Instalar Linux es un acto político

Tengo entre mis manos el portátil de mi amiga Lilian. En realidad está a mi espalda.
Después de que su sistema operativo se infectase de virus, me pidió, como habitualmente, un poco de ayuda con su PC. Yo estoy encantado de ayudarla y ella suele ayudarme a mí. Es una especie de Banco de Tiempo que se viene denominando Amistad.
Pero se ha hartado, por fin, de Windows y la he convencido para que se actualice a Linux. El otro día en casa de otro amigo hablé de Linux como si fuese la décima maravilla del mundo. No es tan bueno como para eso, pero es gratis.
Gratis, distribuido abiertamente y desenganchado de los intereses de empresas como MicroSoft. Es un sistema, además, más seguro y sencillo, sí, es más sencillo. Un usuario normal no necesita nada más que un CD para instalar todo lo que suele usar,,, sin requerir piratear software de ningún tipo, sin tener que recurrir a webs de dudoso pelaje de las que acaban por descargarse programitas infectados e infectos para sus recién instalados o adquiridos Windows. Da igual la versión.
Desde hace tiempo, no lucho contra M$, sino contra la idea de la falta de libertad que subyace al hecho de que, una vez contratado este software, da prioridades sabidas a sus allegados, ya sean otros programas de la misma empresa o de terceros que pagan por desarrollar bajo el paraguas de la famosa multinacional de Bill Gates. Pero, de verdad, no es una lucha a muerte, vengadora, ni nada por el estilo, es sólo demostrar que otro mundo es posible. Esta es la verdadera razón por la que merece la pena insistir en quien se lo está pensando, cansando o cansada de virus, malwares varios, o simples problemas de licencias de software. Pasarse a Linux es algo casi diría sano.
A veces da algún problema en la instalación, pero luego ese tiempo se va a ver compensado con el uso, con la sencillez que se tiene cuando se instala cualquier programa, cualquier nuevo software. No quiero entrar a valorar las prestaciones o esas cosas más o menos técnicas como la gestión de memoria de programas, procesos, etc, porque no es eso de lo que hablamos: hablamos de que otro mundo es posible. Linux pone en cuestión el sistema económico, Linux y todo el mundo del software “abierto” pone de manifiesto que es canalla hablar de piratería sin tener en cuenta estas cosas… y es que la famosa ley sinde… es otro tema.
Mientras escribía este artículo, el PC de mi amiga ya está funcionando con sistema operativo, aplicaciones de oficina equivalentes al famoso y repirateado MS Office, tiene varios programas de correo electrónico, por supuesto navegadores, conexión a internet antes de comenzar la instalación, varias formas de grabar discos (Cds y DVDs), programas de música, de edición de fotografía digital, de edición de vídeo, de chat, de videoconferencia, de gestión de agendas… y no he tenido ni siquiera que darme la vuelta para comprobarlo, y no he tenido que infringir ninguna ley, ni siquiera atentar un poquito contra una ética estricta.
¿Por qué no se hace con más frecuencia?
Para empezar con Linux: www.ubuntu.com

Creatividad de un anuncio de Viagra

V      C      L

I      I      E

A      A      V

G      L      I

R      I      T

A      S      R

              A

$1.29/pill $1.58/pill $2.81/pill

Hoy me ha sorprendido la creatividad de los anuncios de Spam. Sí, parece mentira poder encontrarse algo próximo a la poesía visual en una publicidad de este tipo. Pero bueno, si me paro a recordar, ya me había llamado la atención las diferentes formas que tienen de saltarse las restricciones de los filtros antispam modificando letras por números y otras que seguro que conocemos.
La creatividad utilizada con una finalidad poco poética no es quizá lo que más me gusta, por no decir que no me interesa mucho, pero lo que sí puedo decir es que es creativa. Perogrulladas aparte, la dificultad que ha supuesto para estas campañas los filtros holísticos ha demostrado no ser invulnerable. Es una guerra sin final entre el no y el sí.
Siempre es la misma guerra. Parece.
No es un poema. Es sólo un ingenioso anuncio de pastillas. Utiliza los hallazgos de la poesía tipográfica o concreta. Esto, al menos, demuestra que hay hallazgos, casi podríamos hablar de progreso, en poesía: ¿La convierte esto en una ciencia o una técnica?
Desde hace tiempo me planteo la necesidad de permanecer en un eterno lugar de experimentación, de búsqueda sin objetivo, una actitud, como diría Rafael Lamata o Isidoro Valcárcel Medina, más que un acto. Esta búsqueda me hace sentir en ocasiones una especie de dispersión, de labrar selvas, de avanzar por caminos trillados o intentar construir puentes en acantilados del océano. Es una búsqueda poco eficaz, asociada al fracaso (tal como se entiende habitualmente el éxito) pero desde luego alejadísima de la frustración, de la castración, de la autocensura.
Si algo me sobrecoge personalmente de la actitud creativa es la libertad. La libertad absoluta y ejercida. La libertad es para mí la base de la humanidad. Ya lo he contado hace un par de días en la entrada referente a la pareja y la libertad. La libertad hace al hombre estar vivo, la libertad hace que la vida merezca la pena ser vivida, la libertad es lo que ha de ser buscado y ejercido en esa búsqueda, la libertad es algo no por definir, sino por vivir, por hacer, por crear. La libertad es una creación y la creación, cuando es libre, es poesía.
Sebastián Arce y Mariana Montes son creativos: Crean. Me interesa. No su habilidad técnica, más o menos imitable, incluso programable. Su capacidad para renegar de su pasado, para inventar su futuro y con ello el de los que les desean seguir me interesa. Son creadores de tendencias, pero las tendencias son otra cosa, son algo comercial o, cuando menos, basado en la popularidad, el prestigio, el marketing. La creación de tendencias me parece digna, pero lo que realmente me interesa es la creación: se sienten libres y lo de-muestran. A pesar de que este señor no me cae muy bien, respeto su trabajo y admiro su libertad creativa. De hecho, echo de menos que esta actitud no prolifere. Pero claro, la realidad, que no es sólo un bar, hace que nos sintamos incapaces de ser libres, incapaces de creer en nuestras creaciones, en nuestra voluntad libre y acabamos imitándoles, creyendo que creamos: craso error. Pero… ¿qué nos impide ser libres? ¿qué nos impide ser creativos?
El miedo.
Pero eso es otro tema.

Pareja en Libertad

Carmen está en Zaragoza en un encuentro de Tango. Fue gracioso cuando ayer su madre le preguntó al respecto: ¿Y Giuppe qué opina de eso?. Desde detrás de la silla negra nueva de dirección que nos hemos comprado para nuestra casa oficina, contesté, entre humorístico y enfurecido: ¡Mi mujer es libre de hacer lo que quiera!
Carmen se había comenzado a disculpar diciendo que era parte de su trabajo, que debía hacerlo para mantenerse al día, pero a mí me hirvió la sangre pensando cómo tantas y tantas parejas están juntas y cercenan sus libertades por el beneplácito de “la pareja”.
Y, finalmente, ninguna de las dos partes integrantes de la misma son felices, aunque la pareja, eso sí, puede llegar a ser eterna.
Nunca he sido una persona que considere que la pareja sea algo sacrosanto: es más, opino que la mejor situación posible del ser humano es la soledad, pero una soledad elegida, una soledad relacionada, vinculada a amigos, familia (aunque esa distinción da para otro largo soliloquio) y conocidos o, incluso, gente por conocer. Sin embargo, aumenta la tendencia a adoptar parejas más allá del hecho de las incompatibilidades, más allá del hecho de que quizá no se sea feliz a su lado, incluso, se está dispuesto a sacrificar el enamoramiento, esa pasión tan occidental que establece nuestras relaciones amorosas como si fuera la mejor manera de establecerlas.
He oído debates en los que siempre se critican las costumbres de acordar matrimonios (bien es verdad que suele ser muy discriminatorio para las mujeres) pero si en nuestra cultura está tan bien valorado el criterio de elegir pareja mediante el enamoramiento, ¿cómo puede entenderse que, después de un tiempo, la inmensa mayoría de las parejas admitan no estar enamoradas y, aun más, seguir juntos casi por una inercia cargada de costumbres y obligaciones?
Carmen es y será libre de hacer lo que quiera; pero no solo porque yo lo conceda, sino porque en realidad siempre lo es y lo será, le guste o no (referencia a Sartre y su sentencia “El hombre está obligado a ser libre”).
¿No hay límites en esa libertad?
La fidelidad es un artificio, una convención, que viene a asegurarnos que, en algún lugar, somos únicos, somos dueños de algo, pero ese algo no es la persona con la que estamos, es exclusivamente su posibilidad de realizar actos sexuales con otras personas ajenas a la pareja.
Bueno, supongo que nunca he entendido muy bien esto de la fidelidad. Es más, siempre me he declarado infiel por voluntad propia. Infiel, por supuesto, dispuesto a ser infidelizado.
Nunca he entendido la exclusividad, en ningún asunto, ni entiendo a qué se refiere esto de “acto”, ni lo de “sexual”, ni personas, ni ajenas, ni pareja. Para mí, todas estas palabras son dinámicas, son interpretables, abiertas y se usan para intentar acotar el significado de una palabra: fidelidad.
¿Me preocupa que Carmen me sea infiel en Zaragoza? Quizá mi subconsciente me está jugando una mala pasada y me hace hablar y pensar en ello. Quizá sea una represión consciente, racional, de unos miedos irracionales. Puede ser, pero también es importante pensar si debemos ser irracionales porque estamos enamorados o podemos manejar ambos hemisferios del cerebro: racionales e irracionales para ser más reales. (Referencia a los conjuntos de números)
Pero, siguiendo con esta pequeña idea de los números, ¿qué ocurre con lo imaginario, con lo irreal, lo soñado, las fantasías? Para mí es más de lo mismo: libertad absoluta, sin cortapisas: si se masturba soñando con otro, qué le vamos a hacer: espero que disfrute. Si me masturbo pensando con otra (no dije soñando, pero es que no suelo recordar mis sueños), espero que lo comprenda. El pensamiento es y debes ser libre. Libre absolutamente puesto que es lo que nos hace ser personas. Un pensamiento autocensurado es un pensamiento moribundo, por no decir muerto.
Y si de esos pensamientos o sueños o fantasías, hago partícipe a mi querida Carmen y ella decide hacerlos públicos, ¿no es algo acaso peor que la libertad? Claro, quizá ella (podría haberse hecho la misma pregunta cambiando los géneros) se consideraría libre para hacerlo, para divulgar la intimidad de uno de los integrantes de la pareja.
Estoy casi a punto de llegar a la conclusión de que es una cuestión más estética que ética. ¿Cuál de las dos acciones me gusta más o me disgusta más?

Esto no es una broma