Te voy a enseñar mis tripas

gparted

Hubo un tiempo en el que hacer estas cosas extrañas consistentes en particionar discos para que cada unidad cumpla una función lógica fue algo que hacía con frecuencia. Es más, me pagaban para ello. Pero entonces eran máquinas IBM con sistemas AIX o máquinas SUN con sistemas Solaris. No había una interfaz gráfica como esta de Gparted y había que hacerlo con una orden de línea de comando… con lo que te la jugabas a la más mínima desviación digital.

Después, en los ordenadores personales, se extendió el uso del programa Partition Magic, que era caro y poco utilizado. No estaba mal, pero su precio desaconsejaba su uso. Y usar una versión pirata del mismo era algo que nunca me gustó hacer. Además, usando M$ Windows, era fácil hacer cosas parecidas con el sistema de gestión de discos propio. Con NT, incluso, las unidades podían montarse sobre directorios y no sobre discos virtuales (e:, f:, m:, g:, k:).

Yo solía tener una unidad en todo equipo que usase llamada k:, creo que por referencias kafkianas, pero no estoy seguro. En esa unidad colocaba mi «home directory», que viene llamándose jmdomin desde hace más de 2 décadas. Esa carpeta es mi carpeta de trabajo, de la que tengo que hacer copias, por decirlo así. Procuraba tenerla separada de la carpeta que el sistema operativo te proponía para almacenar los datos de aplicaciones personales, y otros settings. Así, acabé teniendo dos carpetas diferentes: jmdomin (en k:) y giusseppe (en c:).

Ahora que tengo un disco duro externo, tengo en él la carpeta jmdomin primaria (se sincroniza con otras carpetas jmdomin en otras unidades del sistema y en otros ordenadores). En el disco duro interno, ese que se ve particionado, tengo la carpeta giusseppe, que crea el sistema, pero claro, tengo varios sistemas, así que tengo varios giusseppes.

El domingo acabé el día creando una unidad lógica para /home, (ay, el antiguo /u) que, para poder compartir con varios linux a la vez, tiene carpetas llamadas ubuntu, mint, etc para que cada uno tenga su home correspondiente en esta unidad. Por más que se llene de morralla la carpeta de aplicaciones personales, giusseppe, la unidad del sistema no llega a estar comprometida en ningún momento.

Este ordenador también contiene un Windows 7 «pirateado», que apenas uso, en la partición primaria principal (c:). A continuación, una partición con los datos (mi antiguo disco k:), luego otra extendida con particiones lógicas para los distintos usos de linux: una partición para Ubuntu (/), una partición home (/home/mint /home/ubuntu), una partición para las máquinas virtuales, que ocupan tanto que las he separado de lo demás, para poder usarlas desde distintos linux sin tener que replicarlas, luego, en rojito, en mitad del disco, lo que creo que no es muy recomendable, una partición swap (espacio temporal de linux) de 1,5 veces el tamaño de la memoria RAM, una partición muy grande para las series descargadas (para ahorrar dinero y no comprar un disco duro externo, como debería), y por último una partición para Mint (/).

Esta extraña mezcla es el resultado de acciones que hice en el pasado tras el pánico tras Unity en Ubuntu 12.04, pero no tiene ni punto de comparación con la divertida mezcla de sistemas que tengo instalada en mi antiguo Compaq Evo, con una tabla de particiones que resulta casi inverosímil para un disco de 80 Gb.

Me gustan estos esquemas, aunque no los entienda

JACK-Diagram

Hace unos meses estuve ayudando a Carmen a configurar su sistema de salida de sonido de su flamante sistema operativo Linux UbuntuStudio, y acabé leyendo artículos que hablaban sobre un programita del sistema llamado Jack (lo que me recuerda un anuncio de mi juventud… «busco un hombre llamado Jacks«, en el que una sexy mujer comenzaba a desabrocharse una cremallera de un ajustado corsé de cuero negro que comprimía sus pechos).

No acabé de comprender el funcionamiento de ese programita, pero me encantó encontrarme ese fabuloso esquema. Me acuerdo de cuando presentamos El Aumento, de Perec, desarrollado y/o interpretado por alumnos de uno de mis talleres de Poesía dedicado a OuLIPO.

Me gustan estas flechitas que muestran el diagrama de un flujo de algo, ya sea lógico o sea de un líquido o un gas, como las representaciones gráficas de un gaseoducto, oleoducto o similar.

Soy un hombre abstracto

me atrae la nada y
el todo
incluso el uno
y los primos
otros primos
me son familiares
hasta tener infinitos
numerables

soy de conjuntos
pero no de sucesos
sino de conjuntos de conjuntos que no incluyen conjuntos

y si quiera tener
afecto domesticado
sería de una mascota virtual
un farmville de mascotas
o de rico trigo pixelado
creciendo sin cesar

soy un hombre discreto
con ansias de continuidad
como una bujía queríendose
convertir en candela

me relativizo con demasiada frecuencia
oscilatoria
pero es que no tengo un momento
y no me encuentro
ni aquí
ni allí
sino en ambos lugares a la vez
o no
pues nunca estoy seguro
de si soy un hombre abstracto
o incierto
o
sencillamente
indeciso

el sonido de los latidos de mi teclado
absorbe el pulmón de los dedos que escriben
esta notación significativa
de origen latina
de origen griega
de origen fenicia
de origen o

soy poema
soy cálculo
aunque soy álgebra
soy ciencia
o solo método
de pensamiento palabra y obra
soy amigo de conocimiento
y poco de cimiento
mucho más de cono
sin duda alguna
con cualquier otra sección de curvas llamadas curvas
que incluyen
mistéricamente
las rectas y hasta
un misérrimo punto en un espacio kantiano
un adimensional lugar geométrico que se define
en función de su posición
incuestionablemente cartesiana

soy signo
soy símbolo
soy grafo
soy blanco sobre blanco
soy idea
soy concepto
soy inmaterial
una vaca azul
el backup de un álbum digital
la orientación magnética de unos átomos silícicos
una ecuación de transformación espacio-temporal de Lorentz
modificada por Poincaré

soy una revolución copernicana
en la era de la reproductibilidad de la obra de arte
soy el VI orientado a objetos
soy el pasado el presente y el futuro
en un único instante adimensional
en un espacio de Hilbert
bajo la sombra de una delta de Dirac

soy lenguaje
a la par que Wittgenstein
o soy negrura en la caverna
o soy el que observa la negrura
solipsista

soy un canto a la noche
al día
a la inexistencia de fronteras
y la dimensión fracionaria del ser
res

soy res
publicano

soy social
soy asocial
soy contradicción
y adicción
y adición

soy
luego pienso
luego ergo
luego ego
y luego no

soy o no soy
esa

esa es la cuestión.

Demasiados comentarios

En este blog
hay demasiados comentarios
que me publican sin denuedo
un millar de anónimos
seres
cibernéticos
ninguno de los cuales
merece la pena ser conocido.

Cada mañana encuentro
decenas
de nuevos usuarios
que se han dado de alta
con nombres exóticos
combinación arbitraria
de vocales
y consonantes.

Ellos publican
comentarios
a entradas olvidadas
en el pasado remoto de un diario
que no les necesita.

Unos minutos al día
paso cada mañana
desaprobando sus obscenidades
sus impertinencias
como si a ellos les fuese a importar
como si pudiese luchar contra la marea
impidiendo
a estos cochinos zombies
su expansión espacio-temporal
que arrebata
cada mañana
unos minutos valiosos de mi vida.

Hoy, después de dos o
tres
días sin borrar ninguno
tengo 259
comentarios
pendientes de ser aprobados
y subiendo.

Voy a borrarlos ahora mismo
para que no me estorben
aunque no me estorban
pero sintiendo miedo
por si alguno de esos comentarios
resulta ser pertinente
de algún conocido
o desconocido ser humano
que ha querido contribuir a este diario público
con su aportación en forma de granito de píxeles.

Uno de estos días…

La experiencia religiosa de Ryoji Ikeda

datafilm_2

Si los Cylon tuvieran iglesias, de su único dios verdadero, serían como la instalación data.path del músico y video-creador Ryoji Ikeda, que está expuesta en la tercera planta del ESPACIO de la Fundación Telefónica, abierta al público hasta el 5 de Enero de 2014.

Las instalación consiste en un pasillo de pantallas sobre las que se va proyectando un sinfín de datos sin sentido, pero que forman, acompañados por la desasosegante música de este compositor originalísimo, una experiencia mística, una aproximación a un espíritu digital, a una desgarradora visión de los mecanismos subyecentes a un mundo virtual, a un mundo discreto en el que las matemáticas y la cibernética se hubiesen unido para generar una realidad que traspasa la frontera de lo tecnológico e invadir nuestro analógico cotidiano.

Caminar entre ellos, bajo ellos, sobre los datos, es una sensación única, que nos funde con la naturaleza de aquello que ya forma parte permanente de nuestras vidas, como este teclado sobre el que estoy escribiendo, estos píxeles que están permitiendo, encendiéndose o apagándose, que leas este texto, nos funde con la cartografía secreta de unas galaxias que solo existen en una simulación tan bella como improbable.

Se proyectan datos, puntos que sabemos que están relacionados con una instrucción matemática, programados, acordes a «un plan» secreto, que Ikeda conoce, pero que nosotros tan solo podemos atrevernos a intuir, sabiendo que existe, pero inescrutable, como aquellos caminos del Señor. Datos y puntos acompañados, en ocasiones, de sus referencias posicionales, de sus coordenadas, de su lugar en el mundo, referenciándonos al dudoso lugar que nosotros, humanos, tenemos que ocupar en él.

Atrapamos las letras proyectadas en las manos, intentamos capturarlas como agua de un río que nunca es el mismo río o siempre es el mismo río, vieja controversia presocrática.

Miro absorto el ir y venir de puntos, de dígitos, de letras, de píxeles, en última instancia, que pretenden ser discretos, binarios, blancos sobre negros, pero que no lo acaban de ser, la percepción humana, la mía, se lo impide, quizá la miopía contribuye, pero no es lo único, la escala macroscópica de la proyección hace inviable la apreciación cuántica, discreta, bievaluada.

microfilm_n1

Me abandono a ese mirar, ese ir y venir, ese fuego lumínico, esa bella sucesión de un periodo próximo a los 10 minutos, me abandono en una especie de éxtasis, de meditación contemplativa, que no puede y renuncia a capturar la ingente amalgama de datos, en ese camino que nos sugiere Ikeda. Me abandono y recuerdo aquella pretensión de Ad Reinhardt y su monocromía oscura y de espiritualidad rayana en el misticismo.

La música, no obstante, sigue siendo un importante factor presente y de la misma trascendencia que la imagen, aquella que en su día me dijo Jaime Vallaure que me gustaría (y tenía razón), aquella que hizo que conociese Spotify, entre cuyas listas tengo la obra completa de este autor tan sugerente. Hace años que quiero usar su música para un proyecto de sonido y vídeo, pero ver esta obra tan poderosa acompleja sobremanera. Su trabajo tiene tal calidad, tal detallismo, tal pulcritud, que no creo estar en condiciones de no manchar el uso que haga de sus temas.

Ryoji IkedaY la mezcla audiovisual realza cierto carácter dramático, podríamos decir, que además de amenizar la pieza, dota la instalación de un atractivo hipnótico, intenso sin ser cargante. Está perfectamente equilibrada, así como la aparición desaparición de las proyecciones, dejando pausas de luz y sonido que dejan al público (que interactivamente (de verdad) pasea entre la obra) en una especie de suspenso estado de reflexión/contemplación.

Mirar los entresijos, las tripas, el backstage de la instalación no hace sino aumentar la sorpresa, la admiración, contemplando cómo ha conseguido este artista una proyección tan exactamente calibrada, tan asombrosamente sincronizada, tan idealmente adaptada al espacio que, hay que reconocer, ha debido de participar activa y diligentemente en el montaje de una obra cuyas complicaciones técnicas, salvando columnas, por ejemplo, aparenta ser más difícil de lo que parece (aunque esto tenga el aspecto de una contradicción).

Sin entrar en detalles de cómo Telefónica ha conseguido tener la difusión insospechada de ocupar las miles de marquesinas que me alertaron de no perderme esta pieza, en comparación con la escasa de un día (único día) de pianos en la calle Serrano de Madrid, he de reconocer que agradezco que lo hayan logrado y espero que la gente de esta ciudad vaya a visitar la exposición de esta obra de arte contemporáneo que igual consigue que no se oiga esta palabra como un estigma, sino como algo propio de nuestro tiempo, como algo que nos es mucho más propio y cercano de lo que creemos, poseedores de smartphones, tablets, portátiles, televisores de plasma o píxeles, asistentes a una revolución, la tecnológica, que también impregna el arte, de cuando en cuando, con una maravilla como esta pieza de este artista al que seguir la pista.

De correos

Hoy no he mirado el buzón de correo postal.

Tengo una maleta (que ya son 2)
donde guardo correo postal
desde los 14 años.

Pero poca gente queda que me escriba
personalmente
por correo postal.

Yo aún lo intento, cada verano,
enviando unas 10 postales
y quizá unas 10 cartas
anualmente.

Pero no parece tener sostenibilidad
con lo difícil que es conseguir
un sello
un buzón
un sobre
palabras de 5 letras todas
como carta.

Cada vez tengo menos urgencia
por mirar mi buzón (buzones)
de correo electrónico.

Desde hace casi 30 años
tengo correo en internet
aunque aún no se llamaba internet (era en BITNET)
y mucho menos
Internet.

Tenía una cuenta en un gran IBM 3090
y no recuerdo bien el usuario
pero era algo así como JMDOMIN at IBMCCI11
para luego tener una cuenta ya formalita
allá como en 1994
en un equipo UNIX
jmdomin@Helena.iic.uam.es
cuyo nombre me evocaba a la mujer que me había vuelto loco
durante más de un año.

Aún guardo todo ese correo
y con nostalgia
algún día
como hoy
lo abro y veo qué cosas me preocupaban
para ver lo lejos que queda
y lo cerca que queda.

Los últimos años
el correo electrónico para uso personal
lo he ido reduciendo al mínimo
hasta llegar a límites insospechados
entonces.

A duras penas sigo guardándolo
cada cierto tiempo
con mi obsesión permanente por hacer backups
del universo entero
por si un día debo restaurarlo.

Pero me resulta difícil saber si merece la pena guardarlo
y, sobre todo,
qué guardar.

He comenzado a borrar mensajes que recibo
de gente cuyo correo
es meramente informativo
sin intención de ser comunicativo.

Supongo que al otro lado
muchos y muchas están haciendo eso con mis envíos de correo masivos
informativos y poco
o nada
comunicativos
en el sentido de necesitar un feedback
que alimente la conversación,
la correspondencia,
convirtiéndola
en una interacción humana a dos (o más) bandas.

Así que ahora que tengo
whatsapp
facebook
line
skype
gtalk / G+
un par de dominios (de segundo nivel) propios en Internet
jmdomin@giusseppe.net
jmdomin@clave53.org
más de 10 cuentas de email
tipo
jmdomin@gmail.com
gsspp@hotmail.com


ahora
no me siento más conectado que entonces
hace más de 30 años
cuando miraba ansioso
el buzón
en busca de una carta de una chica a la que criticar
por sus faltas de ortografía
mientras pensaba en sus enormes tetas,
ahora
voy sintiendo que almacenar la información
es inservible
y que lo interesante es la inmediatez
el ahora
el ahora mismo
mismo
mismito
ahora te llamo
ahora
hablamos
y no almaceno esa información
salvo
distorsionada
en la memoria
frágil
de mi cerebro.

Ahora
este diario
está empezando a ser
de vital importancia
para un pez
que no se llama Wanda.

El exceso de precisión en el lenguaje engendra monstruos

Es algo que siento que a veces me pasa.

Paso segundos en mi cerebro solipsista construyendo la frase perfecta, precisa, exacta, olvidándome del hecho de que en la naturaleza todo son aproximaciones. Ni siquiera existe la cosa, su frontera es ficción, no tiene límite definido ni un simple y vulgar pedazo de madera, ni de un menos poroso metal.

Me convierte en monstruo, un loco corrector ortográfico, gramatical y semántico, una especie de compilador informático de lenguaje natural, como si fuese posible…

Me pasa, sí,
simplemente
me pasa.

El doble espacio

¿Cómo puede ser que me moleste tanto una cosa tan invisible, tan insignificante, como el doble espacio?

En algo están claros: en las prisiones, cuando las rejas se cierran, es otro  mundo. Aunque no tienen necesariamente que cerrase las rejas para cometer violaciones de derechos humanos.

Hoy, en un artículo que he estado tentado de leer, en una publicación cubana en la que hablaban de las condiciones de los presos en las cárceles, me he encontrado este texto. Además de ligeras faltas de ortografía, ya de por sí molestas, no he podido seguir leyendo porque me he fijado en que entre otro y mundo hay un espacio sobrante.

No hablo de juegos tipográficos más o menos intencionados, no, hablo de ese espacio que se ha colado por una pulsación rápida de pulgar sobre la barra, hablo del descuido, de la falta de cuidado, de la desidia y la pereza a la hora de repasar la calidad de la escritura de un texto. La importancia del significante. Y cuando pasa en un periódico o en una publicación que presume de profesionalidad en cuanto a esto mismo, me parece especialmente grave, molesto, inaceptable.

¿Qué es un espacio sobrante?

Cuando se separan las palabras con un procesador de textos o algo similar, se añaden espacios para delimitarlas, pero ¿por qué con tanta frecuencia se añaden más de uno? Con un espacio es suficiente, es lo justo para que las palabras tengan aire alrededor, pero si tienen más aire no debería ser un problema para nadie, ¿no?

Pues para mí es un problema cuando se añaden espacios en blanco de más sin ninguna razón. No puedo aguantar algo que considero signo de dejadez máxima y, además de un desaliño, me resulta sintomático de cómo se trata al lector: alguien que no se va a dar cuenta de algo tan nimio como un espacio de más, un huequito insignificante, una pequeña oquedad innecesaria, aparente inocua. Pero ahí está, ahí radica el verdadero problema: no se le da importancia a la escritura si no se ve, como si la escritura fuese todo visible, cuando está, verdaderamente, basada en el contrapunto entre llenados y oquedades, entre tinta y blanco… entre sonido y silencio, por decirlo en términos musicales al más puro estilo John Cage.

Creo que este odio por el doble espacio me viene de ahorrador, de cuando un espacio era un byte (ahora también lo es, en términos de almacenamiento de información electrónica, dentro de una sencilla codificación ASCII extendida (aún puede ser más si se trata de unicode)) y había que eliminar todos los no imprescindibles para su envío telemático, por ejemplo. O para su almacenamiento magnético.

De aquella época, derivó cierto respeto por el texto como algo matemáticamente convertible, algo mensurable, y esa medida era discreta, cuántica, de bloques enteros de 8 ceros o unos exactamente, ni más ni menos. Y, sin embargo, hay a quien le da igual 8 que 16, porque no se trata de euros, sino de despreciables ceros o unos, sís o noes.

Y así, van dejando huecos de más donde no son necesarios, como al final de una oración o de un párrafo, pero este es más difícil de ver, ¡aunque se puede ver!, y también al principio de una oración, usándolos para cuadrar o maquetar texto, con fuentes no monoespaciadas, lo que resulta un descalabro desde el punto de vista del diseño del texto sobre el papel o sobre soportes de pantalla.

Pero el que peor llevo, el que no soporto y me irrita cuando lo encuentro, es el doble espacio en mitad de un texto (sin que se trata de ninguna licencia poética) por dejadez, por descuido, por desprecio del lector, por suponer que nadie se va a dar cuenta, que no hay que perseguirlo, que se puede dejar así, que se va a leer igual… ¡No! y 100 veces ¡No!

¡Lectores, rebelaos! ¡Que no os cuelen un espacio donde no haga falta! Os están llamando lerdos, incapaces de ver lo invisible, os dejan de respetar, os relegan a una posición pasiva, de complacencia y confort.

Voy a dejar varios  espacios en esta frase  que puedes contar y pensar si  sobra alguno.

Paranoias conspiratorias

Mira que soy de esos que creen en las conspiraciones que hace la gente que tiene el verdadero poder, el poder oculto, la mano negra y esas cosas, pero esto de, desde FaceBook, criticar duramente a FaceBook, acusándole de cosas que, aunque hiciese, no se podrían apenas evitar, debido a su carácter privado, privativo, de club cerrado al que se pertenece por voluntad propia, me parece tan ridículo que no sé nunca por qué sigo teniendo a esta gente por amiga, aunque sea de FB.

PantallazoEl otro día una chica comentaba algo sobre los desalojos policiales y algún amigo suyo no podía compartir el comentario, así que decidieron pensar, ambos, que la culpa era de FaceBook, que tiene unas políticas ocultistas, de distribución selectiva de la información, de censura automatizada, de la dimensión del sobrecogedor echelón, pero a diferencia de esta red de espionaje, en FaceBook… insisto, somos voluntariamente instados a colocar la información pública en un lugar privado a la vista del público.

Obviamente, este tipo de perfiles, como el de esa amiga de FaceBook, es el que critica a FaceBook, también, por su excesiva falta de conciencia de privacidad… y todo porque realizar las tareas de gestionar qué hacemos público y qué privado es sumamente complejo. Pero no, esto no es directamente culpa o responsabilidad de la empresita en cuestión: es responsabilidad nuestra, de cada uno, que ha de saber más de esas cuestiones si quiere meterse en esos fangos.

La mejor asumpción es la de suponer que todo lo que esté en FaceBook es susceptible de someterse a la voluntad última de un duendecillo de maxwell… y ahorrarse sobresaltos. O sea, todo puede pasar. No está en nuestra mano evitarlo.

Yo le dije, al menos, cómo conseguir que su comentario fuese publicado o compartido por otros. Jamás se retractó del comentario difamatorio sobre las prácticas de FaceBook. Simplemente, resolvió su problema y siguió adelante.

Ahora bien, si supieran lo que de verdad es posible y está pasando

Echelon es considerada la mayor red de espionaje y análisis para interceptar comunicaciones electrónicas de la historia. Controlada por la comunidad UKUSA (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), ECHELON puede capturar comunicaciones por radio y satélite, llamadas de teléfono, faxes y correos electrónicos en casi todo el mundo e incluye análisis automático y clasificación de las interceptaciones. Se estima que ECHELON intercepta más de tres mil millones de comunicaciones cada día.

Esto no es una broma