Ventana 20011107, Miércoles.

Con nitidez puedo ver las novedades de camisas a cuadros colgando en perchas en la primera segunda cuerda. En esta aquella unas camisetas boca abajo.

Su hombre está en casa. Con los 2 hijos de Nueva Zelanda, grandes y asilvestrados. No han ido a la manifestación a la que yo no he ido y yo (insisto) estoy sentado en un taburete de tres patas negro escribiendo mi dolor de estómago sin esperanza de curación ni un abanico de enjambres de ojos que acarician el devenir del sol cayendo en esta tarde tonta de noviembre.

Alcantarillas en forma de pinza verde para tapar el mal olor. Hoy un tipo casi me derriba o provoca mi vómito con un hedor incomparable. Se agrió mi expresión con el dolor de la derrota. Hoy pensé que mi trabajo será siempre un quebradero de cabeza y debería dejarlo para escribir pero tengo pánico ante la idea de no escribir así tampoco y comprobar que mi vida es una ficción que termina en el párrafo menos imaginativo de Dios.

El bolígrafo se ha declarado en huelga y tengo que creer que solo puedo escribir con los eructos que rompen el silencio un poema puerco para agrandar el horizonte a base de pedos contra los hijos de puta que quiero acribillar.

Mi cabeza me pide sangre: degollar a los lobos para ser un gorrino, un animal libre con un cerebro comestible y ratas en el estómago, ese que escribe, pidiendo la libertad a ritmo de puericultor.

No entiendo qué quiero decir.
No entiendo si tengo algo que decir.
Tengo miedo. Digo esto.

Ventana 20011106, Martes

Encuentro ventanas dondequiera que mire o lea y hasta Kavafis parece estar haciendo este ejercicio regio que me abre una nueva huella del mundo en mi caminar.

No puedo ver las cuatro prendas tendidas allá y solo miro hacia mí, hacia dentro de un pozo de energía ausente. Me lamento, me compadezco por la fuerza que no tengo, por la generosidad que desperdicio, por el ánima volando, volando con estas alitas que salen desde mis omóplatos con la caricia de Dios. Todo lo digo para no llorar.

El silencio demoledor arruinaría mi confort. Creo que tengo que accionar y actuar y todo eso que tanto sé en una teoría tras teoría de desconocimiento que vale para todo menos para ver al otro lado de esa estúpida ventana que me oculta su rostro, el del vagabundo junto un montón amorfo de mantas y cartones que le supera, que le abriga y le acompaña mientras ni siquiera pide una limosna para cenar o para una pensión.

Madrid es una ciudad dura y al lado de mi terraza hay otra deshabitada en la que hoy podría dormir una docena de indigentes, de sin techo, de moribundos de frío y soledad y no hace falta un magnífico YMCA patrocinado por el ayuntamiento hoy tan feliz de haber atrapado a un par de hombrecillos que han puesto una bomba y no han causado (gracias a dios) muerto alguno. Hoy nuestro gobierno aprueba el bombardeo de Kabul y algunas zonas que, de repente, se han hecho existentes. Bombas que, inteligentes o no, caen encima de seres humanos que mueren, caen en fríos balances de víctimas de una guerra completamente justificada… pero… entonces, si estamos en guerra… ¿No es el terrorismo simplemente el otro bando? Se ve claro, pero no se debe decir.

Silencio matador, mutilante, sobre las víctimas de los atentados.

Esta ventana me deja ver al pobre indocumentado con esposas en la espalda custodiado por 3 policías agresivos de cuerpo y alma en plena calle. La dignidad de este hombre no está contemplada en los acuerdos de Ginebra, ni en las normas de la ONU, ni en la educación tradicional católica apostólica romana de sus guardias.

Vaya mierda de observador cobarde. Ni siquiera me atrevo a acercarme. Pero, eso sí, sigo haciendo cumplidamente mis tareas.

Ventana 20011105, Lunes

No sé qué pasa que no puedo escribir esto parece absurdo a lo largo y ancho de palabras volcadas a cuchillo en esta larga larga hoja cuadriculada que me recuerda viejos tiempos, tiempos de tinajas de amor y cuadernitos azules a la sombra de sótanos sin fin.

No sé qué pasa que esta ventana anidada en terraza es un muro insalvable, un muro de altura infinita sin un resquicio en sus oberturas de luz anaranjada por los que pueda ver una mujer desnuda, una prostituta haciendo su comercio, un hijoputa cargando su ira para arremeter a golpes de espolón contra los negros del barrio. O los chinos, igual da.

Solo veo ventanas, persianas a medio cerrar, sábanas o camisas tendidas en esta o aquella o aquella o esta cuerdas. Un cable, otro cable, un canalón para las gotas del cielo que están a punto de caer…

No me atrevo a ver: no veo o no quiero ver. ¿Por qué? ¿A qué le temo tanto? Tengo miedo a los fantasmas y a los vampiros pero sé que al otro lado de esa luz no hay fantasmas ni hay vampiros… ¿De qué tengo miedo?

Estoy solo y asustado. En mi taburete negro, como un ataúd con pinta de pajarera.

Tengo que afrontar algún día las enfermedades que me aquejan, las enfermedades que me acomplejan, el paso del tiempo… ese ir y venir de amigosconocidosdeasmigos que hace posible distinguir futuro pasado presente con ausencias… tantos silencios rotos…

Harto de lamentaciones

Programa en C que explica mi situación actual a la perfección… aunque algunos días es variable. Tengo pensada una versión posterior para mañana.

#include <stdio.h>
#include <string.h>
#include <stdlib.h>

#define LONG_ENLACE 15

main()
{
int estoyharto=10;
char comienzo[] = "Estoy";
char hartura[] = "harto de";
char enlace[LONG_ENLACE] = " estar ";
char motivo[] = "lamentaciones";
char *hartazgo = malloc(LONG_ENLACE*estoyharto*sizeof(char));

strcpy(hartazgo,hartura);
strcat(enlace,hartura);

while (estoyharto--) {
printf("%s %s %s.\n", comienzo, hartazgo, motivo);
strcat(hartazgo,enlace);
}
}

La salida de este programa compilado es la siguiente:

Estoy harto de lamentaciones.
Estoy harto de estar harto de lamentaciones.
Estoy harto de estar harto de estar harto de lamentaciones.
Estoy harto de estar harto de estar harto de estar harto de lamentaciones.
Estoy harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de lamentaciones.
Estoy harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de lamentaciones.
Estoy harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de lamentaciones.
Estoy harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de lamentaciones.
Estoy harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de lamentaciones.
Estoy harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de estar harto de lamentaciones.

Pero hay días que estoy mucho más harto.

Tengo que cambiar el programa para que la variable estoyharto pueda ser eso, variable. Y recoja un valor preguntándome cuánto harto estoy… es fácil, pero ahora tengo que irme. Puede que, en breve, suba la versión modificada para esto.

Me obsesionaba la idea de usar más espacio que el necesario, así que usé un puntero para el hartazgo. Podía haber usado un array de tamaño fijo (en las primeras versiones era así), pero ya lo tengo preparado para que el tamaño del hartazgo se fije en función de la variable estoyharto.

Qué tontería, podría decir… pero es que es lo que siento. Hartazgo, también, de desperdicios.

La vagina del electrodoméstico

La vagina del electrodoméstico
le absorbe
le atrapa
le cortocircuita
le desgarra todos los cables
le arranca la bilis de aceite
le extrae la tecnología
le reduce
le seduce
le subyuga

le ata a una cama de cerveza en la que follan como robots que sueñan con corderos.

En esa ventana

En esa ventana se refleja otra casa con la que existe una conexión derivada del amor.
Es un amor fotovoltaico que nace en la acera opuesta, asciende y golpea el cristal para besar a la mujer que, cada mañana, se asoma a mirar, desde el balcón, la ventana que resulta ser el lago de los pies de la acera.
Nunca descubrirá que su verdadero amor está bajo sus pies.

El molino muele trigo

Adoro la escritura definicional Oulipiana. He aquí un ejemplo realizado ayer por la noche en en taller.

La máquina para moler frota hasta reducir a trozos o polvo la planta herbácea de cuyo grano se obtiene la harina.

El conjunto de mecanismos combinados para transformar una forma de energía o para facilitar la realización de un trabajo para frotar hasta reducir a trozos o polvo algo pasa con fuerza una cosa sobre otra hasta disminuir el tamaño a la parte o porción de una cosa separada del todo o acto sexual la parte inferior del pie, en contacto con el suelo las plantas endebles, no leñosas, cuyas partes aéreas mueren después de fructificar y de cuyo pequeño bulto en la piel se produce o saca el polvo resultante de moler el trigo u otras semillas.

Lo más maravilloso, desde mi punto de vista, es cuando se encuentran estos bucles, como el que presento, en el que termina incluyéndose en la definición algo que estaba al comienzo. Es decir, vuelvo a moler el trigo que estaba en el origen, de modo que se descubre la infinitud diría que fractal del texto.

Enhebrar una aguja

enhebrar la aguja
como lo hacía mi madre
mirando a través de las gafas
siempre de soslayo
para no pincharse un dedo

enhebrar la aguja
con gula y hambre
de gulas
y gulas
enhebradas
contra el viento

enhebrar la aguja
con la mañana acuciando
con el sol en mi cara
el corazón ajado
y el ajo
en la boca
del estómago

enhebrar la aguja
de un centenar de tizas de colores
que caminan a pasos de gigante contra el tiempo
y luchan en la posada de tu garganta
enhebrando
enhebrando

enhebrar la aguja
que nos une
que nos teje
que teje los nos
de nuestros futuros
enhebrados
en
hebrados

Esto no es una broma