Ecosistema terapéutico

Es curioso el ecosistema social que se forma en torno a una sala de rehabilitación.

Hay personas de diferentes edades que se acaban por relacionar entre sí, de manera más o menos natural, como por azar, pero sin serlo, entras en la sala y sabes que pasadas unas jornadas hablarás con esta o aquella persona y pocas veces le dirigirás la palabra (sin mala intención, ni acritud) a esa otra, ni ella a ti.

No solo es una simple cuestión de edad. Se valora entre consciente e inconscientemente el vestuario, la forma de moverse e incluso la manera de hablar, pues todo comunica y el ecosistema muestra su carácter tribal, categorizador sin ser segregacionista… o casi.

Un colgante de un crucifijo, un pendiente en una parte infrecuente de la oreja, un tatuaje, un reloj de pulsera dorado, unas gafas de pasta negra y amplias, una gabardina de vivo rojo, una mantilla, una falda recta por debajo de la rodilla, unos pantalones rotos (intencionadamente), un iPhone, un Nokia sin pantalla táctil, un ebook/ereader, unas uñas pintadas de según qué color…

Inicialmente, te sitúas en cualquier punto de la sala y notas las miradas, evaluándote con discreción, como quién no quiere la cosa. Hay algún acercamiento fallido de alguien que te dice algo que no te interesa lo más mínimo. Lo notan, generalmente, ambas partes. Quizá la respuesta sea poco del agrado de la primera parte por fondo o forma. Ambas partes saben que no deben estar en la misma categoría o clase o grupo o tribu o…

Una mirada distraída, una especie de «cabeceo» de esos del Tango, y acabas por entablar conversación con una chica de tu edad, que te pregunta qué te pasa. Quizá ha oído tu nombre al fisioterapeuta que está tratando, quizá no. Conversaciones sobre la salud, pero desde una perspectiva que se acerca vitalmente a la tuya: no estás en fase terminal, no te quedan dos telediarios, pero lo tuyo ya empieza a ser serio, como lo suyo. Habláis de su operación y te interesa lo que te cuenta y, sobre todo, cómo te lo cuenta. Sientes que el idioma es el mismo y se maneja (el habla) de la misma manera.

Después, ella te menciona la dolencia de otra persona de la sala en quién también habías reparado por su abrigo rojo y que notaste que te miraba cuando estabas esperando a ser atendido. Es la misma afección que la que tú tienes, así que estás casi al acecho de una coincidencia que te lleve a dialogar con ella y saber su tratamiento, su evolución, su situación… entre esperanzado y desesperanzado pues lo suyo parece ser más grave que lo tuyo y empatizas pero sintiendo una egoísta satisfacción interna que le manifiestas para que te comprenda y ella te envidia pero empatiza porque sabe que sentiría esa misma egoísta satisfacción interna.

Ya son varias jornadas y varias personas a las que conoces y saludas, incluso por su nombre propio. Son tu clan. Como en una prisión (lo sé por las series, no de primera mano), los reclusos o internos se agrupan con los suyos y miran de soslayo a los otros. Ahora eres de las modernas, de las clásicas, de las canosas, de las jóvenes, de la ancianas, de las sofisticadas, de las campechanas, de las espontáneas, de las vocingleras, de las silenciosas, de las susurrantes, de las que rezan, de las pobres, de las ricas…

Te sientas a su lado. Le preguntas qué tal ha pasado la noche, el fin de semana, la jornada. Le dices que te han vuelto a mandar sesiones de rehabilitación. Ella te dice que a ella le quedan sólo seis y luego no sabe qué va a hacer. Ella te dice que le quedan sesiones hasta finales de diciembre. Ella te dice que tiene para largo.

Comienzas a hablar de la vida tras la puerta y las ventanas (ventanucos) de la sala. ¿En qué trabajas? ¿Llevas mucho tiempo de baja? ¿Qué estudias? Claramente no eres del colectivo al que preguntarle por sus nietos, ni por su jubilación, ni estás dispuesta a criticar a la alcaldesa o hablar de fútbol. En realidad, nadie habla de fútbol.

Primark. Te contesta ella. Está de baja. Estudia Psicología. Tú eres, pongamos, poeta y no tiene sentido estar de baja. Impartes talleres de poesía y escritura creativa, pero no tiene sentido estar de baja. Trabajas en algo que no necesita que puedas caminar. Vives cerca de su trabajo.

Llega el momento de que te atienda el fisioterapeuta (en una camilla en mitad de la sala) y te despides cortésmente de la persona con quien hablas.

Hablas con el fisio. Le preguntas por su viaje. Te pregunta por tus dolencias. Le dices cómo vas evolucionando. Hablas de lo duro que es su trabajo y su situación laboral de suplente o sustituto que hace que no sepas si va a seguir atendiéndote y si esa relación que estás creando se evaporará como bruma de media mañana.

Terminas la sesión. Recoges tus aperos, tu abrigo. Vuelves a disfrazarte de ciudadana del mundo y cuando sales del local aprovechas para despedirte de tus afines, les diriges una amplia y sincera sonrisa mientras les deseas una buena evolución de su situación. Ignoras al resto sin mala intención. El resto también te ignora. Aceite y agua.

Justo antes de abandonar la estancia piensas que un día dejarás de ver a alguna de las personas que pertenecen a tu especie, que otra persona de las que ha entrado hoy nueva parece que te ha mirado con intención de establecer contacto y sabe que tú llevas más tiempo allí y cree que tienes algún tipo de poder o ascendencia sobre los demás por ello. Le devuelves la mirada y, quizá, un saludo personalizado confirmándole sus sospechas de semejanza.

Ya de camino a tu siguiente destino piensas si no has sido algo brusca en alguna despedida o si tus prejuicios te han impedido acercarte a otra persona… pero sobre todo te queda la amarga sensación de saber que esos vínculos que estás fraguando desaparecerán como lágrimas en la lluvia.

¡Qué cosas tiene Instagram!

En Instagram estoy intentando hacer un pequeño damero a base de publicar fotografías en color alternadas con imágenes de la Colección de Poesía Visual del Proyecto Lejanías que son líneas y frases blancas sobre fondo negro.

Hoy he publicado una fotografía del poema visual Dulce pero utilizando algunos «hashtags» poco habituales como el de «#definición», pensando, ingenuo de mí, en la definición de la palabra dulce que está incluida en la pieza.

No había caído en las acepciones de la definición de la palabra «definición». Y ha ocurrido esto cuando he ido a ver qué otras «definiciones» aparecían bajo esa etiqueta en la red social de imágenes…

Publicación en Papeles para Mirar

Me han publicado una pieza de poesía visual titulada «ABCDario Ajedrez 9×9» en un libro de titulado «Pequeña convocatoria de Poesía Visual» editado por la Asociación Cultural Babilonia, de Valencia.

Participé en la convocatoria enviando un poema de la serie ABCDarios realizado en el 2013. Me hace una ilusión especial estar en el libro junto a grandes de esta forma de poesía como un referente Antonio Gómez, a quien tengo el gusto de conocer en persona.

Como niño con zapatos nuevos

Estoy sorprendido de mí mismo.

No he comprado zapatos
desde que tenía que usarlos
para trabajos en los que el calzado era importante
para teclear.

Aunque recuerdo una vez
en Segovia
que hube de adquirir unos zapatos
para poder bailar Tango
hace tan sólo un par de años.

Mayor sorpresa es que los zapatos
sean marrones.

Siempre he preferido zapatos
negros
si no podía evitar ir con calzado deportivo.

Uso calcetines de algodón absorbentes
y blancos incluso aunque soy consciente
de que existe una postura estética contraria
a esta combinación tan
(parece ser)
irreverente.

Este tipo de cosas convierte la mayor nadería
en una revolución.

He comprado zapatos
de una marca que presuntamente está indicada
para personas con dolencias podales
pero he de reconocer que mi fauna de calzado
estaba al borde de la extinción.

Camino por las calles con mis nuevos zapatos
con suela acolchada
mirando a los demás seres humanos
pensando si se habrán fijado en que mis nuevos zapatos
marrones
son mucho más sofisticados que yo
y si habré de dejarme barba
para ajustarme
a la consonancia que exigen mis nuevos zapatos.

Por primera vez en mi vida
temo ser pisado
por si se manchan los zapatos
y los aparto del sol en su reposo doméstico
para que su piel no sufra desperfectos.

Como niño con nuevos zapatos
estoy ilusionado con algo tan carente de importancia
que me sorprende
el porqué no he descubierto antes
el poder revitalizador
del consumismo.

A cada paso

A cada paso
duele la autoestima
golpeada por el oscuro edema de mis huesos
ajada por el transcurrir inevitable de la vida
asustada por el hematoma de cántaros en flor
duele la autoestima
cansada por la cicatriz que nunca cesa
dormida por la falta de acicates
muerta por la muerte venidera.

A cada paso
paso
paso
y todo duele.

Recital: Versos que se Abrazan

Recital poético del libro «Versos que se abrazan» fruto de los Talleres de Poesía y Escritura Creativa de la Asociación Cultural Clave 53 coordinado por Giusseppe Domínguez en la Librería Menosdiez.

Hoy a las 19:00.
Entrada Gratuita.

Poemario escrito por:
Alejandro Gallego, Andrea Vidal Escabí, Daniel Moreno Gil, Delia Bianchi, Ernesto Penton Cuza, Eva Obregón Blasco, Isamaría JM Jiménez, Juan Carlos Orella, Julia Urbán, Kay Woo, Laura Cueva Arias, María Jesús Orella, María José Gómez Sánchez-Romate, Pepa Delgado, Raquel G. Figueiras, Tanja Ulbrich,
Virginia García Falagán y Yolanda Jimenez

Ya tiene una «web» el proyecto de !ç~ñ¿.#

Este lunes he estado programando la web del proyecto !ç~ñ¿.# (aunque programar nunca debió usarse para codificar HTML). He dividido la misma en las mismas secciones del proyecto en Verkami, lo que fue bastante práctico a la hora de estructurar la información que tenía en mi cabeza sobre el trabajo que estaba haciendo.

Ha quedado adaptada a la hechura antigua de toda mi página personal (giusseppe.net) que no deja de estar claramente obsoleta, pero modificarla puede llevarme tanto tiempo como ignorar todo lo que he hecho hasta hoy y pasar página (página web, se entiende) para hacer una nueva en un futuro más o menos lejano.

EGB

Simpáticas las dos ventanas casi puertas de un local de Segovia. Recordé mis tiempos preadolescentes cuando estudié la Educación General Básica, que no era tan básica. La fraccioné en dos periodos completamente diferentes:

1.- Madrid, en el colegio Legado Crespo que estaba situado (y sigue allí) en la Glorieta de Embajadores, en concreto en la Avenida de las Acacias, número dos.

2.- Colmenar Viejo, a partir de los 11 años, en el colegio San Andrés en una pequeña colina de lo que entonces eran las afueras de aquel pueblo que no para de crecer.

Esto no es una broma