Problemas de arranque de mi ordenador

El ordenador de mi estudio me ha dado problemas desde que lo compré, por Amazon (craso error), por ahorrar algo de tiempo y de dinero. Sí, es ya un PC algo antiguo (i7 con 16Gb RAM DDR3), pero es que desde que lo adquirí fue inestable y difícil de actualizar su hardware, cosa que siempre hago pues los computadores suelen durarme bastante tiempo, especialmente desde que me pasé definitivamente y en exclusiva a Linux.

Una vez que arranca el sistema operativo, funciona bien, aunque no es para tirar cohetes, pero recuerdo que pensé que era una oportunidad comprarlo por unos 650€ hace como unos 7 años y pensando en cambiarlo a los 5 años. Ya llevamos 2 años de prórroga y empieza a notarse mucho.

El de casa, no obstante, tiene unos cuatro años más (un i3 con 8Gb RAM DDR3) y funciona mucho mejor, hasta el punto de pensar en hacer el cambio y traerlo al estudio… pero es una solución que no soluciona nada.

Por supuesto ambos han pasado por épocas de «intervenciones quirúrgicas» para aumentar su rendimiento, principalmente mediante discos SSD, así como algunas tarjetas extra PCIe para conectar algunas otras cosas, ya fueran añadir puertos USB o ethernet. Pero ya no merece la pena nuevas inversiones que siguen haciéndome tener un par de equipos que no acaban de estar bien.

Tengo que ir mentalizándome (esta pequeña confesión en el diario forma parte de ello) de que tengo que adquirir un nuevo PC, pero esta vez volveré a hacerlo mediante una compra en una tienda pequeña, personalizando en la medida de lo posible los componentes del mismo pensando en que tiene que durarme otros 10 años…

Kukicha

La semana pasada decidí que no podía seguir sin teteras para los Talleres de Poesía y Escritura Creativa de Clave 53, a pesar de tener una pared carente de electricidad por una avería que seguramente resolveremos pronto. Así que pergeñé una mesita auxiliar con una enciclopedia que está empaquetada en una caja de cartón, la coroné con una tabla de un marco de conglomerado maderero para fotografías que no estoy utilizando y la ubiqué junto a un enchufe en la zona común del estudio donde sí que funciona la transferencia de electrones a través de un cableado apropiado.

Para estrenarla hice uso del té kukicha (en japonés: kuki=tallo, cha=té), así que perdón por la redundancia, del que he estado leyendo su origen e historia, más que (además) sus presuntas propiedades para la salud, que siempre parece ser lo que todo ser humano busca, incluso aunque no estén enfermos.

Lo habíamos comprado en una tetería llamada TeAna en la calle Labrador, 4, Madrid, cerca del metro de Acacias donde una mujer, llamada Ana, nos lo «vendió» estupendamente después, eso sí, de más de una hora de conversación.

Cuando lo serví, transmití la siguiente historia porque me tenía completamente cautivado pensar que era el «té de los campesinos pobres». Me pareció tan tierno que me hizo seguir haciéndolo toda la semana y repitiendo la misma historia. Es una pequeña delicia (de historia) aunque en cuanto al té, prefiero otros… Pero la narración y su descubrimiento no ha sido baladí.

El Kukicha es un té japonés un poco inusual, ya que está compuesto tan solo por los pedúnculos y tallos internos de las hojas. Comenzó como un subproducto de la producción del Matcha, el Sencha y el Gyokuro, cuando para obtener los tés de mayor grado se separaban los tallos de las hojas.

Fotografié esta pequeña muestra de lo que se infusiona para mostrar la diferencia con respecto a las hojas más o menos verdes que habitualmente constituyen lo que se denomina «té».

Carmen de la Rosa LINUX Tango DJ

Yo presumo (vanidad, todo vanidad…) en ocasiones de ser de las pocas personas que editan en Linux y con software de código abierto, incluso con tipografías, en su mayoría, OpenSource.

Pero poco digo de que Carmen de la Rosa sea una de esas raras avis que musicaliza utilizando un programa como el Mixxx (Free and open source DJ software for Windows, macOS, and Linux) en un mundo en el que la inmensa mayoría de la gente utiliza software privativo, casi siempre sobre Mac.

Vivimos muy al margen de la eficacia, muy al margen de la corriente… éticamente, eso sí, impecables y ahorrativos. 😉

¡Actúa! (dice el cartel)

Estos banner me parecen de lo más irritante que tienen las redes sociales. Casi tanto como la publicidad indeseada (esto es publicidad, también) o la pseudopornografía con clickbait.

Analizo:

1.- Pedimos el cese de la violencia en Gaza.

¿Alguien no quiere que cese la violencia en el mundo? La simpleza con la que se pide es tan obvia que parece la carta a los reyes magos de un bebé.

2.- Suma tu voz, ¡no podemos mirar hacia otro lado!

Pero en cuanto haga scroll estaré mirando hacia otro lado. En cuanto haya otra noticia (otra Ukrania invadida), miraré para otro lado, me harán mirar para otro lado. Nadie habla de Haití, ni de Mali ni de …

3.- Firma ahora

¿Qué validez tiene una firma online? No se hace mediante un certificado digital, ni nada similar: tan sólo nombre y, en el peor de los casos, te solicitan el DNI para que parezca más «serio», sin tener en cuenta la falta de seguridad que eso supone.

Pero lo más sangrante es el final:

4.- Sólo te llevará un minuto. ¡Actúa!

O sea, que de lo que se trata, fundamentalmente, es de hacer un acto caritativo y carente de compromiso (más allá de ese minuto):

No se menciona que elegir un gobierno en una elecciones es algo que puede o debe ser algo que presione internacionalmente a (en este caso) Israel para terminar con esa masacre que está cometiendo.

No se menciona que hay manifestaciones a las que acudir que agiten conciencias y obliguen a cumplir compromisos de nuestro gobierno (al fin y al cabo nuestra representación como estado).

No se menciona que existen otras formas de actuar que, realmente, sean acción.

Hace casi una década que no firmo nada online y ya expliqué el porqué en esta entrada de este diario personal que en ocasiones temo que me refleje como un carcamal cascarrabias. Quizá lo soy. O quizá mi momento ha pasado y dejo a las generaciones más jóvenes que tomen el control y se lancen a la calle y bloqueen la ciudad…

Pero el único problema de movilidad que suelo tener es la aglomeración de personas comprando sin parar artículos innecesarios en la calle Gran Vía.

Al fin y al cabo, han gastado su minutito de tiempo en «actuar» y les queda el resto del día para hacer lo que quieran, que suele ser…

La sociedad del espectáculo

He comenzado a leer este libro (no audiolibro, ni PDF) que está resultando una auténtica maravilla que no comprendo cómo no he leído antes.

Me lo regaló Carmen estas navidades (estaba en mi lista de «pendientes») y he tardado casi un mes en comenzarlo. Lo leo despacio, muy despacio, recreándome en lo que leo y abriendo las ventanas que me presta el libro para conocer otros múltiples pensadores de finales del SXX que tengo mucho más desconocidos de lo que debería, teniendo en cuenta que en ocasiones hasta me atrevo a citarlos.

Así, gracias al canal de youtube (La Travesía) en el que he encontrado este fantástico vídeo explicando y resumiendo el contenido del libro de Guy Debord, estoy conociendo de manera básica y provisional a algunos de ellos, como Saussure, Derrida, Baudrillard, Lacán, MacLuhan… completándolo con unas lecturas de la wikipedia y algunos artículos adicionales.

Si a ellos les hubiera dedicado la atención que le presté en su momento a Roland Barthes…

La verdad es que me parece descorazonador casi todo lo que escucho de su pensamiento: una sensación de desazón se apodera de mi espíritu y el pesimismo me abandona como a aquel que sostuvo una paloma y la dejó ir mientras sus lágrimas en la lluvia iban siendo olvidadas.

¿Es triste la postmodernidad o sencillamente me hago viejo?

Sin agua

El viernes y el sábado pasado hemos estado en casa con cortes muy largos de agua, sin ninguna explicación por parte de ningún organismo responsable (ayuntamiento, por ejemplo) cuando ha sido un corte generalizado en una de las zonas más densamente pobladas del país.

No ha habido protestas, ni gritos, ni escándalo: somos una sociedad altamente sumisa.

Al fin, después de casi 2 días con dificultades como fregar, cocinar, ducharse, etc, se han dado por concluidas las incidencias y seguimos la vida tan normalmente, como si no hubiese guerras.

Hoy he ido de compras

Es casi un acontecimiento único que celebrar.

Yo creo que hoy es el día
que más ropa
he comprado en mi vida
en un sólo día.

Ni más ni menos que
siete pantalones
(no sé por qué se llaman pares de pantalones),
siete camisetas
(tres de manga corta y tres de manga larga)
lisas
de algodón
sin ningún adorno
más allá de su mero color
cuando no han sido blancas o negras
que suelen ser colores
que no se consideran colores,
dos pijamas
y una camisa de lo que
podríamos decir
vestir.

Ha sido una locura.
El consumismo me embargaba.
Una hora seguida comprando
en una cadena llamada Lefties
cuyas etiquetas me gustaban más antes
cuando eran meros «Lfts»
y después en otra cadena
llamada Primark
pues ambas están
al lado de mi casa
y son presuntamente
de lo más económico (barato)
que puedo encontrar.

No me gusta ir de compras.
Aborrezco ir de compras.
Me asquea ir de compras.

Hoy he comprado para no tener que volver
a comprarme un pantalón vaquero
en más de 10 años.

He tenido que guardar mi ropa
recién adquirida
en el metro cúbico
que digo tener
de espacio dedicado a almacenarla
y ha sido bastante complicado
pero no imposible.

Ahí están
con sus etiquetas
probando que aún no han sido estrenadas
todas las prendas
colgando en perchas
excepto un par de pares de pantalones
vaqueros
que he reservado doblados
en el suelo del armario
para futuro por llegar.

El viernes había recogido
de la tienda de arreglos
de la calle Ballesta
los dos últimos pantalones (pares)
que estaban siendo reparados
de sendas roturas y que han de durarme
otros cuantos años.

Ahora siento cierta opulencia
con tanta ropa
pendiente de ser estrenada
acuciando tras las puertas
correderas
con espejo de un metro de alto
por setenta centímetros de ancho
a modo de pliego de papel
pero mucho más pesado.

Mañana
lo habré olvidado
pero sentiré
cierta tranquilidad
sabiendo
que no tengo que ir a comprar ropa
en los próximos lustros.

(me olvido del hecho de que
puedo (no como todo el mundo)
ir a comprarla)

puedo esperar

claro que sí

puedo esperar

no tengo prisa
el restaurante tiene prisa
la compañía del gas tiene prisa
la comunidad de vecinos tiene prisa
el bar tiene prisa
el autobús tiene prisa

el mundo entero tiene prisa

pero puedo esperar
claro que sí

yo puedo

la poesía se hace por amor al arte
el arte no come en restaurantes
el arte nunca tiene frío
el arte vive solo
el arte no disfruta en bares
el arte vuela de sitio en sitio
montado en caballos alados
a los que llama pegasos

claro que sí

puedo
y espero

porque tengo esperanza
tengo esperanza
esperanza
cada vez menor
pero tengo
lo único
que puedo permitirme tener

Hacer el argentino

Cada mañana me ducho, ahora especialmente porque además el calor del agua sobre mi cuerpo relaja la musculatura de la espalda que ha estado en tensión durante la noche.

Desde que tenemos la nueva y flamante ducha con su plato negro antracita y el grifo de ducha permite el «efecto catarata» tan lujurioso (de lujo), resulta que tengo que terminar el proceso de ducha con un movimiento de pies que escurran en la medida de lo posible la mayor cantidad de agua residual hacia el sumidero pues el plato no tiene la curvatura o la pendiente suficiente para arrastrarla rápidamente tendiendo a la formación de charcos que eventualmente acabarían por desaguar, pero tan despacio que podrían llegar a favorecer el nacimiento de, si no renacuajos, sí algún que otro indeseable hongo.

A ese arrastrar con los pies el agua del suelo es a lo que, hasta ahora, llamaba mentalmente «hacer el argentino«, pues es allí donde vi con frecuencia algo que me parecía insólito y que, sin embargo, no era visto como algo extraño en aquellos lares: baños cuya ducha estaba en el centro de la estancia y bajo la cual había un desagüe, es decir, una «ducha sin fronteras» que inundaba todo a su alrededor cada vez que alguien se daba una ducha. Así que tras estar completamente limpito tenías que estar un rato «limpiando» el desaguisado que se había formado al limpiarse.

Ahora, tras las votaciones de las últimas elecciones presidenciales en aquel país de mis entretelas, ese «hacer el argentino» ha cobrado un significado mucho más sombrío, diría. Espero que el futuro depare nuevos usos para esa expresión.

Nota: Antes de estar en Argentina jamás me había parado a pensar que el único país al que se le ocurre poner el interruptor de la luz de un cuarto como el baño es España, costumbre que alguna amiga mía llamaba «gallegada«. 😉

Kit contra el frío

Cada invierno (aún es otoño) comienza con el kit contra el frío que coloco en la sala donde coordino los Talleres de Poesía de Clave 53 para que la gente desee venir a un espacio agradable, cuidado, cuidadoso, con un poquito de té para calentar el interior, con una mantita para calentar la superficie y con una pequeña estufa de «infrarrojos» para calentar el aire.

El entrecomillado de «infrarrojos» es tan sólo un detalle: casi cualquier estufa que emita calor (para un cuerpo humano) incluso un cuerpo humano, emite radiación infrarroja. Pero esta tiene el rojo a la vista para que la remisión a esa «rojez» aporte otro cariz calefactor, más psicológico que físico o, mejor dicho, antes psicológico que físico.

Esto no es una broma