El adiós de Iñaki Gabilondo

He seguido durante años la trayectoria de quien considero el mejor comentarista político que ha tenido el periodismo patrio en las últimas décadas, hasta que las redes sociales y el griterío impuesto política y socialmente ha terminado por agotarle (supongo que los 78 años de vida no ayudan, ni una pandemia global…)

Me entristece que abandone, pero le comprendo tanto que el silencio me atenaza cada día más, hasta el punto de que sólo quiero escribir poemas que no tengan el más mínimo sentido o interpretación con la que generar otro altercado airado.

Llevo desde marzo (confinamiento mediante) dejando de lado la mayor parte de las conversaciones que lo único que buscan es convencerme de algo. Sea lo que sea. Me cansa. Recuerdo el texto de «Lo Neutro» de Roland Barthes y no puedo sino subscribir cada una de sus palabras, escritas casi antes de que yo naciese.

También recuerdo la tristeza que sentí (y el enfado, pero antes me enfadaba) cuando cerró CNN para pasar a ser Gran Hermano 24h.

Ahora ya casi ni siento enfado (diría que no me merece la pena) y sí algo de tristeza, pero cada día también menos, quizá porque estoy tan pesimista que me parece el lógico o natural devenir de los acontecimientos.

Echaré de menos a Iñaki Gabilondo de quien tengo más de 10 artículos comentados en este humilde diario tras haber sido seguidor suyo desde hace tanto tiempo, desde hace tanto que no se llamaba seguidor a quien leía o veía los vídeos de otra persona a quien, por supuesto, nunca se llamó influencer.

The crown

¿Qué hace un republicano convencido como yo viendo un producto como The Crown?

Es una producción cuidada con todo detalle, con un exquisito mimo por la verosimilitud hasta resultar tan creíble que puede ser tildada de falso documental. Pero es falso. Y no, no es documental, aunque documente algún episodio histórico en más de una ocasión.

Pero eso sólo no es suficiente para conseguir engancharme a una serie de la que llevo ya vistas 4 temporadas, principalmente porque a Carmen le gusta mucho ese ritmo lento que lleva y esa ambientación tan maravillosamente recreada.

A mí sencillamente me harta ver a una panda de chupópteros gorrones aprovechados lamentándose de sus vidas como si no pudiesen dejarlas y dedicarse a otras muchas cosas.

No he conseguido empatizar con ningún personaje desde el comienzo de la emisión. Tampoco ahora con la acalorada disputa sobre si Lady Di es más o menos «campechana», como si no tuviese suficiente con nuestro emérito patrio.

Ayer, viendo el episodio 8 de la 4 temporada, tuve un pensamiento extraño:

La primera ministra Thatcher, ejemplarmente interpretado por Gillian Anderson, discutía sobre las sanciones (o no sanciones) que habían de ponerse a Sudáfrica por el fatídico régimen del Apartheid, al que la reina parece que sí quería ponerle fin.

Carmen me preguntó que yo qué opinaba… y no supe qué contestar.

Por muy en contra que pueda estar del racismo clasista de M. Thatcher, no dudo nunca en estar en contra de la monarquía, constitucional o no, así que habría tenido que estar en ese presunto duelo del lado de Margaret. Pero eso era ir contra mis principios… ¿o no?

Más allá de saber que es ficción y no necesito que me lo aclaren (parece ser que hubo presiones para que así lo hiciese Netflix), a veces da en plantear algunas cuestiones que son interesantes.

Por lo demás, es un producto vacuo y bonito. Un lindo blanqueo de unos personajes que, en el mejor de los casos, me encantaría que abdicaran inmediatamente para dejar de quejarse por sus privilegios… y lo cansado que es todo todito.

¡Ay, y yo acordándome de Cromwell!

Racista

No puedo ni empezar.
Si afirmo ser no racista es que no comprendo que el racismo es inevitable.
Si afirmo ser no racista es que aún no me he encontrado en una situación que me lo ponga de manifiesto.
Si afirmo ser no racista es que no sé bien el significado de la palabra racismo.
Si afirmo ser no racista es que he pensado poco o nada en si la palabra raza tiene sentido.
Si afirmo ser no racista es que quiero venderme como impoluto como si pudiera estarlo.
Si afirmo ser no racista…

Por supuesto (sobra decirlo) ponerle peros a no ser racista es ser racista.

La única buena forma de comenzar a cambiar es afirmando ser racista.
Reconocer que vivimos en un mundo que hemos ayudado a construir basado en el racismo.
Reconocer mi parte de responsabilidad en ello.
Reconocer mis limitaciones para cambiarlo.
Reconocer mi suciedad como ser humano… para poder limpiarla.

(Limpiar… tiene tantas connotaciones racistas que prefiero no ahondar en ello)

Nueva Normalidad

Tal como suponía, está siendo más complicado volver a una «nueva» «normalidad» que confinar a la mitad de la población mundial por una pandemia global. O sea, «bastante» complicado.

Teorías anticientíficas campando a sus anchas, dificultades para ponerse de acuerdo administraciones, ausencia de criterios unificados, hacen que aquella época durante la que no pudimos salir de nuestras casas casi resulte atractiva en cuanto a sencilla.

Espero que no tengamos que volver a la simple cuarentena, pero parece poco probable que no acabe por suceder, especialmente en lo tocante al ámbito estudiantil donde los contactos son altos y el número de individuos en espacios cerrados durante largos periodos de tiempo es enorme.

Poemas de Miguel Hernández

No me puedo creer que se estén retirando poemas de Miguel Hernández de un monumento (más que necesario) de homenaje a las víctimas de la represión de la dictadura de Franco en estos momentos.

No me puedo creer que haya debate acerca de si debe o no ser delito la exaltación del franquismo, mientras se protestaba sobre la exhumación de los restos de un cadáver de un dictador y golpista contra la legalidad democrática y se tachaba de agitación populista la ley de recuperación de memoria histórica que permita superar (sí, superar, no airear ni enterrar) una fase de nuestra historia que debería ser unánimemente rechazada o vilipendiada y no «comprendida» cuando no directamente justificada o, más aún, reivindicada. ¿No está amparado ese comportamiento ya en los delitos de odio o en la Ley de Partidos?

No me puedo creer que este texto no se haya deseado respetar como si se negase su veracidad, allende otras cuestiones que también podrían destacarse (y ya se ha hecho y venido haciendo desde hace casi 80 años) sobre otras victimas de un conflicto fratricida.

Finalizada la Guerra Civil, la dictadura del general Franco reprimió ferozmente a sus enemigos políticos. Consejos de guerra carentes de cualquier garantía procesal dieron lugar a numerosas ejecuciones por fusilamiento o garrote vil.

No me puedo creer que no se exija un posicionamiento radicalmente contrario y explícito (tan explícito como se le exigió en su día a Bildu el rechazo de la lucha armada y el alejamiento de ETA) (Noticia de ABC, ni más ni menos), insisto, que no se exija un posicionamiento claro ante aquel atentado contra la República elegida por el pueblo el 14 de Abril de 1931, de manera que ante medias tintas se aplique con rigor absoluto, con todo el peso correspondiente, la criticable Ley de Partidos que sí se aplicó en su momento en Euskadi para justificar la prohibición de los partidos de izquierda abertzale que representaban (electoralmente, tanto como VOX, por poner un ejemplo) el sentir político de un gran sector de la población vasca y que llevó al poder a la alianza formada por el PP y el PSOE que no tuvieron reparos en aquel entonces en permitir gobernar a Patxi López durante cuatro años para impedir que el bloque nacionalista pudiese hacerlo.

No me puedo creer que aparezcan marquesinas con carteles en las calles de Madrid protestando contra lo que consideran adoctrinamiento de género y que bajo un mensaje victimista (por cierto, para cuando critican el victimismo en la parte contraria) esconden a plena vista un delito de odio y un mensaje contrario a la legislación vigente (porque la legislación es la que están cuestionando, sin ser cuestionados por ello, como sí lo es inmediatamente cualquiera que defienda una posible independencia de un territorio que actualmente forma parte de la unidad a la que denominamos españa).

No me puedo creer que la aprobación de la presencia de esos mensajes en espacios públicos esté regulado por administraciones públicas garantes del derecho vigente.

No me puedo creer que todo esto esté pasando en esta comunidad en la que habito por elección de una mayoría representativa (no entro a cuestionar número de votos, ni el modo en el que el sistema está constituido).

No me puedo creer que el alcalde de esta ciudad que recolectó una buena tajada de votos amparándose en la inutilidad de la medida más controvertida de la anterior regidora, el polémico Madrid Central, ahora apueste por una medida como la de fomentar líneas de autobuses municipales (las líneas 001 y 002) gratuitas y que viajen por el centro presumiendo de ser cero contaminantes… después de la batalla cruenta dada y la negación de la existencia de cambio climático provocado (o cuando menos amplificado) por los seres humanos, sumándose a lo que hace menos de un año habrían calificado de medida populista, bolivariana o similar, sin ni siquiera asumir su error que fue incluso llevado a los tribunales (afortunadamente).

No me puedo creer que el ayuntamiento de la capital de este país en el que he nacido no vaya a lanzar un mensaje institucional contra la violencia de género el 8 de marzo, el día internacional de la mujer, dando a entender su innecesaria presencia por omisión, por dejación de responsabilidad, por falta de empatía con una violencia claramente presente en la sociedad en la que habito de manera estructural, cultural y, por supuesto y evidentemente, física.

No me puedo creer que se esté llevando a juicio a alguien por decir cagarse en un ser imaginario más o menos colectivo, más allá de que hiera susceptibilidades pues las susceptibilidades de todas aquellas personas que consideramos que un dios es más o menos lo mismo que la Dulcinea del Toboso no son en absoluto tenidas en cuenta en un país que dice ser laico en uno de los artículos de su constitución (el primero, creo recordar, para más inri). Por cierto, no me puedo creer que se defienda lo que se denomina el constitucionalismo a capa y espada (o a piedras) y luego se ignore que la constitución (que constituye la base o piedra angular de nuestro sistema legal y del estado que se denomina de derecho en virtud de ella) proclama el laicismo.

Me escandaliza sentirme cerca de tantas personas cuyo pensamiento e ideología consiente que las víctimas del franquismo sigan sin representación institucional, que las mujeres sigan considerándose ya suficientemente en igualdad de derechos y protegidas como corresponde a un estado proteccionista como es el nuestro (y lo digo con orgullo) ante discriminaciones en función de su sexo, así como otros colectivos no están lo bastante protegidos de esa discriminación por otros motivos como el religioso, el étnico (vaya, la raza, para quienes aún, con incultura manifiesta, quieran seguir denominándolo así), o la afiliación política.

No me puedo creer que se normalice el hecho de infrarrepresentar los colectivos alejados de la norma hetero-patriarcal (no es una expresión que me entusiasme, pero resume bien lo que se busca por parte de sus defensores y defensoras) y sean ninguneados cuando no directa y abiertamente cuestionados en sus conductas, en sus hábitos, así como permitida toda expresión contraria a los mismos amparándose (¡manda cojones!) en la libertad de expresión.

No me puedo creer que esta sea la realidad que me toca vivir. Y no sepa ni qué hacer, más allá de expresar mi repulsa cuando no mi intolerancia abierta y sin tapujos con estas formas de comportarse la sociedad a la que llamamos democrática y que ampara este odio, este rechazo, esta intolerancia, esta cantidad de injusticias, de desigualdades no amparadas en la constitución a la que se dice desde casi cualquier posición política venerar.

Sé que hay matices. Sé que hay lugar a debate. Sé que hay modelos económicos y sociales que no son los que yo elegiría. Sé que hay sensibilidades religiosas que me resultan algo incomprensibles. Sé que hay parlamentos y en ellos corresponde parlar, como su nombre indica, gritarse, enfrentarse, dar pie a discusiones que acuerden unas posturas con las que puedo no estar de acuerdo, pero que tolero (faltaría más) y acato (no solo por imperativo legal) pues son fruto de la convivencia en un estado democrático pluripartidista.

Pero también sé que hay líneas rojas que no estoy dispuesto a aceptar franquear (en mi humilde círculo de amistades, conocidos, etc):

Si opinas que no es necesaria una ley integral de violencia de género porque consideras que las mujeres y los hombres estamos en igualdad de condiciones, y a esa ley la denominas adoctrinamiento de género, puedes estar seguro o segura de que no quiero que estés entre mis amistades. Ahorrémosnos el enojo.

Si opinas que la homosexualidad se cura, que los inmigrantes sobran, que España es una grande y libre, e incuestionable en su estructura territorial (cuestionamiento que conllevará un debate), puedes estar seguro o segura de que no quiero que estés entre mis amistades. Ahorrémosnos el enojo.

Si opinas que el franquismo fue «necesario» o, tan siquiera, «conveniente» para el buen desarrollo de España o bien que las violencias que se cometieron en nombre de Dios, la Patria y la Fe son justificables; o incluso me vale con que consideres que las víctimas de ambos bandos (uno golpista y otro democráticamente elegido, para entendernos), ya es hora de dar por zanjada la batalla y olvidarlo pues no es necesaria una recuperación de la memoria histórica que ponga en su lugar a quién fue quién en aquel periodo, puedes estar seguro o segura de que no quiero que estés entre mis amistades. Ahorrémosnos el enojo.

Apariencia no es lo mismo que esencia

¡Qué desastre de noticias!

Dicen en la noticia y se quedan tan anchos, que el diámetro de la luna aumentará un 14% durante este fenómeno, que es sería una verdadera noticia bomba, pues prácticamente nuestra vida como la conocemos desaparecería en un santiamén. Pero luego leo más despacio… aunque ya imaginaba el resultado… y se trata de su apariencia, claro que sí, no de su verdadero diámetro, faltaría más.

Si la redacción del texto fuese con fines puramente poéticos podría comprenderse, pero se trata de un periódico cuya información tiende a ser meramente informativa, sin otra intención que la de dar datos fríos (si es que alguna vez el periodismo lo hace así).

Menos mal que un párrafo escondido corrige el aparente error haciendo referencia al diámetro visible (la clave, por tanto, está en esa percepción y no en el verdadero tamaño del astro).

Al situarse más cerca de lo habitual del planeta, su diámetro visible desde este aumente hasta en un 14% y su brillo crece en un 30%.

Está claro que ya no saben cómo «amarillear» hasta las noticias más planas desde el punto de vista emotivo. ¡Raro me parece que no lo hagan relacionarse con la crisis catalana o con el auge de los partidos populistas!

El periodismo está en una verdadera y profunda transformación hacia los abismos de la desinformación, hacia la literatura más melodramática y tendenciosa posible, lo que en gran parte contribuye a aumentar el estado de tensión en el que parece que vivimos, cuando, realmente, no se está tan mal en este planeta cuyo tamaño, a pesar del fracking, no va a cambiar demasiado…

Absurda imagen o lo poco que importa una cumbre del clima

Que exista esta imagen junto a este artículo lo dice todo de la importancia que, en realidad, le damos a una cumbre internacional sobre el clima, al cambio climático, a todo lo que no sea bailar y vivir la vida loca (y nunca mejor dicho), olvidando que habrá un mañana, que quizá no sea muy habitable para la especie humana y cuyas consecuencias (que los políticos han considerado demasiado ignorables para no perder votantes del presente que es el cortoplacismo que les importa) serán y están siendo demoledoras en términos de desplazamientos poblacionales (nadie emigra por placer, eso se llama turismo), amén de desequilibrios socioeconómicos más agudos que conllevarán más inestabilidad social que no se podrá ignorar… porque estará en la puerta de las casas, incluso de aquellas personas que pueda afrontar vivir en zonas de exclusión de pobreza, barrios ricos reservados para poderes adquisitivos altos, con seguridad privada, etc, pero que no dejarán, lo sepan estas personas o no, de ser guetos, de ser pequeñas cárceles en las que habitan en su falsa sensación de seguridad y mucho más ficticia libertad.

Ecologismo de ricos

A veces pienso que el ecologismo es un invento de las clases dominantes (aunque resulte algo demodé hablar de clases sociales, como si ya no las hubiera o hubiese) pues acaba resultando un esfuerzo que recae en las personas menos favorecidas llamadas a, básicamente, consumir menos, a sentir cierta culpabilidad permanente por no ser capaces de reparar los daños que realizan o realizamos… y en última instancia a sufrir las consecuencias de los mismos, algo que no atañe nunca o no parece hacerlo a quienes tienen recursos suficientes como para poder donar, de cuando en cuando, una cantidad de dinero a alguna ONG que blanquee su conciencia, adquirir productos de comercio justo o de proximidad, comprarse un coche eléctrico sin reparar en gastos, instalar paneles solares o incluso, tener varios cubos de basura de diversos colores en sus ingentes viviendas donde poder arrojar sus múltiples desperdicios.

Otras veces, pienso que el ecologismo (ecofeminismo) es la única opción política aceptable…

Y, entre ambas cosas, me debato estérilmente.

11S

No es casual que ya haya escrito una entrada sobre el 11S hace tiempo.
Es nuestro tiempo.
Tiempo post-11S.

Antes del 11S era posible viajar
sin pasar infinidad de controles de seguridad
que toda persona con dos dedos de frente
sabe que es absurdo.

Antes del 11S era posible imaginar
un insulto distinto a terrorista
para referirse a cualquier otredad
a quien se desease atacar posteriormente.

Antes del 11S era posible creer
en utopías.

Pero todo se derrumbó
después de la segunda torre
como un castillo de naipes
y ahora
tenemos una baraja rota
para hacer solitarios
mientras se quema la mesa.

La guerra comercial es la cuarta guerra mundial

Ahora que el comercio lo es todo,
incluso gestiona nuestra ética
– qué está bien o qué está mal –
llega el conflicto incruento
aparentemente
de boicots a empresas monopolísticas
u oligopólicas
afincadas en un país o en otro
cuando la transnacionalidad es norma,
llega la crisis permanente que excuse lo inexcusable
por ser temporal
– eternamente temporal –
y los daños los sufrimos en el bolsillo
que se desangra
obligándonos a dejar sudor y lágrimas
para que empresas oligopólicas
sigan batiéndose en duelos
– sin quebrantos –
olvidándose de humanidades
dejándonos debatir sobre el color de los manteles
o el aroma de los desodorantes
llamándolo libertad.

Ahora que el comercio lo es todo
la poesía ha pasado a ser
– si alguna vez no lo ha sido –
un verdadero arma cargada de futuro
una revolución
un rayo de esperanza
una aventura absurda
un horizonte de plata
una bala en la línea de flotación del empresariado
y
al mismo tiempo
nada.

Esto no es una broma