¿Y qué si tu infancia fue una mierda según la mayoría de la gente?

Tengo ya añitos encima como para que las fotos de mi infancia fueran en blanco y negro, aunque pronto comenzaron esas fotografías en color que amarilleaban rápidamente y que mi madre conserva con todo el cariño del que es capaz (que es mucho) en álbumes ordenados por año, mes y excursión u ocasión.

Pero discrepo completamente de lo que se entendía como una bella infancia, quizá porque nunca me gustaron los deportes, menos aún los de equipo, especialmente los equipos. Por supuesto, si me veía en obligación (solía ser así en esa «nostálgicamente idolatrada» infancia), prefería ser portero para no tener que andar correteando y poder quedarme a charlar con quien se acercase a la portería.

En cuanto pude (y fue bien pronto) me hice con mi primer ordenador, un viejo Spectrum 48K, que me abrió por fin la mente a un mundo completamente nuevo y prometedor. No envidiaba esas calles llenas de gente que jugaba a cosas con pelotas y agresividad en mitad de un escaso tráfico rodado.

Tenía unos 15 años. Eran los 80. Fue mi «movida» particular. Descubrí que podías hablar con una máquina. ¡Qué maravilla! ¡Por fin alguien me entendía! (Cabría decir que era alguien que me hacía caso o, incluso, que me obedecía… pero no sé si aquello era tan importante).

Un poco parecido a eso había sido mi relación (unos años antes) con el ajedrez. Algo comprensible, un juego serio, un juego relajado físicamente salvo para un cerebro que veía piezas moviéndose en un techo que no era un techo y sí un tablero imaginario en el que celebraba derrotas y victorias contra mí mismo (alusión a la preciosa miniserie de Netflix titulada Gambito de Dama).

Podía de repente hacer un programa en BASIC, sí, el viejo BASIC, que simulase una ruleta rusa y que tiñese de rojo la pantalla en caso de tener ¿suerte?. No tenía que explicarle a nadie que eso me resultaba estimulante, muchísimo más que perseguir un esférico por un parque plagado de baches en una tierra árida y hostil sin más objetivo que darle una patada.

Podía de repente saber que una máquina sabe interpretar señales binarias (ceros/unos) que le decían qué tenían que hacer y poco a poco me fue mecanizando comprendiendo que era una forma de cualificar el mundo (sí/no) en grupos básicos de pertenencia a conjuntos que mucho más tarde aprendí a ampliar con una gama discreta y después infinita de grises en una lógica que no era simplemente bievaluada. Podía saber que los humanos no éramos tan simples.

Podía de repente hacer que la repetición no tuviese sentido si no era programable. Paquetizar las operaciones de modo que pudiera afrontarlas más eficazmente para disponer de más tiempo, quizá para leer, que era mi otra gran pasión.

En aquella época no necesitaba ganar eficacia, pero sí senté las bases en mi cerebro para poder hacerlo más adelante.

Oh… pero lo mejor aún estaba por llegar.

Cuando descubrí que los ordenadores podían conectarse entre sí, formando redes que te permitían algo tan básico en aquella época como un comando TALK para hablar entre dos personas (quizá al otro lado no había una persona, pero lo parecía más que los que jugaban al fútbol en mi barrio).

Y llegó (para mí) la red de redes, la red que unía un millar de millares de ordenadores (en aquella época sólo ordenadores) y con ello extensiones brutales de ese básico TALK, para poder hacer lo que hacía en esa vieja portería (charlar), pero con personas afines a mí en todos los rincones de la única esfera que me interesaba, esa llamada mundo.

Me hice adicto (casi) al uso de usenet y los Grupos de Noticias, esos antiguos «foros» donde volqué mi ansia por conocer gente afín. Así, escribí hasta la saciedad en el viejo grupo «soc.culture.spain» que me sirvió de contacto con el mundo incluso cuando estuve viviendo en Australia, pero especialmente cuando estuve trabajando en empresas donde habitaba un millar de personas de las que consideraba que la infancia ideal (esa de la que no querían salir) era la del fútbol entre un montón de energúmenos que ocupaban el patio como si fuese suyo.

Me acabo de dar cuenta de que otra de las diferencias entre estas dos imágenes comparativas de las dos infancias es que en la «presuntamente» de mierda hay dos chicas y sólo hay chicos en la de blanco y negro. ¡Curiosa diferencia!

Creé o solicité la creación de es.alt.literature (creo recordar) y alguna otra agrupación donde esperaba conocer gente interesante. «Buscaba un alma que se pareciera a mí y no podía encontrarla» que diría Lautreamont.

Así fue pasando el tiempo y pude encontrar gente fuera de ese ámbito telemático que, literalmente, me salvó la vida, para hallarme rodeado de personas a la que quiero, pero no guardo más que buenos recuerdos de aquellos tiempos, esas conversaciones con BegoWhat4, alguna otra gente… y mi certificación de que fue cualquier cosa menos una infancia como la que otras personas consideran ideal y sin embargo me ha llevado a ser, hoy, una persona feliz.

Volvería a elegir la misma ruta que me ha traído hasta aquí. Y no me gusta mucho que se estigmatice como infancia de mierda aquella que tuve solo por el hecho de que no es la que tenía que tener… según no sé «qué mierda» de patrones.

Tuve suerte.

Cuando algo ya ni te extraña ni te parece perverso

Es lamentable que este tipo de prácticas a quienes estamos en sectores de servicios culturales, ya sea poesía, arte, tango… nos resulte completamente habitual:

Si cambiamos influencers por ayuntamientos, varios museos, certámenes culturales varios, incluso restaurantes; y cambiamos los lugares a los que pedirlo por poetas, artistas, bailarines… nos resulte de lo más normal, incluso en ocasiones se nos pide participar con cuotas (para formar parte de un libro, para llevar a cabo una acción que toca autofinanciarse…).

Y nadie se escandaliza.

Por supuesto, incluso el mismo sector se hace esto a sí mismo, y unas personas que se dedican a gestionar eventos culturales te ofrecen participar (ya sabes que va a ser sin dinero de por medio) y lo hacen con toda la buena intención del mundo.

Es lo más habitual porque lo que haces lo haces porque te gusta. Esta es la excusa para justificar un menosprecio absoluto por el trabajo en ese sector. Así que no es de extrañar que ahora (época de coronavirus/COVID o lo que sea) este sector esté al borde del colapso. En realidad ya estaba al borde de un precipicio que no parecía querer ver, pero ahí estaba. Ahora estamos cayendo en picado y según y quiénes, tendremos o no la suerte de caer en el agua o sobre una roca.

Si compraste un paracaídas porque sabías que iba a pasar… te llaman previsor.

Hace tiempo que escribí varios textos al respecto de ¿De qué vive un artista? o ¿de qué vive un poeta?, así como realicé una encuesta a diversas personas del ámbito cultural (véase que la misma es de hace ya tiempo, 2012) al respecto de cómo debía financiarse una performance.

No sólo no ha cambiado nada, sino que ha empeorado en el mejor de los casos. Y sin embargo seguimos. Ganas dan de tirar la toalla y yo he de reconocer que me he cansado de hacer cosas gratis y sólo las hago si me apetece mucho por amor… no tanto al arte, que lo tengo siempre, como a quienes organizan el evento en cuestión o a las personas vinculadas al proyecto.

Sí: Es preciso el amor al arte, pero no es preciso el amor a su divulgación, a su compartición con una sociedad que no valora el trabajo que requiere. Así que se puede amar uno o una a sí mismo o misma y autorregalarse (o regalar a otras personas amadas) el fruto de ese amor al arte.

Sydney’ko Gure Txoko

A esta camiseta le tendré siempre un cariño especial. Cuando llegué a Australia, allá por principios de los 90, aquel fue el lugar más amable que encontré y donde recibí más cariñosa acogida. Amén de comidas inolvidables, caseras, sin temor a la contaminación de una cocinera malaya que se mezclaba con las más tradicionales recetas vascas.

Aún conservo amistades de aquel lugar tan maravilloso al final de Liverpool Street llamado Gure Txoko que en euskera significa «nuestro rincón».

Acogedor como un rincón, cobijo de viajeros que respeten la idiosincrasia identitaria vasca, allí conocí a un grupo de personas con las que pasé unas navidades algo desoladas, vistiendo una chaqueta amarilla que dejó nota, queriendo besar a una muchacha de quienes todos estábamos enamorados, acabando por hacerme amigo de mi querida Elena A. Fraser (Ishwar gyani), que en aquella época era la persona más «desbocada» que yo había conocido nunca y hoy es masajista ayurvédica en Valencia.

La he usado menos de lo que habría querido, al menos fuera de la intimidad, pues en Madrid ya recibí improperios en el metro en cuanto vieron la bandera de la izquierda (la de la derecha no la veía nadie). Pero aún así, han sido 5 lustros acompañándome la vida.

En el último periodo la he usado hasta la extenuación, entre otras cosas porque su tela me encantaba y la altura de su cuello, pero se ha ido desgastando y empieza a ser imposible seguir usándola sin parecer un desarrapado… incluso para casa, donde Carmen demanda cierta vestimenta de respeto a la pareja (y yo también).

Y por ello ha llegado el momento de cantar una canción triste y dejarla ir, pero me quedarán las fotos y el recuerdo de una camiseta que comprime y contiene el calor y la gentileza con la que siempre he sido tratado en Euskadi y en ese rincón en un rincón del mundo.

¿Recuperaremos el sentido de la enseñanza?

Hoy he leído un artículo en eldiario.es que por supuesto me resulta relevante (no como la mayoría de los artículos) pues me dedico a dar clases particulares parcialmente y afecta directamente lo que se decida con respecto a las evaluaciones de este incierto curso en el que es absolutamente imposible mantener los esquemas con una perspectiva de antigua normalidad.

El enorme titular rezaba: Los profesores de Bachillerato piden cambios ya en la Selectividad porque este año va a ser casi imposible acabar los temarios. Lo que hace casi innecesario seguir leyendo pues es un spoiler en toda regla. El titular nos lo cuenta todo. Pero no.

Lo verdaderamente interesante estaba en el meollo del artículo: ¿para qué sirve la educación? ¿para qué sirve la EvAU o EBAU o PAU o Selectividad o…? ¿Es realmente necesaria?

Yo siempre había sostenido que, más allá del hecho de que, por supuesto un examen no es algo intrínsecamente útil desde el punto de vista académico, sí que me resultaba defendible como aquel reto al que enfrentar a la adolescencia con un atisbo de lo duro que será ir haciéndose mayores, en términos de responsabilidades, exigencias, etc. Una especie de «rito de iniciación», algo cruel, puede, pero mucho menos que colgar de las garras de un halcón bajo un sol tórrido en una tienda sioux.

Pero he de reconocer que el texto me ha hecho recapacitar sobre esta idea y darme cuenta de que estaba equivocado: con ese «rito» se pone foco en lo ritual y no en lo esencial, que debería ser siempre el aprendizaje.

Efectivamente, durante el último curso de formación del instituto (lo que ahora mismo se conoce como 2º de bachillerato) lo que hace el profesorado es únicamente preparar para ese examen, no hay nada en el horizonte de un alumno o una alumna de 2º que no sea su EvAU. Todo gira en torno a ello. No hay ningún momento en el que piensen si lo que van a estudiar les va a servir en su carrera (ya no en su vida, que sería demasiado y sobre lo que estoy viendo un vídeo muy ilustrativo titulado “Las matemáticas nos hacen más libres y menos manipulables”. Eduardo Sáenz de Cabezón).

Es un año que, si ese «rito» pudiese eliminarse (no hay una razón para que no sea superfluo, pues académicamente ya han debido probar su valía a lo largo de años de exámenes de instituto), podría recuperarse para lo que debería estar concebido: enseñar y aprender.

Pero luego pienso que en realidad lo que busca la inmensa mayoría de la gente es «servir», ser útil, ser martillos en una sociedad postindustrial, ser herramientas al servicio de algo y no visualizan en el conocimiento nada más que otra herramienta, no un gozo, no un disfrute, no un absurdo interés de conocimiento por el conocimiento. Pienso que desean aprobar exámenes, sacar notas, tenerla más larga, matricularse en másteres, demostrar que pueden… demostrar, demostrar, demostrar… y pierdo la paciencia y la fe en cualquier aproximación al sistema educativo (me da igual la metodología).

Así que… yo sigo creyendo en la ingenua labor de muchos docentes de enseñar, de transmitir conocimientos, de abrir mentes, de formar (no sólo informar) a las generaciones venideras, si es que las generaciones revenidas lo permiten.

IDA de OLLA

Que no nos engañen: lo que está pasando en el Madrid de Ayuso no es un desastre impredecible; es que están aprovechando un desastre para erosionar aún más los servicios públicos y conquistar espacios para las privatizaciones sanitaria y educativa. Un shock para «invitar» a los madrileños y madrileñas a que llevemos nuestros hijos a la escuela privada y nos hagamos seguros médicos con la Quirón.

Germán Cano

No me gusta que se menosprecie a políticos sean del signo que sea, porque, además de parecerme una pérdida de tiempo y una falta de respeto, se pierde el verdadero foco del problema: ¿Qué modelo de estado/sociedad queremos?

Nunca me he engañado al respecto de la competencia/incompetencia | bondad/maldad de la dirigente de la Comunidad de Madrid. No veo ahí el problema.

Si embargo, gran parte (la mayoría de los votos) de la gente de la comunidad defiende un modelo neoliberal (aunque luego no les importa intervenir en lo que consideran adecuado para salvar empresas privadas mal gestionadas con dinero público, sin criticar por ello la gestión privada) y conservador (aunque se vistan de un progresismo tecnológico) carente de escrúpulos ni moral que no sea la pautada por el rendimiento económico a corto plazo.

Que esos votos sean apoyados en partidos homófobos, machistas y racistas no es casualidad. Es compartición de ideario. Pensar de otra manera es ingenuo, igual que algo de ideario (poco, pero algo) comparten PSOE con lo que sea que tenga en la fracturada izquierda (MÁS-MADRID/Más-País/Menos-País/Ganemos/PCE/IU/UnidasDesunidasPodemos…)

Donde sí veo un problema es en que no seamos capaces quienes deseamos un modelo de sociedad/estado de resultar atractivos para una población sin insultarla, sin decir que no saben lo que quieren, que son ignorantes, incapaces de elegir la mejor opción política/económica. Porque con esto lo que veo es que no creemos en la capacidad de la democracia para alcanzar una mejora social.

Donde sí veo un problema es en que el modelo que se propone desde una «alternativa» socialdemócrata (ya no desde un comunismo algo trasnochado en sus discursos) no resulte atractivo, no sea capaz de convencer de sus bondades sociales y también económicas, aunque sea a largo plazo.

¿Por qué? ¿Por qué no hay autocrítica en los políticos de izquierda? No sobre sus objetivos, que pueden tener más o menos claros y que han de modificar a medida que las circunstancias lo requieran para satisfacer las exigencias de los poderes fácticos del estado en el sistema capitalista en el que estamos inmersos. Pero sí requerirían ser capaces de atraer a un electorado que sigue creyéndose que lo privado es mejor, que los funcionarios viven muy bien, que la gestión pública siempre es corrupta, que los políticos nos engañan…

No. IDA no nos engaña. (Como mucho disimula sus intenciones). Quiere una comunidad en la que toda gestión, toda iniciativa, sea privada, aunque con la debida sumisión de todo lo público si es necesario (Por cierto, ¿para cuando privatizar los bienes de la iglesia católica?). Lo sabemos. Sabemos qué modelo quieren: véase EEUU. ¿Creemos que sería mejor? Yo no, pero conozco mucha gente que sí lo cree. ¿Cómo puedo convencerles? A mí me cansa ya la discusión política. Estoy agotado. Tiro la toalla. Me avergüenza reconocerlo, pero así es.

A partir de ya, pongo un cubo para reciclar y tiro la basura, aumento el consumo, aumento la basura que tiro, pero muy organizado, tiro lo «orgánico» donde hay que tirarlo y ya está. Ya no lucho contra el sistema en este campo. ¡Que vengan nuevas generaciones a luchar por un futuro que puede que no me pille! Vergüenza. Sí. Vergüenza. Pero ni por esa impotencia que siento voy a dedicarme a insultar ni a banalizar el debate.

Poesía Tendencia

La poesía es la tendencia de esta temporada

Calentita, gustosita, agradable al tacto, o todo lo contrario: hay de todos los colores.
Hazte con ella en todas sus formas en los talleres de poesía y escritura creativa de Asociación Cultural Clave 53.

Hace años, la sobrina de Carmen, que es fantástica vendiendo y sabe cómo atraer seguidores (su cuenta de Instagram es un fiel reflejo de la afirmación), me sugirió esta expresión que seguramente sería atrayente, pero también mentira.

Es una mentira que la gente está deseando escuchar: que la poesía es «agradable», que «da gustito», que puede ser calentita o a tu gusto, incluso (y esto es lo peor) que es terepéutica.

Es una mentira que llena de seguidores las cuentas de quienes escriben ese tipo de poesía, esa «nopoesía«, esa «twittersía» que regala premios de Espasa y vende libros por millares.

Es una mentira de las que premia el sistema en el que vivimos inmersos.

Pero yo siempre he defendido que la poesía contemporánea (y el arte contemporáneo) sólo es interesante en tanto en cuanto busca revertir o subvertir la perversión del sistema. Para ello ha de buscar el riesgo, el peligro permanente, casi el fracaso pero sin garantías, sin ninguna garantía.

Quizá por ello no he querido nunca usar ese «anuncio» que podría ser muy eficaz, que podría conseguirme muchas personas interesadas en mis talleres de poesía.

Puedo engañarme diciendo que más adelante les mostraré que la poesía es incómoda, que es un camino de espinas y no de rosas, que no sana sino enferma, que la primera carta a un joven poeta de Rilke ya lo dice claro… pero no lo creerán pues todo lo que parte de una mentira, es mentira; es un edificio que se sostiene en barro. Y yo prefiero un cuchitril pero sobre granito.

Y sobre esa piedra, erigiré mi iglesia.

El culto a la poesía riesgo, la poesía valiente, la poesía prueba-y-error, la poesía sin esperanzas, la poesía sin panfletos, la poesía sin soflamas, la poesía desnuda y en lo oscuro, la poesía rota, la poesía en crisis permanente, la poesía sin futuro, la poesía libre, la poesía voladora, la poesía desalmada, la poesía interna y sincera, la poesía intensa, la poesía loca, la poesía racional, la poesía irracional, la poesía que niega el principio del tercero excluido, la poesía infinita, la poesía desagradable, la poesía insana, la poesía fría, hostil, desarrapada, la poesía triste y pobre, la poesía cuyas deudas sean con toda la poesía arriesgada, valiente, experimental, desesperanzada, fracasada que haya sido escrita y leída antes de generar nueva poesía arriesgada, valiente, experimental, desesperanzada, fracasada…

Racista

No puedo ni empezar.
Si afirmo ser no racista es que no comprendo que el racismo es inevitable.
Si afirmo ser no racista es que aún no me he encontrado en una situación que me lo ponga de manifiesto.
Si afirmo ser no racista es que no sé bien el significado de la palabra racismo.
Si afirmo ser no racista es que he pensado poco o nada en si la palabra raza tiene sentido.
Si afirmo ser no racista es que quiero venderme como impoluto como si pudiera estarlo.
Si afirmo ser no racista…

Por supuesto (sobra decirlo) ponerle peros a no ser racista es ser racista.

La única buena forma de comenzar a cambiar es afirmando ser racista.
Reconocer que vivimos en un mundo que hemos ayudado a construir basado en el racismo.
Reconocer mi parte de responsabilidad en ello.
Reconocer mis limitaciones para cambiarlo.
Reconocer mi suciedad como ser humano… para poder limpiarla.

(Limpiar… tiene tantas connotaciones racistas que prefiero no ahondar en ello)

Uberificación Vintage

Llamamos a un uber
para ir a cenar con una amiga de Carmen.

No queríamos tocar la calle
por si un ramillete de ARN se colaba en nuestras entrañas.

Bajé al portal antes de recibir mensaje alguno
pero por si acaso me asomé a la calle
miré a ambos lados
y vi un vehículo extravagante
en mitad de la calzada.

Supuse que se apartaría
en cuanto llegase nuestro carruaje
que ya parecía tener algo de retraso.

Claro:
Las imágenes me delatan.
Este poema no tiene ningún misterio.

Distinguí el distintivo que indica que es un vehículo
autorizado por la comunidad de madrid
para transporte de personas.

Y verifiqué que la matrícula del mismo
coincidía con la matrícula del coche previsto
para recogernos.

Carmen no lo podía creer.
Quería fotografiarlo sin parar.
Yo me sentía algo avergonzado
no sólo por contribuir a la uberificación
de la economía
sino por ser el centro de atención
de una ciudad dormida.

Conversaciones con el conductor
como si yo entendiese de coches
dando por supuesto que ella no entendía
como si me interesase
aunque sí me apetecía saber
si ese curioso artefacto podía conducirlo
siempre que eligiese
y si eso le repercutía en una mejora salarial
intentado no sentirme mal
por contribuir a la uberificación
de la economía.

Al salir
nos permitió tomar una fotografía (4)
que presumían de una especie de episodio vacacional
en mitad de una ciudad
vencida
que llora miseria disfrazada de opulencia.

Enviamos las fotografías
contribuyendo a la difusión (intencionada)
de la apuesta por el postinaje
de la mentada compañía.

Algo así como un diario. Texto de 1998.

Viaje al fondo de mi alma.

Lo de «todo empezó» no corresponde pues es probable que sea una historia sin comienzo, más diría yo, sin existencia.

El caso es que después de algún tiempo, Mythreyi y yo decidimos pasar las vacaciones juntos. Ella terminaba su tesis y se iba camino a la India. Yo quería ver a Xabi, Alberto, José Luis… Total que decidimos quedar en Amsterdam el 30, no, el 29, no, ella el 30, yo el 29. Nos pusimos de acuerdo y el 29 por la mañana ambos nos encontrábamos en este aeropuerto de Schiphol (Amsterdam).

Como en otras ocasiones, el primer problema era dónde y cómo besarnos: yo no sabía de su evolución pero estaba aún más confuso de la mía.

Los dos primeros días, aquí en Amsterdam en fiestas, fueron suficientemente aclaratorios: ella, aunque sugiera haber cambiado (especialmente gracias a Jack) sigue siendo la expectante comprometida que no entiende la profundidad de mi individualismo radikal. Igual que para mí es incomprehensible su vinculante concepto de «couple».

Quizá soy un inmaduro: «me la pela».

29 y 30 -> Noches en Amsterdam. Más o menos decido sin decir palabra que no quiero seguir. Soy un cobarde y ya le haría alguna putada a distancia en caso de que no despertase de su inocencia.

El día 1 salimos pronto (12:00 p.m.) hacia Strasburgo a ver a Xabi. También estaba Marta. Me alegré significativamente pues así relajaría mi mente de sus inquisiciones. Unos paseos, unos cafés, unos vinos en L’Alsace… y Marta se fue el domingo y nos quedamos con Xabi quien tuvo la habilidad (le pregunté si incencionada) de poner el dedo en la llaga.

¿Éramos una pareja? ¿queríamos serlo? ¿cómo éramos?

¡Joooder!

Esas preguntas las seguimos haciendo y preguntando con respuestas casi válidas durante la noche fatídica del domingo al lunes. Un largo paseo sin destino físico nos llevó al puerto inevitable de «la ruptura». Yo no creo que estuviésemos rompiendo nada y este era otro de los problemas que quedaron patentes esa noche. Caso simple de incompatibilidad de caracteres.

O: Enamorarse no es programable y yo no estoy enamorado.

Si estuviese enamorado habría puesto más empeño en intentar cambiarlo (o a mí). Sin embargo sólo consideré liberador que ella asumiese la situación como indeseada por ella.

4, 5, 6, 7 en París. Alberto no estuvo mucho con nosotros con lo que no tuvo ocasión (Myth) de atacar otros frentes no sé si con la intención de desentrañar la causa de la incompatibilidad o en otro vano intento de mostrar lo que yo no me puedo creer, que ella se adaptaría a la forma que yo quiera.

¡Pero yo no quiero que Ella se «Adapte»!

Algunas de las conversaciones fueron tan densas y profundas que no sé si estaba descubriendo completamente mi alma o creando la cortina de humo que ella misma iba engordando. Por suerte, al irnos de París se terminaron. La mala suerte fue perder el vuelo Amsterdam-Manchester que nos costó uno de ida Amsterdam-Leeds.

En Leeds, Jamie no era como la había imaginado y lo que había que ver no era mucho pero con Jamie hablando no hay mucho lugar para la reflexión. Esto siguió igual en York y en Liverpool.

La noche que tanto temía de la despedida Manchester-Amsterdam pasó sin pena ni gloria no sé si porque ya estaba todo dicho o porque quedaba demasiado para una noche en un aeropuerto.

Tan sólo los últimos minutos en Amsterdam, con el fin del fin, fueron desgarradores y tristes. Penosos. Demasiada pena para tan poca compasión.

El día 11 ella lloraba contra mi pecho mientras yo pensaba una frase que decir. A veces soy tan vacío que me doy miedo. Salí corriendo para agarrar mi equipaje perdido, un coche a Aachen y a las 12:30 ya estaba allí.

Con José Luis he pasado unos días interesantes en los que hemos conocido un poquito más Maastrich, Lieja, Nimega, Weert (un diminuto pueblo), con vueltas a Aachen a dormir (11, 12, 13) y el 14 a Bruxels con Antonio y Eva. Esos encantadores muchachos de Salitre…

El 15 Breda, Utreche y ¡Amsterdam!

A veces José Luis me desespera. Supongo que es falta de confianza o diferencias en la forma de ser. Lo normal, supongo.

Pero la verdad es que el 15 y 16 sólo quería que se terminasen. Quería volver a Madrid con mis amigas (¿Quiénes?) a hacer lo que más me gusta (¿El qué?).

Haré un intento por responder a estas preguntas cuando llegue dentro de unas horas.

Todo recomenzará con unas llamadas de teléfono… unas respuestas de email… y mañana a trabajar.

¿Cuánto se puede soportar sin ver el sol de la esperanza?

Amsterdam, Schiphol, 17 de mayo de 1998.

Haiku Generator

Hoy una amiga (que durante años ha sido una de las más dadaístas asistentes a los talleres de poesía que coordino) ha publicado en una red social, riéndose de ello como corresponde, que hay en internet un generador de haikus.

Es una cosa tan graciosa o tan patética (y no en un buen sentido) como el generador de ideas para blog del que hablé hace no mucho en este mismo blog.

Algo tremendo está pasando cuando alguien quiere recurrir a una máquina para realizar lo más humano posible, que es expresarse.

¿Son las máquinas las que están tratando de decirnos algo? ¿Está la amenaza de Skynet más cerca de cumplirse de lo que nos creemos?

Unos cuantos haikus generados casi aleatoriamente por esta vía:

Evil october.
A tropical, large sun flip
above the dollar

Nippy summertime
A domestic, grand pig soars
before the giraffe

Tearless christmastide
A gray, grand squirrel frightens
because of the net

Cabe preguntarse si a la palabra poesía, a la palabra arte, a la palabra creación, no habría que añadirles (implícitamente) la palabra sujeto humano, pues no es sólo una cuestión de forma, ni de contenido, sino de riesgo, de intención, de fracaso… las máquinas (y quienes deciden usarlas para generar ideas para un blog, para escribir «haikus» o similar) lo que buscan es el éxito, carente de riesgo y con una intención que no es la de explorar sino la de fabricar.

La escritura creativa (creación como actitud ante la vida, no como eslogan), la poesía, es una fábrica de errores, de insensateces, de locura, de interrogantes en última instancia, y no una máquina de exclamaciones, afirmaciones, verdades, corduras ni, nunca, éxito asegurado.

Esto no es una broma