Maestro, tengo un problema.

13051756_1177887698910350_6683792543878684714_n

Está claro que el mensajito tontuno abunda en las redes sociales (este u otro), pero que nadie se pare a pensarlos, a leerlos con profundidad, me parece algo inadecuado.

Más allá de que nunca me ha caído bien el Jodorowsky y su oportunismo marquetiniano, su chamanismo de andar por casa y su literatura de autoayuda que, eso sí, nunca es barata… me paro a leer línea a línea:

Maestro (ya empezamos mal), tengo un problema (¿problema? ¿uno? ¿tengo?) con mi hijo (…):

Ni quienes damos clases deberíamos ser llamados maestros, pues implica cierta posición de poder (maestro=master, amo), ni se puede suponer que los problemas «se tengan», ni mucho menos que quien lo tiene sea el padre, pues quien verdaderamente lo tendría (supuesto que se pudiera) sería el hijo, ni está claro que sea sólo uno (y no trino ;-)), un único «problema».

Con esto, que no es más que el comienzo del primer párrafo, ya he pasado unos segundos pensando… y algunos más comentándolo en este estúpido diario solitario.

No sigo palabra por palabra, pero mi mente sigue haciéndolo (notas, colegio, alta calificación…).

Este primer párrafo, inmediatamente, lo invierto o conmuto para ver si sería igual la reacción de quienes lo publican:

[…] alta calificación en matemáticas y pésima en dibujo.

– ¡Lo pondré de inmediato a tomar clases particulares con un profesor de dibujo!

Jodocosa: – Necio, ponlo de inmediato a tomar clases particulares con un profesor de matemáticas.

Pero ya el último párrafo, esa coletilla moralista y utilitarista me parece el remate del absurdo:

¿De verdad que todos servimos para algo? ¿Y ese algo no es lo mismo?

¿A nadie le suena esta última frase a repartición de roles preasignados en la sociedad?, en una sociedad ya no estratificada, sino directamente de castas, como la más tradicional de las hindúes, donde hay quienes sirven para la religión, quienes sirven para la guerra, quienes sirven para el comercio, etc.

A mí, que me paso la vida cuestionándome ¿Para qué sirvo? me parece de una vacuidad tal esta frase que ya sólo por ella no leería nada más de este Jod-ido.

Pero la pregunta no importa, el pensamiento crítico, la duda, es algo del pasado, lo importante es la respuesta, el saber, el saberlo todo… hay que ser más listo, más y más algo, el mejor dibujante o el mejor matemático… el más, el más… para conseguir el éxito.

Porque de eso se trata, de éxito, de ser el más, el que va a procrear, el que se quedará como líder de la manada, el que transmitirá su superioridad a la progenie.

Y a mí que sigue interesándome, con más o menos dolor agudo en las articulaciones, el fracaso…

No es un buen argumento

12985392_485357531649681_5439165422560216918_n

No juzgo a ninguna de las dos.
No me ofende ninguna de las dos.

Pero el argumento (la pregunta es capciosa tanto como la imagen, que muestra una mujer vieja frente a una «progresista» joven atractiva y coqueta) de que ambas están realizando la misma acción no es sostenible.

En el caso de la izquierda, es una persona dedicada a la iglesia que, por tanto, acata (obedece) los imperativos de la misma, dentro de los cuales, en la iglesia católica, está el recato, puesto que la tentación de la carne femenina sobre el hombre es demasiado insoportable.

En el caso de la derecha, la persona no está necesariamente dedicada a la iglesia, sino que esta le impone una costumbre social que ha de acatar (obedecer), puesto que, dentro del islam, el pelo femenino es la quintaesencia de la tentación que sobre el hombre resulta demasiado insoportable.

Que ambas estén aceptando dejar de ser «objetos sexuales» (incluso a pesar del intento tendencioso de maquillar a la bella muchacha de la derecha) por pecaminoso [no acepto el pecado]. En eso sí hay coincidencia. Pero la situación de ambas en la sociedad y la obligatoriedad o coerción no viene dada de la misma manera en absoluto: la primera lo está eligiendo personalmente, la segunda lo hace por condicionamiento social, presión religiosa en todos los ámbitos.

¿Es elección personal formar parte de ese ámbito social/religioso? ¿Es elección personal aceptar sus mandatos?

Creo que no. Pero «creo». No lo tengo tan claro. Pero sí tengo claro que el argumento para defenderse de la intolerancia islamófoba no pasa por ahí.

De paso, recientemente, en una conversación, me declaré abiertamente islamófobo, igual que catolicófobo o, más genéricamente, cristianófobo, pero no arabófobo, ni magrebófobo, ni europófobo, ni caucasianófobo.

Odio, cada día más, la influencia de las religiones en el entorno social que desearía que fuese LAICO. La religión, como el consumo de una mala droga, para practicarla en privado. Y financiarla de igual modo.

de aquí a allá

Paso del haiku a la astrofísica, de la astrofísica al álgebra, del álgebra a la topología, de la topología a la sintaxis, de la sintaxis a la lingüística, de la lingüística a la historia, de la historia a la geografía, de la geografía a la geolocalización, de la geolocalización a la programación, de la programación al CSS, del CSS al SEO, del SEO al veo-veo, del veo-veo al velo, del velo al llanto, del llanto al canto, del canto al tango, del tango al sueño, del sueño al psicoanálisis, del psicoanálisis a las vanguardias, de las vanguardias a John Cage, de Cage a la performance, de la perfomance a la acción, de la acción a la reflexión, de la reflexión a la teoría, de la teoría a la práctica, de la práctica a la plática, de la plática a la amistad, de la amistad al amor, del amor a Carmen, de Carmen a la pasión, de la pasión a la semana santa, de la semana santa a la laicidad, de la laicidad a la moral, de la moral a Kant, de Kant a Aristóteles, de Aristóteles a Arquímedes, de Arquímedes a Siracusa, de Siracusa a los helados, de los helados a la pasta, de la pasta a la gastronomía, de la gastronomía a lo gastrointestinal, de lo gastrointestinal a la diarrea, de la diarrea a la fisura, de la fisura a la muerte, de la muerte a la palabra, de la palabra a la sílaba, de la sílaba a la letra, de la letra al signo, del signo al símbolo, del símbolo a Roland Barthes, de Barthes a la estructura, de la estructura al discurso, del discurso a la política, de la política a la guerra, de la guerra a la violencia, de la violencia al rechazo, del rechazo a la intolerancia, de la intolerancia a la tolerancia, de la tolerancia a la diferencia, de la diferencia a la distancia, de la distancia a Japón y de Japón al haiku.

La era de la estadística

Estamos viviendo la era de la estadística.

ggplot_scatterplot_hw_tendencia

Cuando me toca algún alumno de clases particulares de matemáticas, especialmente de ciencias sociales, tengo que repasar estas temáticas que me espantan de la probabilidad y la estadística, cuando yo siempre he sido una persona más de álgebra y topología.

Pero hoy, pensándolo, recordando una conversación que tuve ayer con Isidoro Valcárcel, sobre los modelos de la realidad, las fronteras, me di cuenta de que mi amado principio de incertidumbre dio el pistoletazo de salida a esta era en la que incluso las ciencias más firmemente algebraicas pasaron a ser dependientes de esa rama de la matemática del error, de la indeterminación, del des-con-cierto.

Antes, bien es verdad, habrían venido las revoluciones que la misma matemática había sufrido a lo largo, principalmente, de finales del siglo XIX y comienzos del XX, con la formulación de nuevos espacios, nuevas lógicas, la ruptura de la axiomática euclídea, pero quedaba la tenue ilusión de que la naturaleza era predecible porque cumplía unas reglas casi expresables algebraicamente.

Aunque era una ilusión, a mí me hacía ilusión. Y me quedé allí. Sabiendo que no podía quedarme, pero me quedé… eso de la termodinámica estadística me parecía una trampa para aproximar lo desconocido… y no una nueva concepción de la realidad, en la que lo desconocido es lo conocido, por decirlo así, la dualidad campa a sus anchas y la semántica pasa a ser protagonista en ciencia.

Habíamos vivido una maravillosa era del álgebra, desde que los copernicanos y los cartesianos habían sido capaces de predecir eclipses, elipses y otras ipses. Habían «domado» la realidad bajo la batuta de la incógnita más o menos complicado de despejar, lagrangianos mediante.

Teníamos nuestras formulitas, nuestras leyes de gravedad, más o menos relativas, pero ahí estaban, sin juegos de dados… como le gustaban al querido tío Alberto.

Atrás había quedado toda una era oscura, que podríamos llamar la era del cálculo, era de contar sin asignar a variables, sin más que números y números… anotaciones, tablas, piedras, ovejas, después de una aún más lejana galaxia de proporciones geométricas, de cuerdas, reglas, compases y medidas, medidas y medidas… Las alubias del del teorema quedaban más allá del horizonte de sucesos.

Y ni hablar de las cuentas con las manos de esos babilónicos iterativos.

Pero sí, todo eso quedó atrás y ahora vivimos la era de la estadística y no me resisto a pensar que tendría que haber aprendido y comprendido más y mejor aquella temática durante los años de mi enseñanza secundaria y el entonces bachillerato unificado polivalente, aunque claro está que no tenían en cuenta (y aún tampoco) que la era del álgebra toca a su fin y que en ciencias (puras purísimas) íbamos a necesitar la estadística, la probabilidad y esas morrallas mucho más que la integración por partes.

Qué le vamos a hacer. Probablemente (uy), probablemente llegue alguna vez una nueva era en la que lo único importante sean los conjuntos, las categorías, y podamos releer con placer a Inmanuel Kant, a Bertrand Russell y, por supuesto, a Frege.

Ahorrativo hasta la muerte

Cuando veo una película de guerra o una serie de acción trepidante en la que se producen violentos altercados que terminan con la muerte de un personaje, es inevitable que piense en algún momento en la entropía.

Hay una drástica disminución de entropía en un organismo que pasa del «estado vivo» al «estado inanimado».

Pero voy más allá, me detengo a pensar en la cantidad de cosas que se tiran a la basura cuando alguien muere y no doy crédito: su vestuario dañado posiblemente a causa de la violenta intervención, me parece lamentable. No mataría a nadie por no estropearle la vestimenta. Hay gente que ha trabajado para que ésta esté en perfecto estado o en un estado usable, aun imperfecto.

Por no hablar de los ritos funerarios con su consabido derroche de protección de una masa cárnico-ósea a la que ya no es posible seguir considerando humana. Madera talada para ser enterrada (no es peor opción que la de ser incinerada, produciendo una innecesaria cantidad de energía fruto de la combustión del material orgánico) y ropa que se descompondrá inevitablemente bajo la tierra, pero que ha llevado trabajo (y por ende energía) fabricar.

Puede parecer trivial, pero si no me detengo en estos pensamientos muy a menudo es porque no voy por ahí matando gente. No obstante, el despilfarro de balas, de armas de distintos calibres y otros asuntos similares no dejan de formar parte de nuestro cotidiano, lo sepamos o no, pues es preciso conocer cuánto se gasta en generar artículos cuyo único propósito es ser destruidos. Y después de saberlo intentar combinar este dato con la lectura de este texto y ver si ha dejado de resultar ridículo.

La ridiculez, no lo olvidemos, es muy, pero que muy relativa.

Nos mienten

Nos mienten, nos mienten, no nos dicen la verdad, nos la ocultan, nos engañan nos quieren tener en la ignorancia, nos mienten, sí, nos mienten, lo tengo claro, muy claro, sé que nos mienten, sé que es mentira todo lo que dicen, sí, cualquier cosa que dicen, no importa lo que digan, todo es una gran y enorme mentira que han tejido para nosotros, sí, ellos, ellos nos mienten, nos mienten a nosotros, a todos nosotros, a todos, ellos que son todos, nos mienten a nosotros que somos todos, pero ellos quizá no sean todos, son solo unos pocos, pero no sé o sí, sí que sé, porque yo estoy seguro de todo y ellos no, ellos están seguros solo de mentirnos, de mentirnos y engañarnos para que no lo sepamos, para que no nos demos cuenta, para que sigamos creyendo que nos dicen la verdad, pero ya nos hemos dado cuenta y ahora ya no podrán seguir mintiéndonos, aunque siguen mintiéndonos porque son más listos, sí, ellos son más listos, pero nosotros somos muy inteligentes y no consiguen engañarnos del todo a todos, así que algunos de nosotros, aunque no todos nosotros ya sabemos que nos mienten y hemos comprendido todo, así que sabemos que es verdad que nos mienten, mientras otros de los que somos nosotros ya no son nosotros para ser solo otros son tan torpes que no ven que les mienten, ellos, los otros, mienten a otros que no son los otros pero que también son otros para que solo quedemos unos nosotros que sabemos, sí, que sabemos más que otros los otros que no son los otros que nos mienten, claro, porque si no esos otros serían también de esos otros que nos mienten y entonces quizá incluso una parte de esos nosotros serían los otros mentirosos o, incluso, estarían infiltrados siendo aún más mentirosos, más perversos, engañándonos incluso siendo nuestros aliados, nuestros amigos, nuestros nosotros, así que nosotros somos algunos mentirosos, pero no, nosotros no mentimos, nosotros siempre decimos la verdad, porque sino eso nos convertiría en los otros, en los que mienten y eso no puede ser porque, claramente, nosotros no somos los otros porque eso es imposible porque eso sería no ya una mentira, sino algo peor, eso sería una contradicción, y nosotros no nos contradecimos porque nosotros sabemos, nosotros sabemos que nos mienten otros que son los otros que mienten y algunos tenemos dudas de que nos mientan pero entonces se rompe el equilibrio y esos otros nosotros nos expulsan o nos atacan o nos acusan de ser aliados de esos que nos mienten, y entonces, algunos de nosotros ya no sabemos si somos nosotros o somos ellos con la consecuente pérdida de lógica bievaluada que ello acarrea, así que no sabemos si queremos seguir siendo nosotros o ellos o una parte de nosotros o una parte de ellos pero sabemos claramente que no mentimos, que nosotros, seamos quienes seamos, no, no mentimos jamás, porque somos los sinceros, los auténticos, los verdaderos, mientras que ellos, oh, ellos, ellos son lo peor, sí, son lo peor… nos mienten, nos mienten, no nos dicen la verdad, nos la ocultan, nos engañan nos quieren tener en la ignorancia, nos mienten, sí, nos mienten, lo tengo claro, muy claro, sé que nos mienten, sé que es mentira todo lo que dicen, sí, cualquier cosa que dicen, no importa lo que digan, todo es una gran y enorme mentira.

Efecto Forer

He publicado en una red social el siguiente texto:

Tienes la necesidad de que otras personas te aprecien y admiren, y sin embargo eres crítico contigo mismo. Aunque tienes algunas debilidades en tu personalidad, generalmente eres capaz de compensarlas. Tienes una considerable capacidad sin usar que no has aprovechado. Tiendes a ser disciplinado y controlado por el exterior pero preocupado e inseguro por dentro. A veces tienes serias dudas sobre si has obrado bien o tomado las decisiones correctas. Prefieres una cierta cantidad de cambios y variedad y te sientes defraudado cuando te ves rodeado de restricciones y limitaciones. También estás orgulloso de ser un pensador independiente; y de no aceptar las afirmaciones de los otros sin pruebas suficientes. Pero encuentras poco sabio el ser muy franco en revelarte a los otros. A veces eres extrovertido, afable, y sociable, mientras que otras veces eres introvertido, precavido y reservado. Algunas de tus aspiraciones tienden a ser bastante irrealistas.

Y quiero ver el efecto que produce. Habrá gente que piense que es, incluso, un texto propio, cuando se trata de un mero experimento cargado de malicia.

Se llama Efecto Forer y me lo he encontrado en uno de esos contadísimos artículos serios sobre los sesgos cognitivos y/o valorativos en los medios de comunicación de masas.

Hay tanta falacia suelta…

Esto no es una broma