Towi, alias Frankenstein

Parece mentira, pero la obsolescencia programada no parece ser tan certera como afirman quienes dicen que los PC duran 5 años o las impresoras 2.

Towi es el nombre en clave (hostname) de nuestro querido ordenador de torre que usa Carmen todos los días como equipo de trabajo, completamente funcional.

Este fin de semana pasado hemos empezado a dar por perdidos algunos equipos que no dejan de funcionar, a pesar de que las necesidades de este «mundo moderno», de redes sociales, teléfonos inteligentes y esas cosas, nos hagan sentir que las velocidades de los mismos no son admisibles o son indicio de fallo, cuando sencillamente no queremos quedarnos en la fila de los «pobretones» que navegan despacio.

Esta placa de hace ya más de 10 años sigue funcionando sin problemas. Es un Pentium (de antes de la época de la serie i-3,5,7), con un sólo núcleo, con 4Gb de RAM ocupando las dos ranuritas como se ve en la imagen, en sendas tarjetas de 2Gb.

El disco duro que traía montado tenía 640Gb (sigue teniéndolos) y poco a poco se le fueron añadiendo amigos dentro, como un SSD de 120Gb en el que instalar el sistema operativo Linux (UbuntuStudio) que ha permitido seguir funcionando con mayor rapidez de la que sería posible con el Windows 7 preinstalado en el HD convencional. Por si eso fuera poco, un disco duro muy muy viejo (IDE, de hecho PATA) que no tiene las conexiones apropiadas fue adaptado (adoptado), mediante un «chismito» que permite conectar 2 discos IDE y/o uno SATA a una conexión USB. Por supuesto, los discos necesitan alimentación directa, pues el aparatejo tan sólo se limita a transferencia de datos, que no es poco. (También había probado previamente una adaptación mediante otro dispositivo de IDE a SATA, pero no funcionó bien).

Ese disco duro IDE de 3,5″, que se ve «colgando» en la fotografía anterior, estaba en una carcasa interna que dejó de funcionar, tiene 300Gb y le denominamos LACIE que era el nombre de fábrica de ese primer disco externo que compramos, hará más de 15 años.

Para poder usar la conexión USB del adaptador, adquirí por un módico precio una tarjeta PCI que proporcionaba 4 enchufes USB fuera de la caja y uno hacia el interior de la misma, que es el que se ve en la imagen siguiente:

Esta es la caja de la tarjeta en cuesión:

Algo después, adquirimos un par de nuevas tarjetas PCI-E para aumentar el número de puertos USB (en este caso 3.0) tanto por la parte trasera de la torre como por la parte frontal, a medida que Carmen necesitaba más espacio de almacenamiento, pero la verdad es que ha llegado el momento de pasar a otro equipo, pues este pequeño Frankenstein que ha llegado a tener (internamente) su Intel NH-8280-1GB, 4Gb RAM, SSD 120Gb, HDD 640Gb SATA, HDD 300Gb IDE/USB, 4+5 USB 2.0 traseros, 2 USB 2.0 delanteros, 6 USB 3.0 vía PCI-e.

A punto estuve de conectarle un cuarto disco SATA de 500 Gb de un HP Pavillion que me salió muy malo y que ha terminado por romperse a los 12 años de su compra… (quizá no tan malo, después de todo), pero era bastante engorroso seguir haciendo ampliaciones mediocres para un PC saturado.

Ha llegado el momento de comprar un nuevo equipo, que empezará siendo directamente de segunda mano, para poder sumarle el SSD de 120Gb, quizá también el HDD 640Gb SATA y, por supuesto, las tarjetas PCI-e para extender el número de puertos USB 3.0, desnudando a un santo para vestir a otro, pero es que a veces hay que dejar morir a los santos ancianos.

Y no creo que lo haga del todo pues usaré cualquier cosita para poder arrancar el equipo y que siga sirviendo con sus 4Gb de RAM como un veterano de guerra.

¿Obsolescencia programada o consumismo irresponsable?

Acción Huecos en la Memoria

Dentro del I Encuentro de Arte de Acción en Red MUCHO en el que participé en directo (vía Instagram Live en mi perfil de esa red social) el viernes pasado, nos pidieron que proporcionásemos una grabación preferiblemente horizontal de la acción en cuestión para disponer en el canal YouTube del encuentro MUCHO Acción.

Sigo sin estar convencido de que la acción (el arte de acción) se lleve bien con el vídeo, pues crea una falsa sensación de «presentación», mucho más aún cuando se trata de un vídeo, como el que yo les envié, que no ha sido emitido en directo, sino grabado para la ocasión, aunque sea sin ensayo, aunque sea irrepetible, aunque se intente emular todo lo que tendría de efímera una acción in situ.

I Encuentro de Arte de Acción en Red MUCHO Grabación realizada con una cámara auxiliar mientras se realizaba la acción en directo emitida vía Instagram Live.

Aquí está la emisión en vivo en Instagram tal como fue emitido, con mi teléfono móvil colocado de manera horizontal usando la cámara frontal (sin percatarme del efecto espejo) y recibido en múltiples dispositivos de manera vertical.

Transmisión (retransmisión) en vivo y directo, que ahora al estar grabada deja de estar en vivo y en directo, pasando de presentación a una sutil forma de representación, de la acción que realicé para el I Encuentro de Arte de Acción en Red MUCHO el día 24 de abril de 2020 a las 18:30 horas.

No contiene las interacciones de quienes estuvieron conectados en ese momento a mi emisión a través de mi perfil de Instagram (@giusseppe.dominguez ) https://www.instagram.com/giusseppe.dominguez/

¿Qué ocurre cuando una emisión horizontal se ve verticalmente en múltiples dispositivos? ¿Es eso una elección de un plano performático o sencillamente un descontrol inevitable de un público que puede o no girar sus dispositivos con los que van a asistir al evento?

Por último añado el vídeo editado (con OpenShot 2.5 sobre Linux Mint 18.3) para colocarlo «horizontal» porque así lo solicitaban para incluirlo en el canal YouTube del encuentro MUCHO Acción.

Transmisión (retransmisión) en vivo y directo, editada con OpenShot 2.5 sobre Linux Mint 18.3, para girar la disposición vertical con la que había quedado grabada en Instagram, de la acción que realicé para el I Encuentro de Arte de Acción en Red MUCHO el día 24 de abril de 2020 a las 18:30 horas.

Editar una acción hasta el punto de girarla, cambiar el tamaño de visualización, quizá podría haber aprovechado para cambiar la iluminación, incluso agregar algo de dramatismo sobreponiendo una música inexistente durante la acción… ¿no acaba por desvirtuar absolutamente el sentido de lo que una acción poética o una pieza de arte de acción o performance art debería ser? ¿No estoy siendo demasiado dogmático al preguntarme esto en estos momentos de retoque digital permanente? ¿No habría que considerar obsoletas las propuestas que no tengan en cuenta las nuevas tecnologías como dictadoras de las formas artísticas?

¿Para qué sirven Los Artistas?

Hoy he encontrado este texto en una red social que no me ha hecho sino recordar a cada palabra mi trabajo sobre La Consulta, en la que me hice esta misma pregunta, de manera algo existencial y pequeña: no «Los Artistas», sino «¿para qué sirvo (yo)?»

¿PARA QUÉ SIRVEN LOS ARTISTAS?
(Texto de Nacho Pata)

En términos prácticos no servimos para nada. Si alguien se enferma, o si a alguien se le descompone su coche o si tiene un problema legal, no llaman a un artista, sino a un doctor, un mecánico o a un abogado, nunca a un artista.

De hecho somos bastante inútiles ahora que lo pienso.

Cuando alguien nos pregunta a qué nos dedicamos, nunca tenemos una respuesta certera que satisfaga la curiosidad de quien nos pregunta, y menos aún si nos preguntan si podemos vivir de esto (en términos meramente económicos), cosa que tampoco podemos responder, ya que esa pregunta jamás se le hace abiertamente a un doctor, un mecánico o a un abogado, puesto que se da por hecho que les da suficiente para vivir y son profesiones incuestionables.

Entonces ¿para qué servimos? ¿Para qué sirve un pintor, un cineasta o un literato? ¿qué diablos gana la humanidad con un actor, un comediante o un músico? ¿en qué nos ayuda un escultor, un director de escena o un compositor? ¿Cómo resuelve nuestros problemas de vida alguien así?

¿De qué nos han servido Beethoven, Chava Flores, Akira Kurosawa, Pita Amor, Robert De Niro, Mario Benedetti, Vincent Van Gogh, Andi Warhol, Gustavo Cerati, Jaime Sabines, Pedro Almodóvar, David Alfaro Siqueiros, Roger Waters, Rockdrigo, Julio Jaramillo, Jodie Foster, Miguel Hernández, Los Beatles o hasta Juan Gabriel?

¿De qué servimos los músicos callejeros, los zanqueros, los clowns, los titiriteros, los cuenta cuentos, los fotógrafos, los mimos, los acróbatas los dibujantes y los actores?

Obviamente, para nada. Para nada práctico y mensurable. No podríamos arreglar ni una plancha, ni resolver un problema de crédito bancario.

Nuestra única función en esta vida es tocar los corazones y los pensamientos de la gente. Somos capaces de hacer reír o llorar, pensar o disfrutar a alguien sin tan siquiera tocarlo. Un cineasta o un actor te puede conmover hasta las lágrimas y un pintor o un fotógrafo te puede transportar en el tiempo, mientras que un clown o un escritor te puede hacer pensar al mismo tiempo que ríes o lloras. Un músico o un compositor te puede tocar y llenarte de tanta vida como un acróbata te puede sorprender de manera insospechada y marcar tu vida. Somos capaces de hacerte cuestionar sobre tu propia existencia mediante la belleza y la crudeza del arte.

No sé qué tan necesarios seamos, pero lo que sí sé es que la vida sería muy diferente sin nosotros, tal vez más aburrida, tal vez más autómata. Así pues, los artistas somos la representación más elaborada de la necesidad humana de expresión.

Nomás para eso servimos.

Hoy, sin embargo, me doy cuenta (si es que ya no me había dado cuenta antes) de que la pregunta está mal formulada y sale del esquema mental utilitarista en el que vivimos inmersos sin cuestionarlo en sí.

Es decir ¿tiene el arte que «servir para» algo?, debería ser la pregunta a formular.

Y aquí encuentro que acaba por decirse siempre que sí, por empatía o por algo abstracto indefinible, como el desarrollo personal o social de ahí que esté desbordándose el arte en forma de terapia o el arte como entretenimiento, ese arte que toca, que sirve… que es sirviente, en definitiva. Y no un arte empoderado, fuerte, que no busque servir ni ser servido, que sea independiente y libre de pensamiento, palabra y obra.

Por ende, nos gusta sentirnos incluidos en ese colectivo (olvidándonos hoy de géneros genéricos generosos) de «Los Artistas», como si fuésemos más elevados por ello, yo soy artista, claro que sí, yo soy poeta, claro que sí, yo soy performer, claro que sí, yo soy algo prestigioso, importante… que no importa a nadie en resumidas cuentas (porque de cuentas se trata) y no me da la economía para subsistir del arte, ni de la poesía, ni de nada similar, pero es por amor al arte y te ofrecen participar en un evento de arte de acción, para el que reservas tu tarde de sábado o de viernes y ni te planteas qué vas a cobrar por ello, ni que vas a cobrar por ello, así que te justificas diciendo que te puede dar visibilidad o curriculum… y sigues pensando con los mismos esquemas perversos que un consultor tecnológico, pero sin recibir el mismo salario ni por asomo.

Y si te alejas de ese «Los Artistas» para pensar en los demás, algo que no se ve todos los días, te das cuenta de que cualquier otra actividad se justifica desde ese mismo punto de vista: sirve o no sirve. Es productiva o no es productiva. Rinde o no rinde… y nunca «se rinde».

Porque la reflexión está mal vista. No sirve, sólo sirve la flexión, la genuflexión, la inflexión, como mucho.

«Eres demasiado reflexivo», «piensas demasiado», «los creí-ques y los pensé-ques son familia de don tonteque», «más acción y menos reflexión»…

Hay que hacer un arte útil, usable, popular, democrático… ya sea para la política, para la sociedad, para educarla, hacerla pensar, pero no demasiado, obligarla a pensar, de hecho, no vaya a ser que quiera pensar por su cuenta, un arte o una poesía al servicio de la protesta, pero nunca de la próstata, de la protesta simple y panfletaria, una poesía propagandística, un cine reivindicativo, una cultura solidaria, nunca solitaria… claro que sí, eso sí está bien visto, eso sí que es arte, no una atalaya de cristal, ni aunque sea de Murano.

Por eso en esa enumeración de artistas no encuentro afines, como Duchamp (Marcel), ni el kilo de mierda de artista de Manzoni, ni el vacío de Klein, ni la poesía concreta de Eduardo Scala, o el situacionismo de Guy Debord, ni, por supuesto, de mi gran referente personal, mi muy querido Isidoro Valcárcel Medina. La cultura. Esos grandes Torreznos que hicieron de ella una performance inolvidable.

Y vuelvo a mi círculo vicioso, viciado, enviciado y envicioso… ¿para qué sirvo (yo)? si es que sirvo para algo o, mejor aún… ¿y si no sirvo para nada, pasa algo? ¿debo remediarlo? ¿cómo ganarme la vida? ¿pero es que no tengo una vida? bueno, pues ¿cómo ganarme el pan?… o sea, que el pan ha de ser ganado con el sudor de mi frente, con el amasado sudoroso y cansado, con sangre, dolor y lágrimas, porque ser una cigarra es la condenación eterna. Porque hay que producir, producir, producir… o morir.

Reunión de Té y Poesía OnLine

En marzo, con el confinamiento por coronavirus recién estrenadito, hicimos la reunión o tertulia poética de N’Clave de Po(esía) vía Skype después de valorar otras opciones y pasar un par de días analizando (en bastante profundidad) las herramientas disponibles con sus pros y sus contras para llevar a cabo videoconferencias grupales para más de 15 personas.

Finalmente opté por skype (sobre linux, lo que es todo un reto, dado lo mal que Microsoft, propietario de skype, se lleva con el software libre) y distribuí a la gente que se quería conectar en un par de grupos sucesivos, el primero a las 5 y el segundo a las 7.

Tuvimos un par de reuniones amables y sencillas, con no mucho más de 5 personas en cada una, lo que hacía muy fácil el manejo de este tipo de eventos, para que no acabe degenerando como en este chiste que está circulando en estos tiempos y que debería hacernos sentir avergonzados, en lugar de orgullosos de nuestro sentido del humor. Pero no se trata de aprender, ni siquiera en esta época pandémica, ni siquiera ante la posibilidad del fin del mundo.

Hoy vuelvo a proponer esta opción, que me hace trabajar un poco más, pero al fin y al cabo qué importa, teniendo en cuenta que aunque haga huelga o apagón cultural no importa lo más mínimo a nadie… ni siquiera estoy dado de alta como autónomo porque la gestora casi se rio de mí ante semejante intención y me dijo que no me salían las cuentas. Quizá tengo que pensar que la poesía y los talleres de escritura no son un trabajo como el sistema en el que vivimos define tal cosa, así que igual no puedo manifestarme, ni ponerme en huelga (sino ir de procesión o de vacaciones) como tampoco puedo darme de baja.

 

Llevo toda la pandemia acordándome de esta versión de Resistiré

[youtube_sc url=»https://youtu.be/PTH3WS_zBGg»]

Parece ser que está de moda (por decirlo con sorna) salir a las ventanas a las 20:00 a aplaudir a personal sanitario de los hospitales que quedan en pie tras la privatización que solicitó el pueblo soberano tener en las elecciones que han tenido lugar en los últimos lustros en este país y sus diferentes autonomías.

Dentro de esa algarabía de aplausos y saludos, se ha comenzado a poner música en los balcones y ha hecho furor la versión de El Dúo Dinámico titulada «Resistiré» con una letra, como casi todas las del Dúo (de quienes fui ferviente seguidor en mi adolescencia). Sin embargo, siempre preferiré la homónima canción de Barón Rojo que añado al final del texto.

Resistiré, del Dúo Dinámico

Cuando pierda todas las partidas
Cuando duerma con la soledad
Cuando se me cierren las salidas
Y la noche no me deje en paz
Cuando sienta miedo del silencio
Cuando cueste mantenerme en pie
Cuando se rebelen los recuerdos
Y me pongan contra la pared
Resistiré, erguido frente a todo
Me volveré de hierro para endurecer la piel
Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte
Soy como el junco que se dobla
Pero siempre sigue en pie
Resistiré, para seguir viviendo
Soportaré los golpes y jamás me rendiré
Y aunque los sueños se me rompan en pedazos
Resistiré, resistiré
Cuando el mundo pierda toda magia
Cuando mi enemigo sea yo
Cuando me apuñale la nostalgia
Y no reconozca ni mi voz
Cuando me amenace la locura
Cuando en mi moneda salga cruz
Cuando el diablo pase la factura
O si alguna vez me faltas tú
Resistiré, erguido frente a todo
Me volveré de hierro para endurecer la piel
Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte
Soy como el junco que se dobla
Pero siempre sigue en pie
Resistiré, para seguir viviendo
Soportaré los golpes y jamás me rendiré
Y aunque los sueños se me rompan en pedazos
Resistiré, resistiré

Ingenuo de mí, lo que me imaginaba es que la gente cantaba a voz en grito la versión de Barón Rojo… oh, triste Barón, de quién se apagó su gloria…

Resistiré
Barón Rojo

Criminales disfrazados,
seres sin razón ni piedad.
No hay palabras en el mundo
que definan vuestra maldad.
Por dinero asesináis,
por placer aniquiláis,
por poder nos destruis.
Suciamente mentís
aunque siempre vigiléis
y mis datos proceséis
no es tan fácil hacerme callar.

Resistiré,
Resistiré hasta el fin
Resistiré,
Resistiré hasta el fin.

Ordenáis a los profetas
que hablen de la guerra mundial.
Lleváis siglos maquinando
el final de la humanidad
y queréis hacer creer
que os importa nuestro bien
pero oculta en el disfraz
hay un arma mortal.

Nos habláis de sumisión,
nos pedís resignación
pero no me dejaré engañar.

Resistiré,
Resistiré hasta el fin
Resistiré,
Resistiré hasta el fin.
Yo maldigo…

 

¿Soy miserable o soy sencillamente pobre?

Hoy he tenido que dilucidar si comprar en Amazon un par de libros para los talleres de poesía o si comprarlos en una tienda a la que respeto y que me gusta, que se llama Librería Mujeres por la que suelo pasar para comprar variedad de ejemplares a comienzos de curso.

Era un ejemplar de poesía completa de Pizarnik de la editorial Lumen en tapa dura y el otro una antología (bastante completa también) editada por Hiperion, de Alfonsina Storni, ambos para varios de los temáticos en los que vemos obra de sendas escritoras, suicidas y argentinas.

No ha sido complicado encontrar obra suya, afortunadamente, pero había una diferencia de precio de 2 euros totales sobre un coste de 37 o 39 respectivamente en Amazon y Librería Mujeres.

2/37 no llega al 6% de diferencia, pero hoy no he desayunado por no gastarme 2 euros en unos donuts, pues no tenían los de 1€ ni una oferta de 2€/6 donuts. Suelo mirar el gasto que hago hasta este punto, aunque a veces resulta ridículo. Para mí, 2€ son una cantidad «relevante» de dinero.

Aún así, me siento bastante culpable por haber cedido (he cumplimentado los pasos en ambas plataformas web antes de decidirme) ante el gigante estadounidense por unos míseros 2€. Quizá me ha acabado de inclinar el hecho de que el envío por parte de Librería Mujeres era en un plazo de 6 días (aproximadamente) mientras A lo envía presuntamente para tenerlo disponible mañana mismo.

Podía haber, incluso, ido en persona a Librería Mujeres (aunque hay una dependienta que no suele ser muy simpática), pues la distancia entre ese sitio y mi estudio no es mayor de 10 minutos andando… Esto también me hace sentir culpable ante el deterioro del planeta. Jo… tanta culpabilidad me está agotando.

Ahorrar 200€/año en la factura de la luz

He comenzado el día con una noticia (que más bien parecía un reportaje publicitario) sobre la manera que tienen las familias y particulares de ahorrar 200€/año en la factura de la luz y que pasaba por consejos como invertir en infraestructuras como aislamientos, reducir el uso de calefacción, amén de minúsculas modificaciones en hábitos como el de utilizar el frigorífico de manera más racional, abriéndolo tan sólo cuando sea necesario y manteniendo la puerta abierta el menor tiempo posible.

Y por supuesto que es correcto hacer todo esto, pero un ahorro de 200€/año es diminuto comparado con lo que una familia media puede ahorrar en telefonía, sin ir más lejos. O en otras subscripciones como plataformas audiovisuales varias (netflix, imagenios, hbos, spotify…) que poco a poco nos van simplificando la vida o haciéndola más agradable.

La verdad es que mis ingresos (escasos) van orientados a vivir lo mejor posible y algunas de las reducciones que proponía el mentado artículo harían que mi vida fuese más incómoda con una reducción de no más de 5 o 6€/mensuales en el mejor de los casos, lo que conlleva una pérdida de tiempo y esfuerzo.

No se ataca el hecho de haber comprado una casa sobredimensionada, como suele ser la de la inmensa mayoría de la gente de mi entorno, adquirir equipos electrónicos varios sin que su posesión esté verdaderamente justificada, o tener hábitos de vida que dan la espalda a la eficiencia energética, como desear viajar por encima de todas las cosas de turismo rural o turismo internacional o cosas parecidas, sin un cambio de paradigma en el que si no estás a gusto en el lugar de residencia, te plantees elegir otro lugar.

Por añadidura, de la factura de la luz apenas el 30% es consumo, lo que supone que olvidamos que la reducción en la misma pasaría por incidir en políticas como la nacionalización de la producción eléctrica, es decir, reivindicaciones sociales vs soluciones individuales.

Nos piden que seamos pobres y además que nos privemos de aquello para lo que ganamos dinero, con la excusa de la autoculpabilización y es un sometimiento muy bien aprendido de un par de milenios por la enseñanza de la religión cristiana.

Por otro lado, la responsabilidad no deja de ser personal… pero por favor, también a la hora de elegir representantes en el parlamento. Y de eso no hablaba el artículo.

La muerte del minorista

La frutería de mi calle, que no está en mi calle sino en la esquina de la Corredera Baja de San Pablo con la calle Puebla, hace tiempo que dejó de estar en la esquina, cuando el supermercado que la acogía acabó por convertirse en un «mercado» boutique que decidió situar la frutería en el interior del mismo, haciéndola casi invisible para toda persona que no supiese que allí había una frutería.

Los fruteros se desplazaron a la fachada enfrentada, en los impares de la Corredera, y se llama frutas manolo, o parecido, pero han decidido dejar de atender como fruteros tradicionales, proporcionándote la fruta en mano elegida según lo que les pidas, amén de eliminar los precios de las estanterías con lo que no conoces cuánto te vas a gastar hasta que lo tienes todo en la caja y deciden cobrarte.

Carmen y yo continuamos fieles a la frutería del interior de la «boutique» porque el servicio minorista seguía siendo el trato al cliente, atendiéndonos, dándonos a elegir entre verduras más o menos maduras o recomendándonos algún genero que podíamos haber dejado de lado incluso dándonos a probar alguna muestra de, pongamos, fresas o cerezas, para animarnos a comprarlas porque les había llegado una buena remesa.

Dejamos a Manolo y sus fruteros y continuamos durante años con los nuevos fruteros de la nueva frutería interna al mercado pretencioso. Algunos de los nuevos fruteros eran ucranianos (o ucranios, según se quiera) y algún otro hispanoamericano. Eran simpáticos y amables. (En realidad siguen siéndolo)

Pero definitivamente la evolución que se conoce con el antipático nombre de gentrificación sigue avanzando en el barrio y triunfa la apariencia, la vacua sensación de riqueza, aún sacrificando la calidad en el género y, especialmente, en el servicio. Así que la boutade en la que han convertido en minifrutería la frutería del interior en la última remodelación de las ofertas en ese pomposo mercado, que vende pan de muchos cereales inflados (el precio también), y que ha transformado la esquina de la frutería original, la de Manolo, en una diminuta e incómoda cafetería con cafés y desayunos ampulosos, pero diminutos, síndrome de la tontería que campa a sus anchas en las nuevas propuestas del barrio que denominan Malasaña.

La actual sección dedicada a frutas es tan pequeña que ya casi es inexistente. Mientras los fruteros ucranianos (o ucranios) se han visto obligados a mudarse a su nave almacén en la calle La Nao, una minúscula callejuela que une transversalmente Puebla y mi calle (Loreto y Chicote).

Hace tiempo que les comenté que por qué no se mudaban a su almacén y abrían ahí una frutería y les dije que, por mi parte, seguro que seguía comprándoles allí. Parece que finalmente tuvieron que hacerlo forzados por la nueva estrategia comercial del super del barrio. Que ya ni lo es ni lo parece.

Además, desde siempre, compramos grandes cantidades y les solicitamos que nos las sirvan a domicilio, así que esa mudanza podría comportar un cambio en la forma de relacionarnos con ellos, adquirir o realizar el pedido por teléfono o, mejor aún, por whatsapp y esperar relajadamente a que lo dispensasen.

Y aquí es donde realmente creo que el negocio minorista muere: no sabe hacer del problema oportunidad.

Era una buena ocasión para trasladar, con mínima inversión, su negocio de fruteros tradicional a una web sencilla, presencial, que tan solo contenga los productos que ofrecen y sus precios, quizá un pequeño formulario (simple) de pedidos online…

Parece que eso es mucho pedir y tan solo se ofrecieron a darnos su teléfono, para llamar y pedir o para enviar un whatsapp con el pedido. Y este sábado así lo hicimos.

Pedimos una compra «básica», sin grandes cosas, sin mucho peso. En muchas ocasiones presenciales hemos pedido mucho más. Pero en esta ocasión nos costó mucho más. 70€ por una cantidad de fruta y verdura que difícilmente superará un par de semanas. Y me pareció excesivo. El amable frutero ucraniano (o ucranio) dejó de ser tan amable y me dejó caer que es que ahora ya sólo atienden a comercios, a lo que le dije que era una buena oportunidad para cambiar de mentalidad y aprovechar para ofrecer productos a domicilio a un montón de gente que, en sus casas, está acostumbrada a comprar sin salir del móvil. Pero no se dio por aludido y siguió insistiendo (como justificando el elevado precio de sus frutas) en que su clientela, ahora, sin su frutería de antes, se limitaba a restaurantes que piden material más caro.

No quiero pasar a comprar frutas y verduras a un Carrefour recién abierto, ni a un DIA, que envasa hasta cada plátano por separado en bolsitas absurdas de plástico, para luego cobrarte la bolsa de plástico externa que las contiene a todas. Y procuro no comprar en fruterías atendidas por personal de etnia han porque tienen la misma forma de atender que nos desanimó a seguir comprando a Manolo, «do it yourself» y luego te cobran en caja, si bien tienen mucha más variedad que la mayoría de las fruterías tradicionales o castizas y, desde luego, muchos mejores precios.

Hace tiempo que Carmen y yo venimos evitando hacer la compra a eco-tiendas por su elevado precio y porque además, cuando en su día miramos la posibilidad de hacerlo, no llevaban las frutas a casa y el horario de recogida era incompatible con nuestros horarios, pensando más bien en su clientela de oficina, de trabajadores de 9 a 5.

Ayer estuve mirando las páginas web de varias de estas empresas eco/bio… o lo que sea y el caso es que parece que son mucho más amigables que hace tiempo, mucho más sencillas y, desde luego, ponen al servicio del cliente (que también es ciudadano, sí, pero también cliente) un surtido más amplio del que partían inicialmente, dando solo opción a frutas y/o verduras de temporada, sin posibilidades de adquisición de otras frutas o verduras un poco menos «ecológicas», pero que también queremos consumir (sí, somos muy malas personas, por no querer aprender cuándo es la temporada ideal de calabacín). Sobra decir que han hecho un esfuerzo por bajar los precios y resultan mucho más competitivas (lo que es sinónimo de baratas) que las fruterías de barrio minorista.

Y eso acabará por ser su pequeña puntilla: si se niegan a adaptarse, se tendrán que preparar para la larga travesía del desierto.

Lamentándolo mucho, dejaré de comprar fruta a nuestro querido frutero ucraniano (ucranio), así como dejamos de comprar en su día a Manolo y compañía. Aun a sabiendas de que su proximidad habría de ser una acicate para que lo hiciésemos.

¿Qué precio poner para un Curso de Tango?

El capitalismo es ese monstruo en el que las cosas no tienen otro valor que su precio, y el precio no lo decide la ética, sino lo que se conoce como «el mercado», que no es otra cosa que los precios que otras personas han decidido poner a algo que tiene un valor arbitrario y que mucha gente ha aceptado como aceptable, lo que es el colmo de la aceptación. Quizá por eso es tan complejo cuestionar el capitalismo, porque tiene permanentemente una doble aceptación de toda persona inmersa en el mismo, lo que hace que nadie cuestione los precios cuando conoce «el mercado».

El otro día en un anuncio para el Curso de Tango que Carmen de la Rosa imparte en este fin de semana puso el precio (siempre es reticente a informar del mismo) de 60€/6 horas (50€/6 horas si se asiste en pareja). Está más bien por debajo de lo que viene siendo ese «mercado» de clases de Tango.

Por supuesto, hay quien está en su derecho de no querer gastarse ese dinero (¿dineral?) en esa actividad que requiere que una persona (o dos) dejen de disfrutar de un fin de semana, que ha requerido que esa persona que propone el curso tenga que pagar más de 30€ de publicidad, más de 60€ de sala, sin saber aún si el curso le saldrá adelante, que ha tenido que formarse (invirtiendo tiempo y dinero) para poder ofrecer una calidad como sólo ella puede tener, una calidez que va incluida en el precio (y que es un valor incalculable), que ha gastado su tiempo (que alguna vez dicen que vale oro… pero no sé muy bien el tiempo de quién) en hacer un cartel, en tener fotografías que puedan ser atractivas para que la gente esté dispuesta a pagar el precio que se solicita de acuerdo al mentado «mercado», que ha tenido que pagar a esa fotógrafa profesional que le realizó unas fotos, que tuvo que pagar la sala donde se llevó a cabo esa sesión fotográfica, que tuvo que adquirir un vestuario adecuado para que la gente no diga que no son formas esas de dar clases… que ha gastado su esfuerzo en responder a cada una de las personas interesadas (y estupendo que así lo haga) dejando de lado a su familia que la necesita, a su pareja, a sus amigos y a la opción de estar tomándose tranquilamente una cañita en una plaza de Madrid.

Hay quien está en su derecho de no querer gastarse ese dinero. Faltaría más. No estamos hablando de exigir pagar a quienes generan cultura como si fuesen funcionarios, no (Ironía Off). Se trata de ofrecer un producto (oferta) que puede o no tener una acogida (demanda) cuyo equilibrio genera una presunta justificación a ese precio que «el mercado» decide poner al mismo y que la sociedad inmersa en el capitalismo acepta como aceptable.

La misma docente desearía poder poner un precio más barato, ignorando las exigencias del mercado para no tener que pagar salas a los precios que tienen, ni pagar publicidad de grandes empresas con dudas prácticas impositivas, ni pagar a otros profesores que la formaron, ni fotógrafas que la retrataron, ni gastar tiempo y que ocurriese por arte de magia, así, de la nada, un curso este sábado, pero poder además disponer de ese tiempo en el que estoy allí para estar también con la pareja, con la familia o tomándose una cañita en una plaza de Madrid, por supuesto gratuitamente.

Hay quien está en su derecho de no querer gastarse ese dinero en un Curso de Tango, e incluso, claro que sí, está en su derecho (hay tantos derechos…) de afirmar que le parece muy caro, sí, que le parece muy caro, así, en absoluto, sin decir por qué le parece caro… y claro, entonces yo pienso que también tengo derecho (ya que se trata de derechos…) de decir que lo que esa persona me parece es o bien una irresponsable que desea acabar con las normas básicas del capitalismo, o bien una idiota que no ha pensado que su trabajo (porque seguramente también trabajará o recibirá ingresos de alguien que lo haga) también me puede parecer a mí muy caro y puedo estar deseando que no cobre ni un duro por lo que hace… y además, que me permita el derecho (sí, sí… a mí también me gusta tener derechos) de decirle que su trabajo es innecesario y mucho más caro de lo que yo consideraría razonable pagarle.

Así como curiosidad malsana, me dio por ojear su perfil de Facebook y encuentro que estudió en ICADE, una empresa privada conocida por su política de precios elevados (de acuerdo al sacrosanto «mercado») y que dice ser Gerente General de no sé qué empresa. Jo. Esta persona está claro que cree tener más derechos que yo, que la docente y que mucha otra gente, seguramente. Y ahora comprendo cómo ha llegado a esa simplista conclusión de que el precio de 60€/6 horas de un Curso de Tango en fin de semana por la mejor profesora de Madrid es «caro».

Esto no es una broma