¡Por dios santo!

Sí, si quieres cambiar el mundo desde el lenguaje, tienes que dejar de usar esta expresión si buscas un país laico.

Tampoco uses aDios, pues deriva de lo mismo.

Tampoco uses anímate, pues das a entender que crees en el alma.

Y podría seguir y seguir.

Ni se te ocurra festejar un domingo (día del Dominus…).

Ay, qué superficial es cambiar el mundo cambiando el léxico del lenguaje. Aprende, sin embargo, a cambiar la semántica y verás cómo, poderosamente, el mundo ha cambiado de repente.

Medalla de las Bellas Artes

medalla a los toros

En el momento en el que el toreo se consiente comienza un tropel de sinsentidos. Si además el Ministerio de Cultura se unifica con el de Deportes, ya ni hablamos. Si el gremio de Toreros es conjunto no disjunto con el de Artistas, ya está todo servido.

Ahora, después de premisas impensables de tan absurdas, viene una conclusión del todo lógica. Es el problema de los silogismos, que no distinguen entre valideces de premisas y sandeces de las mismas.

0,1 x 0,1 = 0,01 // 0,1 + 0,1 = 0,2

fuerzas que se multiplican

Claro, claro, van soltando estas «prendas» y se quedan tan anchas… sin saber que si la unidad de medida que se utilice (que es arbitraria) hace que esas fuerzas tengan valor menor que uno, al multiplicarse no se hacen mayores, sino menores. (Eso sin entrar en los valores como vector de las fuerzas y por tanto consideraciones de signo, dirección, sentido…)

Así que luego no me entienden mis alumnos de la ESO cuando les digo que no, que multiplicar no es «mejor» ni «peor» que sumar, son solo operaciones que poco entienden de moralidad y mucho menos si esta es maniquea.

¿Dejas de ser un hombre?

maltrato a mujeres

Si dejas de ser un hombre, pierdes los derechos que, como tal, posees, así que por qué no justificar actos contra ese ser in-humano que no se defenderían para humanos. Por ejemplo (y no digo que no haya que pensárselo) podría proponerse la castración o, incluso, la eliminación de ese ser in-mundo, ese ser ya desposeído por la premisa de una humanidad que le garantice unos derechos. Es más, cualquier juicio a ese ser no-humano carece de sentido, por ejemplo, a nadie le parecería una noticia seria llevar a juicio a un chimpancé por agresión.

No quiere decir que no esté de acuerdo con lo que se quiere decir «de fondo«, pero quizá me da por pensar que hay que asumir que el ser humano realiza actos buenos, malos, regulares… y se trata de juzgar esos actos, ponerse de acuerdo sobre esas normativas y aplicarlas.

Desde mi punto de vista, mucho más matizado, ese que maltrata a una mujer (o a cualquiera, ya de paso) es un ser humano condenable por realizar un acto detestable que pone en peligro la sociedad y los valores sobre los que se sustenta (por consenso).

No quiero dejar de pensar que es humano, como yo, porque entonces me puede dar por pensar que yo nunca lo haría, puesto que yo, como inherente a humanos, nunca agredo. Eso no es así: soy susceptible de ser agresivo, violento y otras cosas que recordar no quiero.

Y lo que sí quiero es que si alguna vez cometo uno de estos actos que detesto (odio la violencia física en todas y cada una de sus formas) sea considerado un humano que erró, que cometió un delito, que… hizo algo humano pero humanamente (por consenso) condenable.

Del maltrato psicológico no entro a detallar, pero es igualmente condenable… pero mucho, mucho más humano. Por aquello de la psiquis, vaya.

¿Por qué la semana tiene 7 días?

semana en hebreo

Siempre me ha intrigado esta cifra, siempre pensé que era un número muy raro, ese siete, ese número primo, que no está relacionado con los dedos de las manos, ni con los números de extremidades…

Hasta que me percaté que es un divisor de 28, es decir, se dividía en el antiguo Creciente Fértil el mes siempre lunar en 4 partes iguales, cada una de ellas de 7 días. De ahí también la importancia que tiene (y que tampoco acabé nunca de entender) el cambio de fase lunar, pues se divide en 4 fases y no simplemente en 2, que para mí era lo esperable (creciente o decreciente).

Y hoy, viendo esta imagen de los días de la semana escritos en hebreo, me ha dado por pensar que quizá hay una razón adicional para no escribir de 1 a 7 los días, sino que en realidad son 6 numerados y un séptimo que quedaba reservado a dios o lo que sea, pero que también es el que está fuera de las cuentas, y el 6 me hace recordar el sistema de numeración sexagesimal tan extendido también por aquellas latitudes en aquella época.

Es decir, la semana no es de 7 días, sino de 6+1, lo que es mucho más sencillo de comprender.

6 como en 60 minutos de una hora, como en 24 horas de un día, en una docena de huevos… a contar con los dedos… de una manera muy peculiar:

Al igual que en el caso del sistema decimal, el origen se remonta a una manera de enumerar usando los dedos de las manos. En la Antigüedad los habitantes del llamado Creciente Fértil contaban señalando con el dedo pulgar de la mano derecha, si se era diestro, cada una de las 3 falanges de los restantes dedos de la misma mano, comenzando por el meñique.

Con este método se puede contar hasta 12. Y para seguir con cifras mayores, cada vez que realizaban esta operación se levanta un dedo de la mano libre —la izquierda— hasta completar 60 unidades (12 x 5 = 60), por lo que este número fue considerado una «cifra redonda», convirtiéndose en una referencia habitual en transacciones y medidas.

Similar suerte corrió el número contado en la mano derecha, el 12, y algunos múltiplos como 24, 180 (12 x 15, o bien 60 x 3) y 360 (12 x 30, o bien 60 x 6). Por esto, el sistema sexagesimal se emparenta en su raíces históricas con el sistema duodecimal.

Droga y literatura

literatura-droga-jodorowskiNo sé si es una frase de este «mentecato» «vendemotos» o es solo una de esas cosas que se añaden al final de una frase para darles más «caché«.

El caso es que me parece completamente falta de sustento. Aunque prohibiesen la literatura, la gente no se metería líneas así como así, como se hace con la cocaína, porque leer (y entender) no es fácil. Esta es la cuestión diferencial, no el mero hecho de estar prohibida.

Pero para este tal Alejandro, debe ser que sus libros le parecen eso, recetas simplonas, sencillas y sin fondo, tanto, que puede considerar que su lectura es poco más que un estimulante químico que puede adquirirse con dinero, ingerirse o esnifarse y esperar sentado (sin intervención mental alguna) al efecto químico consecuente.

La cocaína hace efecto incluso a un ser inconsciente… no es en absoluto lo mismo que la lectura de un libro (¿literario?), pero quien así lo crea es que no ha probado alguna de las dos cosas.

Yo, lo reconozco, tampoco he probado las dos.

El verbo parecer es conmutativo

Si A se parece a B, B se parece a A.
Vamos, digo yo.

El caso es que, no sé porqué razón, se cuela la cronología en la apariencia, afirmándose cosas como «Te pareces a tu madre» y nunca «Te pareces a tu hija». Como si la preexistencia generase un privilegio en una de esas variables A o B, es decir, como si siempre hubiéramos de decir que B se parece a A, pero nunca veríamos bien afirmar rotundamente que A se parece a B, como la propiedad conmutativa nos permite.

Esto siempre me ha generado una especie de comezón mental que hace que sienta que hablar un idioma es mucho más complejo que programarlo sin todas las excepciones o usos que se le deben dar.

Por no hablar del «yo (el burro) delante para que no se espante», típico en una enumeración que incluya la primera persona del singular. (Ahora que lo pienso, no sé si aplica también para la primera persona del plural).

Hummm… dudas gramaticales, venid a mí, os imploro, os ruego que hagáis mi vida más compleja, para los días en los que pueda encontrarla aburrida…

conmutativo, va.
1. adj. Que conmuta o tiene virtud de conmutar.
2. adj. Mat. Dicho de ciertas operaciones: Cuyo resultado no varía cambiando el orden de sus términos o elementos.

conmutar.
(Del lat. commut?re).
1. tr. Cambiar una cosa por otra.
2. tr. Sustituir penas o castigos impuestos por otros menos graves.
3. tr. Sustituir obligaciones o trabajos compensándolos con otros más leves.
4. tr. Dar validez en un centro, carrera o país, a estudios aprobados en otro.
5. tr. Comprar, vender o cambiar comercialmente algo.
6. tr. Fís. Cambiar el destino de una señal o corriente eléctrica.

Vagón 22, asiento 72

ICE 1614
Hora 10:16
Día 05/07/2014
HBF Berlín
Rumbo a HH.   11:57
Planta -1
Plataforma 7
Zona D
Clase 2

Al subir
busco mi asiento reservado por 5€.

Aguardo a que un viejo alto y cabezota ocupe su lugar asignado en mitad del coche, a que se decida a hacer algo con su enorme maleta para dejar de obstaculizar el tránsito intestinal del ultramoderno caballo de hierro (y fibra de vidrio).

Unos dispositivos de cristal líquido con luz roja sobre fondo negro indican si el número de butaca está adquirido o adjudicado y, junto a ello, si se trata del anexo a la ventanilla o al pasillo.

Todos los números pares quedan a la derecha según avanzo, mientras los impares están situados a la izquierda. Por alguna razón me parece justificado ese orden por la lógica numérica, sin pensar en el arbitrio subyacente hasta que, casi 30 minutos después, leyendo un relato de Don Delillo, me da por imaginar que una sucesión de números primos sería una, matemáticamente hablando, bellísima manera de ordenar los asientos o la numeración de los inmuebles de una calle, por muy patafísico que parezca.

En el lugar previsto para mi acomode se encuentra una chica relativamente atractiva de, aproximadamente, 35 años de edad con unas perfectamente torneadas piernas que, cayendo perpendiculares, tocan el suelo que habré de pisar.

Con algo más liviano que una sonrisa, se percata de que camino buscando un número muy lejano de ser primo: múltiplo simultáneo de 1, 2, 3, 4, 6, 8, 9, 12, 18, 24, 36 y de sí mismo.

Supongo que, en ese preciso instante, no es consciente de estos detalles aritméticos, no obstante, sí reacciona al hecho de que ocupa mi (lugar) reservado.

Hace ademán de levantarse y liberar el espacio trasladándose, tras superar la minúscula barrera transversal que suele utilizarse cual reposabrazos, al asiento con mucha menor cantidad de divisores que no tenía indicación de estar preasignado en el panel cuya iluminación me había servido para conocer mi correcta ubicación espaciotemporal.

Mi cara, en concreto algunos músculos maxilofaciales encargados de articular el movimiento mandibular y bucal, así como probablemente otros que no recuerdo responsables del entrecerramiento ocular de manera parcialmente instintiva conforman una pánfila expresión que podría confundirse con invitación a continuar en el lugar que no le correspondía ofreciéndole con un lacónico «if you want to keep the window…» que declina en silencio con un cortés desplazamiento concluyendo en el pasillo del vehículo facilitándome el acceso sin dejar translucir un gesto de agradecimiento ni de indignación.

Mientras esta sinfonía gestual viene ocurriendo en la parte frontal de la superficie de esta extremidad conocida como cráneo, en el interior de la misma el menor número par de líneas de pensamiento emergen y divergen en las siguientes direcciones:

1.- ¿Resulta machista esta oferta?

Evidentemente, si hubiese sido un individuo humano de reconocido género masculino no habría ni siquiera pensado en dejar mi asiento bajo sus nalgas pero no lo reconozco como un signo o acto netamente machista pues sé, casi con total certeza, que tampoco habría hecho tal oferta a un individuo de reconocido o aparente género femenino si no me hubiese resultado agradable a la vista o al olfato, o si percibiese una escasa receptividad al agradecimiento o al, llamémoslo abiertamente, flirteo.

2-. ¿Le estoy ofreciendo aquello que disputo últimamente a aquella de quien estoy enamorado a una extraña cuyo posible flirteo no me depara más que 1 hora 41 minutos de entretenimiento y, quizá, el acceso a una conversación que haga llevadera el trayecto a modo de retribución inmaterial por una insolicitada generosidad?

Lo absurdo de que la respuesta a esta extensamente formulada cuestión sea afirmativa aún me parece o resulta peripatético cuando estoy embarcado en el viaje de regreso

(

Vagón 22
Asiento 31
ICE 1723
Hora 20:01
Día 06/07/2014
Hamburg HBF
Rumbo a Berlín (Hbf)   21:49
Planta -1
Plataforma 6(a)
Zona C
Clase 2

)

siendo el día de hoy el que Carmen y yo celebramos nuestro penúltimo «mesiversario» antes de alcanzar nuestro decimoquinto aniversario habiendo alcanzado con ello la cifra de 178 meses juntos que, promediados a unos 30,4375 días cada uno, hacen un total de 5.417,875, que redondeados a números naturales, terminan siendo 5418 días juntos desde aquel beso en la mesa de El Achuri, un par de horas después de las 21:00 del horario de verano en Madrid/Europa lo que deviene en ser la franja conocida como GMT+2.

Don Creíque y Don Penséque son familia de Don Tonteque

Este era un dicho muy común que solía decirme mi padre. Es normal, puesto que yo me jactaba de no estar seguro de las afirmaciones del mundo, las que el mundo hacía, quiero decir. Supongo (creo) que ya entonces esperaba encontrarme con un libro como Lo Neutro, de Roland Barthes.

Quizá hoy he comprendido que lo que él reprochaba con ese dicho que me sacaba un poco de mis casillas no era tanto mi obsesión reflexiva, mi cuestionamiento permanente de lo dogmático, sino el pretérito del verbo, el imperfecto simple, el centrarse en el pasado y no el presente, en la acción.

Seguiré cuestionándome porque creo que pienso que no es razonable creer y pensar sin dudar.

Y si me hace tener algún familiar tontuelo, pues bienvenido sea.

Voy a hacerme vegano

vegano Nos intentan decir que «hacerse» algo es lo mismo que «hacer» algo y no, no es lo mismo.

«Hacerse» algo es una infinidad de implicaciones de «hacer» algo. Así que son cosas cualitativamente distintas. Sería muy distinto haberlo comparado con «hacerse exclusivamente carnívoro» o con «beber exclusivamente cerveza», pero una cerveza o una mierda de hamburguesa McDonnald no es lo mismo que «hacerse» consumidor exclusivo de nada.

Sé que parece que con esto ataco a quienes sean veganos y en absoluto es mi intención: esta entrada es más una reflexión en torno a la lógica y la mala argumentación, esa basada en falacias, populista y simplona que tan frecuentemente uno encuentra en las redes sociales, lugar idóneo para estas tonterías, así que ¿por qué asustarse?

Bueno, pues me preocupa porque soy de los que cree que un buen uso del razonamiento puede conducir a una sociedad mejor, a un mundo mejor y no siento que estemos acercándonos por ese sendero estrecho.

Esto no es una broma