Yo soy nunca más

tu nunca más
el mío
el nuestro
el vuestro
pero nunca el nunca suyo
por ambigüedad
y maleficencia
por insondable olvido
adverbial
proverbial
de lo insondable
porque no me da la gana
porque quiero
cambiar el más por menos
y ser su nunca menos
por siempre (y jamás)

(Inspirado por El Cuervo, de E.A.Poe, durante un ejercicio propuesto en el Taller de Poesía y Escritura Creativa de los martes)

Algunos días faro

Cuentan que hay un chiste sobre
un portaviones
que
en su avance prepotente
encontró una luz
y se dirigió a ella advirtiendo en unos términos poco amistosos
que se apartase.
Desde la luz contestaron que no
que mejor cambiase el rumbo el portaviones
pero éste insistió
identificándose como de la armada de los Estados Unidos de América
para hacer temblar al más valiente.

Desde la luz
impasible
insistieron en que tomasen en serio lo que les decían
y que no continuasen manteniendo el rumbo hacia ella.

Volvió
el portaviones de los EEUU
a incidir en el hecho de su potencia
a informar de que venían acompañados de varias corbetas
algunas fragatas
y
(¿por qué no?)
una docena de destructores
así que no tenían la más mínima intención de apartarse
y seguirían su vector dirección inamovible
incluso si tenían que impactar con la luz y su portador.

Así que
con presumible humildad
pero cierta sorna
desde la luz
(y ya era hora)
contestaron que su autoridad provenía de la diosa Gea
y que estaban hablando
con un faro de una costa escarpada a la que
si continuaban por ese camino
se verían abocados los demenciales altivos marineros.

Hay días en que me siento faro.

Otros
me siento delfín.

faro

(Esta fotografía no es mía, está tomada de una búsqueda en Internet)

Inocuo

Hago trampas
como hoy
como mañana
como pasado.

Hago trampas
por no olvidar
la dicha
la más aplacada disquisición
bajo tus ojos..

No olvido la ocasión
con tus labios rojos fritos
sin fin
por hallar la palabra final
a un lipograma sin forma
a una composición
(como tú y como yo)
inacabada.

Hay polvo en mis manos

bajo las estrellas
contra la sucesión de teclas acostadas
con la aquiescencia de la tristeza
un ramillete de ternura
ha levantado acta de la reunión
y no se ha proclamado la guerra inevitable.

Hoy seguimos durmiendo el sueño de los justos
como ayer
y al despertar riendo de la ensoñación
creemos recordar un pavo envuelto en verduras
que
a punto de entrar en el horno
pide a los asistentes al acto que lo inviten a cenar.

No hay malicia
ni buenicia
ni noticia
como cabía esperar.

La camisa

Llevo puesta una camisa
que no recuerdo cuándo adquirí
aunque sé que lleva conmigo
más de 5 lustros
y la vestía
en Madurodam
cuando viajé por Amsterdam
con Marta
y estudiaba matemáticas
y comenzaba a tener un extraño affair con Raquel.

Yo no tendría más de 22 años.

Era de un azul añil delicioso como el cielo
o como el mar
o como un azul añil bien escogido del espectro cromático del arco iris.

Llevo puesta esta camisa
que hoy tiene un tono azul casi apastelado
decaído
desgastada como si hubiese sido lavada a la piedra
por el paso de la erosión medioambiental.

El bolsillo izquierdo está desgarrado
y ha arrancado parte del interior
lo que hace inviable su reconstrucción.

De varios lugares
salen hilos
desbocados
dando una imagen de descomposición que no sería preciso describir.

Los puños
especialmente el derecho
están roídos y
ahora que lo veo
tienen algún agujero en la urdimbre.

Tenía 2 botones por cada banda
y los exteriores se han descosido
o han caído
arrancados por el abandono
el olvido
la decrepitud.

Varias costuras
ya no deberían recibir tal nombre.

Pero lo más deteriorado es el cuello
que me hace recordar el apaño
que hacía mi madre con los cuellos de camisa
cuando comenzaban a arruinarse
consistente en el llamado cuello mao
que poco tenía entonces que ver
con Mao
ni mucho menos con el ultrafuturista aspecto de Neo
en Matrix.

El algodón de esta prenda
será reutilizado
como trapos
o similar
en breve
muy
muy breve

pero
y ¿si yo soy esa prenda?

Cables retorcidos

Rojo y negro
como Stendhal
viajan a la velocidad de los electrones libres
hasta encontrar un mapa de ocho puntos cardinales
en el que se topan con un cable amarillo
como el despertar.

Me apuntan a la cabeza
sugiriéndome
que soy suyo
que soy su continuidad
que soy su mísero factotum
que soy un montón de cables retorcidos
con electrones poco liberados
viajando como pueden entre mis células
sus membranas
y toda la porquería
que llevo dentro.

Hasta dejar que componga esta idea
transferida a unos dedos
transferida a un teclado
transferida a un cableado
que acaba por volcar
este poema
contemplativo
a esta pantalla que miran unos cables
rojos y negros
verdes y ciegos
buscando un cable amarillo como el despertar
en lo más hondo de mi …

Esto no es una broma