Privatización de basureros

Un amigo (que me pide mantener su anonimato), ha escrito este texto que considero completamente relevante. Aunque hace un año ya hubo una huelga similar de la que no parece quedar memoria.

Es lo que tenemos porque es lo que queremos, parece ser. Esto, desde mi punto de vista, es lo más grave.

¿Quiénes defienden los servicios públicos de distintos sectores para su uso en estos tiempos? ¿No parece que la inmensa mayoría de la población está lanzada a un «sálvese quién pueda» que implica el uso privado de los recursos producidos privadamente? ¿Nadie tiene la sensación de que esto es una mirada a corto plazo que nos conduce a una sociedad clasista, elitista, que para su sostenimiento implicará la inversión masiva en seguridad (privada, espero) que tan solo asegura la posesión de la propiedad (privada)?

Hablar de la privatización de la enseñanza o la medicina, o la infraestructura básica de comunicaciones telemáticas o transportes, es ya algo que parece anticuado… pero es que sigo viendo que la inmensa mayoría de la gente que tengo alrededor, de una forma o de otra, cree más en ese modelo de sociedad. Sí, al menos me rodeo de algunas voces críticas, contracorriente, que no dejan de ser marginales que creen que el resto del mundo está equivocado o son borregos que no saben a dónde van. O sea, no creen que sea posible la democracia tal como la conocemos. ¿O esta democracia nunca fue tal?

Los madrileños estamos recogiendo los frutos de la privatización del servicio público más esencial que existe. Lo he dicho muchas veces y las que me quedan. “Cuando se elige a un cargo público, como en este caso un alcalde, se hace para que gestione lo que es de todos. Si esta persona y su equipo no están preparadas para realizar dicha labor, y le pasan el trabajo a empresas privadas y lo único que hacen es pagarles con nuestro dinero, está visto que estos políticos sobran”. El servicio de limpiezas de Madrid es la tarea más importante a la que se enfrenta el ayuntamiento. Todas las personas que vivimos en esta maravillosa ciudad producimos en un día toneladas de desperdicios. Es nuestra obligación generar el mínimo de residuos urbanos y la obligación de los que nos gobiernan, la de realizar la limpieza más exhaustiva. Las personas claves para esta función son los barrenderos. Un barrendero diligente es más importante y necesario que 10 consejeros elegidos a dedo. Madrid ha crecido en estos últimos años lo que la especulación haya querido que crezca, que no el progreso. Sólo hay que ver el número de casas vacías que hay en la capital. El número de ciudadanos también ha crecido. Por lo tanto, somos más personas generando basura y más metros cuadrados que limpiar. Sin hacer ningún algoritmo matemático, tenemos que ensuciar menos y más personas se tienen que dedicar a la limpieza. Es decir, hacen falta más barrenderos. En la capital nos encontramos con la extraña paradoja, que a más ciudadanos y más metros cuadrados: menos barrenderos. Sin embargo hay más empresas para realizar la gestión, a saber Cespa de Ferrovial, Valoriza del grupo Sacyr, OHL y FCC. Por otra parte el dinero que se destina a la función de la limpieza se recorta cada año. Estas empresas al recibir menos dinero del ayuntamiento, quieren despedir a más de mil barrenderos para que no haya perdidas. Las empresas dependen de los accionistas, entidades y personas que aportan dinero y quieren obtener beneficios. (Estos accionistas no intervienen para nada en un proceso de producción, pero en un sistema capitalista son los más importantes) Por lo tanto menos barrenderos y con peor remuneración (Se puede llegar a más de un cuarenta por ciento de reducción de sueldo) y no hablo de sueldos de cinco mil euros, siendo el trabajo más necesario que existe. Si Madrid tiene que estar limpio con menos personas trabajando, los accionistas tendrían que coger el cepillo y ponerse a barrer para poder llegar a obtener los beneficios que ellos desean con el resultado de limpieza que los madrileños debemos tener. Pero la experiencia nos cuenta, que no será así. La experiencia nos ha demostrado que el hombre continuará explotando al hombre. Un euro de impuestos de un ciudadano destinado a la limpieza de Madrid se puede dividir, en el sueldo del barrendero, el material de limpieza, el de unos cargos políticos, el del los trabajadores del ayuntamiento que se encargan de pagar a la empresa, en el beneficio de la empresa para los accionistas, en la comisión al partido político gobernante por parte de la empresa como favor prestado, en los trabajadores de la empresa que realizan las nóminas, en…..

En estos momentos el peor alcalde que ha tenido Madrid en toda la democracia, ha mandado un escrito formal a las empresas para que aseguren los servicios mínimos y ha criminalizado a las únicas personas que se pueden quedar sin empleo y dinero para poder alimentar a sus familias. Esa persona llamada Ana Botella, se ha desentendido del problema grave que sufre la ciudad que gobierna y ha echado balones fuera porque el servicio de limpieza de la capital está externalizado y son las empresas y los trabajadores los que se han de entender “Los ciudadanos de Madrid no pueden ser rehenes” frase manida, hasta el vómito. Por otro lado el periódico de La Gaceta, nos muestra orgulloso en su portada, que el ejercito puede intervenir desde el momento en el que el ayuntamiento lo solicite, comparándolo con la actuación del ejercito en la ciudad italiana de Nápoles. Allí la huelga la inicio la camorra empresa adjudicataria de los servicios de limpieza con el fin de extorsionar. Algo muy diferente a Madrid, por mucho que quieran decir que es una maniobra de los socialistas. Tomás Gómez no tiene catadura moral para expresarse en este tema, porque él privatizó la limpieza en Parla. Sería glorioso ver a los soldados limpiando la ciudad, mejor ni pensar en esa opción, bufff da miedo. Por otro lado también me asustan los sindicatos, especialmente UGT, porque por la experiencia, lo mejor es quedarse con el nombre del portavoz para ver qué cargo ocupará en unos años dentro de un ministerio. Ojalá me equivoque. Políticos, estáis para gestionar los bienes y necesidades públicas, no para venderlas. Porque entonces sobráis, los ciudadanos podemos elegir en las urnas a las empresas que realizarán las gestiones (Por desgracia es lo que hacemos de manera encubierta) Más de mil futuros parados y eso son familias. La deuda pública está basada en buena parte en la nacionalización de la deuda de Bankia. Vaca de tetas gordas que ha alimentado a nuestro políticos y amigos. Madrid 2020, vaya mierda.

¿Para qué se hace un encuentro de performance?

Organizar, como vienen haciendo desde hace una década el Acción!MAD, es algo más que meritorio, es digno de ser considerado temerario, osado, aventurado, cuando menos. Agradezco a Nieves Correa que tenga la capacidad organizativa y gestora, además del tesón para mantener en el tiempo una propuesta como esta que enriquece la ciudad siendo una de las razones por las que aún adoro y deseo seguir viviendo en ella.

También a su equipo de colaboradores, entre los que alguna vez tuve el gusto de estar, como Yolanda Pérez, esta divertida performer con quien tuve la suerte de compartir un viaje a Helsinki, dentro del proyecto Jamón-Kinkkua y muchas otras cosas, vinos, poemas, risas y más risas.

Es una delicia de humor sardónico el trabajo de La Hostia Fine Arts y su ínclito representante, Fernando Baena, quien generosamente ha compartido recientemente su Tesis sobre el Arte de Acción en España entre 1991 y 2011, y que colabora como documentalista de este y otros muchos proyectos de arte de acción.

Dicho esto, voy a criticar lo que vi, desde la humildad y el reconocimiento debido a quien hace algo que yo no sé ni sabría por dónde empezar a hacer. (Creo).

El viernes pasado convoqué a mis alumnos de talleres de Poesía a que me acompañasen a ver un día de este formidable encuentro (les dije) que se hacía en Madrid y que era, cito mis palabras precisas: «El más importante encuentro de arte de acción y performance que se realiza en España en estos momentos«.

Se apuntaron menos de los que yo imaginaba, sobre todo, creo, por el clima, que desapacible desanimaba al más pintao. Pero, aun así, eran 6 personas que en pocas ocasiones habían visto algo como lo que les «prometía» que iban a ver.

Era en Matadero de Madrid, que, dicho sea de paso, no es uno de mis lugares preferidos, pues me hace recordar cuando firmamos o subscribimos el Manifiesto de los agentes artísticos independientes de Madrid en el que «denunciábamos» el despilfarro que Cultura/Madrid hacía en macro-eventos tipo La noche en Blanco o en infraestructuras, desviando el dinero dedicado a cultura a enriquecer a promotores inmobiliarios.

No obstante, Matadero tenía una nutrida programación, variada (¿demasiado?), dentro de la que, esa noche, en una de las inmensas naves (la 16), se daba cabida a una de las noches del encuentro Acción!MAD13. El programa era el siguiente:

Nave 16-4 e Intermediae – viernes 15 – 19:30 h

  • Pierre Valls (Francia)
  • La Raya: Fernando Baena, Rafael Suarez, Susi Bilbao y Anna Gimein (Madrid)
  • Theor y Domix Garrido (Murcia)
  • James King (Irlanda del Norte)
  • Presentación del Proyecto Artpotheek (Bélgica)
  • JFA Estudio (Madrid)

No estaban en orden, pero eso quizá no es tan grave. Tampoco estaban quienes actuaron finalmente. Cambios de planes de última hora…

Lo que sí es grave es que prácticamente nada de lo que pudimos ver (y digo ver, siendo bastante generoso) no era performance.

La presentación del evento lucía por su ausencia. Se agradecería que se tuviese en cuenta a los asistentes y no solo a los conocidos asistentes (entre los que me cuento, afortunado de mí). Un poquito de «relaciones públicas» o de información a quienes asisten a un evento así hacen que estos quieran volver alguna vez… además de que no se sientan tan perdidos.

No estoy hablando de explicar las performances, ni nada por el estilo, pero sí de presentarlas, introducirlas (anglicismo literal). Y no es labor del artista, está claro: los organizadores de un evento así deben encargarse de atender al público. Salvo que asuman que no hay público, salvo que asuman que, como suele ser habitual, son eventos en espacios públicos para un público tan conocido que acaba por ser privado.

No estoy hablando de tratar al asistente con condescendencia o suponiendo que no entienden nada, pero sí facilitar una contextualización mínima de lo que ocurre.

En un lugar apartado de la inmensa (repito) nave 16 (como si de Almacén 13 se tratase) había un proyecto que estaba teniendo lugar que solo si estabas muy enterado, si habías leído muy detalladamente el programa, podías saber que formaba parte del encuentro de performance: Era el JFA Estudio, un Test que no quise hacer porque ni siquiera estaba mínimamente explicado de qué cojones iba. Eran más de 5 páginas de test… tras lo cual, decían, te daban un vaso de vino. Creo que era un vino muy malo. No importa lo del vino. Importa que nadie se preocupó en presentarnos el proyecto.

En la otra esquina había una mesa a la que estaban sentadas dos personas enfrentadas, sobre la mesa, un timbre. Sobre ellos un foco de intensidad escasa. Otro foco también cenital apuntaba a un paquete de sillas amontonadas envueltas en una tela traslúcida. Nadie nos dijo que aquello era parte de las performances del AcciónMAD, pero como somos chicos listos y además nos conocemos, pues nos acercamos a ver si en algún momento pasaba algo.

El tiempo pasaba y allí seguíamos, de pie, algo aburridos ya, pero bueno: Nadie esperaba que fuese divertido.

Presionaron el timbre de la mesa. Uno de ellos se levantó y fue, ceremoniosamente a desempaquetar las sillas que quedaron así expuestas al modo de Merzbau de Kurt Schwitters. Se suponía que teníamos que interaccionar con ellas, pero estaban bajo otro foco, muy teatralmente expuestas. Esa cuarta pared fabricada de luz, no había quien la transgrediera. Así que no hacíamos nada. Seguíamos mirando. Ellos volvieron a sentarse.

Estuvieron un rato intentando, con algún dispositivo, hacer algo supuestamente tecnológico que no acertábamos a saber qué era.

El tiempo pasaba y allí seguíamos, de pie, algo aburridos ya, pero bueno: Nadie esperaba que fuese divertido.

Presionaron el timbre de la mesa. Uno de ellos se levantó y fue, ceremoniosamente, a descubrir un proyector que estaba proyectando el muro de Facebook del evento de Acción!MAD13. Comenzaron a escribir algo en él, pero el espacio en el que se estaba proyectando era diminuto y no había quién lo leyese. Supuestamente, teníamos que hacernos seguidores o ver el muro pues estaba pasando allí algo en tiempo real.

Nadie sabía muy bien qué esperar, así que seguíamos esperando, de pie, algo aburridos…

Una de mis alumnas, por hacer algo, acabó por seguir el muro y darse cuenta de que estaban a la expectativa de que nosotros, el público, hiciese algo con las sillas.

Con el tiempo, claro, hasta los más torpes acabamos por hacer algo diverso con los objetos que habían desempaquetado como presente para nosotros. Con un poco más de tiempo, habría acabado por hacer acto de presencia hasta los efectos de la erosión.

Hacer algo con tecnología en las performances es «peligroso», pero es lo que hay. Si te lanzas por esta vía y te falla, tienes que poder seguir adelante. No dejar que se estanque en un sinvivir en el que todos los asistentes pueden suponer que está habiendo problemas técnicos. Pero no fue la única con tecnología de por medio… y en la mayoría de los casos, el uso que se hace de ella es infame: no aporta nada, salvo ruido. Además de que suele darse el caso de personas que no saben usarla quienes la usan, dando lugar a desastres que se resolverían con unos papelitos… por ejemplo. Además de haber simplificado y dinamizado la acción, generando más acción. Pero bueno, la idea no era mala… del todo.

Y, he de reconocer que, al menos, esto era una performance. Aunque no me gustase.

Lo siguiente fue una presentación de espaldas al público, que seguía jugeteando con las sillas, a oscuras, contándonos sin detalles, sin estructura, lo que podíamos ver. Entonces me enteré de que lo del Test era del AcciónMAD.

Tras la presentación, a oscuras, seguimos a oscuras.

Un colectivo presentó durante un largo rato y también con un proyector sobre el muro oscuro, en el mismo rincón en el que habían estado proyectando los anteriores, el proyecto Artpotheek, una sala en Bruselas a las que, según dijeron, seríamos bien recibidos. ¿Quiénes? Performers, asistentes, cualquiera que lo oyese…

Aquí comencé a estar seguro de que no tenemos claro esta pregunta:

¿Para qué se hace un encuentro de Performance?

Esta información no era útil para cualquier asistente, sino solo para aquellos, llamémosles, iniciados, que ya nos conocemos, que sabemos lo que puede esperarse, que disfrutamos más, muchas veces, del hecho de encontrarnos con otros amiguetes que se dedican a lo mismo… pero está claro que no es algo que se haga para público, para asistentes que no necesariamente estén interesados en un local en Bruselas dedicado al Arte de Acción.

Pasé del tema y dediqué más atención a mis alumnos, a ver si, con suerte, no se aburrían tanto y tenían ganas de aguantar algo más. Yo quería ver algo de performance, mostrarles algo del trabajo de Fernando Baena, pero no parecían muy dispuestos a soportar otro tostón mal presentado, lejano, diminuto… sin voz.

Esta es otra cuestión: creo que estamos tan acostumbrados a tener poca afluencia de público que hemos ido reduciendo el espacio escénico, la presencia, hasta hacerla casi imperceptible. Lo que era francamente ridículo, teniendo espacios tan grandes como la INMENSA nave 16. Es decir: ¿Por qué no proyectar a gran escala? ¿Se contaba con que solo iban a aparecer los 4 gatos de siempre?

La presentación de esa cosa la podía ver hoy mismo en Internet. Es más, creo que hay cabida en otros horarios, fuera del prime time performático, para hablar de cosas que solo interesan a «iniciados/profesionales del sector». Pero claro… ¿Para qué/quién se hace un encuentro de Performance?

Varios alumnos no aguantaron más. Habían pasado 2 horas. Eran las 21:30. (Empezaba a las 19:30) No había habido más que una performance y muy aburrida y mal conducida. Y hacía frío.

Llegó la presentación de La raya: Maniobra de conocimiento realizada junto a Susi Bilbao, Anna Gimein y Rafael Suárez, durante un recorrido en zigzag por los sucesivos pasos fronterizos desde A Guarda hasta Vilareal de Santo Antonio.

Pero eso era una presentación, no una performance. Era la presentación de la documentación de una acción, una presentación performática, si se quiere, pero una presentación, no una performance. Está claro que el debate sobre lo que es una performance, o sobre la importancia de la documentación hasta el punto de ser «más importante» que la acción misma estaba implícito (o así lo quise ver, para darle algo de trascendencia).

La acción me habría parecido interesante. Pero lo que estaba ocurriendo no era la acción. Y no me interesaba, más allá del golpe de efecto de entrar con un vehículo motorizado, lo que habitualmente se llama coche, en mitad del espacio escénico. Espacio que, una vez más, no quedaba en absoluto claro, de manera que hubieron de llamar la atención al respetable para que se reubicara. Al menos, tuvieron la intrepidez de hacerlo directamente, sencillamente, sin esperar media hora a que lo descubriésemos en el muro de ninguno de ellos en una red social.

Algo de agradecer son «las tablas» de Fernando Baena y de Rafa Suárez que amenizaron una tarde que iba camino de ser la más inolvidable y aburrida de cuantas haya visto hasta ahora de Performance. Su simpatía y diversión salvaron la corrida… por hacer un guiño al taurino Baena.

Incluso una de mis alumnas me confesó que esa sí que le había gustado… y yo la deprimí diciendo que ni siquiera me parecía que fuese una performance. Tras esto, también ella se fue.

Atribuyeron en un par de ocasiones la expresión «maniobra de conocimiento» a Rafa Lamata, lo que le debían, por otro lado, pero volví a cuestionarme: ¿Para quién se hace un encuentro de Performance? Volvía a estar claro que se hace pensando en los conocidos, en quienes sabemos quién es el ínclito Lamata.

Tras la cocainómana rayita, performance o no, vino lo único digno de estar en este festival. Creo que, en gran parte, se organiza para ello, para poder conocer el trabajo de una artista como Hilary Gilligan. Dicen de ella en la web del Acción!MAD13:

Hillary GilliganHilary Gilligan (Irlanda del Norte)
Domingo 17 de Noviembre / Matadero Madrid – Nave 16.4
Martes 19 de Noviembre / Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (Sevilla) ¿Qué tendrá que ver con MAD?
Sábado 23 de Noviembre / Sala Fundación Cruzcampo y Espacios Urbanos de la ciudad de Málaga ¿Qué tendrá que ver con MAD? (Es posible que sea porque se necesite financiación, pero…)

Hilary Gilligan nació, vive y trabaja en el noroeste de Irlanda. Nacida en 1963, educada en Irlanda y Toronto, Canadá en 1997 fue galardonada con una maestría en Bellas Artes por la Universidad de Ulster, Belfast.

Los medios que utiliza varían desde la fotografía, el vídeo, la instalación, la performance, el arte colaborativo, arte público y el arte comunitario. Hilary obtuvo varios encargos de arte público, becas de viaje del Consejo de las Artes de Irlanda y del Ayuntamiento de Belfast. Su trabajo ha sido expuesto, realizado y presentado en Alemania, Inglaterra, Irlanda, Serbia, Estonia, Australia, Japón y Canadá. Desde 2006 está involucrada en el proyecto «Creating Babies versus Art».

Por suerte, hubo un cambio de planes y mostró su acción el viernes. Fue lo único que mereció la pena de toda la tarde, pero eran las 22:20. Más de la mitad de los asistentes se habían ido. Fue poco o mal presentada, también, pero su presencia y la elección de espacio escénico lo cambió todo: eligió el centro de la inmensa nave y dio la luz, por fin, para que dejásemos nuestros letargos y prestásemos atención y pudiésemos ver una acción, una performance. POR FIN.

Pero no pienso contarla. Quien no tuvo el coraje de aguantar, no merece conocerla, salvo por una o dos fotografías que seguro que se encargan de publicar con posterioridad al evento.

Y esta es otra vez la cuestión: ¿para qué se hace un encuentro de Performance?

Parece ser que, principalmente, para documentarlo. Y que luego pueda aparecer en libros, en tesis, en material escolar… y se siga creyendo que se hace para un público maltratado, ignorado, que si no busca en los libros, no interesa. Estoy de acuerdo en que debe buscarse contexto en los libros, pero un encuentro de Performance debe ser de Performance art, de piezas de arte hechas con acciones, no solamente una excusa para generar documentos que justifiquen de cara a alguna galería el acto, sino sobretodo la muestra de las acciones.

El tema es largo y, posiblemente, controvertido.

Ni siquiera me atrevería (so pena de ostracismo) a mostrar estas reflexiones a las organizadoras del evento. Ni a otros organizadores de eventos similares. Pero creo que estamos echando a la poca gente que se nos acerca con una actitud rayante en el desprecio, en el orgullo, incluso, que nos hace olvidar que lo deberíamos hacer para ser un acto público, generoso, que genere inquietud, que aliente las ganas de saber desde la amabilidad, que atraiga otredades y no las repela, que no se sustente en la endogamia de las mutuas palmadas (que tengo a bien y por suerte dar y recibir). Este camino nos lleva a la extinción dinosáurica.

Y luego nos quejamos del Tango y su mundo cerrado…

Pero eso es otra historia.

Publicidad en cubierta

No se trata de un error: hay publicidad encubierta y publicidad en cubierta. Cada vez más tenemos de esta última, ahora que el liberalismo campa a sus anchas en un mundo que, en «crisis», ya no tiene reparos en vender lo que sea… aunque, sinceramente, aún quedan cosas.

Tengo entre mis proyectos pendientes el de hacer una serie de «composiciones fotográficas» en las que vaya incluyendo un edificio emblemático y una publicidad «en cubierta» de alguna marca que no necesariamente encaje con los gustos de los usuarios del edificio, como Durex Plus en la Catedral de la Aludena, por poner un ejemplo. Si todo se puede vender, ¿por qué no esto también?

Si lo de Vodafone-Sol me parece aberrante es principalmente por lo que puede ir viniendo. Es el comienzo del fin de una era… que igual nunca fue como algunos creímos idealizar.

Ayer, viendo una película bastante mala, titulada Enchufados, pero que partía de una buena idea, se desarrollaba una trama en torno al auge del poder de las corporaciones… y afirmaban que sería en un futuro… (la película es de 2009). Ese futuro ya está aquí. Durante los títulos de crédito, posiblemente lo mejor de la película, se presentan esas yuxtaposiciones casi surrealistas como el logo de MacDonalds sobre una enorme Presa Hidroeléctrica, la tarjeta VISA sobre la cubierta de un portaaviones, el logo de MicrosSoft holografiado en el centro de Stonehenge y el que más me gustó, la proyección de Pepsi sobre la superficie circular de la luna llena.

Dejo el recorte del vídeo correspondiente, para disfrute del personal, mientras no me lo borren de Youtube por vulnerar derechos de propiedad de alguna de esas empresas o una amiga.

[youtube_sc url=http://youtu.be/JN8FwMWJqnM]

Pasión por las alturas

paralelos chalecitos

Con el absurdo que da la codicia
se alzan en Madrid estas cuatro torrecillas
que han dejado el día de la bestia
a la altura del betún.

¡Cuánta tontería!
¡Cuánta osadía!
Intentar llegar a las estrellas
por sentirse humano
demasiado humano
y embarrado.

Afortunadamente
de cuando en cuando
lo que se erige
se deserige
y cae:
El tiempo lo cura todo
incluso la arrogancia
y los humanos
demasiado humanos
mueren.

Paseando, un bonito medio de transporte

bonito paseo a casaHemos venido caminando desde la consulta del dentista hasta nuestra casa. Han sido unos 6 kilómetros.
Hemos tardado aproximadamente una hora y cuarto.
Hemos movido el corazón, las piernas y el resto del cuerpo, bajo la energía solar de este fabuloso octubre madrileño.

Podíamos haber venido en autobús, en metro o, incluso, en Taxi. Pero venir andando tiene un sinfín de ventajas frente a esas opciones para distancias aceptables (6 kilómetros) por la ciudad. Además de permitirte un rato de charla con alguien a quien amas (en nuestro caso, íbamos Carmen y yo), es saludable, tonificante, por si no fuese suficiente que además es gratis.

Te permite admirar la ciudad con cierta calma, porque la calma se lleva dentro, o no se lleva.

Hemos vuelto más contentos y, sobre todo, sabiendo que la prisa es una mentira… que no nos acabamos de creer.

Bajo la lluvia habría sido diferente. Seguro.
Otro día habría sido diferente. Seguro.
Con otra persona habría sido diferente. Seguro.
Otro día, con otras actividades pendientes, habría sido, seguro, diferente.

Hoy ha sido un formidable paseo matutino que me recuerda por qué no le veía ningún sentido a seguir yendo al gimnasio.

El grito, de Embajadores

El grito

Abandonado en un rincón de la semicircular Glorieta de Embajadores, lugar por el que me paseaba mi madre de camino a mi cole, el Legado Crespo (que mantiene el nombre), situado en el Paseo de las Acacias, 2, yendo desde Mesón de Paredes, 84, por la calle de Miguel Servet (ese hereje para una secta cristiana distinta del catolicismo), y arribando a la Glorieta por la calle Embajadores.

abandonoCaíamos en la pared del Instituto (IES) Cervantes (omnipresente autor del Quijote, pero más panchesco que quijotesco, de ahí su omnipresencia consentida y fomentada) y justo ahí, justo en ese lugar, el lunes pasado, Carmen y yo, mientras paseábamos poniendo publicidad de nuestras clases respectivas (de Tango o de Matemáticas, Pilates o Física y Química), nos encontramos este grito callejero.

Se nos enervaron los pelos, entrecortó la respiración, decidimos no seguir poniendo carteles en la plaza o glorieta y subimos, tras fotografiar lo que nadie apreciaba, olvidado, hacia la plaza de Tirso de Molina (otro escritor al que defender estatalmente).

Por un instante, pensé que era un ser humano real, un cadáver abandonado de un niño pequeño que hubiese sido abandonado tras un largo deterioro, un inmigrante, pensé, al que no se podía dar cabida en uno de nuestros sacrosantos cementerios. Agradecí comprobar que la estructura interna parecía ser madera. Era Pinocchio fallecido y olvidado en un imposible rincón de Madrid.

Su grito era silencioso, Munchesco, sordo y ensordecedor.

Tengo aún el eco de su mirada clavada en mis ojos.

La experiencia religiosa de Ryoji Ikeda

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Si los Cylon tuvieran iglesias, de su único dios verdadero, serían como la instalación data.path del músico y video-creador Ryoji Ikeda, que está expuesta en la tercera planta del ESPACIO de la Fundación Telefónica, abierta al público hasta el 5 de Enero de 2014.

Las instalación consiste en un pasillo de pantallas sobre las que se va proyectando un sinfín de datos sin sentido, pero que forman, acompañados por la desasosegante música de este compositor originalísimo, una experiencia mística, una aproximación a un espíritu digital, a una desgarradora visión de los mecanismos subyecentes a un mundo virtual, a un mundo discreto en el que las matemáticas y la cibernética se hubiesen unido para generar una realidad que traspasa la frontera de lo tecnológico e invadir nuestro analógico cotidiano.

Caminar entre ellos, bajo ellos, sobre los datos, es una sensación única, que nos funde con la naturaleza de aquello que ya forma parte permanente de nuestras vidas, como este teclado sobre el que estoy escribiendo, estos píxeles que están permitiendo, encendiéndose o apagándose, que leas este texto, nos funde con la cartografía secreta de unas galaxias que solo existen en una simulación tan bella como improbable.

Se proyectan datos, puntos que sabemos que están relacionados con una instrucción matemática, programados, acordes a «un plan» secreto, que Ikeda conoce, pero que nosotros tan solo podemos atrevernos a intuir, sabiendo que existe, pero inescrutable, como aquellos caminos del Señor. Datos y puntos acompañados, en ocasiones, de sus referencias posicionales, de sus coordenadas, de su lugar en el mundo, referenciándonos al dudoso lugar que nosotros, humanos, tenemos que ocupar en él.

Atrapamos las letras proyectadas en las manos, intentamos capturarlas como agua de un río que nunca es el mismo río o siempre es el mismo río, vieja controversia presocrática.

Miro absorto el ir y venir de puntos, de dígitos, de letras, de píxeles, en última instancia, que pretenden ser discretos, binarios, blancos sobre negros, pero que no lo acaban de ser, la percepción humana, la mía, se lo impide, quizá la miopía contribuye, pero no es lo único, la escala macroscópica de la proyección hace inviable la apreciación cuántica, discreta, bievaluada.

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Me abandono a ese mirar, ese ir y venir, ese fuego lumínico, esa bella sucesión de un periodo próximo a los 10 minutos, me abandono en una especie de éxtasis, de meditación contemplativa, que no puede y renuncia a capturar la ingente amalgama de datos, en ese camino que nos sugiere Ikeda. Me abandono y recuerdo aquella pretensión de Ad Reinhardt y su monocromía oscura y de espiritualidad rayana en el misticismo.

La música, no obstante, sigue siendo un importante factor presente y de la misma trascendencia que la imagen, aquella que en su día me dijo Jaime Vallaure que me gustaría (y tenía razón), aquella que hizo que conociese Spotify, entre cuyas listas tengo la obra completa de este autor tan sugerente. Hace años que quiero usar su música para un proyecto de sonido y vídeo, pero ver esta obra tan poderosa acompleja sobremanera. Su trabajo tiene tal calidad, tal detallismo, tal pulcritud, que no creo estar en condiciones de no manchar el uso que haga de sus temas.

Ryoji IkedaY la mezcla audiovisual realza cierto carácter dramático, podríamos decir, que además de amenizar la pieza, dota la instalación de un atractivo hipnótico, intenso sin ser cargante. Está perfectamente equilibrada, así como la aparición desaparición de las proyecciones, dejando pausas de luz y sonido que dejan al público (que interactivamente (de verdad) pasea entre la obra) en una especie de suspenso estado de reflexión/contemplación.

Mirar los entresijos, las tripas, el backstage de la instalación no hace sino aumentar la sorpresa, la admiración, contemplando cómo ha conseguido este artista una proyección tan exactamente calibrada, tan asombrosamente sincronizada, tan idealmente adaptada al espacio que, hay que reconocer, ha debido de participar activa y diligentemente en el montaje de una obra cuyas complicaciones técnicas, salvando columnas, por ejemplo, aparenta ser más difícil de lo que parece (aunque esto tenga el aspecto de una contradicción).

Sin entrar en detalles de cómo Telefónica ha conseguido tener la difusión insospechada de ocupar las miles de marquesinas que me alertaron de no perderme esta pieza, en comparación con la escasa de un día (único día) de pianos en la calle Serrano de Madrid, he de reconocer que agradezco que lo hayan logrado y espero que la gente de esta ciudad vaya a visitar la exposición de esta obra de arte contemporáneo que igual consigue que no se oiga esta palabra como un estigma, sino como algo propio de nuestro tiempo, como algo que nos es mucho más propio y cercano de lo que creemos, poseedores de smartphones, tablets, portátiles, televisores de plasma o píxeles, asistentes a una revolución, la tecnológica, que también impregna el arte, de cuando en cuando, con una maravilla como esta pieza de este artista al que seguir la pista.

El día de los pianos

Ayer, 2 de Octubre de 2013, la Fundación Jesús Serra, hija bastarda del Grupo Catalana Occidente, organizaba una jornada preciosa donde 7 pianos eran dispuestos a lo largo de varios puntos de la Calle Serrano de Madrid.

Que fuese elegida la «noble» calle Serrano del barrio más pudiente de esta ciudad no es óbice para que el acontecimiento fuese bello, aunque no olvidemos la parte poco ética subyacente.

Carmen y yo, haciendo uso de nuestra libertad horaria relativa, nos dimos el lujo de pasear la calle de sur a norte desde la Plaza de la Independencia (la Puerta de Alcalá), hasta el más septentrional de los pianos, situado en la puerta del Museo Lázaro Galdiano, que tiene toda la pinta de un museo orientado a especuladores de arte, más que a propuestas verdaderamente artísticas.

Olvidándonos como pudimos del contexto, de esta ciudad que ni siquiera tiene a bien informar de un evento que enriquece el sombrío panorama cultural de la misma, incluso sin tener mucho que ver en su puesta en marcha, negando su obligación de proveer de información a los ciudadanos y no solo a los consumidores. Claro, esta propuesta era demasiado gratuita. No había forma de hacer caja. Dalí sabe de qué hablo.

Pues eso, la recorrimos y disfrutamos de un par de horas tremendamente agradables. En el piano situado en la Plaza de Colón había algo más de gente, pero en general, los pianos estaban casi abandonados, mirados a través de algún smartphone que tomaba una rápida instantánea (valga la redundancia) y seguía camino de algún trabajo rápido e instantáneo.

En el siguiente, siguiendo esta ruta de ascensión, nos encontramos una mujer argentina que tocaba un Tango de Pugliesse y Carmen y yo nos lanzamos a bailarlo. Fue un momento precioso, admirado, regalado, por la pianista, por la fundación y por nosotros.

El ruido de la ciudad insertaba sus notas discordantes en el sonido del instrumento, al más puro estilo John Cage. Tentado estuve de emular su 4’33». Pero no lo vi procedente: No era el lugar ni el momento. Como no lo habría sido de sus Pianos preparados.

Aquí se puede escuchar una muestra de un amateur (o no tanto) tocando un poco.

[audio:https://giusseppe.net/blog/wp-content/uploads/2013/10/pianoserrano.mp3]

Fuimos fotografiando diversos motivos del evento, charlando con las pobres encargadas de cuidar los instrumentos que iban a pasar más de 12 horas seguidas sin que se hubiesen molestado por pensar en ellas desde la organización que no había dispuesto ni la posibilidad de que se sentasen durante ese tiempo, ni que tuviesen ocasión de abandonar su puesto para orinar, defecar o comer. El evento era bonito… no obstante.

Y las fotos dan fe de ello:

¿Por qué vivo en Madrid aunque no es la mejor ciudad del mundo?

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Después de ver este monólogo en el comienzo del primer capítulo de la serie The Newsroom, creada por el formidable Aaron Sorkin, me quedé pensando en la pregunta que había hecho la muchacha.

¿Por qué creen que América (sic) es el mejor país del mundo?

Está claro que la pregunta es capciosa como poco, pues da por hecho que lo es. En lugar de preguntar, a priori, si verdaderamente lo es.

Pero también tiene algo de, digamos, verdad: si estás en un lugar, sea América o Madrid, es porque se supone que lo has elegido (tienes esa capacidad, al menos) y has decidido que es el mejor lugar del mundo en el que deseas estar.

¿Alguien elige a conciencia el mal? Por esta pregunta tuve un debate inacabado con mi profesor de Filosofía de COU, el ínclito Manuel Sánchez Ortiz de Urbina.

Entonces, debo hacerme esa pregunta: ¿Es Madrid la mejor ciudad del mundo?

Y no sé qué responderme.
Seguramente diría que depende de cómo se mida esa palabra «mejor», tan inocente…

Hace años, escribí un relato titulado Crónicas de una ciudad muy dura pero de la que sigo enamorado, en la que terminaba diciendo que la amaba aunque tuviera granos.

Hoy día, con una ciudad que desanima a cualquiera a ser diferente, ruidosa, con habitantes bastante irrespetuosos con sus vecinos en todos los aspectos, con difícil convivencia, una ciudad hostil para el emprendimiento, un gobierno elegido que da vergüenza por lo pazguato, lo fundamentalista religioso, la podredumbre moral de los políticos, en un país más preocupado por la siguiente victoria de Nadal que por cualquier evento cultural, en un país que rescata bancos sin que exista la más mínima repercusión sobre sus propietarios, los que arriesgaron jugando a la especulación en este sistema que alienta la ambición como soporte del mismo, en un país casi militarizado, con leyes que se aplican contra todos, para evitar que tengamos que ser capaces de llegar a acuerdos, en esta ciudad, capital de este país, vivo disfrutando, como hoy, de un paseo bajo la lluvia y sabiendo que esta tarde puedo ir a ver a mi amigo Jaime Vallaure, quien expone un trabajo cerca de casa, en esta ciudad que se viste de sol, de nubes, de agua y hasta de humo, sí, de humo, con sus mejores galas, esta ciudad en la que tomarse un café con leche es de lo mejor… también anima.

No es fácil caminar por unas aceras infectadas de ciclistas desaprensivos (no todos los ciclistas son desaprensivos, solo aquellos que lo hacen por las aceras), por mascotas maleducadas (no todas lo están), conviviendo con horarios dispares, con gente que no siempre piensa en que el espacio es compartido.

Pero hay alegría.

Sí, no sé cómo expresarlo, pero la gente suele, incluso cabreada, ser alegre. Y la luz de este azul metálico impacta en el pecho, lo abre y hace sentir que se está donde se quiere estar. Es desordenada y sucia, pero eso mismo da una cierta sensación de libertad inaprensible, un poco lo contrario a ciudades como Estocolmo, donde tenías la impresión de que se iba a romper si la mirabas demasiado. Es no demasiado cara. Hay ganas de hacer cosas, voluntad, por encima de las dificultades lo que no deja de despertar la creatividad, aunque vendría bien un poco de ayuda.

Es vital. Madrid es una ciudad viva, con gente en la calle hasta tarde, con negocios y ocios abiertos con frecuencia hasta la hora en la que toca despertarse. Llego de, por ejemplo, Colmenar Viejo, y lo primero que agradezco es que haya gente, mucha gente por la calle, gente que va y viene, gente que se mira, aunque no mucho, que procura no chocarse caminando por la estrecha acera mal compartida, gente que saluda y alguna que no lo hace, gente que tiene ganas de vivir y saben que están vivos.

Estaría bien que fuese perfecta… o no.

De momento, aunque tengo claro que, posiblemente, Madrid no es la mejor ciudad del mundo, sigo eligiéndola como lugar donde deseo vivir. Espero que no empeore.

Esto no es una broma