Ni siquiera llegué al final
del río de hielo
sobre Moscú.
Me rendí al frío
calentito en mi cama
antes que seguir caminando
sabiendo que no iba a salir vivo.
Hubo un momento de belleza cruel
como toda belleza que se precie
y supe
supe mi futuro albo.
Fundido a blanco
académico
contra un suelo que no diferenciaba
la corriente de la vereda
la vida de la
Y me dejé ir
me dejé llevar por la certeza
sin querer enfrentarla
así que sigo sin saber
sin saber
qué hay
al otro lado de la nieve eterna.
Me dejé ir
me dejé
ir
me dejé.
Esta mañana
no recordaba las fachadas de los edificios circundantes
ni el horizonte
ni los antecedentes
ni la sensación
salvo esa blancura infinita y sucia
esa blancura grisácea y semiopaca
esa blancura agrietada y translúcida
esa blancura
que este poema no capta.