Ayer por la mañana nos asustamos bastante al ver desde la ventana de nuestra habitación al levantarnos esta escena que auspiciaba un infierno bajo la misma.
Carmen no veía, desde otra de nuestras ventanas, el reloj de Telefónica que solemos poder usar a modo de reloj de pared y pensó que había una niebla muy rara que lo opacaba todo. Así que se acercó a la de nuestro dormitorio y se asustó (no era para menos) ante la dantesca humareda que escapaba de un par de chimeneas justo frente a nosotros.
El cielo se teñía de gris cada vez más oscuro y llamó al 112 a informar de la situación, pero nos dijeron que ya estaban avisados y que pronto llegaría la asistencia precisa.
Habíamos pensado pasar una agradable mañana en casa: ella estudiando inglés y yo leyendo una novela de Francis Picabia, pero no podíamos concentrarnos, así que decidimos irnos y que pasase lo que tuviera que pasar.
Al salir al portal apenas nos dejaron salir, pues ya estaba inundada de policía y dos camiones de bomberos que parecían confirmar nuestros augurios. Efectivamente, parece ser que el incendio se había provocado (iniciado) en la cocina del restaurante que tenemos justo delante de la puerta de nuestro edificio.
Agradecí inmensamente no vivir en un bonito barrio de casas de madera.
El día, después, fue muy bonito y al volver a casa después de comer un menú del día con cocido completo por 12€ (en uno de los pocos lugares cuyo precio no se ha disparado por encima de los 15€), parecía que no hubiera sucedido nada y tan solo si te acercabas a las ventanas a nivel del suelo que tiene el local, antiguo lupanar de los que abundaban en la zona hace tan solo una década, podías apreciar los destrozos que el fuego había producido en el restaurante al que cada vez íbamos menos y, a partir de ahora, casi seguro que no iremos más.
Me dio por pensar (sin demasiados datos, así que es pura especulación) que las condiciones en las que muchos locales están funcionando en esta Comunidad donde la hostelería es intocable puede no ayudar a la seguridad de los mismos, por más que generen movimiento económico. Así que habrá, de cuando en cuando, quien muera rico.