De buenos y malos

Si ayer hablaba sobre una serie inolvidable que terminamos pertinentemente de ver el fin de semana anterior a las elecciones presidenciales norteamericanas, más propiamente hablando, estadounidenses, hoy quería hablar de una pequeña morralla que veo de cuando en cuando para «desconectar» mi cerebro, para dejar que se vaya a pasear un rato a un lugar tontuno, simplón, sencillote, que me haga sentir que el mundo (sabiendo que no es así) puede ser fácil, comprensible, de buenos y malos.

Cabecera de Leverage (Las reglas del juego)
[youtube_sc url=http://youtu.be/2F9JZZwWR0U]

Como se ve, es una serie de buenos y malos al más viejo estilo «El equipo A». Pero algunas cosas llaman la atención: comienza la cabecera diciendo «Los ricos y poderosos cogen todo lo que quieren…» Es un mensaje simplista, populista, que les autoriza a ser buenos robándoles. Será por eso de «Quién roba a un ladrón…», pero es que ni siquiera dicen que «los ladrones…», sino «los ricos y poderosos», de donde se deduce que esta serie implica que si hay riqueza y poder es porque hay latrocinio que lo ha generado.

Es una implicación con la que podría estar de acuerdo, pero no lo estoy. No lo estoy por la simpleza del planteamiento, y por la falta de rigor de la proposición.

Por otro lado, y no viendo que incurren en una flagrante contradicción, ellos acaban en erigirse en los malos, que son los mejores buenos, pero también en los que tienen el poder para hacerlo, de modo que, por su argumento, por su mero argumento, acabarían por tener que atacarse a sí mismos. Lo que no dejaría de ser inteligente, pero dudo mucho que el guionista de turno haya pensado en ello más de 5 minutos.

Pero hay una cosa que aún me cautiva más y es el fácil paralelismo entre esta serie que pretende ser empática con los desfavorecidos y algunas propuestas de partes del movimiento 15M. Que, lamentablemente, he de reconocer, que me parecen, con frecuencia, simplistas.

Supongo o quiero suponer que esa necesidad de simplificar es fruto de la lucha ante la impotencia que genera la complejidad del sistema o del mundo o de lo que sea que se desee modificar. Es más asumible esa lucha si el enemigo es más fácilmente identificable. Como alguna vez oí o leí «Contra Franco vivíamos mejor».

Parece que a falta de una dictadura identificable, sencilla de combatir, nos encontramos en este mundo en el que no hay malos y buenos exclusivamente, sino que el sistema en sí es tan perverso que nos hace a todos partícipes de una maldad repartida en diversos grados, donde, por tanto, la diferencia es cuantitativa y no cualitativa.

¿Significa esto que hay que responsabilizarse por los abusos de poder de algunos políticos y de varios banqueros y otros especuladores de altura? Pues en parte sí, por permitir que estén esos políticos representándonos, por permitir que gran parte de nuestro entorno permita que estén. Pero también asumir nuestra pequeña parte de responsabilidad cada vez que hacemos actos como comprar en el DIA, aunque sea porque es más barato, para poder vivir un poco al margen de la sociedad de consumo, pero acabo comprando en el DIA, una multinacional con relativos pocos escrúpulos.

Eso no es óbice para que no pidamos o exijamos responsabilidades (o hacer públicas las mismas) a los que han abusado del poder, tanto económico como político. Pero démonos cuenta de cuándo lo hacemos nosotros, todos y cada uno de nosotros. Yo lo hago. Yo participo de este sistema que me ha convertido en especulador, por esencia. ¿Cómo no serlo?

Espero que encontremos respuestas. Yo siento reconocer que no las tengo.

El Ala Oeste de la Casa Blanca

Durante varios meses, Carmen y yo hemos estado viendo las siete temporadas de esta serie norteamericana, que narra las peripecias del equipo presidencial de los EEUU, dirigidos por un ficticio líder del Partido Demócrata, interpretado por Martin Sheen (con cierto parecido hacia un parcialmente idealizado Bill Clinton).

Dicen en wikipedia, de esta serie:

El ala oeste de la Casa Blanca (título original: The West Wing) es una serie de televisión estadounidense muy popular y ampliamente aclamada por la crítica. Fue creada por Aaron Sorkin y se emitió desde 1999 al 2006. […] La serie está ambientada en el ala oeste de la Casa Blanca, donde se ubica el Despacho Oval y los despachos de los principales miembros del equipo del presidente, durante la ficticia administración demócrata de Josiah Bartlet (Martin Sheen).

Es una ficción, no hay que olvidarlo, pero en ocasiones parece un reportaje, un documental dramatizado, más incisivo que los de Michael Moore, y mucho más ameno. Es una ficción y, sin embargo, parece más un oráculo que una obra de imaginación, parece estar hecha con la intención de fabricar un voto favorable a demócratas del tipo Obama, que, como anoche, ha vuelto a ganar unas elecciones dramatizables hasta dar lugar a posibles obras de ficción.

Ha sido una serie tremendamente buena, que no comprendo porqué no se ve en los canales españoles, enseñándonos un poco sobre lo que de verdad esconde la gobernanza de un país. Los capítulos devanaban las diversas situaciones que enfrentaban los «técnicos» de gobierno, teniendo que negociar con una realidad compleja, muchas veces incómoda, que da lugar a conflictos éticos de manera permanente.

No da soluciones fáciles (a veces sí, pero es ficción!), a problemas realmente complejos, incluso puede que insolubles (¿en agua?). Es rápida, dinámica, de una velocidad tal en los diálogos, con una profundidad en las reflexiones que, en muchos casos, exige una atención muy superior a la habitual delante de lo que a veces se desprecia como caja tonta.

Esos diálogos, famosos hasta conseguir ser el sello de prestigio de Aaron Sorkin, se desarrollan a toda pastilla, durante largos travelings a través de los pasillos y los despachos de ese Ala Oeste, son, sin duda, de una calidad inigualada en ninguna otra serie de televisión y en contadísimas películas.

DebateLa última temporada, sin haber perdido fuerza desde las primeras, aunque, como toda serie (¡de ficción!) pierde algo de emoción, algo de novedad, inevitable, acompaña a unos candidatos por el proceso de elecciones, desde antes de la nominación hasta la investidura, siempre el 20 o 21 de Enero.

El candidato republicano (y todo su equipo) es tratado con respeto, con dignidad, sin caer en las fáciles descalificaciones o considerarlo un estúpido que va en contra de lo único respetable. Es interpretado magistralmente por Alan Alda (que consiguió un Premio Emmy como mejor actor de reparto de una serie dramática en 2006) que, de alguna manera, referencia remotamente a McCain, también como este era un senador presentándose frente a Obama (¡pero esto ocurrió en el 2008!). En la serie, presentándose frente al congresista Santos, un latino atractivo, de unos 45 años, con una mujer también joven y bella, resultando finalmente ganador gracias a la participación del voto latino, del voto negro (las minorías) y ganándose los votos de mujeres, de quienes sabe rodearse convenientemente durante la campaña.

Es sublime el respeto que se tiene de toda la fidelidad al protocolo, de toda la documentación y asesoría que se ve en cada gesto de los ayudantes, de los guardias de seguridad, de las secretarias… hasta el punto de tener por momentos la impresión de estar viendo una noticia en un telediario.

Hábilmente, entrelazan la ficción dramatizada de los acontecimientos políticos con una telenovela de relaciones entre personajes más o menos inverosímiles pero con los que resulta tremendamente sencillo empatizar, logrando, de esta manera, dotar a la serie de más de un nivel de lectura posible, para entretener al tiempo que, en gran parte, resultar formativa, ilustrativa, reflexiva.

Cada capítulo es una obra de arte, un pedazo de documento, una maravilla para almacenar en la memoria, pero, sin duda, el mejor fue el primero de la tercera temporada, capítulo especial que se emitió unos días después del famoso 11-S. Con un rigor maravilloso, sin caer en fáciles posicionamientos superficiales, introduce, en la ficción, lo que había ocurrido en la realidad.

Pero, sobre todo, repito, resulta sorprendente que esta serie terminara de emitirse en 2006. Aún no conocíamos a Obama, aún no sabíamos que en 2 años el sistema entraría en una crisis internacional sin precedentes, aún no sabíamos que el tipo de campañas electorales se iba a parecer tanto a la que se retrata en la séptima temporada de la serie… Fue un completo oráculo, resultaba sobrecogedor sentir que se estaba viendo el futuro.

Reportaje, ficción, documento, información, utopía política, oráculo, reflejo de una sociedad y, además, divertida, entretenida, amena, rápida, profunda, seria, rigurosa… Bufff… por favor, que la gente la vea. Es útil volver a creer en los debates, en la política, representativa o asamblearia, pero en el diálogo, en la razón, en el respeto, en la posibilidad de encarar la realidad con la complejidad que la caracteriza, asumiendo, en parte, los conflictos éticos que serán inherentes a nuestra nueva vida, el modelo de vida que tenemos que encarar, que aprender a manejar, para que no sea quienes sí lo conocen los únicos que lo manejen.

No lo voy a poner más fácil, quien quiera hacer el esfuerzo, que lo haga. Es preciso aprender a responsabilizarse de la necesidad de esforzarse. Es un primer (primerísimo) paso. Pero si no damos este…

De la importancia de las palabras

Leo en un texto publicado por un «amigo» en FaceBook:

El Tribunal Constitucional se reúne en pleno jurisdiccional este martes a partir de las cinco para votar la sentencia del matrimonio homosexual, que será favorable a la denominación de “matrimonio” para las bodas entre personas del mismo sexo.
El fallo favorable avalará las 20.000 bodas celebradas en España desde 2005.

Y más allá de lo que significa para muchos de los afectados y afectadas (muchas, las), el caso es que lo que más me ha interesado es la importancia que se le da a la palabra. Porque de esa palabra se derivan, ni más ni menos, derechos.

Los derechos, por tanto, son menos importantes que las palabras, causa primera de la creación, en nuestra realidad cultural, en tanto humana.

Y esto me alegra, como escritor, porque me anima a pensar que puedo ayudar a que la realidad cambie, cambiando las palabras o el significado que se les otorga y, con ello, sus implicaciones.

Pero me alegra también, al menos en este caso, que se hable de personas, aunque sea una palabra, como tantas otras, imprecisa, por no decir sexo, matrimonio, boda…

Y me da por pensar qué habría sido de aquellas 20.000 bodas si ahora no se pudieran seguir llamando bodas. ¿Qué habrían sido? ¿Fraude fiscal? ¿Mariconadas?

Aquello eran bodas y no tenía que afirmarlo el Tribunal Constitucional. Aquello eran matrimonios y no teníamos que esperar esta sentencia. Lo que quedaba por luchar… y sigue quedando, es que tengan los mismos derechos y obligaciones. Sean uniones, bodas, matrimonios, patrimonios o lo que sea.

Quiero ver si esos matrimonios van a ser reconocidos por la sociedad como algo aceptable o inaceptable, más allá de lo que opinen unos jueces. Quiero ver adopciones, pensiones de viudedad, tratadas con la misma vara que se trata a las de heterosexuales. Y respeto social. Prestigio. Reconocimiento.

Pero también quiero ver cómo se ignora esa tendencia a hacer de las palabras un campo de batalla. No importan tanto… ¿o todo lo contrario?

¿Quién es el dueño del significado de un vocablo? ¿La RAE? ¿La población? ¿Quién?

De momento, me erijo en rey del vocabulario: aquello a lo que ya asistí en alguna ocasión que unía ante asistentes a dos hombres que se amaban, era una boda celebrando el matrimonio de una pareja de amigos míos. No tenía ninguna necesidad de esperar esta sentencia para saberlo.

Pero está bien que, de cuando en cuando, sus definiciones y las mías coincidan. Supongo.

Tremenda realidad

Pero bueno, claro que no somos iguales, pero ¿no puede haber igualdad en ese caso? ¿Cuando hablamos de igualdad a qué nos referimos?

En principio, en aquella época remota en la que la reivindicación eran tres palabras, Libertad, Igualdad y Fraternidad, Igualdad hacía referencia a la igualdad de derechos, igualdad de voto, e, incluso, tímidamente, a un horizonte de reducción de la desigualdad social o económica. Pero ¿qué queda hoy de eso?

Leyendo el texto breve sobre la historia de esas palabras en wikipedia, me encuentro con algo que ya había leído, pero que cada día me parece más terriblemente actual:

Durante la ocupación alemana de Francia durante la II Guerra Mundial, el Gobierno de Vichy lo sustituyó por la frase Travail, famille, patrie (Trabajo, familia, patria), para ilustrar el nuevo rumbo del gobierno.

Y hoy…

¿Qué rumbo escogemos para nuestro gobierno? ¿No apetece por momentos agregar la cuarta palabra que completaba aquellas tres?

Un fin de semana largo

Exposición de Elias Arriero en el ChambaoHa terminado un largo puente de tres días, que en realidad no era un puente, que se supone pasa sobre algún día no festivo a modo de arcada, sino una extensión de la vacacionalidad de los dos días del fin de semana (sin tener en cuenta a quien trabaja sábados, pues tendría que tener en cuenta a quien trabaja domingos o, incluso, a mi cuñada, que trabajó el viernes).

En realidad terminó hace algunos días, más que ha terminado. Terminó denota una acción que ocurre en el pasado más alejado del día de hoy, o ayer… pero esa lejanía es subjetiva, así que su uso podría bien haber sido ha terminado.

Volviendo al tema… si es que este blog tiene alguno… diría que fue extraño.

Me divertí, varias veces, tanto el viernes, con mi amada Carmen, haciendo lo mínimo que necesito para ser feliz con ella, siempre tan fácil.

Me divertí también el sábado, comiendo con Mayte y su chico, al que he regalado (regalé) toda mi colección de CDs de Extremoduro. Les hicimos de comer comida rica, rica y con fundamento. Un delicioso primer plato de brócoli con bacon, ajitos, queso fundido y pimienta y un segundo plato de chuletas de aguja de cerdo (que son baratitas) con una salsa de cebolla caramelizada con mermelada de naranja al orujo. Fruta, helados y te, chupitos y, lo más importante, una fluida conversación.

Me divertí mucho, pero mucho mucho, en la noche del cumpleaños de mi amiga Aída, mi querida amiga a la que estoy empezando a echar de menos. Me reí como hacía mucho tiempo que no lo hacía, con su amiga Sofía, con un amigo llamado Sergio, que me contó el chiste más simple que he oído en años y, por ello, uno de los más divertidos y que dejo aquí para que no se me olvide:

-¿Qué sonido hace un gato borracho?
– …
– Mahou

Me divertí el domingo, también tenía otro cumpleaños. Nuestra amiga Simona celebraba una fiesta con intención de hacerla al aire libre (tipo picnic) y hubo de ser modificado el plan sobre la marcha, llevándonos a casa de su amiga Valeria. Fue divertido, muy «creativo», con ese estilo de fiestas laborales en las que hay que trabajárselo, como si no fluyera si no es gracias al ingenio creativo de los presentes, que no deja de ser desbordante: cantamos juntos, compusimos juntos, poemamos juntos… hablar menos, pero apenas nos conocíamos, así que igual… bueno, a mí personalmente me gusta más dejar que fluya lo que deba fluir, porque seguro que fluyen apasionantes conversaciones interpersonales. Pero no es su modelo, así que…

Y también era otra especie de cumpleaños-despedida: Simona, profesora y coreógrafa de danza contemporánea, ha decidido dejar Madrid para irse a vivir a Ginebra, Suiza. Es comprensible, sabiendo que aquí a duras penas puede subsistir y allí por aportar algo a la cultura de la ciudad, es remunerada con más de mil euros.

Ayer recibí un email de una de mis alumnas, una chica llamada Dolores que se va a vivir a EEUU, por amor, sí, por amor, pero no pude evitar sentir un pequeño dolor por dentro: 3 despedidas en 3 días. No le respondí un entusiasta grito de alegría, pero no podía hacerlo. No quiero que se vaya mi entorno.

Sé que de las tres amigas mencionadas hay motivos diversos que empujan a pensar que se habrían ido de no ser porque este país es cada vez más convexo: Aída y Dolores por amor, Simona por morinha de su tierra natal.

Pero no es del todo cierto.

¿Si en este pueblo las cosas estuviesen envidiosamente bien, acaso las parejas respectivas de Aída y Dolores no desearían venir, en lugar de pedir que se vayan ellas? ¿Simona no seguiría intentando animar con sus propuestas la inerte cultura de esta villa si se lo pusieran un poco más fácil?

Y después de tanta diversión, de tres días de desenfreno, me quedó, sin embargo, un triste sabor en la boca del estómago, un sentir que se desmorona algo delante de mis narices, que la vida se me rompe un poco, que habrá que reivindicar la movilidad e ir a ver a todos los emigrantes, que algo ha cambiado, ya no en esa macroeconomía más o menos alejada del sentir, sino claramente en esas pequeñas parcelas cotidianas de irse a tomar un café, o unas cañas, y no saber con quién.

Quedará gente después del éxodo, este que continúa sangrando España, pero la pregunta que hoy me hago es ¿Quién?

Q

Hoy he terminado un libro que me prestó Hilario Álvarez. Uno de esos libros que dejan huella. No creo que pueda olvidarlo. Lo más terrible es que tendré que devolvérselo. Y no es un libro que me vaya a comprar… pero me gustaría tenerlo.

Lo acabo de descargar, como no podía ser menos, de su propia web, la del colectivo ahora denominado Wi Ming Fundation, y antes Luther Blisset que hace de Autor de esta novela formidable.

Por si te apetece descargarlo a ti también, te dejo el enlace desde el que lo hice.

Reproduzco un texto mecanografiado de este maravilloso volumen:

«Una Europa en que los banqueros alemanes dictan las opciones políticas; en que se lleva la fe religiosa en las banderas de los ejércitos mercenarios; en que poblaciones enteras son sometidas a la ley marcial. Una Europa recorrida por columnas de prófugos, en que la rebelión de los desesperados recibe la firme reacción de los linajes más rancios y de los poderes mercantiles incipientes. La misma asquerosa reacción de siempre: cañones y genocidios, y más hierro y fuego…»

Escrito en un texto que, como afirman en su página web: Transcurre en el Siglo XVI. Dos personajes principales. Uno quiere subvertir el orden establecido y el otro es un espía al servicio de los poderes que lo protegen. Q es un espía contratado por el cardenal Carafa, personaje ultra-conservador y de creciente influencia en la jerarquía de la Iglesia. Una novela épica desde las entrañas de la historia, ambientada en Europa central e Italia septentrional. Algunos han definido a este libro como «un western teológico».

Hay quien lo compara con El Nombre de la Rosa, de Umberto Eco, pero en mi humilde opinión hay algo más revolucionario y rompedor en este libro. Empezando por la declarada lucha antimercado, nuestra religión actual, que se lleva a cabo haciendo disponible el libro de forma completamente gratuita, con una licencia mucho más abierta que las famosas Creative Commons.

Tienen la declaración de guerra en toda forma, la llamada a la lucha a los creativos, a los que generan cultura, lanzándoles la primera piedra:

Desde 1996, por contrato todos nuestros libros llevan este anuncio: Está permitida la reproducción total o parcial de esta obra y su difusión telemática, siempre y cuando sea para uso personal de los lectores y no con fines comerciales; y con la condición de que se reproduzca este enunciado. Para conocer nuestras posiciones sobre copyright, copyleft, cc, uso legítimo-razonable y propiedad intelectual, visitad la sección OMNIA SUNT COMMUNIA de este sitio. Como nuestros libros están traducidos en muchos idiomas que no conocemos y han sido publicados en diversas partes del mundo, es muy difícil tener todo bajo control. Si la edición de vuestro país no contiene susodicho anuncio, significa que ¡habéis sido engañados! ¡Os han timado! ¡Estafado! ¡Os han tomado el pelo! ¡Embaucado! Rogamos presentar una reclamación al grupo editor y enviarnos una copia (con traducción, si es posible).

Y así, es, así nos ponen contra la espada y la pared de la supervivencia económica a partir de la creación, que ya he tratado en otras entradas de este diario que, por supuesto, es tan público y gratuito que no necesita ni siquiera una nota reconociendo su uso.

De su historia, de la de Luther Blisset Project, decir que merece más la pena pasar un buen rato leyendo la página web que esta triste reseña, pero me gusta la síntesis de este párrafo con el que prologan su presentación:

En 1994 cientos de artistas, activistas y bromistas de toda Europa deciden adoptar la misma identidad.

Apodándose Luther Blissett se preparan para desencadenar el infierno en la industria cultural con un plan quinquenal. Trabajaran juntos para contar al mundo una gran historia, crear una leyenda, dar vida a un nuevo tipo de héroe popular.

En enero de 2000, al finalizar el Plan, algunos de ellos se congregan bajo un nuevo nombre, Wu Ming. Este último proyecto, a pesar de estar más enfocado hacia la literatura y la narrativa en el sentido estricto, no es menos radical que el anterior.

Pero que su autor sea tan peculiar, tan único en su género como imposible de ser único, no merma en absoluto todo lo brillante que esta obra Q es.

Creo que, junto con «La Vida, Instrucciones de Uso», ha sido la más formidable novela que haya leído nunca. De múltiples niveles, puede ser leída en clave de actualidad, como si se tratase de un llamamiento a alzamientos del tipo 15M, pero puede ser leída como una novela histórica (he verificado hasta lo posible todos los acontecimientos y personajes que aparecen en la ficción), como un relato de aventuras y desventuras, una lucha contra el fanatismo, un alegato en defensa de la lucha contra el sistema, una lucidísima recreación de un periodo convulso del nacimiento de Europa, de los países como tal, como los conocemos, con la ascensión de la ortodoxia católica y protestante, esa ascensión cuya escisión seguimos viviendo, imposibilitando el nacimiento de una nueva Europa de pueblos, de gentes, que sigue siendo un patio de bandas dirigidas por príncipes y banqueros.

Tiene lecturas que estoy seguro que no aprecio, lo presiento, creo que referencias a movimientos políticos italianos, a pseudonacionalismos locales, pero que sé que se me escapan.

Habría de leerla otra vez, ¡habría de aprendérmela de memoria!

No, no es eso. Pero sí recomendar su adquisición, su difusión, la adquisición de información mediante esta antigua técnica llamada lectura, lectura de información y no sobreestímulo derivado de consumo mediático.

Novela formidable. Colectivo interesantísimo. Generan reflexiones: creemos un colectivo paralelo, en el que el ego se disuelva, que tenga un nombre, una poética. Escribamos la novela. Tenemos la obligación de hacerlo. Vivimos tiempos que nos requieren. Requieren nuestro compromiso. Hagámoslo.

new age

Por todos los santos
adoradores de new age
son religiosos fundamentalistas
con su superioridad moral
tan egregia
como aplastante
plasta
en general.

Hay algunos y algunas
que tienen alguna pequeña creencia
alguna irracional superstición
como puede ser
la astrología
la quiromancia
la adivinación del futuro
fe en la reencarnación
el karma
la homeopatía
o comer comida de un mismo color
el ayurvedismo
y alguna otra fe
que no quiero mentar.

Alguno o alguna es feminista hasta el ridículo
o la ridícula, para no excluir a nadie.

Alguna cree en cambios políticos
revolucionarios
sin cambios en sus vidas
acomodadas hasta tener smartphones
con los que convocar manifestaciones
o agrupaciones de ecologistas en acción
contradictoria, pero acción.

Alguno dice que nos tratan mal los de arriba
y, ese mismo, trata fatal a los de al lado
y a los que supone arriba
y, por supuesto, a los de más abajo
pues siempre hay más abajo.

Insultan a quienes no son
o no piensan
como ellos o ellas
con arrogancia
con petulancia
con desprecio
por las personas
por la gente
por el género humano
en general.

Desean una civilización
de único pensamiento
que sea como el suyo
y que
por supuesto
nunca coincide con ningún otro.
Ni siquiera sus propios amigos o amigas o compañeros o compañeras de lucha.

Es una forma de ser algo adolescente
adolece de algunas cosas
que se supone que aporta la madurez
pero no carece del autoengaño de la felicidad.

Se automutilan
viven con tristezas
con desgana y cabreo
aunque se supone que hay que ser uno con el universo
y alcanzan a creer que están estupendos
pero sabes que no es cierto
porque siempre les duele algo
para lo que se terapizan
con alguna que otra extravancia
por supuesto fuera del alcance de los mortales
y otros que son tachados de superficiales
por no poder costearse
osteópatas
fisioterapeutas gurúticos
descansos de meses en la India
o Marruecos
sobrevolando la verdadera naturaleza de esos países
como viendo el folklore de los mismos
sin intentar penetrar en sus cotidianeidades
que son «tan» aburridas…

Y elogian lo oriental por ser oriental
afirmando que los sabios hindúes lo son por ser de oriente
como los reyes magos, por cierto,
y no se dan cuenta de que la india
es occidente para china
al menos en su mayor parte.

Hablan de lo ecológico y lo orgánico
mezclándolo con energía y otras palabrejas
hasta llegar a usar, ni más ni menos,
que fractal o cuántico
con una facilidad tan pasmosa
como desubicada
sin tener en cuenta que orgánico
es el plástico
derivado del petroleo
que es un residuo fósil de animales
que crecieron fuera del contacto humano,
que energía es tan indefinido fuera del contexto de la física
como pueda serlo la santidad
dios
o alguna otra de esas palabras que detestan oír
en esa extraña secta acéfala
de la que forman parte.

Ni se te ocurra aclararles lo que es el método científico
pues se trata de que tienes que abrir tu mente
y
según muchos creyentes
ese método la cierra.

Y el efecto placebo…
ay, qué bonito. Pero no es para los adoradores de incensarios.
Según ellos.
Y ellas.

Pero aun así
lo comprendo
lo acepto como una necesidad
de búsqueda espiritual
de llenar un vacío
que después del anuncio
de la muerte de dios
nos ha dejado huérfanos
lo acepto y lo puedo entender
como entiendo que la madre de Carmen
rece a los santos que adora
para que me cure o para que su hija apruebe un examen
o para lo que sea
pero al menos ella
pide por los demás
y no solo por sí misma
(aunque falta le hace)
y no le discuto la infalibilidad de su pontífice
como no discuto la infalibilidad de gurús con florecillas musicales.

Pero si a la mezcla de todas ellas
se suma la insolente
ignorancia por el otro
o la otra
y el ego se expande hasta ocupar un bar
se culpabiliza hasta criminalizar
la falta de intención de convertirse a esa religión
que nunca dice ser una religión,
pero que desde luego no es
una filo-sofía,
si se adiciona
la falta de interés por problemas ajenos
y se exacerba
el narcisismo
hasta ser sacramentado
entonces
tengo una amiga en mente
a la que cada día
tengo menos ganas de ver
y no contesto sus mensajes
ni sus llamadas
ni sus insinuaciones de vernos
pero no hay nada que hacer
yo no le importo lo suficiente
como para que lo entienda
para que entienda que ya no es compatible
conmigo
con un escéptico
agnóstico (por más que escéptico fuese suficiente)
que considera todas sus parrafadas
sobre cómo debo vivir
tan solo paparruchas y chorradas
a las que no haré caso
ni muriéndome
(aunque eso es mucho decir).

Voy a teclear un rato más
este pedazo de plástico negro
conectado a circuitos de silicio
mirando de cuando en cuando por la ventana
para preparar el taller de poesía
que comienzo esta tarde…
si dios y los astros y otros factores lo permiten.

Frase de Idus de Marzo

Cayo Julio César (en Los Idus de Marzo, de Thornton Wilder) dice:

«Los poetas, y únicamente ellos, emplean todo lo que son en cada momento de su obra».

Y me encanta pensar que voy por buen camino. Cada momento de mi vida lo vivo como si fuese parte de una obra por crear. A veces querría que fuese más sencilla, pero es la que quiero hacer y la voy a hacer tal y como deseo hacerla. O no.

Me ha gustado compartirla en FaceBook y ver que tiene repercusiones positivas. Quizá este sea el camino: ser positivo, más positivo, más de cosas que me gustan y menos de cosas que no me gustan, aunque sea más o menos lo mismo…

Ahora, a cenar.

Mes y medio de vacaciones

O casi.

Mis vacaciones casi no lo son y mis no vacaciones casi no son no vacaciones, lo que equivale a decir que casi son vacaciones. Tengo una borrosa frontera que divide días laborales de no laborales. Trabajo todo el tiempo, como aquel que decía que trabajaba mientras dormía (un escritor surrealista francés cuyo nombre ni recuerdo ni quiero buscar, citado por Breton en el Manifiesto Surrealista). Trabajo mientras camino por la playa, buscando un nuevo método de publicar en este diario, trabajo mientras leo (y he leído bastante este mes y medio) incluso aunque las lecturas sean o pretendan ser más entretenidas que formativas, trabajo mientras hablo con Carmen sobre nuestros planes, y planificamos, planificamos…, trabajo mientras asisto a una exposición de una alumna de un taller de poesía online en Garrucha, que me gustó más de lo esperable, todo sea dicho; trabajo desde Colmenar, desde Vera, desde Madrid, buscando nuevos temas para mis talleres de escritura, para mis eventuales talleres de creatividad, acepto clases particulares de matemáticas desde la costa almeriense, y cuando vengo a Madrid, hace ya más de 10 días, sigo trabajando… buscando maneras de convertir esta ciudad en un lugar más lleno de poesía.

Pero no escribo.

Procuro no escribir. Se me escapa un poco mientras hago alguna anotación junto a alguno de los libros que estoy leyendo. Pero poco más. Nada en este diario, nada en otros formatos, tampoco emails, nada en papel, por supuesto, salvo alguna postal.

Tampoco, durante estos días, he seguido haciendo o trabajando en mi proyecto actual de «Las Lenguas». Intento estar ocioso. Descubrir el placer del aburrimiento. Descubrir la necesidad de volver a mis tareas cotidianas, a mi rutina, a la que intento desde hace años construirme. Y cuando consigo aburrirme hasta ese punto, adoro la vuelta, adoro este retorno a mi hogar, a mis tareas, a mis labores, a mis lenguas y mis clases, mis talleres, mis amigos, mis amigas, mis emails, mi diario diario, mi escritura…

¡Qué dulce la vuelta cuando se adora a lo que se regresa!

Incluso disfruto de un rato de ausencia de Carmen, un breve receso en nuestra presencia compartida. Ella se fue a su pueblo natal y yo quedé en el mío, en esta enorme villa manchega. Y la añoro, la añoro y mensajeo, telefoneo, esperando ansioso su regreso y disfrutando ansioso su ausencia.

Adoración, ansia, añoranza, rutina y producción, parece imposible unir todo esto, pero es así, así es… adoro mi vida con ansia hasta el punto de añorar la rutina de mi producción.

La ineficacia adelgaza

Ayer me decidí a escribir este lema en FaceBook para observar un rato la reacción de los lectores. Es curioso, todo el mundo parece tenerse por eficaz.

El caso es que, claro, yo, que soy parte de ese mundo, también me creo muy eficaz. De ahí que sostenga que estoy engordando debido a mi alta capacidad organizativa que me permite trabajar con el mínimo esfuerzo. ¡Qué morro! y todo por no hacer deporte…

Se me da bien pensar antes de actuar hasta el punto de trazar mentalmente el recorrido óptimo en distintas circunstancias, como para recoger un calcetín del suelo con un solo paso desde la cama o para cruzar la calle no ya en diagonal, que sería rápido, sino en una curva más sofisticada que minimice, al tiempo, el riesgo de ser atropellado, dependiente, no obstante, de la densidad y cantidad de tráfico en sentido perpendicular al cruce.

Por no hablar de la habilidad de escoger tareas pendientes que tengan en común un punto del recorrido que realizar una única vez para no desperdiciar viajes, caminadas, ni siquiera idas y venidas a casa… así que no tengo que hacer muchos esfuerzos para comprar un libro, ir a la compra, enviar una carta, dar de alta una cuenta bancaria y, de paso, saludar a alguna amiga.

Pero es una habilidad que, de un tiempo a esta parte, estoy empezando a ver como inútil, es más, como contraproducente, pues me obliga a pensar, a posteriori, en la realización de algún ejercicio complementario fruto de no haber realizado el más mínimo esfuerzo (bueno, el mínimo sí). Así, tengo que pensar en un ejercicio físico como ir a un gimnasio o una piscina o, incluso, salir a caminar ex-profeso, porque en mi día a día soy perfectamente capaz de reducir mis caminadas al mínimo (y menos mal que carezco de medio de transporte individual más o menos motorizado).

Así que he decidido comenzar a ser parcialmente ineficaz. Ayer fui a por una medicina para una amiga y, después, volví a casa, para enviarla en un sobre que no había cogido y llevado conmigo, así que tuve la oportunidad de subir las escaleras (ahorrar en ascensor, luz y carencia de ejercicio físico). Luego rellené la carta y fui a enviarla, junto con un DVD y, aproveché para ir a la frutería. Podía haber vuelto a casa entre ambas actividades, pero la ineficacia es una gran consumidora de tiempo y no me dejaría hacer nada más… aunque… eso ya lo sabíamos.

Me cuesta tanto ser ineficaz, tengo tan interiorizado el actuar pre-pensando, que opero maquinalmente, casi como un algoritmo optimizador… tan poco humanamente… o no?

Y todo el tiempo recuerdo las imágenes de la maravillosa y sorprendente e-Wally, en la que los ciudadanos van de acá para allá en un cochecito que tiene todo lo que necesitan al alcance, literal, de su mano, con lo que engordan, engordan, engordan…

Y poco a poco me he ido convirtiendo en uno de ellos.

Voy a probar a subvertir el proceso. Al menos en verano, al menos en la época en la que caminar se hace más difícil por causas ajenas a mi voluntad… (por decirlo así).

Voy a echar al correo una carta que podrían venir a recoger con una llamada. De paso, es posible que me dé un paseo hasta el parque de El Retiro.

Y mañana… ya veremos.

Esto no es una broma