A veces hay pequeños regalos

A veces la vida te da pequeños (casi insignificantes) regalitos, como esta actualización que ha tenido lugar «sola«, es decir, posiblemente llevada a cabo por los responsables del lugar en el que tengo alojada la web y este mismo diario (justhost.com), así que puedo disponer de un tiempo de aprendizaje que tenía que invertir en aprender a hacerlo, así como el dedicado a realizar la actualización del PHP 5.6 a esta reluciente versión de PHP 7.3 que espero que me deje tranquilo unos cuantos años.

¡Qué pequeña alegría un día cualquiera!

Chinche

Este fin de semana estuve en Valencia en un piso alquilado por AirBnB que parecía limpio, agradable y funcional, muy bien situado y económico sin ser el más barato de los posibles, lo que era más suficiente.

Había elegido un lugar a menos de 8 minutos andando, para no perder ni tiempo ni dinero en transportes, aunque el precio ascendiese unos 6€ sobre la media de alojamientos similares un poco más alejados.

Desde la estación del AVE de Joaquín Sorolla de Valencia, intenté ir en Cabify (haciendo un primer uso de una app que no había usado previamente) pero no lo logré porque la conductora se negó a recogerme en el punto de recogida, algo apartado de la estación, en una marquesina de transporte público, por si finalmente iba hacia el centro en autobús. En principio creo que no me facturarán porque cancelé el viaje, pero parece que sí me ha llegado una notificación de cobro… así que ya veré si procedo a reclamarlo.

En la parada de autobuses conocí a una chica simpática, de origen asiático, pero procedente de Australia, en concreto de Sydney, y pensamos en ir juntos hacia el centro, compartiendo taxi, que no pudo ser, así que acabamos charlando en el bus e intercambiado tarjetas de contacto.

Llegué a la habitación, doble, espaciosa, silenciosa, bien climatizada a eso de las 11:45. Apenas me detuve pues era sólo para pasar la noche. Recogí las llaves, dejé el equipaje, pasé al baño (orín) y me fui hacia la exposición que iba a ver.

Era sólo una noche, la del viernes al sábado, para acudir a la Feria del Libro de Artista y Editores Independientes SINDOKMA, que tenía lugar en el centro cultural La Nau en la zona céntrica de Valencia capital.

Y entonces llegó la noche.

Volví a la habitación tras una agradable velada y una cena estupenda con mi amigo Iván Araujo y me tumbé tranquilamente a ver una serie en el teléfono móvil para ir, poco a poco, adormeciéndome…

Aproximadamente a eso de las 01:00 apagué la luz y comencé a intentar dormir.

Un rato después (no mucho más de media hora) algo me picaba, pero poco.

Cada vez tenía mayores picores en el dedo índice de la mano derecha y acabé por encender la luz de nuevo y ver que parecía que se estaba hinchando.

Pensé que sería un mosquito, así que me atrincheré en el edredón y bajo las mangas de mi propia camiseta…

No podía dormir por el picor, así que decidí ver otro rato las series para ver si acababa por tener tanto sueño que no me importase recibir alguna picadura…

Pero seguí recibiendo mordeduras de bichitos y ya comencé a sospechar que iba a ser una noche difícil.

No había prisa, no pasaba nada. Hasta las 09:00 no era preciso que me levantase, y con dormir 6 horas era suficiente…

Otro picor agudo en el cuello. Otro más en la espalda.

Ya me puse a investigar la cama, a revisarla a la luz de la linterna del teléfono móvil…

Y a eso de las 04:00 encontré bajo el foco un bichito que correteaba por el colchón dando pequeños saltitos…

No me detuve a fotografiarlo sino que lo aplasté con la mano derecha y, después, para asegurarme, con ambas manos como si fuese un aplauso. (La foto que incluyo no es mía sino de un artículo de «cómo eliminar chinches en Valencia«)

Pensé que se habría terminado el safari y tras relajarme un poco volví a apagar luces e intentar dormir.

Nuevos picores en los pies, en las piernas… parece ser que no, que no se había terminado el problema. Eran ya cerca de las 06:00. Recordaba ese diminuto agresor entre mis manos e imaginaba hordas de familiares vengándose bajo el edredón, sobre la almohada sudada.

No había forma de dormir. Algunos otros clientes del airbnb se despertaban ya, entraban al baño, que estaba pared con pared con mi habitación….

Ya casi preveía que no habría ni un minuto de sueño. Pero seguí intentándolo. Apagaba la luz, resurgían picores, encendía, sacudía el edredón, buscaba con la linterna sobre el colchón, bajo las almohadas…

Me quité la ropa, le di la vuelta, la agité para ver si algo caía… me la volví a poner del revés, intenté dormir… eran las 07:00.

Ya poco había que hacer salvo esperar a las 09:00… seguía picándome todo el cuerpo, el cuero cabelludo… la agitación intenté paliarla con respiraciones largas y profundas, intenté pensar en cualquier cosa que alejase de mi mente las imágenes de miríadas de insectos atacándome, alimentándose de mí.

Acabaron por dar las 09:00… fui al baño, me duché, volví a la cama, reposé un rato, me vestí, salí a desayunar y procuré olvidar una noche inolvidable.

Ayer, pasados 2 días, les comenté por mensaje privado a los dueños del AirBnB la experiencia sin intención de reclamarles nada, sino tan solo para informarles del suceso y que entendiesen que no podía hacer «imparcialmente» la encuesta de satisfacción que esa app te propone insistentemente sobre tu estancia en el lugar.

Mantuvimos esta pequeña conversación:

YO: Hola Rafa y Jorge, ya de vuelta en Madrid quería deciros que tuve un enorme problema con vuestra habitación. ¡Había chinches! No lo voy a escribir en la evaluación que me pide hacer Airbnb porque creo que es posible que lo podáis resolver sin una opinión tan mala. Es posible que no lo supieseis porque por lo demás el estado de la habitación era bueno, limpio, etc. Pero no pude dormir ni un minuto. No se trata de que quiera hacéis una reclamación, sino un aviso por si nadie os lo había dicho. Un saludo sin mal sabor…

ELLOS: no lo entiendo como que chinches. eso no puede ser hacemos los cambios de sabanas y mantas con cada cambio. y nos aseguramos de que todo este limpio, la verdad que hemos comprobado la habitación y no hemos encontrado nada. Donde viste las chinches para tener mas información.

YO: Las vi en la cama. Llegué a cazar una y matarla, pero seguí teniendo «picaduras» toda la noche. Os lo aseguro. Os lo digo por vosotros. Un saludo.

ELLOS: Es raro es que cambiamos funda del colchón justo el dia de antes de tu llegada ademas del cambio de sabanas mantas etc. Hare una inspección de todo por si acaso; no me apetece tener problemas con ello tampoco. Una vez mas Gracias y disculpa!! Lo comprobaremos todo bien Gracias por decirnos lo y disculpa las molestias.

YO: No pasa nada. Una mala noche pero no es tan grave.

ELLOS: Vaya. Lo sentimos muchísimo. Y nos extraña mucho porque somos muy pulcros con la limpieza. Vamos a tirar el colchón por si estan dentro. Quizás algún huésped los dejo con anterioridad. La verdad es que jamas en mi vida me ha picado uno en Valencia. Ni en ningún sitio. Me parece algo del tercer mundo. Estoy flipando. Y muchas por tomarlo así de bien.

YO: A mí también me extrañó. En general estaba todo limpio, así que me resultaba extrañó. Inicialmente supuse que se trataba de algún mosquito que hubiese entrado por la ventana, pero a eso de las 4 con la linterna del móvil, pude cazar una saltando por la cama. Era un bichito de unos 5mm beige que saltaba por el colchón. La aplasté en mi mano y no se me ocurrió hacerle fotos. Me fotografié el dedo que estaba hinchado por la mordedura. Miré por internet hasta saber qué era ese bicho. Sergi teniendo picaduras en otras partes del cuerpo el resto de la noche. Fue un pequeño infierno. Pero también suponía que os iba a extrañar. Sin cosas que pasan. No le demos mayor importancia.

Tras estos mensajes, tuvieron la deferencia, no solicitada, de devolverme el pago de la habitación. Me parece un detalle que les agradezco y por lo que no pienso criticarles en la revisión de la app.

Fue una noche horrible para un fin de semana, en otro orden de cosas, maravilloso, así que es algo olvidable y de poca importancia, aunque no me han quedado muchas ganas de repetir viajes…

Camino de Donibane

Texto escrito hace ya más de 1000 años. Con todo cariño.

Tomo camino de Donibane que pasa por Lezo para encontrarme con Alex y, si puedo, con Olatz para volverme esta tarde y charlar con Xabi, mi amigo que está tan mal como nunca le he visto.

Salgo de la Plaza Gipuzkoa y atravieso el Urumea dejando a derecha Egia y a izquierda Gross, voy fronterizando estos dos barrios de los más típicos donostiarras para empezar a rodear el verde de la falda del sin igual Ulía que a su oriente protege a San Pedro y lo aísla del crecimiento metropolitano.

Pero antes, en Rentería, nos lanzaremos al otro lado de la ría que separa ambos Pasaiak y, cruzando la villa de mi amiga y profesora particular de prácticas de Euskera, Olatz.

Quizá allá me baje y aún no lo he decidido, para seguir los pocos metros que la separan de Donibane a pie junto a las fábricas y locales que me impedirán ver la ría.

Al fin de mi camino, Alex y un restaurante bajo su casa donde comí una vez las mejores lentejas que haya comido nunca.

Y, como siempre que tengo la suerte de visitar San Juan, visitaré el que considero mi lugar favorito de Gipuzkoa, de Euskadi, de Europa… El sitio que me presenta la más bella puesta de sol que jamás viese: lo que llamamos Puntas de Pasaia.

Seguro que allá escribo algo más bajo la influencia de la contemplación del crepitar del Cantábrico contras las rocas inaccesibles que tan absorbentes me resultan.

Montañas, rocas, olas, mar, sol… pero, sobre todo, tantos buenos amigos, tantos recuerdos pasados, tantos recuerdos futuros…

– Gorri bat, mesedez

– Eskerrik asko

Ando esperando a Alez en una taberna de San Juan con el fresco aire que llega del mar, se mete en la ría y entra por las ventanas meciendo las hojas verde claras de la hiedra del patio sombreado.

Gipuzkoa, 1995

La pérdida de tiempo ecologista

Concienciado como estoy con la reducción de papel innecesario, llevo varios días intentado imprimir un documento cuyas páginas tienen unas dimensiones atípicas, de 20 centímetros de ancho por 9 de alto, de manera que cada par de páginas caigan sobre un único folio DinA4 de 21×29,7 cm. Pero me está resultando tan difícil que estoy gastando papeles por prueba y error que no debería gastar. Todo por ahorrar un total de 40 páginas y sus correspondientes recortes (pues la superficie externa a las páginas es sobrante) que aunque intento pensar en maneras de aprovechar sé que, de alguna manera, podrían haberse evitado.

No obstante, llevo tanto tiempo pensándolo y probado con el ordenador que quizá el desastre lo esté provocando por otro lado, en lugar de darle al botón de imprimir y recortar con el cutter correspondiente posteriormente.

Y entonces caigo en que ser ecologista, o intentar serlo pues es una carrera imposible, es algo nefasto en el sentido de la productividad, puesto que cualquiera o casi cualquiera en mi situación ya tendría hecho lo que yo estoy tardando en hacer varios días por ahorrarle al planeta 40 folios.

Puedo pensar en usar papel reciclado y así sentirme algo menos culpable o, incluso, papel reutilizado por la otra cara, aunque quede más cutre, lo que me lleva a esa otra consecuencia de intentar ser coherente a costa, incluso, de acabar teniendo menos repercusión porque el trabajo final está «peor acabado», aunque más medioambientalmente sostenible.

Por otro lado, voy a pegar (con pegamento, otro pequeño monstruo antinatura) las páginas recortadas sobre pedazos de cartón que están siendo recuperados de la basura pero que difícilmente saldrán de ser poco más que basura. Sí, muy concienciada basura, pero no tan glamurosa como una elección de papel Munken Pure sobre Cartulina Gráfica negra muy porosa, por ejemplo.

Vivo rodeado de basura. Intento sacarla de lo que he generado. Intento minimizar, no ya mi huella ecológica, sino mi huella consumista (si es que hay diferencia), pero en ese permanente intento, acabo olvidando que debo ser competitivo para poder financiarme y poder seguir haciéndolo.

Y así sigo…

Sin respuestas.

El blog me estresa pidiéndome actualizarse

Tengo un blog (al menos hasta hoy)
con una versión de PHP
que se considera obsoleta
– bella palabra donde las haya –
y debo actualizar
me dicen
a la última versión de PHP
hasta que se considere obsoleta
– bella palabra donde las haya –
y tenga que actualizar
me dirán
a la última versión de PHP…
y me estresa.
Sí.
Me produce un cierto estrés
tener que actualizar
a la última versión de PHP
como si la vida me fuese en ello
como si mi vida fuese
la que se va a considerar obsoleta
– bella palabra donde las haya –
y la famosa obsolescencia
programada
determine que mis días están
a punto de agotarse
a punto de extinguirse
a punto de volatizarse
a punto.
Sí.
Me produce un cierto estrés.

Clementine

Estaba en
Sydney.
Eran tiempos de descubrimiento y locura
de desesperación.
Conocí a Clementina
y le pedí matrimonio.
Después se lo pedí a Branca
con su pelo rubio rizado
y su sensualidad brasileña
tan tópica…
a quien conocí en un bar
donde solía ir a socializar
o bailar
o beber
o charlar
o sentirme un poco menos solo
de lo que me había sentido
en toda la vida.

Ellas eran preciosas
y yo un incauto
un inocente preadolescente
de casi 30 años
a quien le quedaban por llegar
los mejores días de su vida.

Pero su risa y sus besos
fueron algo divertido
que me hicieron crecer
que me hicieron creer
que me hicieron crear
que me hicieron croar.

Y la rana dejó de lado al aburrido
príncipe
y voló
con ancas de porcelana
por encima de las nubes
hasta llegar a sus labios.

¿Quién contestaría hoy ese teléfono?
¿Cómo sería mi vida si ella
(alguna ella)
hubiese dicho que sí?

Branca nunca dijo que no
pero siempre he tenido
demasiado claro
el consentimiento.

Y Clementine…
ay… ¡cuánta locura!

Cartel de CargoBar en Basel. Un lindo recuerdo.

Haciendo limpia en casa he encontrado este cartel que no sé muy bien por qué guardé, puesto que de poco sirve una vez pasado el tiempo desde la performance que fui invitado a realizar en Basel en 2013… Así que me he decidido a tirarlo, después de 6 años. No sin antes hacerle una foto para la posteridad. Ay, vanidad de vanidades

6 de septiembre de 2019

han pasado 20 años
desde que esperaba en el Achuri
de Argumosa
su llegada
con vestido de planetas
su piel morena de caña
sonrisa de par en par

corazón en mano

mi corazón
en mi mano
su corazón
en su mano

para depositar

mi corazón
en su mano
su corazón
en mi mano

y así seguimos
hoy
con nuestros órganos de naturaleza muscular
comunes a todos los vertebrados y a muchos invertebrados
que actúan como impulsores de la sangre
y que en el ser humano
están situados en la cavidad torácica ajena

después de 20 años
después de 240 meses
después de 1045 semanas
después de 7305 días
después de 7305 noches
después de millones de besos
después de billones de sonrisas
después de trillones de miradas

y así seguimos
hoy
cumpliendo nuestra palabra
nuestras palabras
al borde de un mar valiente
iniciando
un paseo
esperando
su llegada
con vestido de planetas
su piel morena de caña
sonrisa de par en par
corazón de corazones.

Dinámica de las mañanas

Me despierto.
Beso a Carmen.
Acaricio a Carmen.
Me sonrío. (Carmen siempre me hace reír.
Me levanto.
Voy al cuarto de baño.
Defeco.
Me lavo el ano con agua tibia.
Me seco.
Me visto usando el bañador como ropa interior.
Guardo un calzoncillo en un bolsillo lateral de la mochila.
Introduzco en los bolsillos de mis pantalones mis pertenencias.
(Mi cartera mi monedero mi móvil y las llaves de casa y del estudio.
Me calzo unos zapatos confortables de una tienda especializada.
Me pongo las gafas para mi miopía.
Agarro la mochila con la toalla el gorro las gafas y los zuecos de plástico.
Beso a Carmen.
Abro la puerta de la casa.
Bajo el ascensor. (Descensor.
Abro la puerta del portal. (Redundancia.
Camino huyendo del sol hasta la calle Farmacia.
(Calle Ballesta, Calle Puebla, Calle Valverde, Calle Onofre, Calle Fuencarral.
Asciendo al gimnasio con piscina de la tercera planta. (Ascensor.
Silencio el teléfono móvil.
Acerco la tarjeta al lector con torniquete hasta que pita.
Paseo por el pasillo acristalado. (Redundancia.
Entro en el vestuario masculino.
Saco la toalla y el gorro y las gafas y los zuecos de plástico de la mochila.
Introduzco en el bolsillo especial de la mochila mis pertenencias.
(Mi cartera mi monedero mi móvil y las llaves de casa y del estudio.
Intercambio las gafas para mi miopía con el candado en una funda de gafas.
Me desvisto dejándome puesto el bañador.
Me descalzo de los zapatos confortables de la tienda especializada.
Deposito la mochila la ropa en una taquilla disponible en el vestuario masculino.
Cando la taquilla con mis pertenencias.
Me calzo los zuecos de plástico azulones con agujeros.
Agarro la toalla y el gorro y las gafas.
Salgo del vestuario masculino en dirección a la piscina.
Subo los escalones que conducen a la piscina.
Me acerco a la piscina.
Me ducho ligeramente antes de introducirme en el área de la piscina.
Cuelgo mi toalla en un gancho que hace las veces de percha.
(En el área central del área lateral del área de la piscina.
Evalúo el grado de ocupación de las diversas pistas de la piscina.
Me introduzco en la que considero menos ocupada usando las escalerillas laterales.
Nado de espaldas o nado a crol rápido o lento o camino en la piscina.
Miro frecuentemente el reloj.
Pienso que no aprovecho suficientemente el tiempo que paso en la piscina.
(No pienso en otra cosa que no sea que no pienso.
(Me obsesiono.
Descanso alguna vez dentro de la piscina.
Disfruto de la temperatura fresca del agua de la piscina.
Reevalúo el grado de ocupación de las diversas pistas de la piscina.
Modifico mi posición si corresponde en función del grado de ocupación.
Miro el reloj.
Decido salir de la piscina.
Salgo de la piscina ascendiendo alguna de las escalerillas laterales.
Descuelgo mi toalla del gancho que hace las veces de percha.
(En el área central del área lateral del área de la piscina.
Me calzo los zuecos azulones con agujeros.
Me ducho ligeramente antes de salir Del área de la piscina.
Salgo del área de la piscina.
Bajo los escalones que conducen al vestuario masculino.
(Son los escalones que conducían a la piscina.
Me seco el pelo bajo un secador eléctrico.
(Mientras pienso en su excesivo consumo energético.
Me aseguro de secarme las orejas.
Me aseguro de secarme los sobacos.
Entro en el vestuario masculino.
Voy a un cuarto de baño.
Me quito mi bañador.
Orino.
Me seco lo mejor posible el ano con la toalla con papel higiénico.
Salgo del cuarto de baño.
Seco en una centrifugadora mi bañador.
(Mientras pienso en su excesivo consumo energético.
Me dirijo al lugar más próximo a la taquilla en la que residen mis pertenencias.
Descando la taquilla con mis pertenencias.
Extraigo mi ropa y la mochila.
Doblo meticulosamente la toalla.
Utilizo la toalla doblada a modo de cojín.
Guardo el bañador en un bolsillo de la mochila.
Guardo los zuecos azulones con agujeros en un bolsillo de la mochila.
Extraigo el calzoncillo del bolsillo lateral de la mochila.
Me visto.
Intercambio las gafas para mi miopía con el candado en una funda de gafas.
Guardo la funda de gafas con el candando en un bolsillo lateral de la mochila.
Agarro la mochila y salgo del vestuario masculino.
Paseo por el pasillo acristalado. (Redundancia.
Giro uno de los dos torniquetes que me separan del exterior del gimnasio.
Pulso el botón de llamada del ascensor. (Descensor.
Extraigo del bolsillo especial de la mochila mis pertenencias.
(Mi cartera mi monedero mi móvil y las llaves de casa y del estudio.
Las guardo en los bolsillos de mi pantalón.
Desciendo a la planta de la calle del edificio donde se encuentra la piscina. (Ascensor.
Desactivo el silencio del teléfono móvil.
Salgo a la Calle Farmacia.
Camino hacia mi estudio en la Costanilla de los Ángeles, 2, escalera izquierda primero derecha.
(Calle Fuencarral. Calle Gran Vía, Plaza Callao, Calle del Postigo de San Martín, Calle de las Navas de Tolosa, Calle de las Conchas.
Entro en el supermercado DIA de la Costanilla de los Ángeles.
Saludo al dependiente.
Exploro en busca de paquete de oferta de donuts de azúcar.
Compro un paquete de donuts de azúcar. (Si hay oferta.
Pago al dependiente.
Me dirijo al número 2 de la Costanilla de los Ángeles.
Saludo a la conserje Matilde. (Si está.
Subo las escaleras izquierdas hasta el primero derecha.
Saco las llaves de casa y del estudio de mi bolsillo del pantalón reservado para ello.
Abro la puerta.
Saludo los compañeros con un hola. (Si están.
Entro en mi estudio en la primera puerta a la derecha.
Abro las puertas de madera del balcón.
Abro las puertas de cristal del balcón.
Deposito mi mochila junto a las puertas abiertas de cristal del balcón.
Hiervo agua.
Busco mi taza personal.
La lavo. (Si es preciso.
Pongo un filtro en mi taza personal sobre un rectángulo de cartón.
Agrego media cucharadita de té en el filtro. (English Breakfast Black Tea.
Vierto el agua hirviendo sobre el té sobre el filtro dentro de la taza.
Cubro la taza sobre el filtro con un rectángulo de cartón.
Abro un paquete de donuts de azúcar. (Si había oferta.
Pienso en el desperdicio de plástico que supone esta bollería industrial.
Me siento algo culpable. (Solo algo.
Me como con la mano izquierda un donut de azúcar.
Me siento a la mesa del ordenador.
Introduzco la contraseña en el ordenador.
Abro el navegador Google Chrome.
Reviso las pestañas fijadas.
Entro en mi buzón de mi correo electrónico.
Borro los mensajes de SPAM.
Vacío la papelera.
Clico en la pestaña de este blog.
Reviso las posibles actualizaciones pendientes.
Clico en añadir entrada.
Tecleo lo siguiente:
Me despierto.
Beso a Carmen.
Acaricio a Carmen.
Me sonrío. (Carmen siempre me hace reír.
Me levanto.
Voy al cuarto de baño.
Defeco.
Me lavo el ano con agua tibia.
Me seco.
Me visto usando el bañador como ropa interior.
Guardo un calzoncillo en un bolsillo lateral de la mochila.
Introduzco en los bolsillos de mis pantalones mis pertenencias.
(Mi cartera mi monedero mi móvil y las llaves de casa y del estudio.
Me calzo unos zapatos confortables de una tienda especializada.
Me pongo las gafas para mi miopía.
Agarro la mochila con la toalla el gorro las gafas y los zuecos de plástico.
Beso a Carmen.
Abro la puerta de la casa.
Bajo el ascensor. (Descensor.
Abro la puerta del portal. (Redundancia.
Camino huyendo del sol hasta la calle Farmacia.
(Calle Ballesta, Calle Puebla, Calle Valverde, Calle Onofre, Calle Fuencarral.
Asciendo al gimnasio con piscina de la tercera planta. (Ascensor.
Silencio el teléfono móvil.
Acerco la tarjeta al lector con torniquete hasta que pita.
Paseo por el pasillo acristalado. (Redundancia.
Entro en el vestuario masculino.
Saco la toalla y el gorro y las gafas y los zuecos de plástico de la mochila.
Introduzco en el bolsillo especial de la mochila mis pertenencias.
(Mi cartera mi monedero mi móvil y las llaves de casa y del estudio.
Intercambio las gafas para mi miopía con el candado en una funda de gafas.
Me desvisto dejándome puesto el bañador.
Me descalzo de los zapatos confortables de la tienda especializada.
Deposito la mochila la ropa en una taquilla disponible en el vestuario masculino.
Cando la taquilla con mis pertenencias.
Me calzo los zuecos de plástico azulones con agujeros.
Agarro la toalla y el gorro y las gafas.
Salgo del vestuario masculino en dirección a la piscina.
Subo los escalones que conducen a la piscina.
Me acerco a la piscina.
Me ducho ligeramente antes de introducirme en el área de la piscina.
Cuelgo mi toalla en un gancho que hace las veces de percha.
(En el área central del área lateral del área de la piscina.
Evalúo el grado de ocupación de las diversas pistas de la piscina.
Me introduzco en la que considero menos ocupada usando las escalerillas laterales.
Nado de espaldas o nado a crol rápido o lento o camino en la piscina.
Miro frecuentemente el reloj.
Pienso que no aprovecho suficientemente el tiempo que paso en la piscina.
(No pienso en otra cosa que no sea que no pienso.
(Me obsesiono.
Descanso alguna vez dentro de la piscina.
Disfruto de la temperatura fresca del agua de la piscina.
Reevalúo el grado de ocupación de las diversas pistas de la piscina.
Modifico mi posición si corresponde en función del grado de ocupación.
Miro el reloj.
Decido salir de la piscina.
Salgo de la piscina ascendiendo alguna de las escalerillas laterales.
Descuelgo mi toalla del gancho que hace las veces de percha.
(En el área central del área lateral del área de la piscina.
Me calzo los zuecos azulones con agujeros.
Me ducho ligeramente antes de salir Del área de la piscina.
Salgo del área de la piscina.
Bajo los escalones que conducen al vestuario masculino.
(Son los escalones que conducían a la piscina.
Me seco el pelo bajo un secador eléctrico.
(Mientras pienso en su excesivo consumo energético.
Me aseguro de secarme las orejas.
Me aseguro de secarme los sobacos.
Entro en el vestuario masculino.
Voy a un cuarto de baño.
Me quito mi bañador.
Orino.
Me seco lo mejor posible el ano con la toalla con papel higiénico.
Salgo del cuarto de baño.
Seco en una centrifugadora mi bañador.
(Mientras pienso en su excesivo consumo energético.
Me dirijo al lugar más próximo a la taquilla en la que residen mis pertenencias.
Descando la taquilla con mis pertenencias.
Extraigo mi ropa y la mochila.
Doblo meticulosamente la toalla.
Utilizo la toalla doblada a modo de cojín.
Guardo el bañador en un bolsillo de la mochila.
Guardo los zuecos azulones con agujeros en un bolsillo de la mochila.
Extraigo el calzoncillo del bolsillo lateral de la mochila.
Me visto.
Intercambio las gafas para mi miopía con el candado en una funda de gafas.
Guardo la funda de gafas con el candando en un bolsillo lateral de la mochila.
Agarro la mochila y salgo del vestuario masculino.
Paseo por el pasillo acristalado. (Redundancia.
Giro uno de los dos torniquetes que me separan del exterior del gimnasio.
Pulso el botón de llamada del ascensor. (Descensor.
Extraigo del bolsillo especial de la mochila mis pertenencias.
(Mi cartera mi monedero mi móvil y las llaves de casa y del estudio.
Las guardo en los bolsillos de mi pantalón.
Desciendo a la planta de la calle del edificio donde se encuentra la piscina. (Ascensor.
Desactivo el silencio del teléfono móvil.
Salgo a la Calle Farmacia.
Camino hacia mi estudio en la Costanilla de los Ángeles, 2, escalera izquierda primero derecha.
(Calle Fuencarral. Calle Gran Vía, Plaza Callao, Calle del Postigo de San Martín, Calle de las Navas de Tolosa, Calle de las Conchas.
Entro en el supermercado DIA de la Costanilla de los Ángeles.
Saludo al dependiente.
Exploro en busca de paquete de oferta de donuts de azúcar.
Compro un paquete de donuts de azúcar. (Si hay oferta.
Pago al dependiente.
Me dirijo al número 2 de la Costanilla de los Ángeles.
Saludo a la conserje Matilde. (Si está.
Subo las escaleras izquierdas hasta el primero derecha.
Saco las llaves de casa y del estudio de mi bolsillo del pantalón reservado para ello.
Abro la puerta.
Saludo los compañeros con un hola. (Si están.
Entro en mi estudio en la primera puerta a la derecha.
Abro las puertas de madera del balcón.
Abro las puertas de cristal del balcón.
Deposito mi mochila junto a las puertas abiertas de cristal del balcón.
Hiervo agua.
Busco mi taza personal.
La lavo. (Si es preciso.
Pongo un filtro en mi taza personal sobre un rectángulo de cartón.
Agrego media cucharadita de té en el filtro. (English Breakfast Black Tea.
Vierto el agua hirviendo sobre el té sobre el filtro dentro de la taza.
Cubro la taza sobre el filtro con un rectángulo de cartón.
Abro un paquete de donuts de azúcar. (Si había oferta.
Pienso en el desperdicio de plástico que supone esta bollería industrial.
Me siento algo culpable. (Solo algo.
Me como con la mano izquierda un donut de azúcar.
Me siento a la mesa del ordenador.
Introduzco la contraseña en el ordenador.
Abro el navegador Google Chrome.
Reviso las pestañas fijadas.
Entro en mi buzón de mi correo electrónico.
Borro los mensajes de SPAM.
Vacío la papelera.
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Mi primera casa

Mi primera casa estaba en Mesón de Paredes 84
esquina con la calle Miguel Servet
que resulta que era un científico algo herético.

Mi primera casa estaba en el sur de Madrid
antes de que el sur de Madrid fuese
el centro de Madrid.

Mi primera casa estaba aterrorizada por la policía
que eran llamada «los grises» por sus uniformes
y que disparaban pelotas de goma a quien se asomaba a los balcones
para ver las manifestaciones del tardo-franquismo.

Mi primera casa estaba enmoquetada
y dibujé un campo de fútbol para las chapas
que constaba de unos cuantos rectángulos
y unos cuantos semicírculos blancos.

Mi primera casa estaba habitada por mi abuela materna
que murió cuando yo apenas contaba 5 años
o menos o más
porque no lo recuerdo
salvo que me pidió una galleta la noche en la que falleció
en su cama.

Mi primera casa estaba en un portal viejo
que ahora es considerado una reliquia
y cuyo valor en el mercado supera los sueños
de un especulador ebrio de ambición.

Mi primera casa estaba a pocos metros de mi primer colegio
Legado Crespo
en el Paseo de las Acacias número 2
donde me (nos) recogía mi (nuestra) madre a la salida
después de haber comido en el salón colectivo
casi siempre barato y frío
nunca vegetariano
siempre casero y tradicional.

Mi primera casa estaba sobre la vivienda
del que fue mi primer amigo
un tal Patrik
hermano de una niña que era la antítesis de mi hermana
y a quienes no he vuelto a ver
desde que nos mudamos a Colmenar.

Mi primera casa estaba cuatro plantas por encima del suelo
por encima de un sótano donde vivía un pintor
amigo de mis padres
que se llamaba manolo y pintaba unos bodegones
espantosos
que hoy identifico como una de las cosas que más me repelió
del arte
hasta que descubrí que había otras opciones.

Mi primera casa estaba llena de humo
permanentemente
que entraba a través de las persianas de hierro
desde la Tabacalera Española
que no era el centro de arte
más o menos autogestionado que es ahora
sino una sencilla y fea fábrica
que expelía una permanente nube gris oscura
cuya tristeza se impregnaba en todo.

Mi primera casa estaba a dos pasos
como quien dice
de la corrala donde Franco dio uno de sus últimos mítines
inútiles para un régimen que no aceptaba diferencias.

Mi primera casa estaba plagada de recuerdos
que no tengo.

Y sin embargo
cada día que paso por delante
tengo ganas de entrar y afrontar el escalón
donde un perro me saltó por encima
aterrándome
tengo ganas de entrar y ver si encuentro
aquella vecina a la que se le cayó todo el pelo
incluso el de las pestañas y las cejas
con lo que su expresión se volvió inquietante
para un niño que apenas había vivido
más allá de sus cuatro paredes marrones
y que se escondía en el pasillo
del paso del tiempo.

Cada día que paso por delante
pienso que paso por delante de tantas cosas
plagadas de recuerdo
impregnadas de pasado
que me impresiona mirar hacia atrás en el tiempo
como si fuese un abismo con fondo de rocas
olas rompiendo furiosas
y silencios sin explicación.

Esto no es una broma