Huelga general de enseñanza pública

Leyendo sobre la convocatoria y repercusión de la Huelga general convocada para hoy de enseñanza pública, me encuentro con una serie de cosas que me llaman la atención.

información de la huelga

En la sección de «Sociedad» ha metido El País este artículo, cuando, curiosamente, en la sección cultura, no hay ninguna información al respecto.

Pero aún hay algo más llamativo: la noticia no es ni mucho menos lo más leído en esta sección, incluso siendo noticia de portada actualmente. Superada por noticias como:

  1. El Papa aparta de sus tareas al obispo megalómano de Limburgo
  2. El guardián de la Fe enmienda al Papa por su guiño a los divorciados
  3. Detectada la galaxia más lejana hasta ahora
  4. “Los chicos con TDAH necesitan atención constante”
  5. Los estudiantes claman contra los recortes educativos y la ‘ley Wert’
  6. Los estudiantes: “No son recortes, es lucha de clases”
  7. La niña que nació con VIH sigue sin el virus, según los científicos
  8. Sin noticias del antepasado común de los neandertales y los sapiens
  9. El 58% de la población de EE UU apoya legalizar la marihuana
  10. Movilización para bajar la potencia de luz en protesta por las subidas

¿Qué nos pasa? ¿Estamos ya dándonos por vencidos, agotados de una lucha que parece perdida?

Es cierto que la información que vamos a encontrar en los periódicos es, cuando menos, mediatizada, por no decir tergiversada, pero que ya ni siquiera queramos informarnos…

Voy a salir un rato a la calle a ver el estado de la situación. Formar parte de una manifestación más que, mañana, será una noticia más, que, pasado mañana, será una vieja noticia… o sea, un oxímoron.

Y luego, cuando me ataña, acudiré a la sanidad privada, en un vehículo privado y, si tengo hijos, los llevaré a un colegio privado porque hasta los propios profesores de la pública han tirado la toalla.

Buffff…. ¡qué desesperación!

Paseando, un bonito medio de transporte

bonito paseo a casaHemos venido caminando desde la consulta del dentista hasta nuestra casa. Han sido unos 6 kilómetros.
Hemos tardado aproximadamente una hora y cuarto.
Hemos movido el corazón, las piernas y el resto del cuerpo, bajo la energía solar de este fabuloso octubre madrileño.

Podíamos haber venido en autobús, en metro o, incluso, en Taxi. Pero venir andando tiene un sinfín de ventajas frente a esas opciones para distancias aceptables (6 kilómetros) por la ciudad. Además de permitirte un rato de charla con alguien a quien amas (en nuestro caso, íbamos Carmen y yo), es saludable, tonificante, por si no fuese suficiente que además es gratis.

Te permite admirar la ciudad con cierta calma, porque la calma se lleva dentro, o no se lleva.

Hemos vuelto más contentos y, sobre todo, sabiendo que la prisa es una mentira… que no nos acabamos de creer.

Bajo la lluvia habría sido diferente. Seguro.
Otro día habría sido diferente. Seguro.
Con otra persona habría sido diferente. Seguro.
Otro día, con otras actividades pendientes, habría sido, seguro, diferente.

Hoy ha sido un formidable paseo matutino que me recuerda por qué no le veía ningún sentido a seguir yendo al gimnasio.

¿Qué piensas sobre dejarlo todo, empezar de 0 y solo tener lo que te hace feliz?

Vamos, perseguir tus sueños.

Me preguntas ésto como si yo supiese más que tú sobre ello. Como si alguien supiese más que tú (en tu vida). Y no tengo ni idea. Te lo aseguro. Pero, por ver si puedo arrojar algo de luz, descompongamos el problema. Se trata de 3 preguntas y voy a contestar (desde lo que sé o he vivido) una a una:

Dejarlo todo

No me gusta la idea de dejar lo que he hecho, sino más bien de ir acumulándolo. Pero he de reconocer que he ido procurando hacer a lo largo de mi vida cosas que me gustan.

Bueno, hubo un tiempo en el que no (trabajaba de administrador de redes y sistemas UNIX de una gran empresa financiera), y entonces sí lo dejé, pero luego lo eché de menos (por no hablar del hecho de tener una nómina a final de mes, cosa sin la que no me acostumbro a vivir después de más de 10 años sin ella). Ahora intento incluir en mis poemas material informático, como cuando programaba, hago copias de seguridad de todo mi trabajo artístico, incluso he conseguido algún trabajo en la gestión de eventos de Performance Art gracias a ello, además de que aprendí muchas cosas que me resultaron muy útiles cuando quise organizar la gestión de la Asociación Cultural que fundé: Clave 53. Sin mi paso por esa época no habría sabido hacerlo.

Pero lloraba en el sótano, donde estaban los servidores, y aquello era intolerable. No sufrir. Me parece algo básico, pero que se olvida con frecuencia: distingo entre sacrificio, esfuerzo y sufrimiento. Esto último… NO, ¡nunca! (al menos nunca más)

A veces, ahora, me tienta dejar de hacer mis talleres de Poesía, porque no me dan mucho dinero y sí mucho trabajo. Es cansado, agotador, buscar sala cada año, enviar emails para conseguir nuevos alumnos, animar a los que están, imaginar nuevas formas de crear, plantear nuevos retos, pero al mismo tiempo seguir manteniendo una constante perseverancia por la disciplina que implica participar en un taller de escritura. Cada año, por estas fechas, me planteo, en parte, la pregunta que me haces, pero luego sé que quiero seguir, que no sé muy bien por qué, pero sin esos talleres, que defiendo a capa y espada, lo pasaría mal, estaría más triste, en resumen: sufriría. Así que sigo adelante y lo intento otro año más.

Te aseguro que sería mucho más rentable que me centrase solo en las clases particulares, por no hablar de otros posibles trabajos (volver a trabajos más convencionales como consultor o comercial tecnológico, por poner un par de ejemplos). Pero estaría más triste… y no me apetece vivir así.

Curiosamente, dejar mis clases particulares no me lo planteo, porque cada día me gusta más. Y has tenido mucho que ver, así que te estaré agradecido siempre. (Inciso: ayer comencé una clase con una chica en Embajadores que estaba en el conservatorio, toca la trompeta, y me acordé, cómo no, de ti).

Empezar de 0

No creo que se pueda. Siempre se tiene algo encima… Podemos pensar en cambiar el origen de coordenadas, por decirlo así, pero en realidad, la vida tiene historia. Es lo que nos hace que tomemos decisiones desde donde estamos. Eso sí, siempre, en el fondo, estamos en ese origen de coordenadas y nos toca tomar decisiones constantemente. Y cuando lo olvidamos, la función comienza a decrecer (por seguir con la metáfora matemática).

O sea, que lo que te he dicho no es cierto: en realidad, siempre empezamos de 0, cada mañana es un nuevo 0, un nuevo origen, un lugar de página en blanco para escribir un nuevo libro que se está escribiendo todo el tiempo.

Hace tiempo había una pregunta circulando por ahí, en redes sociales, que era algo así como ¿y tú, qué quieres hacer en este nuevo día? Preguntarse esto cada día es fundamental… pero cansado. Sería más fácil tener claro qué quieres hacer en los próximos 10.000 años, por ejemplo, pero también un poco más aburrido. El día que lo sepa, creo que no querré seguir viviendo. Para mí, vivir es tomar esa decisión cada mañana.

(Algo personal: Por ejemplo, cada día sé que estoy enamorado de mi chica, cada día. Me gusta saber que lo decido cada día, cada día, nuestra relación empieza de 0, no es una relación que ya se da por sentada, por asentada, por estable… tengo que conseguir que ella me quiera cada día, y sigue siendo fácil, aunque no lo entienda, pero el día que no ocurra, pues habrá que pasar a otra cosa)

Solo tener lo que te hace feliz

Bueno, esto en realidad (matemáticamente hablando) también son 2 preguntas:

  1. tener lo que te hace feliz
  2. que esa cosa sea única (por lo de solo)

Y el problema primero, aunque no lo parezca, es que no creo que tenga una única cosa que me haga feliz. Tengo varias e intento hacerlas todas, pero no tengo tiempo material para realizarlas. Algún proyecto que me encanta (estoy haciendo una clasificación filogenética de todas las lenguas que hay o ha habido en el mundo) me llevaría un tiempo que, seguro, sobrepasaría el que voy a vivir.

Tener lo que te hace feliz: Bueno, supongo que te refieres a hacer lo que te hace feliz.

Al menos, para mí, tener (lo que sea) no me hace feliz. Hacer, sí.

No hacer lo que me hace feliz me hace infeliz, así que no hay mucho que decir: no quiero ser o vivir infeliz.

Hago lo que me hace feliz casi todo el tiempo. No puedo pensar que se pueda vivir de otra manera. Aunque, en algún momento de mi vida lo hubiera olvidado y estuviese un tiempo haciendo cosas que no me hacían feliz, pero me dieron dinero. Eso es algo bueno, me dieron cierta solvencia con la que poder, ahora, hacer lo que me hace feliz sin pensármelo mucho. Vivo el resto de mi vida así y no me planteo lo contrario.

Pero, y si me hubiese planteado esto con tu edad, antes de tener una casa propia pagada, por ejemplo.

¡Madre mía! ¡Qué pavor!

En cuanto a perseguir los sueños…

Lo más cerca que estuve fue que pensé en hacer filosofía, algo que era claramente inútil, y hasta mi profesor de filosofía me recomendó que no lo hiciese, que estudiase algo «práctico», que siempre estaría a tiempo de estudiar filosofía, mientras que químicas o matemáticas (que también quería estudiarlas) no eran fáciles de empezar después de 5 años de una carrera de letras.

Le hice caso y estudié Química, pero como no debía ser demasiado «práctico», pues acabé estudiando cuántica, lo más inútil posible dentro de las ciencias. Y luego matemáticas… que tampoco son demasiado útiles.

Pero ya iba teniendo añitos y quería irme de casa de mis padres, tener independencia económica, así que acepté trabajar en un centro de investigación y desarrollo de Inteligencia Artificial. Fue una época interesante en la que aprendí muchísimo, aunque con el paso del tiempo acabé perdiéndome en la necesidad económica (ya era necesidad) y ese perderme me llevó a abandonar sueños como el de ser profesor en un instituto de matemáticas (ese era mi sueño, sí).

He de reconocer que tenía sueños más realizables que los tuyos (a primera vista) pero quién sabe. Quizá no sea tan irrealizable perseguir el sueño de ser pianista (si es que ese es tu sueño). Pero a veces hay que pensar si ese sueño, cuando se hace real, sigue siéndolo. Sobre todo, antes de borrar cosas que también te pueden gustar o te gustan.

Ufff… hacer convivir los sueños con la realidad es todo un desafío.

Hay que perseguir los sueños. Sí, sin duda ninguna.

Pero hay que encargarse de que sean sostenibles, de que los podamos sostener, porque si no es posible que dejen de ser sueños y pasen a ser pesadillas. ¿Cómo se hace? Y yo qué sé. Cada uno lo hará según pueda, supongo.

Conozco amigas que se lanzaron a bailar danza clásica cuando todo el mundo les decía que eso era inviable, que no podrían continuar más allá de unos años, pero mira, ahí siguen, luchándolo y viviéndolo en un sueño agotador a veces, pero que sin el que serían infelices.

Una de mis mejores amigas es informática y también cineasta. Tiene una lucha permanente en su vida por el ganar dinero de algo y vivir para su sueño… entonces, coge un trabajo de informática, dura un tiempo, vuelve a dejarlo y hace un corto o edita vídeocreaciones. No tiene resuelta su vida, no sabe qué hace con ella. Ahora está en Hamburgo, viviendo con su chica, y pensando en volverse. Tiene más de 30 años y no tiene ni idea de contestar a esas preguntitas que haces.

Carmen (mi chica), sigue luchando por ser profesora de Tango y Bailarina, aunque no sabe si esto de bailarina le acaba de gustar, o no le gusta o tiene pánico escénico, y es una lucha permanente, una lucha a la contra en un mundo, en un sistema, en el que es fácil perseguir sueños si son los que producen rendimiento económico. Pero no siempre felicidad.

Mi mejor amigo chico (tengo pocos amigos chicos), es pintor y grabador, ya bastante consagrado, sus cuadros cuestan más de 6.000 euros, pero es muy difícil venderlos, así que vive como puede y es agotador. Tuvo la plaza fija como profesor de Grabado en la Facultad de Bellas Artes. Era el profesor más joven que había ocupado esa plaza nunca. Pero quería perseguir su sueño de ser pintor y no profesor… y lo hizo. Le cuesta, te diría que mucho. Es de las personas más trabajadoras que conozco, con la disciplina de la que hablaba Picasso, que decía: «Que la inspiración te pille trabajando». Trabaja sin parar y no siempre con posibilidades de conseguir una remuneración directamente proporcional a sus horas de trabajo. Pero si no trabajase en ello sería infeliz.

Te podría enumerar decenas de amigos y amigas que viven y luchan por conseguir sus sueños, pero cada uno y cada una lo hace como puede.

Por ser algo práctico (por una vez y sin que sirva de precedente) te diría que aumentes tus posibles fuentes de formación de cara al futuro… pero ¿qué pasa en el presente? Eso, la verdad, solo lo sabes tú.

O sea, en resumidas cuentas: No te he respondido, ¿verdad?

Lo siento, pero, igual es que es uno de esos problemas que no tienen solución…

En respuesta a una pregunta formulada por mi ex-alumna, Marta.
¡Cómo me alegra que se haga estas preguntas!

Las habilidades y la reproducción

Hablando con Carmen sobre la desdicha de la performance y el arte contemporáneo, y sostenía (en una visión un tanto catastrofista) que era esencial ese desapego del público potencial para con la performance, debido en parte a que no hay habilidades que demostrar.

A la gente le encanta encontrarse individuos que llevan al límite alguna habilidad que los demás no poseen o que realizan proezas, deportivas, dancísticas, teatrales, recitativas, o que tienen una fuerza especial, una brillantez especial, un halo que los convierte en «los más» algo, los únicos en algo. Belleza más o menos superficial también vale. Pero no tener nada «especial«… ¿y entonces para qué mostrarlo?

Acabábamos de ver un formidable trabajo titulado «Fuga Sul Training» de Raúl Iaiza en Residui Teatro y nos fascinó, pero en gran parte, debido a su habilidad casi circense, aunque he de reconocer que él mismo, en una breve charla posterior, comentaba que eso no era importante, que era secundario y que era peligroso quedarse en ello, en la habilidad, en la demostración de la habilidad en lugar de la mostración de un trabajo procesual sin más.

No obstante, la habilidad estaba. Y hablando de ello, acabé citándome a mí mismo en el artículo sobre ¿qué coño es una performance? que había escrito esa misma mañana.

Durante la conversación surgió esta relación: la habilidad «buscada» y la reproducción.

De algún modo, la selección de la pareja con la que llevar a cabo la procreación puede estar asociada con la búsqueda de habilidades que deseemos que la descendencia posea. Así, es posible que se pueda explicar el porqué al espectador medio le atrae aquel arte que de-muestra habilidades y no un arte contemporáneo que no las busca.

Esto permite también explicar cierto paralelismo entre el arte y el deporte, que está relacionado con el éxito o el fracaso, no con la frustración. (Sobre fracaso vs frustración hablaré otro día)

El éxito se busca por el espectador, que busca en el existoso héroe (deportivo, artístico o científico, no importa) una posible pareja reproductiva. Acababa también de encontrarme una relación similar en un libro de correspondencia entre Auster y Coetze, que comenté hablando de la sublimación de la competencia intraespecífica en forma de combate deportivo.

Sigo pensando en ello, en el hecho de que los performers o artistas contemporáneos no parecemos, más o menos subliminalmente, útiles a la manada, ni, desde luego, los especímenes más dotados para generar una descendencia de la especie más apta para lograr el éxito. Sea eso lo que sea. ¿Es posible evitarlo?

¿Por qué vivo en Madrid aunque no es la mejor ciudad del mundo?

[youtube_sc url=http://youtu.be/Y5dufWOHGCg]

Después de ver este monólogo en el comienzo del primer capítulo de la serie The Newsroom, creada por el formidable Aaron Sorkin, me quedé pensando en la pregunta que había hecho la muchacha.

¿Por qué creen que América (sic) es el mejor país del mundo?

Está claro que la pregunta es capciosa como poco, pues da por hecho que lo es. En lugar de preguntar, a priori, si verdaderamente lo es.

Pero también tiene algo de, digamos, verdad: si estás en un lugar, sea América o Madrid, es porque se supone que lo has elegido (tienes esa capacidad, al menos) y has decidido que es el mejor lugar del mundo en el que deseas estar.

¿Alguien elige a conciencia el mal? Por esta pregunta tuve un debate inacabado con mi profesor de Filosofía de COU, el ínclito Manuel Sánchez Ortiz de Urbina.

Entonces, debo hacerme esa pregunta: ¿Es Madrid la mejor ciudad del mundo?

Y no sé qué responderme.
Seguramente diría que depende de cómo se mida esa palabra «mejor», tan inocente…

Hace años, escribí un relato titulado Crónicas de una ciudad muy dura pero de la que sigo enamorado, en la que terminaba diciendo que la amaba aunque tuviera granos.

Hoy día, con una ciudad que desanima a cualquiera a ser diferente, ruidosa, con habitantes bastante irrespetuosos con sus vecinos en todos los aspectos, con difícil convivencia, una ciudad hostil para el emprendimiento, un gobierno elegido que da vergüenza por lo pazguato, lo fundamentalista religioso, la podredumbre moral de los políticos, en un país más preocupado por la siguiente victoria de Nadal que por cualquier evento cultural, en un país que rescata bancos sin que exista la más mínima repercusión sobre sus propietarios, los que arriesgaron jugando a la especulación en este sistema que alienta la ambición como soporte del mismo, en un país casi militarizado, con leyes que se aplican contra todos, para evitar que tengamos que ser capaces de llegar a acuerdos, en esta ciudad, capital de este país, vivo disfrutando, como hoy, de un paseo bajo la lluvia y sabiendo que esta tarde puedo ir a ver a mi amigo Jaime Vallaure, quien expone un trabajo cerca de casa, en esta ciudad que se viste de sol, de nubes, de agua y hasta de humo, sí, de humo, con sus mejores galas, esta ciudad en la que tomarse un café con leche es de lo mejor… también anima.

No es fácil caminar por unas aceras infectadas de ciclistas desaprensivos (no todos los ciclistas son desaprensivos, solo aquellos que lo hacen por las aceras), por mascotas maleducadas (no todas lo están), conviviendo con horarios dispares, con gente que no siempre piensa en que el espacio es compartido.

Pero hay alegría.

Sí, no sé cómo expresarlo, pero la gente suele, incluso cabreada, ser alegre. Y la luz de este azul metálico impacta en el pecho, lo abre y hace sentir que se está donde se quiere estar. Es desordenada y sucia, pero eso mismo da una cierta sensación de libertad inaprensible, un poco lo contrario a ciudades como Estocolmo, donde tenías la impresión de que se iba a romper si la mirabas demasiado. Es no demasiado cara. Hay ganas de hacer cosas, voluntad, por encima de las dificultades lo que no deja de despertar la creatividad, aunque vendría bien un poco de ayuda.

Es vital. Madrid es una ciudad viva, con gente en la calle hasta tarde, con negocios y ocios abiertos con frecuencia hasta la hora en la que toca despertarse. Llego de, por ejemplo, Colmenar Viejo, y lo primero que agradezco es que haya gente, mucha gente por la calle, gente que va y viene, gente que se mira, aunque no mucho, que procura no chocarse caminando por la estrecha acera mal compartida, gente que saluda y alguna que no lo hace, gente que tiene ganas de vivir y saben que están vivos.

Estaría bien que fuese perfecta… o no.

De momento, aunque tengo claro que, posiblemente, Madrid no es la mejor ciudad del mundo, sigo eligiéndola como lugar donde deseo vivir. Espero que no empeore.

Noticias de prensa

Los 10 titulares de las 10 noticias de «la primera página» de elpais.com, junto a las 10 más vistas en ese mismo momento. ¿Dice algo este contraste?

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Orwell VS Huxley – La explicación de por qué nadie hace nada

(Aunque nadie debería ser considerado un sujeto de la primera persona del plural y no de la tercera del singular)

Publicado en agosto 30, 2013 en pedacicosarquitectonicos

Aquí va una breve explicación de por qué a pesar de que cada vez el mundo va peor, la mayor parte de la sociedad no hace absolutamente nada por evitarlo. Puede que después de todo, haga mucho tiempo que vivimos en una distopía…

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Demostrarle algo a alguien

no compitasSiempre que oigo la expresión «No tengo que demostrar nada a nadie» o su versión sin dos negaciones que dice lo mismo: «No tengo que demostrar algo a alguien» (he de reconocer que, sobretodo, la primera versión) me viene a la cabeza la idea de que quien lo afirma (yo suelo hacerlo con frecuencia) cree estar convencido de que esa demostración dejaría convencido a ese alguien.

Por ejemplo: No tengo que demostrarle a nadie que soy el más rápido, parece llevar implícita la afirmación de que, verdaderamente, lo soy.

Si no tengo que demostrar nada a nadie, o, lo que es lo mismo, no tengo que demostrar algo a alguien, es porque realmente me importe un carajo si cumpliría con las expectativas de ese alguien, que, en última instancia, es quien estoy usando para que me sirva de baremo con el que medirme a mí mismo, valga la redundancia.

Es decir: No tengo que demostrarle a nadie que soy el más rápido, podría llevar asociado el íntimo pensamiento y convencimiento de que, verdaderamente, no lo soy (o no lo sea) y, lo más importante, me importa un pimiento… o menos que un pimiento, que, según el día, puede resultarme terriblemente importante.

En el fondo, retóricamente hablando, no deseo medir lo que no es medible: mi cualidad humana, mi valor, etc. Y los atributos físicos más o menos medibles, lo que físicamente llamaríamos magnitudes mensurables, no dejan de parecerme superficiales y de escasa, o incluso nula, valía informativa en cuanto a la medición imposible: cómo de humano soy.

Vaya, en román paladín: me la pela…

¿Qué se vende, la ropa o el hombre?

VentaHace unas semanas guardé esta foto en mi memoria (digital y neuronal) porque me ocasionó una especie de convulsión mental: ¿Qué se vende, la ropa o la humanidad?

Mi sensación es que con la oferta de comprar, quien se está vendiendo es, curiosamente, el comprador. Vendiéndose a un sistema que necesita engullir su demanda fabricada por la oferta, una demanda artificial, una demanda virtual, falsa, innecesariamente satisfecha, insatisfactoria por esencia para perpetuar el hábito de compra y mantener la cadena temporal de la adicción (que no adición (querida Aída)).

La imagen me parece tremenda, no sé por qué, pero me lo parece. Me indigna y me subleva, pero lo único que hago es (aunque quizá no es tan poco) huir: salgo corriendo de centros comerciales o tiendas como Zara, Lefties, etc… Me empieza a entrar una angustia similar a la que siento en una iglesia cristiana, ganas de volverme sociópata… no sé, pero algo en mí no acaba de encajar… ¿o soy de los pocos que sí encajan en algo que aún no existe? ¿soy un elegido? ¿un ser superior, a la manera Nietzschiana? ¿O solamente un marginal que ansía encontrar su lugar?

Género Neutro

Estoy algo impactado por una noticia que no sé cómo entender. La noticia en cuestión dice algo así como que «Una corte judicial en Australia ha dado la razón a una persona de 50 años, Norrie May-Welby, que demandó que no fuese obligatorio ser registrado de forma oficial como hombre o mujer en los documentos de nacimiento, matrimonio o defunción».

Y no sé si tiene el más mínimo sentido pretender que exista, por tanto, un género neutro. Creo que sería suficiente con solicitar que el género no constase, cosa que puedo comprender (no hablo de otra cosa que de mi propia capacidad de comprensión y mis límites comprensivos, no de tolerancia y/o aceptación). Es decir, no veo necesidad de que en la mayoría de los documentos de registro se almacene una información que podría no ser de interés. Pero quizá no veo las posibles consecuencias, incluso administrativo-burocráticas, que pueda tener el estar binariamente clasificado el género humano.

Continúa la noticia informando sobre que:

Nacido hombre hace 52 años, convertido en mujer a los 28 años, Norrie May-Welby se sentía tan desgraciado siendo hombre como mujer. Decidió dejar su tratamiento hormonal para convertirse en “neutro”. Norrie se ve a si mismo/misma como un/a anarquista andrógino. “Los conceptos de hombre y mujer no me corresponden. La solución más sencilla es no tener ninguna identificación sexual”. Y añade: “No me identifico ni como hombre ni como mujer. Soy femenino/femenina y masculino/masculina”.

Yo tampoco me siento identificado con los atributos habitualmente asociados unívocamente al género, como son los de femenino/femenina asociados a mujer, o masculino/masculina asociados a hombre. Me siento hombre… sí, pero con todos esos atributos posibles… y quizá alguno más.

Sé que yo no tengo conflicto sobre mi identidad genérica, aunque sí con los patrones culturales que se atribuyen a tal identidad: se supone (mayoritariamente) que he de ser competitivo, violento de forma natural, analítico, etc… por ser hombre. Esto me parece una soberana estupidez. Pero creo que no es de esto de lo que trata la noticia. Es de un conflicto más inhabitual, más personal, que tiene que ver con algo que no comprendo, pero que existe: el hecho personal, individual, de no sentirse hombre o no sentirse mujer.

A penas comprendo el porqué esto es un problema. Pero entiendo que lo es. Supongo, volviendo al primer párrafo, que no es fácil vivir en un mundo que necesita que definamos todo, por supuesto también nuestra identidad (sexual, entre otras).

No tiene mucho que ver con homosexualidad, pues esto es algo completamente distinto, sería de gustos, de deseos, y no de identidad. Lo que me gusta no me construye, no me identifica: no soy un ser heterosexual u homosexual, esto es simplemente una clasificación de mis gustos o apetitos sexuales, ni siquiera de mi clasificación genérica.

Pero sigo reconociendo cierto impacto por la noticia, por la controversia que genera, por la dificultad que supone enfrentarse a algo tan extraño (y con extraño no estoy descalificando, sino constatando que se trata de una anormalidad estadísticamente hablando).

No obstante, sí abogaría que algunas leyes o requisitos administrativos no requiriesen información sobre mi identidad, más allá de los imprescindibles. Entre otras cosas, por ejemplo, no acabo de comprender la necesidad de tener divididos los retretes en para hombres y para mujeres. Agradecería que, en ambos casos, en un caso unido, de hecho, hubiese respeto a la intimidad, pero que se pudiesen compartir hablando de «servicios para personas» y no para «Damas» o «Caballeros».

Hace tiempo que escribí sobre género, incluso sobre el género y el lenguaje, con esta cosa de lo políticamente correcto que busca modificar cosas que acaban siendo bastante más superficiales de lo que se pretende.

Esto no es una broma