He encontrado amor en el número π

Buscando el amor
lo he encontrado
como no podía ser de otra manera
en el ingente y trascendente número π

Ahí está, en la posición 70876705 en primer lugar
pero el número π es verdaderamente amoroso
y también lo tiene en la posición 88183780
y en otras tantas hasta llegar a 8 veces en unas 2 millones de cifras.

El número π quizá no sea fiel
o quizá sea fiel pero no a una sola palabra
o quizá la fidelidad sea otra cosa
que el número no comprende.

Un poquito más allá
en la posición 96861227
vuelvo a encontrar el amor
rodeado de unos números muy divertidos:
214279183600739963770012141788041284875218759522
y sé que es un amor que nunca está solo.

No sé por qué he buscado el amor
en el número π
teniéndolo en su sonrisa
y en su mirada
de niñas circulares
con un perfecto perímetro que es π veces
su diámetro.

Quizá he buscado el amor en el número π
para constatar que también ahí está
esperándome
para que nunca deje de buscarlo
para que nunca deje de apreciarlo
en toda su inmensidad
tan sólo comparable
a la grandeza de π
e igualmente misterioso.

amor en PI

Song from PI

Parece ser que un músico ha creado una pieza para piano a partir del maravilloso e intrigante misterio del número PI, ese conocido 3,14… y el resultado es verdaderamente fenomenal. La música está en todo… o las matemáticas… o la música y las matemáticas son la misma cosa… o la sensibilidad mueve montañas.

Adorable el resultado, que hoy he querido compartir con una amiga, alguien que me lanzó la desafiante pregunta de ¿Qué piensas sobre dejarlo todo, empezar de 0 y solo tener lo que te hace feliz? a la que respondí como pude… o lo que es lo mismo: no respondí.

Camino

Tres mañanas a la semana recorro una distancia aproximada de unos 7 kilómetros aunque me he quedado dudando sobre la cifra, puesto que supongo una velocidad de unos 6 km/hora y no suelo superar la hora seguida de camino.

Voy desde un lugar (A) a otro (B) y vuelvo.

El lugar (A) es el apartamento en el que tengo la suerte de poder pasar un tiempo durante cada verano. Aún no he decidido la calidad de la suerte. Aunque la «buena» suerte es la de poder, no necesariamente la de hacerlo.

El lugar (B) es una bola de piedra rota en el paseo marítimo que une las urbanizaciones de la playa de Vera con la localidad adyacente de Garrucha.

En concreto, el lugar (B) se encuentra justamente situado sobre la frontera entre estos dos municipios (Vera/Garrucha) y la zona demarcada por la arena de la playa del Mediterráneo Occidental.

Por ser aun más precisos: El punto (B) se sitúa en la confluencia del paralelo 37,188 y el meridiano -1,818, habiendo partido desde el lugar (A) sito en el cruce del paralelo 37,210 y el meridiano -1,810.

camino

Puedo imaginar un punto (A’), como lugar en el espacio, que, encontrándose a la misma latitud de (A) se sitúe a la misma longitud, es decir sobre el mismo meridiano, que el lugar de destino (B). Puedo también imaginar (innecesariamente) un punto, digamos, simétrico (B’) situado en la intersección del meridiano que transita por el origen (A) y el paralelo que atraviesa el destino (B).

Las coordenadas del punto (A’) serían (37,210, -1,818).

Se forma un rectángulo esférico que acota mi desplazamiento o, al menos, lo aproxima entre los vértices A, A’, B, B’ cuyas distancias angulares (conviene recordar, de cuando en cuando, que habitamos algo parecido a una esfera) serían aproximadamente las siguientes, con tres cifras decimales de precisión:

Variación de longitud:
AA’ = 0,008º

Variación de latitud:
A’B = 0,022º

Convertir esas distancias angulares a metros puede hacerse usando la vieja (obsoleta) definición que hacía equivaler el metro a la diezmillonésima parte de cuadrante del meridiano, es decir, suponiendo que 360º son equivalentes a 40.000.000 metros (4×10^7m)

Con esta inexacta regla de tres, puedo traducir la variación de longitud (0,008º)
a (0,008 x (4×10^7) / 360) ~= 8/9 km = 889 metros. (metro arriba o abajo)
y la variación de latitud (0,022º)
a (0,022 x (4×10^7) / 360) ~= 2.445 metros

Asumiendo por simplificar (porque siempre hay que simplificar) que ese rectángulo esférico puede suponerse plano dada la poca variación angular, podemos utilizar el Teorema de Pitágoras para estimar la distancia entre (A) y (B) en línea recta en:

AB = 2.601 metros
mientras que
AA’ + A’B = 3.333 metros

De este modo, una razonable aproximación a la distancia que recorro por las mañanas sería el término medio del doble de ambas (la ida y la vuelta) que, sacando factor común y simplificando, bien podría ser, en resumidas cuentas:

AB + BA’ + A’A = 3.333 + 2.601 = 5.934 metros = 5,934 km.

Bien, tras unos sencillos cálculos, puedo afirmar que camino 5.934 metros tres mañanas a la semana pero lo realmente inquietante es que intento optimizar algo que no tengo bien definido mientras camino.

Busco una especie de geodésica que, de alguna manera, recorra mínimos energéticos y dinámicos:

Podría decir que esas geodésicas que busco trazar proceden de alguna aplicación del Principio de Mínima Acción o relacionado con el Principio de D’Alambert y eso me lleva a pensar en la alarmante conexión de lo que representa, a simple vista como desconexo, pues es D’Alambert uno de los padres del enciclopedismo y, por ende, de los diccionarios.

Resulta algo absurdo pues parte del objetivo del ejercicio que realizo al caminar es gastar o consumir energía, llevando a cabo esfuerzos innecesarios, sin embargo, no puedo evitar ahorrar energía caminando por zonas cuya superficie no reciba iluminación solar directa, lo que reduce la temperatura sobre la que se apoyan en los sucesivos movimientos repetitivos las extremidades inferiores con las que me ayudo en el desplazamiento (gracias al rozamiento) y que suelen denominarse pasos y pies respectivamente.

Calcular si el ahorro energético derivado de tener los pies a la sombra en un determinado trayecto es mayor o menor que el que se produciría por realizar desplazamientos rectilíneos minimizando la distancia implicaría tener en cuenta factores tan complejos como la inclinación solar, variable en función del día del año y la hora en la que se realiza la caminada así como la intensidad lumínica que depende de la atmósfera y su composición química o humedad ambiental (nubes incluidas).

Por no mencionar la energía interna del sistema cuerpo-humano que voy desplazando y cuya actividad químico-gastronómica influiría tanto o más en el buscado gasto energético que las componentes mecánicas de la actividad física en cuestión.

Es decir, voy caminando con mi motor de combustión con tejidos orgánicos como continente y materia orgánica variada como contenido que es sometida a una serie casi inexplicable de procesos metabólicos o reacciones químicas de carácter exotérmico que habitualmente se reducen al sencillo apelativo de digestión.

Como mencioné, casi de pasada, las geodésicas que recorro no solo buscan una optimización energética sino también dinámica, es decir, trazando curvas cuya suavidad pueda minimizar la fuerza necesaria par realizar modificaciones en la dirección del vector de la velocidad instantánea lineal de mi desplazamiento, así como para mantener la aceleración lineal tan mínima y constante como sea preciso para vencer la fuerza de rozamiento que, no obstante, es en última instancia quien más me ayuda a avanzar gracias a ese principio de acción-reacción en un sentido para, tras dar la vuelta en el lugar que denominamos destino (B), avanzar en sentido contrario, de este modo retrocediendo (sin poder volver sobre mis pasos pues la asimetría del movimiento impediría que mis huellas del recorrido (A->B) puedan ser pisadas por mis huellas (B->A).

Resulta incuantificable y de extremada dificultad aproximar las desviaciones necesarias que me veo forzado a realizar para no coincidir en el mismo lugar espaciotemporal que otros objetos móviles cuyas personales y rebuscadas trayectorias se entrecruzan con la mía; no obstante, son significativas aquellas en las que un grupo de núcleos matéricos vinculados se desplazan perpendicularmente a la tangente media de mi recorrido.

Si hasta ahora me había centrado en la optimización de los aspectos energéticos y dinámicos directos, queda por comentar la reducción de energía derivada de la no adquisición de equipamiento específico cuyo coste habría requerido en diferido de la correspondiente carga de trabajo que habría, a su vez, exigido un esfuerzo y consumo energético como el que puede ahorrar gracias a la naturaleza porosa y ligera del material con el que pueda estar elaborado, como en el caso de las camisetas, pantalones y calzado deportivo que no puede competir con mi inespecífico vestuario genérico, cuyo único aporte en la optimización de mi camino estriba en la sobreutilización del mismo reduciendo así el trabajo requerido para su eventual sustitución.

(Sin mencionar el coste energético de la industria de ropa y calzado deportiva para la fabricación de las prendas que no adquiero).

Todo este proceso estimativo podría haberse simplificado o, cuando menos, facilitado, utilizando o sirviéndose de dispositivos portátiles que contabilizasen algunas de las magnitudes en lid, así, un podómetro o medidor de distancias recorridas basado en un sistema de geolocalización GPS (Global Positioning System).

Si bien su acarreo afectaría al resultado, falseándolo, pues tanto la masa del objeto humano siendo desplazado variaría, así como también la cantidad de calor que produce por el contacto del mencionado dispositivo con alguna parte de la piel al opacar e impedir su refrigeración al contacto con el aire y disipar el calor del aparataje electrónico.

En cualquier caso, además, la utilización de sistemas o dispositivos de código cerrado o propietario implica la aceptación y confianza en los datos proporcionados lo cual, si bien no implica aparentes gastos ni ahorros energéticos, sí exige esfuerzos que, en última instancia, puede que hagan a corto plazo la vida más fácil, pero no a medio y definitivamente nunca a largo plazo.

Esta última afirmación queda pendiente, como no podía ser de otra manera, de ser desarrollada en más profundidad.

Una tortuga más

inmigrantes

Dicen (No acabo de encontrar en Internet dónde es verdadero que este mito sea de la cosmología hindú) que la mitología hindú suponía que la tierra era un disco plano sostenido por cuatro elefantes que se sustentaban sobre una tortuga gigante.

Algunas veces, se imaginaban que esta tortuga tenía que sustentarse sobre algo a su vez y así se inventó la iteración: ¡sobre otra tortuga!

En otras ocasiones, se imaginaban a esa tortuga primera nadando sobre una serpiente que se mordía a sí misma la cola… y así inventaron la topología y la cinta de Moebius. 😉

Por último, en la más extendida de las versiones, la tortuga nadaba sobre un mar infinito, aunque no sé muy bien si se aclaraba que ese infinito ya era algo que no cabía en el mundo/universo. Y luego llegaría Cantor a cantarles las cuarenta con su Cardinalidad. Ahora que lo pienso, esa tortuga en un mar infinito suena a sopa de tortuga… pero bueno, eso supongo que no es la cuestión.

En resumidas cuentas: echaban balones fuera.

Eso es lo mismo que hacen las posturas a favor y en contra de la regularización de la inmigración o los aborígenes y hoy me he vuelto a topar con otro dibujito divertido que no deja de ser incompleto: esos árboles serían expulsados por aquellos seres unicelulares que

LUCA

En resumidas cuentas: echamos balones fuera.

Calabacines rellenos

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La semana pasada nos habían regalado nuestros vecinos un «megacalabacín» de más de 40 centímetros de longitud y un diámetro medio de unos 15 centímetros. Era, básicamente, un dirigible. Pero no me amilané y decidí darle un uso un tanto especial en esta ocasión.

Lo preparé relleno siguiendo este procedimiento con los siguientes ingredientes (los que tenía en casa en esta ocasión, como acostumbro):

Ingredientes para 2 personas:

  • Un calabacín enorme (2 medianos podrían haber servido)
  • 250 gr de carne picada mezcla (de vacuno y cerdo, para que sea más jugosa)
  • 2 tomates medianos
  • 1 cebolla pequeña y un diente de ajo
  • 8 láminas de queso tierno o un queso que se derrita bien, pero no demasiado
  • pan rallado
  • sal, pimienta, aceite de oliva, romero

Preparación:

Cocer el calabacín dividido en cuatro trozos (un corte longitudinal y otro transversal sirvieron para la ocasión) de un tamaño aproximadamente igual, siendo tremendamente consciente, casi hasta el sufrimiento, de que no iban a ser iguales, entre otras cosas, porque dos de las piezas serían, digamos, delanteras mientras que otras 2 serían, digamos, traseras.

En una olla grande, poner abundante agua con sal y dejar hirviendo los calabacines durante 15 minutos.

Mientras tanto, aprovechar el tiempo para ir preparando el material del sofrito/relleno.

Cortar la cebolla en trozos pequeños. Laminar el queso. Laminar, también, un diente de ajo. Cortar en tacos mínimos (relativos) los tomates (yo usé un tomate de esos enormes que se están poniendo de moda, que Carmen había dejado en unas dos terceras partes).

En una sartén profunda añadir un chorreón de aceite de oliva (algo menos de 7 centilitros o, en su defecto, de 70 mililitros, incluso, 70 centímetros cúbicos habrían servido). Puede parecer mucho, pero hay que tener en cuenta que la carne va a absorber gran parte del mismo, así como el tomate y el calabacín, incluso cocido.

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Casi en frío añadir el ajo laminado y cuando comience a calentarse, agregar la cebolla. Dejar que cambie de color, vaya, en realidad, que torne a cierta transparencia característica de la misma.

En ese momento verter la carne picada y remover bien, para que vaya haciéndose mezclada con la cebolla picada. Es una buena ocasión para comenzar a sazonar: agregar la sal, algo de pimienta negra en polvo y un puñadito de romero.

Se supone que para ese momento el calabacín ya está bastante cocido. Mejor no pasarse. Así que se retira del fuego y se le extrae la parte central o «contenido» dejando el «continente» preparado sobre una bandeja apta para horno con la base rociada ligeramente de aceite que meteremos al mismo precalentado previamente a 200 grados centígrados, vaya, lo que vendrían siendo 473,15 kelvin.

Volviendo al sofrito/relleno: Cuando la carne cambie de color (lo de los colores es bastante útil, como puede verse y nunca mejor dicho, para saber el estado de preparación de los alimentos) añadir el tomate cortado y el núcleo del calabacín que se habrá rescatado del mismo con una cucharilla o con un cuchillo habiendo tenido mucho cuidado de no destrozar el exterior del mismo pues va a servir de lugar de presentación del plato, así como comida.

Dejar que el tomate y el calabacín pierdan el agua llevando a cabo un sofrito a fuego lento. En la última parte del mismo, agregar una cucharada de pan rallado. No sé si aportó mucho, pero me dio la sensación de que «espesaba» lo que habría de ser el relleno.

Por último, sacar a los 15/20 minutos (coincidiendo casi plenamente con el tiempo de preparación del sofrito) la bandeja del horno con las cáscaras del calabacín, colocar sobre cada una de ellas una cantidad adecuada de relleno, cubrirlo con un par de láminas del queso que deseemos «fundir» sobre las mismas y volver a meter al horno durante 10 minutos.

Los últimos 2 minutitos, podemos darles un toque de grill para que el queso quede con un aspecto «gratinado» mucho más sugerente y como más «acabado». Vaya, el que tiene en esas fotografías tan mal enfocadas.

Muy rico marinado por un vinito semidulce blanco, para contrarrestar el clima del día y del plato, que, horneado, siempre sale a unas temperaturas y con un calor que le cuesta perder.

Yo, además, lo disfruté con una inmejorable compañía. 😉

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Recordando a Gauss

Ayer tuve una clase particular y no pude por menos que recordar la anécdota que dice cómo demostró desde infante el gran Carl Friedrich Gauss su talento, su genialidad, su creatividad puesta al servicio de la matemática:

Se cuenta la anécdota de que, a los dos años de estar en la escuela, durante la clase de Aritmética, el maestro propuso el problema de sumar los números de una progresión aritmética. Gauss halló la respuesta correcta casi inmediatamente diciendo «Ligget se’» (‘ya está’). Al acabar la hora se comprobaron las soluciones y se vio que la solución de Gauss era correcta, mientras que no lo eran muchas de las de sus compañeros.

Lo que había hecho era tan simple como sorprendente:

Les habían dado a sumar (a la edad de 8 años) los 100 primeros números naturales (1+2+3+…+99+100) y la mayoría se lanzó a sumarlos tal cual… Pero Gauss inventó un método más rápido y mucho, mucho, más sencillo.

Sumo esos términos de la sucesión con los equivalentes invertidos (100, 99, … 3, 2, 1) obteniendo 101 en cada suma parcial y un total de 100 veces, lo que le daba 100×101 = 10100 que luego, simplemente, tuvo que dividir por 2 (5050) pues había usado 2 sucesiones iguales, obteniendo el brillante método que aún hoy se enseña para contar series aritméticas.

De una manera más geométrica y que no tiene relación directa con los números triangulares (creo), se me ocurrió contarle la posibilidad de sumar las series (o demostrar la misma ecuación) utilizando un triángulo:


a(1)= a
a(2)= a+d
a(3)= a+d+d
a(4)= a+d+d+d
...
...
a(n)=a+d+d+...(n-1)veces +d

Forma un «triángulo cuántico» de n·(n-1) «d». Que tendrá un Área de n·(n-1)/2

De esta manera, se puede obtener los n·a +n·(n-1)/2 · d
Sacando factor común n/2:

S(n)= n/2 · (2·a + (n-1)·d)

Me descentro

Círculo inconcéntrico
desconcentrado
asimétrico y de lados finitos
circunferencia abisal
desconcertante
ráfaga de trazos maltrazados
albor de puntos pixelados
descentrados
descentrado
exiliado
casi
de toda estabilidad gravitacional
esfera ovoide
arco de flecha
diámetro menor
que dospierre
dividido entre el doble
de ese radio torcido
que me recuerda
la materialidad.

Identidad de Euler

Se llama identidad de Euler a un caso especial de la fórmula desarrollada por Leonhard Euler, notable por relacionar cinco números muy utilizados en la historia de las matemáticas y que pertenecen a distintas ramas de la misma:

ideuler

Hoy hablaba con alguien a quien admiro mucho de esta fórmula o identidad que relaciona estos números tan diferentes y tan singulares y le contaba mi interés por una extensión de los conjuntos de números (omitiendo el dato de que el conjunto de los números complejos sea un cuerpo algebraicamente cerrado) que incluyese otros «conceptos» que no cupiesen dentro del conjunto de números ya no reales ni imaginarios, sino poéticos, por encima de la complejidad y de la completitud.

Intentaba acordarme de esta identidad y de esas divertidas curiosidades o propiedades matemáticas que convierten el número π (PI) en el contenedor posible de todas las combinaciones concebibles de otros números.

Ahora me pregunto ¿Contiene el número PI al número e? ¿Es posible responder a esta pregunta?

Y con eso me quedo.

0,1 x 0,1 = 0,01 // 0,1 + 0,1 = 0,2

fuerzas que se multiplican

Claro, claro, van soltando estas «prendas» y se quedan tan anchas… sin saber que si la unidad de medida que se utilice (que es arbitraria) hace que esas fuerzas tengan valor menor que uno, al multiplicarse no se hacen mayores, sino menores. (Eso sin entrar en los valores como vector de las fuerzas y por tanto consideraciones de signo, dirección, sentido…)

Así que luego no me entienden mis alumnos de la ESO cuando les digo que no, que multiplicar no es «mejor» ni «peor» que sumar, son solo operaciones que poco entienden de moralidad y mucho menos si esta es maniquea.

Una seria estadística sobre un tema serio

Según una encuesta realizada por Metroscopia para la ONG Avaaz.org, en la que se ha preguntado a 600 personas, concluye que el 82% de los consultados cree que el texto debería ser modificado

Y se han quedado tan panchos… va en titular… en la cabecera de la noticia que dice que el 82% de los españoles pide cambiar o retirar la ley de Seguridad Ciudadana.

Pero vamos a ver… si a mí tampoco me gusta lo más mínimo la ley de Seguridad Ciudadana, más o menos conocida con razón como la Ley Mordaza, pero lo que no resulta ni mínimamente serio es que la encuesta se la hayan realizado a 600 personas y, desde ahí, saquen conclusiones. Que no sé si saben que tengo más de 1200 amigos en FaceBook, para lo de las encuestas, digo.

Es ridículo que se argumente de esta manera. Pero bueno, habrá quien todavía diga que la estadística es una ciencia seria…

Ley MordazaLa ley mordaza es vergonzosa, pero completamente vergonzosa y un paso más en la dirección de la emigración cuasi-forzosa, pero es posible que sea derogada en cuanto un gobierno siguiente llegue al poder. O incluso tenga que ser revisada a petición de las exigencias de democracia (o apariencias) llegadas desde Bruselas.

Pero eso no justifica la carencia de sentido común y algo de criterio racional a la hora de esgrimir argumentos contrarios. Hay más de 300.000 firmantes en contra de esa ley. Esto ya es una cifra un poco más seria… aunque no lo es porcentualmente (en la democracia representativa que tenemos), pero es una sola campaña. Cada 5 segundos, alguien más firma. Es un aluvión, aunque no sea representativo. Pero 600 personas… si al menos hubieran sido 666 personas

Este fin de semana tengo una cena con unos amigos… somos casi 50, o sea, cifra representativa para hacer un sondeo de voto… o algo.

😉

Esto no es una broma