Alquilar es uno de esos verbos que parece no necesitar persona o darle igual:
Yo alquilo lo que tú alquilas.
Frente a comprar, que necesita a vender.
Yo compro lo que tú vendes.
¿Y amar?
Diario
Alquilar es uno de esos verbos que parece no necesitar persona o darle igual:
Yo alquilo lo que tú alquilas.
Frente a comprar, que necesita a vender.
Yo compro lo que tú vendes.
¿Y amar?
Leer las noticias
me causa una desazón
negra
siento un dolor de múltiples frentes
en la frente
en el hígado
en el estómago
en las manos
en las plantas de los pies
en el ano
en la nariz
en la cuenca de los ojos
en la punta de la polla
en las uñas
en la vagina que no tengo
en el abanico de almamentos
que no vendí
creyendo que vendía
leer noticias
no es bueno
no es muy bueno
no es malo
no es muy malo
pero me hace daño
y sentir
que estoy en una guerra con tantos frentes
que pierdo la perspectiva y disparo
disparo sin pararme a pensar
si lo que veo
es más o menos importante
que lo que no veo
y disparo
y disparo
y soy disparado
y salgo disparado
y dis
parado
parado
quedo
quedo
que
do
do
va
…
El abrazo: Unidad de la superficie que se transforma en volumen.
Un parpadeo: Mínima unidad de información desiderativa.
La llaga: Cantidad de dolor que puede quemar el olvido.
El semiverso:
Semiverso consonante, aquel subconjunto de consonantes del conjunto de letras que conforma el verso.
Semiverso vocal, aquel subconjunto de vocales del conjunto de letras que conforma el verso.
b-barra (con una barra tachando el rabito): espacio entre versos de un poema circular. Se mide en pausitas.
Frente al Frío. Un silencio. Un estómago. La música de mis internas cañerías llora pidiendo justicia. ¿Os acordáis de aquellos que protagonizaron la historia?
Algunas veces gimo por carecer de una palabra que diga algo. Algo con sentido. Con un sentido para mi vida. Me obligo a escribir letras y letras una detrás de otra como si no pudiese hacer otra cosa cuando podría lanzarme a la cama a su lado y lamer su piel cálida con mis dedos a punto de estallar.
Este fin de semana, Mª Luisa salió 2 horas a la calle. Estuvo haciendo la compra y se encontró con su vieja amiga de la infancia. Agustina, que ahora es gorda (aunque siempre fue tendente a ello) y sin encanto, aunque en su risa o sonrisa aún perdure un resto ajado de coquetería…
Mueren los oligarcas de la tinta en la noche. ¿Crees que tiene algún sentido que escriba de esta manera?
Este texto será arrojado al fuego: me creeré, incluso, maldito o irreverente… cuando lo que soy sería tan triste revelarlo…
Cada día se muestra distinto al anterior y al siguiente en algún detalle que nos permite comprender el significado del tiempo, de la vida, del arte, del hombre.
Podría fotografiar esa terraza cada mañana a la misma hora para llegar a la conclusión de que envejezco y moriré. Pero ¿por qué? ¿por qué moriré? No hay indicios y, sin embargo, lo creo. Otros han muerto, pero yo no, yo nunca he muerto. Morí es una de esas palabras que suenan fatal a costa de no haber sido oídas casi nunca, salvo que en relatos más o menos literarios.
Y es que, de la observación continuada de algo vivo, uno jamás llegaría a semejante conclusión (excepto dejando indefinidamente de observar, cosa que quizá propele adelante en este acto que, por tanto, guía mi vida, me vive, me devora el tiempo.
Mientras no compre
un cuaderno,
esto será una sucesión (absurda
de hojas sueltas
inconexas.
¿Compre? ¿He dicho «compre»? hummmm…. ¿qué me está pasando? Estoy relajando los músculos de la convicción.
17 prendas de tonos ocres, una rosa fondo en la hilera segunda, algunas azueles claras como la parte superior del cielo, del que son pobre reflejo.
Vinieron de visita 3 amigos de Juan que acampan en cualquier parte. El sueño dejó un reguero de diamantes tras el que no poder dormir.
Sacaron a la luz a la cigüeña que habitaba en la cornisa y un grito espantó el alacrán que suele pastar como si fuese un herbívoro.
Las paredes están frías. Blancas y frías como lápidas. Dentro, han pasado una buena noche al calor de la leña convertida en agua. Sus mantas aún conservan el pelaje intacto de cuando las compraron en su viaje a Perú. Los altiplanos les parecieron de ensueño tanto por la población, encantadora, como por el abuso desmesurado de la naturaleza. En mitad de la noche, a las 3 de la madrugada, Juan se despertó y Maria Luisa estaba en la cocina preparándose un té que había comprado por la mañana en una tienda especializada. La dependienta era una niña prácticamente de menos de quince años. Rubia de pelo liso y largo, parecía de una suavidad que la venta de té era su mejor ocupación aparte de cuidar enfermes. No es de extrañar que quiera, de mayor, ser enfermera. El único problema es que habrá millares de personas deseando dejar su salud para encontrar ese sol en filamentos.
Un día de lluvia
mis ojos no saben si buscar la belleza
en la lejanía
en la cercanía
o en el contraste que hay entre ambas
miradas posibles.
Vine a ver como teñías de sangre el mantel y vi que no era un mantel sino un recuerdo.
Cuando los recuerdos lloran lo hacen con lágrimas de pez. Se funden en el agua circundante y, fuera, juegan con los sueños a sufrir.
Subí al autobús huyendo de aquel despacho loco con 2 camas grandes. Vienen todos los demás y me van a quitar mi huequito en el despacho más pequeño y me harán compartir espacio, sala, en ese enorme café convertido en dormitorio colectivo. No hay sitio donde guardar la medicación (mi). No quiero que sepan de mí. Tú no lo entiendes, ¿verdad, Maria Luisa? Viene directo a mí el señor Baquero con su cara de saberlo todo y me dice que claro, que aunque él llegara tarde ese era su sitio y yo le digo que en mi caso no es necesario, que puedo irme a casa a dormir cada día y él me mira con ojos incrédulos. Cuando los ojos del poder están incrédulos, estamos perdidos.
Bajo, después de encontrar a Jose Luis asumiendo su cama con 2 viejos en mal estado de salud física y mental, bajo a la calle buscando la parada de autobús y sube el mismo Luis Rodríguez y me habla de Telefónica y yo pienso… en cuánto pueda, he de huir. Me bajo detrás de una esquina y busco la forma de volver, ir a casa, pero encuentro un anillo que reclama una mujer desde el interior del autobús perdido en el lodo. Me acerco a la puerta y le doy, sin entrar, el anillo. Sé que la muerte está dentro.
Mª Luisa, ha llegado el momento de describirte, de escribirte, de hablarte, de que nos sentemos y nos sinceremos.
Mª Luisa, yo una vez me corrí como un estornudo frente a este pedacito de pared recalcitrante. Era o debía de ser verano y tú andabas tendiendo la ropa, como siempre pero en ropa interior (en el exterior, que juego tan tonto de palabras vanas). Yo te miraba y sabía que tú no me veías. Era algo que me excitaba hasta la muerte, creí que no iba a poder contenerme un minuto para poder disfrutar de ese minuto. Pero pude esperar, pude aguantar para hacer más intensas las ganas y correrme casi diría con violencia contra mis calzoncillos que también deseaban tener alas para atravesar este abismo|ciudad que nos separa e, incluso, aleja.
Un tiempo después
supe
que escribiría sobre ti
sobre tu piel lechosa
con tinta de recuerdos
con imágenes falsas
sin pausa
mintiendo
como
hoy.
Reverencio con sumo honor o respeto aquel adjetivo posesivo informal de la segunda persona en plural que se coloca delante de aquel órgano de la vista cuya etimología procede del latín oc?lus que refleja la radiación electromagnética absorbiendo una una mezcla de longitudes de onda que, en formato hexadecimal, pueden resumirse mediante la triada de números BE/98/6C.