Una imagen vale más que mil palabras

Era un dicho que se solía repetir sin parar. Era un dicho que a mí siempre me ha sentado muy mal, porque no creía que fuese así, es más, no creía que hubiese que medirse lo que «vale» una imagen o una o mil palabras. Hoy encuentro que, en ese álbum de fotos más o menos casero que es FaceBook, cada día se encuentran más imágenes que, lo que contienen, son textos.

Encuentro que con estas imágenes se dicen tan solo unas cuantas palabras, más o menos dispuestas con acierto, como si Marinetti pudiera volver a escribir sus Palabras en Libertad. Él, seguidor posterior de Mussolini. ¡Qué cosas!

Apenas se usan las posibilidades gráficas de las letras, como mucho, en el mundo del diseño e influidos por autores como Joan Brossa, mi querido Brossa, que supo sacarle partido a las letras casi como si fuese un artista calígrafo árabe o chino. Pero con la contemporaneidad y la modernidad de la tipología de imprenta. Sus gigantescas Aes son tan maravillosas e inspiradoras que apenas hay algún artista visual que no las conozca… ¡y es una letra! ¡Una sola letra!

¡Una letra vale más que mil imágenes!

Y entonces me muero de placer sabiendo que hemos ganado la batalla (la estúpida batalla) los poetas, los amantes de las letras y palabras… hasta que llegó John Cage y su silencio… ¡Y nos barrió del mapa a todos!

Hoy es de esos días

que toca escribir con un gato
recorriéndome la espalda
y gritándome al oído
que tiene las mismas letras que
odio
pero sin una molesta tilde

hoy es uno de esos días

de esos días
que no puedo pensar
que no puedo sentir
otra cosa que un miedo inenarrable
con el corazón agazapado
en el fondo de un cuerpo
que se contrae
acordeón amargo

hoy es de esos días
que tengo que ir al médico
y siento que no volveré
a ser el mismo que entra
en la consulta

hoy es un día
aciago
dramático
que me recuerda
que siempre
seré un cobarde
de los que no se defienden
de los abusos
de la violencia
de la injusticia
salvo huyendo
exiliándome
en el interior de mi cuerpo
cárcel
de mis músculos agarrotados
de mis huesos contraídos
cárcel de mis besos
y de mis abrazos
cárcel
hoy
que es uno de esos días
cárcel
de mi amor a vivir

hoy solo veo
un día gris
por dentro y por fuera
hasta dolerme por dentro
y por fuera
hasta dolerme
todo
hasta dolerme
y dolerme

hoy
quiero que acabe
hoy

Ventana, M-20040130

Nos bajaremos en otra parada, iremos despacio a entrever la mirada y en un ramo de nuevos soles abrigará la esperanza. Zapatos como soles donde la mirada baja. Un crisantemo de plata gime.

Nunca será el futuro una palabra, una única palabra que contenga todas las contradicciones. Un abismo de plomo sacude la indiferencia que arroja un halo de tristeza en mis ojeras. Cansancio de muertes acumuladas donde la noche que ya decían que mentía vino a llevarse un beso y me robó palabras hasta dejarme en la punta de la lengua un oscuro sabor a mermelada enmohecida.

¿Vas viendo?

Me dicen que no te da tiempo y lucho y (¿lucho?) me pongo a la tarea de escribir un poquito. Sí, sí, me dará tiempo, ya lo verás. Y si no me da tiempo me voy a morir, me voy a encontrar abrazando el olvido, el renacimiento feroz de quien no quiere morir. La divertida carcajada da da es algo más que una siniestra mueca contra lo establecido, es mi sonrisa lisa lisa sisa nosa que bate en esta terraza la única batalla posible:

la que me hará
ser dios
o
no ser.

Ventana, M-20040127

Viaje tenaz. Emprendido en solitario en grupo. Siempre viajaba solo como una hoja que cae. Otoño vislumbraba el crepitar. Palabras y palabras. Su paladar está quemado por una sopa hirviendo que tomó de pequeña. Su mano derecha guarda una muesca de un fogón de carbón. Uno de los últimos de esta ciudad. Estaba en la pequeña cocina de la casa de sus abuelos a los que tenía que querer y no lograba entender.

Una raya blanca separa el cielo azul en 2.

Ellos murieron uno a uno sin mucho misterio, como cucarachas, como habían vivido.

El fogón de carbón, que estaba hecho de un hierro que parecía cerámico, era negro y plata por dentro. El rojo de las brasas era hipnótico, pasional. Ella no pudo evitar sentir tocar palpar la superficie circular incandescente y sus dedos perdieron para siempre su huella digital. Ya no era ella. Pudo cambiar de nombre y casi también de sexo pero finalmente decidió seguir siendo una mujer. Sus labios enrojecieron y se volvieron carnosos. Se rodearon de besos y sus ojos de lágrimas. Su respiración se arreboló, se aceleró, creció, rugió, gritó, vibró… pero nunca volvió a sentir aquella fascinación hasta quemarse los dedos de su mano izquierda.

Un hombre, a su lado, lame su no huella mientras ella abre los ojos. Otro día da comienzo.

Curiosidades gramaticales del español

Mi querido amigo Ernesto me ha enviado un email con esta maravilla de recursos donde cada línea podría ser utilizada para escribir un libro entero. La primera me recuerda la idea que tengo de escribir un texto que incluya, únicamente, palabras simétricas para poemas simétricos. En mayúsculas, incluso, se puede ir más allá con letras simétricas: tengo las siguientes anotadas en mi móvil desde hace ya más de 2 años:

AMIHOT UVWXY

Idealmente, letras simétricas para palabras capicúa con las que escribir palíndromos.

No hay tantas letras simétricas como cabía esperar… o no.

Curiosidad gramatical del idioma español

El vocablo reconocer se lee lo mismo de izquierda a derecha que viceversa.

En el término centrifugados todas las letras son diferentes y ninguna se repite.

En aristocráticos, cada letra aparece dos veces.

En la palabra barrabrava, una letra aparece una sola vez, otra aparece dos veces, otra tres veces y la cuarta cuatro veces.

El vocablo cinco tiene a su vez cinco letras, coincidencia que no se registra en ningún otro número.

El término corrección tiene dos letras dobles…

Las palabras ecuatorianos y aeronáuticos poseen las mismas letras, pero en diferente orden.

Con 23 letras, se ha establecido que la palabra electroencefalografista es la más extensa de todas las aprobadas por la Real Academia Española de la Lengua.

El término estuve contiene cuatro letras consecutivas por orden alfabético: stuv.

Con nueve letras, menstrual es el vocablo más largo con solo dos sílabas.

Mil es el único número que no tiene ni o ni e.

La palabra pedigüeñería tiene los cuatro firuletes que un término puede tener en nuestro idioma: la virgulilla de la ñ, la diéresis sobre la ü, la tilde del acento y el punto sobre la i.

La palabra euforia tiene las cinco vocales y sólo dos consonantes…

La Palabra Argentino,solo puede ser transformada en ignorAnte (por suerte,el calificativo no es aplicable a la totalidad de los nativos !!!!)

Entre los matices que distinguen a la lengua española figuran en un sitio relevante las curiosidades. Pongo de muestra un caso de acentuación. Aquí se trata de una oración en la cual todas sus palabras – nueve en total – llevan tilde. Ahí les va:

«Tomás pidió públicamente perdón, disculpándose después muchísimo más íntimamente».
A lo mejor una construcción forzada, pero no deja de ser interesante.

La palabra oía tiene tres sílabas en tres letras.

El término arte es masculino en singular y femenino en plural.

Día

calidad y precio están cerca
muy cerca
pero no se quieren
no acaban de entenderse
ni en el precio
de una barra de pan integral
ni en unos cuartos de pollo
por más que sean traseros
ni en unas costillas adobadas
que
según se anuncia
son Hermosa

calidad y precio
no tienen medidas
más allá que en la del número de sílabas
donde una es mayor que la otra
y no importa
a nadie
si están cerca
o no
salvo a esa conjunción copulativa
que les mantiene separados
por siempre
jamás

Emoción desbordada

Con la emoción desbordada, le he leído a Carmen hoy el último prólogo que he escrito para un libro de poesía de uno de mis alumnos. Otra vez, Ernesto nos regala flores. Yo, tan solo puedo corresponderle con un prólogo. He leído el texto y he llorado. Me siento tan frágil, tan vulnerable en ocasiones…

Lo dejo aquí, pendiente de últimas revisiones, antes de subirlo al apartado correspondiente de mi web.

Memorias del otro lado del mar, de Ernesto Pentón

El hombre es el olmo que da siempre peras increíbles
Octavio Paz

Decía Octavio Paz, en su libro Las peras del olmo, que el artista transforma su fatalidad en un acto libre, que es a esta transformación a lo que llamamos creación.

Todos o casi todos nos enamoramos; solo Garcilaso convierte su amor en églogas y sonetos. Sin Lepanto, Italia, el cautiverio de Argel, la pobreza y la vida errante en España, quizá Cervantes no hubiera sido lo que es; pero muchos de sus contemporáneos vivieron esa vida y, sin embargo, no escribieron El Quijote.

Y así parece haberlo entendido Ernesto quien, con esta biografía como fondo, nos sumerge en un río de lo imaginario, de su infancia por el que van a surcar los poemas de este libro. Pero él es el río con meandros, cascadas, rápidos, remansos… desembocando en libros.

Escrito en mitad de una crisis de transición vital de descendiente a ascendente, estas memorias son la cima de la carrera de Ernesto como Poeta que ahora se enfrenta al gran reto de superarse (y le va a costar) pero siempre encontrará la manera de sorprendernos y mostrar otra de sus miles de facetas de este modesto Da Vinci cuyos conocimientos (siempre en aumento gracias a su curiosidad infantil) son enormes y, en gran medida, aún ignotos.

A lo largo de este río-libro vamos viendo el crecimiento de Ernesto, su desarrollo como persona, incluso pasando por un rito de iniciación sexual que nos cuenta con su habitual frescura directa como un puñetazo que acaricia el alma. Pero trasciende su propia biografía para, por ejemplo, a partir de Tres Casas, hablarnos de sus raíces, de las de sus padres, de las de sus abuelos, haciendo un maravilloso paralelismo entre tres casas y tres generaciones.

Además lo hace con una riqueza increíble de vocabulario, despliegue cubano-caribeño que llena de sensualidad el texto a partir de mención de frutas que asumimos sabrosas, de plantas voluptuosas de colorido y abundancia en la que se gestó la generosidad de Ernesto, que, como la naturaleza, parece estar siempre invadiendo nuevos territorios, con una prosa dulce, sin empalago, que convive junto a poemas narrativos de soberbia llaneza. Parece inevitable hablar de ternura cuando leemos a Ernesto, pero queda más evidente que nunca cuando, como en la foto con su padre, le vemos sonreír.

Y es que este libro es, sobre todo, una dadivosa apertura de su historia íntima, desnudo, con la generosidad del pudor que nos hace sentir al lector en deuda con él al leerle, pues con su llorar nos hace llorar y con su reír nos hace reír, logrando una empatía mágica y única que disuelve la frontera entre lector y escritor. Es emocionante sin caer nunca en sensiblerías y nostálgico sin caer en la autocompasión. Nos dan ganas de abrazar el libro, como parte física del autor que tenemos entre manos.

Sobre los protagonistas humanos de esta confesión autobiográfica, aparece un importante personaje que es esa Habana de su infancia, la infancia misma, esa tierra prometida, al tiempo que purgatorio, entre ciudad y campo, de dimensión humana, quizá en ocasiones, demasiado humana y, sin fáciles proclamas, deja vislumbrar una simpatía social con el lado más humilde de la sociedad, como por ejemplo en el relato “El caviar y la cebolla”.

La alternancia prosa-poema con la que dispone los textos, dota de una ligereza extraordinaria al libro que, sumada a la sutil naturalidad del texto y a las pequeñas confidencias cotidianas genera un ambiente cordial (de corazón a corazón, diría). Es difícil entender qué material utiliza Ernesto para lograr esa mezcla equilibrada de sencillez, sinceridad, crudeza de lo cotidiano y, al tiempo, profundidad, emoción y pasión por la creación poética.

Como coordinador de talleres de poesía, me emociona su poema, pero también los cruces de versos prestados por otros asistentes a los talleres, como cuando me encuentro con el epígrafe de Carmen Mariátegui en el poema “El deber cumplido” y la miríada de detalles que nos regala, de cómo los distingue, de las relaciones que le sugieren, de donde podemos inferir que ya llevaba un poeta dentro que pugnaba por salir a contarnos lo que ve. Como cuando a través de “una vista hermosa por la que valía la pena vivir”, sabemos que era hermosa porque él, poeta, podía ver la hermosura, la belleza en todo lo que rescata de su memoria para obsequiarnos. Incluso con la excusa de un sueño realiza una descripción poética de la índole del acto creativo.

Su pasado como niño que albergaba un poeta, podemos verlo en poemas que nos dicen claramente que entendía lo que es la poesía, como dicen los versos del último párrafo de Pájaro encendido, “entendía algunas cosas. / Por eso supe que la abuela / se había convertido en pájaro”. Entendía, ya entonces, la metáfora, entendía la sublimación poética, la mirada diferente y necesaria para encontrar en el mundo la belleza, incluso en el abismo de la muerte. Pero vinieron los tiempos de asunción de su responsabilidad como creador, de su aceptación de condición de poeta: “Predicar era para mí como hacer poesía”, nos confiesa, pero si dejó, con el tiempo, de predicar, afortunadamente, no dejó de hacer poesía.

Leyéndole, dan ganas de contar cuál fue mi primer poema, contárselo a él y a todos, pero ¿qué importa el mío (esto es un prólogo a su logos)? Importa el suyo y para contar el origen de mi poesía, tendré que escribir un libro. Así, estas memorias resultan acicate para que quien las lea se sienta impulsado a confesar, y confesarse y confesarle, escribiendo con toda la intimidad que suscita, como cuando nos habla de él como escritor, de su yo poeta y de cómo surge esa voz propia.

El más logrado de todos los poemas, al menos en lo que se refiere a hablarnos de cómo Ernesto se convierte en Poeta, es aquel en el que nos cuenta que quería creer en los ángeles, nos habla de un amor de adolescencia y cómo esa experiencia supo trocarla en un primer poema, que no hablaba de ángeles, usando la catarsis de la poesía para conjurar la fatalidad, convirtiéndola, como diría Don Octavio, en creación poética. De dónde estaría y cómo sería ese primer poema, no nos da pistas, salvo que ya no importa. Fue solo una primera piedra del edificio que ha construido sólido y duradero, museo vivo de la palabra poética, llamado Ernesto. Versos de los que relata su nacimiento, y cómo esa catarsis le permitió superar tristezas y convertirse, con el paso de los versos, en el poeta valiente y tierno que es hoy día.

En los últimos poemas parece haber querido conectar con la poesía filosófica y mística de su libro Canto al infinito, que también tuve el gusto de prologar, en un intento de mostrar una evolución personal y vital que tiene su reflejo inevitable en sus versos.

Hasta las últimas páginas, hemos ido viendo crecer al niño y al libro en paralelo y ahora queda Ernesto que siempre será niño y será padre, esposo, amigo, maduro y viejo, pero, sobretodo, siempre será uno de esos olmos que dan peras increíbles.

Giusseppe Domínguez, Madrid, marzo de 2012

Hoy hace ya 12 años y 6 meses

El tiempo pasa.
Comenzamos un bonito lunes 6 de septiembre de 1999.

Era otro milenio
otro siglo
otra década
era otra época
(sin móviles
sin facebook
sin «crisis»)
y era la misma época
y nos descubrimos
y nos cubrimos
y nos conocimos
cuando ya nos conocíamos
y seguimos de la mano
como antes
yendo juntos
de la mano
por las calles
por los caminos
por la vida
y seguimos
descubriéndonos
cubriéndonos
abrazándonos
con mucho nos
y mucha esdrújula.

cada día 6 de septiembre celebro estar a su lado
cada día 6 de mes celebro estar a su lado
cada día de mes celebro estar a su lado
cada hora del día
cada minuto de cada hora

celebro estar a su lado
y aún alguno me pregunta que por qué no celebramos san valentín

Hoy tengo otra excusa para seguir besándola
siempre que puedo.

Unas fotos en el metro


Ayer disfruté de un rato de espera en el metro.

Al principio enfadado porque había perdido uno nada más llegar al andén
pero luego aprendí a disfrutarlo, en este caso,
fotografiando pequeños detalles
con mi teléfono móvil
mi viejo teléfono móvil
que sigue haciendo unas fotos dignas
de ser conservadas en este lugar o en algún otro
aunque no sean de gran resolución
ni pueden ser impresas con alta calidad
pero pueden ser una maravilla
si la mirada abre las puertas a la imaginación
y esta sí que no entiende de resoluciones
ni píxeles
ni profundidad
porque no tiene límites.

Ayer disfruté de un regalo
de tiempo
en el que no podía hacer otra cosa
que mirar
mirar
mirar
..
..
..

Esto no es una broma