Agradecimiento pleno por estas estupendas fotografías que describen completamente la acción titulada «Crisis del Pensamiento Racional» realizadas por Ana Matey.
María
Partitura detallada de «Crisis del Pensamiento Racional»
Fecha
17 de junio de 2017
Lugar
Espacio Matsu
Ocasión
VI Encuentro MATSU 2017
Duración
7 minutos 27 segundos (aproximadamente)
Nombre
Crisis del Pensamiento Racional
Texto enviado a la organización del encuentro para encuadrar la acción
Frases de Hegel. Un poco de Discurso del Método. Cuarto y Mitad de la Crítica de la Razón Pura.
Todo lo que es real es también racional y que todo lo que es racional es real.
El principio del tercero excluido, algo o es A o no es A, es la proposición que quiere rechazar la contradicción y al hacerlo incurre precisamente en contradicción: A debe ser +A o -A, con lo cual ya queda introducido el tercer término, A que no es ni + ni – y por lo mismo es +A y -A. Una cosa es ella misma y no es ella, porque en realidad toda cosa cambia y se transforma ella misma en otra cosa.
El método del conocimiento no es una forma meramente exterior, sino que es alma y concepto del contenido.
Lo bello artístico es superior a lo bello natural porque en el primero está presente el espíritu, la libertad, que es lo único verdadero.
La realidad no existe. PI es tres. Dios no ha muerto: ha mutado.
Realización
Prepar-acción
(Prácticamente una instalación)
Trazar un cuadrado en el suelo de 3 metros de lado (3mx3m) y desde el centro del mismo una circunferencia que tenga el mismo área de 9 metros cuadrados. Es una obvia referencia al celebérrimo problema de la cuadratura del círculo que, como se sabe, no tiene solución.
9 = PI * r ^ 2 , lo que implica que r = sqrt(9/PI)
=(+o-) 1,692568751
donde podemos observar que el radio en cuestión es un número trascendente que se aproxima remotamente a 1,7 metros.
En cada vértice del cuadrado que, como es natural habrá quedado fuera del círculo en cuestión, situar los siguientes elementos sucesivamente comenzando por el vértice más cercano al norte y continuando en el orden de Norte, Oeste, Sur, Este:
1. Norte: | 1 Cencerro |
2. Oeste: | 1 Escurridor |
3. Sur: | 1 Tambor |
4. Este: | 1 Regadera |
Dejar, en el centro del círculo que, a la sazón, también es el centro del cuadrado cuya área coincide con la del círculo de manera burdamente aproximada, un ejemplar del Discurso del Método de René Descartes conteniendo entre sus hojas cuatro textos de autores de filosofía racional que estarán también distribuidos en el mismo orden númerico (geográfico, que no geomántico):
1. Norte: | Platón o Aristóteles |
2. Oeste: | Descartes o Spinoza |
3. Sur: | Kant o Hegel |
4. Este: | Heidegger o Wittgenstein |
Acción
Coger el libro del Discurso del Método del centro del círculo.
Recorrer el círculo/cuadrado, pero al mismo tiempo sin cuadrar, en la dirección mencionada anteriormente: N, O, S, E.
En cada uno de los vértices llevar a cabo el siguiente ritual:
- Extraer el texto del libro el fragmento seleccionado del autor correspondiente.
- Leer el texto en cuestión por un tiempo de un minuto o menos.
- «Ponerme» el utensilio o utilizarlo de la manera que en la ocasión considere más irracional posible.
- Comerme el texto impreso.
Terminar la acción lanzando con las manos el Discurso del Método por los aires con la mayor fuerza posible, intentando que no vuelva a la tierra pero sabiendo que, gravitatoriamente, esta parte de la acción resulta medianamente previsible.
Motivación
Que el pensamiento racional está en crisis no lo pone nadie en duda, creo que es de dominio público y seguro que hay estudios enjundiosos sobre el tema. Saber el porqué de esta crisis es difícil, aunque se apuntan históricamente algunos hechos.
Me gustaba pensar que Hegel (1770-1831) tuvo la osadía de afirmar que después de él no era posible hacer filosofía, y en parte era cierto, en el sentido como se había entendido hasta ese momento.
Y, tomando de la wikipedia algunas de las reflexiones que indujo, podemos ver la trascendencia que tuvo en otras áreas como la científica o la artística, amén de la lógica y con ello la matemática y la metafísica.
todo lo que es real es también racional y que todo lo que es racional es real
Tremenda afirmación que conlleva una fortaleza asociada al ser humano, ser racional por antonomasia, la verdadera gobernanza del mundo. Habrá que esperar a la fenomenología de Husserl para encontrarse afirmaciones tan poderosas, pero esta es, sin duda, una afirmación tremenda que no deja otra opción que la introspección más platónica para llegar al conocimiento. Y el pensamiento deductivo vive así su momento de gloria. Su cima, su cúspide. En cierto modo, sí que es cierto que más allá de esta afirmación, quedaba poco que hacer, salvo razonar, para conocer la realidad.
Es una aproximación que, en ocasiones, en ciencia, podría ser comparada con la más teórica de todas, aunque no descarta la racionalidad si se implementa un método de experimentación también racional. Y así el método científico tiene, desde Descartes, a su más firme adalid.
Sobre la filosofía de la historia que deduce de esta afirmación, me reservo mi opinión, pero la influencia directa en Marx-Engels es de tal magnitud, metodológicamente hablando, y con ello uno de los más lúcidos análisis de la historia de la humanidad que se haya dado, así como el nacimiento de las antropologías sociales y otros análisis que se hicieron posible gracias a esa afirmación, que no es pensable imaginar la sociedad actual, la economía actual, sin recordar con una sonrisa a este pensador oscuro.
El principio del tercero excluido, algo o es A o no es A, es la proposición que quiere rechazar la contradicción y al hacerlo incurre precisamente en contradicción: A debe ser +A ó -A, con lo cual ya queda introducido el tercer término, A que no es ni + ni – y por lo mismo es +A y -A. Una cosa es ella misma y no es ella, porque en realidad toda cosa cambia y se transforma ella misma en otra cosa.
En lógica, va a ser explosivamente revolucionario con esta famosa teoría del tercer excluido que armonizaba, por vez primera, a Heráclito y Parménides, superando sus inmovilistas teorías de esto es así, pues no, es asá… y va este y dice… pues no, se construye una nueva cada vez, a partir de “contrarios”.
Aparenta ser algo que entroncase con el pensamiento tao (yin/yang), pero está absolutamente dentro del pensamiento occidental. Esto quiere decir, entre otras cosas, que ambos pensamientos no son tan divergente como quieren hacer creer algunos aduladores vacuos de todo orientalismo como si el pensamiento occidental, el pensamiento racional no tuviese herramientas para llegar a lugares donde otros han llegado.
Sin profundizar tampoco (no da para tanto una entrada de un blog que debo terminar en menos de dos horas), cabe apuntar que todo pensamiento que se precie de serlo es racional, aunque no todas las lógicas tienen los mismos axiomas. Hegel no cuestionó la existencia de un Dios, único y, a pesar de su pretendido panteísmo, parcialmente antromórfico, heredero de un substrato judeo-cristiano. Ya vendrá Marx a poner otro término en lid y sacar de la palestra lógica a Dios.
El método del conocimiento no es una forma meramente exterior, sino que es alma y concepto del contenido.
Como decía unos párrafos más arriba, fue el adalid por excelencia del método, tanto de pensamiento como el científico. Haciendo del pensamiento la forma para llegar a todo conocimiento objetivo. A partir de la metodología compartida, y esta es la maravilla del método científico, se puede convertir una serie de experimentos subjetivos en un conocimiento objetivo. Si ese método es ignorado, o no puede usarse, no puede realizarse una extrapolación a conocimiento objetivo a partir de experiencias individuales subjetivas.
En este error incurren los que usan de la ciencia solo algunas partes, aisladas, interesándose por un bonito título sin preocuparse por el hecho de que la metodología es a la ciencia lo que las letras al discurso.
Lo bello artístico es superior a lo bello natural porque en el primero está presente el espíritu, la libertad, que es lo único verdadero.
Pero si en ciencia o en lógica fue crucial, no lo fue menos en arte, donde una afirmación como esta va a hacer saltar por encima todo el clasicismo.
Y es que no olvidemos las fechas en las que se hace semejante proposición: principios del SXIX.
Surge el romanticismo, lo que muchos opinan que es el comienzo de la contemporaneidad, aunque bien habría que esperar, desde mi punto de vista a la maduración de este sentimiento hasta mediados de siglo, cuando Baudelaire exalte la búsqueda de esa belleza artística hasta el punto de hacerla su único objetivo y generar la estética que habría de gobernar el nacimiento de todos los ismos desde el simbolismo hasta la mitad del siglo XX, por lo menos. La intención, la voluntad del artista, va a ser, a partir de él (o de ellos) lo que pueda caracterizar a una obra como artística.
Aún quedaba más de medio siglo para que lo “demuestre” con un experimento el gran Marcel Duchamp con su orinal, llamado fuente. Y había pasado un siglo desde Hegel.
Pero la revolución más evidente, más directa, se produce en la eclosión de filósofos que bien podríamos agrupar como post-hegelianos en el sentido, la mayor parte de las veces, de suponer, como quizá él habría soñado, su antítesis o, mejor aún, sus antítesis. Como en el caso de Baudelaire, surgirán varias décadas después de su muerte, como si su pensamiento hubiese necesitado un tiempo de reposo, como si fuese el guano sobre la semilla, que iba a dar lugar a un nuevo mundo.
Y en parte, ese nuevo mundo, huiría de lo racional, intentaría escapar de esa cárcel tan bien diseñada que había realizado el arquitecto mental más prolijo que hubiera existido.
Buscaría vías tan diversas como los pensadores que las concibieron, de Schopenhauer a Nietzsche, pasando por Kiérkegaard o Compte, entre otros, innumerables, que jalonan el siglo XIX con, ya no soluciones, sino quizá, nuevos planteamientos del problema: el conocimiento de la realidad.
Y en ciencia, se van a seguir los cánones racionalistas hasta bien entrado el siglo XX, pero apareció la Cuántica y puso algunas cosas patas arriba: entre otras cosas, apuntaba, por primera vez, la importancia inolvidable del observador y la afectación que ocurría sobre un experimiento al ser observado, poniéndose en cuestión la propia esencia de la metodología.
Así como imponía, según los modelos existentes (los actualmente existentes), limitaciones al conocimiento de la realidad. El principio de incertidumbre viene a ser la patada más dolorosa que le hayan podido dar en los cojones mentales al esquema presuntamente omnipotente hegeliano.
La ciencia se reconocía, por primera vez en su historia, incapaz de conocer en detalle la realidad. O planteaba temas como la dualidad onda-corpúsculo que tendrían mucho que ver con la semántica. ¿Y si encontrásemos nuevas palabras? ¿Podríamos, quizá entonces, describir mejor la realidad y, de ese modo, aprehenderla, conocerla?
Pero no se puso en cuestión su metodología, que seguía siendo su verdadero fundamento. Si se pone en cuestión, quizá la ciencia deba dejar de llamarse ciencia. Y surgen las pseudociencias, más o menos bienintencionadas, que vienen a querer explicar lo inexplicable, desde las almas, sin Dios mediante, a presuntas apariciones, por no hablar de otras cuestiones que quedan completamente al margen de cualquier posible experimento tachable de científico. Solo se verifica en tanto exista fe. O sea, renuncia explícita a convertir una experiencia individual en una objetiva.
Teniendo en cuenta que también en ética se ha llevado a cabo una revolución que privilegia lo individual, y no estoy hablando del individualismo sino más bien de un cierto relativismo moral, fruto, en parte, de la globalización que ha conducido al reconocimiento de que algunas de las afirmaciones de Hegel eran claramente erróneas, como aquella de la superioridad moral centroeuropea (diga Merkel lo que diga) y cristiana, que no puede ser muy defendida después del holocausto nazi, y también a la influencia de pensadores que han radicalizado la innecesaria existencia de Dios como garante de la moralidad, nos encontramos tan perdidos que buscamos verdades que nos sirvan de brújula en un mundo cada vez más complejo y menos comprensible.
Así, nace el New Age y sus fáciles, populistas, soluciones a problemas que, cada vez, parecen más difíciles de plantear.
Y entre las muchas “herramientas” que deciden manejar, en una pretendida seriedad que les otorga una interpretación de la ciencia, está la Cuántica. Quizá por desconocida, es utilizada con prodigalidad hasta el ridículo. Se hacen afirmaciones que la relacionan con estados mentales, con sanaciones… vaya… es la panacea.
Menos mal que hay quien es capaz de hacernos comprender que es un error, como en esta ocasión mi gran amigo Xabi, doctor en Química Cuántica de la Facultad de Ciencias de Donosti. Espero que haya quien sea capaz de leer lo suficiente como para descubrirlo. Porque se trata de esto, hay que dedicar tiempo a conocer las herramientas: la mente se cultiva leyendo, pero no cualquier cosa, igual que no se trabaja la tierra con cualquier apero. ¿Qué leer? Hummm… ¿Quién decide esta cuestión?
Método, método, método.
Apéndice: Textos escogidos
Platón, República:
«¿No percibes que las opiniones sin ciencia son todas lamentables? En el mejor de los casos, ciegas. ¿O te parece que los ciegos que hacen correctamente su camino se diferencian en algo de los que tienen opiniones verdaderas sin inteligencia?»
René Descartes, Discurso del Método:
El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo: cada cual piensa estar tan bien provisto de él, que aun las personas más difíciles de contentar en cualquier otro asunto no desean generalmente más del que tienen. No debemos creer por eso que se equivocan; este hecho testifica más bien que el poder de juzgar bien y de distinguir lo verdadero de lo falso, que es lo que denominamos buen sentido o razón, es igual en todas las personas y, consiguientemente, que la diversidad de opiniones no se debe a que llevamos nuestros pensamientos por distintos caminos y no consideramos las mismas cosas. Porque no basta con tener buen espíritu; lo esencial es aplicarlo bien. Las almas más grandes son capaces de las mayores virtudes y las que caminan lentamente pueden avanzar mucho más (si siguen el camino recto) que los que corriendo mucho se alejan de él.
I. Kant, Crítica de la razón pura:
«Ese territorio [el del entendimiento puro] es una isla que ha sido encerrada por la misma naturaleza entre límites invariables. Es el territorio de la verdad – un nombre atractivo – y está rodeado por un océano ancho y borrascoso, verdadera patria de la ilusión, donde algunas nieblas y algunos hielos que se deshacen prontamente producen la apariencia de nuevas tierras y engañan una y otra vez con vanas esperanzas al navegante ansioso de descubrimientos, llevándolo a aventuras que nunca es capaz de abandonar, pero que tampoco puede concluir jamás.»
M. Heidegger, El ser y el tiempo:
Al señalar las tareas implicadas en el “planteamiento” de la pregunta por el ser, se ha mostrado no sólo que es necesario precisar cuál es el ente que ha de hacer las veces de lo primariamente interrogado, sino que también se requiere una explícita apropiación y asegurar la correcta forma de acceso a él. Ya hemos dilucidado cuál es el ente que desempeña el papel principal dentro de la pregunta por el ser. Pero, ¿cómo llegará este ente a ser accesible y a entrar, por así decirlo, en la mira de la interpretación comprensora?
Las ondas Hertzianas de Karlsruhe
Inevitable acordarme de mi amiga María en esta conclusión del libro IDEAS que he terminado de leer hoy, después de varios meses de lenta lectura.
Curioso encontrarme con esta pequeña aventura de un científico en la ciudad que ella habita ahora, pensando que las ondas hertzianas nos mantienen unidos en esta distancia que nos separa en la tridimensional pelota cuya superficie manchamos.
Pero este libro no termina nunca de ser leído. Según lo cerraba, me daba cuenta de cuántas páginas de futuros libros me ha abierto. Me resulta fascinante poder seguir aprendido de por vida.
Contenedores de plástico
El otro día en la charcutería
al pedir unas cuantas lonchas de lacón
me las envasaron en un contenedor de plástico
que pesaba casi tanto como las lonchas de lacón.
Al pedir unas cuantas lonchas de chorizo
me las fueron a envasar en un contenedor de plástico
que pesaba casi tanto como las lonchas de chorizo.
Comenté al charcutero que se gasta mucho
en contenedores de plástico
que pesan casi lo mismo que su contenido
y me miró desaprobando mi triste comentario.
Me dijo que así se conservaban mejor y que lo hacía
por los clientes.
No quise contrariarle
ni hablarle de lo que significa pensamiento a largo plazo
así que le pregunté
si el chorizo no aguantaba un poco más que el lacón
sin necesidad de utilizar otro contenedor de plástico
que pesaba casi tanto como las lonchas de chorizo
y me dijo que por él me lo daba en papel de estraza
y le dije que por mí me lo diera en papel de estraza
así que el chorizo me lo dio en papel de estraza
que pesaba mucho menos que las lonchas de chorizo.
Cuando al cabo de tres días en el frigorífico
terminé las lonchas de lacón
que había envasado en un contenedor de plástico
que pesaba casi tanto como las lonchas de lacón
reutilicé ese contenedor para contener
las lonchas de chorizo
que había envuelto en papel de estraza
que pesaba mucho menos que las lonchas de chorizo.
Hoy encuentro que las nueces
estaban envasadas en un contenedor de plástico
que pesaba casi tanto como las nueces
y las magdalenas
estaban envueltas de dos en dos en bolsas de plástico
que pesan casi tanto como las magdalenas
y no doy abasto
a reutilizar
tanto plástico bienintencionado
por más que envuelva restos de fruta
por más que envuelva restos de té
por más que envuelva restos de huesos
por más que envuelva restos de servilletas
y acabo tirándolo
sin pensar en su posible reciclaje
pues las dos otras erres
son desatendidas tan salvajemente
que me parece hasta ridículo (otra erre).
Aterrador
La tristeza invade mi mente
con la certidumbre de las corrientes cíclicas
que garantizan un retorno a la oscuridad
como sólo un new age puede prometer y augura.
Me entristece sentir que el desprecio a la filosofía
a la ciencia
a la lógica
a la búsqueda racional de conocimiento
se extiende
desde todas las áreas
desde todos los ángulos
desde todo rincón
y en un minúsculo reducto en mitad del océano de pergaminos gastados
resisten incautos
quienes no se sienten tentados por la facilidad de una revelación
por acercamientos irracionales
por ejemplos sin método
por prejuicios vacuos.
Temo siglos de oscuridad vestida de colores fosforitos
quemando diferencias
en la hoguera del ruido.
La libertad de la performance
El sábado presenté la acción ¿Y si mi cuchara es un tenedor? en el V ENCUENTRO Artes Vivas y Efímeras que convocaba Ana Matey en el centro de creación Matsu.
El trabajo que mostraba trataba sobre la libertad, sobre esa resistencia a aceptar la obligación, el dictado, la norma. Y su reverso más liberador: la creatividad, la realización como demostración de que todo es posible; la cuestión siempre es el cómo.
Tras una sucesión de acciones de diferentes enfoques, realizadas por Analía Beltrán i Janés, Pedro Déniz, Giusseppe Domínguez (yo mismo), Sofía Misma, Georgina Marcelino, Blanka Palamós i Claramut con su pareja y su bebé, Elisa Miravalles, Anna Bonfill, Eva Rodríguez, Blanco&Roja (Alba Blanco+María Roja), Nieves Correa, Abel Loureda y PACK Performance Art Company compuesto por Xirou Xiao, Xiaozhen Mao, Meng Meifu, Shihua He y Analía BiJ, cenamos en estupenda armonía una variedad de platos que cada cual había aportado con sus mejores intenciones y sin la menor problemática asociada a las dificultades habituales que últimamente pueblan cualquier evento gastronómico.
Acabó estupendamente, con un ambiente ameno y divertido, como suele terminar este tipo de eventos y me volví a casa (traído generosamente por una recién conocida documentalista) con una enorme sonrisa que no sabía muy bien explicar hasta que la contrasté con otros eventos de los que suelo volver agotado (no sólo tango).
El sábado, por encima de todo, primaba la libertad. Una libertad que se respiraba en un Epojé (del griego ἐποχή «suspensión») que casi hacía mi propuesta innecesaria, por falta de contexto. Pero también estaba presente en la creación variopinta, sin censuras, por placer, por onanismo, casi, pero sin desconsideración egocéntrica mediante, salvo la justa y necesaria.
Tuvo un colofón «discotequero» en el garaje/cobertizo del lugar con bailes bajo la acertadísima musicalización de Les Inspecteurs, donde cada cual movía su esqueleto como le venía en gana, sin pensar en técnicas, ni en calidades, ni en niveles, ni en nada que se le parezca. Cada cual ejercía la libertad de moverse bajo los estímulos recibidos sin otra premisa que la de dejarse afectar por la música.
libertad como bandera,
objetivo y método,
propuesta de partida y punto de llegadalibertad de acción
de las acciones y de las palabras
libertad de culto culta
libertad
libertad en todos los sentidos consentida sin consentimiento innecesario
libertad
liberadoralibertad en potencia y acto
libertad de verbo y gracia
libertad agradecida y agradecimiento
por generar espacios
donde la libertad
lo sea todo
y lo permita todo
pues sólo en libertad
concibo amor
concibo humano
concibo ser (llamémosle existir)
concibo concebir
concibo amar
concibo la felicidad
Afortunadamente, sé rodearme de quien al rodearme no me encadena, sino que abren veredas para que siga explorando el infinito universo de la vida.
Que cada uno recapacite
Recapacitando:
Se trata de defender la lactancia pública (en público) mediante la comparación con la natural lactancia de una vaca. Supongo que no lleva implícita la comparación de una madre con una vaca.
Pero el argumento de lo natural es un argumento vacuo en relación al ser humano, pues no hay humano sin lenguaje, sin constructo social…
Recapacitando, no me sobra, si se ha de mantener el paralelismo naturalista, el acto público de lactancia, pero entonces sí que me sobra la ropa de la mujer y el bebé, así como los tatuajes.
No veo ningún problema y sí muchas ventajas (me encanta verlo) en la lactancia en público, pero no admito el argumento que se pretende dar para defenderla. No es un tema de género, por supuesto, sino de lógica.
Maestro, tengo un problema.
Está claro que el mensajito tontuno abunda en las redes sociales (este u otro), pero que nadie se pare a pensarlos, a leerlos con profundidad, me parece algo inadecuado.
Más allá de que nunca me ha caído bien el Jodorowsky y su oportunismo marquetiniano, su chamanismo de andar por casa y su literatura de autoayuda que, eso sí, nunca es barata… me paro a leer línea a línea:
Maestro (ya empezamos mal), tengo un problema (¿problema? ¿uno? ¿tengo?) con mi hijo (…):
Ni quienes damos clases deberíamos ser llamados maestros, pues implica cierta posición de poder (maestro=master, amo), ni se puede suponer que los problemas «se tengan», ni mucho menos que quien lo tiene sea el padre, pues quien verdaderamente lo tendría (supuesto que se pudiera) sería el hijo, ni está claro que sea sólo uno (y no trino ;-)), un único «problema».
Con esto, que no es más que el comienzo del primer párrafo, ya he pasado unos segundos pensando… y algunos más comentándolo en este estúpido diario solitario.
No sigo palabra por palabra, pero mi mente sigue haciéndolo (notas, colegio, alta calificación…).
Este primer párrafo, inmediatamente, lo invierto o conmuto para ver si sería igual la reacción de quienes lo publican:
[…] alta calificación en matemáticas y pésima en dibujo.
…
– ¡Lo pondré de inmediato a tomar clases particulares con un profesor de dibujo!Jodocosa: – Necio, ponlo de inmediato a tomar clases particulares con un profesor de matemáticas.
Pero ya el último párrafo, esa coletilla moralista y utilitarista me parece el remate del absurdo:
¿De verdad que todos servimos para algo? ¿Y ese algo no es lo mismo?
¿A nadie le suena esta última frase a repartición de roles preasignados en la sociedad?, en una sociedad ya no estratificada, sino directamente de castas, como la más tradicional de las hindúes, donde hay quienes sirven para la religión, quienes sirven para la guerra, quienes sirven para el comercio, etc.
A mí, que me paso la vida cuestionándome ¿Para qué sirvo? me parece de una vacuidad tal esta frase que ya sólo por ella no leería nada más de este Jod-ido.
Pero la pregunta no importa, el pensamiento crítico, la duda, es algo del pasado, lo importante es la respuesta, el saber, el saberlo todo… hay que ser más listo, más y más algo, el mejor dibujante o el mejor matemático… el más, el más… para conseguir el éxito.
Porque de eso se trata, de éxito, de ser el más, el que va a procrear, el que se quedará como líder de la manada, el que transmitirá su superioridad a la progenie.
Y a mí que sigue interesándome, con más o menos dolor agudo en las articulaciones, el fracaso…
Sobre los alpes franco-suizos
Volar sigue pareciéndome mágico, por más que comprenda la física subyacente:
La era de la estadística
Estamos viviendo la era de la estadística.
Cuando me toca algún alumno de clases particulares de matemáticas, especialmente de ciencias sociales, tengo que repasar estas temáticas que me espantan de la probabilidad y la estadística, cuando yo siempre he sido una persona más de álgebra y topología.
Pero hoy, pensándolo, recordando una conversación que tuve ayer con Isidoro Valcárcel, sobre los modelos de la realidad, las fronteras, me di cuenta de que mi amado principio de incertidumbre dio el pistoletazo de salida a esta era en la que incluso las ciencias más firmemente algebraicas pasaron a ser dependientes de esa rama de la matemática del error, de la indeterminación, del des-con-cierto.
Antes, bien es verdad, habrían venido las revoluciones que la misma matemática había sufrido a lo largo, principalmente, de finales del siglo XIX y comienzos del XX, con la formulación de nuevos espacios, nuevas lógicas, la ruptura de la axiomática euclídea, pero quedaba la tenue ilusión de que la naturaleza era predecible porque cumplía unas reglas casi expresables algebraicamente.
Aunque era una ilusión, a mí me hacía ilusión. Y me quedé allí. Sabiendo que no podía quedarme, pero me quedé… eso de la termodinámica estadística me parecía una trampa para aproximar lo desconocido… y no una nueva concepción de la realidad, en la que lo desconocido es lo conocido, por decirlo así, la dualidad campa a sus anchas y la semántica pasa a ser protagonista en ciencia.
Habíamos vivido una maravillosa era del álgebra, desde que los copernicanos y los cartesianos habían sido capaces de predecir eclipses, elipses y otras ipses. Habían «domado» la realidad bajo la batuta de la incógnita más o menos complicado de despejar, lagrangianos mediante.
Teníamos nuestras formulitas, nuestras leyes de gravedad, más o menos relativas, pero ahí estaban, sin juegos de dados… como le gustaban al querido tío Alberto.
Atrás había quedado toda una era oscura, que podríamos llamar la era del cálculo, era de contar sin asignar a variables, sin más que números y números… anotaciones, tablas, piedras, ovejas, después de una aún más lejana galaxia de proporciones geométricas, de cuerdas, reglas, compases y medidas, medidas y medidas… Las alubias del del teorema quedaban más allá del horizonte de sucesos.
Y ni hablar de las cuentas con las manos de esos babilónicos iterativos.
Pero sí, todo eso quedó atrás y ahora vivimos la era de la estadística y no me resisto a pensar que tendría que haber aprendido y comprendido más y mejor aquella temática durante los años de mi enseñanza secundaria y el entonces bachillerato unificado polivalente, aunque claro está que no tenían en cuenta (y aún tampoco) que la era del álgebra toca a su fin y que en ciencias (puras purísimas) íbamos a necesitar la estadística, la probabilidad y esas morrallas mucho más que la integración por partes.
Qué le vamos a hacer. Probablemente (uy), probablemente llegue alguna vez una nueva era en la que lo único importante sean los conjuntos, las categorías, y podamos releer con placer a Inmanuel Kant, a Bertrand Russell y, por supuesto, a Frege.