Hace un par de año, trabajando de crítico de cine, tuve la suerte de poder entrevistar personalmente a Iciar Bollaín. Me encantó poder hacerlo porque es una persona a quien admiro como creadora de un cine más que digno. Fue con motivo de Mataharis, de la que tuve que hacer la crítica, además. Película que puse por las nubes. Entonces me pagaban por escribir estos textos de opinión… pero los tiempos cambian.
El viernes por la noche, acompañado de Carmen y de mis amigos María y Jens, disfruté viendo su última película: También la lluvia. Es una producción intachable, de cuidado acabado y guión impresionante de su compañero sentimental Paul Laverty, un habitual del cine de Ken Loach. Interpretaciones formidables, espectacular Tosar, que convierte en oro todo lo que toca, pero, sin dudar, lo mejor de la película es su contenido ético.
Ambiguo, complejo, alejadísimo de simplezas maniqueas, la película plantea cuatro planos de conflictos éticos irresueltos.
Sin desvelar mucho del contenido del film, diré que el argumento es el de unos cineastas que ruedan una película en Bolivia sobre el descubrimiento de América y la explotación de los indígenas por Cristobal Colón, mientras se ven envueltos en la revolución de la llamada Guerra del Agua en el año 2000. Tiene fama de ser la primera revolución del SXXI. Una pequeña revolución, puede, pero significante.
Lo interesante es que, como dije, plantea cuatro, por lo menos, planos diferentes en los que existen diversos conflictos éticos: el primero de ellos, el evidente de la conquista, la explotación imperialista de unas tierras y de unas gentes a quienes a duras penas se les concedía el estatuto de personas. Pero también abre el debate, al menos es necesario abrirlo y mantenerlo abierto, del relativismo moral asociado al paso del tiempo.
En segundo lugar, los actuales indígenas explotados aún de la actual Bolivia que ven como se privatiza su bien más preciado: el agua. (En Madrid está a punto de pasar). Los malparados dueños del poder económico que tratan a las gentes de Bolivia poco más o menos como Colón, pero ahora ya no existe la excusa del relativismo moral asociado al paso del tiempo. Son de ahora y lo que están haciendo es inadmisible. Y el pueblo, capaz a pesar de su aparente falta de formación de organizarse políticamente para reclamar sus derechos mediante, incluso, la violencia: ¿Existirían otros mecanismos menos agresivos para no dejarse avasallar?
Pero aún hay más, con esta maravilla del cine dentro del cine como regalo, los directores y actores de la película que se está realizando, para denunciar la explotación y los abusos, caen en esos mismos abusos, pagando sueldos misérrimos a los extras que hacen de caribes, así como ignorando sus sensibilidades e, incluso, evitando mirar al conflicto actual que están teniendo, para y por el arte. ¿El arte puede ignorar el lugar en el que se encuentra? ¿Seguirá existiendo la película, como afirma el personaje-director, encarnado por Gael García Bernal, cuando el conflicto revolucionario haya sido olvidado?
Quizá esto es lo que se preguntó o respondió Iciar Bollaín que recupera el testigo de este personaje-director para dirigir una película en Bolivia sobre una película en Bolivia sobre la conquista de América.
Me pregunto (es inevitable hacerlo, supongo) si el trato que hizo de los indígenas fue más benévolo. He leído entrevistas de revistas especializadas y parece que sí, que, al menos (y lo creo dada su sensibilidad) más respetuoso con las personas que participan en la película.
Yo salí del cine sintiendo que no hago nada.
Salí con la sensación de saber que hay muchos conflictos y que la película los muestra con maestría. Pero también con la sensación de que cualquier actitud es justificable en un mundo tan complejo e interconectado. Siento que mi acción se limita a un ámbito tan pequeño que si no supiera de esta conexión sentiría un absoluto sentimiento de culpa, no ya de responsabilidad, que también.
Pude ver esta película gracias a que existe un desequilibrio internacional que permite que tenga más dinero del que necesito y ese “sobrante” lo uso en lujos intelectuales que otros intelectuales ruedan para que podamos sentirnos mejor con nuestra participación en la conciencia social mundial… vaya; que no tiro piedras contra nada ni nadie, que dejo que otros sigan siendo explotados, que dejo que el mundo siga yendo tan bien como nos va, tan mal como les va, que no hago nada más que pensar, hablar, quizá, incluso, hacer pensar y hacer hablar… pero de esta denuncia verbal casi no salgo. Intento vivir con integridad en mi entorno: no aprovecharme ni explotar a quienes tengo cerca en una confianza en esa interconexión de la que hablaba casi como si se tratase de la famosa mariposa del efecto en cuestión.
Pero sigo sintiendo impotencia, sigo sintiendo cierta falta de… No quiero decir compromiso, pero puede que sea esa la palabra. No sé, algo no hago bien… ¿y tú, cómo te sientes?
historia
La decadencia de Occidente
Leo en un periódico que Obama habla a los EEUU de su riesgo a dejar de ser el faro del mundo, de volver a enfrentar una amenaza como la del bloque tras el telón, amenaza al orgullo de una nación orgullosa, de un pueblo convencido de su superioridad moral y después leo los comentarios de la gente que está dividida entre a favor de EEUU y en contra de EEUU. No hay otra opción, parece ser.
Pues bien, no es correcto: la decadencia no es de EEUU, la amenaza no es contra EEUU, el peligro no es sólo para EEUU. Al mundo occidental post-imperialismo (incluso post-neoimperialismo) le quedan los días contados.
Cuando el señor Zapatero negaba “la crisis” yo, por momentos, pensé que era tan inteligente como para darse cuenta de que en realidad no era una crisis sino un cambio de paradigma, de escenario y que hablar de crisis alimentaba la ilusión de una recuperación. Después me di cuenta de que era por otros motivos, ya fueran electoralistas o calmantes, pero no los mismos que yo pensaba. No se trata de criticar a este presidente más o menos presentable, puesto que cualquier otro en su situación habría tenido que hacer, más o menos, lo mismo. Afirmar con una mirada habitualmente tachada de catastrofista o apocalíptica esto de la decadencia de occidente habría sido no sólo criticado sino que habría provocado un aluvión de consecuencias como desplomes de mercados basados en la confianza (fiscal, especulativos varios…).
Y ahora Obama habla ya claramente del riesgo a ser superados por países que hasta hace poco se consideraban del tercer mundo. Sí, eso es una revolución. Seguramente no es la revolución que a mí me habría gustado, pero siempre he sido un idealista con los pies alejados un par de palmos del suelo.
Europa-EEUU tuvo su momento histórico: comenzó su hegemonía mundial con el nacimiento del concepto de nación contemporánea allá por el SXV. Repasando brevemente: Inglaterra y Francia dan por terminada su contienda de 100 añños, Castilla y Aragón se fusionan en una unión mayor, Rusia nace al mundo, cae el Imperio Romano de Oriente, los Jagiellon polacos alcanzan su máxima expansión, los Habsburgo comienzan a paralizar al amenazante Imperio Otomano y constituir una de las potencias centrales de Europa […] y, sobre todo, varios de los países se lanzan a una “colonización” o exportación de la cultura occidental más allá de las fronteras europeas que será la norma hasta esta inflexión que nos está tocando vivir.
Durante este periodo (del SXVI al SXXI), además de la consabida explotación de las colonias y las luchas por la hegemonía mundial dentro de las fronteras europeas entre estos países, lo que dió lugar a los conflictos más espeluznantes imaginables, se produjo el desarrollo de la tecnología de producción, mediante la llamada revolución industrial y el desarrollo de algunos de los derechos sociales que ahora llamamos humanos. Pero la civilización occidental se impuso por lo primero y no por lo segundo. Impuso, gracias a su capacidad económica y militar su hegemonía mundial, primero unos, luego otros, de estos países que necesitaban para su crecimiento una expansión continua. En un espacio acotado este planteamiento es claramente inviable. Hace tiempo que chocamos con las paredes. Pero otros globos están comenzando a inflarse y Europa sigue anclada en sus globitos del SXVI (no hace falta más que observar un mapa de la época, para ver que las cosas han cambiado poquito). El espacio acotado hace que si unos se inflan a otros les toca desinflarse.
Durante la Guerra Fría ya tuvimos ocasión de comprobar que el telón era algo así como una membrana que se podía mover más allá o más acá, pero no ocupando nada desocupado. Yo, infantil, soñaba con tierras ignotas y descubrí pronto que eso ya no existía en la tierra, que todo era de alguien, que todo estaba repartido, que no podía ser ocupado sin guerra de por medio. Y también que el acceso a la tecnología occidental de la que habían hecho gala las potencias imperialistas estaba al alcance de todos los países.
Pero basta de hablar de países… EEUU ya no existe, Europa y sus globitos ya no existen, los innumerables miniglobos africanos no existen, ni los sudamericanos ni… sólo se habla de “el mercado” como un ente abstracto que domina el patio. Y esas manos negras del mercado están repartidas en todo el orbe como si fuera su feudo unificado, se mueven por acá y por allá haciendo y deshaciendo: ¿EEUU va a caer bajo la hegemonía China? Hace tiempo que cayó. Pero no ante China, sino ante “El Mercado”. ¿Y China, entonces? China fue la herramienta, el martillo, el arma que “El Mercado” usó para librarse de occidente y su concepción nacionalista del mundo. A “El Mercado”, Occidente y sus derechos humanos, sociales, le molestan y lo sabemos. Lo sabemos todos pero somos parte de “El Mercado”: somos su mano de obra, su cliente y su dueño, no podemos escapar de nosotros mismos. “El Mercado” somos todos. Y, a todos, nos toca ver cómo “El Mercado” cambia de horizonte, cambia de esquemas, propone una nueva situación en la que no seremos sino recursos… si es que no lo éramos desde hace décadas. ¿Cómo habría sido el mundo si la civilización occidental se hubiera preocupado más por desarrollar esa segunda línea, la de los derechos humanos, la de la democracia, la de la igualdad, la libertad y la fraternidad?
Me temo (y esto sí es apocalíptico) que ya es tarde.