hoy
busco y rebusco
razones que expliquen este fondo de tristeza
esta tristeza sin fondo
que me habita
y miro al cielo (gris
y pienso que es por eso
por esa desasosegante mirada que se pierde en la nube
por esa soledad descompasada
entre la tierra y el sol
pero no es suficiente
y miro a mi ordenador
recientemente formateado
por una estupidez que cometí
y me siento estúpido
pero no veo en ello una razón para estar tan triste
tan profundamente triste
y miro al recuerdo que tengo de este despertar
con sus brazos abrazándome como etimológicamente corresponde
y sé
seguro
que no es por eso
y miro el calendario para encontrarme
con la festividad del cumpleaños de mi amiga Sylvia y
pienso si será por eso
pero sé que no lo es
que nos vemos en nuestra memoria permanentemente
y miro mi hombro dolorido
el tiempo que tengo que dedicarle a la recuperación
la incertidumbre de un futuro sano
saludable
amable
dulce
y miro la agenda de actividades lucrativas
tan vacía
y sé
que no es por eso
no es por eso
no
no lo es
pero sigo buscando
buscando y rebuscando
ese final
esa base
esa superficie que acote el cilindro inacabado donde la tristeza
parece una amorfa masa sanguinolenta y purulenta
y no sé qué más
añadir
para decir
que hoy
soy un hombre de llanto
poesía
Gente que carga y gente que descarga
Si nos consideramos pilas
que almacenamos energía de forma
química para poder transformarla
en energía mecánica o térmica
entre otras,
he de decir que siento
en ocasiones
cómo me desgasto
como me descargo
con alguna gente
a la que
incluso
quiero
llegando a sentir
que luego no puedo moverme
y siento un frío
intenso
en el corazón de mi alma herida
o en las tripas
o en algún lugar
difícilmente identificable
del que emanan mis superpoderes
y me siento mortal
tan mortal
mente
aburrido…
Huraño
Me voy volviendo huraño con el paso de los años
aunque antes pasaban meses
y antes incluso semanas
y antes
aunque no lo pueda recordar
pasaban días
y antes aún o aun
pasaban horas
y no existía mañana
ni ayer
y se llamaba infancia.
Me voy volviendo huraño y me preocupa
porque lo había vaticinado mi padre
que me dijo que cuando fuese mayor
no tendría más amigos que a mi mujer
mis hijos
y mi familia.
He luchado y lucho contra esto todos los días
eligiendo amigos para que sean parte de mi familia
evitando alguna familia que no quiero
que sean nunca mis amigos
y lo que voy logrando es una victoria parcial
en la que él ni yo tenemos razón
en la que cada vez tengo
menos amigos
menos familia.
Me vuelvo huraño y culpo a la crisis
como hace todo el mundo
como un mortal más
diciendo que no salgo porque no tengo dinero
pero cuando lo pienso en la intimidad
en esa intimidad inexistente
me doy cuenta de que estoy solo
muy solo
y cansado
muy cansado
de abrir puertas y ventanas
a la amistad
y esta se ha ventilado mi alma.
Un editor de blog formidable
La versión de WordPress que tengo instalada en el servidor propio hospedado en JustHost.com me permite esta maravilla que es tener un editor de entradas tan minimalista que no tengo nada que me estorbe mientras escribo.
Tan sólo un cursor sobre una página completamente en blanco y una tipografía de Ubuntu tan agradable, suave y clara que dan ganas de enamorarse de ella.
No le temo a la página en blanco, es más, me resulta sumamente sugerente ese desierto de dunas infinitas tras la que un horizonte de palabras parece estar esperándome. Ya llego, no os inquietéis, pequeñinas… ya llego…
Me encuentro la a
esta letra casi apocada que en minúsculas resulta tan artificial que jamás he sido capaz de entender porqué no es como la a que todos hacemos al escribir con la mano.
Me encuentro la b
esa que algún día confundo con la d, con la p y con la q. ¡Qué maravillas las que regala la simetría!
Y sigo, y sigo…
y el final del texto no parece llegar nunca porque tras cada letra puedo encontrarme otra, igual o distinta de la anterior, incluso algunos signos más o menos divertidos, de diversos, como comas, puntos; y «comillas».
Pero, lo mejor de todo, lo más sublime de cualquier poema que se precie, son los espacios, los espacios en blanco, los espacios entre letras, entre palabras, entre versos y laterales, superiores, inferiores, márgenes… por donde campa la imaginación.
Ventana 20011127, Martes
Me ha costado seguir escribiendo.
Me dicen que vaya terminando y yo creo que aún no me he atrevido a entrar verdaderamente al otro lado de esos cristales.
La luz de siempre. Dos cuerdas. Las de siempre. En una de ellas veo un cuerpo que no creo, porque no quiero creer, que es el de Marisa. Ahora que me atrevo a llamarla Marisa, ella cuelga con la boca abierta de la primera cuerda que pare ella era la segunda.
Está retorcida alrededor de su cuello amoratado y su boca se abre como si las mandíbulas fuesen de mantequilla.
No quiero mirar a sus ojos que sé que están abiertos y aún mirando hacia acá intentando desesperadamente llamarme para pedir ayuda. Sabía que tenía que terminar así. Puedo leer el futuro que es su futuro, no el mío, y jurar que lo sabía, ella acabaría pensando que los caminos de la vida conducen a la misma nada que una televisión apagada, que un marido infiel que la golpea, maltrata, veja, viola hasta hacerla sentir la mierda que es.
No puede llorar. No puede apoyarse en nadie ni fugarse con ese pescadero de labios amorfos que mira sus tetas insinuándose cada sábado por la mañana, detrás y delante de cada otra clienta. Tampoco para él es nadie y como aquel olvidado esquimal que murió en la tundra, más allá de la tundra, luchando contra una tormenta invencible de nieve de viento, ella también lo sabe.
Se ha matado pero yo tengo que contar su historia y esto es solo el principio o acaso no se puede hablar sino de palabras en el aire que flota como sílabas sin sentido, como letras desarticuladas que abren bocas, sexos, culos, cielos nublados por donde un rayo de luz (no verde) cae contra nosotros.
Ventana 20011123, Viernes
Por los eructos sé que ha comido morcilla con huevos fritos. Los huevos estaban muy fritos, en aceite muy caliente y se doraron las claras formando unas nubes de colores alrededor de las cuales nada la yema aún fresca y jugosa.
Lalo se chupaba los dedos después de mojar el pan. No le gusta usar tenedor con los huevos fritos. Es su comida preferida aunque nunca lo reconocerá diciendo que las chuletas de lechal le pierden. Es mentira. Como todo este texto, eso, también es falso. Le gustan los huevos fritos desde siempre, desde nunca, desde nada, cuando era un diminuto crío a la salida del colegio de Salesianos de la Glorieta de Embajadores. Los comía en el colegio y se los servían fríos en aquel comedor que siempre recuerda inmenso. Los compañeros se reían de él porque le chorreaban goterones amarillos en su cara pecosa y áspera. Ya entonces los comía solo con un trozo de pan en cada mano y por las noches ocultaba a su madre que había comido huevos por si había suerte y volvía a comerlos a la hora de la cena.
Maria Luisa, a quien a partir de ahora voy a llamar Marisa, le fríe los huevos como nadie; ni siquiera su madre en la cocina de hierro fundido y carbón, la vieja, la de la primera casa que tuvieron antes de que su padre se fuese a Alemania.
La madre de Lalo era madrileña de pura cepa. Una rara avis de los gentilicios, si tenemos en cuenta que entonces Madrid estaba absorbiendo tanta población que la inmigración actual parecería anecdótica. Eso sí, todos eran de la misma raza. La raza que hoy se erige en dueña de una tierra que no le pertenecía. Una raza un tanto ladrona, bien mirado. Pero a la madre de Lalo nunca le surgieron estos pensamientos y menos cuando conoció a Juan, el de la charcutería, que era solo madrileño de adopción. Sus padres eran de Motilla del Palancar y él no recordaba nada de los ocho años en que se crió allí.
Ventana 20011122, Jueves
Me tiemblan las piernas sobre el futuro revistero. Me corre la mano nerviosa, sin poder parar, el corazón en un puño, se ha cerrado el pecho y puedo notar el miedo en mi estómago: no me llama.
Veo la ventana con sus lucecitas ocres ocultando la simple frustración de Maria Luisa que no piensa nunca en el suicidio, en huidas desesperadas, en arrojar la toalla del aguante y viajar a otros calizales, moribunda se arrastra en una vida sin colores.
Yo tengo miedo de mí mismo. Tengo miedo a llorar y no poder parar jamás y ahogarme en mis lágrimas, tengo miedo a dejar que mi grito salte la tapa de mis sesos y no me atrevo a mirar a esa ventana donde mi espejo me lee mi futuro.
Compruebo si hay mensajes, si el teléfono funciona y no tiene línea. Sí, sí tiene línea pero no lo había probado bien. Malas pasadas que juegan los nervios. No temo a la hoja en blanco, temo a la hoja gris y a mi encefalograma alterado diciendo que puedo estallar, que mis neuronas sueltan chispitas y hacen katapún y se acabó. Tengo miedo y miedo y miedo en esta estúpida atalaya que no impide que mis piernas tiemblen apoyadas en esta aún no revistero que aplasto con mis botan que aprietan mi dedo anular del pie izquierdo.
Estoy sudando y soy consciente de que hace frío pero la agitación termo-nuclear produce diecisiete soles y un temblor en los párpados que indica que sobrepaso el límite de vibraciones recomendable.
Laten todos mis músculos de forma asíncrona. Son latidos de un corazón angustiado que ha de tener escapatoria.
Maria Luisa ¡Ven a salvarme! ¡Te necesito!
Pero ella sigue al otro lado de su soledad, al otro lado de su ventana, cárcel que impide un mundo donde confluyen las estrellas con mis ojos y la esperanza con una sopa caliente.
No hay forma de esquivar el fondo de mi alma. Estoy pensando emborracharme y creo que lo haría si hoy fuese un martes trece. Pero es jueves, jueves normal (mortal) y unos labios sellados se niegan a relajar los músculos de las mandíbulas.
Maria Luisa está olvidada por un trauma infantil del que no estoy sanado. Pero ya es tarde.
Ventana 20011121, Miércoles
Ya no hay arenilla de patatas entre sus dedos rojos de fregar. Sus manos le duelen de amargura y la irritación no cambia, no cambia.
Lalo ha salido a por tabaco y Maria Luisa le espera viendo la televisión porque tiene que hacer algo que consuma su tiempo. Hoy está cansada porque esta noche no durmió bien.
Tuvo una pesadilla en la que su madre devoraba las manos de una niña que ella reconocía como suyas. Le dolía el mordisco y ver cómo la sangre entraba en esa boca ansiosa, salía por los ojos y cubría la cara de su madre que escupía espumarajos rojos.
Acaba de salir a recoger la ropa tendida aprovechando el intermedio y me puede ver en mi ventana escribiendo sobre ella. Siempre mira hacia acá buscando el refugio que no encuentra en su casa. Mira entre la oscuridad buscando otra mirada que mire entra la oscuridad buscando otra mirada.
Es tímida. Se ha escondido tras la pared encalada de suciedad, trinchera de su vida, para doblar la ropa que, bajo el manto de humedad, va recogiendo.
Vuelve a asomar la cabeza tras el caparazón calcáreo que la cobija. Comienza de nuevo el programa de televisión que está viendo. Se va.
Ventana 20011120, Martes
En el autobús de esta mañana la mujer cabizbaja va pensando en si le quedan patatas para la comida. Ha pensado en mezclarlas con unos calamares que le vendieron a buen precio este sábado en la pescadería donde el pescadero que tiene los labios deformados se queda siempre atascado mirando sus tetas. Eso la excita y procura llevar ropa ajustada a sus pechos: camisetas muy pasadas o prendas de lana fina que han dado toda su vida buen resultado. Le encanta hacer la compra los sábados por la mañana para sentirse superior a las prostitutas a las que encuentra en la frutería. El frutero la conoce por su nombre y, de cuando en cuando, incluso le pregunta por su madre y por su pueblo, como si alguna vez hubiesen tenido algo en común distinto de las manos manchadas por la arenilla que sueltan las patatas.
Lalo nunca se entera de esto, como de ninguna otra ocas que no quiere enterarse porque no le interesa.
Estoy tomándole cariño a esta mujer, no puedo evitarlo, y algún día la saludaré por la calle y ella no sab?á quién soy y no entenderá el saludo e igual se acuerde de cuando este verano me veía desde su ventana mirarla (¿ella sabía que me masturbaba o no sabía que me masturbaba?).
Se acordará de eso y estará tentada por (de) decirme algo, quizá un intento de resultar atractiva sin el morbo del voyerismo. Pero se cuidará de hacerlo por miedo a Lalo y por miedo al ridículo. Al fin y al cabo ella sabe que no es una mujer guapa aunque aún pueda resultar sexy.
Pero está haciendo la compra y el pescadero que le mira las tetas ha acabado con sus calamares y está mirando las tetas a la Puri, la puta que acaba de comprar medio kilo de melones antes que Maria Luisa en la frutería. ¡Será guarra! Pero no tiene na y luego dicen…
Maria Luisa siempre vuelve a casa cada sábado cuando cierran las tiendas para irse a comer y mientras prepara la comida para Lalo y ella se queda absorta en la arenilla de las patatas recordando a Juan, el novio que tuvo en Sepúlveda antes de venirse a Madrid a servir en casa de la amiga aquella de su tía Luci.
Juan había sido amable con ella, pero se cruzó en medio la Juani y se lo quitó, pero eso es porque la Juani era más tetona y a Juan le gustaban así. Pues ahí la tienes ahora, con sus cuatro críos y como una vaca lechera ¿No quería tetas?. Él tampoco había envejecido bien y es que pasarse tantas horas en el tractor a la intemperie no perdona.
Se le están empezando a pasar las patatas…