El humo

Tengo sobre mi cabeza
el humo de la ciudad
el humo del tabaco
de los coches
de las calefacciones
de toda la industria
del progreso.

Tengo sobre mi cabeza
la responsabilidad de vivir mejor
pero no es yéndome a otro lugar
ni cambiando el lugar
sino cambiando-me.

Tengo sobre mi cabeza
mi modo de vida
mi manera de vivir, que es lo mismo y no es lo mismo
eligiendo
decidiendo
consciente
responsable
libre
coherente.

Tengo sobre mi cabeza
la idea de que la vida no es su duración
sino su intensidad
que vivir es apostar por una forma y un contenido
como en un poema
porque sin poesía
no tiene sentido la vida
por más humo que pueda
evitar
en mis pulmones.

Tengo sobre mi cabeza
una mano que acericia mi pelo
que acaricia mi mente
que acaricia mi alma
que abraza
que ama.

Tengo sobre mi cabeza
una nube de polvo
pero soy polvo
y en polvo me convertiré
porque mónada soy pulverizada
y no hay modo mejor de estar que tan disperso como un billón de partículas subatómicas disueltas en un magma de silencio del que broten palabras del que broten amores del que broten deseos del que broten intenciones del que broten acciones del que broten otros magmas conteniendo partículas subatómicas disueltas en silencio.

Los bombardeos de correo electrónico

Cada cierto tiempo nos toca (a Carmen o a mí) enviar mensajes publicitando nuestros cursos, monográficos o algunos eventos que consideramos interesantes. Es la parte más pesada de mi trabajo en esto de la divulgación de la poesía en talleres de enseñanza no formal. Me gusta esto de lo de enseñanza no formal. Parece dar una buena descripción a lo que son: algo que ocurre dependiendo de las circunstancias, de la gente que acude a ellos, de los vaivenes de la vida, no aferrados a un programa rígido preestablecido. Sin embargo, con el paso del tiempo, voy estableciendo una especie de estructura más y más fija, más y más predecible y noto que es algo que agradecen los asistentes. Siento que se apoyan en esta idea de que lo conocido es seguro.
Y me acuerdo de la crisis internacional financiera de los países conocidos y que, por ello y sólo por ello, nos parecen más seguros. Nos forjamos falsas ideas de seguridad para no tener que estar protegiéndonos constantemente, para poder relajarnos, para poder olvidar la fragilidad de la vida, la proximidad inevitable de la muerte.
Pero ahí está. Y todo se nos viene abajo cuando empiezan a surgir a nuestro alrededor palabras como Cáncer, Metástasis, Colonoscopia, Diverticulitis, Infartos, Alzheimer, Párkingson, vejez.
Tengo la curiosa teoría de que las etapas de la vida se corresponden con lo de tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor… de manera que a lo largo de la primera etapa se prioriza el amor, después, la edad adulta, da prioridad al dinero, a la posición social, a la seguridad económica y, por último, se empieza a dar importancia a la salud.
No es que las otras no estén presentes en otras fases de la vida o que este esquema tenga unas reglas válidas para todos por igual, pero sí recuerdo que cuando tenía 14 años no se me ocurría hablar de hipotecas, créditos, planes de pensiones, seguros de responsabilidad civil, por no hablar de lo inmensamente lejano que me parecía la posibilidad de morir de una muerte (salvo la autoinfligida), de la jubilación. Ni siquiera la muerte de mis padres era algo que estuviera en mi horizonte. Con esa tranquilidad que da la ignorancia, la falsa seguridad, vivía pensando sólo en amor y amor y desamor y tristeza por no ser amado por nadie… en soledad, en aislamientos, en amistades que no tenía, que envidiaba tener.
Pasé por la etapa del dinero con paso rápido, como si no fuese conmigo. Quizá porque llegué tarde y mal a ella. Porque sin una adolescencia bien desarrollada tenía que volver a hablar de amor, amor, amor… y me hice poeta.
Nada peor para madurar que la poesía. Te mantiene en un absurdo estado de infantilismo, inmadurez, que te obliga a no creer en la realidad del sentido común. No es común ser poeta. No es razonable ni sensato. No es adulto. De ahí que los poetas sean principalmente jóvenes o ancianos. De ahí que los poetas sean amados por jóvenes o ancianos.
Pero ahora veo que ese paso, ese correr por encima de la etapa del dinero, de la madurez, de la sensatez, del equilibrio, me está llevando demasiado rápido a una etapa para la que no estoy preparado. Vengo de la infancia a la vejez sin detenerme a pensar en la seguridad, en la solvencia, en la estabilidad. Me caía porque no había aprendido a caminar y ahora me caigo porque no me sostengo.
Cuando era joven decía de mí que era un viejo antes de tiempo. Quizá por esa añorada fase de la adolescencia escamoteada. Ahora siento que me acerco a la vejez sin haber crecido, ingenuo aún, a pesar de la presunta experiencia, naïf, idealista, un poco idiota.
¿Qué me está pasando?
Me voy a jubilar a los 200 años. No tengo ni idea de si tengo derecho a cobrar ningún tipo de subsidio, vivo al margen de una economía que se supone que es la del sistema en el que estoy inmerso, quiera o no, lo cambie o no. Sigo necesitando que alguien hable con mi director de la Caixa (que es mi primo) para que me devuelva unas comisiones mal cobradas, soy incapaz de ir al médico sin sentir casi la necesidad de una madre a mi lado. Es ñoño, pero es cierto.
Y, lo peor de todo, sigo sin encajar en mi entorno. Todo a mi alrededor cambia, evoluciona, crece, no a saltos sino de manera gradual, madurando como frutos al sol suave del otoño. Yo doy saltos. Y en ellos no acabo de soltarme de la adolescencia, de esa que no tuve y en la que, curiosamente, me estanqué. Me aferro a la idea de la libertad absoluta, hasta el punto de confundirla con el control, el falso control, obvio, pero el que me sigue haciendo decir rotundamente que prefiero morir de pie a vivir arrodillado. Y la inclinación que viene a continuación es la de la senilidad, la de las enfermedades, la del declive orgánico del cuerpo.
Ahora ya se ha enviado la primera tanda de correos electrónicos. A lo largo de la mañana irán saliendo otros tantos. Quiero poner en marcha el curso de Poesía Objetual, porque es algo que quiero compartir: la ilusión que supuso para mí descubrir la posibilidad de expresión que hay a mi alrededor, la posibilidad de jugar con la realidad al juego serio de la poesía. Construir la realidad con la mirada, reconstruirla para que, finalmente, pueda encajar en ella. ¡Qué iluso!

El nuevo periodismo en la era de la información

Está claro que la información es accesible desde cualquier lugar del mundo y gratuitamente ingentes cantidades de ella son disponibles para cualquiera que tenga una conexión a InterNet. Está claro que es difícil, entonces, mantener una calidad a la hora de crear contenidos, pues su elaboración tiene un coste que puede que no sea recompensado por los consumidores/usuarios puesto que no van a pagar por algo que, supuestamente, obtienen gratis. Ahora bien, quizá se trata sólo (aunque no es poco) de cambiar el modelo de financiación de quienes se dedican a aportar información, llamémosla, de valor.
¿A qué me refiero con información de valor?
Para mí, no es lo mismo tener un blog con contenidos recauchutados de aquí y de allá, compilaciones y digests descuidados, que tener un lugar web en el que aportar información verificada de primera mano.
Pero ya casi nada es de primera mano. Es casi ilusorio pensar en reportajes periodísticos a la antigua usanza. E incluso sería ineficaz. Más nos vale ceñirnos a un ámbito algo más cercano.
En la distancia de un mundo globalizado, quizá el proceso pasará por escuchar las voces de los lugares, saber analizarlas, ponerlas en contexto, distinguir el grano de la paja, filtrar: hacer esos digests de los que hablaba antes, pero cuidados, con un criterio editorial que sé que los periódicos tradicionales tienen capacidad para llevar a cabo. Aunque no parece ser su camino. Veo que siguen insistiendo en formas de contar las cosas bastante tradicionales y estas formas ya no sirven. Lo explicaré con un ejemplo: quiero entrevistas directas (que pueden ser hechas mediante chats) de personas que viven en Egipto la crisis de gobierno. De un lado y de otro. Quiero que un periodista se encargue de ver qué información de primera mano están subiendo a la red y que filtre y seleccione, conociendo contextos, historia, análisis políticos profundos, serios, rigurosos. Creo que ese es el lugar del nuevo periodismo. Lo veo cuando de cuando en cuando mi amigo, periodista, Juan Carlos Etxeberría, usando el Twitter, selecciona diversas noticias directas y las da a conocer, amén de análisis sobre el periodismo actual.
En la distancia corta, en el entorno de mi propia ciudad, también existe esa necesidad de filtrar, analizar información y comunicarla. Por supuesto, me parece más rico si se trata de una información sectorial, específica, que me interesa como parte de un todo y también como profundización de conocimiento en alguna materia concreta.
Analizo, como ejemplo, el blog o web puntafinanews.com que mantiene, desde que tiene tiempo para ello, mi amiga Celia Valenciano. Es un espacio dedicado a la información sobre tendencias arquitectónicas y artísticas. Realiza entrevistas a arquitectos, diseñadores, etc. Comparte textos que pueden ser bastante interesantes, pero que le lleva bastante tiempo realizarlos, además de inversiones (pequeñas) en material, como el diseño de la web, plantilla no gratuita adaptada a WordPress, el espacio de Hosting, por no hablar de la conexión a Internet, la necesidad de un PC, y otros básicos como pueda ser una minioficina. Pero he de reconocer que el gasto en material puede ser casi despreciable. De lo que se trata es de que, con muy pocos medios puede realizar un trabajo de alta calidad.
Y lo sirve gratis.
Y entonces… ¿Qué va a pasar con esta forma de vida? ¿Es sostenible tener un periódico especializado si, mi amiga, gratuitamente, puede permitirse el lujo de regalarlo? ¿Tiene ella forma de beneficiarse económicamente de su trabajo?
Claro, esto es algo que vengo pensando desde hace bastante tiempo por lo que me toca: imaginen esta pregunta para un Poeta. Directamente la respuesta suele ser que no, que no hay forma de que se financie, de que su trabajo sea remunerado y cobra especial significado la expresión “por amor al arte”. ¿Pero esto es sostenible? Y entonces cae encima como losa la famosa ley de economía sostenible para intentar paliarlo… pero lo hace muy mal. Este análisis lo dejo para otro día, porque la Ley Sinde se merece todo un artículo ella solita.
Cuando publiqué el trabajo de Lejanías, me encontré con que no podía financiarlo razonablemente mediante venta de productos, porque no era un producto físico. Puedo intentar cobrar el acceso a la información, pero son sólo poemas. Quise probar y quiero seguir apostando por un modelo curioso: la donación. Así, dispuse un botoncito en la web del proyecto para quien quisiera ser mecenas del mismo. No tuve ni tengo muchos ingresos de esto. Es más, apenas compensan el gasto de agua de un mes de trabajo. No importa, te dices (me digo) y continúas trabajando por amor al arte. Ahora he abierto este blog al que le dedico una hora diaria, es sólo información personal, es decir, no tiene porqué importarle a nadie más que a mí. Es onanista y lo seguiré haciendo también por amor al arte. Pero todo en Poesía es así… así que estoy casi condenado a aceptar que no voy a cobrar nunca por mi trabajo. Incluso, puedo decir como muchos de mi entorno, que esto no es realmente un trabajo porque no cobro por ello. Pero es que nadie quiere pagarme. Quizá sea que no soy bueno. Quizá. Quizá necesitaría un jefe, pero no hay empresas que contraten Poetas. Ya lo intenté una vez en el INEM y se rieron bastante a mi costa. Quizá ni siquiera sea necesaria la poesía o sólo lo sea para mí. Tampoco el Arte, la Música, el Cine y el Periodismo. Quizá.
El nuevo periodismo, como el nuevo arte, música, cine, poesía, puede hacerse con unos medios tan accesibles como nunca antes nos habíamos imaginado. Tanto es así, que parece que puede hacerlo cualquiera: y esta es la cuestión: no queremos pagar a cualquiera. Queremos pagar a alguien especial. Puede que tenga sentido. Poco, si pensamos que todos somos cualquiera y que, según ese razonamiento, pronto no nos querrán pagar a ninguno, hagamos lo que hagamos. No nos querrán… no: no nos querremos pagar.
¿Hay formas posibles de financiación?
Ya he dicho que la primera que se me ocurre y me gusta es la del mecenazgo. Me parece más fácil que nunca y tan democrática como la producción: está en manos de cualquiera que lo desee.
La segunda forma que se me ocurre es la de la subscripción. Algunos lugares web, como los blogs, y sigo con el ejemplo de www.puntafinanews.com, podrían pensar en insertar un precio por subscripción. Un precio muy muy bajo, un precio que parezca tan irrisorio como los costes de producción de algo que hace tiempo era inviable. Digamos, por ejemplo, que www.puntafinanews.com ingresara 0,50€/mes por persona subscrita. Es posible que muchos estuviésemos dispuestos a “domiciliar” un pago semejante para obtener una información que, como decía, era de calidad. El dinero mensual, con un número de lectores de unos 2000 (que no creo que llegue a tener) daría un suelo razonable que haría sostenible la publicación. ¿Por qué, entonces, no se hace?
Seguimos pensando en el todo gratis. Yo también.
Bueno, quizá la web puede ser gratis. Pero quiero algo que me ayude, que me dé un valor añadido a la información (ya que no la considero suficiente). ¿Qué tal el canal por el que se me informa? Por ejemplo, la subscripción podría dar acceso a emails personales, incluso (con un poco más de elaboración, pero no tanta: hay herramientas de personalización de contenidos razonablemente al alcance) personalizados a mis gustos o intereses. Este modelo es una visión mixta que puede incluir distintas formas de hacer razonablemente sostenibles publicaciones como esta, pero también la creación de poetas, escritores varios, críticos, etc. El cine y la música lo dejo para otro día, porque hay muchos más costes añadidos.
De momento, en mi blog, añadiré la posibilidad de colaborar mediante donaciones, pero en breve, permitiré la subscripción mediante una colaboración mínima: algo así como 5€/año.
Espero haber arrojado alguna idea a quien está, como yo, planteándose cómo vivir de algo tan difícil como la generación de contenido en Internet, ya sea contenido informativo, artístico o de valor, en general.
No me olvido de la opción preferida por los periódicos: la publicidad. Pero esto hace que los contenidos sean cada vez más difícil distinguirlos de lo que no es más que propaganda comercial. Pero quizá tengo una visión muy sesgada, poco profunda de esta práctica; quizá la publicidad también debe reformarse para adaptarse a unas web cuyo contenido no debería ser menoscabado ni por asunto de forma ni por temáticas inapropiadas. Prometo pensar en esto más adelante.

Un clavo

El Clavo en la paredMe gusta encontrarme con detalles. Es algo que hago de cuando en cuando para disfrutar de una mirada que no suelo tener. Ver lo pequeño, lo casi insignificante, lo más cotidiano que cotidiano, podríamos decir, incluso, que vulgar… y darme cuenta de lo evocador que es, que resulta, una mirada a la realidad extraordinaria que hay en cada pequeño pedacito de la misma.
Me recuerda esa idea de que el mundo entero está en la punta de una aguja. Sí.
Este clavo/escuadra que no es un clavo, que quizá no era más que un pedazo de hierro penetrando un taco demasiado ancho para él. Sobre una pared algo tocada, indicando que había sostenido un cuadro, una imagen, que quizá contenía la foto de un taco del que asomaba una alcayata. Escarpia viril y solitaria, amante de la pared. Puedo ver en este clavo una metáfora, un poema de vida y muerte, un bello guiño de la realidad, también un corte de manga (lo que me recuerda unas acciones que fue invitado a hacer Isidoro Valcárcel Medina en Madrid, eligiendo para ello calles cuyos nombres hacían alusión a un corte de mangas, él siempre tan inteligente).
Me gusta lo que ve la cámara cuando, en modo “macro” se acerca a un detalle, cómo se desdibuja el fondo, se pierde en una especie de continuo, como si la realidad mostrara en este pequeño experimento su naturaleza dual: concreta y discreta, partícula y onda.
Me gustan los detalles. Me hacen sentir que la realidad es infinita. Me recuerdan que debo seguir mirando para encontrar sorpresas, para encontrar belleza, como de la que hablaba Lautreamont, la del encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de escribir y un paraguas. Me gusta mirar para recordar que ahí, justo debajo de mis ojos, está la poesía, esperándome, esperando ser encontrada y revelada. De ahí la fotografía.

Esto no es una broma