Ventana, M-20040115

Retomarte, reconquistarte, en mitad de la lectura de un libro de arte es un inmenso misterio que atenaza mi postura.

Los restos de ropa expuesta no están ensangrentados pero la camisa roja salió del fondo de la noche.

Por agujeros en la pared se oye el silencio que en la calle anuncia que se está tendiendo el día.

Querría (creo), de una vez por todas, escribir una novela pero no parece posible.

Hoy tengo tantas cosas por hacer que me paralizan y no avanzo hacia ellas sino ellas (todas juntas) hacia mí y mi sable no es lo suficientemente potente para matarlas a todas. Estoy hablando de sexo. ¿Te das cuenta de que sigo atado a una ventana llena de vicio?

María Luisa no sale a recoger la sábana tendida. Duerme porque anoche la cena le sentó mal: espárragos que se deshilachaban en su boca como el tiempo bajo sus pies. María Luisa está viva otra vez. La criogenización fue un éxito.

Inocuo

Cuando nací
un ardor infinito
abrió mi corazón
y sangró como solo un corazón sangra.

Mi corazón
rompió la cámara
torácica.

No cayó al piso
como mi alma atornillada
a la maraña oscura.

Mis botas pisaron
mi caído órgano
cardíaco
y mis ojos
rotos por las lágrimas
olvidaron mi
inocuo, inocuo, corazón
hasta hoy.

Hoy he alterado mi horario

por encontrarme con una amiga
que está en mi red social preferida
como si no fuese virtual
como si tuviese una voz propia
y su cuerpo tridimensional
no llenase mis múltiples dimensiones
al menos en cortes
secciones
lo que podríamos llamar
curvas de nivel multidimensionales
como su abrazo en mi entorno
o su olor corporal
o el tono cálido de su voz siempre cantarina.

Hoy he alterado mi horario y no me ha importado
porque hemos arreglado el mundo
el suyo y el mío
y nos hemos sumergido en el placer
de tomarse un cafecito en mitad de la mañana
como si trabajase a media jornada
autónomamente
como si fuese libre y dispusiese de mi tiempo
de la manera que me diese la gana
la real gana
que no viene de realeza sino de realidad
de esa realidad no imaginaria
completa como el plano complejo
o como una aplicación
de múltiples variables complejas
cuya concepción me produce tal placer
que hay poca gente con quien pueda compartirlo.

Vendrá mi amigo Jose Luis
que ya ha venido
de Medellín, Colombia,
a pasar unos días en Madrid
y podré hablar con él retomando la conversación
donde la dejamos
en aquellas cuestiones que relacionan
la mecánica cuántica con la crisis financiera
pasando por los modelos de Frequently Asked Questions
como utilizable por las propuestas de democracias directas
u otras formas posibles de organizar la toma de decisiones
e información
en la sociedad del siglo XXI
donde aún algunas imprentas intentan sobrevivir
haciendo trabajitos manuales
del siglo XIX
como si no supieran que el palito se ha movido de sitio.

Hoy he alterado mi horario
y es que
para eso está.

tres de tres

17:30
salgo de casa
voy a dar una clase a una tal anita
de química
preparatoria para la selectividad
una clase privada que habíamos concertado
el día 14
hace
ayer
6 días
y recuerdo pedirle que me avisara
si había algún cambio de plan o anulación
sin necesidad de explicaciones
pero sí agradeciendo
que me tuviese en cuenta

18:00
su portero automático no responde
su teléfono está apagado o fuera de cobertura en este momento
quince minutos después
decido
irme

19:30
llego a El Manantial para juguetear a poeta
que coordina poetas
creando poesía
pero no viene nadie

20:00
me habían avisado casi todos
pero aún había posibilidad de que los que no hubiesen avisado
se presentasen
sin avisar
o no se presentasen
sin avisar
y no se presentaron
sin avisar
salvo un email enviado una hora antes
con buena intención

20:45
a punto de llorar
sintiéndome una auténtica mierda
un insignificante épsilon
de esos que nunca quise despreciar
(por algo)
esperaba a un exalumno
y busqué una forma de confirmar
su asistencia
llamándole
a un teléfono que está apagado o fuera de cobertura en este momento
o enviándole un SMS que no parecía llegar a su destino
y
finalmente
desde mi móvil
enviándole un email solicitándole una verificación
pero
unos minutos después
mientras esperaba bajo el manto de frío de la ciudad
con lágrimas en la garganta
me llegó un escueto mensaje
desde otro número de teléfono
diciéndome que no podía venir porque el trabajo le había retenido más de lo esperado
y que lo sentía
y yo contesté
ok
con un cierto deje de tristeza
mientras me encaminaba de regreso a casa
después de tres intentos fallidos de encontrarme con gente
que tuvieron serios motivos para ignorar
que habían quedado conmigo

me fui a dormir sintiendo
que no valgo una mierda
y que lo mejor que podría hacer
sería irme a vivir a un lugar
donde no habite
nadie
que pueda ignorarme
donde no habite
nadie

nadie.

razones

hoy
busco y rebusco
razones que expliquen este fondo de tristeza
esta tristeza sin fondo
que me habita
y miro al cielo (gris
y pienso que es por eso
por esa desasosegante mirada que se pierde en la nube
por esa soledad descompasada
entre la tierra y el sol
pero no es suficiente
y miro a mi ordenador
recientemente formateado
por una estupidez que cometí
y me siento estúpido
pero no veo en ello una razón para estar tan triste
tan profundamente triste
y miro al recuerdo que tengo de este despertar
con sus brazos abrazándome como etimológicamente corresponde
y sé
seguro
que no es por eso
y miro el calendario para encontrarme
con la festividad del cumpleaños de mi amiga Sylvia y
pienso si será por eso
pero sé que no lo es
que nos vemos en nuestra memoria permanentemente
y miro mi hombro dolorido
el tiempo que tengo que dedicarle a la recuperación
la incertidumbre de un futuro sano
saludable
amable
dulce
y miro la agenda de actividades lucrativas
tan vacía
y sé
que no es por eso
no es por eso
no
no lo es
pero sigo buscando
buscando y rebuscando
ese final
esa base
esa superficie que acote el cilindro inacabado donde la tristeza
parece una amorfa masa sanguinolenta y purulenta
y no sé qué más
añadir
para decir
que hoy
soy un hombre de llanto

Gente que carga y gente que descarga

Si nos consideramos pilas
que almacenamos energía de forma
química para poder transformarla
en energía mecánica o térmica
entre otras,
he de decir que siento
en ocasiones
cómo me desgasto
como me descargo
con alguna gente
a la que
incluso
quiero
llegando a sentir
que luego no puedo moverme
y siento un frío
intenso
en el corazón de mi alma herida
o en las tripas
o en algún lugar
difícilmente identificable
del que emanan mis superpoderes
y me siento mortal
tan mortal
mente
aburrido…

Huraño

Me voy volviendo huraño con el paso de los años
aunque antes pasaban meses
y antes incluso semanas
y antes
aunque no lo pueda recordar
pasaban días
y antes aún o aun
pasaban horas
y no existía mañana
ni ayer
y se llamaba infancia.

Me voy volviendo huraño y me preocupa
porque lo había vaticinado mi padre
que me dijo que cuando fuese mayor
no tendría más amigos que a mi mujer
mis hijos
y mi familia.

He luchado y lucho contra esto todos los días
eligiendo amigos para que sean parte de mi familia
evitando alguna familia que no quiero
que sean nunca mis amigos
y lo que voy logrando es una victoria parcial
en la que él ni yo tenemos razón
en la que cada vez tengo
menos amigos
menos familia.

Me vuelvo huraño y culpo a la crisis
como hace todo el mundo
como un mortal más
diciendo que no salgo porque no tengo dinero
pero cuando lo pienso en la intimidad
en esa intimidad inexistente
me doy cuenta de que estoy solo
muy solo
y cansado
muy cansado
de abrir puertas y ventanas
a la amistad
y esta se ha ventilado mi alma.

Un editor de blog formidable

La versión de WordPress que tengo instalada en el servidor propio hospedado en JustHost.com me permite esta maravilla que es tener un editor de entradas tan minimalista que no tengo nada que me estorbe mientras escribo.

Tan sólo un cursor sobre una página completamente en blanco y una tipografía de Ubuntu tan agradable, suave y clara que dan ganas de enamorarse de ella.

No le temo a la página en blanco, es más, me resulta sumamente sugerente ese desierto de dunas infinitas tras la que un horizonte de palabras parece estar esperándome. Ya llego, no os inquietéis, pequeñinas… ya llego…

Me encuentro la a
esta letra casi apocada que en minúsculas resulta tan artificial que jamás he sido capaz de entender porqué no es como la a que todos hacemos al escribir con la mano.
Me encuentro la b
esa que algún día confundo con la d, con la p y con la q. ¡Qué maravillas las que regala la simetría!
Y sigo, y sigo…

y el final del texto no parece llegar nunca porque tras cada letra puedo encontrarme otra, igual o distinta de la anterior, incluso algunos signos más o menos divertidos, de diversos, como comas, puntos; y «comillas».

Pero, lo mejor de todo, lo más sublime de cualquier poema que se precie, son los espacios, los espacios en blanco, los espacios entre letras, entre palabras, entre versos y laterales, superiores, inferiores, márgenes… por donde campa la imaginación.

Ventana 20011127, Martes

Me ha costado seguir escribiendo.

Me dicen que vaya terminando y yo creo que aún no me he atrevido a entrar verdaderamente al otro lado de esos cristales.

La luz de siempre. Dos cuerdas. Las de siempre. En una de ellas veo un cuerpo que no creo, porque no quiero creer, que es el de Marisa. Ahora que me atrevo a llamarla Marisa, ella cuelga con la boca abierta de la primera cuerda que pare ella era la segunda.

Está retorcida alrededor de su cuello amoratado y su boca se abre como si las mandíbulas fuesen de mantequilla.

No quiero mirar a sus ojos que sé que están abiertos y aún mirando hacia acá intentando desesperadamente llamarme para pedir ayuda. Sabía que tenía que terminar así. Puedo leer el futuro que es su futuro, no el mío, y jurar que lo sabía, ella acabaría pensando que los caminos de la vida conducen a la misma nada que una televisión apagada, que un marido infiel que la golpea, maltrata, veja, viola hasta hacerla sentir la mierda que es.

No puede llorar. No puede apoyarse en nadie ni fugarse con ese pescadero de labios amorfos que mira sus tetas insinuándose cada sábado por la mañana, detrás y delante de cada otra clienta. Tampoco para él es nadie y como aquel olvidado esquimal que murió en la tundra, más allá de la tundra, luchando contra una tormenta invencible de nieve de viento, ella también lo sabe.

Se ha matado pero yo tengo que contar su historia y esto es solo el principio o acaso no se puede hablar sino de palabras en el aire que flota como sílabas sin sentido, como letras desarticuladas que abren bocas, sexos, culos, cielos nublados por donde un rayo de luz (no verde) cae contra nosotros.

Ventana 20011123, Viernes

Por los eructos sé que ha comido morcilla con huevos fritos. Los huevos estaban muy fritos, en aceite muy caliente y se doraron las claras formando unas nubes de colores alrededor de las cuales nada la yema aún fresca y jugosa.

Lalo se chupaba los dedos después de mojar el pan. No le gusta usar tenedor con los huevos fritos. Es su comida preferida aunque nunca lo reconocerá diciendo que las chuletas de lechal le pierden. Es mentira. Como todo este texto, eso, también es falso. Le gustan los huevos fritos desde siempre, desde nunca, desde nada, cuando era un diminuto crío a la salida del colegio de Salesianos de la Glorieta de Embajadores. Los comía en el colegio y se los servían fríos en aquel comedor que siempre recuerda inmenso. Los compañeros se reían de él porque le chorreaban goterones amarillos en su cara pecosa y áspera. Ya entonces los comía solo con un trozo de pan en cada mano y por las noches ocultaba a su madre que había comido huevos por si había suerte y volvía a comerlos a la hora de la cena.

Maria Luisa, a quien a partir de ahora voy a llamar Marisa, le fríe los huevos como nadie; ni siquiera su madre en la cocina de hierro fundido y carbón, la vieja, la de la primera casa que tuvieron antes de que su padre se fuese a Alemania.

La madre de Lalo era madrileña de pura cepa. Una rara avis de los gentilicios, si tenemos en cuenta que entonces Madrid estaba absorbiendo tanta población que la inmigración actual parecería anecdótica. Eso sí, todos eran de la misma raza. La raza que hoy se erige en dueña de una tierra que no le pertenecía. Una raza un tanto ladrona, bien mirado. Pero a la madre de Lalo nunca le surgieron estos pensamientos y menos cuando conoció a Juan, el de la charcutería, que era solo madrileño de adopción. Sus padres eran de Motilla del Palancar y él no recordaba nada de los ocho años en que se crió allí.

Esto no es una broma