Parece mentira que hayan pasado 80 años desde que España tuvo una Segunda República. Parece mentira que aquella durase, en paz, menos de 6 años. Parece mentira que después de ser depuesto el gobierno elegido democráticamente, la forma de gobierno anulada, la forma jurídica del estado violada, un señor y sus seguidores se mantuviera en el poder a golpe de dictado y armas durante 40 años. Parece mentira que ese mismo señor educase a quien le iba a suceder y decidiese que ese iba a ser un rey, otro señor que, por ser quien era, podía ser el representante de esta nación. Parece mentira que no se opusieran a que esto continuase siendo así después de la muerte de aquel que había violado la constitución española democráticamente elegida. Parece mentira que la transición fuese dictada por un muerto. Parece mentira que ese muerto dejase todo atado y bien atado. Parece mentira que la Ley de Memoria Histórica (LEY 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura) haya quedado en agua de borrajas y su principal adalid esté ahora enfrentándose a un juicio formal que va a terminar con su carrera. Parece mentira que hoy, después de 80 años, no sea fácil hablar de República en España. Parece mentira que la inmensa mayoría de la población que conozco admire al rey, a ese señor poseedor de algún tipo de origen divino que justifica su preeminencia por encima de otros españoles. Parece mentira que la República se siga viendo como algo problemático y no como algo que fue una solución: el problema vino después, pero pocos parecen querer darse cuenta. Parece mentira que no haya una nueva república, una definitiva república que permita que elijamos democráticamente a nuestro principal representante a nivel nacional. Parece mentira. Pero es verdad.
No estamos capacitados para tener una república. Eso exige una responsabilidad política y social que evitase poder atacar a nuestro representante como si fuese un trapo, faltarle al respeto. Pero claro, así es como tratamos a todos. A nuestros compañeros, a nuestros jefes, a nuestros subordinados, al señor que me atiende en el autobús, al que me da una barra de pan y a la señorita que intenta ganarse la vida vendiendo o alquilando su cuerpo.
No estamos capacitados para elegir con templanza, con raciocinio, con un mínimo de visión global, de perspectiva social e ideológica. No lo estamos porque durante 40 años un señor se encargó de convencernos de que era una mala idea gobernarnos a nosotros mismos porque éramos inherentemente malvados, mezquinos, ruines, torpes, incapaces en una palabra. Y parece mentira, pero es verdad, que consiguió convencernos.
Convenció a mis padres, a los padres de mis padres, a tus padres, a la inmensa mayoría de los padres de los que ahora ni tienen un mínimo de reflexión para evitar que se repitan esos patrones.
Parece mentira, pero no, no lo es.
Seguimos gobernados por una casta política que no cree necesario dar explicaciones porque los borregos a los que gobiernan estamos dispuestos a seguir siendo gobernados de esa manera. Lo único importante es que no nos falte pa comer. Y pa gastar en bares, qué lugares. Y en otros caprichos. Pero… ¿elegir la manera en la que queremos ser gobernados? No, nunca. ¿Qué importa?
Sí, flipante, decimos: ¿Qué importa?
Y seguimos adelante votando a corruptos, permitiendo abusos descarados de poder, permitiendo que los recuros sociales que, escasos, se fueron consiguiendo, sean desmantelados para proteger a quienes tenemos más. ¿Qué importa el futuro? Yo siempre tendré mucho. Yo soy rico. Al menos estoy entre los más ricos… hasta que no lo esté. Porque no lo estaré siempre. Parece mentira, pero esto también es verdad. Y se nos caerá el pelo.
Seguimos permitiendo que un señor por tener un ADN más o menos especial sea el representante de nuestra nación. Por la gracia de Dios, claro. Una, grande y libre. Sí… mucho.
Esto es para mear y no echar gota!
Pero es verdad, verdad de la buena.
Así somos.
Quizá por esto tengo algo de esperanza depositada en la transformación que nos obligará a realizar la depresión económica en la que vamos a entrar tras la asunción de que esto no es una crisis. Quizá por eso espero que Europa renazca como un nuevo modelo político, como una aglomeración cultural, económica y social, federada y capaz de erigirse en referente político del mundo, de un mundo que se ha quedado sin referentes, de un mundo que no cree en utopías y avanza como topos bajo el sol.
No tengo muchas esperanzas en una III República, bastante improbable, pero sí algunas en la necesidad que vamos a ir teniendo de acercarnos, de unirnos, de formar parte de algo más grande que este pedazo de tierra que un señor llamado Francisco tuvo el gusto de regir durante 4 décadas malditas de nuestra historia. Historia no revisada, historia putrefacta, mal cicatrizada, que necesita una operación porque hace tiempo que se ha convertido en crónica.
Estamos enfermos de dictadura.
La monarquía incuestionada es sólo un síntoma.
Qué pena.
occidente
Antisemitismo
Leo con frecuencia (esta vez en El País) que el antisemitismo está aumentando a raíz de la crisis económica, así como que los antisemitas están más localizados a la izquierda del espectro ideológico español.
Me inquieta pensar que, detrás de esto, haya un problema político más que racial encubierto de problema racista.
Para empezar, no vendría mal hacer algunas aclaraciones al respecto: En primer lugar, semita es una denominación de un conjunto de pueblos que tienen el común, principalmente, el pertenecer a una misma familia lingüística.
En segundo lugar, los hebreos están dispersos por el mundo y los Israelitas son un país. Habría que diferenciar entre el odio posible a los judíos, que, como señala el artículo, no podemos distinguir, del declarado odio o manifestaciones contrarias al estado de Israel. Pero esto también tiene palabra para designarlo sin problemas: antisionista.
Es más, incluso habría que poder distinguir entre aquellos que están en contra de la existencia de un estado confesional hebreo y aquellos que están en contra de lo que tal estado está realizando a su alrededor para mantener un estatus-quo claramente insostenible, por supuesto, con la aquiescencia o incluso el apoyo de los gobiernos occidentales interesados en perpetuar un conflicto que permita enfrentar naciones o religiones para lograr una demanda de compra de armamentos y garantías bélicas que equilibren la balanza comercial de los consumidores y los productores principales de petroleo.
Cuando se utiliza la palabra antisemita actualmente se tiende (y creo que intencionadamente) a confundir estos términos con el fin de que nadie pueda declararse antisemita por antijudío, ni siquiera por antisionista y, de este modo, reducir las manifestaciones contrarias al régimen del gobierno israelí.
Pero, si usásemos la palabra antisemita en su sentido más etimológico, cabría decir que España es uno de los países más antisemitas que hay, teniendo en cuenta que el desprecio a lo árabe es tal que no queremos reconocer, ni siquiera, nuestra herencia, semítica por partida doble, más allá de un tímido intento realizado en esa «alianza de las civilizaciones» que no atrae ni mínimamente el interés ni la empatía de una minoría de los españoles.
Así que, ¿somos antisemitas? Sí, pero no antijudíos. ¿Antisionistas? No, pero sí contrarios al gobierno israelí, al menos formalmente. Es decir, queda bien criticar (es políticamente correcto) el integrismo hebreo del estado de Israel, pero lo apoyamos completamente de manera soterrada en su política de aplastamiento del enemigo árabe.
Si no usamos las palabras con precisión, nunca podremos definirnos.
Si es preciso, deberíamos dejar de definir las palabras con imprecisión, con generalidad, por costumbre, para, quizá, ser menos manejables.
Guerra, Ejército y Rey
Extraído con cuidado de la Constitución Española de 1978:
Artículo 8. 1. Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.
Artículo 63. 3. Al Rey corresponde, previa autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra y hacer la paz.
Y, junto a ellos, los que parecen autorizar el silencio del monarca y la intervención militar en Libia:
Artículo 93. Mediante ley orgánica se podrá autorizar la celebración de tratados por los que se atribuya a una organización o institución internacional el ejercicio de competencias derivadas de la Constitución. Corresponde a las Cortes Generales o al Gobierno, según los casos, la garantía del cumplimiento de estos tratados y de las resoluciones emanadas de los organismos internacionales o supranacionales titulares de la cesión.
Artículo 94. (Autorización de las Cortes para determinados tratados internacionales) 1. La prestación del consentimiento del Estado para obligarse por medio de tratados o convenios requerirá la previa autorización de las Cortes Generales, en los siguientes casos:
a) Tratados de carácter político.
b) Tratados o convenios de carácter militar.
[…]
En definitiva: Obvio que esta guerra no es igual que la de Irak, puesto que en esta se satisface claramente nuestro artículo 94, pero nada se dice acerca del silencio que no concuerda con lo que corresponde según el artículo 63. 3. No entiendo el miedo a hacer su trabajo por parte de nuestro rey. Es su responsabilidad. Que cumpla con ella.
Tampoco acabo de entender porqué no intervienen los cascos azules. ¿No sé si ya han desaparecido como un bonito recuerdo estético del pasado bipolar? Ahora bien, si no sirven para nada, ¿por qué no se disuelven definitivamente?
Guerra
Libia está en guerra
La ONU dice sí a la guerra
La OTAN entra en guerra
(Europa me lo salto)
España está en la OTAN
España entra en guerra
Yo soy español
Yo estoy en guerra
El Rey es español
El Rey no dice estar en guerra
Y, mientras tanto, la vida continúa
Mañana bajará el precio del petroleo
Mañana nos olvidaremos del consumo energético
Mañana las toneladas de agua harán seguro lo inseguro
Mañana el olvido volverá a reinar
en una monarquía absoluta (mente ciega
Twitter y la brevedad
Lo bueno si breve dos veces breve, dicen. Y se presume de que Twitter es la forma típica de comunicación del futuro o, como diría Alex de la Iglesia, del presente. Bien, pues sus 140 caracteres son por un lado algo que estimula la capacidad de síntesis, pero por otro, más peligroso, la tendencia a la simplificación.
El futuro es tan complejo (el presente) que simplificar puede que resulte absolutamente necesario para poder comunicar algo al respecto.
¿Cómo analizamos las consecuencias de un terremoto en Japón?
En un mismo titular (casi un tweet), hablamos de miles de muertos y de centrales nucleares afectadas. Inmediatamente, muchos creen que esos miles de muertos lo han sido por las centrales nucleares. Las centrales nucleares, por tanto, son malas malísimas.
Critico esta forma sensacionalista de dar la información.
Pero más grave aún me parece que se gobierne con esos mensajes y que puedan ser electoralmente rentables: veo que Merkel, canciller alemana, decide de repente clausurar o algo semejante la mitad de las centrales nucleares en suelo alemán (claro, siempre preocupándonos por eso de las nacioncillas) y Zapatero haciendo lo propio en España, etc, etc.
Y no puedo evitar preguntarme… Si era así de fácil dejar de depender de esas centrales y su abastecimiento energético, ¿por qué no se juzga a los que las mantenían abiertas? Aunque sólo sea por imprudencia temeraria.
Por otro lado, la alternativa que se presentará, de forma inmediata, es decir, sin un gran aporte económico y logístico previo, será aumentar la dependencia energética del sector petroquímico. Generará guerras, con más de miles de muertos, no directos, por supuesto y en países que no nos importan mucho.
Ahora bien, ¿significa esto que me parece estupenda la política de crecimiento de consumo energético que nos lleva a dependencias absolutas de fuentes agotables o peligrosas o ambas?
La respuesta es no.
No me gusta la idea de crecimiento continuo que lleva vigente en el mundo occidental desde la Ilustración cuando menos. Y ya entonces Voltaire, con su inteligencia irónica, vilipendiaba el progreso como algo no tan bueno.
Hace tiempo que hablaba con mi amiga Sylvia sobre los lugares o asuntos a los que dedicar la inversión en investigación y ella sostenía (repito, hace más de 10 años) que sería interesante dedicar inversión a temas sociales, a temas culturales humanistas, a otros temas que no fueran los puramente tecnológicos, pero ni yo mismo la hice caso. Le decía que era inherente al hombre el desear un progreso científico-técnico que mejorase nuestras condiciones de vida. Pero la realidad es que esas mejoras se han orientado fundamentalmente al desequilibrio de la riqueza adquirida y a la fabricación de una sociedad más estratificada, donde las clases dirigentes están por encima de un nivel apreciable. No se les ve.
Y ahora cerraremos centrales nucleares, incluso cuando tecnológicamente serán siempre más eficaces que las térmicas-petroquímicas, por un pensamiento tweet. Un pensamiento de 140 caracteres. Y luego las volveremos a abrir por otro pensamiento tweet.
Y ahora llamamos a Gadaffi sátrapa, luego tirano, luego dictador, después gobernante. (En menos de 140 caracteres)
Y nos olvidaremos de que las centrales nucleares llegaron para satisfacer una necesidad que no era tal pero estaba ahí de consumo, consumo y consumo de energía que sirve para justificar la bondad del sistema capitalista. Sistema de crecimiento continuo, de crecimiento sostenible, como si un crecimiento continuo pudiese ser sostenible.
Seguiremos queriendo tener más y más cosas, cosas nuevas para poder renovar el armario, el coche, el ordenador, la casa, la calle, el portal. Siempre más y más, siempre creciendo, siempre hacia arriba, siempre sin mirar abajo.
Y, abajo, estarán las centrales energéticas que permiten esa ascensión.
¿Renovables?
¿Cuántas y cómo?
La energía solar aún está sin demostrar su capacidad generadora, siendo su principal problema la producción de unos residuos (las baterías o acumuladores químicos necesarios para almacenar la energía) que en pequeñas cantidades son manejables, como lo eran unas cuantas bolsas de plástico, como lo eran unas cuantas pilas, pero que en las grandes cantidades derivadas de la sustitución paulatina de los medios de producción energética actual aún no han mostrado sus maldades. Después vendrá decir que hay que solucionar este problema.
Existen los parques eólicos que se extienden peligrosamente afectando al paisaje mucho más que una autopista y que si van en aumento también deberán responder a las exigencias medioambientales que ahora se exigen a otras intervenciones similares.
Y la geotermia y las mareas y …
¡No! El problema está antes: debemos asumir que el planteamiento del sistema de crecimiento continuo era insostenible por definición. Esto afecta a todo lo demás. Tenemos que asumir que no es mejor el que llega más lejos, es más que no hay que aspirar a ser el más o el mejor, que la felicidad (ah!, de cuando en cuando conviene hablar de eso) no se logra de esa manera. Que la búsqueda de la felicidad debería ser el verdadero y directo objetivo de la vida.
Sin embargo, se sigue confundiendo con frecuencia calidad de vida con nivel adquisitivo, especialmente en los países autoproclamados ricos.
Necesitamos que nos enseñen a apreciar nuevos valores, que nos enseñen a olvidarnos de los antiguos, que nos enseñen a vivir en el ocio, en el tiempo libre, necesitamos un reparto más igualitario de la riqueza generada gracias a los medios de producción postindustriales para poder sentir que el paro no es una amenaza, sino la falta de riqueza, esa riqueza que es capaz de generar una mejora tecnológica.
Necesitamos creer en dioses nuevos: los viejos han muerto.
Y cuanto antes lo hagamos, antes estaremos preparados para el nuevo orden mundial.
Porque un nuevo orden mundial se avecina a marchas forzadas, a toda velocidad, en un tren bala, y nos va a estampar contra las paredes en su ímpetu. Más nos vale que nos gusten las paredes.
Apocalipsis. Se habla de apocalipsis. Qué bíblico. Pero algo hay de cierto: el mundo conocido se resquebraja por todos los lados y no queremos afrontarlo. Estamos en la frontera de un terremoto de 12 en la escala de Richter. Hemos formado, poco a poco, nuestra propia Theia y ahora nos toca comérnosla con patatas.
82 familias ricas
Hoy he leído en el capítulo dedicado a “La antropología de una sociedad industrial” del libro que estoy leyendo desde hace un par de semanas, que, según la revista Forbes de 1985, las 400 personas más ricas de EEUU son miembros de 82 familias, teniendo en su poder aproximadamente el 40,2% de todo el capital fijo, privado y no residencial del país.
Además, sostiene el libro que la acumulación de grandes fortunas en manos de unos privilegiados, o lo que él llama la concentración de la riqueza, va en aumento.
El libro no tenía en cuenta la aparición de los nuevos ricos como los derivados de las nuevas tecnologías (así Bill Gates, Steve Jobs, Mark Zuckerberg) pero en el fondo no importa. Tampoco importa mucho que ahora tengamos más españoles entre los famosos enumerados por el señor Steve Forbes, como por ejemplo al dueño de Zara y derivados, porque hablar de españoles es casi insultante.
Estos personajes, estas personas, están por encima de la ilusión mantenida como nación que se forjó allá por el siglo XV en occidente. Les importa poco estar entre los mortales, porque creen que su lugar es una especie de mundo paralelo en el que jugar con los demás como quien juega con marionetas.
Pero ni siquiera nosotros, los plebeyos, somos sus marionetas, no llegamos ni a ser las partículas del polvo adherido a las distintas partes de las prendas exteriores de las marionetas más pequeñas que poseen.
¿Qué puede hacer el polvo para alcanzar su autodeterminación, su libertad?
Es tan tentadora la sumisión.
Lo más gracioso, quizá, que me pasó leyendo también en un periódico lo del tal Amancio Ortega es que me ha dado penita. Una foto suya daba el aspecto de un señor gris, apagado, aburrido, triste y no creo que lo piense para consolarme. Es, sencillamente, lo que veo en su expresión. Por no hablar de la fotografía del hombre más rico, según este mismo listado, un tal Carlos Slim, con un extraño parecido a Torrente.
Bueno, estos pensamientos banales tan solo son escapes para no afrontar lo durísimo que me resulta aceptar las monstruosas desigualdades entre estas fortunas y la situación de la inmensa mayoría de la población mundial como algo justificable.
Y si después quieren convencerme de que he de entender reformas estructurales en el mercado laboral que repercutirán en mayores facilidades para los empresarios a la hora de adquirir mayores beneficios o, lo que es lo mismo, continuar y perpetuar un sistema que no ve escandaloso el aumento en la concentración de la riqueza, van a tener que esforzarse un poco más.
¿Quienes quieren?
No me gusta cuando se me cuelan, casi sin darme cuenta, impersonales terceras personas del plural. Había 82 familias en el 85 dominando el mundo, ¿Cuántas hay hoy?
De dictaduras y dictablandas
Quería comentar un par de cuestiones que suscita al mismo tiempo la lectura de artículos de periódicos actuales, en los que se vapulea al tirano libio, ya sin ambages, sin los más mínimos recatos formales a la hora de elegir palabras menos posicionadas, algo más imparciales, con la lectura de un libro titulado “Antropología Cultural”, de Marvin Harris. Es un libro algo antiguo teniendo en cuenta que estamos en una especie de vorágine de cambios culturales derivados de la irrupción en la sociedad industrial de la globalización y la tecnología asociada de InterNet. Editado en Alianza Editorial en 1990, está escrito en 1980 y revisado, creo, en 1984.
Parece evidente y asumido que el aumento de la población, unido a una agricultura intensiva capaz de generar excedentes y la circunscripción a hábitats de alto nivel de vida o rentabilidad, conlleva la transformación de las jefaturas o estructuras tribales en estados, entendiendo como tales aquellas formas de sociedad políticamente centralizadas cuyas élites gobernantes tienen el poder de obligar a sus subordinados a pagar impuestos, prestar servicios y obedecer las leyes.
En estos estados, las grandes poblaciones, el anonimato, el empleo de dinero y las vastas diferencias en riqueza hacen que el mantenimiento de la ley y el orden sea más difícil. Para ello, todo Estado dispone de especialistas que realizan servicios ideológicos en apoyo del statu-quo. […] El principal aparato de control del pensamiento de los sistemas estatales preindustriales consiste en instituciones mágico-religiosas.
Una manera importante de lograr el control del pensamiento consiste en no asustar o amenazar a las masas, sino en invitarlas a identificarse con la élite gobernante y gozar indirectamente de la pompa de los acontecimientos.
Los sistemas estatales modernos tienen en las películas, la radio, los deportes organizados, Internet (añado), técnicas poderosas para distraer y entretener a los ciudadanos. La forma más efectiva de “circo romano” es el entretenimiento retransmitido pues además de reducir el descontento mantiene a la gente fuera de las calles.
A esto hay que sumar el aparato de educación obligatoria, donde además de estimular sólo la creatividad en campos relacionados con la tecnología olvidándose de tratar temas controvertidos, implantan en la mente de los jóvenes los puntos de vista del statu-quo apelando al miedo y al odio.
Por último, a los niños se les enseña a tener miedo al fracaso: también se les enseña a ser competitivos.
Frente a estos estados industrializados e informatizados, donde la información ha pasado a ser una producción más, de carácter virtual y difícil de comercializar, es arduo el intento de liberarse del control de pensamiento. Es difícil porque ha llegado a ser capaz de instrumentalizar cualquier tarea pseudorevolucionaria como refuerzo en la ciudadanía de una idea de libertad que resulta reconfortante y deseable, de modo que rebelarse es bueno, en parte, siempre que se haga dentro de los cánones de respeto a los valores asumidos como inamovibles y que, sin embargo, garantizan el mantenimiento del statu-quo de esta plutocracia que pretende ser democracia.
Cuando vemos lo que está ocurriendo en el norte de África, nos encontramos con la sencillez de una lucha más o menos claramente dirigible contra una élite detestable. Esto nos da cierta envidia pues por momentos creemos que si pudiéramos identificar los causantes de nuestras afecciones, de la gran crisis económica en la que vivimos, podríamos combatirlos con esa determinación que están demostrando los movimientos revolucionarios tunecino, egipcio o libio.
Pero la realidad de los estados industrializados en la era de la información es mucho más compleja y temo que nosotros mismos hemos provocado nuestra misma estructura cultural que eliminar o transformar implicaría un salto durante el cual nuestro nivel de vida sería diferente, presuntamente inferior, del actual. Ahora bien, nos hemos convencido de que vivimos en el mejor de los sistemas posibles y que cualquier alteración lo empobrecerá. Esta perfidia nos inmoviliza y no nos permite avanzar en ninguna dirección, al mismo tiempo de que se da el hecho de que no creemos que estemos, nosotros mismos, siendo parte del sistema represor necesario por nuestros Estados para mantenimiento del statu-quo. Algo así, supongo, debieron de sentir los ejecutores de judíos durante el holocausto nazi.
Incluso, ahondando más en las transformaciones culturales de las estructuras sociales que se están produciendo por intermediación de la transformación de los medios de producción y de la naturaleza misma de lo producido, los mismos Estados se han convertido en poco más que instrumentos circenses con los que entretener a los ciudadanos y desorientarlos. Nos introducimos en conflictos nacionales o nacionalistas, evitando los aglutinadores, los verdaderamente transformadores del modelo de estado, como podría ser la creación de una Europa culturalmente unida, aunque respetuosa de las minorías integrantes.
Con la famosa crisis financiera, parece que hemos ido aún más en esta dirección de miedo y odio hacia los otros, hacia lo que no sea nacional, en una dirección en la que ya se anduvo durante la época que antecedió a la segunda guerra mundial.
Ahora se nos inculca el miedo al islamismo, a los chinos, a África y los africanos. Toda la información que nos llega de estos lugares es siempre indeseable, mala, perversa, de manera que sigamos queriendo estar en nuestra circunscripción y permitamos que las élites gobernantes se encarguen del mantenimiento de un statu-quo considerado, como dije, inmejorable.
Uno de los más sabios gobernantes de nuestro tiempo, no está haciendo ni más ni menos que esto: esperar a ser reclamado como el salvador de los valores de libertad, igualdad y fraternidad, aunque, realmente, no es su verdadero objetivo ni puede serlo, puesto que, como sabemos, el sistema capitalista es inherentemente desigualitario. Pero eso sí, no hay que restar méritos a Obama, sino al contrario, sabiendo que es el mejor fruto posible de su tiempo, dadas las circunstancias.
Eso sí, las circunstancias cambian, la crisis no ha hecho sino empezar a caminar y, poco a poco, el modelo social irá cambiando. Depende, en buena medida, de una reacción consciente de los ciudadanos el hecho de que esa nueva sociedad sea más igualitaria, si queremos, o más fraternal, si queremos o más libre, si queremos. Es nuestra responsabilidad informarnos adecuadamente, formándonos, también, un pensamiento crítico capaz de generar alternativas viables en un panorama complejo, farragoso, altamente interdependiente, global y con unos tiranos invisibles e inidentificables a los que derrocar.
¿De qué herramientas disponemos? ¿A qué estamos esperando? ¿Por dónde empezamos? ¿Somos, también, autocríticos?
El secreto del éxito
La ONU alerta del consumo excesivo de analgésicos en los países industrializados.
Y me pregunto si no es momento de saber cuál es la verdadera enfermedad de las sociedades industrializadas. Aunque habría que matizar que no son sólo las industrializadas, sino aquellas en las que la riqueza es tan elevada que estar a esa altura puede ser difícil.
¿No será que van por ahí los tiros?
El problema es el éxito.
En una civilización en la competencia ha llegado a todos los ámbitos de la vida, no queda más alternativa que ser el mejor, siempre el mejor, como me decía mi padre, incluso aunque seas ladrón, sé el mejor ladrón. Y claro, pasa lo que pasa, que tenemos que doparnos, tranquilizarnos tras el dopaje o el exceso de velocidad (sin irónica mención a los 110 km/h), o para olvidar, o relajarnos artificialmente, en un entorno en el que hemos aceptado que todo es artificial.
La siesta… me acuerdo del libro de Helena que voy a presentar en breve…
Y me voy a trabajar.
Me tomo algo para que no me moleste la garganta hoy que está mal,
la ignoro,
vivo casi como si mi cuerpo fuese prescindible,
vivo por encima de mis posibilidades físicas,
ignoro que existen límites o pienso que están ahí para otros
porque yo lo puedo todo
y si necesito ayuda…
lidocaína o alguna otra cosa
que termine en ina.
Ya no ismos, ahora inas.
Pero el fin sigue siendo no parar
de avanzar en una carrera cuyo final no existe
porque la muerte se niega con lujuria.
Viviremos siempre
y siempre jóvenes
porque lo contrario sólo le ocurre
a los fracasados.
ay… tengo que tomar otra pastilla
que me recuerde que tengo corazón.
O, si no, a Terapia.
Libia
Hoy no soy muy optimista, pero es que los aviones bombardean manifestaciones en Libia y Europa tan sólo dice que ese señor es muy malo. Bien.
¿Para qué existe una Unión Europea? Deja bien patente cada día que su finalidad es exclusivamente la que tuvo en sus orígenes: Comunidad Económica Europea. Remarco: Económica. No se habló ni se ha pretendido nunca que sea una Comunidad Social, una Comunidad Cultural, una Comunidad Política.
La preocupación europea es si Libia amenaza al suministro del preciado oro negro. De si puede provocar un aumento del precio del petróleo, de si nuestra economía se resentirá. ¡Ah! y la inmigración. ¿Habrá oleada de inmigrantes?
Siento vergüenza de ser europeo.
¿Merece la pena votar en una parodia de democracia representativa en las elecciones al Parlamento Europeo? Cada día que pasa, cada conflicto que encuentro en los medios, siento que la respuesta no está en esas votaciones nacionalistas, en las que los distintos representantes se empeñan en defender los privilegios de sus feudos. ¡Qué penoso!
Europa, Europa, Europa,
despierta, levántate,
emerge en un mundo que te necesita y al que necesitas.
Europa, Europa, Europa,
vuelve a ser el faro de valores que alguna vez pudiste ser,
recupéralos para ti, para nosotros, para ellos.
Europa, Europa, Europa,
sé, defínete, cree en ti,
si eso, sin tu propia confianza, nunca habrá
Europa, Europa, Europa.
Energía, energía, energía
Los próximos conflictos armados o no, vendrán derivados de la dependencia de consumo energético que tiene Europa y Estados Unidos de países como los del Golfo Pérsico.
En la segunda mitad de 1942, las fuerzas del Afrika Corps dirigidas por Rommel se batieron contra el Imperio Británico en El Alamein, Egipto y fueron derrotados por Montgomery. ¿Por qué atacaron? Entre 1942 y 1943, la Alemania entonces NAZI, se vio envuelta en una batalla que hizo que comenzase su declive: Stalingrado. (La actual Volgogrado) ¿Por qué?
En ambos casos, si uno mira un mapa, verá que hay algo en común: eran rutas hacia la fuente principal, entonces, de recursos petrolíferos. Por muchos tanques que tuvieran, sin combustible, lo único que podían hacer era estar parados, esperar su muerte.
Nada ha cambiado tanto.
Pero la guerra es de muchos más modos y en muchos más frentes que antes.
Se introducen naciones que plantean problemas locales (Israel), se boicotean gobiernos, se establecen guerras paralelas que encubren la principal (Irán-Iraq) y las estrategias siguen variando: Obama se ha dado cuenta de que la anterior no funcionaba. Veremos si su nuevo enfoque nos permite seguir viviendo bien a costa de que otros vivan mal.
Y mientras, Europa que no espabila.
Seguimos como la Alemania Nazi dependiendo de accesos terrestres a las mismas áreas (salvo la provisión de Gas Natural principalmente que nos llega de Argelia y algunas pequeñas producciones a alto coste del Mar del Norte). De esto dependerá la entrada o no de Turquía en la UE. De esto dependerá la aceptación del empleo generalizado de la Energía Nuclear, las relaciones de dependencia de Ucrania o Rusia y sus batallas particulares para ver quien se hace con el poder de dominar Europa sin necesidad de invadirla.
Y mientras, Europa, sin ser Europa.
Ay, la crisis actual (financiera, dicen) no es ni más ni menos que una pequeñez comparado con lo que se avecina.