Sí, hoy ha sido la impactante noticia del día, pero a mí qué me importa. Ante ¿Qué va a pasar ahora? solo me resta pensar que: continuidad, triste y sosa continuidad.
Va a sucederle su hijo, que ahora no será campechano, sino bien preparado y más o menos carismático… pero su hijo, su hijo…
Este es el quid de la cuestión: Felipe va a pasar a gobernarnos por una coincidencia genética reconocida públicamente. Por ADN (que es casi como decir por cojones: los que generaron el esperma que penetró hace tiempo en algún olvidado ovario de su jodida madre (hubo de ser jodida para ello, en aquel entonces)).
No merece la pena explicar el origen de las monarquías y su legitimación sanguínea como descendientes de otras ramas dinásticas… y, en última instancia, validados en su derecho al trono por el supremo religioso de turno.
No puede haber legitimación de una persona por su sangre sin hacer referencia a algún tipo de privilegio que deriva de una verticalidad que dirige la mirada a un ser superior. En resumen: no es compatible un estado laico con una monarquía.
Pero nos empeñamos en decir que vivimos en un país laico, lleno de excepciones, como consentir o obligar a celebrar fiestas de una única religión a lo largo del año, por no hablar del peso en la tradición.
Con respecto a la monarquía, también vivimos en un país que la adora, adora tener un rey, un hombre que cuida de la casa, como si no pudiese hacerlo una mujer, por supuesto, además de que el hombre en cuestión ha de ser «diferente», «superior», «ungido». No puedo ser yo.
Y esto no puedo entenderlo. Yo quiero ser rey.
Hoy veía el vídeo extraído de la película Templario que compartí en este diario hace tiempo sobre qué significa ser rey y recordaba que he escrito sobre esta estupidez anacrónica de man-tener una monarquía después de abolida la idea de que los seres humanos son diferentes dependiendo de su sangre…
Y no quiero entrar en si su familia real está imputada, ni en degradaciones personales sobre lo nefasto de su reinado. No me importa si lo hizo bien o mal, si se folló a su secretaria o a una enfermera o si su mujer tiene miedo a la oscuridad o se aburre o si caza elefantes o si su hija es una persona con síndrome de Dawn o si su hijo tiene canas o si no sabe hablar o si sí que sabe…
Simple y llanamente, creo que los individuos de un país laico son iguales ante la ley y no pueden tener un apartado dentro de la constitución para hablar de sus excepciones.
Creo que tendríamos que tener el derecho a elegir al representante del pueblo español, aunque fuese el mismísimo Jose María Aznar.
Y es que esta es otra de las razones por las que no acaba de haber el acuerdo necesario: no se trata de personas, se trata de roles. No debe existir el rol de monarca.
Y luego vienen las peticiones de firmas y los supuestos deseos de referendums… pero la dura realidad es que a la inmensa mayoría de los españoles les gusta esta gilipollez anacrónica de la monarquía y no van a dejar de votar a un partido por el hecho de que no tenga en su programa el firme deseo de modificar el modelo de estado.
Así que afrontémoslo: estamos solos ante el siguiente Borbón, descendiente de los Borbones que ocupan el trono de este país desde que lo hiciera Felipe V, descendientes de la rama francesa de la casa de los Capeto, a su vez descendientes de los Robertinos:
La Dinastía o Casa Robertina fue una casa noble de origen franco. Fue fundada por Roberto el Fuerte, conde de Blois y muerto durante una incursión normanda en el 866. Sus dos hijos, asentados en París con los títulos de condes, serían reyes de Francia con el nombre de Eudes I y Roberto I. Éstos lucharían contra los últimos reyes carolingios por el trono.
El hijo de este último, Hugo el Grande, Duque de Francia y Conde de París, llegó a ser el noble más fuerte de Francia, relativamente, pues en esta época el resto de nobles podrían poseer en la práctica muchos más recursos que el reyezuelo, puesto a dedo por los nobles por función meramente representativa, y prepararía la sucesión para su hijo Hugo Capeto en el trono. Este último daría origen a la Dinastía de los Capetos.
Y no tiene arreglo: Continuidad por apatía, pero también por falta de compromiso, por falta de responsabilidad… dos de las famosas «marcas españa».