me produce una cierta sensación de disconformidad intelectual.
Hay un problema puramente lógico, con relación al cual esas dificultades son especialmente aguda s. Me refiero al problema de la generalidad. En la teoría de la generalidad es necesario considerar todas las proposiciones de la forma fx, donde fx es una función proposicional dada. Esto pertenece a la parte de la lógica que puede expresarse de acuerdo con el sistema de Wittgenstein. Pero la totalidad de los posibles valores de x que puede parecer que están comprendidos en la totalidad de las proposiciones de la forma fx no está admitida por Wittgenstein entre aquellas cosas que pueden ser dichas, pues esto no es sino la totalidad de las cosas del mundo y esto supone el intento de concebir el mundo como un todo; «el sentido del mundo como un todo limitado es lo místico»; por lo tanto, la totalidad de los valores de x es la mística (6.45). Esto está expresamente dicho cuando Wittgenstein niega que podamos construir proposiciones sobre el número de cosas que hay en el mundo, como, por ejemplo, cuando decimos que hay más de tres.
Estas dificultades me sugieren la siguiente posibilidad: que todo lenguaje tiene, como Wittgenstein dice, una estructura de la cual nada puede decirse en el lenguaje, pero que puede haber otro lenguaje que trate de la estructura del primer lenguaje y que tenga una nueva estructura y que esta jerarquía de lenguaje no tenga límites. Wit tgenstein puede responder que toda su teoría puede aplicarse sin cambiarla a la totalidad de estos lenguajes. La única réplica sería negar que exista tal totalidad. La totalidad de la que Wittgenstein sostiene que es imposible hablar lógicamente, está sin embargo pensada por él como existente y constituye el objeto de su mística. La totalidad resultante de nuestra jerarquía no sería, pues, inexpresable con un criterio meramente lógico, sino una ficción, una ilusión, y en este sentido la supuesta esfera de la mística quedaría abolida. Tal hipótesis es muy difícil y veo objeciones a las cuales, de momento, no sé cómo contesta, aunque no veo cómo una hipótesis más fácil pueda escaparse de las conclusiones de Wittgenstein. Aunque esta hipótesis es tan difícil que pudiese sostenerse, dejaría intacta una gran parte de la teoría de Wittgenstein; aunque posiblemente no aquella parte en al cual insiste más. Teniendo larga experiencia de las dificultades de la lógica y de lo ilusorio de las teorías que parecen irrefutables, no soy capaz de asegurar la exactitud de una teoría fundándome tan sólo en que no veo ningún punto en que esté equivocada. Pero haber construido una teoría lógica, que no es en ningún punto manifiestamente errónea, significa haber logrado una obra de extraordinaria dificultad e importancia. Este mérito, en mi opinión, corresponde al libro de Wittgenstein y lo convierte en algo que ningún filósofo serio puede permitirse descuidar.

Wikipedia: 1 millón de artículos en español

Me alegra saber que Wikipedia crece y crece. Es una de esas empresas humanas que me dan esperanza en el futuro. Y en estos tiempos una gotita de eso me parece maravillosa.

Me vanaglorio de tener algo que ver en ello, con mínimas aportaciones que realizo de cuando en cuando en forma de contenido y de dinero. Para funcionar, Wikipedia necesita ambas cosas. La financiación se puede realizar con donativos, con una especie de micromecenazgo, una manera que cada día me gusta más pues supone, de alguna forma, un intento de demoler el sistema por el cual se retribuye aquello que es demandado en distinta medida de su valor real.

No obstante, y por permanecer atento y crítico también con esta enciclopedia universal, he de comentar que me ha llamado la atención un extracto del artículo en el que hablan de su cifra batida:

Es uno de los sitios más visitados de Internet, con lectores que van desde estudiantes y docentes hasta periodistas, políticos, científicos, artistas y gente de la comunidad civil.

Y yo me pregunto ¿los estudiantes, docentes, periodistas, políticos, científicos y artistas, no son gente de la comunidad civil? Creo que es un párrafo muy mal formulado y que debería ser reescrito… Voy a comentarlo en la discusión posible que puede hacerse en la página correspondiente. Y, así, se hace cultura.

No pude huir de una maldita procesión

El domingo pasado, en Daimiel, no pude escapar de una maldita procesión, de esas religiosas que inundan las calles de nuestro país con la excusa vana de la tradición.

Me planteaba un problema que era el de estar formando parte pasiva del evento: habíamos ido (Carmen y yo) a tomar unas cañas con su hermano y su familia. Estábamos en mitad de una plaza cuasi peatonal por la que, repentinamente (aunque estaba avisado, pero yo no lo sabía), se presentó una comparsa de sevillanas y viejitas con mantillas, unos cuantos en una banda musical tocando pasodobles y marchas militares, aunque casi podría decir que son sinónimos (alguno lo hacía bien, he de reconocer) y unas niñas vestiditas con trajecillos típicos manchegos. Detrás, terminando la procesión, un grupo de hombres cargaban con una estructura que se preveía pesada sobre sus hombros. Sobre la estructura una figurita de una presunta madre de un presunto hijo de un presunto dios… cuya sexualidad queda en duda. La madre no era tan natural como para haber sido engendrada de manera heterosexual, sino por algún tipo de inseminación artificial, según cuentan.

Aún había más: detrás de esa ostentosa muestra de horterada dorada, avanzaban unos lugareños con velas y otros aparejos encendidos, con miradas pánfilas y saludos de cortesía.

radicalMi problema/dilema era si seguía formando parte de aquello o me levantaba y me iba.

He decidido hace tiempo que es necesario empezar a ser un poco más radical. Parece mentira, pero sí, me parece que hay que empezar a decir más frecuentemente no. Un NO grande y obsceno, un no, de los girondinos, de los guillotinantes, un no noooo, un puro no, vaya, un no de tres y cuarto, un no de no me da la gana, real o republicana…

Inclusive, he llegado a escribir un curso para decir no, completamente gratuito.

Por ejemplo, habiendo tanta gente que dice ser atea, o no practicante, ¿cómo puede ser que no conozca apenas nadie que se niegue a entrar en una iglesia a formar parte de una ceremonia religiosa? Sé lo que es presión social, pero debe ser contraatacada, porque está empezando a hartarme tanta pasividad.

Llegan estas fechas, primaverales. Los infantes hacen las comuniones, las parejas se casan (aún por la iglesia muchas) e incluso bautizan sin parar a bebés ignorantes de lo que les hacen. Las familias, con cariño y buena fe, invitan al personal a formar parte del evento, invitan a asistir al acto sin darse cuenta o no queriendo darse cuenta de que es un acto político: Están dando importancia capital a eventos religiosos. Y luego, dicen, hay contrariedad por la Ley Wert… pero no es cierto. Nadie (o casi nadie) dice NO. Yo no quiero formar parte de ese evento porque es religioso. Así, sin más. Por el hecho de que mi no-religión no me lo aconseja. Por el hecho de que deseo un modelo de sociedad laica y desenganchada de la simpleza de la religión y, más aún, porque me cabrea sobremanera que sea realizado en un recinto financiado con dinero público.

Podría compararlo con qué haría la gente en una manifestación mayoritaria, en la que vuelva a pesar la presión social, como ocurre en la fotografía que acompaña esta reflexión. Podría compararla con una participación masiva en un ritual de festejo irrespetuoso como el de una victoria fulbolística, por poner un ejemplo.

En esta ocasión se trataba de enfrentar el hecho de que la procesión había ido a donde yo estaba y no al revés, y pensé en si era una incoherencia mantenerme allí. Sentí que no debía dejar el sitio, que no debía irme, que aquello era, de alguna manera, ceder terreno en una guerra…

Pero no pude evitar sentir también cierta tristeza sabiendo que estoy absolutamente en desventaja.

Esto no es una broma