Palimpsesto: La noche de san juan
giusseppe
La noche de san juan
Hoy es la noche de san juan
o ha sido de ayer a hoy.
Recuerdo cuando saltaba hogueras
y éramos muchos saltando hogueras
y eran muchas saltando hogueras
en la noche de san juan.
Recuerdo que no nos importaba quemarnos un poco
no nos importaba quemarnos las zapatillas
no nos importaba quemarnos los pantalones
no nos importaba quemarnos los calcetines
no nos importaba quemarnos las camisetas
no nos importaba quemarnos las puntas del pelo.
Recuerdo que las zapatillas no eran de marca
los pantalones se rompían esa misma noche
durante algún desgarro de jugueteo
los calcetines eran de algodón blanco
las camisetas tenían publicidad
que no pagábamos por vestir
y nuestro pelo sabíamos que iba a volver a crecer.
Recuerdo que nos agarrábamos las manos
y saltábamos hogueras
hechas con viejos muebles encontrados
hechas con estanterías desvencijadas
hechas con ramas de un árbol
que generoso las cedía para la ocasión.
Recuerdo que bebíamos vino barato
y coca-cola de dos litros
y botellas de cerveza
y recogíamos siempre al terminar.
Recuerdo que las relaciones eran ligeras
y serias al mismo tiempo
que llegábamos puntualmente tarde
y no pasaba nada
que no teníamos que avisar a nadie
que no estuviese presente.
Recuerdo que pedíamos deseos ingenuos
que teníamos sueños ingenuos
que éramos ingenuos
que éramos ingenuas.
Recuerdo que la policía se enfadaba
pero poco
que el vecindario se enfadaba
pero poco
que los bomberos se enfadaban
pero poco
que los barrenderos se enfadaban
pero poco
aunque no sé si se enfadaban poco
o si lo recuerdo poco.
Todos los recuerdos son ingenuos
o yo sigo siendo un ingenuo
porque en realidad
nada era como lo recuerdo
ni siquiera yo mismo era como me recuerdo
y vivía en una burbuja de ingenuidad
de la que no quise salir
hasta que fue demasiado tarde
y alguna llama con olor a resina
hizo explotar mi ingenuidad
en mil pedazos
y ahora pienso en palabras rotas
en palabras escritas sobre otras palabras
en palabras y palabras
que a duras penas
alcanzan a tener un contenido.
Todos los recuerdos son ingenuos
o
todos los recuerdos son ingenios.
No lo sé.
Cada día sé menos.
Uno de estos días
no sabré
si lo que tuve fueron recuerdos
o los fabriqué para crearme
creerme
una montaña de fuego
ceniza feliz
y ese olor a chamusquina
pollo quemado
que me acompañaba en la noche
y el vello del brazo erizado
como caracolillos de mar.
Uno de estos días
encontraré la paz
en el silencio.
Presentación de Verso Blanco
Recital Presentación en la Librería Menosdiez
Viernes 21 de Junio 2019 a las 19:00
Talleres de Poesía y Escritura Creativa
Asociación Cultural Clave 53
y
Giusseppe Domínguez
Te invitamos a la presentación del libro de Poesía
VERSO BLANCO
Escrito por:
Alejandro Gallego, Andrea Vidal Escabí, Daniel Moreno Gil, Delia Bianchi, Ernesto Pentón Cuza, Eva Obregón Blasco, Irene Chacón, Isamaría JM Isabel Jiménez, Javier Jiménez, Jose Luis González, Sal Ander, Kay Woo, Tanja Ulbrich, Leticia Rejas Rujas, María Jesús Orella, María José Gómez Sánchez-Romate, Pablo Velado Pulido, Paula García Izu, Pepa Delgado, Vanessa López, Virginia García Falagán y Yolanda Jimenez
Editado por Giusseppe Domínguez
Reordenando carpetas de correo electrónico
Hace tiempo que tengo pendiente hacer algo con mi correo electrónico, que almaceno desde que lo tuve, allá por los lejanos años 90. Cuando casi no existía la arroba @ ni nada que se le pareciese y se utilizaba el AT para enviar correos EN un servidor.
Cada vez que borro un mensaje de correo electrónico, incluso de esos de publicidad indeseada comúnmente denominada SPAM, me lo pienso y decido si no será digno de mantener, si no tendrá o contendrá algún texto útil o me culpabilizo asumiendo que no soy capaz de encontrar esa poética oculta en un mensaje de promoción de cialis.
Si además procedo a borrar algún correo que no sea de ese estilo, sino proveniente de algún conocido o alguna conocida, ya puedo tardar incluso minutos en determinar si merece ser borrado aunque hayan transcurrido más de 10 años desde su visionado. Sabiendo que hago copias de seguridad, incluso seguro que está en alguna de ellas almacenado o en varias, inclusive.
Reordenar carpetas es parecido en el sentido técnico pues implica un borrado (más o menos) de lo anterior para tener una nueva ubicación. Y también lleva tiempo el decidir si es ahí donde deben estar o en otra ubicación más «apropiada», así por ejemplo: ¿la subcarpeta CEDRO debe estar en la carpeta ESCRITOS o en la carpeta EDITORIALES?
Supongo que poca gente se preocupa por esta forma de organizar las cosas electrónicas ahora que los buscadores hacen maravillas y acaba resultando una pérdida de tiempo, posiblemente, esta obsesión categorizadora. Pero no puedo evitar hacerlo y sentirme, incluso, orgulloso de ello. Es tan tonto…
18993
El 3 de junio, es decir, el lunes pasado, fue mi 52 cumpleaños y, sin entrar en detalles astronómicos de medición del tiempo… se me ocurrió hacer el sencillo cálculo de multiplicar por 365 y añadirle un día más por cada cuatro años (bisiestos) recordando eliminar uno por el año 2000 que no lo era. Y salió esta cifra:
18.993
Así que respondí a las felicitaciones con el siguiente mensaje:
¡¡¡18.993!!! En una semana habré cumplido 19.000 días en la tierra, tras salir de la nave espacial matricial.
Ese día, mis queridos alumnos del taller de Poesía y Escritura Creativa se presentaron con unas tartaletas y estas velas para soplar una cifra algo astronómica… y sin embargo diaria.
Soy un globo de parches
Soy un globo
lleno de parches
que intentan salvar el aire interno
pero apenas consiguen retenerlo
unos minutos más.
El aire presiona los parches
a punto de reventar.
Hoy parece que el último parche
va a explotar
y con ello el globo
comenzará a desinflarse
hasta su extinción.
Ayer puse otro parche
en un nuevo agujero
una cicatriz pequeña
que se suma a otras cicatrices pequeñas
en una integral de diferenciales
de cicatrices infinitesimales
hasta cubrir la totalidad
de una superficie que ya no reconoce
su origen.
Parches sobre parches
para tapar grietas
sobre la última lucha
por la supervivencia
mientras los parches sobre parches
dan un tono apagado al exterior
de una otrora brillante esfericidad.
Parches para fracturas
traumas
y una escapatoria
al alcance de una aguja.
Soy un globo
al borde de una colilla encendida.
Toda la culpa la tiene la cartera
Me desperté pensando que podía ir a la piscina a nadar un poco, ya que había madrugado por culpa de la alergia, además así podría respirar vapores de agua clorada que no me hacen estornudar en un continuo espacio-tiempo molesto aunque no lo peor de lo que me ocurre.
(ya van tres me)
Y cuando fui a coger la cartera, ya con el bañador puesto bajo los vaqueros para ahorrar unos míseros segundos en el vestuario populoso, no la encontré. Soy tan meticuloso o puntilloso que es casi imposible que la hubiese dejado en otro lugar distinto al que la dejo nada más entrar en casa, o que no estuviese en la pequeña repisa junto al termostato que es el otro único lugar en el que podía estar si Carmen había tenido a bien colocarla en lo que ella considera que es su sitio.
No estaba en ninguno de esos lugares así que los nervios comenzaron a aflorar en mí y no podía dejar de pensar en que la podía haber perdido… y no me preocupaba en absoluto el dinero, puesto que seguro que no había más de 20€, que ya es mucho para mis costumbres. Pero pensar en la pérdida de tiempo y molestia que suponía renovar toda la documentación que llevo me estaba poniendo muy muy inquieto. DNI, carnet de conducir, tarjeta(s) sanitaria(s), tarjeta de crédito a punto de caducar, tarjeta transporte (no personal, así que tan solo era dinero) y tarjeta de acceso al gimnasio o piscina de agua ligeramente clorada que no me hace estornudar.
Y la cartera en sí.
Sí, la cartera o pequeño monedero (aunque no caben monedas) o mejor dicho tarjetero, de dimensiones reducidas y que me recuerda tantísimo aquel primer viaje que hicimos Carmen y yo a Donosti allá por 1999 cuando comenzábamos a conocernos, pero que debía «superar» (sí, era una especie de prueba, lo siento) para saber si ella era LA persona con la que podría estar el resto de mi vida, si ella quería (y yo superaba sus pruebas, que también las hubo), sí, la cartera era otra de esas cosas que no quería perder. Estuvimos alojados en una pensión modesta (los precios eran más baratos y teníamos más dinero) llamada Pensión Bikain en el corazón de Donosti. Fueron amables y nos regalaron dos carteritas que nos repartimos entonces. La primera la estuve usando más de 10 años hasta que se cayó de vieja y desgaste… y le pedí a Carmen la suya para poder seguir usándolas, pues ella apenas le daba uso.
Hoy fui a coger la cartera, ya con el bañador puesto bajo los vaqueros puestos para ahorrar unos míseros segundos en el vestuario populoso de mi piscina, y no la encontré.
Pero estaba, afortunadamente, en el otro lugar donde podía estar: en la mesa de mi estudio donde ahora estoy escribiendo este texto sobre una cartera que en realidad no perdí y de una piscina a la que no fui, desde donde he comprado billetes de tren para Donosti en septiembre de este año, reservado alojamiento en un hotel (no había disponibilidad en la Pensión Bikain) y escrito a mis amistades de allá con las ganas enormes de encontrarme con un cariño como pocas veces he sentido e ir el viernes a la tarde al Paseo Nuevo a ver cómo rompen las olas mientras otro año más ella está junto a mí, ir el sábado a la mañana al Sagardo Eguna a la plaza ‘la Consti… y comprar un par de vasos que llevar de vuelta a Madrid con un recuerdo maravilloso grabado en el cristal… y en la memoria.
Me desperté pensando que podía ir a la piscina y ahora sé que lo que quería era ir a Donosti.
Un noevento
Afiches de un evento
que no ocurrirá
y al que me apetecía ir
así que pienso…
¿Y si asisto y pregunto
con mi afiche en mano
dónde está Jaime Vallaure?
Quizá resultase molesto
o desconcertante
o desubicado
puesto que no está ubicado
donde debía estar ubicado.
Me hace cierta gracia
saber que hay un universo alternativo
en el que ese evento ha tenido lugar
o va a tenerlo o lo está teniendo
y quizá
en ese otro universo
yo no estoy asistiendo porque no me he enterado
de que ese evento está ocurriendo
o incluso puede que
esté muerto
y no pueda acudir por razones obvias.
Aunque esto ya me hace menos
(mucha menos)
gracia.
En este universo la cancelación
de un evento programado
ha generado un noevento
al que noacudir
sin dilación.
Hay quizá un evento
creando nouniversos
donde nopersonas
consiguen llegar a acuerdos
para no producir cancelaciones
imprevistas.
Este extraño poema
está plagado de quizás
de dudas e inseguridades
que parecen ser lo mismo
pero que no lo son.
Por razones obvias.
Memorias de Julia Urbán
Por fin han llegado los 25 ejemplares que he terminado de editar las Memorias de Julia Urbán, una mujer que depositó su confianza en mí hace casi dos años y que estuvo trabajando en la escritura de su autobiografía que han terminado por ser un precioso libro de más de 240 páginas.
He probado una imprenta nueva y no parece que haya ido mal, aunque tampoco es que el producto sea muy sofisticado, así que es complejo valorar cómo habría sido la edición de una tirada más complicada.
La portada ha perdido algo de brillo (de tono, más bien) pero creo que la culpa es mía por no saber manejar correctamente paletas de color adaptadas al mundo editorial. Tendré que seguir aprendiendo.
De momento, orgulloso de haberle podido hacer realidad ese sueño a un precio razonable y con una calidad bastante alta, siendo un editor recién llegado, pero que compensa su escasa experiencia con trato personal y entrega absoluta.
Despreciando la obsolescencia
No creo mucho en ese término tan manido de la «obsolescencia programada» pues lo que se ha programado es realmente a la sociedad para que no quieran tener más que el último modelo de todo, para que todo sea tan rápido como pueda ser tecnológicamente o tan actual como pueda ser en otro orden de cosas. Modas y tendencias, usar y tirar.
Hace años que tenemos el ordenador de sobremesa (en realidad de torre, pero ahora a todos los llaman sobremesa vs portátiles, aunque ese es un conflicto de nombre tan absurdo como el de PC vs Mac, sin saber que PC significa literalmente Personal Computer, así que si un Mac es usado de manera personal…) Es un Compaq Presario de los tiempos en los que existía esa compañía antes de que HP la hiciese desaparecer formalmente en 2013.
Adquirimos a TOWI (nombramos los ordenadores de una manera muy simplona, aunque de un tiempo a esta parte ando pensando en renombrarlos a orquestas de tango o compositores) en 2010. Venía con un MS Windows 7 con licencia preinstalado, con un disco duro SATA 3G de 640 GB (7200 rpm), 4 Gb RAM en dos tarjetas de 2 Gb cada una, un procesador Intel Pentium E5300 y conexiones típicas para la época: 6 USB 3.0 (4 en la parte trasera y 2 en la frontal), ethernet y ranuras de expansión para tarjetas: 1 PCI (1 libre), 2 PCI-Express 1x (2 libre).
Han pasado casi 10 años desde que lo adquirimos y ha ido creciendo por dentro, añadido un disco SSD, usando esas ranuras de expansión disponibles, así como por fuera con las conexiones con almacenamiento externo por USB.
De las primeras expansiones «internas», abriendo la torre y adquiriendo pequeñeces para aumentar su funcionalidad o para reutilizar algo disponible, fue cuando compramos un pequeño dispositivo que permite convertir un disco de conexión IDE (mucho más antigua que los modernos SATA) a USB sin carcasa para no convertirlo en un disco externo. Inicialmente lo tuvimos así, pero la caja dejó de funcionar, extrajimos el disco y con ese mínimo aparatejo tuvimos un disco interno que se conectaba por USB.
Para no tener que sacar un cable USB de las tripas de TOWI hacia un conector externo y, aprovechando para aumentar el número de conexiones USB disponibles (que se nos habían quedado en muy pocas a partir de la adquisición de discos externos, ratones, teclado, impresora, webcam, pendrives…), nos pedimos para reyes una tarjeta PCI en enero de 2017 que incluye cuatro conexiones USB 2.0 externas y una conexión hacia el interior de la caja.
Hace un año que el ordenador, con un Linux (Ubuntu/TangoStudio) que sustituyó al preinstalado de MicroSoft, iba algo lento, lo que podríamos llamar gajes de la edad, pero le hemos dado un poco más de vida con la instalación de un disco duro de estado sólido (SSD) conectado a la placa mediante un cable SATA. Para poder llevar la corriente al mismo tuvimos que comprar un adaptador (mínimo gasto de menos de 2€) que bifurcase uno de los conectores MOLEX de 4 pines hacia conexión de corriente SATA.
El disco SSD particionado tiene 120 Gb, lo que no parece mucho, pero es suficiente para el sistema operativo y algunas carpetas que requieran acceso de lectoescritura más rápido. Fue una compra que hice por 27€ en su día para intentar darle algo más de vida a otro ordenador (en esta ocasión un portátil HP Pavilion) que no acabó de lograr su objetivo, así que lo reutilizamos en TOWI.
Towi, por tanto, tenía ya un SSD como disco principal, Lacie (que tiene otra larga historia relacionada con su adquisición como disco de almacenamiento externo LaCie Desktop Hard Disk 320GB USB 2.0, 7200 RPM, Negro, para luego pasar a una caja que soportase interfaz IDE cuando dejó de funcionar la que venía de serie) como disco conectado con ese adaptador IDE-USB a la tarjeta PCI-USB, por supuesto el disco que traía de serie de 640 Gb al que llamamos COMPAQ. Aproximadamente 1Tb de capacidad repartida en 3 discos muy diferentes.
En el exterior, por otro lado, había ido aumentando la cantidad de discos conectados por USB. Pero las interfaces USB 2.0 hacían algo lento el tener conectados discos que podían ir a la velocidad de USB 3.0 en las existentes, para ese momento 10, conexiones USB externas disponibles.
Carmen necesitaba cada vez más espacio y ya no había forma de distribuirlo sin que resultase muy incómoda su gestión. Así que le propuse adquirir un disco USB 3.0 de «gran capacidad» (2 Tb) MAXTOR que le compró a su hermano. Pero ahora quedaba la cosa de cómo aprovechar ese disco rápido y grande con sus anticuadas (que no obsoletas) conexiones USB 2.0.
Hace unos días compré para ello unas tarjetas PCI-Express (aprovechando que quedaban aún 2 slots disponibles) una de ellas para proporcionar 2 USB 3.0 traseros con un conector USB de 15 pines interno al que se le podía conectar la otra, que no es más que un sofisticado USB 3.0 hub que dota al equipo de salidas frontales 3.0.
Ambas tarjetas necesitaban ser conectadas a la corriente (necesitan alimentación eléctrica) y fue bastante complicado desplegar el cableado para que pudiese llegar a todas las tarjetas y discos duros que este pequeño Frankenstein necesita. Habría sido conveniente un alargador de cable MOLEX que cuesta menos de 2€ y que no tenía. Lo logré sin ello, si bien el disco IDE (Lacie) queda algo «colgado» en un dudoso equilibro en el espacio interior de la torre.
Puede que llegue un momento en el que no sea rentable seguir invirtiendo mínimas cantidades para hacer que este viejo ordenador siga siendo uno de los equipos principales que tenemos, pero de momento me resisto a abandonarlo y seguiré diciendo que la obsolescencia no está programada en los dispositivos, sino en los humanos.