La panadería

Cada semana compro el pan en esta (a)típica panadería, que tan solo tiene pan de trigo, de centeno y ahora también de maíz, hecho al modo tradicional, sin ningún tipo de rarezas añadidas (pipas, semillas, etc) que lo único que hacen es ocultar el verdadero sabor del pan.

Nos gusta especialmente la hogaza de trigo y centeno, que se vende al peso y solemos comprar más de un kilogramo por semana, cortado en ese momento a voluntad en rebanadas, se congela ese mismo día una parte y aguanta estupendamente. Al usarlo, basta con descongelar en el tostador cada rebanada y listo.

En las ocasiones en las que la hogaza de nuestras entretelas no se encuentra disponible, compro hogazas grandes de trigo o de manera más atrevida, pequeñas hogazas de pan de centeno, negro, oscuro, denso…

Y siempre es un enorme placer degustarlo casi sin nada más que unas gotas de aceite.

Próxima presentación/Exposición de !ç~ñ¿.#

**Sábado 12 de enero de 2019 a las 18:00
Librería MenosDiez
Calle Espejo, 5 Ópera/SOL (Madrid)**

La exposición durará hasta las 21:00. Habrá un pequeño ágape para celebrar el evento y agradecer de todo corazón y parte del estómago la generosidad de los mecenas que lo han hecho posible.

Ese día se hará entrega (en paquetes personalizados) de las recompensas que darán lugar a una exposición única en el espacio tiempo.

Más información en la web del proyecto:
https://puntuacion.giusseppe.net

¿Libro de poemas o de puntuación aleatoria? Misterio más allá de la frontera del lenguaje. Puerta de entrada al signo puro.

El signo o el misterio
¿Significan algo estos jeroglíficos? ¿Hay forma de decodificarlos? ¿Piedra de Rosetta? ¿Si cambiamos los 27 signos por abcdefghijklmnñopqrstuvwxyz aparecerá algún tipo de mensaje oculto?

!ç~ñ¿.# es un título como otro cualquiera: combinación arbitraria (que no aleatoria) de signos conformando una palabra imposible de pronunciar de 7 letras/no letras elegidas para no engañar a nadie, indicando que el contenido está insinuado en el mismo.

La inclusión de las letras ñ y ç es una referencia al contexto actual de crispación en el que decir cualquier opinión puede ser fruto de un desencuentro, o de un encontronazo. Pero ante el miedo a la opinión pública queda la veladura, la voladura, el salto al vacío de un libro que no es un libro, de poemas que no son poemas, de palabras que no son palabras, hechas con letras que no son letras.

El hashtag (caracter de alamohadilla, almohadillado) ubicado a la derecha del mismo desetiqueta, desnumera, se opone a su utilización habitual, como esa exclamación de inicio que colocada al final convertiría el título en una afirmación categórica. Un punto que no ejerce como tal, un punto que no es final y ni siquiera seguido. De la misma manera, un signo de interrogación abierta nos remite a preguntar más que a responder. ¿Qué es esto, ¿Por qué, ¿Para qué, ¿…

Carmen de la Rosa en España Directo

Este martes Carmen de la Rosa fue grabada en una clase de Tango Argentino que imparte junto con Miguel Moya para el programa de televisión nacional (RTVE) España Directo.

Ha sido un honor y un lujo hacer este pequeño vídeo con un fragmento del programa capturado de mi pantalla (no hay manera de descargarlo de rtve.es).

La captura fue realizada utilizando el programa Kazam sobre un Linux Mint 18.3 y editado con Openshot (un editor de vídeo muy básico que tiene disponible gratuitamente Linux en sus repositorios.

Hoy era el único hombre en el autobús

Desde hace días vengo notando (no es un estudio estadístico en profundidad, ni rigor) que en los autobuses suele haber una abismal desproporción de hombres/mujeres a favor de ellas.

Hoy, el único hombre en el autobús de la línea 74 a las 9 de la mañana entre Gran Vía y Ortega y Gasset era yo, a excepción del conductor (or, or, or) que suele ser, en la mayoría de los casos, masculino.

¿Por qué hay más mujeres en los autobuses? ¿Es machismo?

Mi impresión no es que sea, en sí, machista (salvo quizá lo del conductor, or, or) pero sí un claro síntoma de que el machismo condiciona muchas más cosas de las evidentes.

¿De qué manera ha de llegar un hombre al trabajo? ¿Cuál va a ser su conversación principal en la oficina?…

Buah… tan sólo es un apunte de lo que podría ser una investigación seria sobre el desequilibrio de género que se establece en los hábitos de movilidad basados, profundamente, en los intereses y prioridades o exigencias que el sistema patriarcal impone por género.

Pero ahí lo dejo.

Recuerdo de la niñez

Comía en el Legado Crespo, en Embajadores.
Recuerdo mesas redondas de seis comensales
capitaneadas por la mayor del grupo
que siempre era una chica
porque el colegio había sido estrictamente femenino.
Los huevos fritos siempre llegaban fríos
y a mí no me preocupaba lo más mínimo.
Tras cada día de lentejas
había un día de lentejas con arroz
y un día de crema de legumbres.
Me encantaba comer en el colegio
porque sentía que era algo que hacía estupendamente
no desaprovechando ni las raciones que me daban
todas las niñas y todos los niños
que por su delicadeza
(y eso que hablamos de los 70)
no estaban dispuestos a comer restos
o no les gustaban las comidas frías
o no les gustaban las verduras
o no les gustaban… qué sé yo.
Yo era una trituradora
capaz de devorar a dios por una pata
y en ese colegio
era una persona apreciada para compartir mesa
pues servía de repositorio
para todo sobrante que había que terminar
colectivamente.
Recuerdo el frío de la sala grande
y la iluminación blanquecina
y cierto aroma a relicario
queriendo salir de la cocina.
Recuerdo las sillas de placas lacadas en verde claro
sobre tubos de hierro marrón.
Posiblemente todos estos recuerdos
sean falsos
pero son míos.
Y las lentejas de ayer
con arroz
estaban exquisitas.

Delicia de pan

Una vez a la semana (cada miércoles a las 18:45) compro pan en el Museo del Pan Gallego que está en una plazuela llamada Plaza Herradores, entre las calles Mayor y Arenal.

Procuro comprar hogaza de trigo y centeno, como en esta ocasión, y a veces hasta más de un kilogramo de pan, lo que suele durarnos casi una semana. Ayer compré cerca de tres kilos de pan, aunque podían habérmela cortado (la hogaza) pero seguro que irá cayendo a lo largo de un par de semanas.

Congelo la mitad aproximadamente y, ya cortada, tan solo he de sacar cada porción unos minutos antes de comer y tostarla para descongelar.

Es un pan formidable, de una densidad que dice que no es sólo pan para que sea bonito o con atractivo fotográfico o posturil de algún tipo. No es pan «de moda», es pan de siempre. Y se nota mucho a la hora de usarlo de manera básica, para una sencilla y sabrosa rebanada con aceite.

Hace ya varios años que lo compro y desde luego la diferencia es tal que llamarle pan a esas barras llenas de semillas extravagantes y harinados exteriormente para que tengan aspecto más «de verdad» resulta algo extraño porque no parecen ser ni el mismo producto. Pero ahí está, siendo mucho más económico por peso, aunque no lo resulte por porción. Pero… ¿Para qué se compra el pan?

o vete a tu país

Llegar al estudio desde casa es una pequeña gymkhana en la que hay que esquivar vehículos que están realizando su labor de carga y descarga en una zona plagada de comercios, restaurantes y esos otros que hacen del centro de Madrid un peculiar recreo de actividad en esta ciudad de estrechas callejuelas y plazas viejas.

Caminando por la de Callao, junto al FNAC, en un tramo habitualmente reservado para el tránsito peatonal, una furgoneta reculó mientras un viandante hubo de apartarse de una potencial embestida a una velocidad de menos de cinco kilómetros por hora.

Es comprensible el susto del caminante que increpó al copiloto un furibundo «¡Ten más cuidado!» a lo que el mismo le dijo un tímido «Lo siento, no le he visto», pero antes de llegar a sus oídos a la tibia velocidad del sonido el hombre añadió un inesperado «¡o vete a tu país!».

No me había percatado hasta ese momento que uno de ellos era «blanco», algo sonrosadito más bien, mientras que el copiloto tenía una piel algo más oscura y unos rasgos que me hacían recordar imágenes asociadas al imperio incaico.

Mi estupor fue mayúsculo pues no había imaginado que uno de ellos tenía un país y el otro otro. ¿Cuál era el mío? Desde luego, si pudiese elegir, no querría que en mi país hubiese alguien que le dijese a otra persona que se fuese a «su país», tan sólo por su aspecto físico. Le habría gritado, al canoso sonrosadito, un «vete tú al tuyo», pero soy demasiado reflexivo para espetar algo así en mitad de la calle.

No soy de expulsar a nadie, ni siquiera a este xenófobo, sino más de integrar, intentar convivir, saber cómo hacerlo, buscar maneras… pero a veces me encantaría gritarle a algún gilipollas como este: «¡vete a tu país!» y saber que ese país no era mi país.

Hasta hace un instante con miedo a un Tamayazo

No me habría resultado nada sorprendente, después de la larga historia de felonías del PP que, de repente, un grupo entero no hubiese podido llegar… o algún político hubiese sufrido un aneurisma… no sé, cualquier cosa. Así que hasta el último momento he refrescado la pantalla para ver si ocurría:

Y parece que sí.

Ahora veremos qué pasa. Pero no es el fin del mundo conocido. Ni siquiera el principio de una buena amistad…

Precio de viviendas en Madrid

¿De verdad que es preciso realizar un referendum porque una pareja se compre una casa?

Quizá, eso sí, deben matizar/suavizar su tono, pero eso es algo relativamente poco importante.

Importante es tener un gobierno que lo es porque tiene una trama tras otra de corrupción que lo ha ido encumbrando hasta estar donde está. Tamayazos incluidos. Y no pasa nada.

Pero vaya… que irse a vivir a la periferia de Madrid para comprarse una casita es algo que hacen varios de mis amigos y amigas, sin necesidad de ser representantes políticos de uno de los principales partidos del congreso.

Insistencias en asistencias

Varios correos electrónicos
solicitando información
sobre el evento del viernes pasado
inscribiéndose como seres enloquecidos
a una convocatoria generada en una plataforma
dedicada a la difusión de actividades más o menos culturales
y una avalancha de confirmaciones
a través de las redes sociales.

Realidad y ficción.
Virtualidad y materialidad.

El viernes fuimos 10 personas.
10 asistentes.
10 seres humanos que casi sin decir nada
estuvieron aquí
en el encuentro de té y poesía
que celebramos cada segundo viernes de mes
con la intención de hacer que haya algo más de poesía
en la ciudad.

Lo hubo.
No fue una convocatoria de asistencia masiva.
El precio era cero.
Gané cero euros en varias horas de trabajo.

Pero quizá no era un trabajo
sino tan solo una propuesta de amateur
para que unas cuantas personas pudieran reunirse
y compartir unas cuantas lecturas de poesía
al cálido sabor de un té.

Las personas asistentes ayudaron a la limpieza posterior
y tampoco ganaron ningún euro con ello.

Luego nos fuimos a tomar algo:
unas cervecitas en una terraza
y nos cobraron las cañas.
Y luego me fui a cenar
y me cobraron la cena.

Pero yo había conseguido que hubiese algo más
de poesía
en la ciudad.

La economía es tan prosaica…

Esto no es una broma