Ayer fue la inmaculada concepción

O sea, festivo en este país, «»»laico«»».

El pasado martes 6, día de la Constitución, me encontré teniendo una curiosa conversación con mi sobrina Jimena que me dijo que el jueves era fiesta porque era la inmaculada concepción. Le dije que qué era eso y me contestó, con una seguridad pasmosa, que era que la virgen había concebido sin el pecado original. Y se quedó tan feliz, ella.

No quise ahondar en preguntas que podrían poner en un aprieto su confianza, ni quise saber cuánto sabía de lo que significaba concebir, por si acaso yo acababa en un aprieto.

Está en un periodo curioso porque está a punto de hacer la comunión. Junto con su hermano César, ambos, hijos de una pareja no casada por la iglesia. Pero esta iglesia católica cada día son más permisivos, cosa que no acabo de entender porque acaban por dejar de lado el significado de lo que supone realizar la comunión o el bautismo que deben hacer (no estaban bautizados hasta ahora) para poder comulgar.

Hace un par de meses nos pidieron a Carmen y a mí que fuésemos los padrinos de uno de ellos, aún por determinar, al que, según la definición que da la iglesia católica de bautismo, tendríamos que educar en la fe católica.

Padrinos

Cuando los infantes son solemnemente bautizados, las personas asisten a la ceremonia a hacer la profesión de fe a nombre del niño. Esta práctica viene de la antigüedad y es atestiguada por Tertuliano, San Basilio, San Agustín y otros. Dichas personas son designadas sponsores, offerentes, susceptores, fidejussores, y patrini. El término en español es padrino y madrina. Éstos, a falta de los padres, están obligados a instruir en lo referente a la fe y la moralidad. Es suficiente un padrino y no se permite más de dos. En el caso de que sean dos, uno debe ser hombre y el otro mujer. El fin de estas restricciones es el hecho de que el padrino contrae una relación espiritual con el niño y sus padres, lo que sería un impedimento de matrimonio. Los padrinos mismos deben ser personas bautizadas que tengan uso de razón y deben haber sido designados como padrinos por el sacerdote o los padres. Durante el bautismo deben tocar físicamente al niño ya sea personalmente o por algún otro medio. Lo que es más, se requiere que tengan realmente la intención de asumir las obligaciones como padrinos. Es deseable que hayan sido confirmados, pero esto no es absolutamente necesario. A ciertas personas se les prohíbe actuar como padrinos. Ellos son: miembros de órdenes religiosas, personas de matrimonios distintos, o los padres de los que van a ser bautizados, y en general aquellos objetables por razón de infidelidad, herejía, excomunión o que son miembros de sociedades secretas condenadas, o pecadores públicos (Sabetti, no. 663). Los padrinos también son empleados en el bautismo solemne de adultos. Nunca son necesarios en el bautismo privado.

Fuente: Enciclopedia Católica OnLine

Claro que, yo soy un feliz hereje, seguramente un pecador público y no reconozco la validez de mi bautismo, así que tuve que decantarme por un sonoro no.

No pude decir que sí, pero tampoco acabo de entender cómo sus padres pueden decir que sí, cómo la iglesia les permite bautizarles sin estar casados por la iglesia, sin, reconocidamente, creer en dios ni en los mandamientos de la católica. La verdad es que todo esto me resulta tan extraño que me pregunté porqué ocurría y acabé dándome cuenta de que el problema no era religioso, sino social.

Vivir en una sociedad pequeña a veces puede resultar opresivo, pero también hay que responsabilizarse de la coherencia de las decisiones propias, cosa que yo no puedo evitar hacer, aunque en ocasiones no lo haría para comportarme más amigablemente, encajar mejor con un entorno que tiende a homogeneizar y rechazar la diferencia.

Pero digo no, un sonoro no, cuando no quiero que algo sea como no creo que deba ser. Soy tan simple.

Sé que vivir en un pueblo como Daimiel y mantener esa coherencia implica ciertas recriminaciones sociales, cierto problema en la educación de los hijos que acabarán por sentirse excluidos en muchos entornos, pero creo que la exclusión es algo contra lo que hay que luchar no acatándola sino padeciéndola.

No sé qué habría hecho yo en una situación en la que se encuentran mis cuñados, supongo que no habría llegado a ella, puesto que jamás habría aceptado que educasen en religión a mis hijos, pero puede que, incluso así, ellos hubiesen envidiado a sus amigos (que puede que lo fuesen menos) que tenían formidables fastos ceremoniales, subvencionados por todos los españoles, por cierto, mientras que a ellos tendría que haberles compensado laicamente en una ceremonia artificiosa y falsa… aunque no más ni menos que la religiosa de rigor.

Pero ellos encontraron que nadie llevaba a sus hijos pequeños a otra cosa que no fuese religión (por supuesto católica) en el colegio, así que los suyos habrían sido los primeros en salirse del sistema (salvo un par de niños musulmanes, con los que mejor, parece ser, no relacionarse). Pero alguien tiene que ser el primero, alguien ha de dar un paso valiente, decir no, sonoros noes, cuando hacen falta.

Y para mí, la educación de un hijo (que no tengo, así que muchos me atacarán personalmente por aquí, obviando la argumentación) es dependiente de la coherencia con la que se viva, la vida debe ser ejemplar, el ejemplo ha de ser la base de la educación.

Y lo más importante que pueda haber es la educación de nuestra descendencia. Sin eso, no hay esperanza de futuro, salvo una continuidad improgresiva de un pasado rancio, anquilosado, tradicional(ista) y, por supuesto, excluyente, autoritario, dictatorial, que nunca hemos, realmente, superado.

Un artista imposible

[FMP width=»480″ height=»360″]https://giusseppe.net/blog/wp-content/uploads/2011/11/artista-que-prueba-todo.mp4[/FMP]
Un artista debe hacerlo todo, según dicen en este pequeño pedacito de un capítulo de SixFeetUnder… una serie de culto que estoy viendo con mi chica.

Según el personaje: «Un artista debe probar todo lo que se le ponga a su alcance», pero no parece darse cuenta de la paradoja que esto encierra.

Probar todo sería también probar a no probar cosas, lo que es claramente imposible de resolver dentro de la lógica bievaluada. Esta afirmación tan habitualmente oída es la excusa perfecta para probar cosas que se desea y para las que precisamos algún tipo de justificación que nos exima de nuestra moralidad y su cumplimiento o para justificar porqué no se es un artista. Ambas cosas son mezquinas y miserables.

Relacionar probar cosas (algunas y nunca todas) con ser artista sería, sin embargo, tanto como no decir nada, puesto que siempre se prueban cosas (algunas y no todas) lo que no es una condición suficiente para ser artista. Ni siquiera necesaria.

Un artista que lo probase todo sería tan solo posible si fuese dios, pero un dios omnipotente que estuviese por encima de la lógica y que, por tanto, pudiese hablar incluso de una creación ex-nihilo… pero ese artista dista mucho de ser un objetivo a lograr.

El error y la creatividad

Me encanta que alguien lo diga con total claridad, como este señor:

Si no estás dispuesto a equivocarte, nunca llegarás a nada original.
Ken Robinson

Isidoro Valcárcel MedinaHe de reconocer que es algo que ya sabía. Es más, sobre creatividad, me gusta más la idea de vivirla como una actitud, como nos recuerda Rafael Lamata en su libro, prologado, como no podía ser menos, por el ejemplo viviente de esta idea: Isidoro Valcárcel Medina.

Pero es agradable que se oigan estas voces, como las de este hombre, Ken Robinson, entrevistado por Eduardo Punset (quien me genera cierta repulsión por su tonillo un tanto pedante, pero cuyo programa considero de lo mejorcito que hay en la divulgación científica/cultural en TV). Es posible que estos programas tengan los días contados como los tuvo CNN+ para ser el gran hermano 24h. ¡Manda huevos!

Al menos, tenemos en hemeroteca estos programas de la TV2 que será desmontada en breve, con la excusa de los recortes, dejando un TV1 mermada, escasa, de contenidos basurescos, competidores de AnaRosas y Terelus, de peliculitas de serie B en el mejor de los casos y algún evento deportivo o cultural considerado de interés nacional, como un partido de furbol o una corrida de toros, además de, los domingos, la misa. Lo demás, al olvido de la web en el mejor de los casos.

De momento, aprovecho para enlazar los vídeos desde aquí:

  • El sistema educativo es anacrónico. No puedo estar más de acuerdo. Hay que verlo completo y entender que sin el desarrollo completo del ser humano, las máquinas siempre serán más eficaces.
  • Todos tenemos la capacidad de ser creativos. Algo que repito sin cesar en mis talleres y que espero ayudar a divulgar para que cada uno encuentre lo que verdaderamente le apasiona y le mueve. El motor de la vida. Y siento estar consiguiéndolo en cierta medida.

Rogaría a todo aquel que encuentre estos textos y vídeos que los vea, al menos una vez en la vida.
De momento, los dejo aquí para no olvidarlos nunca y poder referenciarlos de cuando en cuando. No quiero perderlos. Son de lo mejor que he visto en programas de entrevistas (aunque el Punset me siga pareciendo un soso pedante).

Reciclado hasta el último minuto

Y más allá. O en el más allá. O después de. O tras la caída de la última cortina o el telón.

Hace algunos días una muy buena amiga me preguntó ¿Qué pasaría si yo muriera mañana? y contesté en torno a la reacción de la gente de mi alrededor, así como al pensamiento subjetivista e hiperperceptivista y su inevitable conclusión de que el mundo se acabará conmigo.

Pero unos días después, charlando con Carmen al respecto del hecho de sentir que hay papeles que no tenemos resueltos pensando en el futuro, le dije que había una disposición que me gustaría apuntar o apuntalar, que es la concerniente al tratamiento de mi cuerpo tras la muerte.

¿La muerte del cuerpo? ¿O acaso hay alguna otra muerte que me interese? Voy a centrarme en la muerte física, de momento.

Deseo que mi cuerpo (no es tanto un deseo, como lo que me parece razonable, es más, no sé si tiene sentido que desee algo con respecto a mi cuerpo una vez muerto, pues el mundo habrá desaparecido… ver artículo citado) sea o pueda ser de algún interés.

¿Qué es mi cuerpo una vez muerto?

Carne y órganos con alguna función aún disponible.

Obvio: que todo lo que se pueda aprovechar sea aprovechado por otros seres humanos aún vivos, es decir, dono mis órganos (que ya no serán míos) a quien pueda precisarlos. ¡Faltaría más!

Aún no he tramitado ninguna solicitud de donante (acabo de hacerlo en la web de la Organización Nacional de Trasplantes) y no lo he especificado en ningún tipo de testamento vital… pero quiero dejar constancia de que es mi deseo, que reiteraré cuantas veces sean necesarias a todos los de mi entorno familiar y afectivo.

El hecho de tener que declararte donante es algo que siempre me ha parecido ilógico, puesto que debería ser lo que se realizase por defecto con los cuerpos de los humanos fallecidos, salvo que algún tipo de objeción religiosa (siempre la mierda de las religiones paralizando la posibilidad de curación de personas por salvar sus presuntas almas, espíritus u otras entidades de dudosa existencia frente a la existencia bastante concreta de los cuerpos salvables).

Dado que parece que no va a cambiar en breve esta prioridad de lo religioso frente al planteamiento racional y laico, heredero de la revolución francesa a la que tanto debemos, he decidido comenzar algunos de los trámites requeridos para ir contra un sistema que sigue defendiendo los valores puramente religiosos por encima de los verdaderamente morales. Necesitando la existencia de una moralidad impuesta o revelada por algún dios suprahumano. ¡Qué maldita desgracia!

Así, hoy he solicitado mi tarjeta de donante de órganos. Mañana (o en breve) solicitaré mi apostasía, o mi excomunión, si es más fácil conseguirla, en vistas de que no es suficiente con no participar de sus ritos para que dejen de considerarme cristiano.

Pero ¿Qué hacer con lo que queda una vez que se han repartido los órganos?

Las opciones habituales son: entierro, incineración o donar el cuerpo a la ciencia.

Por supuesto, me decanto por donar el cuerpo a la ciencia, pero ¿y si no lo admiten? Es bastante probable que no sirva de mucho después de descontados los órganos, así que… ¿qué otra opción me queda?

Lo de enterrarme dentro de un ataúd, me resulta tan estúpido como no donar órganos: me gustaría que mi cuerpo, al menos, pudiese servir de alimento a los animales. La verdad es que lo que me haría especial ilusión es que pudiese donarse mi cuerpo para alimento de animales carroñeros (a veces digo dárselo de comer a los cerdos, pero creo que esto no sería muy apropiado para la ingesta posterior de los mismos por humanos, aunque el tema del rechazo a la antropofagia nunca lo he podido entender, aunque sí comprendo que las medidas sanitarias recomiendan que el fallecimiento del animal a consumir se produzca de manera controlada para no generar una carne que puede ser de ingesta dañina).

Descuartizar los restos humanos que queden tras mi muerte y tirarlos a algún contenedor (no sé de qué color) me parece la opción más razonable. Pero no está muy extendida, por no decir que es bastante puesta en duda. El tratamiento de residuos orgánicos humanos no parece estar entre las prioridades de ninguna agencia de reciclado. Y yo no entiendo el porqué.

La incineración tiene la ventaja de que los restos son reducidos al máximo, pero a un coste energético elevado, pues llevar a cabo la combustión de mi masa corporal (descontado lo donado) genera una cantidad de dióxido de carbono innecesaria. Si al menos esa combustión alimentase algún generador termoquímico, me sentiría mejor. Eso sí, los restos más o menos pulverizados desearía que pudiesen servir de abono o fertilizante en alguna huerta, porque almacenarlos como objeto de culto vuelve a llevarme a hacer sentir la claustrofobia de no poder escapar del sentimiento religioso que tiene la inmensa mayoría de la población en torno a la muerte… y que no comparto en absoluto.

Carne. Carne muerta. Carne que se va pudriendo y que ha de ser reciclada, como cualquier otro residuo orgánico, vuelta a la vida, de manera que lo que quede vivo tras mi muerte (suponiendo que quede algo) pueda beneficiarse de ella. Como un disco duro extraído de un viejo ordenador, que puede servirle a otro.

Tengo que trabajar tanto por pensar diferente a la mayoría…
(por, no para)

Posible o imposible

Hoy me he encontrado una imagen en FaceBook, compartida por mi amiga Mábel que llevaba el texto acompañante siguiente:

«No aceptéis lo de siempre como cosa natural, pues en tiempos de violento desorden, de confusion organizada, de conocida arbitrariedad, de humanidad deshumanizada, nada tendría que parecer imposible de cambiar.» (B. Brecht)

El post era de Democracia Real Ya. No me sorprende. Están entre lo posible y lo imposible, en el lugar en que parece habitar la utopía, famosa isla del señor Moro.

Yo contesté a la entrada con un texto que quise ayer citarle a Carmen en el curso de una conversación sobre la creatividad, la actitud creativa y la responsabilidad del ser humano para ser tal.

Extraído del libro «Escritos al oído«, de John Cage:

Mi padre fue un inventor. […] Me dijo que cuando alguien dice «no puedo» señala lo que debes hacer. Me dijo también que mi madre siempre tenía razón, hasta cuando estaba equivocada.

Qué genial este Cage. De un plumazo le ha dado sentido a mi vida. Y me ha ayudado a comprender la verdad de las contradicciones.

Por cierto, qué maravillosa esta colección de libros editados por el Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de la Región de Murcia.

He leído varios de estos libros (algunos los tengo) y encuentro tan interesante la colección que no alcanzo a entender qué tienen que ver con la arquitectura y menos aún con un colegio de aparejadores. Pero no quiero ni pensar que es porque si no fuese por un resquicio, estos libros no se publicarían por falta de una demanda masiva que justificase la inversión de ningún tipo de capital privado, lo que me llevaría a tener que reflexionar de nuevo en el tema del precio/valor y comercialización de las creaciones contemporáneas.

España no es un país laico

Festivos del 2011. (En Madrid capital)

  • sábado 1 de enero de 2011, Año nuevo
  • jueves 6 de enero de 2011, Día de reyes
  • jueves 21 de abril de 2011, jueves santo. Semana Santa Madrid
  • viernes 22 de abril de 2011, viernes santo
  • lunes 2 de mayo de 2011, día de la comunidad de Madrid
  • jueves 23 de junio de 2011, Corpus
  • lunes 25 de julio de 2011, Santiago
  • lunes 15 de agosto de 2011, Asunción de la Virgen. Virgen de la Paloma. Fiestas de la Latina
  • miércoles 12 de octubre de 2011, Fiesta Nacional, día de la hispanidad, desfile fuerzas armadas y Día del Pilar
  • martes 1 de noviembre de 2011, día de todos los santos
  • martes 6 de diciembre de 2011, día de la Constitución
  • jueves 8 de diciembre de 2011, Inmaculada Concepción

En Madrid capital serán la Almudena y la virgen de la Cabeza ya que San Isidro cae en domingo.

  • miércoles, 9 de noviembre 2011: Nuestra Señora de la Almudena
  • viernes, 9 de septiembre 2011: Santa María de la Cabeza

Resultado:
11 festivos religiosos
2 festivos laicos
1 mixto

España es un país entre (2/(11+2+1))=14,29% y (3/14)=21,43% laico.

Sobre el precio de una performance

El 8 de octubre de este año 2011 tuve el placer de ser convocado a participar en un evento interesante: ARTóN planteaba en su muestra Des-Plaza-Miento la cuestión de si el arte de acción o performance puede y debe ser remunerado convencionalmente.

Es decir, propusieron cobrar una entrada de 10 euros, más o menos lo equivalente a lo que se cobraría en una obra de teatro de igual duración, a cada espectador. Este dinero luego se repartía entre gastos de sala, organizadores, performers y un par de colaboraciones en forma de creaciones de vídeo. A mí me supuso un estipendio de 23 euros brutos (mejor no pensar en neto, porque saldría casi negativo).

Y preguntaban a la entrada a cada asistente qué le parecía que se cobrase por asistir a un evento de arte de acción.

La mayoría de la gente contestaba con un «me parece bien» que era más que esperable, puesto que habían decidido asistir sabiéndolo. Es decir, tenían una cierta expectativa. Esta es una de las palabras clave de este texto:

expectativa. (Del lat. exspect?tum, mirado, visto). 1. f. Esperanza de realizar o conseguir algo. 2. f. Posibilidad razonable de que algo suceda. 3. f. Posibilidad de conseguir un derecho, una herencia, un empleo u otra cosa, al ocurrir un suceso que se prevé. a la ~. 1. loc. adv. Sin actuar ni tomar una determinación hasta ver qué sucede.

Yo contesté con dos palabras (como diría un famoso torero), que fueron las siguientes: Piero Manzoni.

La verdad es que, después, e incluso antes, debí haberme planteado responder con tres palabras Isidoro Valcárcel Medina.

Hay algo difícil de responder en esta pregunta de si el arte de acción, la performance y, por extensión, cualquier creación de arte contemporánea puede ser remunerada de una manera convencional y voy a intentar aclarar en mucho más que dos o tres palabras el porqué creo que es una pregunta difícil de formular y de responder.

Partiendo de la base de que entendemos por contemporaneidad una sensibilidad nacida tras la Revolución Francesa de 1789 y culturalmente apoyada en el romanticismo y su posterior desarrollo e implementación, hasta llegar a la ruptura de lo que llamo criterio objetivable, podemos hablar de que vivimos un tiempo ya largo de la edad contemporánea en la que nos vamos acostumbrando a la falta de este criterio para valorar una creación artística.

La contemporaneidad está, por tanto y desde hace tiempo, con el hito máximo de Duchamp exponiendo un orinal, despojada de la dulzura de proporcionar cualquier expectativa por parte del artista hacia el espectador.

Esto es así en Teatro, Danza, Tango (debería), Música, Poesía, Narrativa (debería), Artes plásticas… fusiones varias, etc.

Es decir, de hecho, la contemporaneidad ha roto con la idea de que haya espectador y, casi, artista. Ya no existe más esta convención, este acuerdo tácito y volver a él, en parte, es terminar con la contemporaneidad. Hablamos de que, como diría Rilke, tras Kant:

Una obra de arte es buena cuando surge de la necesidad. En esta cualidad de su origen reside su juicio crítico: no existe otro.
Rainier María Rilke, Rilke – Carta a un Joven Poeta

Además, el hecho de cobrar por una performance genera una cierta expectativa que acaba influyendo en el trabajo que se exhibe ante un público ávido de fotografiarlo, museificarlo, de alguna manera, reintroducir en el sistema convencional de comercialización del arte lo que había surgido como desmaterializador, como desobjetualizador, en un esfuerzo por reivindicar que la verdadera naturaleza del arte o de la creación artística no estaba en el objeto resultante sino en la idea que subyacía y que, de alguna manera, era incapturable, inaprensible, invendible e incomprable.

La mayoría del trabajo performativo que veo (e incluso mucho del que realizo, he de reconocer) me parece cargado (sobrecargado) de un dramatismo teatral, espectacular, incluso, casi de musical o circense. Incluso entre los más ortodoxos encuentro esta necesidad de generar una expectación para atraer espectadores y poder justificar subvenciones o, como en este caso, el cobro de entradas.

Hace algunos meses, tuve el placer de volver a reflexionar con la obra irreverente del ínclito IVM con quien tuve el enorme orgullo de «compartir cartel» durante el VII Encuentro de Arte de Acción de Madrid (acción!MAD10). El 19 de noviembre realizó una acción entre las 19:00 y las 19:30 consistente básica y sencillamente, en caminar entre el público asistente sin mayor pretensión que demostrarnos que una acción no ha de ser espectáculo, ni generar expectativa. Nos estaba haciendo (o así lo viví yo) un tirón de orejas a los propios artistas del sector para recordarnos de dónde venimos, cual es la finalidad del arte de acción y hacia dónde parece que estamos derivando.

Obviamente, todos los que conocíamos su trabajo ya íbamos con ciertas expectativas, pero ¿habría pagado para ver caminar entre la gente a alguien que no fuese IVM? ¿Me habría sentido «estafado«? También conocíamos su máxima (que incluso tengo entre las citas de mi página web) El arte es una acción personal, que puede valer como ejemplo pero nunca tener un valor ejemplar. Así que estaba claro que nos estaba dando una lección.

Pero… ¿Tiene sentido pagar por ver a alguien caminar entre la gente sin más? ¿Pagaría (y cuánto) por un orinal fabricado en serie? ¿Quiere esto decir que no se puede retribuir a un artista contemporáneo? ¿Qué es un artista contemporáneo?

Estas preguntas no son nuevas. Llevamos haciéndolas más de 100 años. Pero aún siguen sin responderse.

Varias veces me he encontrado con esta paradoja: creación contemporánea vs retribución clásica.

Ya hace tiempo escribí un largo artículo sobre la Gratuidad y el Amor al Arte, en el que citaba, íntegro, el texto que había incluido en el apartado de Financiación de mi proyecto Lejanías.

Sigo subscribiendo la conclusión de este artículo, es decir, debe haber un debate sobre la supervivencia de la retribución al creador contemporáneo, puesto que es imposible su sostenimiento sin recursos, aunque ha de pensarse también en la necesidad de una moderación en los gastos, y en nuevas formas (contemporáneas) de financiación.

Claro que realizar una creación contemporánea es un trabajo, pero la naturaleza del mismo no es igual a la naturaleza de otros trabajos. El tipo de medio de pago no ha de serlo tampoco.

Entre otras razones, hablando de las mismas cosas que he hablado hasta ahora en el artículo, en una creación contemporánea no existe un criterio objetivable con el que poder establecer su valor, ni su precio, así que tampoco debería, a mi juicio, existir una remuneración objetivable, ejemplo de lo cual es el empleo de dinero, cuyo principal servicio fue el de objetivar un intercambio de bienes o servicios.

¿No puede cobrarse?

Yo no digo eso, lo que digo (repito) es que la remuneración de una creación contemporánea no debería ser convencional ni objetivable. Y ¿Qué forma hay de retribuir por un trabajo semejante y de tal manera? Ahí es donde tengo que reconocer que me atasco y no sé muy bien seguir.

En una performance que realicé hace tiempo, titulada Subasta, ya planteaba la posibilidad de usar bancos de tiempo, u otros medios de pago. Volver al trueque o la donación también han sido otras de mis propuestas, pero no tengo claro cuál ha de ser la manera en la que retribuir el trabajo del artista contemporáneo.

Creo que este debate sigue abierto y necesitando, más que nunca, de una respuesta o algún tipo de aproximación a la misma, dado que la financiación pública y subvenciones administrativas que hasta ahora venían siendo la principal fuente de supervivencia económica de este tipo de manifestaciones artísticas van a desaparecer de por vida (aunque ya eran bien exiguas).

Dejo sin contestar, lo sé, qué es un artista contemporáneo, aunque citaré una y otra vez a Joseph Beuys.

¿qué pasaría si yo me muriera mañana?

Una amiga (Querida Mariel, va por ti) me lanza esta osada pregunta que pretende que conteste como quien habla del queso preferido, porque va a hacer un libro a partir de las respuestas de algunos amigos escogidos (gracias por escogerme). Me dice que no hay mínimo ni máximo… y yo me planteo que cómo gestionaría que le contestase que tengo una novela (más de 200 páginas) dedicada al tema.

Recuerdo el libro de mi admirado Paul Auster, A salto de mata, en el que incluye como apéndice una novela de las que él escribió trabajando de negro literario, hecho que relata en la novela en cuestión, haciendo una magistral utilización del juego de muñecas rusas.

Mariel podría poner mi texto ¿Cómo y en qué momento se enterará el mundo de mi muerte?. Ampuloso título para ampulosa ambición: ser tan grande o tan importante como para que al mundo le importe mi muerte.

El mundo es algo enorme (quizá infinito) y yo soy algo diminuto, epsilon, diferencial, infinitésimo, atómico o subatómico, quárkico, fotónico, mesónico… no sé, apenas nada.

Para empezar, no llego a ser ni una 0,000000000142857143 parte de la humanidad. Así que ni imaginar quiero al resto de especies vivas, animales, vegetales… luego minerales, y seguimos contando… o ya es incontable, como dicen que son los granos de arena de una (de solo una) playa. Es decir, casi no soy. Mi vida es así de minúscula.

Pero al mismo tiempo, puedo contar porque percibo, así que mi percepción es lo que importa. Seamos cartesianos por un momento y pongámonos, ni más ni menos, que en el centro del universo mental, diciendo que si pienso, YO existo. Vaya, vaya, qué listo, no otro, no, YO. El yo que yoyea, como diría Oliverio Girondo.

Y en ese centro, pienso, ya de paso, que la realidad no es ni más ni menos que una proyección mental de mi percepción: pseudoplatonismo cientifista. Como si el mundo existiese mientras lo pienso. Sí, cuando yo muera, entonces, se acabará el mundo. Al menos el que percibo, que es el único que habito.

Sé que esto puede ser paradójico en parte, pero por otro lado…

Vamos a seguir el hilo de otro de mis queridos muertos:

No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación. Se trata de juegos; primeramente hay que responder. Y si es cierto, como pretende Nietzsche, que un filósofo, para ser estimable, debe predicar con el ejemplo, se advierte la importancia de esa respuesta, puesto que va a preceder al gesto definitivo. Se trata de evidencias perceptibles para el corazón, pero que se debe profundizar a fin de hacerlas claras para el espíritu.
El mito de Sísifo, Albert Camus

Y claro, no podía dejar de asentir cada una de las palabras de este amiguete. Además, con lo que me gusta controlarlo todo, dejar en manos del azar, del caos, de la naturaleza, algo tan trascendente como el fin de mi vida me parece intolerable, así que cada cierto tiempo me atrapa la idea de acabar voluntariamente antes de que, casualmente y no causalmente, me muera.

En su día, seguí la respuesta a la pregunta de Mariel atravesando distintos laberintos que comenzaban con mi suicidio y que variaban en función del lugar, el día y la forma en que lo llevase a cabo: no era lo mismo morirse en casa, en la bañera, cortándose las venas silenciosa y cálidamente, un viernes por la noche viviendo solo que lanzándose con una bomba atada al pecho contra el monarca.

No era lo mismo suicidarse después de que una mujer me hubiese desairado (jodiéndola de por vida, para ser cabrón…) o antes de ir a la cena de Navidad con mi familia.

Escribí una novela que no quiero enseñarle a nadie porque tiene lo más oscuro que haya tenido nunca: un deseo de morir, un tánatos freudiano:

En la teoría psicoanalítica, Tánatos es la pulsión de muerte, que se opone a Eros, la pulsión de vida. La «pulsión de muerte» identificada por Sigmund Freud, que señala un deseo de abandonar la lucha de la vida y volver a la quiescencia y la tumba.

No he podido evitarlo nunca, salvo quizá desde que viví en Australia y decidí que para huir, mejor viajar lejos, muy lejos… había descubierto una especie de sucedáneo de suicidio pero no irreversible, un sucedáneo barato, teniendo en cuenta las consecuencias.

Y desde entonces han pasado más de 15 años, durante los cuales he ido redefiniendo mi vida, mi entorno, mi actitud vital, especialmente, de manera que siento agudos deseos de seguir viviendo… o dejar de hacerlo, pero mantener siempre la exigencia de felicidad a corto o medio plazo. ¿Qué quiero decir con esto?

Vivo siempre pensando que me quedan 3 meses de vida (más o menos la cantidad de tiempo que estuve viviendo en Sydney), así que no se debe pensar que estaré bien pasado ese tiempo. Si en ese tiempo no voy a estar feliz, no me sirve la vida. No quiero durar, quiero tener una vida que merezca la pena vivirla, como decía Camus. Si no siento que merezca la pena, no seguiré un paso más. Hacía tiempo que estos pensamientos casi ni habitaban mi mente hasta que el año pasado estuve enfermo y recordé que no quiero durar: la vida no debe ser eterna, ni tan siquiera larga: me gusta lo de vive rápido, muere joven y haz un bonito cadáver, aunque ya no pueda cumplir casi ni una de las propuestas.

Lo que sé es que esta pregunta me lleva siempre a pensar en mis amigos más próximos, en mi cotidiano, en mi entorno que podría llamar mi cuarta piel, como la denominaría Hundertwasser y en el orden en el que se enterarían. Claro que, ahora, con FB, por ejemplo, esa información volaría a miles de kilómetros muy rápidamente. Aquellos hace 20 años hoy me parecen lejanos en el tiempo.

Sobre mi legado o lo que dejo, sobre si he cambiado el mundo, lo cual es inevitable (y no por ser artista, o poeta o cualquier otra profesión más o menos pública e impúdica), y de ese cambio sigo sin saber si habrá sido a mejor; sobre todo lo que ocurra al día siguiente en el mundo no me preocupa una mierda. Sigo sintiendo que lo que haga en vida es lo único que me importa. Puede ser que, como sigo sosteniendo de alguna manera, cuando yo muera se acabará el mundo.

Género

Estaba leyendo un artículo de El País sobre las grietas en la lucha contra la violencia de género cuando me he ido a ver los comentarios de los lectores y me encuentro con este, entre otros:

Falta formación en los colegios. En casa, los niños/as siguen aprendiendo de sus padres que perpetúan un comportamiento igual al de hace 30 años. no se ha evolucionado casi nada. Buscamos una igualdad entre hombres y mujeres. Esto no es solo cosa de mujeres, nos compete a todos. responsabilidades compartidas.

Y no me llama la atención porque esté de acuerdo en esa obviedad, sino porque me llama la atención la dificultad que implica luchar contra un lenguaje que diferencia sexos y ello acaba por diferenciar roles. Ahí es donde estriba el problema, para mí, de nuestra educación: en no saber diferenciar entre género sexual y rol.

Me llama la atención del texto que intenta ser igualitario incluyendo aquello de «niños/as», sin tener en cuenta que el artículo que precede no ha sido feminizado, amén de referirse a los progenitores como padres (¿sin madres?). Es más, nos compete a todos y a todas.

Pero en esa vorágine de querer modificar el lenguaje que incluía a las niñas en el colectivo «los niños» podemos caer en la tontería de hablar de los colegios y las colegias… o desear incluir vocablos como miembra en el diccionario de la RALE (que aún no reconocen los diccionarios automáticos de la mayoría de aplicaciones informáticas).

Personalmente, este exceso me parece eso, un exceso.

No creo que sea deformando nuestro sexista idioma como conseguiremos mayor igualdad de géneros y, desde luego, como evitaremos tantos malos tratos. Aunque fuesen malas tratas, seguiría siendo del mismo rol al mismo rol(a).

Hay dominados y dominadores. Hay desigualdad porque ser el más está bien visto, así que no se va a acabar de criticar nunca la responsabilidad del dominador, porque se entiende que es lo que debe aspirarse a ser: ambición, ambición y llegar a ser el más. Aunque sea el más cabrón.

Y vuelvo al texto que cito: Falta formación en los colegios.

Comienza con una frase que ya pone los pelos de punta por cómo están las cosas y la pinta que tienen de cara al futuro: colegios concertados religiosos (¿Es preciso entrar en detalle sobre que los colegios religiosos católicos (no sé si hay musulmanes) son claramente sexistas? ¿Hay algún título equivalente al Papa que sea mujer?), colegios privados en los que se prima y estimula la ambición de llegar a ser «el más»… y colegios públicos sin posibilidad de incisión en pedagogía social, en enseñar civismo, en enseñar a comportarse y no solo a trabajar en la cadena de montaje correspondiente. Hay que revisar la película The Wall y darse cuenta de que vamos hacia ella de nuevo.

Sigo: En casa, los niños/as.

En casa también ven televisión, lugar donde sólo las mujeres han de ser guapas y jóvenes, mientras los hombres pueden ser canosos y gorditos, sin entrar en SinChan y otros subproductos para descerebrados (la lista sería interminable). En casa también tienen juguetes que, aún hoy, siguen siendo tendenciosos sobre el rol que cada cual debe adoptar en su futuro: los niños, conductores, las mujeres, estilistas, por ejemplo. En casa, sigue habiendo colores casi prohibidos para los niños, prendas inaceptables para ellos porque nuestra cultura las consideraría ridiculizadas, como faldas, por poner otro ejemplo. Al menos, de cuando en cuando, ya se permite que se dejen el pelo largo… aunque trenzas… y ni hablar de dejar de dar por hecho que agujerear las orejas de las mujeres cuando aún no tienen uso de razón no es algo que se haga con los hombres: ellas deben adornarse, ellos no; ellas están diseñadas para ser bellos objetos, ellos para poseerlas. En casa, revistas, programas, toda la publicidad, muchos juegos, apuestan no solo por separar los géneros, sino por asignarles distintos roles. Espanta, pero cuando llegan sus padres (o madres) poco pueden hacer.

Pero también les tocaría, ahora bien… ¿Cuántos padres se cogen una baja por paternidad?

A los hombres nos programan para que nuestra mayor meta sea profesional, pocas veces personal, afectiva, así que nuestro mayor logro es que en nuestra empresa nos valoren tanto como para ascendernos, o subirnos el sueldo. Puede que esto sea ancestral, de los tiempos que el hombre cazaba para alimentar la tribu, pero no inmodificable. De eso se trata: que la mujer haya entrado en el mercado laboral ha roto la tradicional asignación de roles que despreciaba el trabajo que realizaban en los hogares como ¿trabajas o eres ama de casa?

Yo soy amo de casa (entre otras profesiones). Y esto suena muy raro… no sólo a mí. Quizá porque debería decir soy ama de casa y no preocuparme, como cuando pido que no se añada miembra, ni taxisto. Pero también se me hace raro. Me cuesta desasignar ese rol a un género.

En el Tango está habiendo toda una revolución (pequeña y sutil, como todo en el tango) sobre la asignación de roles y géneros sexuales. Me alegra porque siempre lo había considerado claramente sexista y machista (de hecho). Ahora se habla, aunque Carmen lo viene haciendo desde hace años, de rol leader y rol follower en lugar de hacer de chico y hacer de chica… pero cuesta tanto a los que hemos aprendido de otra forma… Pero lo curioso es que hayamos tenido que salirnos de nuestro lenguaje para poder encontrar una forma de separar rol de género.

E incluso separados los roles, no se piensa muchas veces en que eso es más profundo que un simple cambio de nombre, es también un cambio en la forma de entender el liderazgo y el seguimiento. Hay formas activas, más fuertes, menos fuertes, más pasivas, más livianas, adaptadas a la naturaleza (e incluso al género) del leader. No ha de pedírsele al nuevo leader que sea corpulento, fuerte y viril. Esto es no entender que el rol de leader sigue, entonces, asociado al género sexual masculino. Yo no le pediría a una leader que me sugiriese un baile como lo haría un leader, pero es que ni siquiera a distintos hombres o distintas mujeres no les pido que sean y lo hagan igual. Me gusta la diferencia.

No necesito sentirme protegido, como alguna gente desea sentirse en el rol de follower, sino que me va bien que me propongan de igual a igual. Y voy o no voy… porque soy un mal follower… o porque creo que el rol de follower también ha sido y debe seguir siendo revisado. No se trata ya de una obediencia ciega, aunque puede estar bien hacerlo, si es lo que se desea, ni de una resistencia que acabe convirtiendo el baile en una guerra. Cada follower debe encontrar su forma de desempeñar su rol, acorde con su naturaleza (incluso su género, puede ser).

Tras este inciso sobre el Tango sigo con el texto: perpetúan un comportamiento igual al de hace 30 años.

Y pienso que ese conservadurismo se perpetúa no solo en esta enseñanza de asignación de roles a géneros sino en casi todo. Se sigue utilizando la expresión «Cómo Dios manda» en contextos que me hacen hervir la sangre. Somos un país tremendamente conservador que perpetúa sus tradiciones como base de su cultura y no al revés, que se fundamentase en la cultura para establecer las tradiciones. Y ahí está nuestra fiesta nacional para demostrarlo. Y de nuestra monarquía mejor ni hablar.

Constitución Española: Artículo 57.

1. La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, [siendo preferido] el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos.

Haciendo cálculos (que viene de piedras) me doy cuenta de que hace 30 años era 1981 y tuvimos un golpe de estado. La Bola de Cristal tuvo su primera emisión en 1984 y en 1988 acabó por ser censurada.

Después y con el tiempo ha ido habiendo leyes e incluso ministerios de igualdad que nunca termino de entender, pero porque no puedo entender la desigualdad. Sé que es pragmático que haya leyes que penalicen la figura del maltratador o del dominador, aunque no puedo entender que las leyes no penalicen el maltrato y la violencia en general con tanta dureza y decisión que no haga falta sectorizar esta legislación. No puedo entender que el entorno social de un hombre no critique y censure expresamente el empleo de la violencia que suele ser comprendido como recurso humano, sí, quizá, demasiado humano.

Yo eso no lo puedo entender: he visto a hombres adultos pelearse por una mujer y que a la mujer en cuestión no le diese asco sentir que iba a ser objeto de recompensa para una pareja de ciervos dándose cabezazos.

He hablado con hombres que entienden que se pueda reclamar a hostias, porque para qué hablar. La discusión está sobrevalorada, para ellos. Y no se produce rechazo social, sino que se dicen cosas como «no, si yo estuviese en tu lugar haría lo mismo». Y como si no hubiese pasado nada. Pocas veces he oído a mujeres discutir de esta manera o esas formas. Quizá por eso la mayoría de mis amistades son femeninas.

Vuelvo al texto: Buscamos una igualdad entre hombres y mujeres.

No. Yo no. Los hombres son hombres y las mujeres mujeres y no quiero que sean iguales sino que puedan ocupar los roles que deseen dentro de su diferencia, haciendo, por tanto, los roles dependientes de eso y no al revés. Exigiría mayor flexibilidad en la definición de los roles, para que puedan ser desempeñados por diferentes tipos de personas.

Esto es algo que ha hecho que en muchas ocasiones me sintiese «femenino«, no encajaba como hombre en los roles que se suponía que tenía que desempeñar. Afortunadamente ya cocinamos más hombres cada día aunque a mi madre (y la considero vanguardista de la educación igualitaria) le cuesta aún regalarme a mí las cosas de la cocina que siguen siendo «para Carmen».

Es más, quiero ser hombre pero no necesitar demostrarlo a cada rato, con bravuconadas, con voz grave y seria, con saques de pecho y paso firme, casi marcial. Eso de medirse las pollas nunca ha ido conmigo. Lo aprendí de pequeño cuando no quería pegarme con nadie y no entendía que los chicos (porque siempre eran chicos) se pegasen para demostrar su poder. Ahora esas competencias intraespecíficas me parecen superables gracias al desarrollo intelectual, al avance de nuestra cultura y la generación de nuevos paradigmas de ser humano.

Está claro que mi cuerpo y mi mente me están pidiendo releer a Nietzsche.

Y aún hay más en el texto: Esto no es solo cosa de mujeres, nos compete a todos.

Pero no veo ni una sola manifestación de hombres por la igualdad y muy pocos que se sumen profundamente a esta redefinición de roles que no los vincule a géneros, como si temieran perder su espacio. Y no me extraña. Llegué a leer, con cierto placer, en un curioso artículo sobre clonación humana, que el hombre podría ser en un futuro cercano no más que un objeto de lujo, puesto que su necesidad para la reproducción es cada vez más puesta en duda. En un futuro más lejano, teniendo en cuenta la posibilidad de gestación extrauterina, también la mujer y su sexualidad sería dedicada únicamente para el gozo, el placer y el lujo. Se releerán los clásicos hedonistas con delectación.

De todos modos, esta competencia a todos (y todas) se traslada a tantas y tantas cosas… en el ámbito de las huelgas de profesorado de la ESO y Bachillerato que estamos teniendo en Madrid, aún no entiendo porqué no se enfoca como un problema más global, no del profesorado y los alumnos, sino del futuro del país, del planeta. No entiendo que no se convoque una huelga general de todos los sectores y de todos los trabajadores. No lo entiendo salvo que piense en que nos «descompetenciamos» y decidimos que la educación de nuestros hijos la tienen que defender los educadores. No lo entiendo. Así que voy a vestir de verde unos cuantos días.

Y todo para evadir nuestra responsabilidad: parece que seguimos deseando dejar de ser libres, dejar de ser los responsables últimos del mundo en el que vivimos, económica, política, ecológicamente y de la sociedad que gestamos. Somos responsables del ser humano que somos, de los humanos que nos rodean y de los valores morales y culturales que poseen. En todos y cada uno de los pequeños ámbitos en los que nos movemos, así que… atención al mundo y a cambiarlo, si no nos gusta.

El problema de la inmigración

Hablamos de la inmigración
como si fuese un problema
pero nos olvidamos de que es un síntoma
de un problema
llamado desigualdad.

Hablamos de la desigualdad
como si fuese un problema
pero nos olvidamos de que es un síntoma
de un problema
llamado insolidaridad.

Hablamos de la insolidaridad
como si fuese un problema
pero nos olvidamos de que es un síntoma
de un problema
llamado egoísmo.

Hablamos del egoísmo
como si fuese un problema
pero nos olvidamos de que es un síntoma
de un problema
llamado humanidad.

Hablamos de la humanidad
como si fuese un problema
pero nos olvidamos de que es un síntoma
de un problema
llamado naturaleza.

Esto no es una broma