C

tiobe-index-oct-2014

No me puedo creer que hoy en día el lenguaje de programación más demandado o más usado sea el C. Según el Índice TIOBE, ha desbancado recientemente al laureado Java a la segunda posición del ranking, así como que el apestoso C++ (apestoso por tramposo: para mí nunca fue sino una burda colección de bibliotecas adjuntadas a una programación de C orientado a objetos tipificados con estructuras, etc) que se desploma a una cuarta posición.

Es posible que pueda volver a ofrecer mis servicios de viejo programador en C, como hace años, como cuando comencé mi carrera en ese mundillo tecnológico y aprendí ese idioma por mi cuenta, en unos libritos de papel, de cuando programábamos con bolígrafo antes de teclear en una pantalla difícilmente accesible.

Ahora uso mis obsoletos conocimientos de programación para hacer fusiones atípicas con performances o poemas en C, como el de 4estaciones.c. O sea, para nada útil. Pero al mismo tiempo, para lo más útil que los he usado nunca.

Orificios

Orificios de camino al cerebro
orejas
narices
ojos
boca.

De ellos
la boca está casi fuera
en la mandíbula desmontable
y me da menos miedo
pero me aterra
me aterra
me aterra
pensar
con ese cerebro tan expuesto
en la posibilidad de que un agente
hostil
penetre
por alguno de esos agujeros
y taladre esa materia gris
que me organiza
el día.

¿Ha quedado claro que
me aterra?

Las primeras gotas serias del otoño

Caen.

La ventana forma un ángulo de unos 45 grados con la horizontal
y las gotas de lluvia caen
balanceadas por el viento
escaso
que las escora unos 10 grados con respecto a la vertical
de modo que están goteando
sobre el vidrio
amorfo y transparente
formando un ángulo de unos 35 grados
o de 55 grados
según se mire.

Mientras tanto
la suciedad va desapareciendo
metafórica
y
rigurosamente.

Miro el sorprendente gorgoteo
de cada una de las gotas
que se me escapan
con formas imprevisibles
comunicándome algo mistérico y hermoso
fabricando un tapiz instantáneo
de moléculas de agua
desorganizadas
como una revolución de caballos desbocados
huyendo de látigos de luz
restañando aullidos negros.

Un mosquito, ahogado,
es arrastrado por la corriente
de esta desoladora
mañana otoñal.

No lamento su muerte.

¿Dónde están hoy las palomas?
¿Por qué no han venido
a despedirse de sus excrementos?

Manto hídrico
cubre el zumo de sílice
bajo el que mis ojos
buscan huecos en el asfalto celeste.

Odio las impresoras

Ese periférico dispositivo
que se supone que sirve para ser una interfaz
con el papel, volcando texto o imágenes,
que, de una u otra forma, quedan solidificadas
por decirlo así.

Impresoras que competían con aquel lejano sueño de Guttemberg
por el que la cultura se iba a repartir entre los plebeyos
y se acercaba, por fin, el texto escrito y la posibilidad de generarlo
a un cualquiera
que Whitman denominaría
el hombre En Masa.

Son lo que son
y no lo que prometían ser
en una vocación casi política inética
(no es redundancia).

Acaban siendo un periférico
mal integrado
en la parafernalia tecnocrática que nos tiene dominados
para dominar
o invadir el mundo entero.

Es una mala sustituta de una imprenta de verdad
de una seria oficina de servicios editoriales
de una vulgar fotocopiadora.

Y acaba decepcionando al más pintado
cuando un cartucho de tinta de 19,95€ tarda
menos de 100 hojas impresas con baja resolución
en modo borrador, casi sin intensidad…

Quiero que cambie el paradigma y pueda imprimir desde mi casa
en una tienda de la esquina
en un chino abierto casi todo el día
y pasar a recogerlo como recojo el pan
aunque aparentemente me cueste más caro
que hacérmelo yo mismo.

Servicio
imprimir es un servicio
y no un aparato.

Un servicio que quiero que me hagan
quienes tienen capacidad y estructura
para poder prestárselo a muchos más usuarios, clientes e incluso personas
por no hablar de ciudadanos
que no necesitarían tener en cada casa
un aparato infernal que siempre decepciona
sin hablar de obsolescencias programadas
tan solo pensando en la ineficacia o ineficiencia
(pensaré en la diferencia entre estas palabras)
que supone la dispersión del servicio de impresión en cada uno de los hogares
del mundo tecnificado.

Odio las impresoras
y punto.

Aciago

Guardo un silencio aciago
cargado de miserias
con ánimo de ser
un hálito encerrado.

Guardo un silencio aciago
contra paredes de triste desengaño
que habitan en mi piel
con pálida desidia.

Guardo un silencio aciago
esta mañana gris
de terciopelo negro
de dulce mezcolanza contra la soledad.

Guardo un silencio aciago
por las palabras hueras
por el amor olvidado
cual una fragua helada.

Guardo un silencio aciago
ante la podredumbre
de un orbe ciego, opaco,
en el que campa el miedo.

Guardo un silencio aciago
con esta algarabía de almas en penumbra
contradiciendo el silente perfil de la tiniebla
contradiciendo el infame momento de la muerte.

Guardo un silencio aciago
mejor que seguir usando estas palabras
que no son sino frases hechas para emplear
en un poema trivial que componer eligiendo aquellos
adjetivos o sustantivos de entre la lista de sinónimos
que resulten más desempleados, menos habituales,
más «poéticos»
más aciagos
silentes
o entenebres (entenebrido, mejor).

Tonterías, tonterías, más que vanas…
vanidad, todo es vanidad

Un poema me manda hacer Violante

Querida víctima, lo siento. He perdido a este juego y tú… también! Le has dado a me gusta y comentado mi estado, así que ahora deberás publicar el siguiente estado para continuar con el juego (a no ser que hayas perdido tu sentido del humor). Sé que nadie leerá mi estado pero a veces, cuando estoy aburrida, voy al jardín, me cubro de tierra y finjo que soy una patata. Lo de las entrañas de la tierra se lo ha inventado tu amiga. Ahora, a ti, te toca hacer un poema con ello. (Me pide)

Finjo que soy una patata
cubierta de tierra
que dejo crecer mis raíces
hasta que ocupan el planeta
y salen por las antípodas neocelandesas
en forma de árbol patatero
que cubre de sombra el mundo.

Finjo que soy un rayo de sol
sobre esas hojas tuberculosas
que lloran rocío
en las mejillas de la humanidad
entristecida
por una ausencia de luz
una carencia de alegría
antipodal.

Finjo que soy lágrima de humano
conteniendo un fractal de sales invisibles
abigarrado enjambre de tristeza
goteando la faz de la ignominia.

Finjo que soy un violador de versos
que hiende sus grandes ojos negros
sobre un soneto violante y no violado
de Lopes y de Carpos y de olvidos.

Finjo que finjo
y ya no finjo:
soy
sin más
Giusseppe
o un
giusseppe
cualquiera
sin mayúsculas ni apellidos
sin afán de ser más grande
que la inmensa inmensidad de un océano
vertida en el interior de una persona.

Y me dejo llevar por el pequeño juego
que una amiga me propuso
componiendo este poemita
para la posteridad electrónica
para la red de redes
o para nada más que ser una patata
un rayo de sol
o una lágrima
por un ratito breve
como el tecleo de un verso en el diario
sin entrañas
extrañas
que lo apañen.

Humedad

Divino tesoro
que me hace sudar
como perro moribundo a la orilla de un río de peste
como alma de diablo loco
como nube cercada de dinosaurios rojos
como helicóptero ciego
como chimenea a la orilla de un campo de antenas
como lágrima sorda en cabina insonorizada
como apéndice de un texto en braille
como rubicundo ruiseñor ruidoso
como ternera al curry envasada al vacío con guarnición de pimientos secos
como pitidos timpáneos con hipocondría cerebral
como teléfonos sin contestador
como revistas abandonadas a la puerta del contenedor de cartón
como carcasa de disco duro de interfaz IDE
como libros de poemas checos
como fundas de estrellas
como edredón de sueños rotos
como pinzas de madera de colores inusitados
como ojo de pez o pez sin ojos
como la receta del día de mañana
como la muerte misma
como la vida
como la nada.

Tras las ventanas

unas nubes grises
amenazan
o invitan
lluvia

tras las ventanas
estoy escribiendo
este impoema
nadérico
que caerá en la más absoluta
de las miserias digitales

tras las ventanas
las obras de remodelación de una fachada
continúan

tras las ventanas
está la duda
a veces poco metódica
tal vez desconfianza
en el ser humano

Esto no es una broma