3000 entradas

Hace unos días llegué a las 3000 entradas en este diario o blog, según quiera llamarse.

Son 3000 textos que he escrito y que podrían no haber sido escritos sin merma absoluta (ni relativa) de la calidad de vida de nadie, salvo, quizá, yo.

Son 3000 textos que habría de revisar para asegurarme de que no contienen afirmaciones con las que hoy no estaría de acuerdo, ni errores ortográficos o gramaticales dignos de ser corregidos.

Son 3000 textos (aunque no siempre fueron textos).

Son 3000 textos multimedia cuyo formato más que seguramente no ha soportado los cambios de plantilla a los que los he sometido.

Son 3000 textos que contienen más de 3000 enlaces a otros textos que a su vez puede que contengan otros 3000 enlaces a otros textos que a su vez… forman lo que denominamos «la web», así, por abreviar.

Son 3000 textos que incluyen más de 1000 imágenes que no valen más que 1000 palabras y que en muchos casos habrán desaparecido de la URL que las ubicaba.

Hace unos días llegué a las 3000 entradas y, con esta, voy camino de algún otro número redondo más o menos intrascendente.

Nada importa nada

Iba a escribir
en una red social
que hierve
con la victoria de un equipo de fútbol
que no me importa nada
la victoria de un equipo de fútbol
pero me he reprimido
(como en tantas y tantas ocasiones)
porque tampoco importa que no me importe nada
la victoria de un equipo de fútbol.

El silencio
de la indiferencia
otra vez
ha ganado el partido.

El hórreo

Deposito mis enseres
(seres de interior)
sobre el tablero
donde trabajo
asegurándome
antes de servirme un té
que el teléfono móvil
no está en contacto
con la superficie
en la que puede derramarse
accidentalmente
el té que me he servido.

Es un hórreo
que protege
lo que creo
ingenuo
que me da de comer.

El hórreo se desmorona
cada noche
cuando he hecho como que trabajaba
una jornada más
que no le interesa a nadie
una jornada más
una jornada más

En proceso…

Cada día me piden más complejas maquetaciones para los poemas que envían para el libro colectivo que editamos cada año en el Taller de Poesía y Escritura Creativa de la Asociación Cultural Clave 53. Y es que parece sintomático de que la palabra tras la palabra y el salto de línea se quedan cortos para un mundo telepatético en el que el pixel parece posibilitarlo todo como si la realidad virtual se colase en un libro de 12 por 18

Hoy me enfrento a estos retos con ganas, plagadas de escozor en los ojos. (Maldita alergia) No parece haber un único día en el que estar satisfecho con la vida al completo.

Y sin embargo ilusionado.

Colores de papel

El papel
refleja la luz
que golpea protones insatisfechos
en mitad de un vacío lleno de todo.

Los fotones incidentes
imponen su lluvia de fuego
ante la imposible barrera
de electrones.

No son más que ondas.
No son más que partículas.
Casi no son por no definirse.

Pero ahí están
aunque ese ahí sea tan esquivo
como la nieve del monte Fuji.

El té va enfriándose a mi lado
con browniana agitación
y unas estrellas estampadas sobre la taza
me recuerdan que yo quería hablar
de los colores de las cartulinas
con las que emprender las cubiertas
de los próximos libros
y de lo ridículo que me siento
por pensar que algo así importa.

Nada.
Nada importa.

Pero no saber elegir una buena portada
me obsesiona.

todo o nada

¿Qué sentido tiene todo?
o
¿Qué sentido tiene nada?

Cambiar todo por nada.
Cambiar nada por todo.
Nada es todo.
Todo es nada.
Dada es todo.
Dada es nada.
Dada dadá una nada del todo.
Dada dadá un todo de la nada.

Y vocales que bailan.
Y vocales que gimen.
Y vocales que hablan.
Y vocales que mueren.
Y vocales …

td
nd
oo
aa

Úselas a discreción
indiscriminadamente.

Errores

Ya había errores en el pasado
de este diario verborreico
cuyo único propósito es gritar
en el silencio de una pantalla.

Grito blanco sobre negro.

Aullido sin intensidad.

Ya había errores y eran menos temibles
o yo tenía menos miedo
que resulta mucho más verosímil.

No sé cuáles eran los errores
y no sé cuáles son ahora:
el error soy yo.

No son números de cuenta en una declaración de la renta.
No son unas elecciones convocadas sin vergüenza.
No son pensar que todos los políticos son iguales.
No son organizar clases presenciales para público inasistente.
No son agujeros de gusano en la morera.
No son errores: es la vida.

Quizá por ello…

La poesía es un arma cargada de futuro

Gabriel Celaya
«La poesia es un arma cargada de futuro»

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Amapolas en el Cráter: Episodio 045

Programa *Amapolas en el Cráter*.

*20 minutos de voces habitando el espacio sonoro con poesía*. Poema de poemas propios o ajenos, fragmentados o completos. Textos recitados por poetas de los Talleres de Poesía y Escritura Creativa de la *Asociación Cultural Clave 53*. Te esperamos con nuevos episodios de Amapolas en el Cráter en nuestra web (*clave53.org*)

En este episodio han participado:

  • María Jesús Orella
  • Susana Olalla Serra
  • Giusseppe Domínguez
  • Lucía Herrero
  • JMariano Velázquez
  • Armando Silles McLauney
  • Isabel Jiménez
  • Javier Jiménez

https://anchor.fm/clave53/episodes/Amapola-045-e10c93a

Esto no es una broma