1 de mayo

El Cuarto Estado, de Giuseppe Pellizza da Volpedo

Es una de mis fiestas del año que considero más sacras, pero mañana voy a trabajar.

Voy a darle una clase a Marta, pero es que sé que será de las últimas. Sé que va a terminarse la posibilidad de enseñarle matemáticas o química. Me digo que habrá más personas estupendas a quienes dar clase, alumnos, alumnas, que serán tan interesantes como ella, pero no acabo de creérmelo.

Es responsabilidad de los trabajadores hacer de un festivo como este algo especial, un momento de reflexión, de recuerdo, de reivindicación de derechos arrebatándose, pero yo voy a ir a trabajar.

No puedo decir que no pudiera haber escogido otro día. Me dieron a elegir trabajar el viernes, que ni siquiera es festivo, o el miércoles 1 de mayo. Y yo mismo elegí el 1 de mayo. Otros alumnos me pidieron clase y les dije que no trabajaba en este puente. Pero tengo preferidos…

Y cuando se hace con tal placer, ¿se puede considerar trabajo?

Parece que el trabajo ha de estar asociado al sufrimiento. (Impersonal que no tengo tiempo ni ganas de desgranar en este día) Y no puede ser voluntad propia… parece.

Sin embargo…

mañana, 1 de mayo, día de los trabajadores, yo voy a trabajar.

Voy a echar de menos a una alumna de matemáticas

Quedan pocos días para que no tenga más clases con mi alumna preferida de particulares. Empecé a hacerle amar las matemáticas, la química, incluso a interesarse por la física, hace cuatro años. Estaba en tercer curso de ESO, creo recordar. Sus padres (y ella) consideraban que tenía dificultades especiales para comprender la materia. No estuve de acuerdo desde el primer día. Se lo dije y me creyeron. Ellos creyeron en mí y creo que ha sido útil y positiva mi aportación a su desarrollo, que, por otro lado, es variado y profundo, curioso, inquieto, ávido de conocimiento, de muy diversos tipos de conocimiento, como debe ser para no caer en especializaciones sectoriales que fabrican miradas agudas, pero no amplias.

El problemaAyer estuvimos haciendo unos ejercicios que, a modo de trabajo con el que sacudirse el problema de resolver exámenes, su profesor les ha propuesto terminar esta tercera y última evaluación de su segundo curso de Bachillerato. Uno de los ejercicios no nos dio tiempo a hacerlo durante la clase que tuvimos de dos horas de duración, pues intenté que, aunque yo le estuviese ayudando, fuese ella quien lo resolviese. Ética como su familia hasta límites tan inhabituales que avergüenza, que sorprende, mi alumna no se negaba a esa forma de afrontarlo, no solicitaba una solución fácil que sería la de que yo le resolviese todos los problemas y ella copiase: no, a ella le gusta aprender. Sí, ni más ni menos. Parece mentira en los tiempos que corren, parece contradecir lo que se dice constantemente de los adolescentes, pero así es: a ella le gusta aprender, desarrollar sus capacidades, pensar por su cuenta, razonar, solucionar problemas que no es que le resulten fáciles, no, es que ha entendido que en esto consiste la esencia de ser un verdadero ser humano, no en tener soluciones, sino en buscarlas, en tener problemas que hay que afrontar. Eso es ser un ser valiente, digno de llamarse humano. Lo contrario es convertir la humanidad en un conjunto de individuos adocenados de los de escapismo y truco fácil, de los seguir corrientes, de aprovechados, de inmorales personajes que esperan vivir con un cerebro de bajo consumo.

Estoy tan orgulloso de haber conocido a alguien así que me hace recuperar la fe en el ser humano, en la posibilidad que aún queda de que vaya mejor que como está yendo, que casi estoy dispuesto a darle clases gratuitamente. Y eso hice ayer, por la noche, cuando llegué a casa, después de haber estado dando clases a otros dos, muy distintos, niños cretinos malcriados, me puse a resolverle un problema que nos quedó pendiente.

Eran las 21:30. Comencé ordenado, recordando la forma de escribir el Tractaus de Wittgenstein, e hice las siguientes cuatro hojas, que contuvieron un error que me tuvo atascado durante unos minutos. Di con él, en la derivada de la función, justo cuando ella me contactó por whatsapp.

1

2 correg

3

4

La llamé. Estuvimos casi una hora hablando al teléfono y le ayudé a resolver la gráfica de la segunda función. Le fui siguiendo el razonamiento por teléfono, lo que resultaba más difícil de lo esperable, y acabamos teniendo casi la misma representación gráfica:

5 6

Terminamos pasadas las 22:30. Yo me quedé feliz de haberla podido ayudar. Ella quedó tranquila por darse cuenta, entre otras cosas, de que puede resolver problemas que, tiempo atrás, consideraba que jamás podría resolver. Pero ya no es la niña pequeña a quien comencé a dar clases, ahora es una persona a punto de convertirse en una de las más interesantes que yo haya conocido. Y saber que he formado parte de esa evolución me llena de orgullo, me hace feliz, de una manera que no sé explicar y que, supongo, sienten los profesores y, a veces, olvidan.

Fin de una era cinematográfica

Hoy he tenido la tristeza de encontrar esta noticia: Alta Films: fin de una bella película La primera distribuidora española de cine de autor cesará su actividad por falta de público y de apoyo de RTVE.

No salgo de mi tristeza. Siento que algo acaba de morir, estaba agonizante, pero acaba de recibir la puntilla, el punto final.

Ya hacía tiempo que se veía venir, que esto estaba acabándose, que la manera de ver cine, de proyectar cine, de hacer cine, tenía que cambiar… pero no deja de ser triste.

He escrito sobre el tema repetidas veces, como cuando comenté la famosa Gala de los Goya con la salida de Alex de la Iglesia. Como entonces, sigo sosteniendo que hace falta una visión más europea de la industria cinematográfica, pero no es el único problema.

Elegí el lugar en el que vivo porque había cines cerca. Había tantos cines que apenas recuerdo sus nombres: Los Luna, el Imperial, Los Rex, el Rialto, Capitol, Avenida, Palacio de la Música, Palacio de la Prensa, Callao, Acteón… y luego estaban los Renoir, los Alphaville (donde hace más de 10 años presenté mi libro Territorios), los Princesa…

Mi vida está rodeada de recuerdos en salas de cine. Gran parte de mi vida ha ocurrido allí. La maravillosa magia de ver una película como Bailar en la Oscuridad en la penumbra silenciosa de los Alphaville, es inalcanzable en casa, por ejemplo. Como crítico de cine, vi muchas películas por las mañanas, en horario de prensa, en los cines Palafox, pero también en las salas privadas de las distribuidoras, en el cine de la academia, en el instituto francés, en la Casa de América, en la peculiar sala del Pequeño Cine Estudio…

Tantas películas… tantas historias…

Y hoy cierran o anuncian su cierre próximo las salas más emblemáticas del cine-cultura de Madrid: Los Renoir, Renoir-Princesa, Lido, Roxy… Los cines que presumían, con razón, de una exhibición diferente, protegida y protectora de una forma de entender el cine que ha tocado a su fin.

La industria del cine entretenimiento ha terminado de asesinar a su hermana, la industria del cine de autor. Quedarán fracciones de autoría dentro del cine entretenimiento (que me encanta, no es su enemigo, es, simplemente, el superviviente, momentáneo, de una guerra sin cuartel contra la cultura).

Pero ¿cuáles son los enemigos dentro del conflicto que está terminando con el cine-cultura o cine-autor?

No está claro. Al menos, yo no lo tengo nada claro.

En parte, podemos culpar, simplistamente, a Hollywood, de su invasión, de su imperialismo, de su afán devorador, pero no es el responsable de los males que aquejan al cine de autor. Es la herramienta que usan quienes quieren terminar con él o a quienes no importa su sostenimiento.

Así como Bisbal no es el responsable de que se prostituya el Teatro de la Ópera, sino que no hay voluntad de protección y fomento de la cultura, la inútil cultura, como tal. Pragmatismo, entretenimiento, diversión, lo demás, ¿para qué sirve?

Ya hablé largo y tendido de la financiación del arte, de la cultura, en general, en varios artículos de este diario, pues es algo que me interesa y me afecta personalmente, pero citaré un texto especialmente significativo de una entrevista que me propuso el Colectivo Artón hace tiempo:

¿Piensas que en España la gente muestra interés por el ARTE?

Depende: la gente, en España, llama ARTE a cosas que yo no llamo ARTE (ni arte) como puede ser un músico más o menos enlatado que se permite el lujo de dar un concierto en el Teatro de la Ópera porque, pretendidamente, es un artista no elitista que ayuda al sostenimiento de una instalación como esa.

Tuve una árida discusión acerca del concierto navideño de Bisbal en navidades de este año en la que yo sostenía que jamás debería estar cantando allí porque ya tenía su lugar donde exhibirse y no en un lugar reservado (o que debería estarlo) al arte de la ópera. Aunque esto sea poco rentable, claro. Y acabamos otra vez en lo de siempre: el dinero y un sistema basado exclusivamente en ese valor como criterio objetivable de calidad.

Por no hablar del culto a ARTISTAS como pintores hiperrealistas o algún habitual de calendarios, otrora criticado Dalí, o algún cineasta más o menos pretencioso, o algún performer espectacular (¡contradicción!) como la aclamada Pina.

Ahora, se me olvida que yo soy gente. Soy poca gente, pero soy gente. Y sí, me gusta algún arte. De alguna persona que lo hace. No todo el arte ni todas las personas. Y no es una cuestión de género o forma. Me gusta o no me gusta. Siempre me interesa, eso sí, su función.

Podríamos hacer una pregunta parecida sustituyendo ARTE por CULTURA o CINE.

La forma de financiación basada en subvenciones me parecía imposible de sostener en una sociedad que está privatizando todo lo privatizable. No habría dinero público para invertir en cultura si no lo hay (presuntamente) para invertir en sanidad o educación infantil.

Cambiando radicalmente de tercio, la última vez que fui a ver una película a los Princesa, fue para ver Lincoln, una película del mainstream, que, no obstante, tenía muchas ganas de disfrutar en pantalla grande. Tras la espera, la sala estaba casi completa, elegí fila 5 y tuve durante toda la proyección, larga, como bien sabía, a un tipo de una altura no excesiva que, no obstante, impedía que pudiese ver la película con calidad. Además, el sistema de audio estaba reducido a una mínima estereofonía frontal, tan básica como la que tengo en casa. Los subtítulos me dieron dolor de cabeza, pues tuve que estar esquivando una cabeza ajena durante casi 3 horas… Y lamenté haber ido.

Entiendo que el problema no es sencillo, no es solo una cuestión de proteger la creación cinematográfica, sino también la calidad de las salas de proyección. Me dije a mí mismo que iría menos a ver cine al cine después de aquello. Es duro, pero mi proyector, el de mi casa, hace que sea complicado mejorar la calidad de la sala… pero deben seguir luchando por ello… o morir.

A esto se suma la famosa y criticada piratería, aunque esto es una soberana estupidez: apenas nadie piratea películas de producción europea, la mayoría de la piratería (denominación que aborrezco para una práctica mucho menos censurable que la reproducción técnica y compartición del soporte asociado con desconocidos, propio de una sociedad mucho más virtual e hiperconectada, que ha llevado la Era de la Reproductibilidad Técnica a su punto álgido), la inmensa mayoría, insisto, de las copias no autorizadas se realiza sobre cine entretenimiento, el que no está, de momento, en peligro de extinción.

Lo que sí que ha puesto de manifiesto es la necesidad de una comercialización/financiación diferente, como la que ha llevado a apostar por aplicaciones informáticas a costes ridículos que, sin embargo, aún pueden hacer ricos a más de uno. El caso de Whatsapp es especialmente significativo: más de 100 millones de personas usan esta app en el móvil y si tiene un coste (razonable) de 0,80 €/año, asegura un beneficio millonario.

Sí, hay posibilidad, incluso, de seguir comercializando cine Europeo de autor, pero utilizando Internet para el consumo privado en salas pequeñas, usando plataformas que deben tener más títulos de los que tienen, como Filmin.es, por ejemplo. Pero a unos precios aún más reducidos. El modelo de ingresos por venta de entradas ya no es sostenible, hay que inventar otro. Y no por la subida de IVA ni similares, sino porque la producción audiovisual asociada a una mínima cuota de pantalla hace imposible el ingreso de dinero para hacer una película de mediano presupuesto.

Si el cine de autor es cultura, requiere inversión pública. Si no, no hay nada que hacer, es decir, si no se considera cultura o si no se quiere invertir públicamente en desarrollo de la misma.

Hay un problema adicional al hecho de que resulte complejo definir CULTURA o ARTE, está el hecho de la rentabilidad del suelo en Madrid: siempre va a ser más rentable una sala transformada en gimnasio, como los desaparecidos cines luna, o en centro comercial de ropa, como el Avenida, o comprado por un banco rescatado con dinero público, como el Palacio de la Música (esto último ya huele tan mal al escribirlo que no sé si quiero, siquiera, comentarlo).

Por otro lado, la producción de una película de bajo presupuesto nunca había sido tan accesible, tan posible para infinidad de autores menores, menos conocidos, que deben ser mirados para rescatar lo que, de ninguna manera va a morir: la cultura. Surgirá de entre las cenizas para reinventarse, rehacerse, ser y estar en otros lugares, en Internet, para empezar, en otras salas, polivalentes, etc, aunque cierta profesionalidad se pierda (pero esta es otra historia).

El Cine se resistirá a desaparecer. Pero los cines tienen los días contados.

Y entonces ¿qué sentido tendrá seguir viviendo en Madrid? ¿Elegiría ahora mismo esta ubicación para vivir?

Conexión permanente

Hay que estar siempre conectado
te dicen
como si fuese verdad
de la obligatoria
y te argumentan que
si tienen teléfonos móviles
es para eso
para estar siempre conectados
y no para la posibilidad de eso
para poder estar conectados a voluntad
y es que
para ello
es preciso
tener voluntad.

No saben decir no
cuando se desea decir no
aunque se argumente que no se desea decir no
verdaderamente.

Y te responsabilizan de sus decisiones
como si no fuese más que suficiente
intentar ser responsable de las propias
de las que nunca desconecto
ni escribiendo una sucesión
indecente
de frases impersonales.

FaceBook no es culpable de que yo use FaceBook
más de lo que deseo hacerlo.
Whatsapp no es culpable de que yo use Whatsapp
más de lo que deseo hacerlo.
El email no es culpable de que yo use el email
más de lo que deseo hacerlo.
Orange, Movistar, etc, no son culpables de que yo las use
más de lo que deseo hacerlo.
El portero automático no es culpable de que yo lo use
más de lo que deseo hacerlo.
Este blog no es culpable de que yo use este blog
más de lo que deseo hacerlo.

Quizá el problema radica
en que es más fácil identificar el sujeto
de la oración
SUJETO culpable
que de la oración
SUJETO desea.

Quizá, sí, quizá.

Ruido de Fondo, de Don Delillo

Acabo de terminarme el libro de Delillo, un escritor característico de la nueva prosa norteamericana, que intenta luchar contra el desplazamiento del centro hegemónico cultural al lejano oriente. Es una batalla perdida, pues la hegemonía se impone mediante la fuerza de la economía.

Ayer, incluso, vi que empezaba a anunciarse en autobuses y marquesinas de Madrid, ciudad atractora de turistas, una oferta de viajes y alojamiento turístico en China. Incluso, después de desplazado el centro de producción industrial del mundo, ahora van a desplazarse los demás sectores. Es inevitable. La cultura (su centro «de influencia») lleva tiempo moviéndose hacia oriente: Japón, China, son cada vez más leídos en occidente, de una manera u otra. De hecho, es muy probable que el próximo libro que comience, mañana, sea el de Murakami: 1Q84. Está, como quien dice, guiñándome los ojos desde su hueco entre Muñoz Molina y Neruda.

Del libro que he terminado hoy, de Ruido de Fondo, decir que me ha gustado poco, menos que los últimos suyos que leí, o los de escritores que podríamos considerar de su misma generación o contexto social y temporal, como son los de Cosmópolis o los autores Palaniuk o Foster Wallace.

Pero, de cuando en cuando, en las 430 páginas, encontraba maravillas como esta que a continuación muestro y que me recuerda a las innumerables veces que hablo con el padre de Carmen y me siento exactamente como este protagonista cuya vida gira en torno a un trabajo de investigación acerca de la figura de Hitler, un trabajo de dudosa utilidad, de nulo pragmatismo, casi, diría, inútil (o poético).

libro delillo 2

libro delillo

No te rindas

no te rindas

Soy un poco excesivamente crítico: veo este mensaje en una fotografía en una reputada red social y lo único que se me ocurre pensar es: sobra el nunca.

Sé que es deformación profesional, quizá, de escuchar, en mis talleres de poesía, calidad muy superior a la media de la expresión convencional, pero tampoco es para olvidar lo bonito del mensaje sin tanto análisis.

No sé dominar o apaciguar mi hemisferio racional, analítico y dejarlo dormir un rato mientras veo estas imágenes con eslóganes más o menos trillados y, además, redundantes. Pero creo que eso es justo lo que me convierte en buen coordinador de talleres literarios: este hemisferio trabaja dejando de lado el sintético o creativo, usándolo para cuando es estrictamente necesario, permitiendo que otros y otras lo desarrollen sin tener que atender a sus análisis.

Y esta deshumildad la afirmo hoy, después de que ayer estuviese en depresión (una bastante cíclica) por las bajas de mis alumnos de talleres de escritura que siempre (también innecesario, salvo por su valor enfático) me hacen cuestionarme, cuestionar si merece la pena defenderlos, si tiene sentido seguir luchando, si no sería más fácil y más cómodo rendirse, por fin, rendirse por algo que parece, en ocasiones, evidente: no interesan.

O no interesan los talleres que imparto o coordino o no interesa la forma en la que los hago o no interesa la manera de apuntarse, de inscribirse, de comenzarlos… desde hace casi 10 años me pregunto esto una y otra vez sin encontrar respuesta y sin que, en el fondo, me preocupe: los hago porque me apetece, los lucho y defiendo tal y como son porque es como desearía que fuese aquel al que apuntarme. Pero no todo el mundo es como yo.

Algunos días, el bajón es tal que casi me rindo… pero luego, después de una clase, una alumna/amiga me dice: «me cuesta salir del taller, me cuesta irme sin ti» y entonces todo vale la pena. En el fondo de mi corazón (o alguna otra víscera) se me arranca una lagrimita que me ilusiona de nuevo.

No, no me rindo. (¿Nunca?)

Gafas nuevas

Me he comprado unas gafas
porque rompí las anteriores
jugando con niños como si fuese un niño
y en un golpe
se cayeron al suelo
y la montura se quebró.

He buscado diversas opciones
pero todas las presuntas ofertas
de dos por una
o de 70% de descuento
acababan siendo muy caras
y no podía permitírmelas
salvo que
optase por otro tipo de vida
que no es algo que quiero barajar
así que
he comprado unas gafas nuevas
por un total de 89€
con cristales y monturas
y no tengo de repuesto más que las que llevo ahora mismo
que no están del todo inservibles.

Elegir entre belleza
pragmatismo
y economía
ha sido una difícil
decisión
que me ha retenido durante más de
3 horas.

Pero vivir mi vida de la manera que lo hago
es algo que decido cada día
durante más de
45 años.

Empatía

Será que no tengo una hipoteca,
será que no tengo trabajo
que perder
será que no tengo ingresos
por encima de mil euros
desde hace más de una década,
será que ya pensé
en suicidarme
hace mucho
mucho
mucho
tiempo
y lo descarté
porque existía siempre otra opción,
será que no me gusta la violencia
en humanos
que presumen de ser
seres racionales,
será que trabajé años
en unos servicios informáticos
de las cajas rurales
hasta que lo dejé
porque no me gustaba el trato recibido
sin matar a nadie,
será que un primo mío
trabajó durante casi toda su vida
como director de una sucursal bancaria
y me enseñó a distinguir
entre banquero y bancario,
será que tengo una amiga
(buena amiga)
que trabaja en otro banco
que no es de su propiedad
y que está cansada hasta perder la salud,
será que sé de gente
(en mi familia)
que han ido acumulando viviendas
hipotecas tras hipotecas
e incluso que me recomendaron
que siguiese hipotecado
para pagar menos impuestos,
será que no lo veo claro,
será…
será…
pero no quiero ver en las noticias
que la oficina de alguien
arde
por ningún motivo
deseado
por ningún humano
ya sea
quemándose a sí mismo
o
a los otros
porque eso es suponer
que estamos en una guerra
en la que los otros
no está claro quienes son
o somos
y no sé
o no sabría
dónde esconderme,
pero sí sé
que no voy a participar.

Nostalgia de adolescencia

Pantallazo

Pasé mi adolescencia siendo un chico introvertido que apenas salía de su habitación. Leía, sin parar, libros de ufología y de ciencia real, tan real como que me leí la Teoría de la Relatividad General de Einstein con 15 años y el Principio de Incertidumbre de Heissemberg con 16, durante mis vacaciones de semana santa.

Tenía infinidad de complejos, algunos de los cuales ahora me hacen mucha gracia, como sentir que tenía una cabeza más ancha de lo normal para un cuerpo extremadamente delgado, o que tenía pelos en las inglés, como si no fuese algo más que normal, pero en una época en la que se llevaban los bañadores slip negros aquello me parecía poco menos que pornográfico en la piscina, así que dejé de hacer el único deporte que alguna vez había querido hacer.

Me gustaba la soledad de mi habitación, mi soledad rodeada de libros, enciclopedias que caían como moscas, ensayos de filosofía, cualquier tema era de mi interés. Siempre que estuviese apretujado entre unas cuantas páginas muertas. Y entonces llegaron ellos, los ordenadores.

Mi primer ordenador fue un Spectrum 48K, de esos que tenían teclas de goma gris, que había que conectar a una pantalla, pues no traían pantalla, que acabó siendo una televisión Sanyo que me duró más de 30 años. Fue mi primera compra, a los 16 años, con lo que iba ahorrando… total, sin salir… Aunque no estoy seguro de si fue eso o una máquina de escribir italiana, de una tapa azul algo desvaída.

Pantallazo-1

Pero antes de tener máquina de escribir ya me había dado por escribir poemas, y novelas, sí, con la osadía que da la ignorancia. Apenas había leído un par de ellas (tiempo después, cuando terminé la carrera de química, recuerdo haber leído alguna novela y pensado: no la he comprendido bien, tengo que volver atrás, pues estaba tan acostumbrado al ritmo de lectura de ensayos densos que no podía creer que un libro se pudiese leer en dos o tres días).

Habían caído en mis manos unos versos escritos por mi madre de un tan Bequer y no dejaba de leerlos como supongo que mucha gente ha hecho a lo largo y ancho de aquellos años. Me los aprendí de memoria. Intenté imitar su manera de escribir. Hice, incluso, liras, sonetos, juegos de métricas nuevas o pretendidamente nuevas, y un sinfín de experimentos con la balbuciente voluntad de escribir poesía. Pero no pasó de eso, de balbucir.

En cuanto a las novelas, escribí una sobre unos presuntos rebeldes (ese era el título, de hecho) que quedaban vivos tras una guerra nuclear total (preciso es recordar que vivíamos bajo la persistente amenaza de la conclusión de la guerra fría mediante una guerra a dos bandas: rojos y azules). Estos, refugiándose en una península francesa (Bretaña), lo que no dejaba de ser un guiño a la conclusión de la segunda guerra mundial, acababan por escapar del planeta para rehacer sus fuerzas en La Luna. Supongo que era evidente que yo quería escapar, quizá a la luna, quizá más lejos, así que acabé por refugiarme bajo la mesa azul de mi habitación.

Después de aquella novela que debía terminar, obvio, con la victoria total de los rebeldes sobre el Imperio malvado que se había acabado por convertir en único gobernante de La Tierra, escribí otra, presuntamente bien documentada, sobre la guerra que habría tenido lugar entre una coalición ruso-china sobre otra estadounidense-europea. En la que todo país sobre la urbe se había posicionado. Aquellos eran mis tiempos de adolescencia.

Pantallazo-2

Mientras tanto, jugaba a juegos de guerra en mi recién adquirido Spectrum 48K. Y, de ellos, el que más me gustaba era esta maravilla de «The Fall of Rome», en el que debías ir desplazando tropas hasta intentar soportar el embate de las tropas bárbaras. Sabías que ibas a «perder» pues se trataba de eso, de la caída de Roma, pero debías tratar de perder lo menos posible, incluso, llegué a ganar alguna vez reconstruyendo el imperio… más o menos.

El otro día me dio por buscar un emulador de spectrum para mi flamante portátil de 4Gb (¡¡¡frente a 48Kb!!!) y acabé por encontrar uno, pero ya no recordaba cómo se hacía… de hecho, claro, recuero que leían sus aplicaciones de cintas de casette, pero ahora eso es imposible… así que el simulador simula que tienes que cargar una cinta… es tan gracioso, pensar que alguna vez las cintas de casette tenían aplicaciones informáticas…

Después de probar varios, pude jugar un rato, pero no acaba de funcionar muy bien y supuse acertadamente que habría de haber un simulador online. Y claro que lo hay, faltaría más… no dejan de ser tan solo 48Kb… y estuve jugando otra vez, como cuando tenía 15 años, como cuando lloraba debajo de una mesa azul, como cuando leía sin parar libros de física, de historia, de geografía, de filosofía, jugando y planeando cuál era la forma de sobrevivir, a la vida y a estar solo, a una sociedad en la que no encajaba, que no tenía lugar para mí, a las invasiones bárbaras…

Y lo logré.

¿Quién me iba a decir que iba a ser tan feliz siendo un marciano, un lunático, en esta Tierra?

Pero, de cuando en cuando, me sigue llevando las nostalgia a un lugar extraño llamado adolescencia.

De mis clases particulares

Ayer iba en el metro, camino del Barrio del Pilar, donde imparto una clase de Matemáticas, Física o Química a una alumna desde hace varios años. Es mi alumna preferida, no puedo negarlo. No lo pretendo. A parte de tener intereses por las asignaturas que tiene en su educación obligatoria, incluso interesarse, poco a poco, por aquellas en las que yo le ayudo, a pesar de que se le den peor, a parte de todo eso, también estudia Piano, en el Conservatorio desde hace casi una década (tiene 17 años), Alemán y algunas otras cosas.

Cuando le digo que se relaje, me dice que tiene tantas cosas que quiere hacer que no le da el tiempo. Y me brota una sonrisa en el corazón, pensando que hay personas a las que admiro, a las que les deseo lo mejor, a las que respeto por ser inquietas, inquisitivas, deseosas de saber, más y más, de diversas temáticas, abriendo su mente a experiencias que la harán ser más persona.

Porque creo que hay grados de «persona». Pero no voy a entrar en esto de manera tan burda porque podría pasar por elitista y no lo es. Se trata de tamaños de voluntades, de esas nubes que habitan en el centro del pecho, y sí, el tamaño importa, cuando se trata de esto, al menos. A mí me importa.

Adoro encontrarme con personas que quieren ser Personas. Son verdaderos Filósofas en un sentido literal, etimológico, de la palabra. Y eso me convierte en filo-filósofo… (jejeje… estas cosas de la recursividad me apasionan, también)

Estoy intentando hacerle comprender que esto del equilibrio se resuelve como si fuese una hoja de cálculo… y no sabe usar (porque no les enseñan) estas herramientas que, para algunas cosas, son útiles.

En el metro, en ese camino que comencé mentando, fui anotando la estructura de la tabla que habría de realizarse. Hoy voy a hacerla y llevársela. Me gusta tanto trabajar para ella…

Acá la dejo:

Fórmula química

aA + bB <==> cC + dD

Coeficientes estequiometricos (a, b, c y d)
Pesos moleculares (de A, B, C y D)

GLOBALES
Volumen total
Presión total
Temperatura

INICIALMENTE

Masa en gramos
Moles
Concentraciones
Volúmenes

REACCIÓN

En moles
En porcentaje de lo inicial (grado de disociación o solubilidad) C x alfa o S

En EQUILIBRIO

Masa en gramos
Moles -> moles totales
En porcentaje de lo inicial (grado de disociación o solubilidad)
Concentraciones = moles / volumen total
Fracción molar = moles / moles totales
Presiones parciales = fracción molar * presión total

Q para predecir dirección de reacción
Q > K -> sobran productos = Hacia la izquierda
Q < K -> sobran reactivos = Hacia la derecha

Kc
Kp
Ks
Ka
Kb

pH

PV = nRT

Esto no es una broma