Ventana 20011122, Jueves

Me tiemblan las piernas sobre el futuro revistero. Me corre la mano nerviosa, sin poder parar, el corazón en un puño, se ha cerrado el pecho y puedo notar el miedo en mi estómago: no me llama.

Veo la ventana con sus lucecitas ocres ocultando la simple frustración de Maria Luisa que no piensa nunca en el suicidio, en huidas desesperadas, en arrojar la toalla del aguante y viajar a otros calizales, moribunda se arrastra en una vida sin colores.

Yo tengo miedo de mí mismo. Tengo miedo a llorar y no poder parar jamás y ahogarme en mis lágrimas, tengo miedo a dejar que mi grito salte la tapa de mis sesos y no me atrevo a mirar a esa ventana donde mi espejo me lee mi futuro.

Compruebo si hay mensajes, si el teléfono funciona y no tiene línea. Sí, sí tiene línea pero no lo había probado bien. Malas pasadas que juegan los nervios. No temo a la hoja en blanco, temo a la hoja gris y a mi encefalograma alterado diciendo que puedo estallar, que mis neuronas sueltan chispitas y hacen katapún y se acabó. Tengo miedo y miedo y miedo en esta estúpida atalaya que no impide que mis piernas tiemblen apoyadas en esta aún no revistero que aplasto con mis botan que aprietan mi dedo anular del pie izquierdo.

Estoy sudando y soy consciente de que hace frío pero la agitación termo-nuclear produce diecisiete soles y un temblor en los párpados que indica que sobrepaso el límite de vibraciones recomendable.

Laten todos mis músculos de forma asíncrona. Son latidos de un corazón angustiado que ha de tener escapatoria.

Maria Luisa ¡Ven a salvarme! ¡Te necesito!

Pero ella sigue al otro lado de su soledad, al otro lado de su ventana, cárcel que impide un mundo donde confluyen las estrellas con mis ojos y la esperanza con una sopa caliente.

No hay forma de esquivar el fondo de mi alma. Estoy pensando emborracharme y creo que lo haría si hoy fuese un martes trece. Pero es jueves, jueves normal (mortal) y unos labios sellados se niegan a relajar los músculos de las mandíbulas.

Maria Luisa está olvidada por un trauma infantil del que no estoy sanado. Pero ya es tarde.

Ventana 20011121, Miércoles

Ya no hay arenilla de patatas entre sus dedos rojos de fregar. Sus manos le duelen de amargura y la irritación no cambia, no cambia.

Lalo ha salido a por tabaco y Maria Luisa le espera viendo la televisión porque tiene que hacer algo que consuma su tiempo. Hoy está cansada porque esta noche no durmió bien.

Tuvo una pesadilla en la que su madre devoraba las manos de una niña que ella reconocía como suyas. Le dolía el mordisco y ver cómo la sangre entraba en esa boca ansiosa, salía por los ojos y cubría la cara de su madre que escupía espumarajos rojos.

Acaba de salir a recoger la ropa tendida aprovechando el intermedio y me puede ver en mi ventana escribiendo sobre ella. Siempre mira hacia acá buscando el refugio que no encuentra en su casa. Mira entre la oscuridad buscando otra mirada que mire entra la oscuridad buscando otra mirada.

Es tímida. Se ha escondido tras la pared encalada de suciedad, trinchera de su vida, para doblar la ropa que, bajo el manto de humedad, va recogiendo.

Vuelve a asomar la cabeza tras el caparazón calcáreo que la cobija. Comienza de nuevo el programa de televisión que está viendo. Se va.

Ventana 20011120, Martes

En el autobús de esta mañana la mujer cabizbaja va pensando en si le quedan patatas para la comida. Ha pensado en mezclarlas con unos calamares que le vendieron a buen precio este sábado en la pescadería donde el pescadero que tiene los labios deformados se queda siempre atascado mirando sus tetas. Eso la excita y procura llevar ropa ajustada a sus pechos: camisetas muy pasadas o prendas de lana fina que han dado toda su vida buen resultado. Le encanta hacer la compra los sábados por la mañana para sentirse superior a las prostitutas a las que encuentra en la frutería. El frutero la conoce por su nombre y, de cuando en cuando, incluso le pregunta por su madre y por su pueblo, como si alguna vez hubiesen tenido algo en común distinto de las manos manchadas por la arenilla que sueltan las patatas.

Lalo nunca se entera de esto, como de ninguna otra ocas que no quiere enterarse porque no le interesa.

Estoy tomándole cariño a esta mujer, no puedo evitarlo, y algún día la saludaré por la calle y ella no sab?á quién soy y no entenderá el saludo e igual se acuerde de cuando este verano me veía desde su ventana mirarla (¿ella sabía que me masturbaba o no sabía que me masturbaba?).

Se acordará de eso y estará tentada por (de) decirme algo, quizá un intento de resultar atractiva sin el morbo del voyerismo. Pero se cuidará de hacerlo por miedo a Lalo y por miedo al ridículo. Al fin y al cabo ella sabe que no es una mujer guapa aunque aún pueda resultar sexy.

Pero está haciendo la compra y el pescadero que le mira las tetas ha acabado con sus calamares y está mirando las tetas a la Puri, la puta que acaba de comprar medio kilo de melones antes que Maria Luisa en la frutería. ¡Será guarra! Pero no tiene na y luego dicen…

Maria Luisa siempre vuelve a casa cada sábado cuando cierran las tiendas para irse a comer y mientras prepara la comida para Lalo y ella se queda absorta en la arenilla de las patatas recordando a Juan, el novio que tuvo en Sepúlveda antes de venirse a Madrid a servir en casa de la amiga aquella de su tía Luci.

Juan había sido amable con ella, pero se cruzó en medio la Juani y se lo quitó, pero eso es porque la Juani era más tetona y a Juan le gustaban así. Pues ahí la tienes ahora, con sus cuatro críos y como una vaca lechera ¿No quería tetas?. Él tampoco había envejecido bien y es que pasarse tantas horas en el tractor a la intemperie no perdona.

Se le están empezando a pasar las patatas…

Feliz feliz feliz

Triplemente feliz porque tres alumnos míos me han regalado sendos libros suyos.

Me enorgullece tanto que me hace sentir útil en el mundo, sentir que gracias a mis talleres, quizá un poquito, se animan a seguir escribiendo, expresándose, siendo felices (como según parece son los escritores) y ayudando a que en el mundo haya un poco más de poesía, un poco más de cariño, de mirada cuidadosa, de besos en forma de versos o similares.

Juan Carlos Ortega ha publicado Canto Cotidiano que me lo dedica diciéndome que me debe mucho. ¡Qué va! Sé que habría escrito este libro casi sin mi ayuda, casi sin mi estímulo. Juan Carlos ya había escrito otro antes de estar en mis talleres y, seguro, escribirá muchos más. Espero, eso sí, que siga explorándose y jugueteando, porque, por lo que sé de él, tiene mucho que explorar y mucho que mostrarnos de su exploración. Esperaré ansioso otros libros suyos.

Ernesto Pentón ha editado también otro canto, canto al infinito, que tuve el honor de prologar. Es un texto estupendo, un libro completo, muy bien acabado, infinito. Ese infinito que juega con nuestro espíritu… pero todo lo que pueda decir ya lo dije en el prólogo, que adjunto:

Prólogo de Canto al Infinito, de Ernesto Pentón
Madrid, julio de 2011

El poeta es la huella de un hombre en un laberinto

Con esa bella frase, Ernesto nos dice que va a hablar de naturaleza, de construcción mental, de humanidad, de sociedad y, sobre todo, del humano poeta, de la poesía como creación, como huella, como marca, como primer signo, como construcción lingüística y corpórea.

La tradición china atribuía la invención de los caracteres al personaje legendario CangJie, ministro del mítico Emperador Amarillo (Huang Di), quien inventa los caracteres inspirándose en las huellas de los pájaros.

Dice la leyenda que, tras unificar China, el Emperador Amarillo encarga a CangJie la tarea de crear caracteres para la escritura. CangJie se sienta en el banco de un río, e intenta con devoción finalizar su tarea; tras muchas horas y esfuerzo, sin embargo, no es capaz de crear un solo carácter. Un día, CangJie vio un ave Fénix que llevaba un objeto en su pico. El objeto cayó al suelo y CangJie descubrió que lo que había delante de él era la impresión de una huella. Como no era capaz de reconocer a qué animal perteneció la huella, pidió la ayuda de un cazador local. Este le dijo que ésta era la huella de un Pixiu, distinta completamente a la huella de cualquier otra criatura viva. La respuesta del cazador inspiró a CangJie, quien pensó que si podía capturar en un dibujo las características concretas que definen cada cosa que hay sobre la tierra, ésta sería sin duda la forma perfecta de carácter para la escritura. A partir de ese día, prestó especial atención a las características de todas las cosas y comenzó a crear caracteres según las características concretas que fue encontrando. Así, CangJie había conseguido recopilar una larga lista de caracteres para la escritura, para regocijo del Emperador Amarillo, quien se encontró con un sistema completo de caracteres.

Como CangJie, Ernesto Pentón, escucha, de la naturaleza, sus mensajes que, al traducirlos a palabras, los convierte en poesía. Usa material de recuerdos, de ella, de arboledas, de islas, de lluvias… y es que en todo verso encontramos la naturaleza, la calma característica de Ernesto. Pero es una naturaleza sublime, sublimada, mística, lo que va a reflejarse en la tipografía escogidísima, discreta pero incuestionable, con la que va a sugerirnos que no habla de lo que Habla.

Misticismo que se manifiesta en mezcla de letras mayúsculas entre minúsculas, guiñándonos el ojo para que apreciemos, como él, aquello que sobresale, que ha de ser mirado. En ocasiones, su juego entre letras mayúsculas y minúsculas las hace completamente diferentes, como cuando, en el Canto XVI, afirma que cuando llegue la lluvia/sólo será la Lluvia. O se le cuela un pronombre en primera persona adornado con la Mayúscula. Y es un placer encontrarlo, porque su Yo también merece enseñorarse.

Un solo Canto, el LXXXIV, le sirve para mostrarnos su transformación, su ascensión a la sabiduría visionaria, al tiempo que, natural y consciente, de cotidiano, el río se convierte tras el devenir de infinitas caras, en el Río.

Versos en los que lo único que sobresale es La Luz o el Aliento de un Yo que es Él, lo quiera o no, en los que el presente, el pasado y el futuro se dan la mano, totalizadores, mostrándonos la vacuidad del concepto de espacio-tiempo, la futilidad del devenir, con una comprehensión del saber oriental que le lleva a afirmar que pasado y futuro eran falsas palabras.

Entre la apariencia y la trascendencia, exhorta a que disfrutemos de la Vida (con Mayúsculas) que ruge por todos lados, niños, gatos, motocicletas, rosales, vecinos… en toda palabra. Y sus reflexiones y preguntas son las de una inocencia poética, infantil, dispuesto a una mezcla de sorpresa y enseñanza socrática en la que algunos poemas breves, casi haikus, acaban resultando un zoom sobre la realidad permitiéndonos asomarnos a su mirada amplia y serena.

A parte de las múltiples referencias al misticismo oriental, hace referencias a la mística hebraica o cristiana, demostrando una erudición nunca pretenciosa. Le pide a Dios, como si lo necesitase, que le ayude a escribir mediante una plegaria irónica en la que construye un poema con la palabra Dios como otra palabra más de un diccionario personal inmenso, disimulado tras la aparente llaneza de sus términos nunca grandilocuentes. No huye de versos eróticos explícitos ni de ningún otro tema. Amatorio y cargado de ternura psicológica, con un erotismo abierto, sin pudor mas sin exabruptos, como todo en él, humilde y amable, próximo, cotidiano y auténtico, su contención alcanza grados soberbios en algunos Cantos, como el XCVI, de acabadísima finura y con la simpleza de una imagen, como la de ¿en tus ojos cantaba una cigarra¿, pone broches sublimes a muchos. En la ciudad, en sus poemas y como persona, Ernesto se da, desde su corazón a sus mocos, pasando por una sonrisa o un Abrazo. Todo lo convierte en Poesía, lírica y mística. En ocasiones triste o melancólico, nunca se deja llevar por la desesperación o la amargura. Contundente y sencillo toca sin miedo, incluso, la poesía social sin politicismos fáciles y posicionamientos de cartón, como en el canto XXII, encabezado por un epígrafe de Allen Ginsberg y es que pasea entre los Beat como entre poetas de la dinastía Tang, aprovechándolos, usándolos, pero sin perder nunca su singular voz.

Más allá de la obvia influencia oriental, japonesa, china o sufí, con su título de Cantos, semeja emular a Whitman o Pound, de quienes, sin duda, ha bebido influjos benéficos, pero no solo de ellos y es que en la poesía de Ernesto podemos encontrar pequeñas pinceladas de innumerables autores que le han regado hasta hacer de él y de su poesía una poesía propia, característica de su cosmovisión. Influjos también de Oliverio Girondo, de quien usa algunos de sus recursos para demostrar que, con ellos, también se atreve a experimentar en poesías de corte más vanguardista y osada, saliendo más que bien parado del embate. Se puede seguir o trazar la evidente influencia de los místicos sufíes, en especial Rumi y hasta bebe de fuentes bukowskianas o de realismo sucio; quizá indicios de Raymond Carver se pueden atisbar entre sus versos, como, claramente, en el Canto XXXVII.

Tarda en darnos pistas de que se trata de un escritor de este siglo, de este milenio, mostrándonos algunas palabras como ordenador o telefónica que también aprovecha como escritor pleno que es y que no repara en afirmar que cuando no hay nada que hacer… siempre se puede escribir un poema. Escribe poemas dentro de poemas que son cantos dentro de cantos. Cantos que son piedras (seguro que Ernesto lo ha pensado), cantos rodados, cantos de río, cantos de poeta, cantos de pecho.

Juega con las palabras con abundantes recursos bien integrados y sin abusos manteniéndose en un perfecto equilibrio formal. Utiliza con frecuencia el paralelismo como en el Canto XV, usando esa imagen especular del río o lago que refleja el mundo, cuando alguien lo está mirando, claro, con lo que sumerge al lector en un juego de imágenes, que reflejan imágenes, que reflejan una mirada, que refleja una mirada que, en última instancia, es la suya. Con las onomatopeyas fabrica una forma nueva de hablar, un lenguaje, como poeta que ya domina todo lo que desea, se atreve a escribir dándole voz a bebés y gatos, a coches y noches. Y hasta se permite jugar con la rima en asonantes estrofas de cuando en cuando.

Con total impunidad o libertad se apropia de nombres y los convierte en verbos, inventa vocablos, domina las palabras y jamás se deja dominar por ellas, combina adjetivos de maneras inesperadas, descontextualizando las palabras para construir metáforas de una belleza surrealista, poética y cuando el juego de las imágenes, de las palabras, de los versos, se le queda corto, busca también divertirse con cada una de las letras, como en el Canto CVII. O con las disposiciones tipográficas como en el Canto CXIV donde varias lecturas son posibles en un breve poema.

La ausencia de signos de puntuación favorece el flujo de un texto modesto de forma pero complejo y profundo, de una hondura humana y casi divina. El infinito (que califica estos cantos), el absoluto, lo inhumano, conviven con lo humano, con todo lo humano que va encontrándose a lo largo del libro hasta empaparnos de humanidad.

Inevitablemente, le importa la grafía como a todo poeta preocupado por la palabra precisa, exacta, bien definida. Ernesto nos propone su juego de tipos, de signos lingüísticos, de letras, palabras, versos y poemas para satisfacer el imperio del placer de la lectura de sus poemas místicos, líricos y definitorios de un mundo, reflejo y al tiempo constructores del mismo. Hay motivos para la alegría cuando nos encontramos con la joya poética que nos regala en este libro cargado de poesía. Eso le convierte, remitiéndonos al señor Celaya, en un traficante de armas o almas, pues yo diría que se ha especializado en las almas, la suya y la de toda la naturaleza, que me incluye, que te incluye, lector, que nos incluye a todos.

Porque, sobre todo, Ernesto Pentón es un poeta, o Poeta, de los que deja bajar al papel las Palabras que le llegan trabajando en un compromiso con la palabra poética que le convierte en escritor, le guste o no, por esa necesidad de la que hablaba Rilke en sus cartas y es que, como afirma en algún verso, Ernesto es de lluvia de la que caen palabras hasta empapar hojas con poesía. Menciona en ocasiones el papel en blanco y el silencio, atributos de poeta sosegado. Una de sus mitades, al menos, es tan poética que, según sus propios versos, se descompone en palabras como astato radioactivo.

Nos dice en varios de los Cantos el porqué de su necesidad de escribir, de su naturaleza de escritor:

escribo para disimular lo que no existe
lo que se fue con el vuelo
del ave nocturna

El final del Canto LV, me siento a describirte, descubre la magia, el misterio: escucha la Vida y la describe, con labios de poeta. Y en el acto simple de sentarse radica la actitud de un trabajador del verso que hace que aparezca, que se manifieste ese misterio. Y, al mismo tiempo, la acción en sí es un manifiesto de intenciones, de dedicación, de seguir los pasos de CangJie e inventar un nuevo lenguaje.

El eco de su voz, su palabra-poesía da forma a todas las cosas, grandes y pequeñas, las crea como el primer creador, creando un mundo pisado por primera vez. Y hasta escribe un poema a medias con un bebé balbuceante, tiernos y candorosos (Ernesto y el bebé). Es en estos poemas con su hijo donde se muestra singularmente delicado, cuando, partiendo de la frescura de una palabra infantil que nos hace temblar de emoción como la que él debió sentir, nos traslada a su mundo y su manera de vivirlo, nos invita a su intimidad.

En sus poemas busca algo que no sabe qué es pero, lo mejor de todo es que, en ocasiones, lo encuentra y notamos su sorpresa, su felicidad en el hallazgo, su felicidad por dejar que el poeta que lleva dentro le descubra un mundo que no podría ver sin esos ojos de la poesía. Ernesto viene del otro lado, de donde nacen las horas del revés, que es el lado de la poesía y si tiene un imperio, es este Canto al Infinito.

Ernesto le habla a los poetas con una ilusión contagiosa de optimismo valiente, inocente, aunque no ingenuo y con frecuencia pregunta al lector o al aire que late entre este y el poema.

y si no llegas no importa
porque yo lo que quiero
es esperarte

Y yo le contesto: lo que quiero es esperar el siguiente libro de Ernesto Pentón, seguir siempre esperando de él, viviendo, gracias a él, nueva poesía.

Y, por último, me alegra saber que también está entre mis alumnos (aunque aún no puedo decir que le haya influido mucho, pero puede que sí algo) Francisco Legaz, quien mantiene un blog interesantísimo y que ya lleva escritas 9 novelas y libros de relatos… espero que pronto, al menos en un año, esté escribiendo poesía regularmente.

No es que rechace la prosa, pero la poesía es más libre… ¿o no?

Bah! son tonterías, es solo que creo en la poesía, es una cuestión de monoteísmos… o algo así.

Algunos días quiero publicar más

y otros menos
en este diario
en el que me he impuesto
la disciplina
de escribir diariamente
algún artículo
aunque a veces los llamo
artículos
y otras veces
los llamo textos
que es más genérico
pero que no engloba las fotografías
que como ayer
quise compartir.

Algunos días quiero publicar más
de una entrada
en este diario íntimo
que comparto contigo
y pienso si no es una estupidez
haberme impuesto ese mínimo
y si no lo estoy tomando como máximo
como número mayor del cual no puedo publicar entradas cada día
y me doy cuenta de lo ridículo de ese pensamiento
pues también es estúpido
quizás
esta entrada
y este blog
llamado diario
que comparto contigo
cada día laboral de la semana.

hoy he soñado que me casaba

y me casaba por la iglesia
y venía toda la familia
por parte de mi padre
porque la parte de mi madre
está mermada (sin entrar en detalles
esto es mera especulación
interpretativa)
pero lo más gracioso
es que me casaba solo
sin nadie con quien casarme
porque quería desafiar a la iglesia
y el cura
un cura de pueblo anciano
canoso alto y enjuto
no entendía por qué me casaba
y mi familia
o la de mi padre para ser más exactos
no entendía por qué me casaba
ni para qué
y yo no tenía ganas de explicarles
que quería dar
a entender que una familia
también podía ser una persona

mi amiga aída estaba en la ceremonia
porque se había encargado
de la música de sala
y los demás se fueron
a tomar algo al pueblo
mientras llegaba en cura
y me casaba conmigo mismo
y yo caía al suelo
vestido de blanco
de bruces
con los brazos en cruz
pero poco simétricamente situado
quedaba esperando
en la losa fría
que llegase
mi familia
o la de mi padre
a meterme dentro de ella
(supongo
interpretando
otra vez)

tras su vuelta
teníamos que irnos
(quizá
interpretando
a celebrar)
y cogía un coche
cuyo modelo no puedo recordar
(aunque no sé si recuerdo es una buena palabra para referirse a un sueño)
pero los cristales estaban
empañados
porque hacía mucho frío
fuera
y se había escarchado
el aire

me apremiaban
desde otros coches que estaban detrás de mí
a que me pusiese en marcha
así que encendí los limpiaparabrisas
y arañado un poco el cristal frontal
me puse en marcha
aunque casi no pudiese ver

un camión
con todas sus luces alumbrándome
chocó con mi lateral izquierdo
justo antes de que entrase
en un maizal
porque me había detenido
un poco adelantado
a la señal de stop
que
obviamente
no vi

los demás coches
siguieron su camino
por la carretera
que había quedado atrás
en la bifurcación
y que yo no había tomado

hoy he soñado
posiblemente
que moría

La caldera estaba estropeada

Es una caldera estanco
que empezó a soltar gases
el festivo religioso
de esta semana.

Es una caldera estanco
que dicen que es de las de gama baja
tan baja como pudimos permitirnos
para pagar el mantenimiento
con el que arreglarla
cuando se estropea
por ser de gama baja.

Es una caldera estanco
que en su día me recomendaron
para darme de alta el gas natural
que no sé por que se llama natural
frente al gas butano
que también es natural
naturalmente orgánico
quiero decir.

Es una caldera estanco
que nos asustó
creyendo que íbamos a estallar por los aires
que son otros gases naturales
como nos recordaba la canción
de ese grupito llamado Mecano.

Es una caldera estanco
enferma
como yo
de incertidumbre.

Caldera calderita
dime la verdad
¿querías verme asustado otra vez?
¿querías hacerme trabajar en otra cosa?
¿querías impedir que produjese
otro poema otro pensamiento vagamundo
como habría dicho Eva Luna?

Hoy la ha reparado un Ángel
de la compañía roca
(asumo que roca también es algo natural)
y nos ha dejado que podamos lavar los platos
ducharnos
calentarnos
cocinar a fuego lento
un puñado de puerros con huevos revueltos
o ilusiones.

Nunca se sabe qué alimento precisará
el alma.

Cáncer

Mi tía tiene cáncer
es la segunda tía que es diagnosticada de cáncer
últimamente.

En realidad no.
Ambas tenían cáncer desde hace tiempo
y este año empiezan a estar tan mal
que casi seguro que no sobrevivirán.

Mi tía Jose(fina) murió de cáncer
el año pasado.
En pleno verano.
Carmen y yo estábamos de vacaciones
en Vera
junto a la playa
cuando nos enteramos de que había fallecido
mi tía Jose(fina).
Murió de un cáncer que acabó devorando
todo
su cuerpo
su vitalidad
su ánimo
su entorno.

No me imagino aguantar lo que aguantó.
No quiero aguantar lo que aguantó.
No creo que pudiese aguantar lo que aguantó.

Era la hermana mayor de mi madre.
Después de muerta sigue siendo la hermana
mayor de mi madre.
Pero ahora es la hermana muerta de mi madre.

Mi tía Mari Carmen es la otra hermana
de mi madre.
Hace muchos años que no veo a mi tía Mari Carmen.

Dicen de mí que no soy una persona muy familiar
y creo que
lo que ocurre es que
no entiendo el vínculo sanguíneo.

O lo entiendo tanto que tengo en común con los humanos
tanta sangre
que todos ellos son mi familia
y no puedo invitarlos a comer
el día de mi boda.

Ni entiendo que me inviten a mí
y no a todos.

Pero es sencillo:
la familia se hace, se elige
y no se nace con ella
(mi familia).

Así, mi hermana Sylvia
es alguien más próximo a mí que
mi prima hermana
aunque Sylvia no comparta conmigo
tanto adn.

No lo comprendo
o lo comprendo mejor que todos los que dicen
que no lo comprendo.

Ahora mi tía Mari Carmen está a punto de morir
y no siento nada,
salvo cierta empatía
con mi madre
a quien he recuperado
desde mi adolescencia
como de las más importantes piezas
de mi familia.

Ahora mi tía Mari Carmen está a punto de morir
de cáncer
y yo solo pienso en mí
y no en ella;
ni siquiera en mis primos
sus descendientes
ni en los hijos de mis primos
a quienes ni conozco
ni en mi tío,
ese madridista que nunca me cayó muy bien.

Solo puedo pensar que el día que me diagnostiquen
un cáncer
tendré que elaborar un plan
para matarme antes
de agotar mi dignidad.

Vivir no es una cuestión de duración
sino de felicidad.

Lo contrario, es cochino (de ese noble animal):
comer, dormir, fornicar, reproducirse, morir.

Por lo que, llegados a cierto punto,
prefiero ser repartido
en pequeños trocitos que puedan alimentar
a puercos
engordándolos
para alimentar humanos,
los humanos que prefieren llorar en mi funeral
que nunca se realizará
porque
cuando yo muera
se acabará el mundo.

1789, 1848, 1917

Hay fechas que el romanticismo ha convertido en míticas.
Hay fechas que la desesperación ha calificado de esperanzadoras.
Hay fechas que miramos con ojos cargados de nostalgia.
Hay fechas que añoramos no haber vivido.
1968
Yo estaba vivo y no lo viví.
Los 80
Yo estaba vivo y no los viví.
1789, 1848, 1917
No había nacido y no las viví.
2011
Estoy vivo y lo vivo poco.
¿A qué estoy esperando?

Esto no es una broma