¿Cómo quieres vivir?

Sí, es una pregunta válida. Te la puedes hacer, es más, te la debes hacer. No tienes otra cosa que hacer que esta pregunta. A la respuesta le podríamos llamar, sencillamente, vivir.

Se elige, se está obligado a elegir, que diría Sartre, y es la máxima responsabilidad que se tiene mientras la sangre corre por las venas.

¿Cómo quieres que sea tu vida?

Me consta que hay gente que no se formula esta pregunta y algunos puede que tengan cierta justificación, dado que lo apremiante de determinadas situaciones (estados de guerra, esclavitudes varias) no deja un segundo para detenerse y preguntarse:

¿Cómo quiero vivir?

Pero ¿qué decir de aquellas personas que no tienen esa justificación? Quizá nunca se les ocurrió la pregunta, o quizá sea cómodo (a corto plazo) no formulársela. Se puede tener la sensación de que vivir es correr solucionando problemas… pero no son problemas, son solo chapuzas para tapar huecos de una vida desperdiciada en tapar huecos, es vivir sin enfoque y desorientado, dando palos de ciego al aire en búsqueda de… no, corrijo, sin búsqueda, palos de ciego que no sabe si hay alguna piñata en las cercanías.

¿Qué necesito para vivir? ¿Qué es superfluo? ¿Tengo objetivo? ¿Cuál?

Si no nos hacemos estas preguntas, podemos decir que somos seres humanos, pero no somos más que carne con patas que avanza hacia una grosera masa de naderías, una oveja sin rebaño, que quizá por ello busca rebaños, como un intento desesperado de fabricar un objetivo común en uno propio, una necesidad grupal en una individual.

No se es un individuo pleno sin hacerse estas preguntas (añado que periódicamente) para responder, de cuando en cuando, a la vieja cuestión que formuló Camus en su Mito de Sísifo como ya cité cuando intenté contestar a ¿qué pasaría si me muriese mañana?.

Pero sí, a pesar de los pesares, hay quienes siguen andando por ese camino vacuo de la no-pregunta, avanzando sin ningún tipo de orientación, sin sentido, en un movimiento browniano que calienta el planeta más que el calentamiento global, fomentando el desorden puramente entrópico, partículas de polvo en un universo inmisericorde y sin dios que nos diga por dónde debemos avanzar.

¿Conoces a alguien que no se haya hecho esta pregunta?

Pues ayúdale y hádsela tú. No queda otra si deseas vivir en una comunidad humana, en caso contrario, solo estamos rodeados de becerros purulentos cuya vida no vale nada. Son alimento. Y la antropofagia dejaría de ser abominable.

Hacerse la pregunta no significa, no obstante, tener una respuesta que valga siempre ni para todo el mundo, es más, puede que no se sepa qué responder… eso no es importante.

Lo importante es saber que el ser humano se hace preguntas como esta, que para ser ser humano hay que hacerse preguntas como esta… y no hay excusas…

Salvo que no te importe vivir una vida desperdiciada.

De qué vive un artista.

Ya he escrito sobre esto en varias ocasiones hasta el punto de que no me apetece volver a hacerlo, pero como dice mi querido Hilario Álvarez, sigo interesado en ese viejo tema.

Escribí Sobre el precio de una performance, que tuvo una serie de respuestas a un cuestionario que propuse en el artículo Sobre el precio de una performance (Respuestas), así como en un texto para InAcción de ARTóN y en otro similar sobre la Sobre la gratuidad y el amor al arte.

No obstante, este texto, que no es mío, lo subscribo sin ninguna restricción. Aunque sigue sin aclarar de qué debería vivir un artista y se limita (que no es poco) a constatar de qué lo hace.

¿De qué vive un artista? Por: Lucas Ospina

Un artista vive de la renta, de alguna renta, por ejemplo de un inmueble heredado que produce una suma fija mensual. Un estudiante se pagó la costosa matrícula de una universidad privada con el producto de un local que le tenía alquilado a un cine-bar, lo que los asistentes gastaban en boletas, cócteles y crispetas él lo reinvertía en arte. En otros casos las rentas vienen de lo que producen las acciones en un negocio familiar. Una generación trabajó, otra hizo fortuna y la última, la generación artista, se gastó la plata. Dos hermanos, uno actor y otro cineasta, vivieron durante mucho tiempo del producto de la renta que producía la fábrica de piscinas fundada por el padre y administrada por el primogénito, un ingeniero igual de excéntrico a sus hermanos menores pero que debió conducir su artisticidad por el cauce señalado por el padre.

Otro artista a la muerte de su padre recibió una gran fortuna como herencia, ante lo que su mejor amigo, otro artista, dijo que era él quien había pasado a mejor vida.

Otro artista vive de un negocio. Cada quince días hace el viaje de la capital a su pequeña ciudad natal donde tiene una miscelánea que mantiene surtida de prendas y adminículos para jóvenes, cosas pasadas de moda en la gran ciudad pero que son novedad en la provincia. El artista dice con orgullo que es él quien define las tendencias de la moda en la pequeña ciudad. Otro artista puso un restaurante y se le incendió, otro montó el restaurante que lo hizo tan reconocido como chef que cuando dice que también es artista la gente se sorprende.

Otros artistas optan por el diseño y montan empresa, les va bien, son prueba de que en diseño más que estudio se necesita de práctica, prueba y error, experiencia; a estos artistas que diseñan les va tan bien que pasan de artistas a diseñadores. Todos tienen una fase en que ven el diseño como arte pero cuando el trabajo los abruma, y los clientes “siempre tienen la razón”, caen en cuenta de que el diseño es un servicio más y de que ellos se han convertido en proveedores de soluciones, no de enigmas; lo que comenzó siendo una estrategia temporal de automescenazgo —el diseño para pagar el arte—, terminó siendo un trabajo perpetuo donde todas las licencias creativas del arte van a parar al diseño. De vez en cuando estos artistas diseñadores les toca hacer un catálogo de arte o un trabajo para un museo de arte y cuando entran de nuevo en contacto con la gente del arte, agradecen vivir del diseño, incluso extrañan a sus clientes habituales. Es raro pero no inusual que por algún rezago estético estos diseñadores recuerden esa cosa inútil y anodina llamada arte, pero pronto lo urgente los trae de nuevo al presente.

Otro artista emigró y montó una carpintería en un país de donde tenía nacionalidad, antes hacía instalaciones sonoras efímeras, hoy instala pisos de madera y une cada pieza con el mismo cuidado con que componía sus obras de arte.

Otro artista tuvo un hijo y abandonó el arte: “los hijos son la muerte del artista y el nacimiento del publicista”.

Otros artistas viven de la dictadura de clase. Cada año los programas de arte de la universidades del país gradúan un promedio de 500 artistas, un público cautivo que necesita de un cuerpo de recreacionistas intelectuales que cumplan con la ilusión de enseñar arte. Enseñar arte puede ser el mejor trabajo para un artista, hay bastante tiempo libre para crear o “investigar” (como se refieren los artistas a lo que hacen cuando le quieren dar altura académica). A pesar de que cada vez hay más trabajo burocrático y hay que inventarse más justificaciones y comités para justificar la necesidad de los comités que justifican el arte en la universidad, ser profesor es una buena actividad. Hay que decir que un profesor de arte goza de un margen insólito de libertad, si los profesores de medicina dictaran sus clases como los profesores de arte dictan las suyas, graduarían asesinos en vez de médicos. Tarde o temprano muchos artistas, así no lo quieran, reencarnarán en profesores de arte; temprano si consiguen trabajo en un colegio, usualmente el mismo colegio donde han estudiado, o tarde cuando regresan endeudados con una maestría y descubren que para lo único práctico que sirve ese cartón de maestría de arte es para ser admitido en el proceso para calificar como profesor universitario de arte. Pero además de tener la maestría habrá que tener un doctorado y cuando todos tengan un doctorado algo más habrá que tener, el único consuelo es que mientras más grados haya que tener más necesidad de profesores de arte habrá y así tal vez haya más puestos de profesores universitarios de arte para darle clase a todos los que necesitan estudiar para tener más grados para obtener el puesto de profesor universitario de arte. También existen los profesores de talleres independientes, pero dependen del tiempo libre y la inconstancia de las señoras y pintores de fin de semana.

Otro artista vive del arte, sí, se puede vivir de eso: hay que asistir a muchos cócteles de inauguración, hay que circular y sonreír y hacer comidas y ser pródigo con las gentes del arte, con los galeristas, coleccionistas y curadores, y con sus cónyuges e hijos. Jamás hablar mal de la gente del arte en público y menos aún publicar algo malo sobre ellos. También hay que ser dúctil y decirle que sí a cuanto oferta de publicidad haya, y participar en subastas benéficas, y enviar a un testaferro que puje en la puja para que las obras se subasten bien y así elevar la cotización del precio del arte en el mercado. También hay que tener un taller y regar la voz de que hay piezas asequibles, económicas, y una vez los coleccionistas visitan el taller, atenderlos muy bien, siempre sonreír, y disponer las piezas con estrategia, de lo caro a lo barato, mostrar piezas que “ya están vendidas”, y hacer el tour de los precios con indiferencia y seguridad. Hay que soltar datos prestigiosos sobre clientes previos y sobre la cotización de las piezas en la galería. Hay que acordar con el galerista y con el dealer que obras hay que repetir y venderlas con discreción, y en la Feria de Arte montar guardia cerca al stand donde está la mercancía y para efectos de prosperidad parecer que se está ahí por pura casualidad. Hay que tener una galería por fuera del país, no importa si se trata del cuarto trasero de un bar alternativo en Berlín o de una galería meramente comercial, lo que cuenta es la internacionalización y poder dar el precio en dólares o en euros.

Otro artista optó por la doble vida —o eso es lo que se deduce de su esquizofrenia estilística—. Tiene dos tipos de obra, una que es la propia, la que no se vende, la conceptual, la efímera, la caprichosa, la que lo posiciona en el reino de las inteligencias y otra en la que da muestra de su destreza manual para hacer paisajes y caballos o fotos bonitas, o floreros bonitos, y que vende de forma anónima, o bajo un heterónimo para que no se pueda relacionar con el nombre propio y no afecte el capital reputacional. Es importante que los artistas no revelen de qué viven, sobre todo si no viven del arte, esto mantiene el mito de su independencia, de que no sirven a nadie, de que son inocentes, de que nunca serán lo suficientemente maduros para liberarse de la idea de libertad.

Otros artistas viven de la mediación artística, trabajan como asistentes en talleres, museos, galerías y espacios independientes, como cargaladrillos de artistas, curadores o galeristas, y luego, con la experiencia adquirida y una lista de contactos, se lanzan como artistas y curadores y galeristas, o simplemente dejan de ser artistas para ser curadores, galeristas o gestores culturales.

Otros aprovechan su arrojo para juntar palabras, hacer párrafos con esas palabras y firmar esos arrumes de párrafos para ofrecer textos de arte multipropósito que se cobran por el número de caracteres y que apenas sirven para cubrir el pago de los servicios; a los que escriben les basta con publicar uno o dos de estos textos para ser llamados “crítico de arte” y pasan a escribir en la prensa y en catálogos, basta con hacer un texto elogioso para una exposición y entregarlo a tiempo para que otros clientes quieran más textos de ese tipo, ante la presión de la demanda y el afán de complacer a la clientela es fácil pasar de agudo provocador a soso prologuista, este género de textos se parece al de escribir obituarios.

Otros artistas organizan bienales y encuentros internacionales de arte para pretender recibir suficiente apoyo como para poder vivir de la bienal y de los encuentros internacionales de arte que organizan. Otros ponen una ONG de arte y viven de ofrecer servicios de asistencialismo estético a las comunidades e instituciones interesadas.

Otros artistas viven de los premios, se inscriben en cuanto concurso hay, poco importa si el dinero viene del Estado, de una caja de compensación familiar o de una multinacional, no importa si la obra hay que mostrarla en una casa crujiente contra una pared descascarada en medio de la barahúnda de otras obras o en el corredor de un edificio inteligente, lo importante es concursar con la meta de ganar. Estos premios son loterías para artistas y dado el número de artistas que concursan es posible inferir —por simple matemática— que un artista tiene más chance de ganar en una de estas loterías que en cualquier otra. Entre premio y premio, entre una convocatoria y otra, en Internet se puede descampar y solicitar ingreso a las residencias para artistas que se ofrecen a nivel global, una vez se hace una solicitud a una se tiene una matriz para hacer más solicitudes, es posible vivir de trotamundos por años saltando de una residencia a otra.

Otro artista vive de su conyugue. En ningún momento pensó en casarse con otro artista, siempre supo que de casarse tendría que hacerlo con alguien que tuviera grandes ingresos.

Otro artista vive de oficios varios, es mesero, ayudante de chofer de bus intermunicipal, mensajero en una agencia de publicidad, es un artista sin obra, nadie lo conoce pero lleva una vida de poeta.

La mayoría de los artistas viven así.

Nota: texto escrito para el libro Cumbre Cartagena de Indias 2011, remunerado a su autor por Helena Producciones.

Donaciones

Hace una semana recibí la presente misiva de parte de Wikipedia. Me agradecen la financiación, pero yo les agradezco mucho más y no sé ni cómo hacerlo, su iniciativa que ha cambiado el mundo…

Estimado(a) Colaborador,

Eres genial. GRACIAS por apoyar a la Fundación Wikimedia, la organización sin ánimo de lucro que gestiona Wikipedia y sus proyectos hermanos.

Tu donación no solo cubre tus propios gastos por usar Wikipedia, sino también los costes de otros lectores de Wikipedia.

Desde el agricultor jubilado del estado de Nueva York que usa Wikipedia para estudiar la ciencia de los lodos, a la estudiante en Kuala Lumpur que está investigando la química orgánica. Desde el mecánico británico quien, tras fracturarse la espalda en un accidente, encontró en Wikipedia las herramientas para convertirse en un programador informático, al funcionario en Finlandia que instaló una versión offline de Wikipedia para una pequeña escuela en Ghana, pasando por el padre en Ciudad de México que lleva a sus hijas pequeñas al museo los fines de semana y utiliza Wikipedia para ayudarles a entender todo lo que ven allí.

La tarea de Wikipedia es llevar el conjunto del conocimiento humano a todo el mundo en todos los idiomas. Es una misión audaz pero, con 30 millones de artículos y 287 idiomas, creo que lo estamos logrando gracias a personas como tú.

En nombre de la Fundación Wikimedia y de los cientos de millones de usuarios alrededor del mundo: gracias. Tu cooperación para sufragar los gastos de mantenimiento permitirá que Wikipedia pueda seguir activa, imparcial y sin anuncios un año más, y se concentre únicamente en ayudar a sus lectores. Tal como debe ser.

Este año percibirás que, por primera vez, hemos modificado nuestros mensajes de recaudación de fondos para que sean visibles solo unas pocas veces, en lugar de mantenerlos durante semanas. Lo hemos hecho así de forma deliberada: no queremos que algunos usuarios se molesten ante nuestras solicitudes. No obstante, esto significa que pocas personas se darán cuenta de que somos una organización sin ánimo de lucro y que necesitamos su ayuda. Por eso te estaría muy agradecida si reenvías este mensaje a algunos de tus amigos.

Wikipedia está escrita íntegramente por voluntarios, decenas de miles de personas como tú y como yo. Me encantaría que te animaras a colaborar con nosotros. Si ves algún error tipográfico o de contenido, por favor corrígelo. Si conoces algo que merezca la pena añadir, agrégalo. Muchas personas encuentran esta tarea gratificante, quizá tu también sientas lo mismo.

Gracias de nuevo. Aprecio mucho su confianza en nosotros, y le prometo: nosotros usaremos su dinero con mucho cuidado y para bien.

Atentamente,
Sue

Sue Gardner
Directora Ejecutiva,
Fundación Wikimedia
donate.wikimedia.org

Otra parecida he recibido de Ubuntu, tras realizar una contribución puntual de unos 14 €. Sin beneficiarme excesivamente de su uso, contribuyo regularmente con Spotify.

Tu suscripción a Spotify Spotify Unlimited se renovará automáticamente el 2014-04-24 y se te cobrará 4,99 € cada mes, salvo que canceles la suscripción antes de ese momento. Puedes cancelar tu suscripción cuando tú quieras iniciando sesión en tu cuenta de Spotify y siguiendo las opciones de la página Cuenta, o entrando en la página de cancelación y siguiendo las instrucciones.

Pago también regularmente algunas pequeñas aplicaciones para móviles que me son de gran ayuda, amén de pequeños aportes a otras para ordenador que, si bien son «gratuitas» y abiertas, solicitan, de cuando en cuando, ayuda.

Pero lo más significativo es que parece que, aunque sea en pequeña medida, algo está cambiando en los modelos de financiación de software y servicios (incluso la lectura y la música se pueden considerar tales).

Apuesto, definitivamente, por este modelo y espero que siga aumentando su presencia a lo largo del siglo XXI.

Sistema de ecuaciones

sistema de ecuacionesHace unos días, una amiga compartió esta divertida imagen que me hizo recordar algo que les digo a mis alumnos (mis queridos alumnitos de clases particulares de matemáticas) y que no acaban de creer: Los sistemas de ecuaciones son, en realidad, la forma perfecta de resolver problemas. Son siempre aplicables y, en el fondo, resolver un problema matemático, físico, químico… se reduce a uno de estos, incluso, caso trivial, si solo hay una incógnita y una ecuación…

Si algo me gusta de los sistemas de ecuaciones es que, además de representar muy bien lo que ocurre en la vida: mientras más «restricciones» conozcas, más probable es que puedas encontrar una solución, sobre todo, por lo que me apasionan es que plantean de una forma muy clara problemas que pueden tener una, varias, infinitas o ninguna solución. Y así quedan explicados los problemas de la vida.

En resumen: lo primero que hay que hacer al enfrentar un (cualquier) problema es asegurarse de que el mismo tiene una solución y que esa solución sea única. Si no cumple esto, no hay necesidad de resolverlo.

Quizá no es que todo tenga solución en la vida, sino que igual no es necesario o posible resolverla, sino aprender a vivir con los problemas irresolubles, sin que causen problemas… pero me estoy empezando a liar… jajajajaja

Y ahora podemos pensar en si «la crisis» (cualquier crisis) es uno de estos problemas: ¿Tiene una solución y es única? ¿Tiene infinitas soluciones? ¿No tiene solución?

La vida es resolver los problemas… o aprender a vivir con ellos.

Bebo Coca-Cola

Sí, señoras y señores, sí, un performer, coherente en la mayoría de los casos con una forma de vida de obsesiva conciencia social y política, sí, un tipo así, como yo, bebe coca-cola.

El otro día, en una reunión informal con una amiga, me afeó este hecho, al pedir en una terracita de un restaurante libanés afincado en la calle Miguel Servet, esquina con Mesón de Paredes, bajo el ventanal en el que pasé mis primeros años de infancia, me dijo que debería pedir otra cosa, que si no me había enterado de lo que estaba haciendo la empresa en cuestión, etc, etc…

Y le contesté que sí, que sí me había enterado, pero que me gustaba la coca-cola, además de otra crítica que hice, esta vez no a ella, pero sí a la estrategia que está siguiendo para, presuntamente, reducir el consumo (penalizando) de tal empresa. Como ya comenté en otra ocasión, hablar tanto de Coca-Cola, lo único que, verdaderamente hace es darle más visibilidad. Le sugerí que, si ella deseaba que se bebiese menos ese producto dejase de hablar de él y hablase de otros.

Y aquí llego a mi pequeña reflexión de hoy: quizá ha llegado el momento de hablar en positivo, con propuestas y no con des-propuestas. En lugar de «No bebas esto o aquello», «No votes esto o aquello», «No hagas con tu dinero esto o aquello», quiero oír propuestas en positivo: «Te podría gustar beber esto o aquello», «Podría cambiar algo votar a esto o a aquello», «Si tienes dinero, podrías hacer esto o aquello».

Me recordó a cuando quería practicar inglés y pensé que no encontraría ningún chico con el que pudiera tener una conversación ni medianamente interesante y pensaba en poner un anuncio tipo «Busco chica con la que practicar inglés», pero claro, esto generaba un problema de posible mala interpretación de las intenciones. Carmen, en su pragmática sabiduría, me aconsejó: «¿Por qué no pones un anuncio diciendo que deseas practicar inglés y que tus intereses son el arte, la danza, la poesía y que no te interesan los deportes?»

Fue genial, porque no ponía las cosas en términos negativos o excluyentes sino en términos de lo que deseaba, directamente. En realidad, excluía también un montón de posibles «chicas» que tampoco me habrían resultado muy interesantes. Finalmente no puse el anuncio (no encuentro huecos «convenientes» en mi calendario), pero la propuesta en caso de que lo llegue a poner sigue siendo la suya.

En el caso de algo que comento muchas veces, sobre el uso de sistemas como FaceBook o Windows o similares, voy cambiando el discurso a estrategias más positivas: no es que windows sea malo, es que hay otros sistemas operativos, por ejemplo Linux, que pueden ser mucho mejores, gratuitos, libres de virus, libres de software pirata y sus exigencias económicas…

No obstante, el resto de la conversación también estuvo plagado de lugares comunes que no siento que aporten nada a un debate que, a estas alturas, ya ni parece tal: solidaridad, desafección a la corrupción, compromiso, irrepresentabilidad, participación, reparto de riqueza, injustificación de deudas (que, no obstante, se adquieren mediante compromisos), desmantelamiento del estado del bienestar (si asumir sus costes y, por supuesto, sin plantear alternativas), en resumen, un discurso que no puede ganar adeptos formulado de esta manera. Es preciso plantearse las estrategias que se están empleando, no solo los fines, que no acaban de estar tampoco bien trazados.

Está bien: sabemos qué no nos gusta, pero ¿qué queremos? ¿cómo podemos lograrlo?

Sí, supongo que tengo que ir a conocer un poco más los movimientos asamblearios. Seguro que hay pequeñas cosas que están haciendo (en positivo) que contribuyen a mejorar el planeta. No hacerlo es algo irresponsable, mucho más que beberme una bebida refrescante un viernes por la tarde.

Deng Xiaoping y la crisis de Europa Occidental

Hoy venía pensando que aún no estamos en «crisis», pero sí preparando el terreno para estar en una situación terrible en los próximos años. Dentro de 15 años, cuando la enseñanza pública y la educación pública sean una ridícula muestra de lo que son ahora mismo, cuando los derechos sociales y laborales estén tan mermados que den risa… o pena, o rabia… es cuando verdaderamente podremos hablar de situación crítica.

No obstante, seguí intentando pensar el porqué de esta situación que nos lleva a esta dramática reducción de la calidad de vida, al desmonte del «Estado del Bienestar» y creí poder trazarlo hasta la burbuja inmobiliaria y/o la financiera.

Pero pensé que eso era un efecto y no una causa: ¿Qué nos llevó a los occidentales a vivir volcados en burbujas como estas, altamente especulativas y de riesgos, como hemos visto, altos?

Y pensé que era la inexistencia de bloques soviéticos, que podía explicar el auge y despegue sin restricciones de la neoliberalidad salvaje que campa a sus anchas por el planeta tras el decaimiento (inevitable) del muro que había mantenido un ilusorio status quo hasta los 80. Las desregularizaciones han ayudado a hacerse mucho más ricos a empresarios completamente «desescrupulados» (si es que alguna vez han tenido de aquellos) sin ya reparar en, ni siquiera, nacionalismos o fronteras.

Pero creí pensar que algo ahí se me estaba olvidando… hasta que me acordé de un artículo de wikipedia que estuve leyendo el otro día sobre la Revolución Cultural China. No sé por qué en ese momento no me llamó la atención, pero algo sí me quedó claro: fruto del fracaso de la misma, de su propia autoaniquilación, abrió paso a un proceso de liberalización de la economía hacia una «de mercado».

Incluyo parte del artículo porque está bastante bien explicado:

La Gran Revolución Cultural Proletaria fue una campaña de masas en la República Popular China organizada por el líder del Partido Comunista de China Mao Zedong a partir de 1966 y dirigida contra altos cargos del partido e intelectuales a los que Mao y sus seguidores acusaron de traicionar los ideales revolucionarios, al ser, según sus propias palabras, partidarios del camino capitalista.

En realidad supuso una radicalización de la revolución china. Mao, apoyado por un sector dirigente del Partido (Banda de los Cuatro), utilizó una gigantesca movilización estudiantil (Guardias rojos) para desacreditar al ala derecha, pro-capitalista (encabezada por Liu Shaoqi, Peng Zhen y Deng Xiaoping), dentro del aparato del Partido Comunista Chino. Esta recorrió todo el país, afectando también a las áreas rurales, terminó por extenderse a la clase obrera y, finalmente, a los soldados del Ejército Popular, convirtiéndose en un cuestionamiento generalizado contra las autoridades del Partido, que amenazaba con escapársele de las manos. Este proceso dio lugar a la conformación de Comités Populares de obreros, soldados y cuadros del partido por cerca de la mitad del país, los cuales funcionaban como órganos de doble poder popular en las distintas tareas de administración y gobierno; situación que Mao logró encauzar, situándolos bajo la dirección del Partido. Esta situación duró hasta 1976, momento en que un golpe de Estado militar encabezado por Deng Xiaoping, con una dura represión, restauró en el poder a la facción encabezada por él mismo, procediéndose al arresto de la Banda de los Cuatro y la vuelta al statu quo, emprendiendo los cambios en la economía que, bajo el nombre de socialismo con características de mercado, iniciarían la vuelta a la economía de mercado capitalista.

Y aquí sí, en esta última frase es donde pude haber parado de buscar: teniendo, desde ese año, un millar de millones de trabajadores potenciales muy baratos, había que garantizar la posibilidad de movilidad de capital y de empresas… y comenzó el desmonte del «paraíso occidental».

Ahora no es posible entender el mundo sin este protagonismo chino en la economía, pero la situación proviene de una contra-revolución de una revolución que no conocemos mucho en occidente. ¿Por qué se había ocasionado realmente la Revolución Cultural y su contrarevolución correspondiente o golpe de Xiaoping? ¿Eran fenómenos evitables?

Me surgen muchas más preguntas, pero lo que veo es que esta conexión no era muy evidente y ahora no puedo dejar de verla: es un elefante rosa en la habitación. Me encanta habérmela encontrado.

Sobre qué hacer ahora… mejor para otro día, pero si sabemos orígenes, puede que podamos pensar mejor de cara al futuro. Puede.

No sé por dónde seguir

Tengo varios caminos por delante
incluso puedo llamarlos ramas
de una familia
indoeuropea.

Puedo caminar por las iranias
las indoarias
las itálicas
saltándome (o no
todo el grupo romance.

Y no sé por dónde seguir.

Por otro lado
cualquier camino es válido
pues cualquier camino es camino
y lo importante es el camino
y no las vistas al final del mismo.

Pero no sé qué camino escoger
y estoy perdiendo el tiempo
dudando sobre la duda
mareando la perdiz
sin avances significativos
ni insignificantes.

Cruce de caminos
caminos
caminos
caminos.

Y no sé por dónde seguir.

Pero en esta afirmación (negativa)
hay algo implícito afirmativo (positivo)
:
seguiré.

Publicidad sin encubrimiento

anti coca-cola

Desde hace días vengo viendo en las redes sociales campañas contra la famosa empresa de este mejunge negro ignoto.

Y por más que todos aducen razones contra el consumo de la misma, yo no puedo parar de recordar al padre de la publicidad: Tomás de Aquino y su celebérrima sentencia: «Que hablen de mí, aunque sea mal«. (No sé si verdaderamente esta frase fue suya ni en qué contexto se empleó)

¿No se tratará de una campaña de publicidad encubierta? Al fin y al cabo, detrás de cada logo rojo y blanco como el que he puesto en esta entrada, encuentra tu cabeza una referencia al producto que, en algún momento, tu subconsciente (si no lo tienes muy bien educado) va a usar para solicitar la malhadada bebida.

Puede que parezca demasiado paranoico con esta observación, pero es que no me sorprendería ni lo más mínimo de aquella empresita capaz de dar origen a la necesidad de regular la publicidad subliminal.

Recibo todos estos mensajes de desaprovación de la compañía fabricante del brebaje pero no acabo de creer que el objetivo se vaya a lograr de esta manera, sino más bien el contrario: reforzar la empresa en cuestión.

Recuerdo, cariñosamente, la acción mucho más contundente y menos visualmente impactante, menos simple, en resumidas cuentas, de mi querido Jaime Vallaure, que realizó un trabajo en el que iba imprimiendo cada cierto tiempo postales con el texto: «N días en La Tierra sin tomar Coca-Cola». Expuso, al parecer, en el 2001 un resultado de este proyecto en CoMa, titulándolo: “24 meses en la tierra sin tomar una gota de coca-cola”.

Copiándole (sin saberlo) llevo años sin entrar en El Corte Inglés. Ya ni siquiera hablo mal de ese centro comercial. Tan solo no entro. ¿Y si lo hacemos así? Poco a poco, pero contundente, radicalmente.

Ha muerto «el de Happiness»

HoffmanAyer dieron la noticia del fallecimiento (por sobredosis) de uno de mis actores preferidos: Philip Seymour Hoffman.

Como de costumbre, me enteré a través de las redes sociales y no del periódico, que no leo desde hace años.

Para mí siempre será siempre el actor de «Happiness». Habría hecho otras películas y, por lo que sé, también teatro antes de esto, pero esa película me pareció soberbia y su interpretación impagable. No había visto películas como esa, ni actores como este, con esa tristeza feroz, con esa forma de hacer desagradable lo cotidiano, la inmundicia social de la normalidad.

Pero… ha muerto de sobredosis y, sin saber nada de él realmente, lo juzgo duramente y pienso que fue un problema de éxito. Pero la verdad: ¿yo qué sé?

Supongo que tengo muy reciente el visionado de El lobo de Wall Street, y asumo que todo éxito meteórico lleva a esas vidas excesivas y absurdas, vidas relacionadas con el consumo de sustancias que garanticen una plenitud de sensaciones, un aberrante desvarío de existencias mundanas… pero ¿yo qué sé?

No he consumido drogas (de casi ningún tipo) en ningún momento de mi vida. Salvo las prescritas por orden facultativa con la esperanza de mejorar estados físicos de salud.

Y juzgo, sí, juzgo como si supiera. Porque tengo que tenerlo todo tan claro…

Y hoy (recientemente) se ha muerto este actorazo y no sé, simplemente, no sé qué sentir. Pena por las películas que ya no rodará, pena porque un ser humano más ha fallecido (y de este sí me han informado), pena por que haya muerto de sobredosis, cierto asco (y no en Las Vegas), pena por vidas desperdiciadas (como posiblemente no ha sido la suya), pena y asco…

Y mañana vivirán otros y me olvidaré, como de tantas otras cosas, para mantener el sano cerebro funcionando y sin mirar hacia atrás más allá de lo necesario (y sin saber qué es lo necesario).

Adiós Philip Seymour Hoffman.
O hasta pronto.

Cuando la empatía nos gobierna

rajoy jesuita El problema no estriba en sus notas, sino en que son las de un hombre mediocre. Pero es que deseamos tener un gobierno con el que identificarnos, no un gobierno al que no parecernos, que nos resultase pedante o distante. Se desea un gobierno inculto y superficial, que no haga análisis engorrosos sino simplistas, pero vuelvo a lo dicho, el problema está en que se desea un gobierno así, un dirigente simplón, del montón, normal en la peor acepción del término.

Si el que nos gobernase fuese un doctor en filología, o alguna carrera científica, se consideraría un friki, algo impopular, que no puede ser el deseado para ser igual a nosotros, los mediocres, los normales, los del medio de la gaussiana.

Hay rechazo generalizado (más allá del «jo, qué listo eres!) a seres humanos que se dediquen en cuerpo y alma al conocimiento, al afán de análisis, a la creación excelente. La obsesión es encajar y esos humanos, en este país al menos, no encajan.

Así que ni siquiera se tienen que preocupar los ideólogos / marketings del PP por retirar de la web esta imagen, al revés, ven en ella una loa a un presidente con el que cualquier hijo de vecino puede sentirse identificado, empatizar, sentir que se puede llegar a ser presidente sin una cualificación exigible, lo que es uno de los más difíciles retos de resolver en democracia.

Esto mismo, ya lo traté en el artículo sobre el «relaxing cup» de nuestra alcaldesa: la gente no siente vergüenza ajena porque, en el fondo, se siente identificada con esa pazguata política que no lamenta tener un nivel lamentable del idioma (de facto) requerido para estar representando a una ciudad como Madrid en un evento internacional.

(Ha habido muchos verbos en impersonal en esta entrada, pero es que no puedo, no puedo bajo ningún concepto, hacerme cargo de lo que la mayoría de este país que habito desea).

Esto no es una broma