Nostalgia de adolescencia

Pantallazo

Pasé mi adolescencia siendo un chico introvertido que apenas salía de su habitación. Leía, sin parar, libros de ufología y de ciencia real, tan real como que me leí la Teoría de la Relatividad General de Einstein con 15 años y el Principio de Incertidumbre de Heissemberg con 16, durante mis vacaciones de semana santa.

Tenía infinidad de complejos, algunos de los cuales ahora me hacen mucha gracia, como sentir que tenía una cabeza más ancha de lo normal para un cuerpo extremadamente delgado, o que tenía pelos en las inglés, como si no fuese algo más que normal, pero en una época en la que se llevaban los bañadores slip negros aquello me parecía poco menos que pornográfico en la piscina, así que dejé de hacer el único deporte que alguna vez había querido hacer.

Me gustaba la soledad de mi habitación, mi soledad rodeada de libros, enciclopedias que caían como moscas, ensayos de filosofía, cualquier tema era de mi interés. Siempre que estuviese apretujado entre unas cuantas páginas muertas. Y entonces llegaron ellos, los ordenadores.

Mi primer ordenador fue un Spectrum 48K, de esos que tenían teclas de goma gris, que había que conectar a una pantalla, pues no traían pantalla, que acabó siendo una televisión Sanyo que me duró más de 30 años. Fue mi primera compra, a los 16 años, con lo que iba ahorrando… total, sin salir… Aunque no estoy seguro de si fue eso o una máquina de escribir italiana, de una tapa azul algo desvaída.

Pantallazo-1

Pero antes de tener máquina de escribir ya me había dado por escribir poemas, y novelas, sí, con la osadía que da la ignorancia. Apenas había leído un par de ellas (tiempo después, cuando terminé la carrera de química, recuerdo haber leído alguna novela y pensado: no la he comprendido bien, tengo que volver atrás, pues estaba tan acostumbrado al ritmo de lectura de ensayos densos que no podía creer que un libro se pudiese leer en dos o tres días).

Habían caído en mis manos unos versos escritos por mi madre de un tan Bequer y no dejaba de leerlos como supongo que mucha gente ha hecho a lo largo y ancho de aquellos años. Me los aprendí de memoria. Intenté imitar su manera de escribir. Hice, incluso, liras, sonetos, juegos de métricas nuevas o pretendidamente nuevas, y un sinfín de experimentos con la balbuciente voluntad de escribir poesía. Pero no pasó de eso, de balbucir.

En cuanto a las novelas, escribí una sobre unos presuntos rebeldes (ese era el título, de hecho) que quedaban vivos tras una guerra nuclear total (preciso es recordar que vivíamos bajo la persistente amenaza de la conclusión de la guerra fría mediante una guerra a dos bandas: rojos y azules). Estos, refugiándose en una península francesa (Bretaña), lo que no dejaba de ser un guiño a la conclusión de la segunda guerra mundial, acababan por escapar del planeta para rehacer sus fuerzas en La Luna. Supongo que era evidente que yo quería escapar, quizá a la luna, quizá más lejos, así que acabé por refugiarme bajo la mesa azul de mi habitación.

Después de aquella novela que debía terminar, obvio, con la victoria total de los rebeldes sobre el Imperio malvado que se había acabado por convertir en único gobernante de La Tierra, escribí otra, presuntamente bien documentada, sobre la guerra que habría tenido lugar entre una coalición ruso-china sobre otra estadounidense-europea. En la que todo país sobre la urbe se había posicionado. Aquellos eran mis tiempos de adolescencia.

Pantallazo-2

Mientras tanto, jugaba a juegos de guerra en mi recién adquirido Spectrum 48K. Y, de ellos, el que más me gustaba era esta maravilla de «The Fall of Rome», en el que debías ir desplazando tropas hasta intentar soportar el embate de las tropas bárbaras. Sabías que ibas a «perder» pues se trataba de eso, de la caída de Roma, pero debías tratar de perder lo menos posible, incluso, llegué a ganar alguna vez reconstruyendo el imperio… más o menos.

El otro día me dio por buscar un emulador de spectrum para mi flamante portátil de 4Gb (¡¡¡frente a 48Kb!!!) y acabé por encontrar uno, pero ya no recordaba cómo se hacía… de hecho, claro, recuero que leían sus aplicaciones de cintas de casette, pero ahora eso es imposible… así que el simulador simula que tienes que cargar una cinta… es tan gracioso, pensar que alguna vez las cintas de casette tenían aplicaciones informáticas…

Después de probar varios, pude jugar un rato, pero no acaba de funcionar muy bien y supuse acertadamente que habría de haber un simulador online. Y claro que lo hay, faltaría más… no dejan de ser tan solo 48Kb… y estuve jugando otra vez, como cuando tenía 15 años, como cuando lloraba debajo de una mesa azul, como cuando leía sin parar libros de física, de historia, de geografía, de filosofía, jugando y planeando cuál era la forma de sobrevivir, a la vida y a estar solo, a una sociedad en la que no encajaba, que no tenía lugar para mí, a las invasiones bárbaras…

Y lo logré.

¿Quién me iba a decir que iba a ser tan feliz siendo un marciano, un lunático, en esta Tierra?

Pero, de cuando en cuando, me sigue llevando las nostalgia a un lugar extraño llamado adolescencia.

Documentación del origen de Giusseppe

Ayer, arreglando algunos papeles, cartas que guardo en una maleta desde hace más de 3 décadas, encontré un papel higiénico con una carta que me escribió mi amiga Queralt (no recuerdo su apellido, si no, la buscaría en Face) en el año 1992. Allá entonces, ya me llamaba Giusseppe. Fue ella quien me fabricó la opción, la posibilidad de reinventarme, y de construirme a partir de un nombre nuevo.

Dejo unas fotos de ese papel que me ha enternecido el fin de semana.

DSC_0150

DSC_0151

DSC_0152

DSC_0153

DSC_0154

DSC_0155

Los fantasmas del Luna

O de Los Luna… sería algo que hubiera de componer, pero ya lo hizo mi estimado (Ella em va estimar tant… Jo me l’estimo encara…) sobre los del Roxy, otro de esos cines que desapareció para ser otro negocio más lucrativo.

Vídeo y Letra de la canción en cuestión que no puedo dejar de recordar mientras avanzo retrocediendo, para despistar a mis enemigos, sobre una cinta ridícula que simula ser una calle que simula que sirve para algo…

Los fantasmas de Roxy
Joan Manuel Serrat

Sepan aquellos que no estén al corriente,
que el Roxy, del que estoy hablando, fue
un cine de reestreno preferente
que iluminaba la Plaza Lesseps.

Echaban NO-DO y dos películas de ésas
que tú detestas y me chiflan a mí,
llenas de amores imposibles y
pasiones desatadas y violentas.

Villanos en cinemascope.
Hermosas damas y altivos
caballeros del Sur
tomaban té en el Roxy
cuando apagaban la luz.

Era un típico local de medio pelo
como el Excelsior, como el Maryland,
al que a mi gusto le faltaba el gallinero,
con bancos de madera, oliendo a zotal.

No tuvo nunca el sabor del Selecto
ni la categoría del Kursaal,
pero allí fue donde a Lauren Bacall
Humphrey Bogart le juró amor eterno

mirándose en sus ojos claros.
Y el patio de butacas
aplaudió con frenesí
en la penumbra del Roxy,
cuando ella dijo que sí.

Yo fui uno de los que lloraron
cuando anunciaron su demolición,
con un cartel de: «Nuñez y Navarro,
próximamente en este salón».

En medio de una roja polvareda
el Roxy dio su última función,
y malherido como King-Kong
se desplomó la fachada en la acera.

Y en su lugar han instalado
la agencia número 33
del Banco Central.
Sobre las ruinas del Roxy
juega al palé el capital.

Pero de un tiempo acá, en el banco, ocurren cosas
a las que nadie encuentra explicación.
Un vigilante nocturno asegura
que un trasatlántico atravesó el hall

y en cubierta Fred Astaire y Ginger Rogers
se marcaban «el continental».
Atravesó la puerta de cristal
y se perdió en dirección a Fontana.

Y como pólvora encendida
por Gracia y por La Salud
está corriendo la voz
que los fantasmas del Roxy
son algo más que un rumor.

Cuentan que al ver a Clark Gable en persona
en la cola de la ventanilla dos
con su sonrisa ladeada y socarrona,
una cajera se desparramó.

Y que un oficial de primera, interino,
sorprendió al mismísimo Glenn Ford,
en el despacho del interventor,
abofeteando a una rubia platino.

Así que no se espante, amigo,
si esperando el autobús
le pide fuego George Raft.

Son los fantasmas del Roxy
que no descansan en paz.

No tengo nada más que añadir… yo, claro, también fui de los que lloraron, cuando anunciaron su cese, el de mis cines Luna, que justificaban que yo tuviera una vivienda donde la tengo. Y no me imaginé nunca yendo a hacer otra cosa a ese local que no fuese ver una película de esas subtituladas, pero del mainstream… de esas que me gustan a mí.

Jo, si por lo menos pudiera imaginar a Stalone haciendo cinta al lado de Danny De Vito cada noche…

Los Fantasmas del Roxy, de Serrat. Vídeo de Julio Mármol
[youtube_sc url=http://youtu.be/3cGcP9KCtC0]

El gimnasio produce monstruos

Hoy un tipo
de la sala de abajo
que nunca visito
me miraba
de cuando en cuando
con mala cara.

Era
lo que podríamos llamar
un tipo malencarado
y he observado
que en la sala de abajo
abundan
hasta decir
en demasía.

(De hecho
la sala de abajo con los aparatitos para muscularse
está repleta de hombres
mientras que la de arriba
con unas cuantas bicicletas estáticas
y unas cuantas cintas estáticas
y otras cuantas estupideces estáticas
está repleta de mujeres
y algún afeminado como yo)

Por un segundo
sentí
que quería medirse conmigo
en fuerza
o algo parecido
y yo pensé
inmediatamente
que nunca le pegaría
pudiendo matarle
con instrumentos.

Quienes se musculan hasta estar tan fuertes que pueden matarte
con los brazos
se olvidan
creo
de que puedo matarles con herramientas
que ha diseñado el cerebro.

Se puede esto considerar apología de las armas
y
en parte
lo es:

Me parece más inteligente fabricar un ingenio
que aprovecha el principio de conservación del momento lineal
entre otras cosas
para causar daños directos
y laterales
mucho más efectivos
que el mejor puñetazo.

No concibo luchar si no es con la intención de ganar
y
para ganar
en una pelea
no entiendo que tenga que haber límites
deportivos
porque la violencia
es inviolable
o no es violencia.

El malencaramiento del muchacho
y de otros como él
no quiero atribuirlo al efecto del gimnasio
sino al efecto de una vida mal encaminada
que les ha conducido al gimnasio
y no
pienso
que todo aquel que esté en un gimnasio
acabe teniendo una vida mal encaminada
ni haya llegado al mismo por tener una vida mal encaminada.

Con un poco de lógica se entiende
que el título de este texto
no es veraz
y que no produce monstruos
salvo los que ya vienen como tal
a ejercitar
sus maneras.

Pero era solo una mirada
una mala cara
y seguramente
soy demasiado sensible
para valorar
si el tipo en cuestión
me encaraba mal
o si simplemente era así de feo
y no podía evitar
mirar mal.

Prejuicios
abandonadme
idos a otros cerebros
que quieran daros cobijo!

He de recordar
que voy sin gafas
y soy miope.

Huellas

Yolanda Pérez Herrera convocó, dentro del apartado «teórico» de la Novena Edición del Encuentro de Acción!MAD12, mediante un email (y un evento FaceBook) a lo siguiente:

M(H)ITOS & REALIDAD(IDEAL)ES (Huellas de Acciones 2011/2012)
convoco
FluxAcciones de 1’ 60”
el viernes 30 de noviembre a las 20.30 horas
en el CAM – Centro de Arte Moderno
Calle Galileo, 52 – Madrid


Me sumé a la misma convocatoria un par de días antes, no estando muy seguro de la acción que quería realizar. Por un instante, tiré de biblioteca para encontrarme que tenía pendiente una bonita acción sobre la poesía y su poder evocador a largo plazo plantando poemas, pero después me di cuenta de lo difícil que iba a ser conseguir un tiesto, arena, una regadera, elegir bien el libro de poemas, aunque seguramente sería uno mío, y todo eso para una pequeña acción de un minuto y 60″.

Debo decir, avergonzado, que solo me di cuenta de que esa cantidad eran 2 minutos unos segundos antes de hablar con Yolanda el mismo viernes. Supongo que mi cabeza no había tenido demasiado foco en ello como para tomar conciencia de lo que era.

El viernes al medio día tenía que dar una clase particular a una chica en Estrecho, cerca de la casa del performer Hilario Álvarez, a quien supuse que no vería esa noche, aunque no tenía claro el porqué. Salía de esa clase con tiempo justo para llegar pronto al CAM, así que decidí ir respirando el tiempo y aprovechándolo para concebir la idea con la que realizar la acción. Quería que fuese tan tan tan simple como para poder realizarla con lo que llevase encima y eso hice.

Tomé de referencia la palabra huellas, que estaba en la convocatoria, haciendo referencia a huellas de acciones y la transformé en las huellas menos metafóricas que se me ocurrieron, las mías, las huellas de un par de pies que daban unos pasos por el espacio.

Tentado de hacer algo más espectacular, como ya me había pasado en otras ocasiones, pensé en dejar caer un bote de pintura con el que dejar las huellas más explícitamente o un soporte en el que se pudiesen ver, ver con claridad y distinción, también pensé en la posibilidad de caminar e ir fotografiándolas a medida que avanzaba, con la cámara de mi flamante smartphone que hace tostadas…

Pero finalmente me dejé de tonterías y me centré en la acción, en la acción de dejar unas cuantas huellas de mis pies descalzos sobre el delicado suelo de tarima.

¿Por qué descalzos?

Tuve mis dudas, pero me apetecía llamar la atención mínimamente sobre los pies. Mis pies, que son o me parecen ser bastante feos, deformes, planos y que últimamente me están dando más de un quebradero de cabeza, obligándome a ir a médicos, traumatólogos y que me harán llevar plantillas para luchar contra su inexistente arco.

Me quedé bastante a gusto con mis doce pasos (eso de los 12 pasos tenía más lecturas, eso me gusta) y con el juego que hice preparatorio quitándome y poniéndome los enseres que llevaba encima como queriendo decir que para la acción no era necesario quitarse nada, ni vestirse de nada en particular, ni tan siquiera haberse lavado los pies esa tarde.

Resultó una acción sencilla, cotidiana, vulgar, que cualquiera puede hacer, sin ampulosas puestas en escena, sin pretensiones, justo lo que tengo ganas de seguir explorando en esta interesante forma de expresión.

Enhorabuena, amigo giusseppe. Me gustó.

Se me acumula el trabajo

trabajo tan disperso
que se acumula como las pelusas
lo hacen en los rincones
y llega un momento
en que ves que la casa está sucia
sin que tengas un lugar concreto
único y fácilmente identificable
para limpiar.

programar un par de performances
que nunca hago tantas tan seguidas
lanzar nuevos mailings de monográficos
por ver si alguno acaba saliendo
rellenar este diario
que si no es a diario no es diario
preparar las clases de mis talleres de poesía
porque me encanta que sientan que trabajo para ellos
imprimir nuevos problemas de química para Marta
mi querida alumna a quien he visto crecer
como a Mateo, ese mostruito adorable,
leer una antología poética española
de poetas que pueden resultar interesantes
pero que, personalmente, no me interesan nada
enviar material para que en El Manantial
aparezcan mis cursos de Poesía
seguir avanzando con mi proyecto de lenguas
de clasificación obsesiva, cladística,
que me tiene paralizado decidiendo
si el griego es un idioma o son varios
si lo estructuro como una rama o una hoja
si decido trabajarme dialecto a dialecto
aqueo, jónico-ático, eólico, dórico, y los otros cincuenta
o si decido que es un único idioma sabiendo que es mentira
pero asumiendo que los griegos no me lo tendrán muy en cuenta
leyendo, leyendo, leyendo
para sustentar una de las dos direcciones
por encima de la otra
y seguir ese camino
y tengo algunas otras cosas en la mente
pero no las encuentro.

mi cabeza es un saco de legumbres varias
hirviendo al fuego de un otoño crítico
y noto como poco a poco van soltando sus sabores
a la sopa mental que voy cocinando
lentamente
lenta
mente
lenta
.

Mes y medio de vacaciones

O casi.

Mis vacaciones casi no lo son y mis no vacaciones casi no son no vacaciones, lo que equivale a decir que casi son vacaciones. Tengo una borrosa frontera que divide días laborales de no laborales. Trabajo todo el tiempo, como aquel que decía que trabajaba mientras dormía (un escritor surrealista francés cuyo nombre ni recuerdo ni quiero buscar, citado por Breton en el Manifiesto Surrealista). Trabajo mientras camino por la playa, buscando un nuevo método de publicar en este diario, trabajo mientras leo (y he leído bastante este mes y medio) incluso aunque las lecturas sean o pretendan ser más entretenidas que formativas, trabajo mientras hablo con Carmen sobre nuestros planes, y planificamos, planificamos…, trabajo mientras asisto a una exposición de una alumna de un taller de poesía online en Garrucha, que me gustó más de lo esperable, todo sea dicho; trabajo desde Colmenar, desde Vera, desde Madrid, buscando nuevos temas para mis talleres de escritura, para mis eventuales talleres de creatividad, acepto clases particulares de matemáticas desde la costa almeriense, y cuando vengo a Madrid, hace ya más de 10 días, sigo trabajando… buscando maneras de convertir esta ciudad en un lugar más lleno de poesía.

Pero no escribo.

Procuro no escribir. Se me escapa un poco mientras hago alguna anotación junto a alguno de los libros que estoy leyendo. Pero poco más. Nada en este diario, nada en otros formatos, tampoco emails, nada en papel, por supuesto, salvo alguna postal.

Tampoco, durante estos días, he seguido haciendo o trabajando en mi proyecto actual de «Las Lenguas». Intento estar ocioso. Descubrir el placer del aburrimiento. Descubrir la necesidad de volver a mis tareas cotidianas, a mi rutina, a la que intento desde hace años construirme. Y cuando consigo aburrirme hasta ese punto, adoro la vuelta, adoro este retorno a mi hogar, a mis tareas, a mis labores, a mis lenguas y mis clases, mis talleres, mis amigos, mis amigas, mis emails, mi diario diario, mi escritura…

¡Qué dulce la vuelta cuando se adora a lo que se regresa!

Incluso disfruto de un rato de ausencia de Carmen, un breve receso en nuestra presencia compartida. Ella se fue a su pueblo natal y yo quedé en el mío, en esta enorme villa manchega. Y la añoro, la añoro y mensajeo, telefoneo, esperando ansioso su regreso y disfrutando ansioso su ausencia.

Adoración, ansia, añoranza, rutina y producción, parece imposible unir todo esto, pero es así, así es… adoro mi vida con ansia hasta el punto de añorar la rutina de mi producción.

Quizá comience un audio-blog

He estado pensando en la posibilidad de aprovechar el tiempo que deseo seguir usando en caminar en realizar pequeños aportes grabados en este diario.

Si cuando lo comencé tenía mucho que ver con el diario de Soren Kierkegaard, con el paso del tiempo se va pareciendo más a las ensoñaciones de un caminante solitario de J.J. Rouseau. Y sin que mi mente sea comparable a la de ambos, quizá mi voluntad sí lo es.

Tengo pensado grabar en el móvil con un manos libres y después recortar lo interesante, quizá escribir un pequeño texto descriptivo del audio correspondiente y, a continuación, crear la entrada o entradas del día, como cada día hasta ahora.

Pensé inicialmente en usar ese audio en un software de dictado que lo convirtiese en texto, pero quizá ha comenzado el tiempo en el que el soporte de un diario o de unas ensoñaciones puede ser multimedia. Sí, incluso para un poeta, pero uno que, hostil en parte a las nuevas tecnologías, no las desdeña, ni las ensalza, las usa como usaría un teclado, como habría usado un teclado Shakespeare, de quien he comprado sus obras completas en un puestecillo en la playa… ¡qué cosas!

Aún no descarto ese formato más tradicional, pero no descartaré la idea del audio-blog, del diario sonoro, del repositorio de mi voz directamente, como si estuviese en una conversación con otros, con los lectores que empezarán a ser oyentes… o quién sabe qué.

De momento, sé que me está costando retenerme para no publicar nada durante mis «vacaciones». Hoy hago una excepción.

Vacaciones

¿A qué le llamo vacaciones?

Es raro tener que definir las vacaciones, como si no fuesen obvias, pero ocurre que cuando alguien trabaja en algo que le apasiona tanto como para no dejar de hacerlo, no parecen tan apetecibles.

Surge entonces la pregunta de ¿para qué las vacaciones?

vacación. (Del lat. vacat?o, -?nis). 1. f. Descanso temporal de una actividad habitual, principalmente del trabajo remunerado o de los estudios. U. m. en pl. 2. f. Tiempo que dura la cesación del trabajo. U. m. en pl. 3. f. p. us. Acción de vacar (? quedar un empleo o cargo sin persona que lo desempeñe). 4. f. p. us. Cargo o dignidad que está vacante.

Y claro, de la definición del diccionario, deduzco que poco se ha pensado en el trabajo no remunerado que se realiza como forma de vida, como parte esencial de la vida, como algo para lo que se vive y no algo que agota la vida, que aliena, que no alimenta, sino que es un mero medio para conseguir un dinero (u otro tipo de retribución) con el que lograr hacer más fácil la vida.

El tipo del trabajo al que estamos acostumbrados desde que, en épocas del tardío neolítico, se produjo la especialización, que, según la wikipedia, vendría a ser:

División del trabajo es la especialización y cooperación de las fuerzas laborales en diferentes tareas y roles, con el objetivo de mejorar la eficiencia. Aunque es consustancial a toda actividad humana desde la prehistoria, se intensificó con la revolución neolítica que originó las sociedades agrarias y aceleró de modo extraordinario su contribución al cambio tecnológico y social con el desarrollo del capitalismo y la revolución industrial.

Es más, en esta misma enciclopedia, sin reparos de llamarla tal, tenemos que su principal desventaja es respecto a la motivación en el trabajo, donde la división del trabajo puede concluir en la pérdida de interés en el mismo, por su relativa simplicidad y la suma de actividades repetitivas al producir.

Esto me lleva a pensar que ando buscando una forma de vida algo paleolítica en el siglo XXI. Lo cual no parece cuadrar bien con la idea que tengo de mí de un ser moderno, actual, casi post- cualquier cosa… pero claro, también me lleva a pensar que las reparaciones de sistemas que están evolucionando forman parte de la fase de ajuste que acerca a una hipotética idónea situación mediante un movimiento sinusoidal de amplitud decreciente.

No encuentro una curva ejemplo, pero es esa en la que una línea que sale del origen sube hasta superar un cierto límite horizontal, para luego bajar hasta descender por debajo de esa línea y volver a subir superándola, y volver a descender sucesivamente en una sucesión de ondas cuyo hipotético límite está en la cercanía completa a la recta, a ir co-recta-mente, como en inglés, cuya separación entre recto y correcto no existe.

Volviendo al tema…

¿Para qué quiero vacaciones si vivo como me gusta vivir cada día de mi vida? (Añadiré un más o menos por aquellos días que no me gustan, pero que también existen en periodos vacacionales).

Pues no lo sé. Desde hace años me empeño en contestar a este pregunta y no sé la respuesta, pero tampoco creo que sea muy importante.

Acercándome a una definición, o al menos a una aproximación, dije el otro día a mi amigo Ernesto que yo sé si estoy trabajando si tengo el móvil y otras conexiones abiertas y ejerciendo su función de conectarme con el mundo, por ejemplo, durante los fines de semana suelo apagar el teléfono móvil, o suelo no mirar mi correo electrónico y, por supuesto, no pasear por el maldito escaparate que acaba resultándome ser FaceBook. Así que dedico más tiempo a actividades introvertidas, o compartidas con los íntimos, como familiares y amigos.

Pero luego veo cómo trabaja Iván Araujo y me sorprende ver que él lleva a cabo esta labor de separación de actividad conectante cuando está trabajando y no tanto (aunque también) cuando está de vacaciones… también algo difusas, por otro lado, y siento cierta envidia, ciertas ganas de introvertirme más y más, hermitarizarme, vertirme hacia mí y hacia mi trabajo no remunerado más que con el placer de saberlo hecho…

Y me da algo de miedo pensar el límite al que me puede llevar esa actitud. Ese límite aislante, individual hasta ser casi individualista, solitario en demasía…

Volviendo al tema…

Este año, y por año entiendo curso, resulta que he sido retribuido en dinero en mayor medida que otros y, por otro lado, he ido perdiendo algunos de mis alumnos, con lo que lanzar cursos en el mes de julio o septiembre resulta agotador y hasta oneroso, como ya me pasó el año (y por año entiendo curso) pasado.

Según esto, no tendré clases particulares, no tendré talleres de escritura, no moveré ningún intensivo… y dedicaré mi tiempo a vacacionar… pero este blog… este diario al que considero trabajo: ¿lo mantendré? Y mi proyecto de lenguas al que tantas ganas tengo de dedicar mi tiempo, ¿lo seguiré haciendo? ¿qué es para mí estar de vacaciones? ¿qué es para mí trabajar?

Hummmm…

Supongo que puede tener que ver con hacer más que de costumbre lo que me dé la gana… pero, ¿y cuando lo que me da la gana es algo relacionado con mantener un compromiso?

Iré respondiéndome sobre la marcha, olvidaré mis rutinas artificiales, mis intentos de mantener disciplinadamente un ejercicio… y haré, día a día, lo que me dé la real gana… hummm….

No sé si lo tengo claro.

Desde el 1 de julio al 31 de agosto publicaré en este diario de manera irregular, imprevisible y, seguramente, no diario… supongo. Aunque así ya no será un diario.

www.ivanaraujo.com

Acabo de terminar la web de Iván Araújo, mi amigo, mi gran amigo, pintor y grabador que de esto de Internet no entiende nada ni quiere entender.

Y cada día lo entiendo (a él) más. No perder el tiempo en cuestiones como Facebook, emails, etc, hace que pueda centrarse en lo que sí que entiende y sí que hace bien, que es su obra plástica, sus pinturas, grabados, monotipos, sus talleres de grabado, su desarrollo como artista que se hace a sí mismo a cada paso de sus obras, con tesón, con sudor, transpiración al 99%…

Mientras, me ha decidido pagar la web (que un refrito de otras hechas y arreglada para la ocasión) con obra suya, y me hace rememorar a Picasso y Duchamp, sus relaciones, sus pagos en obra, la riqueza que acumuló el segundo que apenas hacía otras propias y, desde luego, poco comercializables, pero que se entregaba, parece ser, en ayudar con diversas gestiones extra-artísticas a sus amigos pintores, como el primero.

Compararme con Duchamp siempre ha sido uno de mis más anhelados deseos, no con Picasso, pero cada cual elige cómo quiere ser… y yo querría ser Duchampiano… Marcel-Duchampiano, claro. Quizá no esté tan cerca como quiero pensar, pero acercándome, y se lo debo, en parte, a mi querido Iván.

Para hacer esta web, como comentaba entre paréntesis, ha sido fácil, reutilizando algunos recursos que ya había usado en la mía, como la estructura en frames, o parte de las hojas de estilo, o la presentación de fotografías usando la librería highslide.js; pero también he tenido que hacer algunas cosas más «periféricas» como cambiar el tamaño de los archivos masivamente, cambiar nombres, crear index.html automáticamente…. para lo que he desarrollado algunos scripts como el siguiente:

#!/bin/bash

# DEFINICION de VARIABLES
let contador=0

while read line
do

    resto=`expr $contador % 4`
    if [ $resto -eq 0 ]
    then
    echo -e "\n \n"
    fi
    # echo -e $(printf "%02d" "$contador")
    numfile=`echo -e $(printf "%02d" "$contador")`
    echo -e "

    \n< a id=\"thumb1\" href=\"img$numfile.jpg\" class=\"highslide\" onclick=\"return hs.expand(this, { slideshowGroup: 1 }) \">"
    echo -e "\"Imagen\""
    titulo=$line
    echo -e "

    $titulo

    "
    echo -e "

    \n"

    # echo "Título: $titulo";

let contador=$contador+1;
done < listado.txt

Y es que me encanta programar para que programe para mí un programa… hacer algo que haga me gusta más que hacer directamente… quizá por eso me interesan tanto los talleres de escritura o performance… saber que ayudo a crear, más que crear en sí mismo es una forma interesante y diferida de creación, y no puedo evitar disfrutarla sobremanera.

También usé otros recursos como integrar un blog de wordpress, para que pueda mantenerlo él mismo y actualizar parcialmente el contenido de la web, o vincular las novedades a álbumes web de google/picassa, que podrá modificar el mismo Iván sin mi ayuda. Esto ya lo había usado también en algunas webs como la de Carmendelarosa.com o la de Espacio El Manantial (cuando la hice yo).

Como condiciones de trabajo, las habituales: usar herramientas extremadamente simples, como el VI, así como software de código abierto (GIMP, gThumb, pyRenamer) todo sobre Linux, con ftp client: Filezilla. Hosting: www.justhost.com.

Ahora, a disfrutar de la web y espero que Iván le guste tanto como me gusta a mí y le resulte fácil de mantener.

Esto no es una broma