Influencer, esa nueva profesión…

El problema no está en la fuente emisora de «información», ni por supuesto en el medio o canal, sino principalmente en que no se exige cualificación (o cada día menor) para escuchar temas complejos, para comprenderlos, para analizarlos… Se ha tirado la toalla de la comprensión lectora, de la autoexigencia de conocimiento para acabar exigiendo pureza y limpieza en la fuente.

No es posible solucionarlo así. Y si no, que alguien se dé un paseo por las noticias de periódicos de diferente línea editorial y verán a lo que me refiero.

Pero ahí estamos… cualificación exigible que, por supuesto, en estos lares, será adquirible en un master privado… y ya sabemos.

Amazon Music y La Polla Records

Me dice la compañía de venta por catálogo más grande del mundo (con permiso de alicosas) que quiere ofrecerme su servicio de música por subscripción y que aún no he utilizado ese servicio suyo (otros sí, lo reconozco con algo de vergüenza).

Para que lo use (sé que saca información personal que luego venderá) me «regala» 5€ en descuentos.

Y no estoy para despreciar 5€. Es triste. Patético.

Así que me aventuro a usarla, sabiendo que en cuanto me «regalen» esos 5€, volveré a seguir usando mi cuenta de Spotify, que dejó de ser de pago para no pagar 5€/mes que no puedo permitirme, pues el incremento de gastos fijos es inaceptable.

Para realizar un pequeño (absolutamente insignificante) acto de rebeldía, he buscado y «sintonizado» algo punky, pero me queda más que patente que «punk’s not dead»

Esto no es serio

Nos dicen que acertemos con «la orgánica», y nos sugieren una serie de protocolos para cumplir y así conseguir que los residuos sean más fácilmente reciclables.

Compramos unos cubos idóneos para ello, que ocupan mucho más que el cubo que teníamos antes de disponernos hace unos meses a cumplir con nuestro deber como ciudadanos modelos que hacen lo que dios manda para luchar contra el cambio climático y otros males que acechan la Tierra.

Pero nadie nos resuelve un par de cosas que luego son necesarias:

El cubo de la basura orgánica en nuestra comunidad de vecinos tiene un pequeño lugar en el fondo del cuarto de limpieza, quedando detrás del de «restos» genéricos, con lo cual nadie (salvo nosotros en un intento denodado por satisfacer la ética ecológica) llega a tirar la basura orgánica en el cubo marrón que siempre suena a vacío cuando recibe nuestra bolsa cayendo desde la distancia.

Lo más probable, me consta, es que la empresa responsable de la limpieza de nuestro inmueble dedique un par de segundos para mezclar ambos cubos y ahorrarse sacar ambos, sabiendo que el daño para el medio ambiente es mínimo, pues una bolsa de basura a la semana (o menos) de orgánica mal tirada no va a ser el fin del mundo.

En resumen: me siento idiota con tanta frecuencia…

Euroconector cuando no hay casi ni Europa

Intento vender de segunda mano (aunque sin usar que yo recuerde) un euroconector de 3 metros de longitud, que guardaba como oro en paño, por si algún día (que nunca ha llegado) lo necesitaba.

Me hace gracia pensar cómo puede llamarse euroconector, como si fuese algo que sirviese para conectar Europa, esta misma que acaba de debatirse entre fraccionarse definitivamente o seguir fraccionándose poco a poco, como hasta ahora.

En otro tiempo se hubiera llamado conector atómico, quizá. Puede que este nombre plausible vuelva a estar de moda como algo «deseable». ¡Qué triste!

Tener premium es la libertad

Dice una voz en Spotify que tener premium es la libertad
la libertad de elegir lo que quieras escuchar tus canciones preferidas
la libertad de descargarse canciones
la libertad de oír tu música dónde y cuándo quieras.

Dice una voz en Spotify que tener premium
es tener el dinero para pagarlo
es tener el dinero que arrancas de otros bienes o servicios, quizá más necesarios
es tener el dinero que te permite comprar la libertad.

No habla de derechos soberanos.
No habla de derechos civiles.
No habla de derechos libertarios.

Habla de que la economía se impuesto a la ética.
Habla de que la economía ha matado a dios.
Habla de que la economía es la felicidad.

Y solo por eso
cada vez que lo oigo
me alegro de haberme dado de baja
para poder mantener mis gastos fijos
lo más bajos posibles
y sentirme
(sí, sentirme)
libre.

Cableado obsoleto

Algo se nos está quedando obsoleto en la casa y es el cableado.

Hace años, cuando hicimos obras para tener paredes, dispuse varias canaletas técnicas que conducían el cableado (audio en RCA y vídeo en VGA) desde los equipos informáticos en la sala pequeña hasta el salón, junto a la cocina, recorriendo unos 15 metros de pared en escuadra hasta alcanzar ya fuera el proyector o el amplificador y la televisión sobre un mueble que contiene un canalón interno y «secreto» por donde circula la maraña más o menos organizada de cables.

No obstante, se nos está quedando obsoleto, pues apenas tiene cableado HDMI (tan sólo una conexión desde un PC a la TV del salón usando el conducto del mueble). En cuanto al audio es más o menos aceptable la conexión RCA que tienen varios puntos de la casa, pero hay varios dispositivos susceptibles de desaparecer en algún tipo de venta de segunda mano (dos DVDs, un lector de CDs, en incluso un viejo reproductor y grabador de vídeos VHS pues ya no los usamos nunca y lo único que hacen es obligar a tener un cableado sobredimensionado.

Recientemente hemos adquirido un proyector para sustituir el viejo que compramos hace 2 décadas de segunda mano ya entonces y no soporta entrada VGA, lógicamente, así que necesitaríamos una conexión HDMI en ese punto, pero en realidad ni siquiera, puesto que lo usamos conectando un Chromecast y lanzando órdenes vía WiFi de reproducción de alguna plataforma de streaming.

En resumen, la mayoría de las conexiones serán inalámbricas, así que los «alambres» que tenemos se han quedado obsoletos almacenando pelusas sin parar. Hasta esta semana santa, que dedicaré algunos días a liberar espacio de nuestra casa, por si nos vemos «obligados» a emigrar.

El capitalismo es fotogénico

Quizá por ello desconfío de la fotografía, de la belleza visual, como artificio superficial que esconde un holocausto en su raíz.

Se yerguen las torres sobre la especulación inmobiliaria más salvaje que ha vivido esta ciudad.

Desafían viento y marea y hacen sentir que quienes adquieren propiedades allende las nubes han ascendido a un cielo inexpugnable.

Los dioses indestronables del Olimpo se ríen de nosotros y de nosotras. También las diosas ríen.

En la niebla se funden paralelas en una fuga ruidosa de silencio asesino.

Intentando recuperar un miniportatil olvidado

Tenemos por casa un viejo (muy viejo, de más de 12 años) miniportátil Toshiba NB100 que tenemos puesto a la venta en Wallapop, pero por el que nadie da nada de nada…

No obstante, con un linux ligero instalado (Lubuntu 18.04, con soporte (LTS) hasta 2023) funciona para un montón de cosas básicas, como navegar por internet o ver alguna película usando VLC Player, etc, etc… Carmen, de hecho, lo ha estado usando hasta justo antes de una pandemia para musicalizar en algunas de sus prácticas de Tango menores, que no requerían mucho ajetreo de programas sofisticados para una TangoDJ como ella.

Hoy he visto un vídeo de un chico que recuperaba (mejoraba, en realidad) con una memoria de 2Gb un equipo parecido, añadiendo además un disco SSD y me ha dado por recordar que teníamos ese tipo de memorias extirpadas de un portátil HP Pavilion que me salió bastante mal y acabé descuartizando y despiezando. Así que lo he abierto precipitadamente (quería irme o venirme al estudio a trabajar en otro tipo de cosas editoriales) y le he sustituido la memoria de 1Gb que trae por una d 2Gb (ambas DDR2) pero tras hacerlo el portátil no arrancaba. Lo dejé inconcluso, aunque cerrado, para ver si exploro otras posibilidades este fin de semana, pero siempre pensando que es una tarea absurda esta vocación anticonsumista en un mundo que ignora que la obsolescencia programada no está injerta en los dispositivos sino en nuestros hábitos.

Cambio de paradigma

paradigma
Del lat. tardío paradigma, y este del gr. παράδειγμα parádeigma.

1. m. Ejemplo o ejemplar.

2. m. Teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento. El paradigma newtoniano.

3. m. Ling. Relación de elementos que comparten un mismo contexto fonológico, morfológico o sintáctico en función de sus propiedades lingüísticas.

4. m. Ling. Esquema formal en el que se organizan las palabras que admiten modificaciones flexivas o derivativas.

Cuando uno deja un trabajo de, pongamos, consultor tecnológico o administrador de sistemas para dedicarse a escribir poesía o impartir talleres de escritura creativa no está cambiando de trabajo, sino de paradigma.

A veces se me olvida e intento pensar u organizarme como si estuviese en un nuevo empleo del antiguo paradigma y, claro, «la cosa» no funciona. No me salen las cuentas, no me cuadran los tiempos consumidos.

El otro día, un amigo, muy bienintencionado, me habló de las oportunidades que brinda la nueva economía de escala a la que se puede acceder, pongamos, a base de menudeo, paquetizando contenidos en charlas TED o similares a las que podría dar salida en un mercado ávido de pequeñeces fácilmente accesibles.

Es cierto que, quizá, con una determinada cantidad de esfuerzo podría lograr monetizar conocimiento que, actualmente, ofrezco en los talleres con unas posibilidades de crecimiento muy limitadas por el aforo presencial, amén del tiempo simultáneo de asistencia.

Estaba de acuerdo con él en esas posibilidades, pero no en que me interesase. ¿Por qué no me interesa? ¿Es que no quiero ganar dinero?

No es el caso. Sí que quiero ganar dinero, pero no es una prioridad. Si lo fuese, habría hecho muy mal abandonando un trabajo estable con una nómina creciente y más o menos garantizada.

Abro o exploro nuevas formas de ganar dinero, como las clases particulares de matemáticas, física y química a adolescentes más o menos interesados y a quienes me gusta hacer pensar de otras maneras sus odiadas disciplinas, amén de resultar una manera bastante estable de garantizar un suplemento económico que sustente mi vida capitalista, muy a pesar de reducir el consumo a veces más allá de límites razonables.

Especial mención merece la voluntad de crecer como editor o como artista (incluso como artista editor), que está llevándome una enorme cantidad de recursos de tiempo, dinero y dedicación, pero que me entusiasma o me llena de maneras que no sé explicar.

Todas son actividades que me encanta hacer y que requieran o no esfuerzo, me apetece llevarlas a cabo. Sigo planteándome la vida como si me quedasen 3 meses de vida. ¿Me estaría arrepintiendo de algo que estuviese haciendo?

Pero ¿no sería la propuesta de este amigo una nueva forma de ganar dinero haciendo algo que me gusta?

Pues no creo que tampoco sea el caso.

Gran parte de lo que me gusta de los talleres de poesía y escritura creativa que defiendo es la presencialidad (incluso online), la no trivialidad, el compromiso de quien se apunta a ellos, que se demuestra con años de asistencia. No, no quiero ponerlo fácil y consumible. No es en absoluto mi objetivo ni forma parte del paradigma que decidí aceptar, incluso aunque sea estar viviendo a la contra el resto de mi vida.

Por otro lado, tengo la impresión de que no se comprende (desde la óptica del «otro» paradigma) lo que suponen determinados trabajos, lo que implican o requieren, ya sea logísticamente, como sería el caso de convertirme en un talentoso youtuber, o ya sea en tiempo de dedicación a aprender herramientas cuyo interés cae muy fuera de lo que quiero aprender, como puede ser el posicionamiento SEO, el marketing digital, la captación de audiencia/seguidores…

Ni tampoco se comprende (desde esa ajena óptica) lo que supone en términos de tiempo requeridos por mi actual trabajo (he dedicado mi vida), y no solo por horas dedicadas sino, sobre todo, por atención o foco exigido.

Cuando trabajaba de consultor a media jornada, un compañero me dijo una vez que yo no quería dedicarme a eso, pues ser consultor tecnológico, para él, era una actividad que requería una total dedicación, una vocación… y yo no la tenía. Y era verdad. Así que acabé por darle la razón y buscar una salida lo antes posible.

Negocio permanentemente con el paradigma, digamos, mayoritario, con un sistema en el que habito y al que disto de culpar de mis males. Me exige ciertas renuncias a una ortodoxia que tampoco veo como algo tan terrible, pues dulcifica mi carácter de tendencias radicales. Así, por ejemplo, acepto que vengan personas a los talleres de escritura sin acabar de comprometerse como me gustaría que lo hiciesen, pero mi objetivo es persuadirles, disuadirles hasta lograr sus ansias de compromiso, hasta, ¿por qué no?, sacarles de sus propios paradigmas para que vislumbren otros posibles esquemas. Cuando lo consigo, me siento tan inenarrablemente afortunado que todo lo demás parece haber merecido la pena.

Y sigo en la brecha.

Pero… ¿hasta cuándo?

Esto no es una broma